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RESUMEN
A continuación se describen los usos espontáneos que estos pacientes hacen de los
espacios, tiempos y vínculos con el personal del hospital, así como los intentos de los
profesionales de abordar desde distintos dispositivos aquello a lo que se ven
confrontados. Los usos particulares que los pacientes hacen del hospital y los
dispositivos de abordaje que se implementan, responden a las características de lo
transicional. Además observamos como punto en común la necesidad de la presencia del
otro, tanto otros analistas como otros pacientes.
ABSTRACT
The following work departs from the idea of contempling the network's fall in a social
level, the increase of the phenomena of "de-subjetivation" that we verified in the consults
that the hospital receives and the effects this produces in the professionals, in order to
start thinking a possible boarding. In the next part we describe the spontaneous uses that
those pacients make of the hospital places, timings, and links with the personal; and the
professional´s attempts to board this with different devices. The particular uses that
pacients give to hospital and the boarding devices which are implemented, have
transitional characteristics and we take as a common point the necesary presence of the
'other', as much as other analysts as other pacients.
Finally, the work closes with some reflections that result from the observations and the
work done so far.
Cada vez con mayor frecuencia nos encontramos con dichas situaciones clínicas, que
son complejas y que suscitan o requieren una escucha y una respuesta terapéutica
singular. Hemos advertido que las condiciones que ofrece el hospital pueden constituir un
marco particularmente apto para su tratamiento.
Se trata de una parte de la población que llega a la consulta de una manera cada vez
más habitual y que presenta ciertas características particulares. Puede tratarse de una
forma específica de manifestación del padecimiento desde el inicio de la consulta o
irrumpir a lo largo del tratamiento. Puede estar asociada a problemas socio-económicos,
pero consideramos que esa variable no es la única que determina estos casos. Se trata
de presentaciones en acto que son susceptibles de ser leídas por los analistas, con lo
cual podrían encontrar un lugar de tratamiento posible, en un dispositivo adecuado.
Los usos particulares que observamos, son, por ejemplo: llegar mucho tiempo antes,
quedarse después de sus sesiones, permanecer en los distintos espacios de la
institución: pasillos, bar, etc., conversar con la secretaria, con el enfermero, interactuar
con otros pacientes.
Además observamos que muchos de estos casos no llegan, o solo lo hacen a través de
la indicación de la escuela en el caso de los niños, y a los padres de dichos niños que
suelen padecer los ya mencionados fenómenos de desubjetivación, les resulta dificultoso
realizar una consulta en el servicio de adultos, aún siendo derivados y acompañados
desde el servicio infanto-juvenil.
En cuanto a los usos particulares del hospital, las preguntas que nos iban surgiendo
giraban en torno al valor clínico de los mismos. Consideramos que esas preguntas se
inscriben en la lógica por la cual Freud, por ejemplo, postulaba el valor clínico de la
formación delirante: “Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la
formación delirante, es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción.”4
En el mismo sentido, traemos el aporte de José Valeros: “El paciente tiene ya un diseño
de su cura e inversamente es trabajoso, penoso y poco útil que el analista trate de
imponer sus objetivos de curación”
Se podría pensar entonces que estos pacientes se dedican a infringir los usos y
costumbres de espacios, tiempos y roles del hospital, o más bien que hay algo en este
uso que ya implica un intento de restablecimiento. Y teniendo en cuenta que, "la
transferencia es un fenómeno que incluye juntos al sujeto y al psicoanalista"5, no
podemos dejar de pensar en este último, es decir, en nosotros mismos, que confrontados
con este tipo de consultas, en un número mayor al que es posible tolerar respecto a las
intensidades a las que nos vemos confrontados, verificamos en nosotros afectadas las
mismas coordenadas, tanto para los dispositivos de abordaje de pacientes como para
los espacios de formación y supervisión.
Esto nos llevó a ensayar nuevas modalidades, hubo varios intentos, algunos no se
sostuvieron en el tiempo y otros sí (que luego ampliaremos), pero la característica que
recorría a todos estos tanto del lado de los pacientes como de los analistas, era la
presencia del otro, como condición necesaria en la conformación y desarrollo de los
dispositivos.
Comenzamos a pensar que, si pudiéramos situar de qué forma singular opera ese uso
para cada paciente y cada analista, esos elementos en juego y su intelección serían
susceptibles de ser transformados en recursos terapéuticos, en el espíritu de lo
propuesto por Freud en “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”: “Las variadas
formas de la enfermedad que tratamos no pueden tramitarse mediante una misma
técnica.6”
Advertimos que tanto los usos espontáneos que los pacientes hacen de los espacios del
hospital como los dispositivos que íbamos construyendo los profesionales, respondían a
las características que Winnicott define para lo transicional, que nos permiten introducir
una dimensión temporal y espacial particular (la del gerundio: el siendo, jugando, etc.) de
la constitución de la subjetividad, ahí donde no es posible dar cuenta de una lectura
sincrónica de una operación acabada. Esta articulación nos posibilita plantear algunos
elementos que nos parecen fundamentales para pensar las estrategias generales que
consideramos más adecuadas para el tratamiento de los fenómenos de desubjetivación.
Dicha zona, es una continuación directa de la zona de juego del niño. La zona intermedia
es necesaria para la iniciación de una relación entre el individuo y el universo. Para toda
ella es esencial la continuidad en el tiempo del ambiente emocional exterior y de
determinados elementos del medio físico, tales como el o los objetos transicionales.
El individuo, juega, crea o trabaja, sobre la base del supuesto de que el otro es digno de
confianza, se encuentra cerca y que seguirá estándolo, cuando se lo recuerde después
de haberlo olvidado. Se experimenta que dicha persona refleja lo que ocurre en el
espacio transicional.
E) Ese espacio no es una realidad psíquica interna. Se encuentra fuera del individuo, pero
no es el mundo exterior.
Los dispositivos
Los dos dispositivos con pacientes fueron desarrollados en el Centro de Salud Mental
N°3, Dr. A. Ameghino, entre los años 2007 y 2011. Durante los mismos años se llevó a
cabo, el grupo de formación, conformado principalmente por profesionales del: Hospital
Zubizarreta, Frente de Artistas del Borda, Ameghino, entre otros.
Taller de juego8
Concurren al taller niños en los que el juego se encuentra obturado, y con escasa
posibilidad de armar alguna secuencia lúdica.
En los inicios el taller comenzó como teatro de títeres. Devino luego en taller de juegos
con títeres, dado que observamos la dificultad de los pacientes en poder sostener una
sola actividad durante un lapso prolongado de tiempo y realizar pequeñas
escenificaciones. Para ello tuvimos que trabajar la constitución del cuerpo que aparecía
en exceso, en forma de desborde, golpes y gritos. Solo después de un recorrido de
trabajo con este desborde pulsional, fuimos logrando que sean posibles las
escenificaciones con títeres, que quedaron solo para el cierre de cada encuentro.
Entendemos el taller como un lugar donde el jugar pueda ser alojado, en pos de restaurar
algo de la escena de la infancia suspendida en estos niños, en tanto consideramos que el
juego es la forma de manifestación subjetiva del infante.
El taller implica un hacer con otros, a partir de una tarea compartida, posibilitando
transitar desde lo singular a lo colectivo y viceversa. La transferencia se halla lateralizada
entre varios: varios analistas, varios pacientes, varios objetos.
Para nuestra sorpresa fueron los niños mismos quienes denunciaban las resistencias
maternas, defendiendo su continuidad en el espacio, bajo un rotundo “quiero venir al
taller”.
Entre el comienzo y el cierre, se llevan a cabo aquellos juegos que por votación son
elegidos, o bien alguno que se proponga desde la coordinación. Al momento del cierre,
usamos los títeres.
Los juegos que fueron sometidos a votación son: la brujita de los colores, el “pato-ñato“,
embocar en el afiche, el teléfono descompuesto, el laberinto, el colectivo, el juego de las
estatuas, pases con la pelota, luego también el fútbol, el desfile y las carreras.
Nuestra intervención como talleristas “es prestarse al ‘dale que’ que el chico propone,
generando condiciones para que el juego continúe” 10.
Relataremos algunos fragmentos clínicos, en los cuales algo del desborde pulsional se
pudo ir acotando a partir de la construcción de un juego, comenzando por momentos de
indiferenciación apuntando cuando fuese posible a escenas lúdicas que permitiesen
instaurar una diferenciación.
Un día de taller jugando a la brujita de los colores, el juego no termina de armarse como
tal, en tanto se produce un despliegue corporal donde hay pura mostración al otro,
exceso de mirada y seducción que toma por completo la escena grupal entrando en esa
sintonía todos los integrantes.
A veces se trata de que el juego continúe y otras veces sólo se trata de que un juego que
no se puede jugar entre en circulación.
El alojar estas situaciones del mundo adulto y brindarles un marco ficcional permite que
la sexualidad adulta quede velada, recordemos que los niños aún no tienen los recursos
necesarios para poder responder a un acto sexual. “La falta de velo frente a la sexualidad
y la muerte deja al niño excluido de su escena de infancia”11
Nos interroga cómo en el taller algo de “lo real que no cesa de no inscribirse”13 lleva a la
repetición de juegos y escenas una y otra vez. Se fue posibilitando que estas escenas se
deslizaran a otras, dando lugar a pequeñas variaciones en algunos juegos, permitiendo
que los niños pudieran poner su cuerpo al servicio del jugar. Algo del juego regulado
permitió el uso de los títeres a favor de pequeñas escenificaciones, en algunos casos
compartidas.
Este recorrido nos permitió ir ubicando los efectos terapéuticos del dispositivo en sí
mismo, otorgándole un estatuto clínico al taller de juego propiamente dicho.
Grupos de verano14
Advertimos cómo lo grupal ingresa en la institución por estos espacios intersticiales que
se hacen visibles durante el verano. Se constituyen en una oportunidad para los
pacientes de transitar por un dispositivo grupal, experiencia que observamos excede la
sola espera de la reanudación del tratamiento individual.
Entendemos que hacer más habitable el hospital para estos pacientes, a partir de la
construcción de nuevos espacios, dispositivos, colabora con los procesos de
subjetivación de dichos pacientes. En palabras de Heidegger, “El habitar es el rasgo
fundamental del ser, según el cual son los mortales (…) “Construir y pensar son siempre,
cada uno a su manera, ineludibles para el habitar”16.
Estos grupos se proponen como un espacio que busca contener la angustia que emerge
en esta época particular del año. Sin embargo, observamos que una vez dispuesta la
situación grupal se despliega un juego de identificaciones de los pacientes entre sí, como
con los terapeutas, donde no se puede evitar la movilización de los grupos internos17 de
cada paciente. Da cuenta de ello, los efectos que observamos en los pacientes, que al
terminar esta experiencia expresan sus deseos de continuar durante el año en un
dispositivo grupal, manifestando al grupo cómo se sintieron escuchados, a pesar o
justamente por la pluralidad de integrantes.
Tal como señala Kaës: “Las transferencias laterales son el régimen normal de las
situaciones de grupo. (…) Es un lugar de emergencia de configuraciones particulares de
la transferencia”18.
Este tipo de encuadre, permite que cada participante pueda apropiarse del espacio
según su singularidad. Un tipo de encuadre que se ajusta a las posibilidades tanto de
pacientes como del equipo terapéutico.
La existencia en sí misma de este espacio produce efectos, ya que supone para los
pacientes en principio un lugar donde encontrarse con otros, donde son esperados y
alojados. Así, este encuadre logra desempeñar su función de apuntalamiento en tanto
soporte que habilita un espacio transicional desde donde atravesar de otra manera el
verano.
Podría decirse entonces que las operaciones que se producen en el grupo de verano
exceden ampliamente el supuesto de que se trata solo de un simple pasaje, que sólo
busca contener la angustia emergente durante el verano.
Grupo de formación
Se trata de un espacio donde trabajamos desde los problemas que van surgiendo en la
clínica, y no a partir de conceptos teóricos que busquen profundizar un autor en
particular. Empleamos distintas herramientas para pensar el asunto en cuestión. Desde
categorías teóricas, películas, melodías, música, pintura, poesía, así como experiencias
clínicas en diversos campos de intervención.
Nos encontramos con lo novedoso de una modalidad donde éramos partícipes activos y
no meros testigos de ‘una supervisión grupal’, como habitualmente se realizan.
Reconocemos allí la cualidad de lo transicional, que contempla el uso singular que cada
uno pueda hacer del espacio, a partir de una clara propuesta: trazar un recorrido mientras
lo vamos recorriendo.
Es decir, se priorizaba una lectura de lo que se iba produciendo en el devenir grupal del
espacio, buscando construir problemáticas en relación a la subjetividad, sus posibles
definiciones, bajo qué categorías hacer una lectura, antes que anticiparnos a encontrar
soluciones, el intento de abordar problemas pos-modernos revisando nuestras
herramientas teórico-clínicas. Por ejemplo, la construcción de la problemática que
supone las condiciones actuales de vida en la ciudad, y que atraviesa tanto lo personal
como la práctica clínica de cada uno.
Trabajamos desde una concepción de ‘la clínica’, que excede al abordaje individual del
consultorio. Entendemos que la práctica clínica, puede ejercerse en distintos ámbitos de
intervención: familiar, grupal, vincular, social y comunitario, y que tiene más que ver con
un posicionamiento analítico sea cual sea el campo en que se desarrolle la práctica.
Siguiendo a Ulloa, y desde esta actitud clínica ampliada, entendemos que “(…) una
situación pasa de ser social a ser clínica, no tanto en función de algún instrumental
visible, sino por la actitud, diría la presencia de este operador, eje del método”20
Conclusiones
Por citar solo un ejemplo: ¿Cuántas veces un adolescente puede empezar a “procesar”
alguna cuestión dolorosa sólo a partir de haber podido preguntarle algo a sus padres en
una entrevista vincular?
Esto implica una segunda idea, la simbolización no se produce sólo en ausencia, lo que
nos lleva a enunciar una de las marcadas tendencias clínicas que circula en nuestro
medio: la extrapolación de la cita de Hegel “La palabra mata a la cosa”, que es una
reflexión de la filosofía sobre el lenguaje, y que por lo tanto dice de una propiedad de lo
simbólico “descarnado” (lo simbólico como dimensión pura); hacia el campo de la clínica
psicoanalítica. Es un trasponer directamente una propiedad de lo simbólico como
registro, a lo simbólico en una persona, donde dicha dimensión es siempre más o menos
precaria, limitada y modificada por otras dimensiones con las que interactúa. De esto
resulta que aquellos pacientes que no establecen una transferencia simbólica, que pueda
ser trabajada en ausencia, y que tampoco son psicóticos, muchas veces son expulsados
por inanalizables.
Lo que a su vez nos lleva a una tercera idea: es aquella que Winnicott desarrolla en “El
miedo al derrumbe”: hay hechos vividos por el paciente, que no llegaron a constituir una
vivencia que haya podido ser experimentada, por lo que la única manera de recordarlos,
es actuándolos. Esto implica repensar el acto en psicoanálisis. Circula en nuestro medio
que cuando el paciente actúa en vez de asociar libremente, se trata, o de un error del
analista, o de una imposibilidad del paciente. Winnicott demuestra que muchas veces, se
trata de que el análisis está “funcionando” acorde a la modalidad posible y necesaria
para ese paciente.
Una cuarta idea: el inconsciente entonces, no está localizado sólo en el individuo. Nasio
plantea que el aparato psíquico es lo que se arma entre analista y paciente. Kaës habla
de dimensiones del inconsciente grupales, vinculares, institucionales y
transgeneracionales, así como del espacio onírico compartido. Esto nos hace partícipes
de un modo mucho más profundo de los dispositivos en los que trabajamos y de los
pacientes que son parte de ellos.
“La analizabilidad no puede ser tenida por un “en sí”; depende en parte de las
características propias del analista y, por lo tanto, de la dinámica transfero-
contratransferencial que se establece. Depende también de las concepciones técnicas
del analista, de su "teoría” de la práctica, del tipo de marco interno que utiliza, y por lo
tanto de aquel aspecto de su contratransferencia que se ve comprometido en cada una
de estas cuestiones”24. Nosotros agregaríamos la consideración de qué dispositivo se
instrumenta para abordar cada situación.
En el caso del taller de juegos ya descrito, y a partir de observar las dificultades del
dispositivo para producir alguna modificación en la fusión madre-hijo, que presentaban
algunos niños, es que pensamos en introducir una variación en el eje presencia/ausencia
del taller. Para esto, se nos ocurrió la creación de un espacio de juego conjunto donde
participen los niños y alternativamente sus padres.
Retomando lo desarrollado sobre el uso particular que los pacientes que padecen
fenómenos de desubjetivación hacen de la institución, podemos pensar que esto
convierte al hospital en un amplio “espacio intermedio”, en el sentido de no sólo ser parte
del mundo de la realidad externa, ni exclusivamente del mundo interno. Advertimos que
existe en estos casos, una necesidad y una posibilidad de transitar y habitar ese espacio
intermedio.
La gratuidad del tratamiento: no hay exigencias de índole económico, lo cual supone que
puedan solicitar asistencia tanto pacientes que no cuentan con dinero como aquellos que
no puedan disponer de él.
Lo Público: cualquier ciudadano que requiera atención ambulatoria en salud mental
puede solicitar su servicio.
Tiempo: el centro de salud mental ofrece una amplitud horaria que permite que los
pacientes puedan concurrir al mismo, de serles necesario, fuera de su día y horario
habitual de atención.
- El taller de juego, en cuanto a la apropiación del espacio que hicieron los niños.
BIBLIOGRAFÍA
Bonardi, V. y Argento, A.: “Taller de juego: una producción colectiva”. Trabajo presentado
en Jornadas Ameghino 2010.
Kaës, R. “Un singular plural. El psicoanálisis ante la prueba del grupo”. Amorrortu
Editores.
Lacan, J.: Escritos Tomo II. La dirección de la cura y los principios de su poder. Siglo XXI
editores. 2° Edición revisada.
Rozental, A.: “El juego, historia de chicos. Función y eficacia del juego en la cura”.
Editorial Novedades Educativa.
Ulloa, F.: Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica. Editorial Paidós.