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Señor:
La versión que se ha tomado el trabajo de hacer de mis
Principios es tan clara y tan cabal que me hace esperar que
serán leídos por más personas en francés que en latín y que
serán mejor entendidos. Sólo temo que el título desagrade
a muchos que no han sido criados en las letras o que tienen
mala opinión de la filosofía porque la que se les enseñó no
los satisfizo; y esto me hace creer que sería bueno agregar
un prefacio que expusiera cuál es el tema del libro, qué
designio tuve al escribirlo y qué utilidad se puede sacar de
él. Pero aunque me correspondiera a mí hacer este prefacio
porque debo saber de estas cosas mejor que otro alguno, no
puedo hacer otra cosa que poner aquí en / resumen los prin-
cipales puntos que me parece deberán ser tratados; y dejo
a la discreción de usted comunicar al público lo que juz-
gue pertinente.
En primer lugar hubiera querido explicar en él qué es
'a filosofía, comenzando por las cosas más vulgares, como
esta: que esta palabra "filosofía" significa el estudio de la
sabiduría y que por sabiduría no se entiende sólo la pru-
dencia en el obrar, sino un perfecto conocimiento de todas
las cosas que el hombre puede saber tanto para la conducta
cié su vida como para la conservación de su salud y la in-
vención de todas las artes; y que para que este conocimiento
M'a tal es necesario deducirlo de las primeras causas; de
nanera que, para aplicarse a adquirirlo —lo que propia-
' El abate Claude Picol.
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LOS PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA 299
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tratar de abrirlos jamás el vivir sin filosofar; y el placer de
mente se llama filosofar—, haya que comenzar por la inves-
ver todas las cosas que nuestra vista descubre no es de nin-
tigación de estas primeras causas, es decir, de los princi-
gún modo comparable a la satisfacción que da el conoci-
pios; y que estos principios deben tener dos condiciones:
miento de las que se encuentran por la filosofía; y por úl-
! _;una, que sean tan claros y tan evidentes que el espíritu timo, este estudio es más necesario para reglar nuestras
humano no pueda dudar de su verdad, cuando se aplica
costumbres y conducirnos en esta vida que el uso de nues-
con atención a considerarlos; la otra, que de ellos dependa
tros ojos / para guiar nuestros pasos. Las bestias, que sólo
el conocimiento ¿e las demSs cosas de manera que puedan
tienen que conservar su cuerpo, se ocupan continuamente
ser conocidos sin ellas, pero no a la inversa, éstas sin aqué-
de buscar con qué alimentarlo; pero los hombres, cuya parte
llos; y que después de esto hay que tratar de deducir de
principal es el espíritu, deberían emplear sus cuidados prin-
taTmanera de esos principios el conocimiento de las cosas
cipales en la búsqueda de la sabiduría, que es su verdadero
que dependen de ellos, para que no haya nada, en toda la
alimento; y también estoy seguro de que habría muchos a
serie de las deducciones que se hacen, que no sea muy ma-
quienes no les faltaría si tuvieran la esperanza de triunfar
nifiesto. Verdaderamente, sólo Dios es perfectamente sabio,
y si supiesen de cuánto son capaces. No hay alma, por poco
es decir, que tiene el conocimiento íntegro / de la verdad de
noble que sea, que permanezca tan estrechamente apegada
todas las cosas; pero se puede decir que los hombres tienen
a los objetos de los sentidos, que no les dé la espalda de
más o menos sabiduría en razón del mayor o menor cono-
vez en cuando para desear algún otro bien mayor, a pesar
cimiento que tengan de las verdades más importantes. Y creo
de que con frecuencia ignore en qué consiste. Los más fa-
que en esto no hay nada en que no estén de acuerdo
vorecidos por la fortuna, que abundan en salud, honores,
los doctos. riquezas, no están más exentos de este deseo que los demás;
En seguida hubiera hecho considerar la utilidad de esta por el contrario, estoy convencido de que son ellos los que
.¡losofía y mostrado que, ya que se extiende a todo lo que suspiran con mayor ardor por otro bien, más soberano que
'- espíritu humano puede saber, se debe creer que es sólo todos los que poseen ellos. Pero este soberano bien consi-
i la la que nos distingue de los más salvajes y bárbaros, y
derado por la razón natural sin la luz de la fe, no es más
q z cada nación es tanto más civilizada y culta cuanto me-
que el conocimiento de la verdad por sus primeras causas,
jo filosofan en ella los hombres; y así que el mayor bien
es decir, la Sabiduría, de la que la filosofía constituye su
qu oueda haber en un Estado es el de tener verdaderos
estudio. Y puesto que todas estas cosas son enteramente ver-
filu'ocos. Y, además de esto que, a cada hombre en par- daderas, no sería difícil convencer con ellas si estuvieran
ticular, no sólo le es útil vivir con los que se aplican a este bien deducidas.
estudio, sino que es incomparablemente mejor aplicarse a
Pero como la experiencia nos impide creerlas, pues mues-
él por sí mismo; como sin duda vale mucho más servirse
tra que los que hacen profesión de ser filósofos son a me-
de los propios ojos para conducirse y gozar por el mismo
nudo menos sabios y menos razonables que otros que jamás
medio de la belleza de los colores y de la luz, que tenerlos
se han aplicado a este estudio, hubiera explicado sumaria-
cerrados y seguir la conducta de otro; pero esto último es
mente aquí / en qué consiste toda la ciencia que tenemos
todavía mejor que tenerlos cerrados y contar sólo consigo
actualmente y cuáles son los grados de sabiduría a que he-
para conducirse. Propiamente es tener los ojos cerrados sin
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