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ILEANA SCIPIONE
A modo de prólogo:
Historia, características y periodización del Siglo de Oro………….. 7
PRIMERA PARTE
ÉPOCA DE CARLOS V
SEGUNDA PARTE
ÉPOCA DE FELIPE II, FELIPE III, FELIPE IV Y CARLOS II
5
VIII. La literatura de las Indias: El elemento racial del Inca
Garcilaso; La poesía épica - Ercilla y Zuñiga: La Araucana;
Otros poetas ………………………………………………… 67
IX. La historia de España; La historia de las Indias; La literatura
didáctica ………………………………………………………. 72
X. El teatro español en los albores del Siglo de Oro; Los prelopistas
de la Escuela nacional: Lope de Rueda; Juan de la Cueva; Los
entremeses de Cervantes ………………………………………... 77
XI. Cervantes – un escritor que supera la tradición ……………….. 87
XII. Cervantes: Su obra poética; Su producción dramática ………. 92
XIII. Cervantes: un novelista de carácter. La novela plenaria: La
Galatea; Las Novelas ejemplares; El Persiles ………………. 109
XIV. Cervantes: El Quijote; Su arte y su estilo; El Quijote de
Avellaneda ………………………………………………….. 124
XV. Quevedo y su obra; La moral y la sátira; Los sueños y El
Buscón; El conceptismo en la lírica …………………………. 137
XVI. Góngora y su obra; La Escuela de Góngora y la lírica
andaluza ……………………………………………………... 149
XVII. Lope de Vega y su época; El poeta lírico; La poesía épica;
La narrativa: La Dorotea; El estilo …………………………. 156
XVIII. Lope de Vega - autor dramático; La tradición dramática;
Arte nuevo de hacer comedias y la creación de la comedia
nacional; Tragicomedias y comedias; Los personajes del
teatro lopesco; El donaire; Algunas obras dramáticas …….. 163
XIX. La escuela lopista: El grupo valenciano - Guillén de Castro y
Bellvis; El grupo madrileño - Pérez de Montalbán; Ruiz de
Alarcón y Mendoza; El grupo andaluz - Mira de Amescua;
Vélez de Guevara ……………………………………………. 175
XX. El teatro en el Barroco; Tirso de Molina y su obra; La leyenda
de don Juan; Otras obras de Tirso …………………………… 181
XXI. Calderón de la Barca y su obra; Un teatro de ideas; Los autos
sacramentales – El gran teatro del mundo; Las comedias; Los
dramas; Un estilo solemne …………………………………... 188
XXII. La Escuela de Calderón: Rojas Zorilla; Moreto y Cabaña;
Quiñones de Benavente ……………………………………. 193
XXIII. Baltasar Gracián – el conceptismo y la agudeza; El estilo;
La estética del buen gusto …………………………….…… 195
Breve cronología histórica ……………………………………….. 205
Notas ………………………………………………………………. 208
Ejercicios prácticos de redacción: Algunos temas de historia y
crítica literaria …………………………………………………… 232
Bibliografía ……………………………………………………….. 233
6
7
A MODO DE PRÓLOGO
HISTORIA, CARACTERÍSTICAS Y PERIÓDOS
DEL SIGLO DE ORO
8
5. Se busca la naturalidad y se rechaza, por tanto, la afectación,
los excesos de artificios expresivos. La sobriedad y la armonía
caracterizan las formas renacentistas.
Una época de cambios. La literatura renacentista rompe con
lo medieval: aparecen nuevos temas, géneros, personajes, ligados a los
acontecimientos y al ambiente cultural de la época7:
1. La expansión por Europa y América que experimenta España
durante la época de Carlos I8, como efecto de la política imperial, da
lugar a un creciente interés por el género histórico, y a un resurgir de
la épica. Así, p.e. 9 , gracias a la conquista de América, aparece la
llamada literatura de Indias, de carácter histórico, escrita por autores
que viven los hechos que narran, como es el caso del famoso cronista
Bernal Díaz del Castillo. En ese clima bélico surge también una
corriente épica, de la que La Araucana de Alonso de Ercilla es el
exponente más notable.
2. Las preocupaciones religiosas propias de la época – búsqueda
de las fuentes originales del cristianismo y defensa del catolicismo
frente a las tesis difundidas por Lutero – propician en España el
nacimiento de una literatura religiosa de extraordinaria calidad, que
culmina en la mística. Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San
Juan de la Cruz son los mejores representantes de esa literatura
centrada en el sentimiento religioso.
3. El clasicismo imperante en la época, en tanto fruto del
entusiasmo por la cultura greco-latina, se traduce en literatura en el
uso de géneros y temas de la Antigüedad clásica. Así Garcilaso
cultiva la poesía pastoril, tal como lo hizo Virgilio. La naturaleza, el
amor y los mitos griegos y romanos se convierten en temas
predominantes de la lírica renacentista.
4. Los cambios políticos y económicos provocan un conjunto de
cambios sociales de los que la literatura también se hace eco. Nace
así, en ese nuevo contexto social, el género de la novela picaresca,
que da fe del empobrecimiento de la nobleza y del crecimiento de las
ciudades, a las cuales afluían gentes muy diversas, las cuales sólo
contemplaban progresar en la escala social con el menor esfuerzo
posible. Así, por las páginas del Lazarillo o de las Novelas Ejemplares
de Cervantes desfilan hidalgos empobrecidos, hampones de Sevilla o
pícaros, que tanta importancia tienen en la literatura española.
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Llamamos Siglo de Oro el extenso período comprendido entre
la proclamación de Carlos I como rey de España en 1517, época de
Garcilaso de la Vega, y la muerte de Calderón de la Barca en 1681,
período durante el cual florecen extraordinariamente las letras y las
artes. Como se puede ver, el Siglo de Oro son casi dos centurias,
durante las cuales se forja la impresionante literatura dramática
nacional, aparecen las más altas formas de la novela española, se
forman los místicos, voz inconfundible de la prosa castellana, y la
poesía alcanza nuevas cumbres de belleza. Por la cronología se puede
observar que el Siglo de Oro abarca tanto la plenitud del
Renacimiento como el Barroco. Es entre dichos límites que se
configuran tendencias y movimientos estéticos e ideológicos con
dones europeos generales y notas peculiarmente españolas, que
engendran fronteras cronológicas no siempre exactas, pero claramente
diferenciables, por los cambios operados en las concepciones, los
ideales y las formas.
Adoptando la línea general trazada por los historiadores de la
literatura en general, distinguimos en el Siglo de Oro dos etapas: El
Renacimiento y el Barrroco. Históricamente, ellas corresponden a los
reinados de Carlos como I España y V de Alemania, y de los
sucesores del mismo hasta la muerte de Carlos II. Analizaremos
detalladamente y por separado a cada una de ellas.
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PRIMERA PARTE
ÉPOCA DE CARLOS V
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12
I. RENACIMIENTO, HUMANISMO Y ERASMISMO
17
latina, con el título Ceasornicul Domnilor. Es la primera obra de la
literatura española conocida en este país.
El Relox, inspirado en tratadistas italianos, no es un tratado
sistemático, ni erudita, ni tampoco original. Es más bien ingenioso que
riguroso y, retratando al príncipe perfecto, se muestra como una suma
prolija de recuerdos de las lecturas clásicas del obispo, sus
experiencias cortesanas, algunas sentencias morales, unos cuantos
consejos políticos, curiosas aserciones satíricas que no rebasan el nivel
de los tópicos; son bastante retóricos, afectados, efectistas y
pretenciosos, con contrastes y repeticiones, aunque en la época
sedujeron a sus contemporáneos. Por su estilo contorsionado, esa obra
anuncia el Baroco.
Hay sin embargo en el Relox ecos interesantes de las ideas
humanistas y los temas renacentistas (la libertad, la dignidad, etc.),
como, p.e., la plática del villano del Danubio: al elogiar la honestidad
de aquél y condenar la rapacidad de la administración romana y la
corrupción de la tiranía del Senado, Guevara hace uso de un tono alto,
con acentos patéticos impresionantes. La Fontaine (Fables XI, 7, Le
paysan du Danube), lo mismo que Hoz y Mote (El villano del
Danubio) dieron nueva vida a ese episodio, inmortalizando el
sintagma.
Aunque su obra no tiene en la posteridad un éxito similar al
contemporáneo, Guevara marca de modo significativo el gusto de su
época.
Entre las concepciones y las filosofías que confluyen en la
caudalosa corriente del humanismo renacentista, el erasmismo
descuella por su oposición al dogmatismo escolástico y al fanatismo
religioso, su crítica de los abusos eclesiásticos y particularmente la
denuncia de la corrupción de la curia romana. En España, la obra del
filósofo de Rotterdam tiene una amplia y fértil resonancia, gracias a su
abogacía por una concepción láica y racional de la vida humana, y los
ecos de la misma llegan hasta los tiempos de Cervantes. Se traducen al
castellano y se difunden ampliamente varios escritos de Erasmo, como
el Enquiridión, la Querella pacis y la Institución del matrimonio
cristiano. Tal es el éxito de esas traducciones, que Luis Vives le
asegura a Erasmo que, leídas por tanto, “quitaron a los frailes mucho
de su antigua tiranía” (Carta de 1527). Integran el círculo de los
18
erasmistas españoles pocas, pero valiosas, personalidades, tales como
Andrés de Laguna, médico y notable humanista, Cristóbal de Villalón,
brillante satírico, y los hermanos Alfonso y Juan de Valdés.
Alfonso de Valdés (1490)-1532), gran amigo de Erasmo, es
secretario en la cancillería de Carlos V, y redacta importantes
documentos diplomáticos, entre ellos la Carta a Jacobo Salviati, en la
que el Emperador trata de justificar el saqueo de Roma por sus tropas
y el encarcelamiento del Papa (1527).
En defensa de ese hecho, que le parece ser puro erasmismo en
acción, Alfonso de Valdés escribe el Diálogo de las cosas ocurridas
en Roma o Diálogo de Lactancio y un arcediano. En ése, condena
rotunda e irónicamente “la manada de vicios” de la Iglesia:
ceremonias aparatosas, indulgencias escandalosas, avaricia y
venalidad, etc. Uniendo la habilidad dialéctica a la fuerza satírica, ese
Diálogo es una sucesión viva y dramática de réplicas mordaces.
Aún más méritos literarios revela el Diálogo de Mercurio y
Carón, escrito a imitación de los de Luciano de Samosata y de
Erasmo, verdadera galería de personajes negativos: el rey, el duque, el
obispo, el predicador, retratados, con deliberada malicia y agudo
espíritu crítico, todos en las líneas seguras e incisivas del aguafuerte,
para condenar los corrientes abusos cometidos por la Iglesia y el
Estado. Esa fábula relata la guerra entre Francia y España, igual que
los acontecimientos que tuvieron lugar en Roma en 1527. Escrita con
viva imaginación y a un ritmo alerta, la obra es una sátira valiosa, con
serias cualidades expresivas y de una gran elegancia composicional.
Juan de Valdés (1501-1545) nace en Cuenca y más tarde
estudia en la Universidad de Alcalá de Henares el latín, el griego y el
hebreo. Pasa unos años en la Corte, luego al servicio del duque de
Escalona. Erasmo mismo, con el cual se relaciona gracias a su
hermano Alfonso, le alaba en una carta “por enriquecer su ánimo
nacido por la virtud con todo linaje de ornamentos”. Desde 1531
hasta su muerte, vive en Italia, donde la originalidad de su seductor
pensamiento heterodoxo y su sereno y ameno coraje intelectual le
granjean la admiración y el cariño de las personalidades que integran
lo que se llamaría la Escuela de Juan de Valdés.
Es un espíritu sosegado y menos vehemente, más erudito y
más propenso a la meditación que su hermano Alfonso, al que le
19
supera por las avanzadas posiciones ideológicas que defiende. Su
protestantismo no se confunde con el de Lutero o de Calvino,
precisamente gracias a su espíritu no dogmático, de tolerancia y
comprensión humana.
Su primera obra de polémica teológica, Diálogo de la
doctrina cristiana, le vale un proceso de la Inquisición. En escritos
subsiguientes llega hasta separarse de la Iglesia romana, promueve el
protestantismo en Italia y gana a sus ideas hasta canónigos y
predicadores. Pero el Papa condena sus ideas, y su discípulo
Carnesecchi es quemado en la hoguera como erético.
Aunque no es un filólogo en el sentido moderno y profesional
de la palabra, su más importante obra literaria es el Diálogo de la
lengua. Su cultura humanista, sentido común y gusto literario hacen
que sus juicios fueran acertados y sus consideraciones, las de un
filósofo culto, muy interesantes.
En el Diálogo, dos italianos, Marcio y Ceriolano, y dos
españoles, Pacheco y el propio Valdés, hablan en un lenguaje
suntuoso y con viva pasión polémica, de los orígenes del castellano, la
fonética, la ortografía y el vocabulario, evocan el estilo y varios giros
y decires populares; hacen asimismo observaciones críticas sobre la
literatura.
Valdés se opone tajantemente al estilo ampuloso, recargado y
latinizante, considerando que los dones esenciales de la lengua
literaria son la sencillez y la sobriedad del lenguaje vivo. A sí mismo
se precia de escribir espontáneamente y sin afectación:
“Escribo como hablo, solamente tengo cuidado de usar
vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir y digo lo cuanto
más llanamente no es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua
está bien la afectación”.
Los historiadores y la historia de las Indias. En la época se
escriben obras destinadas a justificar y recrear sucesos históricos
importantes, tales como el saqueo de Roma por las tropas de Carlos V
o la conquista de México por Hernán Cortés. Escritores como Alfonso
de Valdés, con su Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, o Bernal
Díaz del Castillo, con su Historia verdadera de la conquista de Nueva
España, pertenecen a esa corriente de la prosa histórica que tanto éxito
20
tiene durante el Renacimiento. La historiografía de la época enfoca
tanto la historia nacional como el descubrimiento de las Américas.
Florián de Ocampo (¿1495-1559), discípulo de Nebrija y
canónigo de la catedral de Zamora, es autor de lo que Menéndez Pidal
llamó la Tercera Crónica General de España, y de Los cuatro libros
primeros de la Crónica General de España (1543), que anhelaba
vincular la historia del mundo clásico a la de los Austria20, libro sin
grandes méritos literarios, pero rebosante de leyendas, pormenores,
anécdotas, invenciones e incluso inexactitudes ocultas entre hechos
reales.
La historia de las Indias occidentales reviste hoy día mucha
más importancia literaria, pese a que los que escribieron sobre ella se
preocuparon por legar más bien un testimonio interesante que uno
literario. Ellos fueron los testigos apasionados de unos
importantísimos acontecimientos, y los describieron a su gusto. Esa
historia constituye un género especial, por decir así oficial, dentro de
la literatura del s. XVI, género inaugurado por los escritos de
Cristóbal Colón, el Diario, las Memorias del segundo viaje y las
Cartas del Descubrimiento.
Hernán Cortés 21 (1485-1547) estudió, según las
informaciones que suministra uno de sus soldados y cronista a la vez,
Bernal Díaz del Castillo, derecho; era, por otra parte, un buen
conocedor del latín, pues había estudiado dos años en la Universidad
de Salamanca. Sus Cartas de Relación describen los episodios del
descubrimiento y la conquista de México, las ciudades, las ceremonias
y la religión de los indígenas. Rebosantes de admiración por el Nuevo
Mundo, las epístolas alcanzan el tono exaltado del himno y dan
pruebas de mucho entusiasmo e intensa vibración emotiva.
Alfonso Reyes observaba, con justa razón, que en los relatos
de Cortés se notan dos etapas: en la primera manifiesta su encanto
ante Tenochitlán y en la segunda, militar, bélica, violenta, se muestra
un dirigente militar ciego ante los sentimientos religiosos y ante el
amor patrio de los hombre cuyas tierra invade cruel y salvajemente.
Bernal Díaz del Castillo (1492-1581) no es humanista, ni
escritor, no conoce el latín, pero entiende de artes. Es un guerrero que
está con el gobernador Pedrarias Dávila en Darién y con Velázquez
en Cuba, y que participa en la expedición de Cortés a Méjico, para
21
luego afincarse en Guatemala, pues marcha desde muy joven a Indias
(1514).
Es la obra que López de Gómara publica en 1522 que le causa
a Díaz del Castillo una profunda indignación y le determina a escribir,
como testigo y participante en aquella empresa, una Verdadera
historia de los sucesos de la conquista de Nueva España, impresa
apenas en 1632. En un lenguaje sencillo, pero armonioso y muy
sabroso, ése historia como testigo y relata muy exactamente (con
admiración personal, asombro y encanto) todo lo que conoce sobre las
ensoñadoras tierras que descubre y a cuya conquista contribuye.
Su punto de vista es el del soldado que, sufriendo todas las
desazones de la guerra, se niega a idealizarla. Anhela historiar con
sinceridad y sencillez lo ocurrido, la propia realidad, no hacer
“retórica” ni evocar “razones y pláticas” mentideras como Gómara,
al que “lo mismo se le daba poner ocho como ocho mil”.
Díaz del Castillo tiene la visión realista y el habla pintoresca
del hombre del pueblo. Su crónica, que él mismo tacha con
socarronería de “grosera” es, sin lugar a dudas, la más viva, más bella
y más interesante de todos los libros del género, de lectura amena y de
grandísimo interés. Destaca por su vivo español.
Bartolomé de las Casas (1474-1566) es un monje
franciscano natural de Sevilla que llega a ser obispo de Chiapas en
América, viviendo también en Cuba, Santo Domingo, Nicaragua y
Guatemala.
Desde que conoce cómo se colonizó América y qué vida
llevan los indígenas, pues es testigo ocular de la esclavización y el
exterminio de los amerindios por los conquistadores y encomenderos
enpañoles, inicia una lucha abnegada y firme contra los excesos y las
crueldades de los conquistadores. Sus escritos, compenetrados de una
cálida simpatía por la población indígena, critican seriamente las
injusticias cometidas por los colonizadores.
Su obra historiográfica, brillante por la exactitud del relato y
el calor humano del estilo, abarca: Historia de las Indias (de Colón a
1520, prosa pesada, latinizante, pero que aporta valiosas noticias sobre
grandes figuras de la época, p.e., Colón y Magallanes, a los que les
conoce y trata personalmente), que continúa con Historia apologética
de las Indias y la famosa Brevísima relación de la destrucción de las
22
Indias (publicada en Sevilla, en 1522), dirigida al Emperador,
cristiana denuncia, en virtud del derecho natural, de la feroz barbarie
cometida por los españoles contra los amerindios.
Como ya lo comentamos, en 1526, la entrevista del poeta
catalán Juan Boscán d’Almogáver (1493 – 1452) con el embajador
veneciano Andrea Navagero inaugura una corriente poética de corte
italienizante, caracterizada por el uso de poemas y estrofas basados en
el verso endecasílabo: sonetos, canciones, tercetos encadenados,
octavas reales, etc.
Pero el paso de la poesía medieval a la renacentista no se hace
de improviso. Es precisamente el grupo de poetas que pertenecen al
Primer Renacimiento, con Boscán d’Almogáver y su amigo Garcilaso,
quien le abre paso a la segunda en España: durante casi tres centurias,
la lírica española coincide con sus hermanas europeas en el culto a la
Antigüedad que el Renacimiento había iniciado.
D’Almogáver pertenece a la nobleza de Barcelona, “los
honrados ciudadanos de Barcelona”, y estudia en la Universidad de
la ciudad condal. Un hecho importante de su vida es su amistad con
Garcilaso de la Vega: los dos son – uno por implementarla, otro por
darle resplandor – los creadores de la poesía renacentista en España.
Traduce al castellano Il Cortegiano de Baltasar de
Castiglione, en excelente prosa, haciendo de esa primorosa versión
uno de los mejores libros de la primera mitad del s. XVI, e
implementa el endecasílabo italiano (acentuado en sexta, cuarta u
octava sílaba) y otras varias formas métricas “usadas por los buenos
autores de Italia”: la canción en estancias22, las octavas rimas23, los
versos sueltos, los tercetos y sonetos (éstos últimos los había ya
intentado escribir el Marqués de Santillana, pero con menos sentido
del ritmo y aun de espíritu).
Los 92 sonetos de Boscán revelan de la influencia de Petrarca
y del poeta catalán Ausiàs March24. Pero a su poesía le falta sobre todo
el vuelo lírico, mientras que los únicos acentos de emoción auténtica
se verifican en las posías que ensalzan la quietud y los encantos de la
vida del hogar.
Sin tener dotes brillantes como poeta, Boscan desempeña un
papel muy importante en el desarrollo de la literatura española. Es no
sólo un buen conocedor de los clásicos antiguos, como nos lo muestra
23
su obra Hero y Leandro, sino también de los escritores del Medievo
español, a quienes les comenta en su Octava rima, y sobre todo del
Renacimiento italiano.
A pesar de ser un poeta y versificador mediocre, Boscán es
una figura destacada de la literatura española, por haber aclimatado en
España el Renacimiento italiano que tan espléndidamente florecería
con Garcilaso de la Vega. Su obra es publicada, un año después de su
muerte.
La poesía del s. XVI es claramente petrarquista. El
neoplatonismo influyó también en los sutiles análisis interpretativos y
en el culto al sentimiento de la naturaleza. La temática amorosa,
imitando la Arcadia de Sannazaro será constante en el género.
En 1543, aparece, impreso por Carlos Amorós de Barcelona,
uno de los más importantes volúmenes de la literatura española: obras
de Boscán y de Garcilaso de la Vega, repartidas en cuatro libros. El
cuarto de ellos comprende la obra de Garcilaso, cuyos papeles, a su
muerte, le habían sido confiados a Boscán. El libro, reimpreso con
frecuencia, se convierte en el compañero de todo español instruido y
sensible. Durante años, Boscán y Garcilaso son publicados juntos,
pero hacia 1570, el deseo de reimprimir a Garcilaso por separado
aparece como una necesidad: había alcanzado ya la categoría de un
clásico.
Garcilaso de la Vega (Toledo, 1503-1536), amigo de Boscán
d’Almogáver, es el gran renovador de la poesía castellana en el
Renacimiento. Estudia hasta los 20 años en su ciudad natal, luego pasa
al servicio del Emperador Carlos V, participa en numerosas campañas
militares y en las luchas contra los comuneros25. Es guerrero intrépido,
caballero acabado, diplomático, buen conocedor de lenguas antiguas,
del italiano y del francés, hombre de sociedad de trato exquisito y,
sobre todo, poeta de hondo e intenso lirismo. Casa joven con Elena de
Zuñiga, pero se enamora de Isabel Freyre Fonseca, noble dama
portuguesa, musa inspiradora de su poesía (Elisa), pero que no
corresponde a su amor. Ese amor y la posterior muerte de su amada le
causan al poeta un profundo y desesperado dolor.
Es enviado por Carlos V como embajador en Francia y luego
desterrado a una isla del Danubio por haber asistido a una boda que no
era del gusto del monarca. Perdonado, parte para Nápoles, donde pasa
24
uno de los períodos más fecundos de su vida, en íntimo contacto con
la cultura italiana, que tanto influye en su poesía, y los humanistas de
la época: Juan de Valdés, Luigi Tansillo, Bernardo Tasso, Pietro
Bembo, etc.
Participa en los combates de Provenza y, en el sitio de la
fortaleza de Muy (1536), es herido de muerte, tras salir el primero al
ataque, sin yelmo, ni coraza, a fin de mostrarse valiente ante el
Emperador que se impacientaba por la demora de los españoles en
conquistar la plaza fuerte.
Luminosa figura de las letras españolas, “amado de los dioses
y su elegido”, primer poeta de emoción y sensiblidad moderna, noble
hombre de letras y de armas, Garcilaso encarna el hispánico ideal
renacentista del cortesano. Por su vida y obra se nos revela como el
más peculiar representante de la inquietud creadora y del afán de
belleza. Su poesía, exquisita y llena de musicalidad, le valió la fama
de “príncipe de los poetas castellanos”.
La obra de Garcilaso, la de una vida breve, se reduce a una
epístola, dos elegías, tres églogas, cinco canciones y treinta y ocho
sonetos, impregnados todos de reminiscencias clásicas e influencias
italianas (Petrarca, Sannazaro, Bernardo Tasso), de las que el toledano
crea una síntesis poética personal.
De esa corta producción destacan las églogas 26 primera y
tercera. En ellas se encuentra lo mejor del arte de Garcilaso, vinculado
con los clásicos greco-latinos e italianos, destacándose en este
sentidos tres nombres principales: Virgilio, Petrarca y Sannazaro.
No es de extrañar que Garcilaso se contenta con el mundo
idealizado y bastante artificial de los pastores y de sus bucólicos
sucesos. En la época, las circunstancias personales, las tiernas
emociones del yo, por más íntimas que fuesen, se expresan sólo por
cierto convencionalismo clásico, y en las prestigiosas formas que
Petrarca y Ariosto27 habían modelado, al amparo del irreal mundo de
los pastores y de las figuras mitológicas humanizadas, en un abiente
de leve melancolía. Sin embargo, las hondas, aunque demasiado
estilizadas, emociones del poeta guardan intacta toda su fuerza
emocional, sinceridad y pasión auténtica.
La Égloga primera nos presenta a dos pastores, Salicio y
Nemoroso, que se quejan de su triste suerte:
25
“El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando”.
Salicio se duele de los desdenes de su amada Galatea;
Nemoroso llora la muerte de Elisa. Ambos pastores representan al
propio Garcilaso en dos momentos de su vida.
La Égloga tercera nos muestra una naturaleza en armonía: un
paisaje idealizado, lleno de árboles, a orillas del Tajo. De las aguas
apacibles y transparentes del río surgen cuatro ninfas, que tejen tapices
en los que representan motivos mitológicos relacionados con el amor
y la muerte.
La conexión de Garcilaso con la poesía castellana de los
cancioneros es también incuestionable. Merece destacarse la
importancia del Cancionero General (Valencia, 1511), compilación
masiva de toda clase de poesía realizada por Hernando del Castillo28.
La nueva poesía de Garcilaso y Boscán fue aceptada
rápidamente por el círculo cortesano, y las ediciones y comentarios
que sobre ella hicieron el Brocense (1574) y Herrera (1580)
demuestran su pronta difusión. El más sólido oponente a la nueva
poesía fue Cristóbal de Castllejo, autor de una Represión contra los
poetas que escriben en verso italiano.
Un estilo armonioso. De acuerdo con el ideal renacentista, el
estilo de Garcilaso se caracteriza por la naturalidad, que contrasta con
la artificiosidad de la lírica cortesana del momento. Sus versos son de
una musicalidad suave y armoniosa, de un ritmo pausado y
remansado. Sus poemas respiran la misma suavidad y armonía que los
paisajes que describe:
26
Logra la musicalidad mediante la sutil elección de los vocablos en
aras de conseguir la claridad, la suavidad y la música delicada. En la
métrica, Garcilaso opta por la estrofa de cinco versos, de siete y once
sílabas (lira29), como en A la flor de Gnido, y por la rima interior.
La fama de Garcilaso es muy grande durante el Renacimiento
y el Barroco. Les adelanta incluso al francés Pierre de Ronsard y al
portugués Luis de Camões (nacidos en 1524) en cultivar el estilo
grecorromano en la poesía de su siglo.
Diego Hurtado de Mendoza (1503-1573) es descendiente de
una familia de gran alcurnia, notable estudioso, hombre de cultura rica
y de acción. Como militar, estuvo en Roma, Venecia y Londres, como
dioplomático en Flandes, Siena (gobernador), Trento (enviado del
Emperador al Concilio vaticano) y en el propio Vaticano.
Pasa la última parte de su vida en Granada, dedicándose en
exclusividad a la lírica, pero concibe sus más valiosas poesías en sus
años mozos. Escribe al estilo tanto español como italiano y, en
poemas como Hipómenes y Atlanta, expresa sus conocimientos y
anhelos humanistas.
Gutierre de Cétina (Sevilla, 1520-1554) viaja él también a
Italia y vive en México, donde muere asesinado. Conocido sobre todo
gracias a su madrigal30 Ojos claros, serenos, escribe, además de otras
composiciones similares, numerosas canciones y epístolas y uno de
los primeros poemas anacreónticos que aparecen en España. Sus obras
dramáticas no se conservan y las en prosa se titulan Diálogo entre la
cabeza y la gorra y Paradoja en la alabanza de los cuernos.
Una nueva concepción sobre la poesía. La influencia
italiana es directa e intensa ya desde el s. XV, sobre todo después de
conquistada la ciudad de Nápoles, y también en el s. XVI, cuando se
produce una renovación de la poesía castellana, motivada
principalmente por dicha influencia: la literatura española adapta sus
temas y metros, y la poesía que resulta llega a transformarse en
escuela nacional. He aquí los temas que con más frecuencia trata:
1. El amor del poeta, que no es correspondido por la amada,
siempre inalcanzable, por lo que el bardo se muestra triste,
melancólico, vacilante.
2. La naturaleza, que es un espacio bello e idóneo para ser
habitado por el hombre y, por ello, siempre refinado y sensual: prados
27
verdes, sombras frescas, aguas puras, caricias del viento, trinar de
pájaros, etc.
3. La mitología, a través de la cual la poesía incorpora la tradición
de las literaturas griega y latina: se recrea los mitos clásicos, en
especial los relacionados con el amor (Dafne y Apolo, Orfeo y
Eurídice, etc.).
4. La invitación al goce de la juventud y de los placeres de la vida,
que es la manifestación más clara del antropocentrismo. Se considera
que si la vida es breve y el tiempo corre con extremada rapidez, hay
que aprovechar todas sus posibilidades y no esperar únicamente el
consuelo de la vida eterna.
5. El sentimiento religioso, que viene siendo impuesto por el
cambio de mentalidad producido en la segunda mitad del siglo.
6. El elogio de la vida sencilla, a través del cual se valora una
existencia ajena a las ambiciones y alejada del “mundanal ruido”. Ése
también es característico de la poesía de la segunda mitad de siglo.
7. La métrica experimenta igualmente una transformación
profunda: a pesar de que siguen utilizándose versos de arte menor (en
especial el octosílabo) en romances 31 y otras composiciones de
carácter popular, en esa nueva poesía se impone el uso del
endecasílabo. Solo o en combinaciones con otros versos, sobre todo
con el heptasílabo, ese verso de origen italiano da lugar a nuevas
composiciones:
- soneto (compuesto por 14 versos endecasílabos que riman en
consonante, formando dos cuartetos y dos tercetos: ABBA-ABBA-
CDC-DCD; los seis últimos versos pueden adoptar también otras
combinaciones: CDE-CDE);
- tercetos encadenados (versos endecasílabos agrupados de tres en
tres con rima consonante ABA-BCB-CDC);
- octava real (ocho versos endecasílabos con rima consonante
ABAB o ABCC);
- lira (formada por versos endecasílabos y heptasílabos que riman
en consonante, sin disposición fija).
El lenguaje de la poesía renacentista tiende a la naturalidad,
al igual que el resto de las manifestaciones artísticas del siglo; por ello
resulta poco artificioso. Sin embargo, se observa una presencia de la
función estética mucho mayor que en toda la poesía anterior, y se
28
incorporan abundantes figuras retóricas: metáforas, comparaciones,
hipérboles, epítetos, etc. Además, en este siglo se intensifican los
aspectos líricos de la poesía.
En Madrid y otras ciudades, los embajadores o artistas
italianos mantienen estrechas relaciones con escritores y artistas
españoles. En el vocabulario español penetran palabras italianas:
alerta, baldaquín, banca, bancarrota, bandido, batuta, bayeta,
capricho, carena, centinela, coronel, diseño, escorzo, fachada, millón,
parapeto, saltimbanqui, soneto, terceto, trompeta, etc. Pero la
influencia italiana en la primera mitad del s. XVI es sobre todo una
culminación estética, en la que confluyen la tradición provenzal de la
poesía erótica a través de los trovadores gallego-portugueses, las
nuevas influencias de la poesía árabe, las irradiaciones del dolce stil
nuovo italiano, ecos de Ausiàs March y Jordi de San Jordi32, en que se
fundían lo provenzal y lo italiano, pero sobre todo de Petrarca y, a su
lado, de Virgilio, Ovidio y Horacio.
La nostalgia, la timidez, la melancolía, como sentimientos que
acompañan el amor infeliz no compartido, el sentimiento de vivir
muriendo o de vivir la permanente muerte del amor, la idealización
del paisaje y de las figuras humanas dentro de ése, la composición
mitológica y la preferencia por los temas elaborados con la técnica de
la huída de la realidad – son los elementos estilísticos de la poesía de
influjo italiano. El verso de once sílabas, combinado con el de siete,
los dos usados en silvas33, estancias y canciones, lo mismo que en las
liras, marca un importante enriquecimiento de la lírica española.
29
III. LA NOVELA PASTORIL Y LA DECADENCIA DE LOS
LIBROS DE CABALLERÍAS: EL INFLUJO DE AMADÍS;
LA NOVELA PICARESCA: EL REALISMO DEL LAZARILLO;
EL TEATRO PRIMITIVO; LOS PRELOPISTAS
DE LA ESCUELA RENACENTISTA
30
carácter falsamente utópico y artificial del género, el propio Cervantes
se deja seducir por ése y escribe La Galatea.
Entre la multitud de obras escritas a ese estilo, destaca la
Diana de Jorge de Montemayor (¿1520?-1561), novela del amor
entre la pastora Diana de las orillas del Elsa y el pastor Sileno, amor
que da con muchos tropezones y acaba mal para Sileno, pues Diana
contrae matrimonio con el pastor Delio.
Los elementos narrativos la novela son de carácter
autobiográfico (Sileno es el autor, y Diana una dama de Valencia a la
que el poeta amaba) en torno a los cuales se desarrollan la historia de
Félix y Felixmena, inspirada en la 36ª historia de Bandello36, y otros
episodios sueltos, lo mismo que numerosos poemas, entre ellos unos
que son los mejores de Montemayor.
El éxito de la Diana se explica no sólo por los méritos
literarios de la obra, sino también por el contraste entre el sencillo
ambiente del idilio pastoril y las complicaciones de los libros de
caballerías de las que el público ya estaba cansado, por el gusto
cortesano de fingir la vida humilde, llena de mansas aventuras
eróticas, en un paisaje artificioso, en que la falta de la sinceridad y de
la naturaleza verdadera, rústica y áspera, se ve compensada por la
crónica galante, la ficción mágica y las divagaciones mitológicas. Pese
a la ficticia fantasía (indicio, no obstante de una nueva visión
literaria), la novela pastoril fue para la literatura, especialmente a la
novela y a la lírica, un acicate, infundiéndole un anhelo de perfección
constructiva y una vibración idealizante, desconocidos hasta aquel
momento. Refinando la expresión de las costumbres, el género las
aristocratizó con ingeniosidad
La difusión del género está demostrada por las incontables
ediciones de la Diana, lo mismo que las múltiples imitaciones que
engendró; entre ellas son notables las de Cervantes y Lope de Vega.
La decadencia de los libros de caballerías: el influjo de
Amadís. La influyente posteridad de Amadís de Gaula y de Palmerín
de Inglaterra (novelas existentes también en la biblioteca de Don
Quijote) a lo largo de todo el s. XVI le aseguró al género un interés de
tamaños populares.
En la primera mitad del s. XV aparece toda una serie de libros
inspirados en el Amadís: Florisando de Páez de Ribera, Lisuarte de
31
Grecia, Amadís de Grecia y Don Florisel de Niquea de Feliciano de
Silva, al que Ramón Menéndez Pidal le comparó a veces con el
prolífico Alexandre Dumas-père, Don Silves de la Selva del erasmista
Pedro Luján, autor entre otras también de unos interesantes
Coloquios matrimoniales.
También el ciclo bretón engendra un nutrido número de libros
de caballerías, pero, a partir de los mediados del s. XVI, el género
empieza a decaer y a escasear, y su calidad es cada vez más baja;
aparecen unas cuantas novelas de caballerías religiosas; en fin, la
última novela de caballerías es Plicisne de Beocia de Juan de Silva y
Toledo (1602).
La novela de caballerías pertenece a la época de la aristocracia
feudal y guerrera, pero abarca también ideas y anhelos renacentistas.
Literatura efímera, fruto de una moda sin trascedencia, es el producto
de la exaltación de la fantasía en el s. XVI, del ardiente anhelo utópico
que anima todo el Renacimiento: una novela fabulosa e idealizante
que hoy en día reviste sólo un interés informativo, erudito.
La novela picaresca: el realismo del Lazarillo. El XV es el
primer “siglo de oro” de la literatura española. Si los libros de
caballerías y la novela pastoril, aunque arraigan maravillosamente en
el suelo español, vienen de otras literaturas, y el sello de su origen se
verifica tanto en su desarrollo como en la expresión de su madurez, la
picaresca es un género plenamente español, con antecedentes tanto
clásicos como sobre todo castellanos, que luego sería exportado
también a otras literaturas.
El nuevo género novelesco arraiga en la tradición literaria
española, en los moralistas y satíricos del s. XV. Su fertilidad les
determina a muchos considerar que la picaresca española brota de la
propia esencia del carácter nacional, siendo la expresión exacta de las
costumbres y de la vida social-política españolas. Pero la tradición
literaria española no es picaresca. Y la picaresca española no expresa
el carácter nacional, sino nos parece que más bien la desesperada
época del empobrecimiento y la evasión de las inquietudes de dicha
miseria por vía bien de la aventura bien del profundo rencor.
La época de formación del género incluye al Lazarillo de
Tormes (1553) y al Guzmán de Alfarache (1599-1604). De la época de
consolidación y agotamiento son característicos La pícara Justina, de
32
López de Úbeda (1605); La vida del Buscón, de Quevedo (c. 1606); el
Lazarillo de Manzanares, de Cortés de Tolosa; la Segunda parte de
Lazarillo de Tormes, de Luna (1620); Alonso, mozo de muchos años,
de Alcalá Yáñez (1624-1626); La niña de los embustes, de Castillo
Solórzano (1632); la Vida de don Gregorio Guadaña, de Enríquez
Gómez (1644), y el anónimo Estebanillo González (1646). Sobre
algunas de ellas volveremos más adelante.
La gran aportación que el Renacimiento hace a la narrativa es
precisamente el cultivo de la prosa de ficción, de modo que es en esa
época, con la publicación del Lazarillo, cuando aparece en España la
novela moderna, el género narrativo más importante, pues por primera
vez se ofrece un relato verosímil y de tono realista. Enfocando la
întima realidad nacional, ese género es un filón fecundo de la narrativa
española. El pícaro37, que narra en primera persona, pone el dedo en la
llaga y se venga de su propia vida, narrándola. Y no se puede ignorar
que su actitud, su existencia literaria y su lenguaje son una reacción
viva y enérgica ante el género bucólico y de caballerías, y salva la
novela española de una ineludible decadencia.
En 1554 sale a la luz (tres ediciones en el primer año en
Burgos, Alcalá y Amberes) una novela radicalmente distinta de
cuantas hasta entonces se habían escrito: Vida de Lazarillo de Tormes
y de sus fortunas y adversidades.
De autor anónimo, pues ninguna de las ediciones menciona su
nombre (a comienzos del s. XVII le sería atribuída sin éxito a Diego
Hurtado de Mendoza), esa novela presenta la novedad de tener como
protagonista a un personaje de baja extracción social, un pícaro. Con
ella nace la novela picaresca, género característico de la literatura
castellana, que había de tener amplio desarrollo en el s. XVII.
El Lazarillo: la trayectoria de un pícaro. La novela narra en
forma autobiográfica la vida de Lázaro, un muchacho pobre, nacido a
orillas del Tormes, que, para sobrevivir, se ve obligado a servir a
distintos amos: un ciego, un clérigo, un escudero, un monje
mercedario, un vendedor de indulgencias, un capellán, etc.
La obra (fresca, agradable, hábil, satírica) se presenta como
una epístola dirigida a un Vuestra Merced, en la que el propio Lázaro
cuenta los sucesos más destacados de su vida, para explicar su
situación en el momento en que escribe. Esa situación, identificada
33
como el caso, es su posición desahogada como pregonero en Toledo, a
costa de permitir las relaciones de su mujer con el arcipreste, quien le
mantiene en dicho cargo:
35
y fecundidad, el más glorioso período literario de España, y amplía su
esfera, augurando su futuro auge.
En la primera mitad del s. XVI adquiere relieve una nueva
forma dramática: la tragedia o comedia de inspiración clásica y de
estilo renacentista.
Los prelopistas de la Escuela renacentista. Hay sobradas
razones para otorgarle al portugués Gil Vicente (¿1468?-1536) un
lugar destacado en la historia del teatro español. Gracias a sus obras,
la comedia española alcanza no sólo el notable y necesario desarrollo
(de tamaños y temas), sino también una osadía y agudez crítica, raras
veces igualadas. Prueba de ello es el hecho de que, cuando la
Inquisición llega a Portugal, Gil Vicente deja de escribir.
Orfebre de profesión, el título de mestre indica que se graduó
en leyes. Fue poeta, músico y actor, organizador de fiestas y escritor
de autos que fueron representados en varias oportunidades en la Corte
portuguesa, empezando por el Auto pastoral castellano, en 1502.
Sus obras conocen dos ediciones: la primera, impresa en 1562
póstumamente, es la más completa; la segunda, de 1587, quedó
mutilada por la Inquisición. De sus 42 obras dramáticas, sólo siete
están escritas en portugués. Unas de las demás (la mayoría de ellas
escritas en español) son bilingües.
Su finura, gracia lírica, jocosidad, lo mismo que sus
vehementes ataques contra los abusos del clero, explican el éxito de
sus obras dramáticas, y su fama dentro y fuera de su país. El propio
Vicente clasifica sus piezas teatrales en: obras de devoción; comedias
y tragicomedias; y farsas, pero la separación de los temas y los
géneros no resiste ante la efervescencia espiritual y la impetuosidad
temperamental del dramaturgo que vierte con plena libertad, en sus
obras religiosas, un contenido laico, pone en sus obras populares
elementos de crítica erasmista, mezclando la historia y la mitología, la
Antigüedad y el Cristianismo, el folclore y los ecos de los libros de
caballerías, en un todo muy original y rebosante de vigor poético. Por
otra parte, sus comedias pueden clasificarse en folclóricas (Comedia
de Rubena), costumbristas (Comedia del Viudo) o sentimental-
caballerescas (La tragicomedia de don Duardos, la cual dramatiza un
episodio de la novela de Palmerín).
36
En cuanto a sus obras religiosas, si comparamos sus primeros
intentos (simples diálogos pastoriles, a la manera de Encina) con la
famosa Trilogía de las Barcas, comprobamos la incuestionable
evolución de su talento hacia la amplitud y la complejidad. Todas sus
obras teatrales tienen un argumento secularizado, pero en las primeras
a favor del elemento folclórico, y en la trilogía a favor de la crítica
erasmiana.
En los tres autos que integran la Trilogía (que llevan los
nombres de la Barca del Infierno, del Purgatorio y de la Gloria),
Vicente recoge el tema de las Danzas de la muerte39, renunciando, no
obstante, a lo lúgubre y a la conclusión cristiano-ascética, para relevar
sólo el aspecto de crítica social; denuncia, pues, al estilo de Erasmo y
de Alfonso de Valdés, los vicios de los reyes, de los obispos y los
cardenales. Se dice que Erasmo decidió aprender el portugués para
leer sus obras, que llevaban a las tablas muchos temas de su propia
crítica: el escándalo de las indulgencias, la simonía y la lujuria de la
Corte papal, la mundanería del clero.
En el Auto da Feira (Auto de la Feria), el mundo aparece
como una gran feria. Presentada de modo alegórico, Roma desea
comprar la paz del cielo con el poder de la tierra, y Mercurio la
amenaza con un castigo ejemplar, si no cambia de actitud.
Escribe también tragicomedias de caballerías: Amadís de
Gaula. En el espíritu de su obra, encontramos todos los gérmenes de
la revolución religiosa del s. XVI y en general la nueva concepción
renacentista sobre la naturaleza, considerada en esencia como
glorificación erasmiana de la vida y del amor:
38
el geógrafo antiguo Ptolemeo, acerca de los presentes enviados por el
rey Manuel de Portugal al Papa León X.
Escribe ocho comedias, entre a noticia y a fantasía. En ellas
profundiza el estudio de los caracteres, complica la intriga y se
preocupa por la técnica literaria.
Sus comedias a noticia revelan una estructura elemental,
primitiva: simple yuxtaposición de cuadros costumbristas, cuya
unidad resulta del hecho de que tienen lugar bien en un cuartel de
campaña, La Soldadesca, bien en la cocina de un cardenal
renacentista, en la que aparecen los primeros ataques incisivos contra
la curia pontificia, La Tinelaria. Los tipos humanos están trazados con
líneas muy seguras.
En sus comedias a fantasía, se puede comprobar la
ampliación de las proporciones y el aumento de la complejidad. En
Jacinta, el autor no renuncia a las narraciones de los viajeros por
Alemania, España y Roma, buena oportunidad para criticar con
vehemencia los vicios de la Corte papal:
40
SEGUNDA PARTE
ÉPOCA DE FELIPE II, FELIPE III,
FELIPE IV Y CARLOS II
41
42
IV. APOGEO DEL RENACIMIENTO Y EL BARROCO
45
paráfrasis y alusiones, con un vocabulario fijo (clavel por boca, cristal
por agua, marfil por dientes, etc.).
Ideológicamente, se desarrolla un ambiente de fuerte
conservadurismo: la Contrarreforma desconecta España de las nuevas
corrientes científicas europeas, y la religión católica se convierte en
seña de identidad frente a otros países de Europa. Se abandonan los
ideales renacentistas: el arte barroco tiende a lo difícil y artificioso, a
la exuberancia ornamental y a los fuertes contrastes. Los temas
artísticos más frecuentes son: la vida es sueño, la fugacidad del
tiempo, la ruina física y moral, la muerte, etc.
También se producen tensiones entre la vida y las ideas, entre
la actitud vitalista y el estricto sentimiento religioso, que condena lo
mundano. Esas actitudes opuestas concurren a veces en una misma
persona, como es el caso de Lope de Vega.
Impregnado de ese espíritu contradictorio, el arte barroco
resalta los desequilibrios y los contrastes. Es, en efecto, uno dirigido a
conmover los espíritus, en el que frecuentemente se emplea la antítesis
o contraposición como procedimiento para crear efectos y
desencadenar sentimientos. Así vemos que la literatura presenta en un
mismo plano lo pequeño y lo grandioso, lo sublime y lo grotesco, lo
feo y lo bello. Por ello, un escritor como Quevedo es capaz de pasar
del más alto lirismo a la sátira más virulenta, de la idealización a la
caricatura, encarnando ese espíritu contradictorio del Barroco.
En los s. XVI y XVII, el castellano se convierte en la
lengua nacional. Además, debido a la enorme producción de obras,
en esa época se consolida como lengua literaria. Como efecto de todo
ello, los usos del castellano vienen fijándose considerablemente.
También influye mucho en eso el desarrollo de la imprenta que, al
reproducir un mismo texto en multitud de ejemplares, corrige el
individualismo de los originales e impone normas gráficas.
Por otra parte, hay que destacar el enriquecimiento del léxico
castellano en esa etapa, gracias a abundantes cultismos y préstamos de
otras lenguas: galicismos (coronel, frenesí, ujier, etc.), italianismos
(capricho, manejar, pedante, etc.), lusismos (mermelada, payo, sarao,
etc.), germanismos (brindis, trincar “beber”, etc.) y americanismos
(palabras procedentes de las lenguas indígenas de América: café,
canoa, caucho, huracán, patata, tabaco, tomate, vainilla, etc.).
46
Además, el castellano continúa extendiéndose por América y
pasa a ser la lengua de moda en los círculos cultos de Europa,
aportando numerosos hispanismos a otros idiomas, sobre todo al
italiano y al francés.
El barroco literario. Más que una ruptura, el Barroco es una
evolución del clasicismo renacentista. De hecho, en el Barroco se
sigue admirando a los clásicos y se recogen temas y recursos
utilizados por los escritores del Renacimiento. La diferencia respecto
al Renacimiento radica en el enfoque de los temas y en el uso
intensivo de los recursos estilísticos. En ese aspecto, el Barroco rompe
con las normas renacentistas y con las de naturalidad y armonía,
creando una literatura artificiosa y difícil, que lleva al límite sus
posibilidades expresivas, con el fin de impresionar.
El culteranismo. En la poesía se persigue, por un lado, el
alcance de cierta solemnidad del lenguaje por el uso preferencial de
las palabras cultas greco-latinas adaptadas a la lengua española, o de
los neologismos formados etimológicamente de elementos léxicos
griegos o latinos y, por otro lado, el abundante uso de los mitos
clásicos y de la expresión rara, refinada y elitista.
Góngora es el más alto exponente de ese estilo poético que sus
contemporáneos llaman culteranismo, escuela típica del barroco
literario del s. XVII, que conlleva el culto a la belleza y pretende ante
todo lograr la belleza formal.
Los autores culteranos embellecen la expresión, eligiendo las
palabras por su sonoridad y fuerza evocadora. Crean así un lenguaje
poético de tono elevado, con profusión de recursos estilísticos. Las
metáforas brillantes, los neologismos, las alusiones a la mitología,
etc., configuran un estilo difícil, solamente accesible a una minoría.
En lo que sigue, se puede comparar la descripción que hace Góngora
del gigante Polifemo:
47
y la interpretación-casi traducción que le da el poeta y teórico literario
Dámaso Alonso:
“Era como un eminente monte de miembros humanos este
cíclope, feroz hijo del dios Neptuno. En la frente de Polifemo, amplia
como un orbe, brilla un solo ojo, que podría casi competir aun con el
Sol, nuestro máximo lucero. El más alto y fuerte pino de la montaña
lo manejaba como un ligero bastón; y, si se apoyaba sobre él, cedía al
enorme peso, cimbreándose como delgado junco, de tal modo que, si
un día era bastón, al otro ya estaba encorvado como un cayado”.
El conceptismo. La otra corriente barroca, el conceptismo,
que conlleva el imperio del ingenio, se caracteriza por la asociación
ingeniosa de ideas. Sus representantes contemplan explorar las
sutilezas del juego y las peculiaridades de los conceptos. Esa corriente
muestra preferencia por las antítesis, las paradojas, las alusiones, la
agudeza del pensamiento lúcido. Sus más notables representantes son
Quevedo y Gracián.
Ese arte es muy sutil y se dirige a la inteligencia del lector.
Expresando muchas ideas en pocas palabras, los escritores conceptistas
elaboran un texto denso y difícil de interpretar. Los juegos de palabras y
las antítesis, en las que se contraponen ideas o situaciones, son los
recursos más utilizados. Así, Quevedo, en El buscón, para referirse a un
borracho, juega con los dos sentidos de la palabra cepa: “origen o linaje
de una persona” y “tron de la vid”, y escribe:“Dicen que era de muy
buena cepa y, según él bebía, es cosa de creer”.
Esas dos escuelas, contrarias y enemigas, son no obstante
modalidades de la misma época y formas del mismo estilo: el Barroco.
Encarnan tendencias aristocráticas y marcan la deshumanización de los
temas que, conforme crece la prioridad de la forma y se enriquecen los
adornos de la expresión, pierden parte de su importancia, todo ello en
consonancia con la afirmación del formalismo y el dogmatismo religiosos.
Pese a ello, gran parte de la poesía dramática española, de la
novela y el ensayo protestan vigorosamente contra la
deshumanización impuesta por la Contrarreforma: las voces de
Quevedo, de Saavedra Fajardo y otros expresan contundentemente la
conciencia de la decadencia y el desengaño.
En contraste con el clima de crisis social y política, la
literatura vive un momento de esplendor durante ese siglo, con la
presencia de figuras como Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco
de Quevedo o Calderón de la Barca.
48
V. EL BRILLO DE LA POESÍA:
ESCUELA DE SALAMANCA - FRAY LUIS DE LEÓN;
ESCUELA DE SEVILLA - HERRERA
50
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida”.
52
Escuela de Sevilla (andaluza): Fernando de Herrera y la
épica culta. Promoviendo un lirismo insistentemente orientado hacia
el mundo exterior, esa Escuela, que alcanza una alta maestría retórica,
tiende cada vez más al enriquecimiento de la forma, y encuentra sus
temas en el marco teológico del Concilio de Trento y en la grandeza
del Imperio de los Austria, estilizando y hasta deshumanizando los
temas más vinculados a las raíces terrestres del ser humano: el amor,
la muerte, la vida, en general.
Frente a la Escuela castellana, la andaluza destaca por su
mayor preocupación por el brillo formal, la riqueza suntuosa de las
metáforas, la lengua espléndorosa, el estilo ampuloso y la agudeza
rebuscada de la expresión.
Su punto de partida está en la obra del cordobés Juan de
Mena, precursor del anhelo aristocrático en la lírica, admirable
ejemplo de lenguaje suntuoso, y continúa con la obra del sevillano
Fernando de Herrera, para alcanzar la culta fastuosidad del Barroco en
el granadino Góngora.
El más valioso representante de la misma, en la época
prebarroca, es el sevillano Fernando de Herrera (1534-1597). Entre
él y Góngora, con el cual esa Escuela alcanza su punto culminante,
hay toda una pléyade de poetas, entre ellos los epígonos de Góngora.
Herrera es un erudito y poeta que dedica devotamente su vida a la
actividad literaria. Lleva una vida banal, salvo su pasión nunca
correspondida por doña Leonor de Milán, Condesa de Gelves. A ella
le dedica Herrera numerosos poemas en la que la llama “luz y estrella
de su existencia”, en fórmulas que ponen de evidencia su culto a
Petrarca y Ausiàs March, la influencia de la lírica greco-latina y del
Renacimiento italiano, cuya poesía conocía profundamente.
Gran parte de su obra poética se perdió, pero se conserva un
escaso número de canciones y odas, las más famosas de ellas siendo
las consagradas A la victoria de Lepanto y A la pérdida del Rey Don
Sebastián de Portugal. En esos poemas, que dan fe de su inspiración
preponderantemente patriótica, de su fe católica, de sus frases
grandilocuentes y de la gran riqueza de tropos que usa, Herrera aplica
con éxito los preceptos de la reforma literaria cuyo promotor y
entusiasta defensor fue.
53
Su anhelo fundamental es infundir más elevación y dignidad a
los problemas de la lírica, y mayor elegancia a la forma, basándose en
el profundo conocimiento de las lenguas clásicas (Píndaro, Horacio) y
en el amplio conocimiento de las modernas, en primer lugar el
italiano, lo mismo que en el conocimiento de la poesía y las literaturas
orientales. En sus poemas, hace audazmente uso de neologismos y
arcaísmos, de complicadas metáforas y juegos estilísticos, con una
virtuosidad de maestro y una pasión de humanista. Así su poesía
mantiene una elegancia segura y un vigor especial, aunque a veces es
artificiosa y fría.
Herrera no sólo se interesa en los experimentos formales
renovadores de su obra poética, sino es también un teórico que expone
los principios de la nueva modalidad poética, aplicados en su lírica, en
la edición comentada de la obra de Garcilaso de la Vega, que publica
en 1570. Su obra tiene en España la importancia que la Escuela de
Ronsard tiene en Francia, pues puede ser considerado un precursor de
Góngora, por lo menos en la misma medida en que Juan de Mena es
considerado un precursor suyo.
54
VI. LA MÍSTICA Y LA ASCÉTICA: FRAY LUIS DE GRANADA
Y FRAY JUAN DE LOS ÁNGELES; LOS MÍSTICOS
CARMELITAS: SANTA TERESA Y SAN JUAN
DE LA CRUZ; OTROS ESCRITORES
56
conoce directa, detallada y tan profundamente como a Tomás de
Aquino. Sus preferencias van a Platón y San Agustín.
Fray Luis de Granada tiene un profundo sentimiento cósmico
del mundo. La abundante descripción de los variados aspectos de la
vida y de la naturaleza, con tal de demostrar que Dios es
todopoderoso, nos lo revela como persona atenta a los detalles y de
notable talento literario. Sus principales obras son Libro de Oración y
Meditación, Guía de Pecadores, Introducción del Símbolo de la Fe,
Memorial de la vida cristiana y algunas biografías de personas
devotas.
Su estilo, con frases ricas, amplio y luminoso, discursivo, da
fe de su capacidad de obtener con ayuda de las palabras efectos
colorísticos y ambientales.
Los místicos carmelitas. Teresa de Cepeda y Ahumada o
Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Nacida en Ávila en una noble
familia abulense, probable descendiente de judíos conversos, es ya
desde su infancia un ser apasionado, muy activo y proclive a los
extremismos. Su vida y su evolución espiritual se pueden seguir a
través de sus escritos de carácter curricular, entre los que figuran
algunas de sus obras mayores:
La vida, escrita entre 1562 y 1565, abarca su biografía desde
su infancia hasta la fundación del primer convento reformado de San
José de Ávila, en 1562. Gracias a ella se sabe de su infantil afición por
los libros de caballerías y de vidas de santos.
En 1531, su padre la interna como pupila en el convento de
monjas agustinas de Santa María de Gracia, pero al año siguiente tiene
que volver a casa, aquejada de una grave enfermedad. Decidida a
tomar el hábito carmelita contra la voluntad de su padre, en 1535 huye
de su hogar para dirigirse al convento de la Encarnación. Viste el
hábito al año siguiente y en 1537 hace su profesión.
Por entonces empieza para ella una época de angustia y
enfermedad, que se prolonga hasta 1542. Durante esos años, confiesa
que aprendió a confiar ilimitadamente en Dios y que empezó a
practicar el método de oración llamado “recogimiento”, expuesto por
Francisco de Osuna en su Tercer abecedario espiritual. Repuesta de
sus dolencias, empieza a instruir a un grupo de religiosas de la
Encarnación en la vida de oración, y a planear la reforma de la orden
57
carmelitana para devolverle el antiguo rigor, mitigado en 1432 por
Eugenio IV.
Empieza entonces a ser favorecida con visiones “imaginarias”
e “intelectuales”, que habrían de sucederse a lo largo de su vida y que
determinan sus crisis para averiguar si aquello era “espíritu de Dios” o
“del demonio”. Su ideal de reforma de la orden del Carmelo se
concreta en 1562 con la fundación del convento de San José.
Se inicia entonces una nueva etapa de su vida, en la que la
dedicación a la contemplación y la oración es compartida con una
actividad extraordinaria, incentivada por su fervor religioso y su
espíritu emprendedor, para conseguir el triunfo de la reforma
carmelitana en el espíritu de su orgánica sencillez primitiva y su incial
disciplina severa.
Desde 1567 hasta su muerte, funda conventos en Medina del
Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de
Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara,
Palencia, Soria y Burgos. En 1568 se erige en Duruelo el primer
convento reformado masculino, gracias a la colaboración de San Juan
de la Cruz y del padre Antonio de Heredia.
Redacta las Constituciones (1563), que son aprobadas en 1565
por Pío IV, y que se basan en los siguientes puntos: vida de oración en
la celda, ayuno y abstinencia de carne, renuncia de rentas y
propiedades comunales o particulares, y práctica del silencio. Para
ayudar a las monjas a realizar su ideal de vida religiosa, entre 1562 y
1564, compone Camino de perfección (publicado en 1583) y Las
moradas o Castillo interior (1578). La reacción de los miembros de la
antigua observancia carmelita llega a su punto culminante en 1575,
cuando denuncian a los descalzos a la Inquisición. Un breve de Roma,
en 1580, ordena la separación de las dos órdenes. En 1604, se inicia el
proceso de canonización de Teresa. En 1614 es declarada beata y en
1622 canonizada por Gregorio XV. En 1970 es proclamada doctora de
la Iglesia, siendo la primera mujer que recibe esa distinción. Su fiesta
es el 15 de octubre.
Escribe también las Relaciones espirituales, el Libro de las
Fundaciones (iniciado en 1573 y publicado en 1610) y sus cerca de
quinientas Cartas. Además, concibe Meditaciones sobre los cantares,
Exclamaciones, Visita de descalzas, Avisos, Ordenanzas de una
58
cofradía, Apuntaciones, Desafío espiritual, Vejamen y unas treinta
poesías.
Lo que más impresiona en sus obras, de gran valor literario, es
su plasticidad, su fuerza expresiva, su sencillez llena de elegancia, su
pureza y gracia, su sentido común y práctico, el sabio equilibrio de los
consejos morales, y su propia vida, dramática y activa, que en ellos se
refleja.
Es, con San Juan, quien mejor ha sabido analizar la
experiencia mística. Entre sus obras en prosa destacan Camino de
Perfección, y El castillo interior o Las moradas; ésa última describe el
alma como un castillo formado por siete pisos (que corresponden a los
siete peldaños de la oración) y muchas moradas, gracias a las cuales se
puede llegar al último nivel, donde está Dios, en cuyo centro tiene
lugar la unión con Él. Con el alma rebosante de fervor, Santa Teresa
llega en esa obra hasta la confusa morada del trance místico e intenta
penetrar en ella y echar luz sobre ella con metáforas ricas, de auténtico
valor poético.
En Camino de perfección, Santa Teresa anhela ofrecerles a las
religiosas consejos eficaces para alcanzar un alto grado de elevación
anímica en el mundo monacal. Sus consejos ensalzan siempre la
pobreza, el amor al prójimo, la humildad, la ascesis, la oración y la
contemplación espiritual.
Su prosa es nítida, de conversación confidencial, de estilo
llano y sencillo, y con frecuencia alude a lo cotidiano, para hacer
comprender sus experiencias más elevadas, con un lenguaje familiar,
pero severo y noble, con un ritmo interior, una prosa tierna, fresca,
bella y clara. Fray Luis de León, que cuidó la impresión de sus obras,
confiesa su admiración tanto por su honda concepción religiosa como
por su arte literario.
Sus poemas, cuando son auténticos, dan fe del mismo carácter
piadoso de su fondo místico, de una elegancia graciosa, del agudo
sentido literario con que infunde virtualidades poéticas al lenguaje, de
su natural y fina sensibilidad. Entre sus más logrados poemas figuran
unos villancicos compuestos para que las monjas los entonen en
Navidad. Las frases elegantes y la espontánea vivacidad de la
expresión incrementan el atractivo de los versos.
59
El carmelita Juan de Yepes o San Juan de la Cruz
(1532-1591) acomete, junto a Santa Teresa de Jesús, la reforma de la
orden religiosa del Carmel. Es considerado como el mayor poeta
lírico de la literatura castellana.
Oriundo de una familia hidalga empobrecida y quizá de madre
morisca, nace en Fontiveros (Ávila) el año 1542, cursa humanidades
en el colegio de los jesuitas de Medina del Campo y estudia artes y
filosofía en la Universidad de Salamanca (1564-1568).
Siendo muy joven, a los 25 años y en Medina del Campo,
ingresa en la Orden del Carmelo y conoce a Santa Teresa de Jesús,
quien le anima a reformar la rama masculina de la Orden. Pero, en
1577, unos frailes carmelitas calzados, que rechazaban la reforma, lo
encarcelan en un convento de Toledo, de donde consigue escapar, al
cabo de nueve meses, descolgándose por una ventana.
Antes había redactado la parte principal de su Cántico
espiritual. Poco después prosigue su labor reformadora en Andalucía.
En el capítulo de la orden de 1591 se le exonera de sus cargos y es
confinado al retiro de Peñuela. De allí parte para Úbeda (Jaén), donde
desmpeña importantes cargos dentro de la orden y muere, al cabo de
una vida sencilla y ferovorosa.
27 años después se editan sus obras capitales: Subida al
Monte Carmelo, Noche oscura del alma y Llama de amor viva
(Alcalá, 1618); nueve años más tarde se publica el Cántico espiritual
(Bruselas, 1627).
Escribe asimismo Avisos y sentencias espirituales, Cartas
espirituales (para el uso de las monjas y los penitentes) y Devotas
poesías (ocho baladas sobre temas ascéticos y místicos, escritas en la
métrica tradicional). Es canonizado en 1726 y proclamado doctor de la
Iglesia en 1926. Su fiesta es el 14 de diciembre.
La obra de un místico: la más alta expresión del amor. San
Juan de la Cruz pone en su amor por Dios los más delicados y puros
acentos de su poesía. Para él, ésa es un medio de comunicarse con
Dios. Su lírica es la voz de un alma inflamada de amor divino y su
tema es siempre el de la unión mística.
Santa Teresa considera que sus escritos son extremadamente
refinados y excesivamente espritualizados. Y precisamente ésos son
los más altos dones de su lirismo.
60
San Juan es un hombre de acción que, por las íntimas
peculiaridades de su temperamento meditativo, considera que la
contemplación es el ejercicio más adecuado para unirse con lo
sobrenatural, lo trascendente, que para los místicos es la más alta
virtud del espíritu, que les acerca a Dios a través del amor.
Además de la patente influencia de Santa Teresa, sus escritos
dan fe de la directa y notable influencia de Alberto Magno47. Conoce
asimismo toda la tradición de la mística cristiana, aprovechándola con
gran erudición para formarse un pensamiento propio, evadirse y
desprenderse de la realidad inmediata, infundiendo así a sus escritos
una sutil emoción poética y una notable hondura metafísica.
Aunque escribe diversas poesías en metros tradicionales o
también obras en prosa, bastan los grandes poemas, escritos en liras,
para situar a San Juan en la cima de la lírica española de todos los
tiempos. Esos poemas tratan de expresar un tema único: la unión
mística del alma con Dios.
Subida del Monte Carmelo es una suma de ocho cantos en que
el alma da a conocer su felicidad y da gracias a la suerte de haber
pasado, nuda y purificada, por la noche de la fe, para unirse con Dios.
Tres libros de comentarios en prosa explican el sentido místico de los
ocho cantos escritos según el modelo de las Liras de Garcilaso de la
Vega, del mismo nivel que ellas por la frescura de la sensibilidad, la
suavidad de la música y la perfección del verso.
Declaración del Cántico espiritual es un conjunto de cuarenta
liras (con comentarios en prosa para cada verso) en las que se
desarrolla un asunto alegórico: la Esposa – eso es, el alma – busca a su
Amado – eso es, Dios – entre las criaturas de la naturaleza. Una vez
que lo encuentra, la Esposa y el Amado entablan un diálogo lleno de
belleza, que culmina con la unión mística. En la expresión del amor
divino que exalta en las liras, San Juan pone toda la delicada ternura y
el encanto sensual de los madrigales españoles, y el emocionante
sentimiento profundamente lírico de la naturaleza (montes, valles,
ríos, colinas y florestas) que encierra las trascendentales
significaciones místicas del poema. La belleza delicada de los versos
induce a veces a pensar en el brillo sensual del Cantar de los
Cantares.
61
Noche oscura del alma es un breve poema formado por ocho
liras, que desarrolla el mismo tema que en el Cántico: la Esposa-Alma
abandona su casa para ir al encuentro del Amado-Dios.
Llama de amor viva es un poema de tan sólo 24 versos
centrados en la unión mística.
Analizando la estructura de sus obras, se puede comprobar
que el primer fruto del fervor contemplativo del místico español es la
pura intuición contemplativa que ayuda a vislumbrar líricamente el
objeto de su ulterior meditación. En sus poemas, que Marcelino
Menéndez y Pelayo considera en varias ocasiones como “angélicos,
celestes y divinos” intenta explicar el contenido de su intuición
poética.
El estilo - expresión simbólica de lo inefable. La experiencia
mística es una sobrenatural y, por tanto, inefable, intraducible a
palabras. Por eso, San Juan se ve obligado a recurrir constantemente a
un lenguaje cargado de símbolos, paradojas y otros recursos retóricos,
de gran fuerza evocadora, que nos permitan acercarnos a sus
experiencias: el alma es la Amada, Dios es el Amado, el amor es la
llama, testigos de la unión mística son la música callada y la soledad
sonora.
La primera publicación en lengua vasca es un libro de poesía
religiosa, escrito por Bernat Dechepare, que data de 1545. Las obras
literarias vascas de ese período suelen tener fines didácticos y
normalmente están escritas por clérigos. Aunque los testimonios
literarios escritos sean pocos y muy tardíos, la literatura oral ha
gozado siempre de gran vitalidad gracias a los bertsolaris,
improvisadores de versos que compiten en certámenes, cuyo prestigio
se ha mantenido hasta nuestros días.
A pesar de que hasta el s. XIX la literatura en lengua vasca no
es cultivada de forma regular, cabe mencionar a Pedro de Axular (s.
XVI-XVII), Joanes Etxeberri (s. XVI) y Juan Antonio Moguel y
Urguiza (s. XVIII).
62
VII. LA EVOLUCIÓN DE LA PICARESCA PREBARROCA Y
BARROCA: ALEMÁN Y EL GUZMÁN DE ALFARACHE;
LÓPEZ DE ÚBEDA Y LA PÍCARA JUSTINA; MARTÍNEZ
DE ESPINEL Y MARCOS DE OBREGÓN;
SALAS BARBADILLO; CASTILLO SOLORZANO;
OTROS REPRESENTANTES DE LA PICARESCA EN SL S. XVII
64
del mismo. También en esa novela se insertan historias interesantes,
entre ellas la de Cornelio y Aurelio, breve novela de estilo italiano.
El relato, que tiene tres partes divididas en capítulos, ostenta
un tono comedido, lento, salpicado de consideraciones morales, que
culminan con un verdadero elogio a la resignación, que muchos
autores de la época dan por la virtud suprema, por un lado bajo el
influjo de la filosofía estoica, y por otro para engañar la censura,
encubriendo con ella la sátira.
Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (Madrid, 1581- 1635)
estudia en Madrid y en Alcalá y se dedica a la cosmografía (Tratado
poético de la esfera) antes de consagrarse de forma exclusiva a la
literatura, a partir de 1603. En 1609, sufre dos procesos, que le valen
el destierro. De vuelta a Madrid, lleva una vida sujeta a grandes
estrecheces económicas y enfermedades (es Lope de Vega quien alude
a su sordera en el Laurel de Apolo) y tiene amistades con los más
célebres escritores del momento.
Su obra se caracteriza por la sátira y la caricatura. Es autor de
unas Rimas castellanas (1618) y de unos Triunfos de la beata sóror
Juana de la Cruz (1621); no obstante, lo esencial de su obra literaria
son sus comedias picarescas La escuela de Celestina y El Gallardo
Escarramán, lo mismo que unas cuantas novelas: La Ingeniosa Elena,
hija de Celestina (1612, historia de una estafadora que llega a ser
tomada por santa en Sevilla50), El caballero puntual (1614 y 1619),
Corrección de vicios (1615), El caballero perfecto (1620), La casa del
placer honesto (1620), El sutil cordobés Pedro de Urdemalas (1620),
Don Diego de Noche (1624), La estafeta del dios Momo (1627) y El
curioso y sabio Alejandro (1634).
Alonso de Castillo Solórzano (Tordesillas, 1584-¿Zaragoza,
1648?) es poeta (Donaires del Parnaso, 1624-1625) y autor teatral,
seguidor de Lope de Vega. Pasa su vida al servicio de los marqueses
de Villar y de Vélez, y es secretario del hijo del último, virrey de
Aragón y embajador en Roma.
La narrativa es lo más importante de su obra. Las novelas
cortas delatan la influencia de Cervantes (Tardes entretenidas, 1625;
Noches de placer, 1631) y las largas pertenecen al género picaresco:
La niña de los embustes, Teresa de Manzanares (1632), La garduña
65
de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642) continuada con Las
aventuras del Bachiller Trapaza.
La garduña es hoy en día su obra más conocida, y Lucinda, su
protagonista, se parece mucho a Justina, aunque el estilo del autor es
más claro y más fluido que el de López de Úbeda. Escribe también
vidas de santos y relatos de tipo histórico.
Otros representantes de la picaresca en el s. XVII.
Jerónimo de Alcalá Yáñez (1563-1632), monje y médico, nace en
Segovia (y estudia en ella con San Juan de la Cruz). Autor de tratados
religiosos, escribe la novela en dos partes (1624 y 1626) Alonso, mozo
de muchos amos, que en nuevas ediciones se llamaría El donado
hablador, por el gusto que tiene el protagonista de dar consejos de
sabia moralidad, salpicando su discurso con fábulas y relatos, según el
modelo de la picaresca.
Juan Martínez de Moya y Antonio Liñán de Verdugo son
representantes de la decadencia de la picaresca. El primero escribe
Fantasías de un susto (1630). El segundo, cuya identidad no se ha
podido establecer con exactitud, aparece como autor del libro Guía y
avisos de forasteros que vienen a la corte (1620). Esa obra
costumbrista, que describe tipos pintorescos, está compuesta de
diálogos en los que intervienen dos jóvenes recién llegados de Madrid,
adonde habían ido, en sus propias palabras, “a pleitear y solicitar”, y
dos cortesanos, uno de los cuales representa al autor.
66
VIII. LA LITERATURA DE LAS INDIAS: EL ELEMENTO
RACIAL DEL INCA GARCILASO; LA POESÍA
ÉPICA - ERCILLA Y ZUÑIGA: LA ARAUCANA;
OTROS POETAS
73
de México por épocas, dividiéndola en etapas, y termina describiendo
la capitulación de ese país y la muerte de Guatimozin.
Al trabajo le faltan el ritmo y la amplia visión de los
historiógrafos que fueron testigos de la colonización o que participaron
directamente en ella, pues procesa informaciones recopiladas de los
escritos de aquéllos: las cartas de Hernán Cortés, las crónicas de Gómara
y Díaz del Castillo, relatos, actas, sin mucho orden y sobre todo sin
discernimiento selectivo. Su principal meta es pintar un vasto cuadro de
las costumbres de los indígenas, de la civilización de los mexicanos, con
su fe religiosa, su política, su arte y economía.
La historia de Solís es un modelo de la historiografía artística
del Renacimiento. Su estilo es afectado, frondoso, característico de los
poetas culteranos del fin del s. XVII.
La literatura didáctica. Aunque ninguno de los pensadores
de la época no alcanza el nivel de Descartes, Pascal o Galileo, ese
período abunda en eruditos, tratadistas retóricos e historiógrafos, en
preclaros teólogos, que escriben, no obstante, en latín.
Entre los autores de manuales didácticos y tratadistas de
formación aristotélica, figura Alonso López (conocido con su
seudónimo Pinciano), un médico apasionado por la poesía y la
retórica o teoría literaria.
Al lado de una versión rimada de las prognosis de Hipócrates
(Pronósticos) y de la epopeya patriótica Pelayo, se le ha de prestar
mayor importancia, por su cáracter creador, a su Filosofía antigua
poética, obra escrita en forma epistolaria, que reúne una serie de cartas
en que inserta diálogos sobre la poesía (forma incipiente de una
estética), la tragedia, la comedia y la imitación artística en general,
que, entre otros, influyó en Cervantes.
En cuanto a Diego Sebastián de Covarrubias y Orozco
(Toledo, ¿1510?-1580), podemos recordar el tratado de Emblemas
morales, anterior a la influencia de las concepciones del italiano
Alciato en España, y sobre todo destacar el valor de su Tesoro de la
lengua, vivo documento lingüístico.
Recoge una interesante colección de Refranes glosados o
Libro de proverbio. Por sus Relaciones, es considerado el cronista
toledano de su época. Debe su fama también a la obra dramática
Representación de la parábola de San Mateo (puesta en escena en
1548). Se le atribuyó la autoría del Lazarillo de Tormes.
De la obra de González de Salas, editor de los poemas de
Quevedo (1648), recordamos Nueva idea de la tragedia antigua o
74
Ilustración al libro de la Poética de Artistóteles, libro tan barroco por
su lengua como complicado por sus ideas, de excepcional erudición,
que ofrece un comentario libre, pero vago, desordenado y sin rigor.
Según postula el propio autor, a entender el pensamiento de
Aristóteles se llega con el tiempo y con “diferenciarse el gusto”. El
autor proclama la libertad del arte, que debe basarse en “las leyes de
la naturaleza” y defiende el teatro español de los teóricos dogmáticos
de las tres unidades.
Diego de De Saavedra Fajardo (Algezares, en Murcia,
1584-Madrid, 1648), hijo de familia noble, estudia derecho en
Salamanca, es Caballero de la orden de Santiago, secretario particular
del cardenal Gaspar Borja (1606), embajador de España en los Estados
Pontificios, y asiste a los cónclaves que les eligen papas a Gregorio
XV (1621) y Urbano III (1623). Posteriormente, es embajador en
Roma (1631) y Nápoles, en Baviera, Alemania (1632) y en Ratisbona
(1636), en Bruselas y Viena, lo mismo que representante de España en
las conferencias de Münster (1643) que preceden la paz de Westfalia.
De regreso a Madrid, muere como miembro del Consejo de las Indias
y canónigo de la orden de Santiago, aunque nunca tomara el hábito.
Sus actividades políticas y diplomáticas contribuyen a su
formación como escritor. Con visión realista, propugna en sus obras la
reorganización económica y el abandono de la idea imperial que
España intentaba imponer a Europa. Analizando la situación
económica, da pruebas de acierto: indica la pobreza agrícola y
comercial del país y centra las causas en la creciente desproporción
entre artesanos y labradores, de un lado, y entre eclesiásticos y
letrados, de otro. Propone como solución limitar el número de
eclesiásticos y de conventos, y fomentar la agricultura y la producción
con mano de obra extranjera.
Entre sus obras, cabe destacar Introducción a la política y razón
de Estado del rey católico don Fernando, su obra fundamental Empresas
políticas o Idea de un príncipe político cristiano representada en cien
empresas (1640), la inacabada Corona gótica, castellana y austríaca
(1648), que une el relato histórico al comentario político y República
literaria, publicada póstumamente (1655).
En la República literaria, obra de juventud y aguda sátira
contra las elaboraciones teóricas y librescas, aparece la interesante
visión de figuras como Juan de Mena, Herrera, Camões, Garcilaso,
Góngora, Miguel Ángel y Velázquez. Ofrece la visión alegórica de
una ciudadela fantástica donde aparecen, en el sueño, al estilo de
75
Luciano, los más notables ingenios de las artes, las letras y las
ciencias, y él analiza sus dones y defectos, unas veces con sobria
ironía y otras con algo de desengaño, con justo y profundo espíritu
crítico, expresión de un arte satírico penetrante y del carácter barroco
de su formación cultural-artística.
Lo más interesante de esa obras son sus Emblemas 56 . Ese
género de literatura política no aparece a la vez con Saavedra Fajardo,
sino arraiga en la tradición clásica española, ampliada por el influjo
del Renacimiento en la literatura moralizadora y política árabe, en la
ciencia política importada durante el s. XVII y en el simbolismo ético,
rebosante de poesía, que penetra y se difunde en España sobre todo
bajo el influjo del letrado boloñés Alciato. Saavedra Fajardo retoma
los temas de los Emblemas y los transfigura con su gran erudición y
experiencia político-diplomática. Sus Emblemas son una obra por
excelencia polémica, con los más variados alegatos contra las
concepciones de Machiavelli.
El pensamiento político de Saavedra se inspira en una moral
humanitarista y cristiana. Odia las sofisticadas maniobras dipolmáticas
y ostenta un ardiente patriotismo con dos valencias: ensalza las
virtudes nacionales en torno a las cuales cuajan los antiguos principios
de España, y critica violentamente los defectos que dañan a la
sociedad española de su tiempo y que, a su parecer, arraigan en la
monarquía absoluta. Esos defectos son: las discordias religiosas, la
falta de armonía entre el Rey y el pueblo, los abusos de los nobles, los
tributos exagerados y el despilfarro del dinero público en interés
personal, las intrigas de la Corte, etc.
Por otra parte, la tendencia liberal del pensamiento de
Saavedra Fajardo le sitúa entre los más altos promotores de las
tedencias renacentistas de su época, y cuaja en la idea de la
meritocracia, la sólida afirmación de la soberanía del pueblo y el odio
encarnizado a la tiranía, lo mismo que en sus concepciones jurídicas.
Ese carácter progresista le granjea la crítica de su falta de método, de
la oscuridad de sus alegorías, como si sus Emblemas fuesen un tratado
científico de teoría política y no un libro que ofrece un ordenado
sistema de moral histórica, cuyo principal mérito es la elevación y la
calidad de las cuestiones enfocadas.
En el estilo de Saavedra Fajardo se verifica una expresión
elíptica, de gran concisión y claridad, con cierto acento sentencioso
basado en un pensamiento alerta y vivo, con imágenes bien esbozadas
y metáforas sugestivas.
76
X. EL TEATRO ESPAÑOL EN LOS ALBORES
DEL SIGLO DE ORO;
LOS PRELOPISTAS DE LA ESCUELA NACIONAL:
LOPE DE RUEDA;
JUAN DE LA CUEVA; LOS ENTREMESES DE CERVANTES
78
Los prelopistas de la Escuela nacional. Como de la Escuela
renacentista ya hablamos en el Cap. III de este curso, en lo que sigue
enfocamos sólo la llamada Escuela nacional.
El principal impulsor de la Escuela nacional de teatro en la
época es el andaluz Lope de Rueda (Sevilla, c.1510-Córdoba, 1566),
actor y autor, creador del “teatro menor” y de los pasos63.
Cervantes expresa en el Quijote su admiración por su talento
de actor, su inteligencia, su poesía pastoril y sus comedias ingeniosas.
Su obra es el triunfo de la influencia italiana en el teatro español. Sus
pasos, obras muy logradas (El deleitoso, Las aceintunas, El rufián
cobarde, Los lacayos ladrones, El convidado, Cornudo y contento, La
carátula), son ejemplos de habilidad y gracia en la creación de
situaciones dramáticas y de diálogos. La producción de Lope de
Rueda puede dividirse en comedias, catorce pasos intercalados en las
mismas, coloquios pastorales, un Diálogo sobre la invención de las
calzas y un auto.
Entre sus coloquios pastoriles cabe mencionar los de Camila y
Tymbria, en prosa, y las Prendas de amor, en verso. Completan sus
obras la Comedia llamada Discordia y cuestión de amor (comedia en
versos, en la que usa estrofas de cinco versos) y la Farsa del sordo.
Su primer mérito no consta en la concepción dramática, en las
más de las veces inspirada en fuentes latinas o italianas, sino en el arte
del diálogo, acervo de habla popular. Ese don, lo mismo que su
concepción sobre el teatro, al librarse de los influjos neoclásicos y al
hacer uso de su experiencia de actor, destaca sobre todo en sus
diálogos y églogas, o en sus obras en un acto, más interesantes que sus
grandes comedias.
Juan de la Cueva (Sevilla, c.1543-1610) adapta su obra
dramática al teatro español y la tradición clásica. Es, entre los
precursores del lopesco teatro nacional, el más allegado a Lope de
Vega.
Pese a que escribiera un largo poema genealógico, Historia de
la Cueva, en el que evoca las características y las aventuras de su
familia, muy poco se sabe de su vida, salvo su amor por Brígida Lucía
de Belmonte, cuya muerte estuvo a punto de volverle loco.
Es autor de una obra poética de corte petrarquista (Coro febeo
de romances historiales, 1587, Viaje de Sanio, poema alegórico-
79
nacional) y de obras épico-narrativas (Conquista de la Bética, 1603,
de carácter histórico). Escribe dramas de tema clásico, histórico y
nacional (La tragedia de los siete infantes de Lara, 1579), obras con
carácter mitológico (Llanto de Venus en la muerte de Adonis, Los
amores de Marte), una serie de romances, los dramas El príncipe
tirano, El saco de Roma, y una comedia.
Esa última, muy comentada, se titula El infamador (1581). En
su protagonista Leucinio, infamador que, con extremado atrevimiento
y desfachatez, calumnia por el placer de hacer daño, muchos
encuentran el interesante precedente dramático de Don Juan Tenorio.
Fanfarrón y descarado, Leucinio se enamora de Eliodora y, como ella
no cede ante sus avances, decide violarla con ayuda de sus criados.
Eliodora se defiende y mata a uno de aquéllos; es entonces que
Leucinio la calumnia, acusándola de asesinato. La valiente mujer es
condenada a la pena capital, pero la verdad se descubre, es salvada y
su infamador es condenado y ejecutado.
La obra dramática de Cueva se publica en Sevilla en 1588 y
está compuesta de catorce comedias y tragedias, unas de ellas
influidas por el teatro clásico greco-latino (Tragedia de Ayax
Telamón, Libertad de Roma por Mucio Scévola y La muerte de
Virginia), que cuentan con pasajes de gran belleza y fuertes
emociones.
Mas a la base de su teatro está la preferencia por los temas de
la historia de España, que se los ofrecen las recopilaciones de baladas
medievales y las crónicas, con lo que da un importante paso hacia el
teatro nacional, practicado con plena conciencia artística, tal como lo
explica en Ejemplar poético.
Cueva es uno de los primeros en sostener teóricamente los
principios del arte nacional y en rechazar las normas clásicas,
aristotélicas y horacianas de la poesía dramática. El Ejemplar poético
reviste por ello gran interés, y muchos de sus argumentos los hacen
suyos Cervantes (en El rufián dichoso), y Lope de Vega (en El arte
nuevo de hacer comedias). En ese trabajo, es por primera vez que el
gusto nacional, el carácter español específico y el paso del tiempo son
considerados como profundas causas del cambio que se verifica en las
orientaciones artísticas del teatro:
80
“Mas la invención, la gracia y traza es propia
a la ingeniosa fábula de España;
no, cual dicen sus émulos, impropia.
Escenas y actos suple la maraña
tan intrincada y la soltura de ella,
inimitable de ninguna extraña.
Introdujimos otras novedades
de los antiguos alterando el uso
conformes a este en tiempo y calidades.
Salimos de aquel término confuso
de aquel caos indigesto a que obligaba
el primero que en la práctica las puso.
Huímos la observancia que forzaba
a tratar tantas cosas diferentes
en término de un día que se daba”.
82
contradiciendo con ello la opinión del procurador:
Humillos: Sé de memoria
todas quatro oraciones, y las rezo
cada semana quatro y cinco vezes.
85
El lector está ante dos posibilidades: interpretar la pieza bien
como parábola de la credulidad humana, bien como insinuación
oblícua de la “cacareada” limpieza de sangre. Pero es cierto que la
sátira cervantina apunta inequívocamente hacia la hipocresía que
adulteraba la vida de sus contemporáneos, obligados a sacrificar la
realidad al servicio de imaginarias superioridades o de intocables
convencionalismos.
La cueva de Salamanca incide en la vieja situación de la burla
del marido ausente; en esa parodia, el estudiante esboza, con su
picardía, una desenfadada burla del pundonor. Cervantes construye
una farsa auténtica, grotesca e inverosímil a veces: un barbero y un
sacristán se disponen a aprovechar la ausencia del marido para
remediar la urgencia sexual de la esposa y de su criada; un estudiante
de viaje pide albergue para una noche y se mezcla inesperadamente en
la aventura, pero, con sus artes de Salamanca, saca a todos con bien
cuando el marido regresa de improviso.
La obra está hábilmente trazada, y las escenas, muy cómicas,
están a la altura de los tipos, dentro de su grotesco perfil, deliciosos y
perfectamente caracterizados. Dos alusiones al baile del escarramán
sitúan también ese entremés del lado de acá de 161271.
En El viejo celoso, Cervantes transpone el hueso anecdótico
de su novela ejemplar El celoso extremeño: simplifica la acción y la
complejidad psicológica, elimina personajes y cambia la congoja del
viejo en burla cómica.
Retoma, pues, el tema del adulterio, aunque en forma más
atrevida que en La cueva de Salamanca, pues ése se consuma ante las
mismas barbas del marido, o por lo menos así parece; quedamos en
incertidumbre y ello porque la esposa entra en la habitación donde
acaba de esconderse el galán furtivo, y a través de la puerta grita su
ventura con palabras no exentas de cierta procacidad. Luego el galán
escapa, sin que el breve tiempo que ha permanecido encerrado con la
atrevida esposa permita suponer la consumación del adulterio o tan
sólo una broma cruel con la que la joven mujer trata de castigar los
celos impertinentes del anciano marido.
Hay en la obra una incisiva sátira contra los matrimonios entre
contrayentes de distinta edad – tema grato a Cervantes, pero también
contra la hipocresía a la que nada le importa la moral en sí, pero
mucho la apariencia y la honra.
86
XI. CERVANTES - UN ESCRITOR QUE SUPERA
LA TRADICIÓN
91
XII. CERVANTES: SU OBRA POÉTICA. SU PRODUCCIÓN
DRAMÁTICA
“Salimissa de parida
la mayor reyna de Europa [...]
Hermosita, hermosita,
la de las manos de plata,
más te quiere tu marido
que el Rey de las Alpujarras”,
94
Niña la que esperas
en reja o valcón,
advierte que viene
tu polido amor.
A la puerta puesto
de mis amores,
espinas y çarças
se buelven flores”.
Comedia:
... no soy mala, aunque desdigo
de aquellos preceptos graves
que me dieron y dexaron
en sus obras admirables
Séneca, Terencio y Plauto,
y otros griegos que tú sabes.
He dexado parte dellos,
y he también guardado parte,
porque lo quiere assí el uso,
98
que no se sujeta al arte.
.....................................
Ya represento mil cosas,
no en relación, como de antes,
sino en hecho, y assí es fuerça
que haya de mudar lugares;
que como acontecen ellas
en muy diferentes partes,
voyme allí donde acontecen,
disculpa del disparate”.
100
manifestaba el coro en la tragedia griega antigua) intensifican
poéticamente el halo de majestad trágica de los sucesos.
Como hemos dicho, los protagonistas individuales están
sustituidos por la ciudad entera y hacen de La Numancia el prototipo
del drama colectivo; ello prefiguran así al lopesco Fuenteovejuna,
pero también al borgeano Tema del traidor y del héroe. Con la
elección de un tema nacional y la poderosa fuerza dramática de que
hace galas, la fría tragedia clasicista cobra intensidad y calor
incuestionables: los héroes numantinos, sin dejar de ser personajes
bien individualizados, pasan a ser símbolos del amor heroico a la
libertad.
La obra, que carece de un verdadero desarrollo dramático,
siendo más bien una sarta de cuadros episódicos, a veces estáticos,
pero que tienen coherencia estrechísima, pasó muchos tiempo
ignorada; su destino teatral (eso es, su valoración positiva) lo deciden
a principios del s. XIX los alemanes hermanos Schlegel, Goethe y
Schopenhauer, entre otros, por considerarla unos como restauración de
la tragedia antigua, otros como perfecta realización del drama
romántico nacional.
El teatro de la “segunda época”. Cervantes escribe en ese
período comedias y entremeses, y los reúne en el volumen Ocho
comedias y ocho entremeses nuevos, publicado en 1615. No se sabe si
unas u otras de esas obras no fueron, sin embargo anteriormente
concebidas. También ahora, Cervantes escribe otras tres comedias de
cautivos.
La primera de ellas (en la que se verifica la ruda emoción y la
técnica arcáica de la comedia), es El gallardo español, verista en los
detalles de ambientación y menos histórica que Los tratos de Argel en
su trama argumental. La comedia recoge otros autobiográficos
recuerdos del cautiverio de Cervantes, de nuevo partícipe de la acción,
esa vez con un leve fondo curricular, bajo el nombre del personaje
Fernando de Saavedra, al que le atribuye, sin embargo, hechos
heroicos imaginados (desde luego, al final de la comedia confiesa
haber deseado “mezclar verdades – con fabulosos inventos“).
En la obra se trenzan noticias tomadas de la tradición heroica
cristiano-morisca, que le infunden un acosado matiz caballeresco. La
comedia abunda en lances de arriscada novelería que, por sus
101
complicaciones, cambios de escena y libertades de toda índole en el
desarrollo de la acción, en nada se distinguen de las más atrevidas
escenas de la Escuela de Lope.
Uno de los tipos mejor logrados es el muy realista gracioso
Buitrago, soldado de Orán, gran comilón y aun mayor matador de
moros mientras tenga llena la tripa (“sólo a mi vientre acudo y a la
guerra”). La comedia está hábilmente versificada y contiene
romances de gran agilidad y soltura.
La gran sultana (de interpretación mucho más retórica y
literaria, con notables aciertos de versificación y abundantes
momentos ingeniosos y divertidos, lo mismo que con episodios de
excesiva inverosimilitud psicológica) se basa en un suceso de posible
fondo histórico: los amores del Gran Turco Murad (Amurates),
presencia de ópera bufa, con la cristiana cautiva doña Cristina de
Oviedo que, llevada presa a Constantinopla, lo conquista con su
hermosura hasta el extremo de llegar a ser su esposa, según rezan los
romances. Los recuerdos personales del escritor forman sólo el
trasfondo genérico, ya que la ambientación local se debe a los relatos
novelescos de la época, pues Cervantes desconoce Constantinopla.
En la obra predominan las escenas de humor e incluso de una
comicidad grotesca, la cual va hasta la caricatura y el olvido del lado
dramático, para quedarse con el pintoresco (Véase, p.e., la escena en
que el Sultán ve por primera vez a doña Catalina y se rinde a su
belleza con hiperbólico enamoramiento, o la credulidad del cadí, a
quien Madrigal le promete hacer hablar a un elefante, y la del propio
Sultán, que acepta sereno el repentino cambio de sexo del cautivo
escondido entre las esclavas del serallo).
Mas el auténtico protagonista de la obra es el gracioso
Madrigal, que llena de punta a cabo la comedia con su constante
intervención de una salerosa comicidad. Preso mientras estaba
enamorando a una turca, declara que haría todo lo posible para evitar
tanto morir como casarse, y le engaña al Cadí, persuadiéndole de que
conoce la lengua de los pájaros y de que, gracias a ello, se ha enterado
de que ése moriría dentro de seis meses, si no lograra hacer hablar a
un elefante. La calidad del engaño no alcanza el nivel verificado en el
“retablo de las maravillas” o en la “cueva de Salamanca”, pero nos
hace penetrar “en ese mundo de la fantasía donde se entiende la
102
lengua del jilguero o del ruiseñor”, el mundo poético de las mil y una
noches. Lo cómico se envuelve así en la poesía.
Madrigal es precursor del también cervantino Pedro de
Urdemalas y maestro del engaño. Igual que Pedro, contempla hacerse
actor y su deseo se efectiviza precisamente en ello. Por eso, Madrigal
puede ser considerado el incipiente esbozo de Pedro.
La mejor comedia de la serie (de desnuda y penetrante
intuición dramática y de síntesis humana sincera) es Los baños de
Argel, de acción más variada y rápida, y sobre todo muy profunda, una
vigorosa sucesión de escenas dramáticas, desarrollada con gran y
rebosante pericia, de hondo dramatismo: episodios de angustias,
persecuciones y matanzas, que se resuelven no obstante felizmente,
con la liberación de las dos parejas de enamorados, protagonistas de la
obra. Valbuena Prat 83 considera que fue compuesta después de la
primera parte del Quijote, con cuya novela El Cautivo coincide en
muchos momentos.
En esa obra, Cervantes alterna los momentos dramáticos con
escenas cómicas, que corren a cargo de un sacristán, preso en su
propia tierra por piratas argelinos, tipo cercano al gracioso lopesco
(pero sin el estereotipado convencionalismo de aquél), que se sirve,
como motivo principal de comicidad, del sentimiento antisemita, de
tan seguro efecto ante el espectador de la época.
La casa de los zelos y selvas de Ardenio y El laberinto de
amor son dos comedias de intriga, las más débiles del teatro
cervantino, de fuentes italianas (Boiardo y Ariosto) e inspiradas en
motivos caballerescos. Aparte lo enrevesado de la intriga, merece
destacar en ellas la importancia que Cervantes concede a lo
espectacular. Es en la jornada tercera de La casa de los zelos que
figuran los dos bellos sonetos En el silencio de la noche, cuando y O
le falta al Amor conocimiento, reproducidos con leves variantes en el
Quijote (I, 34 y I, 23).
Mejor que esas dos obras es La entretenida, comedia de capa
y espada que sigue el modelo lopesco, pero que está localizada en el
familiar ambiente madrileño. También al modo lopesco, hay en ella un
segundo plano de acción, paralelo al de los galanes, a cargo de una
fregona coqueta y desenvuelta, y de sus tres pretendientes, que dan el
contrapunto popular y cómico a los amores de aquéllos. Los dos
103
motivos se funden muy débilmente en la trama, pero el segundo le
permite a Cervantes dar entrada a personajes y escenas con sabor de
entremés, rasgos costumbristas, pinceladas realistas, lenguaje llano y
popular, rebosante de frescura y gracia.
El motivo teóricamente principal juega con la pasión amorosa
que Antonio siente por Marcela, muy parecida a su hermana. La
comedia, muy diversamente apreciada, tiene felices momentos
poéticos, como el famoso romancillo recitado por la fregona al
principio de la segunda jornada.
Pero, sin lugar a dudas, las dos mejores comedias de
Cervantes son El rufián dichoso y Pedro de Urdemalas.
La primera, único drama específicamente religioso de
Cervantes, es una de las mejores comedias de santos de España; ella
dramatiza la historia del sevillano Cristóbal de Lugo, el cual, después
de haber llevado una vida de pecados, se entrega a la penitencia y el
sacrificio hasta morir, como religioso, en México, en olor de santidad.
La primera jornada (equiparable a un entremés) transcurre en
el ambiente del hampa sevillana, y es un rotundo y amplio cuadro de
costumbres, digno de quien trazara el insuperable retablo de Rinconete
y Cortadillo. Cabe señalar la maestría con que nuestro autor se mueve
en el ambiente de la picardía, poblado de variados tipos pintorescos, de
desgarrada moral (valentones, rameras y rufianes) y compleja
matización psicológica.
Al parecer, Cervantes está peor dotado para enfrentarse con
santos que con pícaros. Las otras dos jornadas de El rufián dichoso,
menos logradas y con menos consistencia humana, dramatizan la
piedad del antiguo pecador que, habiendo vivido a lo Don Juan, Le
ofrece ahora a Dios todas sus buenas obras, para salvar el alma de doña
Ana de Treviño: ésa, empedernida pecadora, rechaza a los confesores
en el momento de su muerte, pero Cristóbal logra inclinar su voluntad
hacia el arrepentimiento, en una escena de una gran fuerza dramática.
La versificación de la comedia es muy variada: metros cortos,
romances en especial, y diversas formas métricas: endecasílabos,
sueltos, tercetos.
Pedro de Urdemalas es una comedia de muy particular
carácter, que transcurre en el mundo de la picaresca; ésa es llevada a la
escena, como si se tratara de ampliar la primera parte de El rufián
104
dichoso. La trama tiene bastante parecido con la de La Galatea: Pedro
de Urdemalas, pícaro que ha recorrido todos los oficios, se va a vivir
con una tropa de gitanos por el amor de una joven (que al fin resultará
ser la sobrina de la reina).
Cervantes recrea el personaje, que aparece también en otras
obras de la época o anteriores, y lo hace con una absoluta originalidad,
enmarcándole en una variada sucesión de escenas entre pícaros y
rufianes. A tono con el ambiente, la comedia recoge supersticiones y
costumbres populares de gran valor folclórico, como las de la noche de
San Juan, y da entrada a bailes y cantos de los gitanos, pero también a
elementos de idealizada novelería. Cuando el amor y el matrimonio de
Urdemalas se frustran, ése, que debido a una profecía esperaba llegar a
cosas grandes, se mete finalmente a cómico:
105
Y es, en concepción de Valbuena Prat, “un Proteo de la picaresca en
acción” 84 , en el cual existen las potencias ilimitadas del héroe
folclórico (el turco Nastratino, el rumano Păcală, el alemán Till
Ullenspiegel, etc.), que el tiempo y los hombres enriquecen en
significados y formas. Todo ello refuerza justamente su vocación de
actor, la cual le permite desarrollar su personalidad. Por tanto, no es
un tipo barroco, aunque cuaja como personaje literario en el propio
Barroco. Y ello porque su vinculación a los motivos del mundo-teatro
y del teatro-mundo lo sitúa en un ambiente propio de dicha corriente
literaria:
110
Las Novelas Ejemplares. Escritas en diversos momentos de la
vida del autor, pero publicadas en Madrid en 1613, ocho años después
de la primera parte del Quijote, ésas pertenecen al género de la
llamada novela corta.
El orden en el libro (que seguimos en su análisis) no coincide
manifiestamente con el de su composición, que nada tiene que ver con
el que su autor les asignó al editarlas. La tarea de fijar su cronología
ha ocupado por largo tiempo a muchos eruditos que no pudieron llegar
a ningún resultado seguro88. Dirigiéndose al lector, Cervantes explica
en el prólogo de la obra por qué las denomina Ejemplares:
113
“- ¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón?
- Sí – respondió él – para servir a Dios y a las buenas gentes,
aunque no de los muy cursados: que todavía estoy en el año del
noviciado.
A lo que respondió el mozo:
- Señor, yo no me meto en teologías; lo que sé es que cada
uno en su oficio puede alabar a Dios, y más con la orden que tiene
dada Monipodio a todos sus ahijados.
- Sin duda – dijo Rincón – debe de ser buena y santa, pues
hace que los ladrones sirvan a Dios.
- Es tan santa y buena – replicó el mozo -, que no sé yo si se
podrá mejorar en nuestro arte. Él tiene ordenado que de los que
hurtáremos demos alguna cosa o limosna para el aceite de la lámpara
de una imagen muy devota que está en esta ciudad, y en verdad que
hemos visto grandes cosas por esta buena obra”.
114
hipocresía, etc.) enmascarada con el color de lo pintoresco
(Monipodio y sus cofrades).
La española inglesa ofrece una curiosa mezcla de novelescas
aventuras, realidad y viejos recuerdos del autor. En uno de los saqueos
de Cádiz por los ingleses, un caballero captura y lleva a Inglaterra una
niña de siete años, Isabela, a la que educa con su esposa, católica
como él. Pasa el tiempo y el hijo del ex asaltante, Ricaredo,
enamorado de Isabela, le pide la mano; la reina de Inglaterra, Isabel I-
a (de atractiva semblanza, en contra de la común opinión de sus
contemporáneos españoles) accede a la demanda, pero antes le envía a
Ricaredo en bélica misión por el Mediterráneo.
En sus andanzas, ése liberta un barco portugués apresado por
los turcos y con él a los padres de Isabel; les lleva consigo a Inglaterra
y allí reconocen y se reúnen con su hija. Una camarera de la Reina,
cuyo hijo también desea casarse con Isabela, le administra a ésa un
filtro que la pone en trance de muerte y es así que la moza pierde su
belleza: peregrina a Roma y regresa a España, donde poco a poco
recobra su hermosura; al fin, reaparece Ricaredo con quien contrae
matrimonio.
Los sucesos abundantes le permiten a Cervantes evocar
episodios de su propia vida militar, como el combate contra las galeras
turcas que le atribuye al protagonista de su relato precisamente en el
mismísimo paraje de “las tres Marías” donde había sido apresado, el
posterior cautiverio de Ricaredo en Argel, su liberación por los
trinitarios y la procesión ritual en Valencia.
El licenciado Vidriera es una de las más extrañas y
controvertidas obras de Cervantes. Su acción apenas existe: Tomás
Rodaja, estudiante de derecho en Salamanca, recorre varios países
como soldado y, al retornar a su ciudad, pierde el juicio a conscuencia
de un “hechizo” de amor. Da entonces en la locura de creerse de
vidrio (de donde su nombre) y en la manía de espetar verdades a todo
lo que se le aproxima.
La más generosa demencia que puede imaginarse, la locura de
la verdad, es, en cierto sentido, más complicada, porque el licenciado
no muere, como Don Quijote, sino sale para Flandes, llevando consigo
la duda convertida en misantropía. Don Quijote es el loco de la
voluntad: cuando su voluntad deja de obrar, el Hidalgo renuncia a su
115
locura y se recupera. Pero la extraña locura cuerda del Licenciado,
aunque también se cura, como una enfermedad cualquiera y sobre
todo por eso, revela que la contradicción entre el ser humano y sus
prójimos no es determinada por la locura, sino se debe a causas mucho
más hondas93.
La locura del Licenciado es el temor ante la muerte y la
sociedad. Ése es el símbolo del hombre definitivamente solo ante la
realidad, las apariencias y la sociedad, que teme al contacto con los
demás, y en ese sentido está muerto, porque morir es, entre otras,
descubrir la última verdad, la de que es imposible conocer la verdad,
la cual le coloca al ser humano más allá de lo humano.
Revelando el engaño, la ciencia de la vida y del hombre
acarrea la pérdida de la inocencia: el Licenciado Vidriera supera, por
tanto, el momento de la duda y llega a ser consciente de ella. Estando
loco, teme a que los demás lo toquen, porque no quiere que ellos se
den cuenta de que está hecho de vidrio, eso es, que está hecho de otra
materia que ellos, y por tanto es de más allá de la vida.
La conciencia de la ciencia aqduirida no le abandona ni
siquiera después de curarse y es por eso que huye a Flandes, donde
espera poder vivir sin que nadie le conozca.
Tanto Don Quijote como el Licenciado acaban su existencia
en la vida cotidiana, tras haber descubierto el misterio de la muerte y
de la vida. Pero el primero muere desengañado, sin haber encontrado
la respuesta satisfactoria, y el segundo no muere, pero lleva consigo la
congoja humana. Sin comentar su fin, el autor deja que la duda
permanezca viva en nuestras mentes.
El Hidalgo y el Licenciado son dos momentos en la historia
del conocer humano. La crisis del conocer estalla en los dos al cabo
“del mucho leer y del poco dormir” y reside en la contradicción que
se configura entre la teoría y la práctica, entre las letras y la vida. Cada
cual encuentra la misma respuesta, pero evolucionando hacia la
verdad “definitiva”, sus verdades momentáneas no son sino dos
momentos: la crisis del mito y la del positivismo.
Esa novela ejemplar pertenece, junto a Rinconete y El
Coloquio de los perros, al grupo de las satíricas. Aunque no tiene la
intensidad realista de la primera, ni las punzantes ironías de la
segunda.
116
La fuerza de la sangre hace la transición de lan novelas cortas
de manera italiana a las de puro ambiente español; su acción se
desarrolla en un marco genuinamente nacional, siendo una de las
novelas toledanas de la serie.
En su argumento bastante novelesco, la joven Leocadia es
raptada (y seducida, por supuesto) por un desconocido, que luego se
marcha a Italia. Tiene un hijo y, un día, ése resulta herido en un
accidentel lo recoge su abuelo paterno, que le lleva a su casa. Es
entonces que Leocadia reconoce la misteriosa habitación en que el
mancebo la había seducido. Informados, los padres de ése le hacen
regresar de Italia, para que se case con la madre de su hijo: el
matrimonio promete ser venturoso gracias al amor nacido entre ambos
jóvenes.
Son incuestionables las bellezas y precisiones de los detalles,
lo mismo que el ritmo de la narración, la tersura y belleza del
lenguaje, la agudeza con que se revelan aspectos de la psicología
femenina.
El celoso extremeño (sobre el tema del matrimonio desigual
entre un viejo y una joven) es considerada casi unánimemente una de
las obras maestras de Cervantes (sobre todo por la profunda verdad
psicológica de los personajes, cuyos sentimientos y reacciones están
matizados con bien estudiada graduación, por la perfecta arquitectura
del relato y su picaresca viveza). Su argumento, con toda la gama de
variantes, había sido aprovechado reiteradas veces en la literatura del
Medievo y del Renacimiento, lo mismo que anteriormente por el
propio Cervantes, en el ya comentado entremés El viejo celoso. Pero
no vale por su trama, sino por la manera de contarla.
El protagonista es un “indiano” viejo y acaudalado, Felipe de
Carrizales que, de regreso a su patria, casa (el matrimonio es casi una
venta) con una muchacha jovencísima, de gran belleza, de la que se
enamora con pasión senil. Apenas casado, “de golpe le embistió un
tropel de rabiosos celos” y, para sustraer a su esposa de toda posible
tentación, trata por todos los medios de incomunicarla del mundo
exterior, reduciéndola a vivir aislada de todo y todos en su hogar,
cerrando las ventanas, impidiendo la entrada a toda gente y
escogiendo a la vez cuidadosamente la servidumbre; la colma de
regalos y engalana profusamente la casa. Loaysa, pícaro sevillano,
117
hijo holgazán de casa rica, “gente baldía, tildada y meliflua”, se
propone llegar hasta la mujer con ayuda de los manejos de doña
Marialonsa y de las criadas de la casa, que le duermen a Carrizales
con un ungüento. Después de los vanos forcejeos de Loaysa para
vencer la resistencia de la mujer, los presuntos amantes quedan
dormidos uno en brazos del otro, pero sin “daños mayores” 94. Es así
que los sorprende Carrizales que, en un primer impulso, intenta
vengarse cruelmente; vencido, no obstante, por el dolor, del que se
muere al final, perdona a los culpables, y en su testamento aun
aconseja a su mujer que se case con el galán; arrepentida, ésa entra, no
obstante, en un convento.
Incuestionablemente, sobre todo con ese desenlace humano y
natural, el arte realista de Cervantes se encuentra con esa novela en
uno de sus momentos más altos.
La ilustre fregona es otra novela toledana, que guarda algunas
semejanzas con La Gitanilla. En ella Cervantes ostenta su vena
optimista, idealizadora y romántica, lo mismo que su intensa
propensión satírica y realista, pero también humana y regocijada.
Los jóvenes castellanos Tomás de Avendaño y Diego de
Carriazo dejan sus hogares, para correr aventuras y, al cabo de varios
sucesos, Tomás, que se enamora de una moza de servicio del famoso
“mesón del Sevillano” de Toledo, se queda de servidor en él. Al final,
descubre que la moza es de noble alcurnia y la novela acaba en
matrimonio.
Esta vez también, el realismo cervantino se une con la fantasía
novelesca, para trazar bellas descripciones, como las de la pesca del
atún en las almadrabas y, sobre todo, de la animada vida del mesón y
del ambiente toledano, con sus notas pintorescas, cantos, bailes y
diversiones populares. Son unos de los mejores cuadros costumbristas
trazados por Cervantes.
En opinión de la crítica95, Las dos doncellas no es obviamente
un acierto de Cervantes. El asunto es de pura invención “italiana”: dos
muchachas se disfrazan de varones, para buscar al seductor de una de
ellas. Al cabo de complicadas aventuras, dan con él en Barcelona y la
historia termina en doble boda, ya que el hermano de la burlada se
casa con la amiga de ella.
118
La señora Cornelia tiene bastantes puntos de contacto con las
dos anteriores. Es el prototipo de la novela clásica, pues se limita a
referir una peripecia interesante, para entretener la curiosidad del
lector. Sus personajes son ejemplares dechados de perfección física y
moral. La novela está escrita con optimismo, ternura y sensibilidad.
En la italiana ciudad de Boloña, a don Antonio de Izunza y
don Juan de Gamboa les acontecen en la misma noche dos sucesos
bien diferentes: al primero le llaman desde un portal oscuro y le
entregan un bulto, que luego resulta ser un recién nacido; al segundo,
una dama velada le pide protección. Coinciden todos en la misma
posada, donde el misterio se aclara felizmente: la tapada es Cornelia,
dama de famosa hermosura, y el niño es su hijo, habido con el duque
de Ferrara bajo palabra de casamiento. Van en busca del duque y al fin
el matrimonio se efectúa.
El casamiento engañoso y Coloquio de los perros es la novela
ejemplar en realidad formada de dos distintas, casi sin lazo de unión
entre ellas.
El casamiento engañoso atesora gracia, socarrona picardía y
toda la malicia de Cervantes, para trazar las siluetas de los dos
personajes que contraen el engañoso matrimonio, a fin de comprobar
quién engaña a quién. El alférez Campuzano, valentón presumido,
típicamente cervantino, acepta en matrimonio a doña Estefanía de
Caicedo, señora de vida libre, que se le ofrece con propósito de
arrepentida, engañándole sobre todo con su ajuar doméstico que no
baja de los dos mil quinientos ducados. Pero, después de la boda, la
dama se larga con las menguadas riquezas del pobre Capuzano, tras
haberle contagiado de muchas “cargas” de “bubas”, enfermedad
misteriosa de la que se cura en el hospital, tomando “cuarenta
sudores”.
Es en el hospital mismo que transcurre la segunda, e.d., la
historia del Coloquio de los perros. En la penúltima noche que allí
pasa Campuzano, los dos perros del establecimiento, Cipión y
Berganza, favorecidos por una especial gracia del cielo con la facultad
de hablar durante una sola noche, tienen, tumbados tras la cama de
ése, el largo y ejemplar Coloquio con que se cierra la serie de las
novelas.
119
Por su técnica, el Coloquio sigue las normas de la novela
picaresca: Berganza, que es el verdadero protagonista, ya que Cipión
se limita a escuchar y comentar de vez en cuando lo dicho por ése,
subrayando sus ideas y estimulando sus confidencias, ha sido “perro
de muchos amos” y cuenta “en primera persona” (con el incomparable
humor cervantino) sus instructivas andanzas al servicio de personas de
muy diversa condición; despliega así, ante los ojos de Cipión, el más
variopinto, satírico y caricaturesco panorama de la vida española (tal
como ése aparece ante los inquisidores ojos de Cervantes), de cuyo
“retablo” casi no faltan tipos y clases sociales. Probablemente que el
Coloquio sea sobre todo un profundo desahogo de Cervantes, quien
escribe la novela apenas llegado a Valladolid, cuando todavía lleva
impresa en su memoria la tétrica visión en aguafuerte de la cárcel
sevillana, sucursal del infierno.
Es así que escribe páginas amargas, sátiras punzantes (con
escenas y personajes de la más poderosa realidad), en tono censorio y
crítico, expresión del contraste entre su dolorida alma desengañada y
la realidad delincuente que le rodea, haciéndo alegóricas e incluso
directas alusiones a su propia vida.
Por último, la pertenencia de La tía fingida a la obra
cervantina sigue puesta en tela de juicio. Los argumentos esgrimidos
en pro y en contra de su cervantismo no son decisivos. No obstante,
pese a los defensores (Navarrete, Gallardo, Fernández Guerra,
Asensio, Cejador, Schevill y Bonilla, etc. 96 ) y a los que niegan la
atribución (Bello, Adolfo de Castro, Icaza, Rodríguez Marín, etc.97), al
someter la novela a un estudio estilístico de gran rigor Criado de Val98
afirma que no está compuesta por Cervantes.
El Persiles, una novela bizantina. No podemos olvidar las
conmovedoras palabras que Cervantes escribe (en su lecho de muerte
mismo), ultimando la la dedicatoria de esa novela al conde de Lemos,
con sus últimas fuerzas:
122
barroca al mundo de imaginación y de la confusa amalgama barroca
de la vida con el sueño o con el teatro.
En efecto, el Persiles es la obra más lograda, más elegante y
digna, la más armoniosa y densa, la más variada y rica en matices de
todos los escritos cervantinos. En él convergen los ideales estéticos de
su autor y todas las formas expresivas, desde el realismo hasta la
máxima estilización idealizada, desde los pasajes de armoniosa belleza
clásica hasta los derroches descriptivos del más típico Barroco.
El éxito del Persiles es extraodinario, pues el mismo año de su
aparición el libro reeditado en Madrid, París, Barcelona, Valencia,
Pamplona y Lisboa, y al año siguiente en Bruselas.
123
XIV. CERVANTES: EL QUIJOTE; SU ARTE Y SU ESTILO;
EL QUIJOTE DE AVELLANEDA
127
época, en el tránsito del s. XVI al s. XVII, de la cultura renacentista a
la barroca.
Mas la condición paródica del Quijote como base de toda su
construcción novelesca no puede negarse. Insistentemente, Cervantes
declara su propósito de burlarse de los libros de caballerías. En el ya
aludido prólogo de la primera parte afirma que desea
129
Las aventuras encierran todos los tipos novelescos: pastoril
(las historias de Marcela y Grisóstomo, y de Leandro), sentimental
(las historias de Cardenio, Luscinda y Dorotea), psicológica (El
curioso impertinente), de aventuras contemporáneas (la historia del
cautivo), lo mismo que reminiscencias de Boccaccio y Ariosto, o de
los libros de caballerías. De ellas, unas se enlazan íntimamente con el
argumento de las obra (la historia de Dorotea), otras apenas se ligan
con ella (la historia del cautivo, la muerte de Grisóstomo, etc.); en
cambio, El curioso impetinente (pieza aislada) nada tiene que ver con
la obra.
Cervantes distingue entre la mayor o menor conexión de los
episodios con el tema central y confiesa abiertamente el artificio de su
arte de novelar. Además, la primera parte parece mostrar mayor
riqueza imaginativa y más vivacidad (en episodios como el de los
molinos, los rebaños y sobre todo las agitadas escenas de la venta),
mientras que en la segunda el pulso cambia, pues Cervantes inclina
hacia lo psicológico, cuando no hay dudas, ni indecisiones sobre el
carácter de los héroes, y la estructura de la acción es más meditada; y
ello hace que la novela avance a un ritmo firme y sostenido. El
diálogo es el gran hallazgo de Cervantes, y el Quijote es la primera
novela del mundo en que ése adquiere máxima extensión y valor
literario de gran trascendencia.
La técnica novelesca es la de aventuras, pero estamos
incuestionablemente ante una forma distinta, nueva, de entender el
arte novelesco. La asombrosa naturalidad con que el ambiente, los
personajes secundarios, la trama de la acción, el mismo paisaje
circundante brotan de los personajes centrales, ha llevado a pensar en
un proceso de elaboración apenas consciente, realizado casi en trance
de intuición poética.
Cabe destacar que, ya desde el comienzo de su novela,
Cervantes finge desconocer algo que ningún novelista suele ignorar:
los nombres de unos de sus protagonistas, en primer lugar el de Don
Quijote, hecho que Leo Spitzer 105 explica por su teoría del
perspectivismo lingüístico, y Fernández Suárez106 lo atribuye al deseo
del autor de persuadirnos de que nos relata no una ficción, sino la pura
verdad.
130
A lo largo de toda la segunda parte, como para confirmar su
autonomía respecto a su propio texto, Don Quijote se encuentra con
personajes que han leído su historia y saben de él, desmiente unos
hechos que Avellaneda le atribuye (e incluso a ese fin decide cambiar
de ruta) u oye llamar al caballero Álvaro Tarfe (infundiéndole así
realidad, aunque con ello el Don Quijote de Avellaneda llega también
a ser real), cuyo nombre lee en una imprenta de Barcelona
precisamente en el Quijote apócrifo.
El arte sutil con que Cervantes conduce su novela nos lo
revela plenamente consciente de las teóricas cuestiones novelescas y
de la eficacia de los recursos narrativos: no maneja ni una sola pieza
de su libro sin apuntar exactamente a una meta precisa, pero
enmascara su intención tras una ironía fácil de descifrar.
La imposible definición del Quijote. Su perspectivismo. La
crítica cervantina se ha centrado con preferencia en resumir los
términos en que podría aclarar a través de la interpretación el sentido
del Quijote. La de significación, subjetiva, se ve siempre obligada a
partir del sutil equilibrio (cada vez más fuerte y obvio a lo largo de la
obra) que Cervantes mantiene prodigiosamente (como para obligarnos
a no poder optar) entre oposiciones radicales: ser-aparecer; realidad-
ficción, locura-discreción; drama-comedia; sublime-grotesco, etc.
Por otra parte, en el diálogo de los dos protagonistas, Sancho
aporta una nueva perspectiva, contribuyendo así a la pluralidad de
perspectivas, esencial para el mundo quijotesco. El perspectivismo
(tan pronunciado en el plano de los espacios novelescos) es incluso
lingüístico.
Lo paradójico y grandioso en el Quijote es que ése engendra
naturalmente equívocos e incertidumbres; no induce, no obstante, una
pesimista inhibición, sino proclama la necesidad de vivir y actuar, y la
novela se convierte así en un insondable receptáculo de ideas,
representaciones y formas de vida y de arte de la más asombrosa
variedad.
Don Quijote y su ideal caballeresco inducen a pensar en si
su lección es de optimismo o de pesimismo. La respuesta depende de
la la que damos a la pregunta de si Cervantes pretende enaltecer o
burlarse del ideal caballeresco. Aunque predomina la interpretación
que da preferencia al pesimismo, destacamos que la interminable serie
131
de fracasos y humillaciones con que Cervantes abruma a su personaje,
no sólo no le hace ridículo, sino aumenta su talla heroica y humana,
haciéndolo con cada sufrimiento más entrañable, más allegado, y
despertando en nosotros un sentimiento de adhesión y simpatía.
La lectura del Quijote, con su actitud didáctica y pedagógica
evidente, no provoca sentimientos de derrotismo o desengaño, ni de
desprecio por el noble ideal caballeresco-quijotesco, sino una
profunda comprensión y solidaridad humana.
La locura de Don Quijote y el algoritmo de la lente
quijótica107. La esencia de la “lente” por la que el Caballero percibe la
realidad, vista de fuera, e.d., desde el punto de vista de los demás
personajes y de los lectores, es la sobreposición y la confusión de los
espacios real e imaginario, los cuales no están diferenciados en la
mente de Don Quijote. Vista de dentro, e.d., desde el punto de vista
unitario de Don Quijote, la “lente” quijótica es un mecanismo casi
cibernético de reelaboración de la realidad en base a un algoritmo
libresco, que corresponde a la estructura de una sociedad
cronológicamente anterior al tiempo verosímil de la novela.
La fórmula del algoritmo se basa en la cohesión de los
conceptos, asegurada por la fuerza centrípeta que es la fe, cuya
condición es no intentar verificar108 la validez del autoengaño (p.e., los
episodios de la celada - I, 1 - y de los mercaderes toledanos - I, 4 -,
pero en paralelo con la propia voluntad de creer109.
Pero, en sentido kantiano, crear es crear en base a un material
puro, en base a unos “conceptos”, en completa libertad de la
sensibilidad, e.d., de la imaginación. Don Quijote reconstruye la
realidad en base a unos conceptos previamente elaborados, e.d.,
conseguidos de los libros de caballerías, y con ellos intenta reordenar
la realidad de modo coherente, repensándola.
El algoritmo quijótico es, por tanto, una suma de conceptos
semejantes a los kantianos, los cuales crean un mundo en que, según
Unamuno:
“todo es verdad en cuanto alimente generosos anhelos y pare
obras fecundas […] Toda creencia que lleve a obras de vida es
creencia de verdad […] La vida es el criterio de la verdad y no la
concordia lógica que lo es de la razón […] Verdad es lo que,
moviéndonos a obrar de un modo o de otro, haría que cubriese
nuestro resultado a nuestro propósito” 110.
132
El resultado de la acción de la lente quijótica es lo que la
crítica cervantina ha llamado el “autoengaño”111, fenómeno que es
como una escultura de tres tipos: en la nada, en las cosas112 y en los
hombres. Obviamente, dichos tipos se mestizan en varias aventuras:
de los rebaños, de los molinos de viento, de Dulcinea, etc.
Significación del Quijote: trascendencia y humanidad de
dos personajes universales. Don Quijote y Sancho alcanzan sentido
trascendente en virtud del simbólico valor que encierran como
encarnación de dos radicales actitudes humanas, que expresan sendos
modos de ver la existencia humana. La novela emana una inmediata y
vigorosa sensación de vida. El Caballero y su escudero – personajes
tan complejos el uno como el otro - no son abstractos, no encarnan
ideas, sino aparecen como seres concretísimos, dotados de realidad
histórica, que tienen problemas vinculados a su existencia, sin encerrar
tesis alguna.
Esos personajes son dos figuras universales. Don Quijote
encarna el idealismo: el deseo de justicia, la valentía, el amor. Sancho,
en cambio, representa la realidad materialista, el espíritu práctico. Si
don Quijote actúa movido por su bondad y sus altos ideales, Sancho
aspira a llenar su estómago y a alcanzar el bienestar material.
Son, pues, dos mitos universales, siempre reinterpretables,
muy distintos y distantes de la rígida inmovilidad de los símbolos.
Ambos recorren sutilmente una curiosa y fluida curva de dudas y
convicciones (las aventuras ensartándose en un suave crescendo), al
cabo de las cuales, tras largas y complicadas vacilaciones, se verifica
su completa ósmosis, que es la quijotización de Sancho y la
sanchificación o sanchpancización de Don Quijote.
Como se ve, Don Quijote y Sancho son personajes vivos, que
evolucionan y se enriquecen a lo largo de la novela, de modo que el
Caballero llega a ser más realista y Sancho más idealista. Así se
explica que, cuando Don Quijote está en el lecho de muerte, una vez
recuperado su juicio, Sancho le anima con tales razones:
“Yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea; que
sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y
mientras se gana algo no se pierde nada”.
136
XV. QUEVEDO Y SU OBRA;
LA MORAL Y LA SÁTIRA; LOS SUEÑOS Y EL BUSCÓN;
EL CONCEPTISMO EN LA LÍRICA
140
¡Que sin poder saber cómo y adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue, mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto”.
141
“Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joséf!, docta la imprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo119 cuenta
que en la lección y estudios nos mejora”.
142
Ya sumergirse miro mis mejillas
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada”.
143
Al dinero: “Madre, yo al oro me humillo;
(poema con gran él es mi amante y mi amado,
éxito musicaliza- pues, de puro enamorado,
do en nuestros de contino anda amarillo;
días) que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero”.
146
Aunque comparte muchos rasgos con el Lazarillo, una serie
de características diferencian las dos obras: Pablos profundiza más en
los ambientes marginales que Lázaro; el protagonista del Buscón no
tiene una evolución psicológica, a diferencia de Lázaro; la intención
de Pablos no es, como en el Lazarillo, hacer el relato de su biografía,
para justificar su pésima situación final; Quevedo no pretende hacer
crítica social. No existe, como en el Lazarillo, la intención de crear un
personaje verosímil, con voz propia, que dé una visión del mundo
desde sus experiencias.
El valor de la novela reside en el ingenio creativo de su autor
y en la prodigiosa utilización del lenguaje.Pues, aunque haya en la
obra una intención social, es verdad que no siempre coherente y clara,
su valor reside esencialmente en la palabra. Pese a que, a veces, la voz
del personaje se deja oír, lo normal es que se identifiquen autor y
narrador y sea la voz literaria de Quevedo la que domine, como ocurre
en este ejemplo:
147
Quevedo utiliza metáforas a la manera cultista (“relámpagos
de risas carmesíes”), pero prefiere, en general, otras fórmulas más
económicas para provocar conceptos. Si en prosa tiende a decir mucho
con pocas palabras, en poesía es ése el recurso habitual. De ahí que
prefiere recursos como:
1. la metáfora, que tiende a la personificación o a la cosificación:
“En los claustros del alma, la herida yace callada”.
2. los juegos de palabras, por paranomasias: “Una incrédula de
años / de las que esconde el fue en lugar de incrédula de la fe”.
3. la polisemia: “largo sólo en el talle”, donde largo tiene doble
significado: “largo” y “generoso”.
La originalidad del estilo quevediano no radica en el uso en sí
de tales recursos, sino en la novedad de las relaciones conceptuales, en
la agudeza verbal.
El conceptismo en la lírica. Además de todas las
características del conceptismo, que hemos destacado al analizar la
obra de Quevedo, cabe resaltar también otras características del
mismo: la vertiente patriótico-moral, en la que surge la desilusión
barroca del paso por la vida y el triste destino de España; la vertiente
satírica y jocosa, fustigando los peligros de la ciudad, las costumbres
femeninas, la ambición de poder, etc., que aparece en romances
escritos en jerga de germanía, voluntariamente grotescos, y en la jerga
amorosa, continuando el modelo petrarquista, con singular delicadeza
y ternura.
148
XVI. GÓNGORA Y SU OBRA; LA ESCUELA
DE GÓNGORA Y LA LÍRICA ANDALUZA
“Ándeme yo caliente
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente”.
151
Un estilo poético propio: el gongorismo. El personalísimo
estilo de Góngora da nombre a una tendencia literaria: el gongorismo.
Góngora se sirve de toda clase de recursos con el fin de transformar y
embellecer la realidad. Su poesía es muy elaborada y abundan en ella
los cultismos, las metáforas, las imágenes coloristas y el hipérbaton.
Característicos también de Góngora son el colorismo que imprime a
sus versos, y, sobre todo, la pureza y perfección de sus colores, que no
son simplemente amarillo, rojo, azul, sino oro, púrpura, zafiro, como
podemos comprobar en estos versos:
156
Se casa dos veces: con Isabel de Urbina (Belisa), con la que
contrae matrimonio por poderes tras haberla raptado antes de salir
desterrado de Madrid; y con Juana de Guardo, en 1598. Aparte de esos
dos matrimonios, su vida amorosa es muy intensa, ya que mantiene
relaciones con numerosas mujeres, incluso después de ordenarse
sacerdote.
Su obra y su vida presentan una gran trabazón, y ambas son de
una exuberancia fuera de lo común. Pues escribe como vive y acerca
de lo que vive. Como otros escritores de su tiempo, cultiva todos los
géneros literarios.
La época. Lope vive en un momento literario muy favorable.
La lengua poética está enriquecida con las aportaciones de Fernando
de Herrera, que abren el camino a la compleja poesía gongorina; el
romance presenta numerosas posibilidades de difundir temas nuevos,
como los pastoriles y moriscos; la épica es el género más apreciado;
en narrativa hay una amplia gama de modelos, como la novela
picaresca, la bizantina o de aventuras, la pastoril o la novela corta; y el
teatro comienza a adquirir una función social inusitada, gracias a la
aparición de los corrales de comedias.
Lope aborda la práctica totalidad de los géneros literarios de
su tiempo. Desde la épica, que tanto admira, hasta el género epistolar.
En todos es realmente excepcional y, además, prodigioso, de manera
especial en el dramático.
El poeta lírico. Es Lope, desde muy joven, famosísimo poeta.
Su lírica hace uso de todas las formas posibles; le atraen por igual la
lírica popular y la culterana de Góngora, aunque, en general, defiende
el “verso claro”. Por un lado están los poemas extensos y unitarios, de
tono narrativo y asunto a menudo épico o mitológico, como, por
ejemplo: La Dragontea (1598); La hermosura de Angélica (1602),
inspirado en el Orlando de Ariosto; Jerusalén conquistada (1609),
basada en Tasso; La Andrómeda (1621); La Circe (1624). De temática
religiosa son El Isidro (1599) y los Soliloquios amorosos (1626). La
Gatomaquia (1634) es una parodia épica.
En cuanto a los poemas breves, su lírica (numerosos poemas,
en su mayoría sonetos amorosos, sacros o burlescos) usa de todos los
metros y géneros. Se encuentra recogida en las Rimas (1602), Rimas
sacras (1614), Romancero espiritual (1619), Triunfos divinos con
157
otras rimas sacras (1625), Rimas humanas y divinas del licenciado
Tomé de Burguillos (1634) y la Vega del Parnaso (1637).
Su altísima calidad poética hace posible que su teatro, escrito
en variedad de estrofas, alcance cimas líricas poco frecuentes. En sus
comedias, junto a pasajes muy cultos, se hallan numerosos poemas
imitando al Romacero viejo. Esa atracción por los géneros populares
se manifiesta sobre todo en el uso muy frecuente de cancioncillas127
tradicionales. A veces es imposible determinar si ésas son textos
tradicionales o recreaciones del propio autor.
Los romances, en general autobiográficos, circularon cantados
o en antologías poéticas. Con Góngora, Lope eleva la categoría
literaria del género, al insertar en él la lengua poética del endecasílabo.
Aquí viene este ejemplo, de un romance temprano en que puede
observarse cómo se convierte, salvo en el ritmo, en un poema culto:
158
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor, quien lo probó lo sabe”.
“Asomábase ya la primavera
por un balcón de rosas y alhelíes,
y Flora con dorados borceguíes130
alegraba risueña la ribera;
tiestos de Talavera
prevenía el verano,
cuando Marramaquiz, gato romano,
aviso tuvo cierto de Maulero,
un gato de la Mancha, su escudero,
que al sol salía Zapaquilda hermosa,
cual suele amanecer purpúrea rosa
entre las hojas de la verde cama
rubí tan vivo, que parece llama;
y que con una dulce cantilena
en el arte mayor de Juan de Mena,
enamoraba el viento”.
161
magnífico vida y literatura, Lope rememora aquí sus amores juveniles
con Elena Osorio, bajo los seudónimos de Fernando y Dorotea.
El estilo. Lope defiende siempre una lengua literaria que se
ajuste a los temas y géneros, según sean pasajes épicos, líricos o
dramáticos; eso es, una lengua conforme a la teoría de los estilos
(sublime, medio o bajo), aunque en el teatro, según los personajes y la
situación, se utilizan todos.
En sus polémicas con los culteranos (Góngora decía de él que
era “con razón Vega por lo siempre llano”), ataca desde una estética
más renacentista la oscuridad motivada por la acumulación de
metáforas, cultismos y construcciones latinizantes. La claridad que
defiende Lope es, sin embargo, de raíces cultas tanto en la lengua
como en el sutil uso de los “conceptos”.
162
XVIII. LOPE DE VEGA - AUTOR DRAMÁTICO; LA TRADICIÓN
DRAMÁTICA; ARTE NUEVO DE HACER COMEDIAS
Y LA CREACIÓN DE LA COMEDIA NACIONAL;
TRAGICOMEDIAS Y COMEDIAS; LOS PERSONAJES
DEL TEATRO LOPESCO; EL DONAIRE;
ALGUNAS OBRAS DRAMÁTICAS
165
3. Unidades. Lope rechaza la unidad de tiempo y de lugar (las
obras no se atienen al precepto de un espacio único y de un solo día,
sino transcurren en diversos lugares y pueden abarcar años). Señala,
no obstante, que ha de mantenerse la unidad de acción, aunque él
mismo no siempre sigue ese precepto y a veces recoge acciones
distintas en una misma obra. Puede no respetarse la unidad de tiempo,
explica, si bien se recomienda que la acción abarque el menor tiempo
posible. Puede, igualmente, no ser respetada la unidad de lugar,
aunque también con ciertos procedimientos que disimulen o atenúen
su ruptura. En efecto, de las tres unidades (acción, tiempo y lugar),
Lope sólo aconseja respetar la unidad de acción, a fin de mantener la
verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo en las obras
históricas, donde se comprende el absurdo de su observación;
4. Temario. Se ha de mezclar temas trágicos y cómicos en las
obras, como sucede en la realidad. Aconseja, por tanto, la mezcla de lo
trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de La Celestina); de
ahí resulta la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro
y, en general, en todas las obras del Siglo de Oro. Por otra parte, no
importa que aparezcan reyes en la comedia y, por tanto, se pueden
mezclar no sólo temas, sino también personajes trágicos y cómicos;
5. Fuentes de inspiración. Se ha de mezclar también elementos
cultos (temas históricos, mitológicos, etc.) y populares (leyendas,
canciones, romances, etc.);
6. Gusto. Se admite, o concede, que los clásicos siguen mejor las
reglas de composición dramática, pero cada época es distinta y los
gustos del público varían, tanto más, si tenemos presente el abigarrado
público que asiste a los corrales;
7. Métrica. Existe variedad de versos y de estrofas en una misma
obra. Lope regulariza el uso de las estrofas de acuerdo con las
situaciones y acude al acervo tradicional español, para extraer de él
sus argumentos (crónicas, romances, cancioncillas, etc.). La métrica
ha de ajustarse a las situaciones, lo que permite utilizar la tradición
poética anterior que ya había prefijado los géneros o subgéneros de las
estrofas:
166
“Las décimas135 son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
aunque en octavas lucen por extremo.
Son los tercetos para cosas graves
y, para las de amor, las redondillas”.
168
- de hasta el s. XII: Las mocedades de Bernardo el Carpio, El
casamiento en la muerte, El conde Ferrán González, El bastardo
Mudarra.
- de los s. XII - XVI: El Caballero de Olmedo, Fuente
Ovejuna, El duque de Viseo.
- de los siglos XVI y XVII: La serrana de Vera (que precede
el admirable drama de Vélez de Guevara), El alcalde de Zalamea
(Fuente del homónimo drama de Calderón), El Marqués de las
Navas136.
El honor y la honra en el teatro lopesco. Entre todas las
obras de Lope destacan precisamente, al lado de las comedias de
costumbres, los dramas de honor / honra. Los dos conceptos no se
refieren a dones personales de uno, sino arraigan en la fama o la
reputación de una persona entre los demás, o en lo que de ella afirman
otros. Lope lo define claramente, señalando que la honra reside en el
otro y que por ello no se defiende con hechos, sino con la actitud
frente a los que pueden difamarle a uno o revelar hechos personales o
familiales deshonorantes.
La vergüenza puede ser oculta, callada o lavada con la muerte,
pues un hecho desconocido o ignorado no deshonra, y la infamia se
esfuma a la vez con la muerte del difamador, nos lo advierte Lope. Por
otra parte, la honra no es sólo privilegio de la nobleza, sino también de
la gente común. Y los nobles deshonran a veces a los campesinos y
villanos quienes defienden su honra con amor y valor.
En los dramas de honor, el principal tema es el honor,
entendido como la dignidad del individuo, por cuya defensa puede
llegar a morir. Junto a ése, el tema más frecuente es el de la honra,
que significa la consideración, el respeto que la sociedad le debe al
individuo. Son ejemplos de este tipo de dramas: Fuenteovejunta,
Peribáñez y el comendador de Ocaña, El caballero de Olmedo y El
mejor alcalde, el rey. En ésos se ensalza el papel del rey como
garantía de la restauración del orden social: así pues, sirven como
vehículo de propaganda del modelo de Estado del s. XVII, la
monarquía absoluta.
Los personajes del teatro lopesco. En las obras de Lope,
siempre aparece una serie de personajes fácilmente reconocibles por el
público, debido a que responden siempre a los mismos esquemas:
169
El rey otorga el castigo o el perdón y restaura el orden social,
eso es, administra la justicia final, restituye el honor, etc.;
El caballero recupera el honor familial en caso de pérdida;
El galán y la dama son las figuras clave y sus rasgos son
siempre positivos: valor, audacia, noble linaje, idealismo, en el
caballero, que reúne todas las virtudes y suele ser joven; belleza, linaje
aristocrático, pasión amorosa, en la damas;
El antagonista es inferior al galán;
El gracioso o donaire, criado de uno de los personajes
anteriores, normalmente confidente y gracioso, utiliza un lenguaje
llano y a veces vulgar, y suele ser práctico, materialista y cobarde.
Una de las aportaciones principales de Lope es precisamente
la creación de la figura del donaire o gracioso. Frente al ignorante u
estúpido pastor bobo del teatro anterior (que hacía reir en los pasos de
Rueda), el gracioso (villano, servidor o escudero) es ingenioso y, con
frecuencia, inventor de la traza para que el galán consiga el amor de la
dama. Es el amigo y confidente de aquél y, en la mayoría de los casos,
su contrapunto en cuanto al carácter. Si el galán vive en un mundo
artificial, idealista, el gracioso, que se burla de todo con rebosante
espíritu del humor, se mueve en la realidad cotidiana y se preocupa
más de los placeres corporales que de los espirituales.
El padre de la dama (la madre apenas aparece) es un hombre
ejemplar.
En fin, el villano es, por lo general, un labrador acomodado,
que asume las funciones propias del noble y del caballero. Es, en la
mayoría de los casos, un cristiano viejo, que tiene conciencia de su
honor y lo defiende.
Las principales obras dramáticas de Lope. Dentro de la
ingente producción dramática de Lope, hay obras que ocupan un lugar
privilegiado en la literatura española. Entre las obras que, a pesar de
algunas escenas cómicas que rompen la tensión, están cercanas en
espíritu a la tragedia clásica descuellan El caballero de Olmedo y El
castigo sin venganza. Entre las tragicomedias, hay un grupo que
presenta a labradores acomodados que, a veces, se enfrentan a un
comendador en defensa de su honra. Las más conocidas son Peribáñez
y el comendador de Ocaña y Fuenteovejuna. De entre todas las
170
comedias, sobresalen Los locos de Valencia, La dama boba, Las
bizarrías de Belisa y El perro del hortelano.
Peribáñez y el comendador de Ocaña es un drama social y de
pasión (drama humano, perfectamente posible en cualquier tiempo), lo
mismo que un maravilloso cuadro de género, en el que se dramatiza el
punto de honra. Un joven Comendador se enamora de Casilda, recién
casada con Peribáñez, campesino acomodado, la cual afirma
tajantemente su fidelidad al marido. Por su parte, ése también la
quiere:
Sombras le avisaron
que no saliese,
y le aconsejaron
que no se fuese
el caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo”.
172
Quizás uno de los rasgos más patentes del teatro de Lope de
Vega sea su amor a la vida, su optimismo, su alegría, su confianza en
el ser humano. Es, sin duda alguna, en las comedias de capa y espada
o de costumbres, donde ese mensaje se lee con más claridad: lances,
desafíos, emboscadas en la noche, tapadas que van de aquí para allá
encubiertas por un manto protector, buscando algo de la libertad que
leyes retrógradas y costumbres hechas leyes les negaban
sistemáticamente en la vida privada y social. Y, triunfante, como
fuerza invencible y todopoderosa, está el amor, que vence el
misticismo religioso, la negación teologal de la vida, el propio
Tribunal de la Inquisición.
Con su obra, Fray Lope de Vega Carpio, sacerdote y doctor en
teología, niega rotundamente con sus obras todo lo que predicaba y
ensalzaba la Iglesia, e imprime a sus comedias de capa y espada esa
frescura perenne que, resistiendo a la acción demoledora del tiempo,
hace que sus obras sean admiradas con tanto interés y emoción como
cuando salieron de su pluma.
En El perro del hortelano (que, según el viejo refrán, “ni
come ni deja comer”), la autoritaria y caprichosa condesa Diana de
Belflor, que aparece sin el adorno de las perfecciones y prendas a que
Lope nos tiene acostumbrados, sino que es muy real, se enamora de su
secretario, el vacilante Teodoro, pero ni permite que ése se case con
Marcela, a la que ama, ni se decide a casarse con é, porque Teodoro es
de inferior condición: de origen humilde, no tiene más bienes que los
de su inteligencia y honestidad.
El conflicto entre el amor y la vanidad, complicado con los
celos hacia Marcela, se resuelve satisfactoriamente con el triunfo del
amor; cierto que a ello contribuye el hecho de que el secretario resulta
ser de condición noble. Lo que comienza como un devaneo más o
menos pasajero se convierte en algo tan firme que las conveniencias y
los prejuicios sociales quedan vencidos.
En la comedia, que transcurre en Nápoles, abundan escenas de
gran mérito y belleza. Uno de los personajes de más relieve es Tristán,
criado de Teodoro, el cual, con su perspicacia e ingenio, halla la
solución: su cariño a Teodoro le lleva a engañar ingeniosamente al
marqués y al conde que quieren matar a su amo. La escena en que
Tristán se compromete ante ellos a matarle a Teodoro está llena de
encanto y frescura, pues el gracioso se ríe con salero de la credulidad
y ceguera de los dos aristócratas. Teodoro, el gracioso, es el que halla
173
la feliz solución del conflicto, sin hacer daño a nadie: en él cuaja el
ingenio del pueblo, su agudeza para resolver las situaciones de manera
natural, y está trazado con rasgos enérgicos y de una manera tan
precisa que no se le olvida fácilmente.
En esa obra, los celos de la condesa de Belflor, causa y base
de toda la acción, dan vida a toda la comedia hasta su desenlace feliz.
Junto a ellos, surgen con fuerza los prejuicios aristocráticos, que la
transforman a Diana en “el perro del hortelano”. Diana es una mujer a
la que Lope, contra su costumbre, muestra con menos rasgos
positivos: es orgullosa, por su origen noble; miente, finge, está
dispuesta incluso a matarle a Tristán, criado de Teodoro. Pero se gana
nuestra simpatía precisamente con su lucha por la felicidad y con su
rebeldía ante los prejuicios de casta.
La moza de cántaro es una comedia tanto de costumbres
como de capa y espada, pero muy distinta, por su corte, estilo y
argumento, de El perro del hortelano. Una dama de gran belleza y
arrebatos varoniles, doña María de Guzmán, da muerte al caballero
andaluz Don Diego, que había abofetado a su padre. Para escapar de la
justicia, huye a Madrid, donde sirve como moza de cántaro, hasta que
sus parientes le obtienen el perdón. Casa entonces con un conde, que,
sin conocer su condición social, la había preferido a una dama de
noble alcurnia.
En torno a María se mueven varios personajes, surgen lances,
equívocos y situaciones muy entretenidas. La acción no transcurre en
palacios, como la anterior, sino fundamentalmente en un ambiente
popular, lo que da lugar a escenas costumbristas en las que se habla de
vestimenta, adornos, dulces, se entonan canciones y se bailan danzas,
y ello que crea un colorido sorprendente por su frescura.
Pero La moza de cántaro se diferencia notablemente del Perro
del hortelano por motivos de más fundamento. En ella, la cuestión
central es el honor, en cuya defensa se lanza no un hombre, como era
la costumbre, sino una mujer. El carácter de doña María de Guzmán
difiere de manera profunda del de Diana: es rectilínea, no permite que
se cometa ante ella ninguna indignidad, reconoce las diferencias de
clase, comprende, y con su ejemplo lo afirma, que una mujer, aunque
hermosa y rica, puede encontrar solución en la vida, a base no de un
casamiento ventajoso entre iguales, sino en el trabajo propio, aun el
que en su época se consideraba más bajo, el de criada. Es, por su
época, un personaje sorprendente.
174
XIX. LA ESCUELA LOPISTA: EL GRUPO VALENCIANO -
GUILLÉN DE CASTRO Y BELLVIS; EL GRUPO MADRILEÑO -
PÉREZ DE MONTALBÁN;
RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA; EL GRUPO ANDALUZ -
MIRA DE AMESCUA; VÉLEZ DE GUEVARA
176
graduado a lo largo de la segunda y tercera jornada, hasta acabar con
el triunfo del amor y la boda de Jimena con Rodrigo.
La obra tiene todos los dones de la dramática nacional en la
época: la índole del héroe, el hálito de poesía tradicional que la
atraviesa, el ritmo de la acción, el épico redoblar de los versos, la
calidad de los sentimientos, que vacilan entre venganza y honra,
mientras que el conflicto amoroso alcanza una realidad humana de
valor universal, por la hondura y la verdad de sus pasiones. Y es en
ella que se inspira Le Cid de Tomás Corneille, el cual condensa su
pieza en torno al moral conflicto clásicista y dramático entre el amor
y el deber.
El grupo madrileño. Juan Pérez de Montalbán (Madrid,
1602-1638) pertenece a la familia de conversos del librero Alonso
Pérez y es doctor en teología por Alcalá, sacerdote en 1625 y notario
de la Inquisición.
Discípulo y amigo de Lope de Vega, compila la antología de
elogios fúnebres dedicados al Fénix (Fama póstuma, 1636). Se le
atribuye el poema épico Orfeo en lengua castellana (1624), réplica a
la obra de Jáuregui sobre el mismo tema. Es autor de las novelas
breves Sucesos y prodigios de amor (1624) y de la obra miscelánea
Para todos (1632). De su producción dramática, se conservan más de
medio centenar de comedias, en las que es patente el influjo de Lope
de Vega (El mariscal de Virón, Los amantes de Teruel y La monja
alférez).
Es el discípulo predilecto de Lope y editor de muchas de sus
obras. Su producción dramática, que alcanza un substancial centenar
de obras, no ha sido lo suficientemente estudiada, pero los artificios de
sus comedias – señala Mesonero Romanos – “son muy ingeniosos y
están complicados y desenvueltos con gran destreza; los caracteres,
especialmente el de los galanes, nobles, pundonorosos y simpáticos;
en el de los dramas, se inclina más bien a la desenvoltura de Tirso
que a la elevación y la ternura de las de Lope; su estilo es, por lo
regular, fuerte, sentencioso, epigramático y lleno de corrección y de
chiste cómico ...” 138.
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (México, 1581-Madrid,
1639) es, aunque despreciado por sus contemporáneos, uno de los más
agudos autores dramáticos españoles del s. XVII. En 1614, se instala
177
en Madrid, donde sufre las burlas de Lope, Quevedo y Tirso. Es
relator del Consejo de Indias. En comparación con la inmensa
producción de sus contemporáneos, su obra es escasa: dos volúmenes
que contienen 20 comedias (Madrid, 1628, y Barcelona, 1634).
Entre sus obras, destacan las comedias en que imita a Lope o a
Tirso (El desdichado en fingir), las comedias de enredo (Los empeños
de un engaño), heroicas (Ganar amigos), de tipo dramático (El
Anticristo, 1623) y las de carácter o de problemas éticos: La verdad
sospechosa que le inspita a Corneille su obra Le Menteur; Las paredes
oyen; La prueba de las promesas; Mudarse por mejorarse.
Las paredes oyen pertenece al grupo de las más típicas
comedias alarconianas de carácter, y satiriza la maledicencia. Don
Mendo, noble acaudalado y apuesto, tiene ese feo vicio y, por su
culpa, pierde a la mujer que ama a manos de su rival, don Juan,
hombre pobre y de escasos atractivos físicos, pero de grandes prendas
morales. La maledicencia de don Mendo no parece tan grave, y la que
lanza contra su propia amada, doña Ana, más bien es prueba de amor,
porque desea desviar de ella la atención de un duque mujeriego, a
quien considera su peligroso rival.
Mudarse para mejorarse es una deliciosa comedia, de enredo
y de costumbres a la vez, del más puro sabor. Un galán de Corte
abandona a su amada, viuda de muy buen ver, cuando se le presenta
una sobrina joven. Pero ésa le deja a su vez, al encontrar un mejor
pretendiente. Tras una complicada sucesión de divertidas situaciones,
la comedia acaba bien, para la moral alarconiana, puesto que el
pretendiente aprovechado no queda corrido y solo, como debiera, sino
puede volver a su primera enamorada.
Pero muchos críticos consideran que su obra maestra es el
drama El tejedor de Segovia. La habilidad y el tino, la medida y la
ponderación, lo mismo que la sabia madurez de experiencia y doctrina
con que logra el poeta barajar elementos caprichosos y recursos
convencionales, para lograr conjuntos armónicos de tanta belleza y
humanidad es, en efecto, el secreto del arte alarconiano.
El grupo andaluz se caracteriza por la profusión de las
metáforas, la tendencia colorista, el gusto por lo enfático y
ornamental.
178
Antonio Mira de Amescua (Guadix, 1574-1644) es capellán
de la capilla de los Reyes Católicos y arcediano de Guádix. Descuella
en el género dramático con cerca de un centenar de obras de carácter
vario: autos sacramentales y comedias bíblicas, de santos, de historia
extranjera y nacional, de intriga y de costumbres. Destacan en su
producción El esclavo del demonio, obra basada en la leyenda
hagiográfica de fray Gil de Santarem, El conde Alarcos, La
desdichada Raquel y No hay burlas con las mujeres.
Amescua enriquece la comedia de intriga y de costumbres con
afortunadas producciones, fruto de brillantes momentos de
sorprendente inventiva a veces. Habilísimo para la invención de
peripecias dramáticas, acierta al mismo tiempo con profundos rasgos
psicológicos y gusta de intercalar enseñanzas morales y políticas con
fines ejemplares.
Luis Vélez de Guevara (Écija, 1579-Madrid, 1644) es un
autor prolífico de comedias, en las que sigue el ejemplo de Lope de
Vega. Con su estilo satírico y barroco, es recordado sobre todo por su
única obra en prosa, El diablo cojuelo.
De su abundante obra dramática (unas 400 comedias) nos ha
llegado sólo un centenar, entre las que destacan los dramas históricos
(La serrana de la Vera, 1603, El diablo está en Cantillana, 1622,
Reinar después de morir, 1652, Más pesa el rey que la sangre, A lo
que obliga el rey) y religiosos (La Magdalena, La hermosura de
Raquel), sus autos sacramentales (La abadesa del cielo, El nacimiento
de Cristo, La mesa redonda) y algunos entremeses (La burla más
sazonada). Asimismo colabora en numerosas obras teatrales: con
Rojas Zorrilla (El pleito que hubo el diablo con el cura de
Madrilejos), con Rojas y Coello (La Baltasara), y con Calderón y
Cáncer (Enfermar con remedio).
Poco antes de morir (1641), publica El diablo cojuelo, novela
picaresca. tardía no sólo en su producción, sino también en la historia
del género, para no decir que el género estaba ya en trance de
agotamiento. Esa novela tiene un estilo algo inseguro: metido a
prosista, Vélez de Guevara bebe en el conceptismo más inequívoco y
toma a Quevedo como maestro, aunque no con gran éxito.
Al huir de la justicia por los tejados, un estudiante, Cleofás
Leandro Pérez Zambullo, “hidalgo a cuatro vientos, caballero
179
huracán y encrucijada de apellidos”, penetra en la buhardilla de un
astrólogo, que le tiene encantado en una redoma al “diablo cojuelo”
(un pícaro sin dimensión humana, sin calor, ni dolor).
Cleofás le desencanta y ése, en pago, le muestra lugares y
gentes de Madrid, “esa arca del mundo, que la del Diluvio,
comparada con ella, fue de capas y gorras”. Lo lleva a lo alto de la
torre de El Salvador, y desde allí, “levantando a los techos de los
edficios, por arte diabólico, lo hojaldrado, se descubrió la carne del
pastelón de Madrid como entonces estaba, patentamente”.
El diablo sorprende a las gentes de la Corte en su salsa natural
y con ello la novela descubre su intención satírica más pronunciada
aun que su carácter picaresco. Al final de su novela, Vélez traza una
quevediana sátira contra los culteranos, citando en concreto Las
Soledades de Góngora.
Aunque no cuenta con un pícaro de verdad, esa novela “à
tiroirs” nos ofrece, al modo típicamente picaresco, la oportunidad de
ver el mundo y a sus habitantes de abajo arriba o del reverso. El
“cojuelo” no es un Lázaro, sino una máquina que lanza a Cleofás por
los aires a cumplir el recorrido propuesto.
La mayoría de los episodios, de mucha gracia, bastante
acertados (sobre todo unos que hablan de nobles y gentes ilustres,
cuya grandeza enumera y satiriza), se suceden a un ritmo vertiginoso,
y los cuadros seducen y entretienen por su agudeza y colorido. Pese a
los defectos inherentes de su primer intento en la novela en prosa y a
sus desigualdades, el estilo de Vélez de Guevara ofrece muchos
aspectos de interés, y la novela cuenta con méritos bastantes para
explicar la difusión y la estima de que ha venido gozando, puede ser
que también gracias a que el “cojuelo” pertenece al folclore y
descuella por sus dichos y refranes, en hechicería y conjuros más o
menos serios.
180
XX. EL TEATRO EN EL BARROCO;
TIRSO DE MOLINA Y SU OBRA;
LA LEYENDA DE DON JUAN; OTRAS OBRAS DE TIRSO
181
psicológica de sus personajes, en especial femeninos, cuya variedad y
matización es poco usual en el teatro español de la época.
Pocos datos se conocen respecto a su vida140. Pero sí es un
autor muy fecundo. Dejó unas 300 comedias, que se imprimieron en
cinco partes en Sevilla, 1627; Madrid, 1635; Tortosa, 1634; Madrid,
1635 y Madrid, 1636.
Como dramaturgo religioso, escribe varios autos
sacramentales (El colmenero divino, No le arriendo la ganancia, El
laberinto de Creta), comedias bíblicas (La mujer que manda en casa,
sobre la historia de Acab y Jezabel; La mejor espigadera, sobre Ruth;
La vida y muerte de Herodes; La venganza de Tamar) y comedias
hagiográficas (La trilogía de La Santa Juana, La ninfa del cielo, La
dama del Olivar).
Extrae de las historias y leyendas nacionales argumentos de
numerosas comedias: la trilogía de los Pizarro (Todo es dar en una
cosa, Amazonas en las Indias y La lealtad contra la envidia); la
historia de Martín Peláez (El cobarde más valiente), o la de María de
Molina (La prudencia en la mujer).
Entre las comedias de carácter destacan Marta la piadosa y El
vergonzoso en el palacio. Al grupo de comedias de intriga pertenecen
La villana de Vallecas, Desde Toledo a Madrid, Por el sótano y el
torno y Don Gil de las calzas verdes.
Se le atribuye, aunque no se incluye en las Partes de sus
comedias, dos obras de contenido filosófico de gran importancia: El
burlador de Sevilla y convidado de piedra y El condenado por
desconfiado.
Su obra en prosa incluye una Historia de la orden de la
Merced y dos obras misceláneas: Cigarrales de Toledo (1621) y
Deleitar aprovechando (1635).
La leyenda de don Juan. La capacidad creadora de
caracteres es uno de sus méritos más altos de Tirso de Molina y se
manifiesta sobre todo en El Burlador de Sevilla y convidado de
piedra, del que Blanca de los Ríos 141 afirma que “en grandeza y
universalidad excede a los gigantes de Shakespeare, en interés
humano y en intensidad dramática supera a Fausto y en virtud
prolífica a don Quijote”. Aunque su producción es muy extensa, Tirso
debe su popularidad precisamente a la creación de don Juan, personaje
182
de universalidad y perennidad inagotable, pues dramatiza el destino de
ese personaje que encontró en las leyendas, infundiéndole una
significación general casi mítica.
Don Juan Tenorio, hijo de noble familia sevillana, es un
burlador fatuo y despiadado, que busca a la mujer para la satisfacción
egoísta de su goce, y escapa a todo:
184
Por otra parte, escritores españoles como Unamuno, Pérez de
Ayala y Gregorio Marañón han contribuido con los originales puntos
de vista que expresaron a la revisión humana del personaje.
Otras obras de Tirso. Menéndez y Pelayo 144 muestra su
admiración por Tirso, llamándole “maestro consumado de la lengua
y del ritmo, originalísimo artífice de la disección, poeta sentido de la
realidad” y destaca las cualidades que descuellan sobre todo en
algunas de las más conocidas obras suyas:“su alegría franca y
sincera, su buena salud intelectual, aquella intuición suya tan cómica
y al mismo tiempo tan poética del mundo, la graciosa frescura de su
musa villanesca, su picante ingenuidad, su inagotable malicia tan
candorosa y optimista en el fondo”.
El condenado por desconfiado, escrito probablemente antes
que El Burlador, plantea desde la orilla opuesta el mismo problema: la
posición del hombre frente a Dios en el asunto de la salvación eterna.
Paulo, su protagonista, desconfí de la misericordia divina y
ofensivamente exige pruebas, no menos temerarias, de su salvación.
Después de vivir diez años como ermitaño, Paulo desea conocer si
todos sus sacrificios no serán inútiles, y ruega a Dios que le revele su
destino final:
187
XXI. CALDERÓN DE LA BARCA Y SU OBRA; UN TEATRO DE
IDEAS; LOS AUTOS SACRAMENTALES – EL GRAN TEATRO
DEL MUNDO;
LAS COMEDIAS; LOS DRAMAS; UN ESTILO SOLEMNE
189
“Yo, bien pudiera enmendar
los yerros que viendo estoy;
pero por eso les di
albedrío superior
a las pasiones humanas,
por no quitarles la acción
de merecer con sus obras;
y así dejo a todos hoy
hacer libres sus papeles”.
En cuanto a las comedias, Calderón escribe numerosas obras de
enredo, al estilo de Lope de Vega, dirigidas al nutridoo público que
acudía a los corrales de comedias. Cuando empieza a escribir
comedias, se ve no obstante obligado a moverse en el mar de la
creación lopesca. Pero Lope y sus continuadores habían agotado los
temas. Por tanto, el problema de la originalidad no le debe de
preocupar mucho al joven Calderón, que se inspira en las más diversas
fuentes nacionales o extranjeras: crónicas, comedias de autores
consagrados, novelas italianas (Bandello), etc. Sin que su creación sea
tan extensa como la de Lope, la diversidad de los temas es muy
grande, lo que ha dado lugar a que sus piezas sean clasificadas en:
1. Obras de capa y espada, en las que se pueden notar dos grupos:
a. comedias de costumbres, cuya acción transcurre en
Madrid (La dama duende, No hay cosa como el callar, El maestro de
danzar, Cada uno para sí).
b. comedias cortesanas, en las que la acción tiene lugar
fuera de España, en: Países Bajos, Francia, Italia, Viena, etc. (Lances
de amor y fortuna, La señora y la criada, Amigo, amante y leal).
2. Obras ejemplares, que desarrollan episodios de los que se
pueden extraer consecuencias morales (Amor, honor y poder; Mujer,
llora y vencerás).
3. Obras novelescas, cuyo argumento arraiga en la fantasía
caballeresca, inspiradas en los libros de aventuras y en los grandes
poemas épico-irónicos del Renacimiento italiano, los de Orlando,
sobre todo (La puente de Mantilbe, El conde Lucanor, El jardín de
Falerina).
Todas esas comedias contemplan entretener al espectador con
un continuo suceder de acciones que desembocan en un final feliz.
Entre ellas, destacan La dama duende y Casa con dos puertas, mala es
de guardar, con las que Calderón alcanza la plenitud de su estilo.
190
Ellas recogen preferentemente costumbres de lo que podría llamarse la
clase media. Sus protagonistas son nobles, pero no muy elevados.
Como comedias de capa y espada, gozan de la presencia de mujeres
embozadas, el equívoco del incesto, la desobediencia contra el padre y
la ausencia de la madre.
Más representativos de la dramaturgia de Calderón son sus
dramas, de un valor poético nunca alcanzado por Lope de Vega. En
ellos se recogen las preocupaciones de la época barroca: la fugacidad
de la vida, la muerte, el más allá, el honor, la inconsistencia de los
bienes materiales, etc. Entre ellos destacan El alcalde de Zalamea,
sobre el tema del honor, y La vida es sueño.
El alcalde de Zalamea es un “drama trágico” (precedido por
otro, del mismo asunto, que escribió Lope de Vega), de inmensa
popularidad, con el cual alcanza Calderón la cumbre de su obra
dramática, al lado de La vida es sueño.
Camino de Portugal, estando unos militares españoles de paso
por Zalamea, el capitán don Álvaro de Ataide fuerza a una doncella,
Isabel, hija del alcalde Pedro Crespo, y la abandona luego en el
campo. Pedro hace prender al burlador y le ruega primero que repare
la ofensa; pero, al negarse aquél, lo hace ajusticiar. Don Lope de
Figueroa, jefe de las tropas, protesta airado por lo que juzga ser una
violación del fuero militar, pero el Rey Felipe II, que va también
camino del reino vecino, se presenta en el pueblo y aprueba lo hecho
por Pedro Crespo.
En la obra, lo específicamente calderoniano no reside en la
creación de caracteres, sino en la fórmula típica. Los caracteres del
alcalde Pedro Crespo y de su hija Isabel tienen una gran fuerza
dramática, y la estructura y forma poética de la obra tienden a la
perfección. Pedro Crespo es un hombre concreto, cuyas acciones y
palabras son intransferibles, y para muchos su realidad humana es
superior a la simbólica universalidad de Segismundo (La vida es
sueño). Escena a escena, la natural humanidad del alcalde, sabiamente
elaborada, va ganando en simpatía, dignidad, humor y también dolor.
Por ello, la obra es un verdadero drama.
La vida es sueño, la obra más conocida de Calderón, es un
drama filosófico y poético-simbólico, que plantea los temas de las
falsas apariencias y del libre albedrío, de excepcional audacia
filosófica y política. La obra supone el triunfo de la libertad del
191
individuo que, pese a lo engañoso de la realidad, es capaz de gobernar
sus acciones por medio de la razón.
Segismundo, príncipe de Polonia, se halla desde niño
encerrado en un castillo, con la única compañía de su ayo, debido a
que, en el momento de su nacimiento, un oráculo había vaticinado que
humillaría a su padre, el Rey Basilio, y arruinaría el país. Para
evitarlo, Basilio ordena encarcelar a su hijo en un lugar apartado,
donde ése, ignorante de su procedencia, vive casi como una fiera.
Pasados los años, para comprobar si Segismundo es digno del trono, el
rey ordena que le suministren un narcótico y le lleven al suntuoso
palacio. El príncipe despierta de su letargo y, ante lo imprevisto de la
situación, reacciona con la vaticinada violencia y crueldad, por lo que
es devuelto a su prisión. El pueblo, conocedor del hecho, se subleva y
libera a Segismundo, por considerarle el heredero legítimo del trono.
Ése se enfrenta con su padre y le vence; pero esa vez, aprendiendo de
la experiencia pasada, se comporta justa y generosamente con él.
Cabe mencionar que los personajes mejor realizados del teatro
de Calderón, entre ellos Segismundo, no se vierten al exterior, no se
realizan en gestos románticos. Todo lo contrario, se definen, mirando
al interior de sí mismos, anhelando desesperadamente a conocerse a sí
mismos, y precisamente en ello arraiga toda su fuerza dramática.
Según confiesa Segismundo:
192
XXII. LA ESCUELA DE CALDERÓN: ROJAS ZORILLA;
MORETO Y CABAÑA; QUIÑONES DE BENAVENTE
196
Su estilo es cincelado, cuidado, fino y conciso, rico en
imágenes, tropos y antítesis muy logradas. Por su perfección, Gracián
es, al lado de Góngora y Quevedo, un importante representante del
Barroco español.
La estética del buen gusto. “Gracián, señala Azorín150, vive
en la biblioteca, entre libros y antigüedades, seguro, placentero”.
Pero es uno de los menos conocidos escritores españoles y, apenas a
mediados del s. XIX, una serie de escritores y eruditos, entre ellos
Azorín, Unamuno, Américo Castro, Alfonso Reyes, Alfred Morel-
Fatio 151 , Farinelli y Croce, contrarrestan la miopía crítica general,
rehabilitando y valorando debidamente la personalidad del jesuita.
Por la Agudeza, una de sus más interesantes obras, que versa
sobre la teoría literaria y la estética general, la creación de Baltasar
Gracián es una de las páginas más originales del pensamiento barroco
español: Agudeza y arte de Ingenio es la teoría literaria y estética del
culteranismo y el conceptismo, eso es, del propio Barroco. En ella,
Gracián pone ejemplos de escritores y poetas de los s. XVI y XVII y
analiza sus obras, dándole a su investigación el valor de una
exposición general de lo que son ellos para la historia del pensamiento
y la literatura de aquella época. Como buen conceptista, también en
esa obra Gracián es un prosista muy agudo e ingenioso. Su obra, llena
de juegos de palabras, es densa y concisa, de acuerdo con el lema que
pone precisamente en el libro: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Marcelino Menéndez y Pelayo califica el libro gracianesco de
retórica conceptista, tratado de preceptiva literaria y código del
“intelectualismo poético”. Y agrega152 a ello que “es obra de difícil
clasificación, que a la postre resulta una antología comentada de
primores de ingenio en que se mezclan prosa y versos cultistas o
conceptistas, desde el lejano Marcial, pasando por Juan Manuel,
hasta los autores coetáneos …”
Con ello, Gracián se nos presenta como pensador estoico y
fino observador. Su propio estilo riguroso y esmerado rebosa de
imágenes, de figuras de estilo y antítesis de una gran maestría, que
pocas veces se comprueban entre los moralistas españoles. Pero sobre
todo es fino y conciso. En su afán de condensar mucha doctrina en
pocas palabras, todo lo sacrifica a la concisión, según lo afirma en el
lema del libro o según una fórmula que pone en otro lugar: “más
197
obran quintas esencias que fárragos”. Por otra parte, el estilo del
aragonés es enérgico, apretado y jugoso y, aunque su trabajo exige una
lectura atenta y detenida, nada en él es oscuro, laberíntico, ni
ininteligible.
Agudeza aparece en versión definitiva en Huesca (1648). Su
título inicial, eso es, el de la primera versión, de 1642, había sido Arte
de ingenio. Tratado de la agudeza. Y contemplaba explicar, como él
mismo lo dijo, “todos los modos y diferencias de concetos con
exemplares escogidos de todo lo más bien dicho, assí sacro como
humano”.
Buena parte de los procedimientos literarios que se
aprovechan en la época entran en lo que, con esa denominación
amplia, se llama justamente agudeza. De ahí que no es de extrañar la
presencia en el s. XVII de especiales obras que procuran, por un lado,
analizar las agudezas, y, por otro, ordenarlas y realzarlas. Como son,
p.e., en Italia, el famoso Cannocchiale Aristotelico de Emmanuele
Tesauro y otras obras similares que destacan en lugar preponderante la
agudeza.
La mayor parte de los libros de Gracián, subraya Fernando
Lázaro Carterer153, pertenecen al estilo de la agudeza suelta: serie de
formulaciones agudas independientes una de otra, en un esquema de
acumulación sin encadenamiento. Escribe, desde luego, el propio
Gracián:
199
Agudeza, tratado técnico y peculiar retórica del ingenio, que
explica “todos los modos y diferencias de conceptos, con ejemplares
escogidos de todo lo más bien dicho, así sacro como humano”, es,
por tanto, toda una defensa del concepto como lo más esencial en el
estilo, pues ése tiene que ser, a su juicio, “agradable por ser sin
afectación, sin violencia y tan a lo natural terso, claro y corriente,
puro, igual”. Desde luego, Gracián insiste reiteradas veces en que el
concepto es para el entendimiento lo que para los ojos la hermosura y
para los oídos las consonancias: “Son las voces lo que las hojas en el
árbol y los concetos al fruto”. Por tanto, el cultismo es lo adjetivo, es
decir, la efímera hojarasca, mientras que el concepto es lo sustantivo,
eso es, el sazonado fruto.
Gracián es el prosista barroco que rinde el culto más
apasionado al concepto, a la idea. Para él, ése es un pensamiento,
artificioso y complicado, pero elaborado con templanza, tejido de la
historia, las sentencias y los decires de los sabios, los apotegmas157,
agudezas, chistes y juegos de palabras, como ése, por ejemplo: “como
yo tengo en estos ojos un par de viejas en vez de niñas, todo lo
descubro”.
El concepto encierra también los emblemas jeroglíficos,
apólogos, adagios y refranes escogidos, paradojas, enigmas y cuentos.
A su juicio, son especialmente propias del estilo conceptista las
antítesis, de las que, p.e., ésta es un botón de muestra:
200
La estética de la agudeza valora sobre todo el ingenio. Y ello
porque en el s. XVII el interés por la investigación estética se
intensifica, mientras que palabras como ingenio, gusto, imaginación y
sentimiento amplían la gama de sus significados. El propio Gracián
dice que “es la agudeza pasto del alma” y “es la sutileza alimento del
espíritu”. Por otro lado, advierte José García López 158 , “aunque
Gracián considera el “concepto” como una operación de la mente, y
la “agudeza” como su expresión verbal, por lo común utiliza
indistintamente los dos términos”.
La facultad que combina los extremos, establece las
relaciones, crea las imágenes y las figuras de estilo se llama en la
concepción barroca italiana, ingegno, eso es, en español ingenio, y su
producto concetto (esp. concepto), acutezza (esp. agudeza). Entre
talento e intelecto, ingenio llega a ser la facultad que rige la retórica,
es ingenioso y bello y, partiendo de él, los franceses definen las
palabras esprit y beaux esprits.
Uno de los más notables investigadores en la materia, Matteo
Pellegrini, define en 1650 el ingenio como aquella parte del alma que,
en cierto modo, practica, persigue y contempla encontrar y construir lo
bello y lo eficaz159. Obra del ingenio es, en su concepción, la suma de
las ideas preciosas o las preciosidades, sobre las cuales escribió en
1639 el primer tratado especial160.
Del ingenio y la preciosidad se ocupa también el ya citado
Emmanuele Tesauro en su conocidísimo Cannocchiale Aristotelico,
publicado en 1654, donde desarrolla ampliamente las preciosidades
verbales y lapidarias, simbólicas o figurativas, sensibles y animadas.
Pero de todos los tratados de esa índole, el que más celebridad
se granjea en toda Europa es la Agudeza de Gracián, que se publica
entre los tratados de Pellegrini y de Tesauro, y que da a entender que
el ingenio es una facultad propiamente dicho inventiva, artística,
genial, y genio, génie, genius son sinónimos de ingenio y esprit.
Por consiguiente, si el núcleo de la obra literaria lo constituye
para Gracián la agudeza o el concepto161, todo estriba en lograr la feliz
asociación de ideas. Gracián define así un tipo de arte en el que lo
intelectual, es decir, lo que él llama “el acierto del juicio” ha de
desempeñar el papel de primera categoría. Luego, coloca “el ingenio”
como segundo elemento, ya que siempre han de ir unidos “el acierto
201
del juicio” y “la viveza del ingenio”. Siendo, pues, esenciales, la
agudeza intelectual y el adorno literario, tampoco se puede prescindir
de la “utilidad” o “el provecho”. Esa valoración de la inteligencia,
del ingenio y del contenido moral en la obra de arte contrasta en
Gracián con su absoluto olvido del factor sentimental o emotivo. Pero
nos conduce ineludiblemente hacia la doctrina estética del buen gusto.
Cerrando el círculo, recordamos que en la época están en boga
el (buen) gusto, o sea, la facultad de dar un juicio en el campo de lo
bello, lo que difiere, en cierto sentido del juicio intelectual. El sentido
de placer o deleite, lo tiene gusto desde antiguo en Italia y España.
Encontramos en textos españoles de la época expresiones tales como
dar gusto, andar a gusto, deleitar el gusto, para darle gusto, con las
cuales se alude quizás al gusto del pueblo.
Al salir de los monasterios, los jesuitas participan de la vida
de las cortes y los salones, y perfeccionan el conocimiento del ser
humano hasta hacer de él un arte. No sorprende, por tanto, el que en el
concepto del gusto las primeras contribuciones decisivas las hacen
escritores pertenecientes a la famosa Compañía de Jesús, entre ellos
nuestro Baltasar Gracián.
Encontramos, por tanto, gusto, en el sentido de una facultad
especial o de una actitud del alma, según afirma en su Historia de la
Estética 162 Benedetto Croce, a mediados del s. XVII en la obra de
Gracián, al que el italiano Muratori le llama en 1708 “el ingenioso
español” 163 . Ya que Gracián concede a esa palabra el sentido de
“ingeniosidad práctica”, la cual sabe intuir el punto justo de las
cosas; por persona de buen gusto entiende lo que se entiende por
persona con tacto en la práctica de la vida, que según resulta de sus
escritos, daba pruebas de discreción y prudencia.
Benedetto Croce señala que el concepto de gusto, cuya
paternidad se la atribuye a Gracián, es “el más importante teorema
estético que debían descubrirlo los modernos”164. Mas, agrega165 que
“sin insistir en la correlación ya aclarada entre Gracián y la teoría
del gusto, consideramos oportuno reiterar que gusto, ingenio,
imaginación, sentimiento y otras del mismo costal eran entonces más
bien que conceptos nuevos, definidos científicamente, sólo palabras
nuevas que correspondían a vagas impresiones: eran a lo más
202
problemas, no conceptos; presentimientos de unos territorios que
estaban por conquistar …”
En fin, para el estético rumano Tudor Vianu, está claro que el
ingenio difiere, en cierto sentido, del intelecto. Pero también le parece
verdadero que ése arraiga en una verdad intelectual. Porque el gusto
es, para Gracián, el guía íntimo, la propia intuición que le ayuda al
discreto, persona de gusto, a conocer personas y circunstancias. Ahora
bien, señalaVianu, si comparamos las distintas tesis de Gracián,
observamos que el gusto designa la facultad tanto de los
conocimientos intuitivos, como del justo jucio de los méritos y
defectos de uno, pero no por la vía discursiva de la razón, sino
también por la fuerza intuitiva166.
El buen gusto es condición sine qua non de los espíritus
elevados, destacada también en el Oráculo manual: “los ingenios
claros – dice Gracián – son plausibles …”, para agregar luego: “No
consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad. Todo lo muy
bueno fue siempre poco y raro: es descrédito lo mucho”, y luego
insistir en la misma página: “En nada vulgar. No en el gusto. […]
Hartazgos de aplauso común no satisfacen a los discretos” 167.
La estética graciana del buen gusto se vincula
incuestionablemente con la meta del autor de desarrollar sabidurías
sociales y de formar un tipo de hombre ideal. Porque una de sus
obsesiones era la educación del ser humano con vistas a la persona,
cada uno de sus tratados examina diversas perfecciones, virtudes o
primores, cualidades o realces.
Sobre todo en El héroe (1637) y en El discreto 1646), que
ofrecen verdaderos modelos regeneradores, aparecen formuladas las
cualidades del hombre perfecto, completo en su individualidad: un
varón gigante, máximo, dechado de perfecciones, en un intento
regeneracionista explicable en un momento de crisis de los valores, en
que los modelos de conducta se desintegran.
Entre los primores, cualidades posibles para quien se esfuerce
en cumplir las reglas de la discreción, y los realces, virtudes que
confieren el éxito en una sociedad distinguida, que forman el hombre
de prendas, cortesano, social, cuerdo, prudente, sensato, citamos el
trato agradable, la aspiración a la excelencia, el don de mando, el
203
ingenio, la cultura, el despejo, la simpatía, la buena elección de las
actividades, la rapidez de juicio y, no en último lugar, el gusto.
Pues el discreto, luce su “genio e ingenio” en las dos
coordenadas de su ser, y en una extraordinaria tensión dictada por
tales cualidades y actitudes, tensión peculiar del Barroco, cuando el
sereno y ponderado cortesano renacentista ya no está, habiendo dejado
paso al cauteloso héroe gracianesco.
Las traducciones de las obras de Gracián han gozado de un
alto aprecio en Francia, Inglaterra e Italia. En Alemania su obra fue
conocida por Goethe y admirada por Schopenhauer, quien encontró en
sus ideas el acicate de su propio pensamiento. Es primero a través de
él que llegan a conocerle los principales estéticos rumanos. George
Călinescu lo comenta también a través del filósofo alemán: “Un
misántropo calificado es Baltasar Gracián, que con sus aforismos le
enseña al cortesano como contrarrestar las inherentes desgracias del
vivir entre los poderosos del día. Su obra le entusiasmó a
Schopenhauer y ello es comprensible. En términos de ése, la filosofía
de Gracián se traduciría así: la vida es una lucha en que sólo quien
vence tiene la palabra. Para el cortesano, la decisión se da,
fatalmente, a favor del dueño. Al cortesano le está reservada sólo una
felicidad negativa, que consiste en disminuir y eludir el mal. Esto se
obtiene por medio de la sabiduría, por la prudencia …”168.
También cabe destacar que para la historia literaria rumana,
Baltasar Gracián está lejos de ser un desconocido, y que su primera
obra existente en versión rumana tiene incluso un significado aparte.
Y ello porque en Iaşi se hizo en 1754 la primera traducción del
Criticón.
204
BREVE CRONOLOGÍA HISTÓRICA
205
1543: Copérnico formula su teoría heliocéntrica; se publican
póstumamente los poemas de Garcilaso.
1545: Comienzo del Concilio de Trento 171 – cisma de la
Iglesia.
1554 – Boda de Felipe II con María Tudor de Inglaterra. Se
publica El Lazarillo de Tormes.
1556: Reinado de Felipe II, rey de España (-1598).
1559: Paz de Cateau-Cambrésis172 – hegemonía española.
1562: Santa Teresa escribe El libro de la vida.
1575: Se inaugura el corral del Príncipe en Madrid – auge del
teatro.
1583: Fray Luis de León escribe De los nombres de Cristo.
1584: San Juan de la Cruz escribe Llama de Amor viva.
1588: Derrota de la Gran Armada o Armada Invencible: fin de
la hegemonía española173.
1598: Felipe III, rey deEspaña (-1621).
1600: Shakespeare escribe Hamlet, se inicia el gran siglo del
teatro.
1604: Paz firmada con Inglaterra.
1605: Cervantes escribe la Primera Parte del Quijote.
1609: Expulsión de los moriscos: se agrava la decadencia de
la agricultura española. Lope de Vega publica Arte nuevo de hacer
comedias: renovación del teatro español.
1613: Góngora publica Fábula de Polifemo y Galatea.
1615: Cervantes publica la segunda parte del Quijote.
1618: Comienza la Guerra de los Treinta Años: guerras de
religión, con intervención española.
1621: Felipe IV, rey de España (-1665). Se reanuda la guerra
con los Países Bajos tras la Tregua de los Doce Años.
1626: Quevedo publica Historia del buscón llamado Pablos.
1635: Calderón estrena La vida es sueño.
1640: Comienzan las rebeliones en la Península (Cataluña,
Portugal y Andalucía).
1643: Derrota española en Rocroi. Caída del valido Conde-
duque de Olivares.
206
1647: Sublevación de Sicilia y Nápoles. Hasta 1653 se
producen intensas epidemias en varias regiones españolas.
1648: Independencia de los Países Bajos. Sublevación de
Nápoles. Paz de Westfalia, fin de la Guerra de los Treinta años.
1651: Gracián publica El Criticón.
1656: Velázquez pinta Las Meninas.
1659: La Paz de los Pirineos, con la pérdida de la Cerdeña y el
Rosellón, consagra la decadencia de la monarquía hispana y la
hegemonia de Francia en Europa.
1665: Carlos II, rey de España (-1700).
1668: Independencia de Portugal.
1680: Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid.
1681: Muerte de Calderón – fin del Barroco.
1700: Muere sin descendencia Carlos II, último rey de la Casa
de Austria. Heredero suyo es nombrado Felipe V de Borbón.
207
NOTAS
1
Obvia y naturalmente, el estudio de la literatura del Siglo de Oro sigue al de
la cultura y la civilización españolas.
2
Pierre Vilar. Historia de España (Traducción por Manuel Tuñón de Lara)
Paris. Librairie Espagnole. 1971, pp. 33-56.
3
La visión teocéntrica considera que Dios es centro y medida del mundo.
4
Pierre Vilar. Historia de España (Traducción por Manuel Tuñón de Lara)
Paris. Librairie Espagnole. 1971, pp. 56-61.
5
Jesús Menéndez Peláez, coord. Historia de la literatura española. Madrid.
Ed. Everest. 1993. Aquí, tomo II (Renacimiento, por Jesús Menéndez Pelayo,
y Barroco, por Ignacio Arellano Ayuso), pp. 47-50.
6
Jesús Menéndez Peláez, coord. Historia de la literatura española. Madrid.
Ed. Everest. 1993. Aquí, tomo II (Renacimiento, por Jesús Menéndez Pelayo,
y Barroco, por Ignacio Arellano Ayuso), pp. 42-44.
7
Jesús Menéndez Peláez, coord. Historia de la literatura española. Madrid.
Ed. Everest. 1993. Aquí, tomo II (Renacimiento, por Jesús Menéndez Pelayo,
y Barroco, por Ignacio Arellano Ayuso), pp. 44-45.
8
Carlos I es, por supuesto, el propio Carlos V de Alemania, y a partir de aquí
le llamaremos sólo Carlos V.
9
En este curso, p.e. significa “por ejemplo”, lo mismo que e.d. significa “es
decir".
10
El platonismo, sistema de Platón y de sus discípulos, fue una actitud u
orientación filosófica, dominante ya en la Edad Media occidental, según el
sentido y las directrices de la filosofía del propio Platón. En formas diversas,
prolongó – interpretándolas - las enseñanzas de los Diálogos platónicos a
través de la Academia. Sin embargo, también en Alejandría surgió en el s. I a.
J.C. un platonismo medio, que preparó el neoplatonismo de Plotino (desde
Amonio Sacas hasta Proclo). En el cristianismo, Platón es, a su vez, el autor
pagano mejor aceptado y Agustín llega a asombrarse de su proximidad a la fe
cristiana. A través del agustinismo precisamente, el platonismo perdura hasta
el s. XVII, aunque sea sólo a partir del famoso diálogo Timeo. Mejor base
208
tuvo el platonismo en Bizancio, con Miguel Pselo (s. XI) y Gemisto Pletón,
que en el s. XV lo introdujo en Italia (donde destacará la Escuela de
Florencia), o en la filosofía islámica medieval: tanto en la musulmana
(Alfarabí y Averroes, p.e., tienen presente La república) como la hebrea
(Maimónides). También en el s. XVI hay platonismo entre los filósofos
(Paracelso, Telesio, Bruno, León Hebreo) y los humanistas (Moro, Erasmo);
e incluso, como matematicismo platónico, en la ciencia moderna (Kepler,
Galileo). Dejados aparte los «platónicos» de Cambridge, el platonismo como
corriente deja de darse a partir del s. XVII, pero el influjo de Platón perdura
en Descartes, Leibniz y Schelling, así como en la fenomenología.
11
Baldassare Castiglione (Casatico, 1478 - Toledo, 1529), humanista y
político italiano, recibió educación en Milán. Vivió en la corte de Ludovico el
Moro, de los Gonzaga y de Guidobaldo de Montefeltro. Fue embajador en
Roma con León X y trabó amistad con Rafael y Miguel Ángel. Fue enviado a
España por Clemente VII, para tratar con Carlos V, quien le acogió cuando
cayó en desgracia en la corte pontificia, y le concedió el obispado de Ávila.
Escribió poesías líricas en lengua vulgar y poesías latinas. Su obra más
importante es El cortesano (1528), cuya influencia sobre la literatura europea
de la época fue considerable.
12
Los iluministas se llamaban también alumbrados y formaban una corriente
mística de espiritualidad y de renovación religiosa que nació en España a
fines del s. XVI, y estuvo presente durante el s. XVII. El movimiento surgió a
la sombra de ciertas formas de espiritualidad franciscana y de rechazo de las
instituciones, que se interponían entre el hombre y la experiencia religiosa
profunda. Se originó, al parecer, entre los criados del palacio del duque del
Infantado, en Guadalajara, y se extendió, sobre todo, entre los cristianos
nuevos, venidos del judaísmo o del islam. En el s. XVII, el calificativo
alumbrado tenía carácter peyorativo. A pesar de las apariencias, no existía
una doctrina común, a no ser una inclinación poderosa hacia el repudio del
formalismo religioso, la pasión por el misticismo y la religión interior,
surgida del erasmismo. Se distinguen dos corrientes distintas en este
movimiento: los recogidos, que propugnaban la oración mental y la
investigación de la conciencia, y los dexados, según los cuales el hombre
podía y debía abandonarse pasivamente en Dios. Ese movimiento se
extinguió definitivamente cuando el último gran representante de la mística
española, Miguel de Molinos, autor de la Guía espiritual (1675), apresado
por la Inquisición en 1685, murió en una cárcel romana el 21 de diciembre de
1696.
209
13
Los erasmistas eran los adeptos del erasmismo, movimiento ideológico del
s. XVI, suscitado por Erasmo de Rotterdam, de carácter tanto humanístico-
latinista como teológico-religioso, visto en ese último sentido como afín a la
Reforma, y que en España fue un impulso renovador del catolicismo. El
humanismo erasmista es inseparable de la Reforma: no eran pocos entonces
los que defendían posturas reformistas similares a las de Erasmo frente a las
más radicales de los seguidores de Lutero; Erasmo era amigo de Calvino,
pese a su diferente concepción eclesiológica, y estuvo influido por su
pensamiento. En España, el erasmismo es inseparable del movimiento
alumbrado (véase la nota anterior), cuyos inicios coinciden con los primeros
tanteos humanistas peninsulares (Nebrija, la Biblia políglota de Alcalá –
véanse notas). Fue precisamente el humanista valenciano Juan Luis Vives,
discípulo de Erasmo en Lovaina, quien lo introdujo. Poco más tarde, se
sucederían las traducciones castellanas de Erasmo, que suscitaron la adhesión
de importantes figuras (Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla e inquisidor
general, Alonso de Fonseca, arzobispo de Toledo, el humanista Alfonso de
Valdés, hermano del mencionado Juan de Valdés, y otros muchos). El edicto
inquisitorial de Toledo (1525) condena a los principales alumbrados (entre
cuyas doctrinas no pocas coincidían con las erasmistas), pero, al acusar los
dominicos y los franciscanos a Erasmo de hereje, se opusieron a ésos no sólo
personalidades (Alonso Enríquez, abad de Valladolid, o el obispo de Huesca
Cabrero) sino el mismo inquisidor general. Además, la política internacional
hacía que a los ideales de renovación espiritual del erasmismo se
superpusieran esperanzas mesiánicas: aun siendo Erasmo escéptico al
respecto, el secretario del emperador, Alfonso de Valdés (quien identificaba
las ideas erasmistas con la causa imperial), aunó en la Corte el celo
antirromano con el fervor religioso y la voluntad de ortodoxia. España acogió
la muerte de Erasmo (1536) con silencio absoluto, y la Inquisición multiplicó
sus procesos (contra alumbrados y luteranos), muchas de cuyas víctimas no
eran sino erasmistas (Alfonso de Valdés, Juan de Vergara, Miguel de Eguía,
fray Alonso de Virués). La represión aumentó con el inquisidor Fernando de
Valdés y su duro asesor teológico Melchor Cano (procesos en Sevilla y
Valladolid, y condena de Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo, activo
antiluterano, pero erasmista); el recelo de las huellas de Erasmo hacía
prohibir obras de fray Luis de Granada, de Francisco de Borja o de Juan de
Ávila. El erasmismo español se desterró (Vives, Valdés, De Enzinas, Furió) y
fueron pocos los peninsulares de influjo erasmista no perseguidos (Venegas,
Montemayor, Azpilcueta; más difuso y discutible es el erasmismo de Teresa
de Jesús o de Ignacio de Loyola). La imposición tridentina de la Vulgata
210
como única traducción permitida de la Biblia supuso las últimas
persecuciones de erasmistas: Benito Arias Montano (director de la Biblia
políglota de Amberes), fray José de Sigüenza o fray Luis de León (por su
Comentario al Cantar de los cantares). Para no parecer herejes, los
simpatizantes tardíos de Erasmo, como Juan López de Hoyos (maestro de
Cdrvantes, cuyas obras evocan a veces el ideal del primer erasmismo)
necesitaron mucha prudencia.
14
Los protestantes son los adeptos del protestantismo, conjunto de doctrinas
religiosas y de Iglesias surgidas de la Reforma, y constituye una de las
grandes familias cristianas; abarca diversas corrientes religiosas (luterana,
reformada, anglicana, metodista, congregacionalista, etc.) que cuentan con un
fondo común doctrinario, fundado en la profesión de fe ecuménica de los
concilios de los primeros siglos de la cristiandad. Les es común también la fe
en la palabra de Dios escuchada a través de la Escritura, cuya veracidad está
atestiguada por el Espíritu Santo a la Iglesia y a cada creyente, y la salvación
sólo por la gracia. El protestantismo rechaza el magisterio autoritario y se
concibe a sí mismo como familia de cristianos adultos y responsables, a
quienes no se les puede negar el derecho a buscar la libre expresión de su fe
personal en el respeto de la de sus hermanos y hermanas en la fe.
15
El endecasílabo es el verso de once sílabas. Parece derivar de los versos
latinos sáfico y yámbico, y apareció en las lenguas romances desde el s. X.
En la poesía castellana, arraiga en el s. XVI, con Boscán y Garcilaso. Según
la acentuación, puede ser enfático, heroico, melódico, sáfico, dactílico, a la
francesa, galaico antiguo o suelto.
16
Los tercetos son una forma estrófica de tres versos, normalmente
endecasílabos. El primer verso rima con el tercero y el segundo queda libre, o
bien rima con el primero y el tercero de la estrofa siguiente; se llama
entonces terceto encadenado o trenzado. Esta forma se convirtió en la más
frecuente después de haberla utilizado Dante en la Divina comedia. El último
terceto de una composición en encadenados consta de un verso más, que rima
con el segundo. El terceto endecasílabo, en endecasílabos sueltos,
encadenados o monorrimos, se introduce en España con Garcilaso y Boscán,
en composiciones didácticas o morales que alcanzan un gran éxito durante
todo el Renacimiento y parte del Siglo de Oro. Lope de Vega los aplica en el
teatro en monólogos o discusiones graves. Junto a esa forma, Lope practica el
terceto octosílabo encadenado, y es imitado más tarde por Iriarte, que lo
utiliza en alguna de sus fábulas.
17
La limpieza de sangre era la cualidad de la persona cuya ascendencia
estaba formada exclusivamente por cristianos viejos, sin ningún antepasado
211
judío, musulmán o que hubiera sido condenado por la Inquisición. A partir
del s. XV, unos colegios mayores empezaron a exigir en Castilla la limpieza
de sangre entre sus miembros, que se extendió poco después a las órdenes
militares y religiosas, a los cabildos y cargos municipales. En 1522, las
universidades de Salamanca, Valladolid y Toledo vetan el acceso a los que no
podían probar su limpieza de sangre. La nobleza aprovecha las
discriminaciones contra los que no pueden probar su limpia ascendencia, para
conservar sus privilegios y monopolios. El Estatuto está dirigido contra los
falsos convertidos, tanto judíos como musulmanes, aunque esos últimos, por
su menor peso económico y mayor aislamiento social, no son tan
presionados, y acaba convirtiéndose en condición paranobiliaria (cristianos
viejos), necesaria a partir de 1556, para entrar en cualquier corporación
eclesiástica o civil. Las exigencias de limpieza de sangre estuvieron vigentes
en España hasta el s. XIX.
18
La Inquisición española fue un Tribunal eclesiástico creado en el s. XII
para combatir y castigar la herejía, la brujería o cualquier otra manifestación,
pública o privada, contraria a la fe católica. Desde sus comienzos funcionó de
modo bastante independiente, convirtiéndose en una jurisdicción del Estado
en materia religiosa, ejercida mediante el nombramiento y la retribución de
los inquisidores. En 1483, se crea el Consejo de la Suprema y General
Inquisición, integrado entre los Consejos del reino, y es nombrado inquisidor
general el dominico fray Tomás de Torquemada, símbolo del fanatismo y la
crueldad (se calcula que unas 2.000 personas murieron en la hoguera
mientras ostentaba el cargo). La Inquisición también llega a las colonias
americanas de España y, ya en 1519, Carlos V nombra los primeros
inquisidores apostólicos. Las acusaciones versan fundamentalmente sobre
herejías doctrinales, pero también sobre prácticas de brujería u otras
supersticiones, la homosexualidad, la bigamia, el concubinato de los clérigos.
Se prohibe la entrada de los escritos luteranos y se establece el famoso Índice
de libros prohibidos. Durante el s. XVII, el rigor inquisitorial disminuye en
gran medida, y se centra en los delitos de opinión y costumbres. Las nuevas
corrientes ideológicas de la centuria siguiente minan el prestigio y el poder de
la Inquisición en España y sus dominios. Suprimida en 1808 por José
Bonaparte, es disuelta por las Cortes de Cádiz en 1813, y aunque hubo una
breve restauración (1814), seguida de una nueva suspensión y de otra
reimplantación, es definitivamente abolida en 1834.
19
La Contrarreforma es el nombre que se da a la Reforma católica que sigue,
en el s. XVI, a la Reforma protestante, cuyos objetivos esenciales son la
renovación de la Iglesia y la reconquista de los países y de los adeptos que se
212
habían separado de Roma. Veinte años después de la rebelión de Lutero
(1517), el protestantismo está en Alemania, Suiza, Inglaterra y Escandinavia
e incluso en Italia y en España. Paulo III decide combatir a los reformadores.
Para ello, restaura, en 1542, el Tribunal de la Inquisición y crea, en 1543, el
Índice de libros prohibidos. El primero tiene como presidente al cardenal
Caraffa, futuro Paulo IV, y como agentes en todos los países católicos a los
inquisidores, reclutados por lo general entre los dominicos (instaurados
precisamente para convencer por la predicación, y no por la sangre vertida, a
los albigenses). El segundo, con su lista de escritos contrarios a la religión
católica en los tiempo de invención de la imprenta, consolida la obra del
primero. Con todo, Roma se ve obligada a revisar la vida de la Iglesia a la luz
de la Escritura y la tradición. Para ello, se convoca el Concilio de Trento,
cuyas sesiones se celebran de 1545 a 1563, bajo los papas Paulo III, Julio III,
Paulo IV (quien se desentiende por completo de él) y Pío IV. El concilio
suprime abusos, crea seminarios y define el dogma que atacan los
reformadores: la Escritura y la tradición (negada por los protestantes) son la
fuente de la fe; la interpretación de la Escritura compete al magisterio de la
Iglesia; la Iglesia posee un sacerdocio sacramental y siete sacramentos; el
centro de la Iglesia es la celebración de la eucaristía, en la que Cristo está
realmente presente; la justificación constituye una auténtica transformación
interior; la causa principal de la justificación es la gracia de Dios, con la que
coopera la libre voluntad del hombre. Además, el Concilio defiende prácticas
combatidas por el protestantismo (el culto a María y la devoción a los santos,
el celibato de los clérigos y el uso del latín en la liturgia) y pone fin a las
doctrinas conciliaristas, reforzando la autoridad del pontífice de Roma. El
catecismo (1566), el breviario (1568) y el misal (1570) romanos surgen de él.
Hombres como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz entre los carmelitas se
ponen al servicio de Trento para aplicar sus disposiciones. Con todo, el
instrumento esencial de la Contrarreforma es la Compañía de Jesús,
organizada de forma definitiva en Roma, en 1540, a pesar de Caraffa. Bajo la
dirección del superior general, elegido de por vida, y del papa, los jesuitas se
entregan a la predicación y a la enseñanza. La fecha de fundación de sus
colegios marcó en cada país el comienzo de la reestructuración del
catolicismo, que se inicia en Austria y Baviera, países que en el s. XVII son
el apoyo más sólido del catolicismo frente a los Estados protestantes en la
guerra de los Treinta Años. Por los jesuitas, el catolicismo de la
Contrarreforma subraya los aspectos sensibles y afectivos de la religión: la
devoción a María, la pompa de la liturgia y el esplendor del Barroco. Sin
embargo, debido al retraso de la reacción católica, la Europa hasta entonces
213
católica se ve partida en dos: una, católica, latina y mediterránea; otra,
protestante, germánica y nórdica. La paz de Westfalia (1648) pone fin al
antagonismo y fija durante más de dos siglos los límites de sus áreas. Frente a
la prohibición del culto a las imágenes dictada por la Reforma, la Iglesia
católica elabora un vasto programa de enseñanza religiosa por medio de la
imagen y evita la excesiva utilización del desnudo en la iconografía sacra. De
este modo, durante el s. XVII, se acentáa la representación de los valores
sobrenaturales, como el triunfo de la fe y las vidas de mártires y santos. Se
cultivan temas patéticos (Bernini) y místicos (El Greco). En arquitectura, ese
estilo toma el nombre de “jesuítico”, por su imitación de la iglesia del Gesù
(Roma) proyectada por Vignola, y está marcado por la sobriedad y la
elegancia (la decoración exuberante, los estucos y los techos pintados son, en
su mayor parte, obra del siglo siguiente).
20
Los Austria forman una Casa de Nombre de la rama de la familia de los
Habsburgos, que ocupó el trono de España: Carlos I (1519-1558), Felipe II
(1558-1598), Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II
(1665-1700). Fue sucedida por la casa de Borbón.
21
Hernán Cortés es un conquistador español (Medellín, 1485-Castilleja de la
Cuesta, 1547). En 1504, parte hacia el Nuevo Mundo. Participa en la
conquista de Cuba, donde llega a ser alcalde del cabildo de Santiago de
Baracoa, pero tiene problemas con el gobernador Velázquez, quien le hace
encarcelar. En 1518, recibe el mando de una expedición a territorios del
Imperio azteca. Se encuentra con emisarios de Moctezuma en San Juan de
Ulúa. Funda Veracruz, donde asume nuevos poderes, desligándose del
gobernador de Cuba. En 1519, llega a Tenochtitlán, donde es bien recibido,
pero hace prisionero a Moctezuma, quien tiene que admitir la soberanía de
Carlos V. La conquista de Tenochtitlán dura un año. Una vez tomada, va
cayendo todo el Imperio y a Cortés le nombran capitán general y gobernador
de Nueva España (1522). Le releva Nuño de Guzmán, tras haber sido
acusado de varios asesinatos. En 1529, es nombrado marqués del Valle de
Oaxaca. Posteriormente realiza expediciones a las costas de California. En
1540 regresa a España.
22
La estancia, formada por versos heptasílabos y endecasílabos en número
variable y con rima libre, es cada una de las estrofas que componen una
canción renacentista.
23
La octava rima es una estrofa de ocho versos endecasílabos, de los cuales
los seis primeros riman de forma alterna y los dos últimos son pareados. La
octava italiana o aguda es una estrofa de ocho versos heptasílabos o
214
endecasílabos en la que el cuarto y el octavo son agudos y riman entre sí. La
octava real o rima octava es una octava de versos endecasílabos.
24
Ausiàs March (¿Gandía?, c. 1397-Valencia, 1459) es el primer poeta
catalán culto que rompe con la tradición provenzalizante. Su obra, compuesta
de 143 poemas, es una conjunción novedosa de temas y formas heredados de
los trovadores provenzales y del dolce stil novo, lo mismo que de reflexiones
doctrinales y filosóficas, que testimonian de la evolución moral del autor. Un
primer ciclo (1427-1445) se centra en los poemas dirigidos a Llir entre Cards
y Plena de Seny, seudónimos de las damas que los motivaron. El segundo
ciclo, que se extiende hasta su muerte, comprende los seis Cantos de muerte,
el Canto espiritual y los poemas filosóficos. Lo más destacable de Ausiàs
March es la pureza de su habla catalana. En 1539, Baltasar Romaní reune 46
poemas suyos, con su correspondiente traducción al castellano y, en 1560, el
músico Jorge de Montemayor traduce otros 97 poemas. Su obra está
considerada la más extensa de la literatura medieval en su área cultural.
25
Los comuneros eran los seguidores del partido de las comunidades de
Castilla. En la guerra de las comunidades, Toledo fue el primer núcleo en
sublevarse y el último reducto en capitular frente a Carlos V (1522).
26
Las églogas son composiciones poéticas pastoriles, en que los pastores
hablan de sus desdichados amores en el medio de la naturaleza idílica.
27
El Ariosto (1474-1533) es uno de los autores esenciales del Renacimiento
italiano. Deja de escribir en latín hacia 1503. Escribe comedias inspiradas en
Plauto y Terencio (Los supuestos, 1509; El nigromante, 1520; La alcahueta,
1529) y Siete sátiras (1517-1525), inspiradas en hechos autobiográficos. En
1516, 1521 y 1532 aparecen las tres versiones de su Orlando furioso, una de
las obras maestras de la literatura renacentista italiana.
28
El Cancionero General alcanza enseguida un claro éxito comercial, con
siete ediciones en el s. XVI. Se da por lo tanto el caso curioso de que la
compilación poética del s. XVI incluía sólo obras del s. XV.
29
La lira es una estrofa aconsonantada, de tres versos heptasílabos y dos
endecasílabos (aBabB), que inventa Bernardo Tasso e introduce en España
Garcilaso de la Vega (en su Oda a la flor de Gnido, dedicada a Violante
Sanseverino).
30
El madrigal es una composición poética breve, en 8-10 versos heptasílabos
y endecasílabos, que riman a gusto del poeta. Conocido en Italia desde el s.
XIII, lo introduce en España durante el segundo cuarto del s. XV el propio
Gutierre de Cetina. Recibe el mismo nombre también la composición musical
para varias voces, sin acompañamiento, sobre un texto generalmente lírico.
Aunque Dante, Petrarca y Boccaccio cultivan ese género, los madrigales
215
realmente cantados (exclusivamente polifónicos) nacen a principios del s.
XIV. Ese madrigal se limitaba a dos voces, a excepción del ritornello, que
presentaba una música distinta. El primer autor conocido que compuso
madrigales y les dio este nombre fue P. Casella a fines del s. XIII, seguido
por G. da Cascia y F. Landini. Con el Renacimiento, el madrigal se extiende
por toda Europa, toma una forma más libre y su polifonía se complica. A
partir de fines del s. XVII, degenera hacia la cantata profana.
31
El romance es una combinación métrica que repite al final de todos los
versos pares la misma asonancia y dejar los impares sin rima. LIT. Reciben el
mismo nombre los poemas épico-líricos breves que se cantan acompañados
de música. Constan de un número indefinido de versos octosílabos con una
sola rima, asonante o consonante. Su origen es muy discutido. Según Milá y
Fontanals y también según Menéndez Pelayo, los romances son fragmentos
de cantares de gesta; pero los más antiguos no son anteriores al s. XV. El
romance fue originariamente un fragmento desgajado de un cantar de gesta
por un autor anónimo, que inmediatamente pasó a “la propiedad” del pueblo,
para vivir en multitud de variantes y versiones. El primer romance escrito se
halla en un cartapacio de un estudiante mallorquín, Jaume de Olesa, hacia
1421. Sus principales subgéneros son el romance noticiero, el heroico y el
novelesco. Género transmitido por vía oral, el romance comenzó a despertar
interés literario, hacia 1440, si bien Santillana y Mena critican esa forma
poética como poco culta. Los cancioneros recogen romances viejos o
trovadorescos. Hacia 1580, se inicia una fase de vital importancia para el
género, con la publicación de los Cuadernos y flores de romances, fuentes
del Romancero general de 1600. Intervienen en esa antología poetas como
Cervantes, Salinas, Góngora, Lope, Liñán, etc. Esa Generación de 1580 crea
el llamado Romancero artístico o nuevo, que se difunde, como el tradicional,
con infinidad de variantes, pero al que el pueblo lo siente como ajeno y acaba
echándolo al olvido. Uno de sus mayores éxitos es su incorporación a la
métrica dramática. El primer ejemplo de ello está en la comedia La muerte
del rey don Sancho, de Juan de la Cueva (1579).
32
Jordi de Sant Jordi (Valencia, fines del s. XIV-?, c. 1425) es un poeta
catalán, camarero del rey Alfonso V el Magnánimo. Participa en la
expedición a Cerdeña y a Córcega (1420) y, tras el sitio de Bonifacio, es
armado caballero y se le concede la alcaldía de Vall de Uxó. F. Sforza le
detiene en Nápoles (1423); plasma esa experiencia en Prisionero, poema que
escribe durante su cautiverio. Con esa excepción, la temática de su obra, de la
que se conservan 18 poemas, es fundamentalmente amorosa, dentro del estilo
y los recursos propios de los trovadores provenzales clásicos, con influencia
216
petrarquista en algunos poemas. Dedica varias de sus canciones a Margarita
de Prades, viuda de Martín I el Humano.
33
La silva es una serie de versos endecasílabos, o de endecasílabos y
heptasílabos, dispuestos sin orden ni número fijo y que riman a gusto del
poeta. Hay dos tipos de silvas: la grave, para asuntos filosóficos, compuesta
en endecasílabos, y la ligera, en endecasílabos y heptasílabos u octosílabos.
Posiblemente tiene su origen en Italia, en una evolución libre de la estancia.
En España, Góngora le infunde un tono narrativo en sus Soledades.
34
Iacopo Sannazzaro, (Nápoles, c. 1455-1530) fue un poeta y humanista
italiano. Sus Sonetos y canciones en lengua vulgar, inspirados en Petrarca,
anuncian la poesía del s. XVI. Su obra principal, la Arcadia, escrita en prosa
y en verso (1502 y 1504), ejerce una considerable influencia en la formación
de la novela pastoril europea.
35
En esa novela pastoril publicada por primera vez en Ferrara (1554) y luego,
con ampliaciones apócrifas, en Évora (1557), aprovechando elementos de su
propia experiencia Bernaldím de Ribeiro supera lo convencional del género.
36
Matteo Bandello (Castelnuovo Scrivia, 1484-Bassens, 1561) fue fraile,
guerrero y cortesano. Nombrado obispo de Agen (1550), empieza a
componer sus 214 novelas cortas, en las que se inspiran Shakespeare,
Stendhal, Byron y Musset.
37
El pícaro es un ser marginal y humilde, de baja extracción social, marcado
por el destino, que vive al margen de la ley y, entre bromas, burlas y
tragedias, se ve obligado a servir como mozo de varios amos, lo que le
permite conocer diferentes clases sociales, utilizar tretas ingeniosas o dar
pruebas de falta de escrúpulos, para engañar el hambre y así sobrevir.
Covarrubias señala que el pícaro es el habitante de Picardía, vil, sucio, mal
vestido, viejo. Por otra parte, la designación de novela picaresca proviene del
nombre popular (“el Pícaro”) del Guzmán de Alfarache.
38
Aceptando las sugerencias de Juan Chabás, podemos clasificar el teatro
español del Siglo de Oro (s.s XV-XVI) de la siguiente manera: 1. Los
prelopistas: a. La escuela renacentista: Naharro, los humanistas; b. La
escuela nacional: Rueda, Cueva, Cervantes; 2. Lope de Vega; 3. La escuela
de Lope: Tirso de Molina, Vélez de Guevara, Guillén de Castro, Mira de
Amescua, Ruiz de Alarcón; 4. Calderón de la Barca; 5. La escuela de
Calderón: Rojas Zorilla, Agustín de Moreto, Cubillo de Aragón, Bances
Candamo.
39
Danza de la Muerte o macabra es la representación simbólica del poder
igualitario de la muerte, muy difundida en Europa durante los ss. XIV y XV.
En 1370, aparece en Francia el primer testimonio de una Dance macabre. El
217
temible esqueleto invita a danzar a varios personajes, según su jerarquía,
desde el papa hasta el último sirviente. A todos les pesa tener que dejar la
vida, pero la muerte es inflexible y, como poder absoluto, les humilla e
iguala, obligándolos a darse las manos para la danza, para así corregir la
injusticia humana. El juicio definitivo lo dicta luego Dios. Un siglo después
aparece pintada, con comentario poético, en el pórtico del cementerio de los
Inocentes de París, (demolido en el s. XV). En España hay una versión
literaria de principios del s. XV, Danza de la Muerte, que se conserva en la
biblioteca de El Escorial. Como tema iconográfico, lo tratan numerosos
artistas: la interpretación más conocida son los Simulacros de la Muerte,
grabados de Hans Holbein (1536).
40
El entremés es una obra dramática jocosa de un solo acto, propia de los ss.
XVI y XVII, que solía representarse entre las jornadas de una comedia. En la
historia del teatro español, designa un tipo de representación antes llamada
paso y después sainete.
41
El catedrático Cristóbal Cuevas García es un conocidísimo estudioso del
Siglo de Oro de la Universidad de Málaga, que firma, entre muchas otras
cosas, también el estudio que al Siglo de Oro se le dedica en Internet.
42
En la evolución cronológica del misticismo se suele distinguir cuatro
períodos, de los cuales los dos primeros son: 1. de importación o iniciación
(desde los orígenes hasta 1500); en dicho período, es decisiva la influencia de
los místicos árabes y judíos, cuyo fenómeno fue lentamente absorbido
durante la convivencia secular entre las tres culturas; 2. de asimilación (de
1500 a 1560); está marcado por la orientación que en él ejerce la figura del
cardenal Cisneros, que estimula la edición de autores espirituales.
43
El beato Ramon Lull (Palma de Mallorca, c. 1235-c. 1315) es el forjador
del catalán poético, literario y filosófico. Lleva una vida cortesana y cultiva la
poesía trovadoresca. H. Hatzfeld lo considera el eslabón entre el misticismo
musulmán y el cristiano. No se conserva ningún escrito de su vida mundana.
Hacia los treinta años, una crisis espiritual le lleva a renunciar a su familia,
vender sus posesiones y entregarse a la vida contemplativa. Durante nueve
años estudia filosofía; un esclavo sarraceno le enseña el árabe y le introduce
en el conocimiento de los científicos y filósofos del islam. Una vez acabada
su formación, se retira al monte de Randa, donde le sobreviene una
“ilustración divina”, que le impele a escribir contra los errores de los
paganos; por ese episodio se le otorgó el apelativo de Doctor iluminado. El
proyectado libro puede ser identificado con el Arte abreviado de encontrar la
verdad. A partir de 1276, dirige el colegio de Miramar, fundado a instancias
del infante don Jaime. Viaja a Italia y Túnez, donde hace labor prosélita y
218
sufre cárcel. Lucha contra el averroísmo en París y predica en las sinagogas
de Cataluña. Durante años, intenta en vano convencer al papado para que
aprobase sus planes de reconquista de la Tierra Santa. Un último viaje, en
1314, le lleva a Túnez, donde la tradición supone que es lapidado y muere en
la nave que le retorna a Mallorca. Se conserva 243 obras de Ramon Llull,
escritas en latín y catalán, entre ellas: Árbol de la ciencia, Libro del gentil y
de los tres sabios, Libro de la orden de caballería, Libro de contemplación,
Blanquerna (que incluye el Libro de amigo y amado), Libro de maravillas.
Sus restos descansan en el convento de San Francisco de Palma de Mallorca
y la Iglesia lo cuenta entre los beatos. Su fiesta es el 3 de julio.
44
El sufismo es la suma de reglas y prácticas ascético-místicas de un conjunto
de escuelas, sectas y cofradías musulmanas. Contrapuesto a la casuística de
los teólogos, elaboró una piedad hecha de amor y de relación personal con lo
divino, y se halla en el origen de un culto íntimo, místico, de Mahoma y de su
mensaje. Resalta el amor desinteresado, absoluto a Dios, sin retorno en uno
mismo.
45
El judío Yehudá Abrabanel, llamado León Hebreo (Lisboa, c.1465-Italia,
d. 1521) fue filósofo y médico. Hijo y discípulo de Isaac Abrabanel, emigra a
Toledo (1483), es expulsado y luego reside en Nápoles (como médico del
Gran Capitán y del virrey) y Génova. Además de poesías en hebreo (como la
autobiográfica Elegía sobre el destino), escribe en italiano Diálogos de amor,
publicados tras su muerte (1535) y de gran difusión, salvo el ámbito judío.
46
Para que se entienda mejor el lugar que San Juan de la Cruz ocupa entre
ascéticos y místicos, reproducimos en lo que sigue la clasificación que
comúnmente se hace de ellos: 1. Ascetas: a. frailes dominicos: Juan López,
Luis de Granada, Tomás Ramón, Alonso de Cabrera, Antonio de Cáceres,
Jerónimo Bautista de Lanuza; b. frailes de otras órdenes religiosas, clérigos
seglares, láicos: Hernando de Talavera (de la orden de San Jeremías), Alejo
de Vanegas, Juan de Ávila, Hernando de Santiago, Juan de Palafox; 2.
Ascetas místicos: a. frailes agustinos: Tomás de Villanueva, Alonso de
Orozco, Fray Luis de León, Pedro de Valderrama, Malón de Chaide,
Hernando de Zárate; b. monjes jesuitas: San Francisco de Borja, Alonso
Rodríguez, Pedro de Rivadeneira, Luis de la Puente, Luis de la Palma,
Francisco Arias; c. monjes franciscanos: Alonso de Madrid, Francisco de
Osuna, Bernardino de Laredo, Diego de Estella, Juan de los Ángeles, Diego
de Vega, María de Jesús de Ágreda; 3. Místicos: a. Frailes carmelitas: Santa
Teresa; San Juan de la Cruz; Gerónimo Fracián; b. Heterodoxos: Alfonso y
Juan de Valdés; Cipriano Valera (agustino), Ponce de la Puente, Juan Díaz,
Miguel de Molinos.
219
47
Alberto Magno es santo (Lauingen, c. 1193-Colonia, 1280), filósofo y
teólogo alemán, posible descendiente de los condes de Bollstädt. Estudia
filosofía, matemáticas y medicina en París y en Padua, y cursa teología en
Bolonia. Sin su aportación enciclopédica (pues se sirve de filósofos, teólogos,
matemáticos y médicos musulmanes y judíos), la síntesis de su discípulo
Tomás de Aquino hubiera sido imposible. Distingue y exige delimitar los
ámbitos de la fe y de la razón. Conocido Doctor universalis, es también
doctor de la Iglesia, canonizado en 1931. Su fiesta el 15 de noviembre.
48
Los Lemos fueron primero señores y luego condes de Familia de la nobleza
gallega de Lemos. A fines del s. XVI, adquieren una importancia política que
mantienen hasta fines del XVII. Amplían sus dominios con territorios en
España e Italia. En 1453, Pedro Álvarez Osorio (?-1483) recibe de Enrique
IV de Castilla el título de conde. Otros miembros de la familia son: Fernando
Ruiz de Castro, virrey de Nápoles; Pedro Fernández de Castro, presidente del
Consejo de Indias y virrey de Nápoles; Francisco Ruiz de Castro, virrey de
Nápoles, embajador en Roma y virrey de Sicilia; Francisco Fernández de
Castro, virrey de Aragón y de Cerdeña; Pedro Antonio Fernández de Castro,
virrey del Perú.
49
La espinela es una décima, estrofa de diez versos octosílabos.
50
Una escena de dicha novela le inspiró a Scarron el tema de Hypocrites, y
probablemente a Molière algunos pasajes del Tartufo.
51
Enrique Anderson Imbert. Historia de la literatura hispanoamericana, Vª
ed. Ciudad de México. Fondo de Cultura económica. 1965, p. 59.
52
Matteo Maria, conde de Scandiano (1441-1494), llamado Boiardo, poeta
italiano, es autor del cancionero titulado Tres libros de amores (1472-1476),
que contiene 180 composiciones escritas según esquemas petrarquistas. Su
obra capital es el Orlando enamorado, poema caballeresco inconcluso,
iniciado en 1476 e interrumpido en 1492. Ariosto lo continuó en Orlando
furioso.
53
Enrique Anderson Imbert. Historia de la literatura hispanoamericana, Vª
ed. Ciudad de México. Fondo de Cultura económica. 1965, p. 61.
54
Enrique Anderson Imbert. Historia de la literatura hispanoamericana, Vª
ed. Ciudad de México. Fondo de Cultura económica. 1965, p. 60-61.
55
Enrique Anderson Imbert. Historia de la literatura hispanoamericana, Vª
ed. Ciudad de México. Fondo de Cultura económica. 1965, p. 63.
56
Emblema es, para Saavedra Fajardo, erudito que conocía bien la Biblia y
la literatura clásica greco-latina, un dibujo alegórico que sirve de jeroglífico
al frente de cada capítulo, el cual explica la significación de la alegoría,
ofreciendo reflexiones de índole política y ética acerca de la gobernación de
220
los pueblos y la educación de los príncipes. Los Emblemas de Alciato,
vertidos al español a finales del s. XVI, comentados por el Brocense, hacen
nacer en Europa una moda que continúa hasta el s. XVIII.
57
Los corrales teatrales eran casas, patios o locales que se destinaban a las
representaciones teatrales. Gozaron de gran popularidad en la España del s.
XVII. El patio rectangular estaba abierto y limitado por los muros traseros de
las casas de vecindad. Los hombres estaban de pie y las mujeres ocupaban la
parte posterior (cazuela). Los balcones y las ventanas de las casas hacían las
veces de palcos. El teatro representado en ellos y en casas particulares estaba
escrito en cuatro actos y en polimetría. No mantenía las unidades de tiempo,
lugar y acción, salvo en las tragedias, que seguían el modelo de Séneca y se
inspiraban en la tradición clásica o la historia de España.
58
La jácara es una composición poética redactada en el habla popular, que
evoca sucesos contemporáneos más o menos importantes, pero conocidos.
59
Las chaconas son antiguas composiciones musicales de origen español, de
compás ternario y movimiento lento, que desarrollan variaciones sobre un
bajo obstinado. En España se adoptaron como danzas.
60
Los zorongos son canciones aflamencadas de estilo soñoliento y adecuado
para el baile.
61
Las alemandas son danzas alemanas aparecidas a finales del s. XVI, de
compás binario, en la que intervienen varias parejas.
62
A partir de Lope de Vega, siguiendo la conocida clasificación de Alberto
Lista, las obras teatrales se clasifican en 1. comedias de costumbres de
diferentes clases y lugares; 2. comedias de capa y espada, que son también de
intriga y acción, y se desarrollan en torno a uno o varios romances, en una
complicada urdimbre de acciones y quiproquos, con personajes nobles,
caballeros y damas de la alta sociedad y sus respectivos servidores; en todas
las comedias aparecen astucias y disfraces, duelos y celos, amores relámpago
y soluciones sorprendentes; pero no hay reyes, ni altos aristócratas, ni
siquiera hombres sencillos; 3. comedias pastoriles, heroicas, mitológicas,
hagiográficas, filosóficas o morales.
63
Los pasos son obras teatrales de un acto, con personajes populares y
ambientes realistas, que se intercalan en las comedias.
64
Componen esa colección las comedias El gallardo español, La casa de los
celos y selvas de Ardenia, Los baños de Argel, El rufián dichoso, La gran
sultana doña Catalina de Oviedo, El laberinto de amor, La entretenida y
Pedro de Urdemalas, y los entremeses El juez de los divorcios, El rufián
viudo llamado Trampagos, La elección de los alcaldes de Daganzo, La
221
guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las maravillas, La cueva
de Salamanca y El viejo celoso.
65
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 70.
66
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 71.
67
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 71-72.
68
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 73.
69
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 76, en la que se apunta: “Era perfectamente posible
que Cervantes conociera El conde Lucanor, porque había sido impreso en
Sevilla por Argote de Molina en 1575”. Por otra parte, para Ulenspiegel,
véase Marcel Bataillon. Ulenspiegel y el Retablo de las maravillas de
Cervantes, en: Varia lección de clásicos españoles. Madrid. 1964, p. 261.
70
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 76-77.
71
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 77-78.
72
Juan López de Hoyos, maestro de Cervantes (Madrid, 1511-1583), es entre
otras autor del libro Declaración de las armas de Madrid y algunas
antigüedades.
73
Sobre la estancia de Cervantes en Italia trata la tesis doctoral de un
importante hispanista rumano, fundador de la primera Cátedra de Español de
Rumanía, el profesor Al. Popescu-Telega.
74
Alonso Fernández de Avellaneda es el seudónimo, no identificado, que
utiliza el autor del Quijote apócrifo publicado en Tarragona (1614, Segundo
tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha), que pretende ser
continuación de la primera parte escrita por Cervantes.
75
La letrilla es una composición poética en versos cortos a la que suele
ponerse música. Puede ser también una composición poética de tema
humorístico o satírico, que adopta la forma del villancico o del romance con
estribillo.
76
La quintilla es una estrofa de cinco versos de arte menor, por lo general
octosílabos, con dos rimas. Debió de originarse al añadir un verso a la
redondilla y, de hecho, hasta principios del s. XVII se llamaba redondilla de
cinco versos. En un principio, se utilizaba esporádicamente en las cantigas
galaico-portuguesas. En el s. XVI, es la estrofa preferida en autos y farsas,
222
pero es en el teatro del Siglo de Oro cuando alcanza su apogeo, compitiendo
con la redondilla. Su uso decae a principios del s. XVII, cuando Lope de
Vega introduce el romance y la décima, y no vurelve a ser recuperada hasta
la llegada del teatro romántico. Sus versos deben combinarse observando tres
condiciones: ninguno debe quedar libre, no pueden coincidir con la misma
rima tres versos seguidos, y los dos últimos no han de formar pareado.
77
La sixtina es una composición poética formada por seis estrofas de seis
versos y por una de tres, todos endecasílabos. Con esa palabra también se
denomina la estrofa de seis versos endecasílabos. En la sextina, la palabra
final de cada verso de la primera estrofa se repite, con alteración de orden, en
la palabra final de cada verso en las estrofas siguientes. Su origen es
provenzal y su probable inventor es Arnaut Daniel, con su famosa sextina Lo
ferem voler quel cor mintra. Su mayor auge en España se registra entre 1550
y 1580, con Jorge de Montemayor, Gaspar Gil Polo y Fernando de Herrera.
78
Se trata, por supuesto de los ya citados críticos Schevill y Bonilla. Cf. Juan
Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca. Madrid.
Gredos. 1967, pp. 48-50.
79
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 45-46.
80
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 47 y ss.
81
La redondilla es una estrofa de cuatro versos octosílabos, que riman, por
lo general, el primero con el cuarto y el segundo con el tercero.
82
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, se trata de Alfredo Hermenegildo. Los trágicos
españoles del siglo XVI, p. 372.
83
Ángel Valbuena Prat. Prólogo a las Obras completas de Cervantes, pp. 19-
20 y ss.
84
Ángel Valbuena Prat. Comentarios a las Obras completas de Cervantes,
pp. 497-498.
85
R. Marrast. Cervantes dramaturge, pp. 98-114.
86
Marcelino Menéndez y Pelayo. Cultura literaria de Miguel de Cervantes y
elaboración del Quijote, en: Estudios y discursos de crítica histórica y
literaria, tomo I, ed. nacional, Santander. 1941, pp. 326-356.
87
Marcelino Menéndez y Pelayo. Cultura literaria de Miguel de Cervantes y
elaboración del Quijote, en: Estudios y discursos de crítica histórica y
literaria, tomo I, ed. nacional, Santander. 1941, pp. 326-356.
88
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 92-93.
223
89
Boccaccio (Certaldo, 1313-1375) es el creador de la prosa italiana y uno
de los máximos maestros del cuento. En 1348 la peste asola Florencia; se
inspira en ese suceso para escribir (1348-1353) el Decamerón, su obra
maestra. También escribe una monumental compilación de mitología clásica.
90
Francisco Rodríguez-Marín. Introducción a su edición crítica de la Ilustre
fregona. Madrid. 1920.
91
Dámaso Alonso, el artículo Cervantes, En: Gran Enciclopedia del Mundo,
tomo V. Bilbao. 1962.
92
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 104-105.
93
L. Rosales. Cervantes y la libertad. Cf. Luis Alberto Sánchez. En: “Anales
cervantinos”, VIII, 1959-1960: “Vidriera representa el grado extremo de
incompatibilidad entre el hombre y su medio; no es tanto un loco como un
símbolo; el símbolo de la «cosificación» de nuestra vida al sentirnos mirados
por el otro [...] El mundo del Licenciado Vidriera es un mundo imaginario,
creado por la ilusión de la libertad; le falta el fundamento mismo de toda
relación existencial: es el mundo de evasión del tú”.
94
Aunque en la primera versión de la novela el adulterio se consuma, en la
preparada para la imprenta de 1613, el desenlace aparece modificado.
95
Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 115.
96
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 119.
97
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 115.
98
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, p. 115.
99
Miguel de Cervantes Saavedra. Los trabajos de Persiles y Sigismunda. La
Habana. Ed. Arte y Literatura. 1975. Dedicatorias, pp. 23-24.
100
En los inicios de la novela, la mayoría de las narraciones posteriores al s.
XI se ajustan a un mismo patrón de relato de amor, viajes y aventuras, que
más tarde será llamado impropiamente novela bizantina. En el s. XII
reaparece la novela dividida en dos ramas que se unen rápidamente: la
oriental (novela bizantina, en verso y prosa, que reanuda la narrativa al estilo
griego con influencias occidentales, como sucede en la anónima Bertrando y
Crisanza) y la occidental. Las influencias de la novela bizantina llegan a
Europa a través de las cruzadas; en el s. XII, dan sus mejores frutos (Eracles
de Gautier de Arras y el anónimo Libro de Apolonio).
224
101
Américo Castro. El pensamiento de Cervantes. IIª. edición., de Julio
Rodríguez-Puértolas. Barcelona-Madrid. Ed. Noguer. 1972, pp. 150-151.
102
Ileana Scipione. Spaţiu versomil şi spaţiu imaginar în Don Quijote. En:
S.R.L.R. no. 4 / 1970 (Studii de hispanistică), pp. 95-109.
103
Marcelino Menéndez-Pidal. Un aspecto en la elaboración del Quijote. Cf.
Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca. Madrid.
Ed. Gredos. 1967, p. 138.
104
Dámaso Alonso. El hidalgo Camilote y el hidalgo Don Quijote. En: Del
Siglo de Oro a este siglo (notas y artículos a través de 350 años de letras
españolas). Madrid, 1962, pp. 20-28.
105
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Ed. Gredos. 1967, p. 157.
106
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Ed. Gredos. 1967, p. 158-159.
107
Ileana Scipione. Cervantes şi autoamăgirea. Ponencia presentada en la
Sesión científica de la Universidad “Spiru Haret” de 1997, y publicada en el
semanario de la Universidad, “Opinia naţională”.
108
Luis Cernuda. Poesía y literatura, tomo II, pág. 34.
109
P. Salinas. Cervantes. En: Ensayos de literatura española, pp. 75-141: “
[Don Quijote] es un esfuerzo tendido todo él hacia la realización de su idea”.
110
Miguel de Unamuno, op. cit., p. 92.
111
Ileana Scipione. Cervantes şi autoamăgirea. Ponencia presentada en la
Sesión científica de la Universidad “Spiru Haret” de 1997, y publicada en el
semanario de la Universidad, “Opinia naţională”.
112
Vera Călin, op. cit., p 163: “Obiectele acestea capătă, de cele mai multe
ori, semnificaţie simbolică […] simboluri ale idealismului vizionar şi ale
iluziei permanente a cavalerului rătăcitor”.
113
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 192-194.
114
Marcelino Menéndez y Pelayo. Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la
literatura española. Época barroca. Madrid. Ed. Gredos. 1967, p. 152.
115
Los Osuna son duques de Familia de la aristocracia española,
descendiente des los Acuña y de los Téllez de Meneses. Pedro Téllez-Girón
(Osuna, 1574-Madrid, 1624), tercer duque de Osuna, fue virrey de Sicilia
(1611-1616) y de Nápoles (1616-1620). La caída del duque de Lerma, la
muerte de Felipe III y el proceso del duque de Osuna arrastran a Quevedo,
quien también es desterrado y preso.
116
Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la
Mayor, llamado Conde-duque (Roma, 1587-Toro, 1645) es el valido de
225
Felipe IV de Austria. Estudió derecho en Salamanca, de cuya universidad
llegó a ser rector. Nombrado gentilhombre del príncipe de Asturias, el futuro
Felipe IV, supo ganarse su voluntad y, cuando ése subió al trono en 1621, le
entregó el Gobierno de la monarquía. Intentó mantener y aun aumentar el
Imperio español en Europa, pese a que ello obligaba a sostener un ímprobo
esfuerzo militar en hombres y en dinero, en un momento en que España
empezaba a dar síntomas de cansancio y agotamiento. Las pretensiones
imperiales de Olivares condujeron a la firma del Tratado de los Pirineos entre
Francia y España (1659), por el cual se perdía el Rosellón. Para entonces,
Felipe IV ya había exiliado a Olivares, quien murió poco después, al parecer,
loco.
117
Eso es, insaciable.
118
Eso es, flaca, descolorida.
119
Eso es, grano de arena del reloj.
120
Eso es, alambique.
121
Eso es, pez.
122
En la prosa quevediana se incluyen obras del tipo: 1. ascético (La cuna y
la sepultura, 1635; Providencia de Dios, 1641); 2. político (Política de Dios,
gobierno de Cristo y tiranía de Satanás, 1626; Vida de Marco Bruto, 1632-
1644; Lince de España o zahorí español, 1628); 3. picaresco (Historia de la
vida del Buscón llamado don Pablos, 1626);4. y de polémica, entre las que
destacan sus sátiras escritas contra Góngora y sus seguidores (Aguja de
navegar cultos con la receta para hacer «Soledades» en un día, La culta
latiniparla).
123
Eso es, licenciado.
124
El hipérbato es una figura de pensamiento que altera el orden lógico de las
palabras. Distinguimos cuatro tipos de hipérbatos: la tmesis, que intercala una
palabra entre dos elementos de otra compuesta, el paréntesis, que introduce
en la frase una interjección u oración con entonación distinta, la anástrofe,
que pospone la preposición al sustantivo cuyo caso rige, y la histerología,
que altera el orden de las palabras y dice primero lo que debería ir después.
125
Las sinestesias son metáforas que asocian elementos procedentes de
varios dominios sensoriales.
126
El libelo denigra o infama en escrito a una persona o institución. Aunque
originariamente su nombre se aplicó a libros de poca extensión, en los que se
hacía crítica, positiva o negativa, de un libro, tema o persona, después, debido
a que las críticas solían ser de carácter negativo, pasó a significar todo escrito
de breve extensión que escarnece a una persona. Entre los humanistas
italianos del Renacimiento se generaliza el uso del libelo satírico. Lope de
226
Vega es procesado en su juventud precisamente por haber difamado a Elena
Osorio y a su familia en varios libelos en forma de romance.
127
Las cancioncillas son canciones cortas de tema ligero o satírico.
128
Eso es, algas.
129
Los versos pareados son formas estróficas compuestas por dos versos que
riman entre sí en asonante o en consonante.
130
Eso es, en la época, zapatos ligeros.
131
Eso es, 20.000 hojas.
132
Las comedias nuevas italianas (prosa, cinco actos) adaptaban a los
tiempos modernos personajes y situaciones de las comedias latinas de Plauto
y Terencio. A esa tradición, aunque muy populista, pertenece el famoso autor
español de entremeses Lope de Rueda.
133
El teatro de universidades y colegios, en particular de los jesuitas, con
quienes estudian Lope y la mayoría de los dramaturgos de la época, sigue las
normas clásicas en tragedias y comedias. Habitualmente escritas en latín, ésas
pueden incorporar pasajes en castellano, con entremeses y escenas en verso
con polimetría, eso es, variedad de metros en la misma composición. De ese
teatro procede, en gran medida, el de los corrales.
134
Los aristotélicos defendían las siguientes reglas, a las que necesariamente
debía ajustarse cualquier obra dramática: 1. Tajante distinción entre tragedia
y comedia. La tragedia se caracterizaba por la acción que iba del inicio feliz
al final triste; los personajes sublimes como protagonistas – dioses, reyes y
alta nobleza; el grado de realidad – histórico; y la forma – escrita en verso
heroico. En la comedia, el conflicto pasaba a la felicidad final, habitualmente
con bodas; la condición social de los personajes tenía que ser media o baja; el
asunto no debía ser histórico, sino inventado; y la forma utilizada era la
prosa, porque ése es el modo de expresión propio de la lengua coloquial. 2.
Tragedias y comedias tenían que estructurarse, de acuerdo con las normas de
Horacio, en 5 actos y mantener las 3 unidades: lugar, tiempo y acción. 3.
Ambas contemplaban conseguir una enseñanza deleitable por medio del
terror o de la risa: mezclar, en frase de Horacio, lo útil con lo dulce.
135
La décima es una forma estrófica inventada por Vicente Espinel, de quien
recibe también el nombre de espinela; consta de diez versos octosílabos con
rima consonante. Está compuesta por dos redondillas separadas por dos
versos que riman el primero con el último de la primera redondilla y el
segundo con el primero de la segunda redondilla. Estos dos versos enlazan la
tesis expuesta en la primera redondilla con la conclusión de la segunda.
Desde fines del s. XVI, desempeñó un papel importante en el teatro y las
glosas. Tirso de Molina y Calderón la emplearon.
227
136
Entre esos dramas mencionamos también los de sucesos históricos que
tienen que ver con la historia de los rumanos o la literatura rumana: El
prodigioso príncipe transilvano, La campana de Aragón, El rey sin reino.
137
Dentro de la corriente de la forma nacional de teatro, las características de
sus obras, lo mismo que de todos los que escriben en la misma época que él,
son las siguientes: el carácter nacional de los temas predominantes; el
mestizaje (más que fusión, por tanto) de los elementos líricos y dramáticos; la
variadísima acumulación de episodios; la fusión creadora de los elementos
popular y culto, en una síntesis poética armoniosa; la movida y nada pesada
espontaneidad; sobre todo, la implementación de elementos cómicos en el
drama; la definición del gracioso o donaire; la prevalecencia de la dinámica
de la acción sobre la definición psicológica de los caracteres; la habilidad y el
cuidado con que se escribía, de lo cual el propio Lope dice: “Lo mejor de un
poeta es lo borrado / no lo más limpio, que pensó primero”.
138
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Gredos. 1967, pp. 268-269.
139
Recordamos que el teatro español nace en la Edad Media en las
festividades religiosas. Así, en las grandes solemnidades de las Pascuas de
Navidad o de Resurrección, se representan ante el altar escenas de la vida de
Cristo. Más tarde se introducen elementos profanos y las representaciones
pasan al atrio de las iglesias. Finalmente, se componen obras totalmente
profanas, que se representan en plazas o locales preparados para ello. La
técnica teatral era muy rudimentaria, hasta que en el Renacimiento se adoptan
los principios del teatro clásico greco-latino. Sin embargo, el teatro de corte
renacentista – que, como hemos visto, cultiva Cervantes en su primera época
– no llega a cuajar en España.
140
En cuanto a su vida, se sabe que Tirso de Molina se ordena en el convento
mercedario de Guadalajara (1601), vive en el monasterio de Estercuel (1614-
1615) y viaja a Santo Domingo (1616), de donde regresa dos años más tarde.
Una Junta de Reformación le condena al destierro de la Corte, por escribir
comedias profanas. En 1626, está de nuevo en la Corte y le nombran
Comendador del convento de Trujillo. Es confinado en el convento de
Cuenca, al parecer por las mismas causas que promovieron su destierro. Pero
luego es nombrado cronista de su orden (1632), Comendador del convento de
Soria (l645) y definidor provincial de Castilla (1646).
141
Blanca de los Ríos. Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura
española. Época barroca. Madrid. Ed. Gredos. 1967, p. 402. Señalamos, por
otra parte, que el contenido de los numerosos trabajos publicados por Blanca
de los Ríos sobre la vida y las obras de Tirso de Molina ha sido íntegramente
incorporado a su gran edición del teatro de ése: Tirso de Molina. Obras
228
dramáticas completas, 3 tomos, Madrid, tomo I, 1946; tomo II, (IIª ed.) 1962,
tomo III, 1958.
142
Blanca de Los Ríos, ed. Prólogo a Tirso de Molina. Obras dramáticas
completas, 3 tomos, Madrid, tomo I, 1946; tomo II, (IIª ed.) 1962, p. 576.
143
Gregorio Marañón. Don Juan. Ed. Austral. Cap. La leyenda española y
Don Juan.
144
Marcelino Menéndez y Pelayo. Tirso de Molina. Investigaciones
biográficas y bibliográficas. En: Estudios y discursos de crítica histórica y
literaria, edición nacional, tomo III. Santander, 1941. pp. 5-23.
145
Cf. Juan Luis Alborg. Historia de la literatura española. Época barroca.
Madrid. Ed. Gredos. 1967, p. 436.
146
Blanca de Los Ríos, ed. Prólogo a Tirso de Molina. Obras dramáticas
completas, 3 tomos, Madrid, tomo I, 1946; tomo II, (IIª ed.) 1962, p. 579.
147
La zarzuela es una obra dramática y musical que se declama y canta
alternativamente. Es llamada así también la letra y música de esta obra. Tomó
su nombre de las representaciones dramáticas musicales que en el s. XVII se
celebraban en el pabellón de caza de La Zarzuela (rodeado de zarzas) de la
familia real española, en los alrededores de Madrid. Iniciado con la obra de
Calderón El jardín de Falerina (1649), con música de Juan Risco, el término
fue aplicado por vez primera al estreno de El golfo de las sirenas (1657) y, al
año siguiente, al de El laurel de Apolo, ambas del mismo autor. Las primeras
zarzuelas fueron de tema mitológico y contaron con numerosos famosísimos
libretistas como el conde de Clavijo, J.B. Diamante y A. Zamora y músicos
como C. Patiño, J. Hidalgo, J. Marín, J. Navas y S. Durón.
148
El auto sacramental es una obra teatral de un solo acto en verso, con
personajes alegóricos, que se representaba en fiestas religiosas, sobre todo en
la de Corpus, al aire libre, en las plazas con la asistencia de la autoridad y del
pueblo. Defiende los valores de la religión católica y exalta la Eucaristía.
149
El figurón es una persona fantástica y presumida, que aparenta lo que no
es, protagonista de la comedia de figurón. Alcanzan enorme difusión las
comedias de figurón de Rojas Zorilla (Entre bobos anda el juego, etc.),
caracterizadas por la trama compleja y la profundidad psicológica con que
trata a los protagonistas, por presentar singularidades temáticas poco
frecuentes en su tiempo, como el papel que desempeña la mujer como
vindicadora de su propio honor (Cada cual lo que le toca).
150
Lecturas españolas. Madrid. Agrupación Nacional del Comercio del
Libro. 1974, pp. 53-57.
151
Hispanista francés (1850-1924) que, junto a Mérimée, fue durante largo
tiempo impulsor del hispanismo en Francia. Escribió entre otras España en
los s.s XVI y XVII (1878) y Estudios sobre España (1888-1925).
229
152
Marcelino Menéndez y Pelayo.Historia de las Literaturas Hispánicas,
tomo III, p. 710.
153
Agudeza y arte de ingenio, Discurso I. Ver ed. de Buenos Aires. 1944, pp.
12-13.
154
Agudeza y arte de ingenio, Discurso I. Ver ed. de Buenos Aires. 1944, pp.
12-13.
155
Entre ellos Padre Batllori y Aurora Egido.
156
Yendo en fin al grano, recordamos que acerca de unos precedentes de la
agudeza en el s. XVI, sobre todo acerca de Herrera y Francisco de Medina, es
interesante consultar el estudio de Lore Terracini. Tradizione illustre e lingua
literaria. Studi di Letteratura Spagnola. Università di Roma 1965, p. 89.
Sería útil consultar también a Matteo Peregrini. Delle acutezze, che altrimenti
spiriti, vivezzi e concetti volgarmente si appellanno, lo mismo que a Sforza
Pallavicino. Trattato delle stile e del dialogo, cf. Trattatisti e narratori del
Seicento, ed. de Ezio Raimondi, Milán-Nápoles, 1960. Y, para terminar,
leemos en el ya citado Cannocchiale Aristotelico la siguiente caracterización
de la agudeza: “gran madre d’ogni ingegnoso concetto, chiarissimo lume
dell’oratoria e poetica elocuzione, spirito vitale delle morte pagine,
piacevolissimo condimento della civil conversazione, ultimo sforzo
dell’intelletto, vestigio della divinita nell’animo umano”. La primera edición
del IlCannocchiale Aristitelico es de 1654. Ver ed. de Turín, 1670, p. 1.
157
Eso es, dicho agudo y feliz, célebre, en la mayoría de los casos.
158
Historia de la literatura española, tomo III. Barcelona. Ed. Vicens Vives.
1993, p. 379.
159
I fonti dell’ingegno ridotti ad arte. Bologna. 1650.
160
Delle acutezze che altrimenti sipiriti, vivezze e concetti volgarmente si
appellano, Genova-Bologna. 1639.
161
Al que lo define como “un acto de entendimiento que exprime (n.n.: es
decir, expresa) la correspondencia que se halla entre los objetos”.
162
Istoria esteticii. Bucureşti. Univers. 1971, p. 256-258.
163
Riflessioni sopra il buon gusto. Venezia. 1766, Introducción, pp. 72-84.
164
B. Gracián, op. cit., p. 39.
165
Op. cit., p. 263.
166
G. Călinescu; Matei Călinescu; Adrian Marino; Tudor Vianu. Clasicism,
baroc, romantism. Cluj. Ed. Dacia. 1971, p. 252-256.
167
Oráculo. Ed. Del Hoyo, p. 158.
168
George Călinescu. Impresii asupra literaturii spaniole.Bucureşti.
E.P.L.U. 1965, p. 209.
169
Los Reyes Católicos son Fernando II el Católico (Sos, 1452-Madrigalejo,
Cáceres, 1516) Rey de Castilla (1474-1504), junto con su esposa Isabel I, de
Aragón (1479-1516), de Sicilia (1468-1516) y de Nápoles (1504-1516). El
230
matrimonio se produce en octubre de 1469. Cuando muere Enrique IV de
Castilla (1474), Isabel es proclamada reina, y Fernando consigue, tras arduas
discusiones con la recelosa nobleza castellana, ser reconocido rey con los
mismos derechos que Isabel. En los años siguientes, Isabel y Fernando se
dedican a afianzar su autoridad sobre los reinos. Lograda la paz interior,
dedican sus esfuerzos a completar la Reconquista, con la mirada puesta en la
unificación política de todos los reinos bajo la dirección de Castilla. En este
empeño emprenden una larga guerra contra el reino nazarí de Granada (1481-
1492), que acaba con su integración a la corona castellana. Logran la unidad
religiosa del reino con la expulsión de los judíos (1492) y la conversión
forzosa de los moriscos (1503). Abren insospechables puertas con el
descubrimiento de América (1492). Libran el Rosellón de la influencia
francesa e intervienen en las guerras de Italia, que dan como resultado la
conquista del reino de Nápoles (1503).
170
La Biblia Complutense es la primera edición políglota de la Biblia,
iniciada y realizada en la Universidad de Alcalá de Henares (Complutum),
gracias al mecenazgo del cardenal Cisneros. Iniciada en 1502 e impresa por
Arnao Guillén de Brocar con tipos griegos y hebreos fundidos ex profeso, se
termina en 1517, pero no ve la luz hasta 1520, fecha en que León X autoriza
su divulgación. Representa el primer esfuerzo de la crítica europea del
Renacimiento aplicada a los textos sagrados.
171
El Concilio de Trento es el Concilio ecuménico celebrado con ocasión de
la Reforma protestante de 1545 a 1549, de 1551 a 1552 y de 1562 a 1563 en
Trento y en el que se echan las bases de la Contrarreforma católica. Pío IV,
mediante la bula Benedictus Deus et Pater (1564), confirma las decisiones
del Concilio y las comunicó a toda la cristiandad.
172
La Paz de Cateau-Cambrésis, es un Tratado de Paz entre España,
Inglaterra y Francia (1559), con el cual Francia recupera la plaza de Calais y
algunas ciudades fronterizas con los Países Bajos, y España asegura la
comunicación entre sus territorios de Italia y Países Bajos.
173
La Armada invencible es la expedición naval española que envía Felipe II
contra Inglaterra (1588), para acabar con la ayuda inglesa a los holandeses y
flamencos, y con la piratería inglesa. La flota, formada por 130 buques y
dirigida por Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, inexperto
navegante, zarpa, el 9 de mayo, de Lisboa y, después de pequeñas
escaramuzas con los ingleses y ante la imposibilidad de desembarcar, decide
regresar. En las costas de Escocia e Irlanda, el mal tiempo provoca el
hundimiento de su mayor parte. Los buques que se salvan arriban a los
puertos del Cantábrico en septiembre y octubre. Esa derrota supuso la pérdida
definitiva de la hegemonía naval española.
231
matrimonio se produce en octubre de 1469. Cuando muere Enrique IV de
Castilla (1474), Isabel es proclamada reina, y Fernando consigue, tras arduas
discusiones con la recelosa nobleza castellana, ser reconocido rey con los
mismos derechos que Isabel. En los años siguientes, Isabel y Fernando se
dedican a afianzar su autoridad sobre los reinos. Lograda la paz interior,
dedican sus esfuerzos a completar la Reconquista, con la mirada puesta en la
unificación política de todos los reinos bajo la dirección de Castilla. En este
empeño emprenden una larga guerra contra el reino nazarí de Granada
(1481-1492), que acaba con su integración a la corona castellana. Logran la
unidad religiosa del reino con la expulsión de los judíos (1492) y la
conversión forzosa de los moriscos (1503). Abren insospechables puertas con
el descubrimiento de América (1492). Libran el Rosellón de la influencia
francesa e intervienen en las guerras de Italia, que dan como resultado la
conquista del reino de Nápoles (1503).
170
La Biblia Complutense es la primera edición políglota de la Biblia,
iniciada y realizada en la Universidad de Alcalá de Henares (Complutum),
gracias al mecenazgo del cardenal Cisneros. Iniciada en 1502 e impresa por
Arnao Guillén de Brocar con tipos griegos y hebreos fundidos ex profeso, se
termina en 1517, pero no ve la luz hasta 1520, fecha en que León X autoriza
su divulgación. Representa el primer esfuerzo de la crítica europea del
Renacimiento aplicada a los textos sagrados.
171
El Concilio de Trento es el Concilio ecuménico celebrado con ocasión de
la Reforma protestante de 1545 a 1549, de 1551 a 1552 y de 1562 a 1563 en
Trento y en el que se echan las bases de la Contrarreforma católica. Pío IV,
mediante la bula Benedictus Deus et Pater (1564), confirma las decisiones
del Concilio y las comunicó a toda la cristiandad.
172
La Paz de Cateau-Cambrésis, es un Tratado de Paz entre España,
Inglaterra y Francia (1559), con el cual Francia recupera la plaza de Calais y
algunas ciudades fronterizas con los Países Bajos, y España asegura la
comunicación entre sus territorios de Italia y Países Bajos.
173
La Armada invencible es la expedición naval española que envía Felipe II
contra Inglaterra (1588), para acabar con la ayuda inglesa a los holandeses y
flamencos, y con la piratería inglesa. La flota, formada por 130 buques y
dirigida por Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, inexperto
navegante, zarpa, el 9 de mayo, de Lisboa y, después de pequeñas
escaramuzas con los ingleses y ante la imposibilidad de desembarcar, decide
regresar. En las costas de Escocia e Irlanda, el mal tiempo provoca el
hundimiento de su mayor parte. Los buques que se salvan arriban a los
puertos del Cantábrico en septiembre y octubre. Esa derrota supuso la pérdida
definitiva de la hegemonía naval española.
231
EJERCICIOS PRÁCTICOS DE REDACCIÓN
Temas de historia y crtica literaria
232
EJERCICIOS PRÁCTICOS DE REDACCIÓN
Temas de historia y crtica literaria
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