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Resumen
Introducción
Por todo esto nos hemos planteado, como objetivos de nuestro estudio, conocer la
prevalencia del hábito tabáquico y sus características, así como los factores
actitudinales, en los estudiantes de ciencias de la salud, quienes, por su profesión,
ejercerán en el futuro un papel muy importante en la adquisición de determinados
comportamientos para la salud de las poblaciones, que es necesario potenciar.
Metodología
Por último, un tercer apartado, dirigido a conocer la actitud frente a este hábito:
grado de preocupación por los efectos del tabaco, utilidad de los programas de
restricción, actitud frente a la limitación de la publicidad en medios de
comunicación y frente al consumo en lugares públicos.
Resultados
Los 239 cuestionarios restantes, obtenidos entre los 305 alumnos de medicina, con
100, 98 y 107 estudiantes matriculados en primer, tercer y sexto curso,
respectivamente, elevaron en este grupo el porcentaje de participación al 78,4%,
oscilando entre el 76,5%, en tercero, y el 79,4%, en sexto, sin diferencias
significativas por curso ni tampoco, en conjunto, con enfermería.
La edad media de inicio del hábito entre los fumadores habituales fue de 17,5±2,2
años, muy similar en ambos sexos: 17,9±2,7 para los varones y 17,3±1,9 para las
mujeres. En la figura 1 se representa la edad media a la que se iniciaron los
fumadores habituales por grupos de edad: los más jóvenes, menores de 20 años, a
edades más tempranas (16,3±1,3 años) y los mayores, 25 años y más, más
tardíamente (18,3±2,7 años; p<0,01). Las edades medias de inicio entre los
fumadores ocasionales (18,26±2,9 años) y habituales no fueron significativamente
diferentes. Sí fue significativa la diferencia entre la edad media de inicio en los
fumadores habituales y en los ex fumadores (16,05±2,2 años; p<0,01), y también
entre ésta y la edad de comienzo del hábito en los fumadores ocasionales (p<0,01).
Al responder sobre el cese del hábito la mayoría de los consumidores habituales (el
74,8%) declararon que les gustaría dejarlo definitivamente (79,6% entre las mujeres
y 63,6% entre los varones fumadores habituales). Por edad son los más jóvenes los
que tienen la menor proporción de personas motivadas para dejar el hábito, y por
grado de consumo la mayor proporción se observa entre los que tienen un mayor
hábito (p<0,05). El 67,5% de los fumadores habituales ha intentado dejarlo en
alguna ocasión. De éstos, el 82,9% lo intentaron bruscamente, el 14,5% de forma
progresiva, y no contestaron el 2,6%. Entre los que al menos habían realizado un
intento de cese, el 89,5% nunca utilizó ningún método de ayuda, si bien la mitad de
los 120 fumadores creen que es necesario algún tipo de refuerzo para abandonar el
hábito, y de éstos el 50% citan la ayuda familiar y la psicológica como las más
importantes. Entre los ex fumadores el porcentaje de los que no habían utilizado
ningún tipo de ayuda ascendió al 95,45%.
Las tablas 5-7 recogen las opiniones frente a la publicidad del tabaco y sobre la
eficacia de las campañas de lucha antitabáquica. El 76,8% de los encuestados está
de acuerdo con la prohibición de la publicidad en los medios de comunicación (tabla
5), sin diferencias estadísticamente significativas por sexo, pero sí entre los grupos
de edad (p<0,05), con los de más edad con la mayor proporción favorable. Los ex
fumadores son los más inclinados a esta prohibición, en tanto los no fumadores los
que menos.
Discusión
Puesto que se ha observado, tanto en estudios españoles como en otros países, una
tendencia a la disminución, a lo largo del tiempo, de la prevalencia de fumadores a
edades concretas, nuestra mayor proporción de no fumadores en comparación con
los estudios citados9-14, pudiera explicarse en parte debido a que aquéllos fueron
realizados con anterioridad al nuestro. De hecho, los valores más próximos son los
del estudio de publicación más reciente, llevado a cabo en Barcelona en alumnos de
enfermería en el año académico 1989-199013.
Los conocimientos de los efectos nocivos que sobre la salud tiene el tabaco parece
que tampoco influyen en nuestro colectivo en el abandono del hábito, pues la
mayoría son conscientes del daño que el humo del tabaco tiene tanto sobre los
fumadores activos como sobre los pasivos. Todo esto confirma que es mucho más
eficaz centrar los esfuerzos antitabáquicos en evitar que los jóvenes se inicien en el
hábito, en vez de intentar que los ya iniciados lo abandonen 30, teniendo en cuenta
en los programas de prevención que los fumadores más jóvenes se inician a edades
más tempranas, y son además los menos motivados para abandonarlo.