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Hábito tabáquico.

Prevalencia y actitudes en estudiantes de ciencias de


la salud
P. Henríquez Sáncheza, JL. Doreste Alonsoa
Área de Medicina Preventiva y Salud Pública. Universidad de La Laguna. Tenerife.
a

Resumen

Objetivos. Conocer la prevalencia del hábito tabáquico, sus características y la actitud


frente a los programas preventivos y de lucha antitabáquica de los estudiantes de
ciencias de la salud de la Universidad de La Laguna.

Diseño. Estudio descriptivo transversal (de prevalencia).

Emplazamiento/participantes. La población objeto de estudio la constituyen los 371


alumnos matriculados en las dos escuelas de enfermería y los 305 estudiantes
matriculados en primer, tercer y sexto curso en la facultad de medicina, de la
Universidad de La Laguna.

Mediciones y resultados principales. Mediante cuestionario anónimo y voluntario,


autocumplimentado por el 76,4% de la población en estudio, el 31,1% de los
encuestados se declaró fumador (un 7,6% sólo de forma ocasional). El 4,3% se confiesa
ex fumador y el 64,6% no fumador. No existen diferencias significativas por sexo,
predominando los fumadores entre los de edad más avanzada, en tanto los no fumadores
entre los más jóvenes. El 74,8% de los fumadores reconocen que les gustaría dejar de
serlo definitivamente, habiéndolo intentado en alguna ocasión el 67,5%. Son
sensiblemente apreciadas las medidas restrictivas sobre el consumo y la publicidad del
tabaco.

Conclusiones. En este colectivo la motivación para el cese del hábito es alta, y se


aceptan ampliamente las medidas restrictivas sobre el consumo y publicidad del tabaco.

Introducción

El consumo de tabaco es considerado en nuestros días uno de los factores de riesgo


con mayor responsabilidad en el desarrollo de diversas enfermedades y causa
directa de un gran número de muertes 1,2. La OMS ha estimado que un tercio de la
mortalidad prematura anual de los varones es directamente atribuible al tabaco, en
tanto esa proporción para las mujeres representa alrededor de un 10-12% 3.

Muchos países han seguido las recomendaciones de la OMS 4, poniendo en marcha


programas de lucha antitabaco, que han permitido evidenciar una relación directa
entre la disminución del número de fumadores y la disminución de las
enfermedades ligadas al consumo de tabaco5.

Estas enfermedades, que aparecen en general en edades medias o avanzadas de la


vida, se presentan como consecuencia de un hábito adquirido en la juventud, de ahí
la importancia de intervenir sobre estos últimos grupos de edad, evitando la
adquisición de conductas que traerán, muchos años después, consecuencias
importantes sobre la salud6.

Los profesionales sanitarios presentan aún cifras altas de prevalencia de


tabaquismo, aunque con tendencia al descenso, siendo éstas un poco menores en
los estudiantes de medicina y enfermería. Esto es muy importante teniendo en
cuenta el papel que estos profesionales sanitarios desempeñan como modelo, como
educadores sanitarios y como líderes, tanto en sus lugares de trabajo como en la
sociedad, sensibilizándola y motivándola para el abandono del hábito o para no
adquirirlo7.

Por todo esto nos hemos planteado, como objetivos de nuestro estudio, conocer la
prevalencia del hábito tabáquico y sus características, así como los factores
actitudinales, en los estudiantes de ciencias de la salud, quienes, por su profesión,
ejercerán en el futuro un papel muy importante en la adquisición de determinados
comportamientos para la salud de las poblaciones, que es necesario potenciar.

Metodología

Se llevó a cabo un estudio descriptivo transversal en estudiantes de enfermería y


medicina matriculados en la Universidad de La Laguna en el curso académico 1990-
1991, siendo la población objeto de estudio la formada por los 371 alumnos de las
dos escuelas de enfermería, y los 305 estudiantes de primer, tercer y sexto curso
de medicina.

La fuente de información la constituyó una encuesta anónima y


autocumplimentada. Con la intención de captar el mayor número de estudiantes, la
encuesta les fue entregada al finalizar el examen de aquella asignatura, en cada
curso y tipo de estudios, en la que era mayor el número de alumnos matriculados,
pidiéndoles su participación voluntaria. Una vez contestados, los cuestionarios
fueron recogidos en la misma aula por el profesor de la asignatura.

El cuestionario estaba estructurado en varios apartados:

En el primero se incluyen variables de identificación, como sexo, edad, centro de


estudio y curso, y permite clasificar a los encuestados en categorías según su
hábito tabáquico definidas según las recomendaciones de la OMS 8. Fumador
habitual se consideró aquel que en el momento de la entrevista fumaba algún tipo
de tabaco a diario; fumador ocasional, aquel que no lo hacía diariamente; no
fumador, aquellos que declaraban no fumar en el momento actual y, además, o no
lo habían hecho nunca o sólo de forma esporádica, y, finalmente, ex fumador, aquel
que en el pasado había fumado a diario y durante 6 o más meses.

Un segundo apartado, dirigido a los fumadores y a los ex fumadores, se relaciona


con el hábito de fumar y sus características: tipo de tabaco y cantidad consumida,
edad de inicio, intentos de cese y, en su caso, métodos utilizados, así como, para
los ex fumadores, edad en que dejaron el hábito.

Por último, un tercer apartado, dirigido a conocer la actitud frente a este hábito:
grado de preocupación por los efectos del tabaco, utilidad de los programas de
restricción, actitud frente a la limitación de la publicidad en medios de
comunicación y frente al consumo en lugares públicos.

Los datos fueron tabulados en el programa estadístico Sigma® y las diferencias


entre proporciones se han analizado mediante la prueba de la ji al cuadrado,
considerando el nivel de significación estándar de alfa de 0,05. Para la estimación
por intervalos, a partir de los valores muestrales, de las proporciones poblacionales,
se emplearon los valores de z en la distribución normal tipificada para un intervalo
de confianza del 0,95, siempre que fueran lo bastante altos los porcentajes
muestrales, toda vez que el tratamiento de la muestra era siempre suficiente.
Finalmente, para analizar las diferencias entre medias, comparándolas con la
distribución t de Student, se realizaban previamente pruebas de homogeneidad de
variancias mediante la F de Fisher-Snédécor.

Resultados

Entre los 676 estudiantes que formaban la población, se obtuvieron 517


cuestionarios (contestaron la encuesta un 76,5%), pero se eliminaron 6 por carecer
de datos de identificación. Estas 511 encuestas, sobre el número de alumnos
matriculados representan una proporción de participación del 75,6%. En enfermería,
con 162, 114 y 95 alumnos matriculados en primer, segundo y tercer curso,
respectivamente, se obtuvieron 272 cuestionarios válidos, por lo que la proporción
de participación fue, en relación con el total de 371 estudiantes, del 73,3%. Por
cursos, los porcentajes variaron entre el 68,5%, en primero, y el 82,5%, en segundo
(p<0,01).

Los 239 cuestionarios restantes, obtenidos entre los 305 alumnos de medicina, con
100, 98 y 107 estudiantes matriculados en primer, tercer y sexto curso,
respectivamente, elevaron en este grupo el porcentaje de participación al 78,4%,
oscilando entre el 76,5%, en tercero, y el 79,4%, en sexto, sin diferencias
significativas por curso ni tampoco, en conjunto, con enfermería.

La distribución de la muestra según edad, sexo, centro de estudio y hábito


tabáquico se recoge en la tabla 1. Los 160 varones y 351 mujeres (46,8%
pertenecen a medicina y el 53,2% a enfermería) tenían como edad media
21,65±3,82 años, situándose el 53,8% de la muestra entre 20 y 25 años. De
acuerdo con su hábito tabáquico, el 23,5% son fumadores habituales (IC95%: 27,2-
19,8), el 7,6% fumadores ocasionales (IC95%: 10,4-5,4), el 4,3% ex fumadores
(IC95%: 6,5-2,7) y el 64,6% se declararon no fumadores (IC95%:68,7-60,4).
La tabla 2 muestra los porcentajes de las diferentes categorías del hábito tabáquico
por sexo, edad y centro de estudio. La prevalencia de fumadores es similar en
varones y mujeres, siendo mayor la proporción de no fumadores en los primeros y,
al contrario, mayor la de ex fumadores en las mujeres, si bien no existen en ningún
caso diferencias estadísticamente significativas.

Por edad se observa una proporción de fumadores, en el grupo de 25 años o más,


significativamente mayor que la de los otros 2 grupos de edad (p<0,001), donde
predominan los no fumadores, sobre todo en los menores de 20 años, entre los que
esta proporción es significativamente inferior a la existente en las otras dos
categorías de edad (p<0,001).

Por centro de estudio, la prevalencia de fumadores es mayor en los estudiantes de


enfermería (p<0,01), mientras que, al contrario, es mayor la de no fumadores en los
estudiantes de medicina (p<0,001).

Entre los fumadores habituales, la gran mayoría (96,2%) consume cigarrillos,


predominando el tabaco rubio (93,6%) sobre el negro (6,4%). Sólo un 5,1% declaran
no inhalar el humo, porcentaje éste que se eleva al 13,2% entre los fumadores
ocasionales. En estos últimos, así como en los ex fumadores, la distribución por tipo
de tabaco coincide con la registrada entre los fumadores habituales. Refiriéndonos
únicamente a estos últimos, se estimó un consumo medio de 15,2±7,5
cigarrillos/día, concentrándose el mayor porcentaje (47,2%) en los que fuman entre
10 y 20 cigarrillos, sin diferencias significativas por sexo (tabla 3). Un 35,2% de los
fumadores habituales consume más de una cajetilla diaria. El consumo aumenta
con la edad, tabla 3, y de forma significativa a partir de los 25 años (p<0,05).

La edad media de inicio del hábito entre los fumadores habituales fue de 17,5±2,2
años, muy similar en ambos sexos: 17,9±2,7 para los varones y 17,3±1,9 para las
mujeres. En la figura 1 se representa la edad media a la que se iniciaron los
fumadores habituales por grupos de edad: los más jóvenes, menores de 20 años, a
edades más tempranas (16,3±1,3 años) y los mayores, 25 años y más, más
tardíamente (18,3±2,7 años; p<0,01). Las edades medias de inicio entre los
fumadores ocasionales (18,26±2,9 años) y habituales no fueron significativamente
diferentes. Sí fue significativa la diferencia entre la edad media de inicio en los
fumadores habituales y en los ex fumadores (16,05±2,2 años; p<0,01), y también
entre ésta y la edad de comienzo del hábito en los fumadores ocasionales (p<0,01).

Al responder sobre el cese del hábito la mayoría de los consumidores habituales (el
74,8%) declararon que les gustaría dejarlo definitivamente (79,6% entre las mujeres
y 63,6% entre los varones fumadores habituales). Por edad son los más jóvenes los
que tienen la menor proporción de personas motivadas para dejar el hábito, y por
grado de consumo la mayor proporción se observa entre los que tienen un mayor
hábito (p<0,05). El 67,5% de los fumadores habituales ha intentado dejarlo en
alguna ocasión. De éstos, el 82,9% lo intentaron bruscamente, el 14,5% de forma
progresiva, y no contestaron el 2,6%. Entre los que al menos habían realizado un
intento de cese, el 89,5% nunca utilizó ningún método de ayuda, si bien la mitad de
los 120 fumadores creen que es necesario algún tipo de refuerzo para abandonar el
hábito, y de éstos el 50% citan la ayuda familiar y la psicológica como las más
importantes. Entre los ex fumadores el porcentaje de los que no habían utilizado
ningún tipo de ayuda ascendió al 95,45%.

En la tabla 4 se diferencian, por edad y sexo, los resultados sobre la preocupación


por los efectos que sobre su salud puede tener el tabaco. Prácticamente todos los
encuestados, independientemente del hábito, están de acuerdo en que el tabaco es
perjudicial para la salud del fumador, y sólo un 2,2% opinan que no lo es para los no
fumadores.

Las tablas 5-7 recogen las opiniones frente a la publicidad del tabaco y sobre la
eficacia de las campañas de lucha antitabáquica. El 76,8% de los encuestados está
de acuerdo con la prohibición de la publicidad en los medios de comunicación (tabla
5), sin diferencias estadísticamente significativas por sexo, pero sí entre los grupos
de edad (p<0,05), con los de más edad con la mayor proporción favorable. Los ex
fumadores son los más inclinados a esta prohibición, en tanto los no fumadores los
que menos.

Un porcentaje superior, alrededor del 83%, prohibiría fumar en lugares públicos


(tabla 6), siendo en este caso los mayores de 25 años los menos partidarios de esta
restricción (p<0,01). Los ex fumadores son los que se muestran más de acuerdo
(p<0,01).

La utilidad de las campañas de lucha antitabáquica es valorada positivamente por


el 68,5% de los encuestados (tabla 7), sin diferencias significativas por sexo ni
según el hábito tabáquico, aunque la mayor proporción de quienes las creen útiles
se observa en los ex fumadores, del mismo modo que, por edad, en los de más de
25 años, en este caso presentando diferencias significativas en relación con las
otras edades (p<0,01).

Discusión

Los resultados de nuestro trabajo nos muestran un aspecto parcial de la


importancia que el tabaco puede tener entre los jóvenes, dado que el colectivo
sometido a estudio se supone más preocupado o sensibilizado con hábitos que
tienen una influencia negativa sobre la salud, aunque precisamente por ello de gran
interés. Además, y lógicamente, son sólo aplicables a los alumnos participantes,
pues no podemos olvidar que no conocemos los hábitos, ni sus características, en
relación con el tabaco de un 24,4% de nuestra población.

El porcentaje de no fumadores entre los estudiantes de ciencias de la salud de


nuestra Universidad es elevado (64,6%), pero esta prevalencia se debe
fundamentalmente a personas que no han tenido nunca este hábito. No parece, por
tanto, y en otros términos, que el hecho de seguir estos estudios ayude a promover
el abandono del tabaquismo: únicamente el 4,3% de la población es ex fumadora.
En comparación con otros estudios realizados en nuestro país en estudiantes de
medicina y enfermería9-14 y en profesionales sanitarios15-23, presentamos cifras más
bajas de fumadores y mayores de no fumadores y es también inferior la prevalencia
del consumo del tabaco entre nosotros con respecto a los datos de población
general24-28. El único estudio en que hemos encontrado cifras de prevalencia de
fumadores y no fumadores menores a las nuestras es el de Ribó et al 29 en alumnos
de primero de medicina en 1989-1990, que a su vez comunican cifras de ex
fumadores superiores a las que hemos descrito.

Puesto que se ha observado, tanto en estudios españoles como en otros países, una
tendencia a la disminución, a lo largo del tiempo, de la prevalencia de fumadores a
edades concretas, nuestra mayor proporción de no fumadores en comparación con
los estudios citados9-14, pudiera explicarse en parte debido a que aquéllos fueron
realizados con anterioridad al nuestro. De hecho, los valores más próximos son los
del estudio de publicación más reciente, llevado a cabo en Barcelona en alumnos de
enfermería en el año académico 1989-199013.

Numerosos estudios muestran la tendencia al incremento de la prevalencia en las


mujeres en los últimos años. En la Encuesta Nacional de Salud de 1993 28 se observó,
junto a un descenso del porcentaje de varones fumadores, un aumento en las
mujeres, entre las que la proporción pasó del 23% al 25%, cambio que puede
justificar que encontraramos en nuestro estudio una prevalencia casi idéntica en
varones que en mujeres.

Entre los estudiantes de enfermería se encuentra un número significativamente


menor de no fumadores en comparación con los estudiantes de medicina, en tanto
es mayor el porcentaje de fumadores, si bien entre ellos la prevalencia de
fumadores es inferior a la encontrada en otros estudios realizados sobre este mismo
colectivo12-14.

Cabe resaltar, a pesar de la relativamente baja prevalencia de fumadores


observada, que la cantidad consumida por éstos es realmente importante; más de
una tercera parte consume más de una cajetilla diaria, situándose la media en 15,2
cigarrillos/día, cifra superior a la de otros colectivos de estudiantes con mayor
prevalencia9,10,13. No sólo el porcentaje de fumadores sino también la intensidad de
consumo se incrementan con la edad, fenómeno este último también condicionado
por un efecto de cohorte, al tratarse de un estudio que valora, en un momento
determinado, generaciones distintas que, sabemos, se caracterizan en las años más
cercanos por incorporarse al hábito tabáquico en menor proporción. Posiblemente,
el estudio de estas mismas generaciones dentro de unos años permitiría observar
en cada una de ellas cómo han disminuido tanto el hábito como la cantidad
consumida, pues es un fenómeno habitual la reducción del consumo cuando
comienzan a sentirse las limitaciones que va ocasionando el tabaco, justo entonces,
a partir de edades determinadas, en las que el abandono es más difícil al existir una
mayor dependencia.
Por sexo no hubo diferencias en intensidad del hábito tabáquico, del mismo modo
que no se observaron entre varones y mujeres en cuanto a prevalencia de consumo.

En líneas generales, a pesar de la elevada motivación por abandonar el consumo y


el alto porcentaje de personas que lo han intentado en alguna ocasión, es pequeño
el número de los que llegan a conseguirlo, lo que hace muy necesario que se valore
si conviene prestar, de un modo general, algún tipo de ayuda y en qué forma a
todos aquellos que realmente quieren planteárselo.

Los conocimientos de los efectos nocivos que sobre la salud tiene el tabaco parece
que tampoco influyen en nuestro colectivo en el abandono del hábito, pues la
mayoría son conscientes del daño que el humo del tabaco tiene tanto sobre los
fumadores activos como sobre los pasivos. Todo esto confirma que es mucho más
eficaz centrar los esfuerzos antitabáquicos en evitar que los jóvenes se inicien en el
hábito, en vez de intentar que los ya iniciados lo abandonen 30, teniendo en cuenta
en los programas de prevención que los fumadores más jóvenes se inician a edades
más tempranas, y son además los menos motivados para abandonarlo.

Existe una gran aceptación de las restricciones que, sobre el consumo y la


publicidad del tabaco, deben poner en marcha las administraciones. El que sean los
no fumadores los que en menor proporción creen útiles las campañas divulgativas y
la prohibición de la publicidad del tabaco y el consumo en lugares públicos,
posiblemente se debe a que es éste el grupo más ajeno a esta problemática. Por el
contrario los ex fumadores son los que se muestran más de acuerdo con la
necesidad de campañas de lucha antitabáquica y de restricciones en su publicidad y
uso, observación frecuente y posiblemente relacionada con el hecho de que se trata
de un colectivo que ha sentido directamente los problemas derivados del consumo
del tabaco y de su abandono.

En conclusión, creemos necesario potenciar estrategias educativas dirigidas a este


colectivo de futuros profesionales sanitarios durante todo el período de formación
universitaria, con el fin de conseguir que se conviertan en principales promotores
de la lucha contra el consumo de tabaco. De esta manera aprovecharíamos un
recurso humano con gran capacidad de intervención sobre la población general.

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