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Introducción
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La nominación y distinción entre las categorías de educación formal y no formal resultan
problemáticas y han despertado innumerables discusiones en el campo de la pedagogía. A los
fines de esta investigación, optamos por tomar la denominación que utilizan quienes trabajan
al interior de las organizaciones que forman parte del estudio, que reconocen a los Clubes de
Jóvenes como organizaciones educativas de carácter no formal.
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La indagación se llevó a cabo en tres organizaciones que forman parte de este Programa a través
de estancias largas de observación participante en terreno, entrevistas formales e informales,
individuales y grupales, con quienes trabajan y asisten a ellas. Este artículo surge del análisis
realizado al conjunto de materiales recolectados, tomando como referencia central las notas de
campo elaboradas en los períodos de observación, y conforma una de las hipótesis centrales
abordadas en el Capítulo iv de mi tesis de doctorado.
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Probablemente haya sido Norbert Elias (1986, 2008) uno de los sociólogos que
demostró con mayor precisión la importancia “que tienen las interdependencias
personales y sobre todo las vinculaciones emocionales de los hombres como es-
labones en la unión de la sociedad” (Elias, 2008: 163). En este convencimiento,
a lo largo de su trabajo se ocupó de advertir sobre el carácter problemático de
considerar a los hombres como individualidades aisladas, independientes entre
sí y del mundo en el que viven. Existe toda una tradición que ha pensado al
individuo de esta manera, centrado en sí mismo, independiente, separado de
los otros: “… como si su mismidad existiese de alguna manera en su propia
‘interioridad’ y como si en esa ‘interioridad’ estuviese como separada por una
muralla invisible de todo lo que queda ‘fuera’, del denominado ‘mundo exte-
rior’” (Elias, 2008: 141).
Según Elias, esta tradición ha calado tan hondo en la manera de pensar
el “individuo” y la “sociedad”, que incluso esta dicotomía ha llegado a forjar
gran parte de la autoexperiencia de los hombres en las sociedades occidentales.
Sin embargo, y también de acuerdo con Elias (2008), alcanza simplemente
con ceñirse a los hechos observables para cuestionar esta singular división:
cuando se mira a los individuos –sostiene– no se ve otra cosa que a personas
nacidas como niños, alimentados y criados por otros adultos, que van creciendo
lentamente hasta convertirse ellos mismos en adultos. Según este argumento,
se ajusta mucho más a la realidad decir que el hombre está en continuo mo-
vimiento, que él en sí mismo es más bien un proceso que se desarrolla, antes
que un objeto aislado y estático. En este sentido, la idea de un individuo
concebido como mismidad, encerrado en una especie de cáscara invisible, no
hace justicia “a la ilimitada dependencia del hombre con respecto a los otros”
(Elias, 2008: 144).
Las dependencias mutuas de los hombres no son siempre idénticas, cam-
bian de una sociedad a otra, de un tiempo a otro, y resulta tan importante
mostrar el modo en que las interdependencias varían como rastrear aquellas
dependencias universales de los hombres. Para Elias (2008) la “necesidad
emocional profunda que siente un hombre de entablar relación con otros
miembros de la especie” es una de estas interdependencias universales que
vincula a los hombres entre sí.
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Según pudo observarse, para los jóvenes que participaron de la investigación a la que se hizo
referencia en la nota anterior (Aleu, 2008) el respeto incorpora el componente recíproco/mutuo
en los vínculos de autoridad. Para ellos es la existencia de respeto mutuo lo que habilita a quien es
considerado como autoridad a intervenir sobre el otro. No se trata de un vínculo unidireccional
sino de un vínculo que se asienta en la mutualidad: “el respeto tiene que ser mutuo, la persona que
quiere respeto tiene que respetar al otro”. En el caso de los vínculos asimétricos, la reciprocidad
que expresa el respeto les permite contar con ciertas garantías acerca de lo que la autoridad hará
con esa fuerza diferencial que se le supone (o, dicho en otras palabras, de lo que la autoridad
hará de y con uno a partir de esa fuerza diferencial atribuida).
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Yo soy un profe que pienso que hay que mantener un vínculo bien horizontal,
no me gusta el vínculo vertical de bajar línea, la verdad que a mí no me
gusta. Más con pibes grandes, con pibes chicos por ahí es otra cosa (entrevista
a profesor. Organización “B”).
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El buen trato en este tipo de relaciones implica estar atento a las expresiones
verbales y corporales de las otras personas. Se trata de una manera de dirigirse
a otros que parece requerir una mirada atenta a sus reacciones y regular las
aproximaciones. En todos los casos, ya sea en medio de bromas o de una simple
conversación, parece haber una regulación tácita que indica el límite más allá
del cual resulta necesario restituir cierta distancia. Tanto para los profesores
como para los jóvenes y adolescentes que asisten a los Clubes esta habilidad para
advertir el momento en que el trato comienza a incomodar, resulta fundamental
en la generación y sostenimiento de los vínculos de respeto.
En este sentido, el respeto suele estar acompañado por un conjunto de gestos
expresivos y prácticas sociales que regulan gran parte de nuestros encuentros
con otros y que resultan necesarios para la expresión de reconocimiento hacia
ellos.5 Siguiendo una hipótesis desarrollada por Sennett (2003), es posible
5
Una investigación anterior sobre las concepciones de autoridad en los estudiantes de la escuela
media (Aleu, 2008) mostró que para los estudiantes la noción de respeto aparece indisolublemente
asociada a las pautas que regulan el encuentro con los otros. En el intento por definir el respeto
los estudiantes lo hacen a partir de las situaciones en las que el respeto parece escasear o al
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hacés nada sonaste, ahí no hay vuelta atrás, como que cuesta más reconstruir.
Entonces yo creo que tenés que estar en una relación diferente, en donde uno
es el que habilita hasta dónde se juega, hasta dónde no se juega, los tiempos,
qué hacemos, qué no hacemos, qué se puede hacer y no se puede hacer… Eso
pasa por uno. Esto de manejar los horarios, la actividad, el respeto entre todos,
no solamente con uno… Los acuerdos básicos de convivencia…. (entrevista a
profesores. Organización “C”).
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En el marco de unas relaciones cada vez más abiertas, inestables e imprecisas, los
profesores se ven impulsados a poner en juego un conjunto de habilidades para
sortear, de la mejor manera posible, situaciones que no parecen estar definidas
con claridad. De alguna manera, cuanta más implicación personal se requiere por
parte de los profesores y de los jóvenes en el establecimiento de estos vínculos,
más se sobrecarga las interacciones y allí, la posibilidad de desborde se vuelve
un riesgo siempre presente. En una de las primeras observaciones en terreno,
uno de los profesores advierte sobre este modo singular de aproximación:
Los chicos vienen caminando todos juntos, están vestidos con campera y
pantalones grandes de gimnasia de color blanco celeste y azul, camperas
blancas, lentes azulados y platinados, gorrita blanca. Manuel, uno de los
profesores, me comenta algo así como: “Ellos tienen esa forma de entrar, de
marcar su presencia, son una tribu y hay que tener mucho tacto para poder
hablar con ellos sin que se enojen o molestarlos, uno tiene que ir lento” (Nota
de campo Nº 3. Organización “A”).
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