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TATA MANA KASUKOQ

( Padre rebelde)

El primer párroco de la Iglesia de la Villa Loreto, el Presbítero Don Pedro Francisco de


Uriarte fue el que más años estuvo frente a la curia de su parroquia. De andar rápido y
resuelto era la autoridad de unos de los poblados más pujantes y ricos de Santiago del Estero
durante el siglo XVIII y XIX. Su voz y sus propuestas habían sido siempre muy escuchadas.

La sola estampa de su persona, delgada y firme despejaba caminos. Aquel vestía a la usanza
de los padres católicos por aquellas épocas, de sotana sencilla.

Las actividades parroquiales en un día común comenzaban al amanecer para el primer


Párroco en el viejo Loreto. La misa matinal él la celebraba tempranísimo. La ¨ Mamaychis
Loretomanta¨ (Nuestra Señora de Loreto) estaba siempre presente en su vida. Era lo primero
que hacía. Invocaba a ella y a Tata Yaya (Padre Dios) al iniciar las tareas comunitarias. Una vez
terminada la liturgia solía recorrer los lugares alejados. Y si el tiempo se lo permitía también
visitaba los enfermos y así por la tarde se dedicaba a escribir los libros eclesiales, enviar cartas
o asuntos urgentes del curato.

Era, siempre, tan respetada su presencia, pues se recordaba la destacada actuación


desarrollada durante el Congreso de Tucumán en 1816, al que fue junto al Presbítero Don
Pedro León Díaz Gallo el que estuvo también en la Iglesia de la Villa.

En el anecdotario de la vida de este varón ilustre loretano se cuentan sus muchas actitudes
sin mezquindades. La formación de la patria naciente así lo requería y, entonces, este cura
rebelde no dudaba en actuar cuando era necesario.

Tal es el caso de este breve pero memorable suceso. Se comenta que un amanecer de
setiembre de 1812, mientras se preparaba para su trabajo, lo sorprendió el grito nervioso de
un chaski (mensajero):

¨ Tataysituuu ¨( mi padrecitooo) -se oía desde afuera.

Hasta que salió el curita hacia donde lo llamaban.

-¨Imayna purinki padrecito!¨ ( ¿cómo anda padrecito?-le dijo el mensajero.


_¨Allillata purini ¨ ( bien nomás )-contestó apresurado Uriarte.

Entonces le entregó en sus manos una carta enviada por el General del Ejercito del Norte. En
ella se le comunicaba que traía los soldados hacia ¨el Yugo¨ y que necesitaría de su ayuda y de
la gente de la Villa.

Después de la batalla de Las Piedras, su pariente y amigo, Manuel Belgrano trajo lo que
quedaba de su ejército hacia Loreto para que se pudiera recuperar. Necesitaban ante todo
levantar la moral de la agobiada tropa. Varios hombres estaban heridos. Entonces el curita
decidió cobijarlos, aunque tal vez, ese hecho, le ocasionara problemas.

Los loretanos de entonces fueron convocados por el párroco Uriarte. Primero hizo sonar la
campana de la Iglesia. Una vez reunidos les conto lo que les había pasado a los patriotas. Los
organizó en grupos: los que asistirían a los enfermos, otros para recolectar alimentos entre
los pobladores de la Villa y él para asistir espiritualmente con constantes oraciones.

Durante unas tres semanas fueron óptimos aquellos cuidados a los desmoralizados
soldados, los que después los hicieron sentir muy bien. Con los asados, la música, la danza y
la protección de aquel legendario pueblo unido, que actuó bajo la guía del pastor de la Iglesia
de la Virgen de Loreto logró que la tropa se recuperara. Y así el General con su ejército pudo
retomar viaje y librar nuevos combates.

Entonces el Cura, Mana Kasuqoq , aplaudió el gesto de aquellos santiagueños y


antepasados , bendecidos y protegidos por la Virgen de Loreto.

Maria Inés Soria de Neder

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