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Antonio Cuevas
kandil@amnet.co.cr / antoniocuevas@gmail.com
Tema 46
HISTORIA TÉCNICA DE LA CINEMATOGRAFÍA
1. Los pioneros
Transcurrieron miles de años desde las primeras antorchas hasta el siguiente impacto tecnológico: la
vela, inventada en Egipto entre los siglos XIII y XIV a. C., según frescos de la época. Hay registros de
su utilización en las iglesias cristianas alrededor del año 400, pero su uso domiciliario debió esperar
hasta el siglo XIV. Las primeras velas se hacían con cera de abejas, un producto muy caro, motivo por
el cual se la reemplazó con sebo (grasa animal). El principio de funcionamiento seguía siendo el
mismo que el de las antorchas: la combustión.
Con el
Lámpara Argand tipo “estudiante”,
advenimiento
de comienzos de siglo XIX
de la industria
del petróleo, el queroseno (derivado del petróleo por
destilación) sustituiría al aceite como el combustible
más utilizado en este tipo de lámparas que serían
comúnmente conocidas como “quinqué” <2> en
honor a su popularizador, un tal Antoine Quinquet
(1745-1803), farmacéutico francés que perfeccionó y
comercializó el invento del físico y químico Argand.
Dado el alto grado de dinamismo de esta industria, es más que probable que la evolución de las
fuentes luminosas continúe a un alto ritmo en el presente siglo XXI.
<2> El quinqué es una lámpara de petróleo con un tubo de cristal y un sistema de corriente
de aire. Su nombre viene de un tal Antoine Quinquet (1745-1803), un farmacéutico francés
que perfeccionó y comercializó el invento del físico y químico Aimé Argand.
Quinqué de
queroseno
En 1822 la Ópera de
París se ilumina con
gas, muy
sofisticadamente y
Lámpara de gas
con criterios modernos. La
basada también en
el “efecto Argand” gran araña central, que
Garnier diseñó con
El «monstruo de la naturaleza»,
como lo llamó Cervantes, fue, en
el Siglo de Oro, Félix Lope de
Vega y Carpio, también conocido
como “el Fénix de los Ingenios”,
autor de cerca de 1.500 obras
teatrales, novelas, poemas épicos
y narrativos y varias colecciones Don Félix Lope de Vega y Carpio
de poesía lírica profana, religiosa
y humorística. Lope destacó como consumado maestro del soneto. Su
aportación al teatro universal fue principalmente de una portentosa
imaginación, de la que se aprovecharon sus contemporáneos y sucesores
extrayendo temas, argumentos, motivos y toda suerte de inspiración. Su
teatro, rompe con las unidades de acción, lugar y tiempo, y también con la
de estilo, mezclando lo trágico con lo cómico. Expuso su peculiar sentido
dramático en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609).
Flexibilizó las normas clasicistas del aristotelismo para adecuarse a su
tiempo y abrió con ello las puertas a la renovación del arte dramático.
En algunas tradiciones dramáticas (en la romana, por ejemplo) la existencia del El Corral de Comedias.
recinto teatral es previa a la creación de textos autóctonos que representar en él. Dibujo en aguada y tinta
No ocurre así en el caso del teatro clásico español. Fue necesario reformar china/papel de Antonio
locales que hasta entonces habían sido empleados con diversas finalidades Hernández Palacios
<6> Después de que se introdujera el gas del alumbrado a principios del siglo XIX este combustible empezó a
usarse para la iluminación de las ciudades. Se empleaban tres tipos de lámpara de gas: el quemador tipo
Argand, los quemadores de abanico, en los que el gas salía de una rendija o de un par de agujeros en el
extremo del quemador y ardía formando una llama plana, y la lámpara de gas incandescente, en la que la llama
de gas calentaba una redecilla muy fina de óxido de torio
(llamada camisa) hasta el rojo blanco. En los lugares a los que no
llegaba el suministro de gas se seguían empleando quinqués de
aceite. Hasta mediados del s. XIX el principal combustible para
esas lámparas era el aceite de ballena (spermacetti). Dicho
material fue completamente sustituido por el queroseno, que
tenía las ventajas de ser limpio, barato y seguro.
<8> Aquella sensación de calidez transcendió al lenguaje de la calle: los anglosajones todavía utilizan la
expresión step into the limelight, cuyo equivalente en los países de habla hispana sería estar en el candelero.
David Belasco
El estudio giratorio diseñado por Edison y Dickson, “Black Maria” aportaba una ingeniosa aunque
compleja solución al problema. El famoso Black Maria, fue construido en 1893 por William Kennedy
Laurie Dickson, empleado de Edison en los terrenos que este poseía en West Orange (New Jersey). El
estudio no solo estaba abierto al cielo sino que podía girar sobre una base para mantener la
orientación respecto al sol. Dickson ya había construido un estudio fotográfico en 1889, en el que el
sujeto retratado se ubicaba en una parte completamente abierta a la luz; techo y paredes eran de
cristal, con cortinas para controlar la luz. Era un típico estudio de fotógrafo en el que Dickson había
incluso rodado alguna película para el kinetoscopio.
El propósito
de Edison al
crear su Black
Maria no sólo
era registrar
imágenes
móviles sino
también
grabar su
El primer sonido; por ello hizo una habitación cerrada
Kinetógrafo donde el sonido iba directamente desde el
escenario a la trompeta que contenía el primitivo
micrófono. La vulnerabilidad del mecanismo de grabación
exigía tratar de evitar los ruidos del exterior, y eso se
conseguía en una habitación cerrada.
Una buena parte del catálogo de Las primeras películas filmadas en el Black Maria fueron depositadas
Edison eran danzas, lógicamente en la Librería del Congreso de los EE.UU. por William Kennedy
rodadas con su música y exhibidas con Laurie Dickson en agosto de 1893. La más antigua de las películas
sonido en el kinetoscopio. de Edison que hoy sobrevive es Fred P. Ott's Sneeze (El estornudo
de Fred Ott) fechada el 7 de enero de 1894. Esta película
Los primeros filmes grabados con el curiosamente no fue entregada a la oficina de copyright en forma
de película sino en esta serie de fotografías positivas. Fred P. Ott es
kinetógrafo, dirigidos por Dickson y
el primer actor de cine del que se tienen noticias aunque, al
después por Kuhn, acaban por crear parecer, la grabación de esta escena fue puramente accidental, el
escenas de género. Siempre de 30 estornudo fue espontáneo durante unas pruebas con el Kinetógrafo
segundos, son interpretados por
actores, hacen uso de utilería y después escenografía. Su calidad fotográfica es mediocre a causa del
grano grueso de las primeras emulsiones y la dura luz del sol sobre la escena. La Black Maria debió
resultar un incómodo lugar de trabajo, sin ventilación en verano y terriblemente frío en los duros
inviernos de Nueva York.
Las lámparas de arco voltaico fueron ampliamente utilizadas durante el siglo XIX. En 1846 fueron
instaladas en la Ópera de París tras lo cual su uso se generalizó en el teatro a medida que los
sistemas de distribución de energía eléctrica fueron ampliando su cobertura.
Las lámparas de arco utilizadas en aquella época se limitaban a dos carbones que provocaban la
chispa y un reflector metálico colocado en paralelo a éstos. No disponían de lente que concentrara el
haz de luz y, por tanto, debían colocarse relativamente cerca de la escena a filmar. La baja
sensibilidad de la película obligaba a instalar un buen número de ellos.
El cine primitivo era rodado bajo la luz del sol y con la cámara
estática. Los 17 metros de longitud de cada bobina de película se
traducían en menos de un minuto de filmación. Estos cortometrajes
usualmente consistían en una única escena filmada en un solo plano.
De los aproximadamente 1.000 cortometrajes narrativos realizados
antes de 1906, más de la mitad seguían esta simple tónica.
Entre 1896 y 1907, la balbuceante producción cinematográfica giraba en torno a la figura del
“cameraman”. Hombres como William Kennedy Laurie Dickson, Albert Smith, Billy Bitzer y Edwin S.
Porter <15>, seleccionaban el tema del guión, y lo llevaban a imágenes manipulando el escenario, la
escueta iluminación, y dirigiendo a los actores. Entre las (escasas) posibilidades disponibles,
seleccionaban el tipo de cámara, película virgen y objetivos, decidían encuadres, fotografiaban la
escena, revelaban el material y se encargaban del montaje. Se trataba de artesanos con unas
habilidades y conocimientos muy notables para la época. En un primer momento, su preocupación era
simplemente tener luz suficiente para impresionar la emulsión. Sus trabajos eran todos rodados bajo
una luz plana; aún no había llegado el momento de “crear con la luz”.
El camarógrafo, en pie junto a su equipo, tenía a su costado al director, quien con un megáfono en
mano impartía instrucciones a los actores, mientras un músico tocaba el violín para poner en situación
a los intérpretes. Como esto se repetía a pocos metros con otras producciones semejantes, el ruido
ambiental era terrible; por ello el realizador requería del megáfono para comunicarse con su grupo y
sobreponerse a la confusión reinante.
“Vi Cabiria por primera vez en los años 70 – cuenta Martin Scorsese en el
video hecho para la presentación en 2006 del film restaurado -, y como
muchos americanos que descubrieron el film en ese período, quedé
asombrado. Antes que nada me sorprendió el hecho de que muchas de
las innovaciones que pensábamos que eran americanas – el suntuoso
movimiento de la cámara filmadora, la difusión de la luz, el mismo
sentido de ambición épica - tuvieron origen con este film”.
Es justo afirmar que Cabiria representa una piedra miliar en el desarrollo de la naciente
cinematografía. La imponencia de sus ambientaciones, fruto de una inversión inusitada para la época,
es el aspecto más llamativo de una serie de innovaciones revolucionarias, entre las cuales sobresale el
“encuadre en movimiento” o, más correctamente, el uso del traveling (llamado en aquel momento
carrello). Gracias a esta invención, creada por Segundo de Chomón para Pastrone, la cámara
comienza finalmente a moverse dentro del espacio constituido por escenografías tridimensionales de
proporciones monumentales. La ambición declarada
de Pastrone es rescatar el cine de la condición de
mero entretenimiento popular para conquistar el
reconocimiento como obra de arte. Además, incorporó
a grandes figuras de su época, como el poeta y
dramaturgo Gabriele D’Annunzio, para la redacción del
texto, y el compositor Ildebrando Pizzetti, para la
música de acompañamiento. De esta lección italiana
de espectacularidad y talento, tomó buena nota entre
otros el padre del cine norteamericano, David Wark
Griffith.
Cuando terminó la función, Méliès se acercó al padre de los hermanos Lumière y le ofreció una muy buena suma
de dinero por el aparato. Antoine Lumière fue claro con él: la máquina diseñada por sus dos hijos no tenía
ningún futuro económico y, por consiguiente, para qué venderla. Serviría para registrar realidades y quizá para
apoyar investigaciones científicas, pero nada más. El viejo Antoine pensaba que estaba haciendo un favor a
Méliès, el cine no tenía ninguna perspectiva de crecimiento.
Unas semanas más tarde el inglés William Paul (proveniente de la escuela de Brighton) lanzó al mercado su
bioscopio. Méliès viaja a Londres y no duda en comprarlo al precio de 1.000 francos y, ayudado por Korsten, lo
ajusta para que el aparato pueda impresionar y después proyectar en su teatro Robert Houdin, que para ese
momento era el más prestigioso de París, los cortos filmados por Thomas Edison. Unas semanas después,
cuando las cámaras de Charles Pathé, León Gaumont y los hermanos Lumiére se hicieron más y más populares,
Méliès toma la decisión de producir su primera película y de abrir, el 4 de abril de 1896, el primer cinema de la
historia. Poco después crea su propia productora, Star Films.
"La cámara que usaba al principio", escribió en sus memorias, "un aparato rudimentario que con frecuencia se
dañaba y se negaba a moverse, produjo un día un efecto inesperado cuando estaba fotografiando,
rutinariamente, la Plaza de la Ópera. Me tomó un minuto conseguir que la cámara volviera a funcionar, pero
durante ese minuto la gente y los carros, por supuesto, se habían movido. Cuando proyecté el film, de pronto
descubrí que un ómnibus se convertía en un coche fúnebre y los hombres se convertían en mujeres”. El truco de
la substitución había sido descubierto.
Mélies empleó el recurso del teatro para contar una historia y, según sus
propias palabras, fue "el primero en lanzar al cine por su camino teatral
espectacular". Como buen innovador, utilizó la fotografía compuesta, la
doble exposición, las mascarillas, adaptó maquetas y trucos teatrales
combinando la escenografía con la técnica de las telas pintadas de los
estudios fotográficos. Entre 1899 y 1912 realizó cerca de cuatrocientos
filmes, en su mayoría comedias de tono burlesco y desenfadado.
Dice Méliès en sus memorias: "No había estrellas entre los artistas de El viaje a la luna, sus nombres no eran
conocidos ni aparecían en los afiches y los anuncios de prensa. Las personas que actuaban en el film eran
acróbatas, niñas y cantantes del music hall. Los actores de teatro aún no aceptaban actuar en el cine porque lo
consideraban inferior. Dos años después, cuando vieron que en las películas se ganaba mucho más dinero, el
doble, mi oficina era ocupada por las tardes por actores de teatro". La imagen central de El viaje a la luna, la
nave aterrizando en el ojo de la luna, recorrió el mundo y se convirtió, en un par de años, en el imaginario más
famoso de la historia del cine, el símbolo de lo que podía lograrse con el nuevo medio.
Paradójicamente, lo que más sorprende de este (y de todos) los films de Méliès es lo estático de la cámara que
nunca abandona el plano frontal hacia el escenario. Aunque Méliès añadiera siempre infinidad de nuevos trucos,
la mayoría de los elementos seguían repitiéndose película tras película. La iluminación, plana y monótona, nunca
buscó adquirir el carácter expresivo que le corresponde. Igual sucedía con la organización de la escena, el punto
de vista único (frontal, hierático y distante) o el registro interpretativo excesivamente teatralizado. Méliès
acabaría siendo, por lo tanto, un prisionero de la narrativa y la estética teatral que le había ganado fama
internacional de forma que, desde 1900 hasta 1912, su evolución narrativa sería casi imperceptible. Si a dicho
inmovilismo añadimos la aparición por entonces de obras brillantemente innovadoras como Cabiria (en Italia),
las primeras películas de Chaplin o los incipientes éxitos de Griffith (en Estados Unidos), podremos comprender
por qué los films de Méliès comenzaron a devenir en arcaicos.
En 1912, habiendo dirigido su última película importante, “La conquista del polo” (La Conquete du Pole), se
retiró para dedicarse a vender golosinas y juguetes en una estación de París ante la imposibilidad de competir
comercialmente con las grandes productoras que habían nacido pocos años antes.
Cuando León Druhot, el editor de Ciné Journal, se dio cuenta de que el amable vendedor del puesto de
golosinas de la estación de Montparnasse que acababa casualmente de conocer era el gran Georges Méliès, el
inventor del cine de
ficción, ya no era una
amenaza para nadie.
Pero cuando El viaje a
la luna y otras
películas que
sobrevivieron al paso
del tiempo fueron
presentadas, de
nuevo, en los teatros
de todo el mundo, la
humanidad reconoció
por fin la gigantesca
aportación del
cinémagicien.
Después de trabajar
siete años en la
juguetería y de
superar la muerte de
su hija y un par de
enfermedades,
apareció, sonriente, en
un par de comerciales
de tabaco.
Méliès comenzó a filmar en 1897 y realizó su última película en 1913. De su considerable obra, cerca de 500
títulos, solo se han rescatado 140 aproximadamente. Por desgracia, el propio Méliès en un arranque de
desesperación, quemó los negativos de muchas de sus películas.
Mark Salomón afirma (Sculteurs de lumières. Les directeurs de la photographie. París: Bibliothèque du Film,
2000) que “…él (Billy Bitzer) habría descubierto las virtudes de la iluminación de la cara por reflexión de una
potente luz en contraluz sobre una superficie clara observando a Lillian Gish, con el sol sobre la espalda,
iluminada por el simple reflejo del sol sobre el suelo. Hizo entonces fabricar dos reflectores con el fin de
reproducir y de controlar a voluntad el efecto”.
<14> Desde 1908 hasta 1912, en EEUU, la patente del sistema Latham (Latham Loop) dominó el mercado de
las cámaras limitando el perfeccionamiento de estas. El Comandante Woodville Latham había patentado un
dispositivo de bucle o doble rueda dentada en 1895, y la Motion Picture Patents Company (MPPC) se había
hecho con la patente. Hasta 1912, en que desapareció la MPPC, todas las cámaras utilizadas por productoras no
registradas infringían la patente o bien debían utilizar principios alternativos para arrastre de la película. El
sistema, inventado por Woodville Latham (1838-1911) evitaba que la película se rasgara en su arrastre y
consistía en dos ruedas dentadas, una antes del obturador y otra después.
<16> Cuando en 1908 Guido Seeber, cabeza visible de la compañía Deutsche Bioscop-Gesellschaft, abrió sus
nuevos estudios en Neubabelsberg, cerca de Postdam, tuvo la ocurrencia de inventar un nuevo oficio: el
“oteador del sol” (sun-lookout). La misión del nuevo profesional consistía en, situado en la parte alta del edificio,
avisar de la proximidad de las nubes y calcular si el tiempo entre dos nubes consecutivas era suficiente o no
para filmar la toma.
<18> Aunque Hollywood fue el centro de la producción cinematográfica mundial durante la mayor parte de la
época del cine mudo, otros muchos países tuvieron prósperas industrias del ramo. Por ejemplo, en 1913
Alemania produjo mayor número de filmes con actores que los Estados Unidos.
Entre 1909 y 1912 todos los aspectos de la naciente industria estuvieron bajo el control de un trust
estadounidense, la MPPC (Motion Pictures Patents Company), formado por Edison y los principales productores.
Este grupo limitó la duración de las películas a una o dos bobinas y rechazó la petición de los actores de
aparecer en los títulos de crédito. El trust fue desmontado con éxito en 1912 por la ley antitrust del gobierno,
que permitió a los productores independientes formar sus propias compañías de distribución y exhibición, por lo
que pudieron llegar hasta el público estadounidense obras europeas de calidad, como ¿Quo vadis? (1912, de
Enrico Guazzoni), de Italia, o La reina Isabel (1912), de Francia, protagonizada por la actriz Sarah Bernhardt.
El ejemplo - sobre todo de Italia que en 1912 con 717 producciones era el cine más potente del mundo - llevó a
los productores estadounidenses a la acción, viéndose obligados a hacer películas más largas, en las que los
directores tuvieran también una mayor libertad artística, y los actores figuraran en los títulos de crédito, lo que
hizo indefectiblemente que algunos de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, siguió
un periodo de expansión económica y artística en el cine de este país.
Realizó también las superproducciones bíblicas Sanson and Dalila (1949) y The Greatest Show on Earth (El
mayor espectáculo del mundo, 1952, Oscar a la mejor película). Su filmografía se cierra con una nueva versión
de The Ten Commandments (Los diez mandamientos) en 1956. Su posición política ultraconservadora le llevó a
colaborar con la caza de brujas del funesto senador McCarthy en Hollywood. Falleció el 21 de enero de 1959.
Pastrone, que firmó la película como Piero Fosco, utilizó con maestría todos los medios que el lenguaje del cine
había desarrollado hasta la fecha, y contó, como operador y director de trucajes, con la participación del
español, Segundo de Chomón. Este montó complicados travelings (llamado en aquel momento carrello),
diseñados para poner de manifiesto la majestuosidad de la puesta en escena. Escenas inolvidables del filme
serían la batalla de Siracusa, el paso de los Alpes por el ejército de Aníbal y, particularmente, la imagen del
Templo de Moloch, con la colosal efigie de bronce donde Cabiria espera ser sacrificada.
El “colosal” italiano Cabiria constituyó un éxito mundial, y este hecho llevó al cine de Griffith a emprender
proyectos como El nacimiento de una nación (1915) o Intolerancia (1916). El 27 de mayo de 2006 se presentó
una copia restaurada de la película en el Festival Internacional de Cine de Cannes, tras su reestreno en Turín, en
marzo de 2006, con orquesta en directo.
Fue contratado por Pathé para competir con Georges Méliès realizando numerosas películas fantásticas. En 1908
realizó "El hotel eléctrico", quizás la primera animación de la historia del cine aunque otros atribuyen el mérito a
James Stuart Blackton con su The Haunted House. Segundo de Chomón muy acreditado ya como especialista en
trucajes, fue a Italia donde trabajó desde 1912 a 1919 y en 1924-25 como técnico y operador. En Cabiria tuvo
Chomón la oportunidad de perfeccionar la toma de vistas con la cámara en movimiento (travelling), ya
empleada por él por primera vez en la casa Pathé, en 1907 en Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo dirigida por Ferdinand Zecca, mediante una vagoneta que Pastrone hizo construir y patentar en 1912.
El “carrello” era una plataforma sobre ruedas neumáticas donde colocar la cámara y poder desplazarse con ella,
“El hotel eléctrico” (1908), el primer film Ya en 1987 en el neoyorquino estudio de la Biograph-Mutoscope,
español rodado imagen por imagen la cámara se colocó sobre vías para acercarla o alejarla del
decorado. Pero ello, al igual que en 1903 en los estudios
británicos de Williamson y Smith, sólo servía para encuadrar desde más cerca o más lejos, puesto que los planos
eran fijos. Por tanto, antecedentes no válidos, puesto que nada tenían que ver con el desplazamiento
intencional.
Una de las más importantes contribuciones al final de su carrera fue la colaboración en Napoleón (1927) de Abel
Gance, aunque en esta película no figura en ningún crédito.
Los broadsides
Aquellos tubos de vapor de mercurio eran mucho más eficientes que cualquiera de sus primitivas
lámparas incandescentes coetáneas aunque producían una luz con un gran dominante azul verdoso.
Esto no supuso el menor problema pues las películas cinematográficas entonces disponibles eran del
tipo ortocromático, sensibles precisamente al azul, bastante menos al verde, e insensibles por
completo al rojo. Sin embargo, la luz de vapor de mercurio requería sobre las caras de los actores un
extraño maquillaje azulado <24>. Las luces de tungsteno, ya en uso, eran las menos extendidas en
las primeras épocas, debido a su gran componente rojo.
Las películas fotográficas varían su reacción en función de las diferentes longitudes de onda de la luz
visible. Las primeras películas en blanco y negro eran sólo sensibles a las longitudes de onda más
cortas del espectro visible, es decir, a la luz percibida como azul. Más tarde (1916) se añadieron tintes
de color cian (absorben la luz de su propio color) a la emulsión de la película para conseguir que los
haluros de plata fueran sensibles a la luz en las longitudes de onda del verde. Esta película, bautizada
ortocromática supuso la primera mejora de la película de sensibilidad azul, ya que los tintes cian la
hacían sensible a todas las longitudes de onda excepto a la roja.
Se aprendió rápido a asociar estos dos tipos de proyectores, los de suelo quitando a los cenitales un
poco de su dureza, difuminando las sombras inclinadas. El objetivo era obtener una iluminación
homogénea, sin efectos particulares. La preocupación de los operadores de entonces era, sobre todo,
exponer correctamente la película.
Una técnica importante desarrollada en iluminación durante este periodo fue, como se observa en la
imagen del Edison Studio, la instalación de pantallas difusoras delante de los arcos de alta intensidad.
Estas pantallas, fabricadas de cristal ondulado o de láminas de lana de vidrio, estaban fijadas en el
frente de la caja, dejando al arco brillar sin estorbo, pero tamizando y difuminando la luz. Las
pantallas difusoras cambiaron completamente la calidad de la luz que venía del arco, haciendo el
El autor británico Barry Salt, en su libro Film Style and Technology: History and Analisis (Londres:
Starwood, 1992) afirma que la introducción de las pantallas no solo perseguía un efecto plástico sino
también proteger los ojos de los actores de la nociva emisión de ultravioleta y los residuos sólidos
generados por los arcos en la combustión de los electrodos de carbón:
“Puesto que los arcos habían sido utilizados en el cine durante una década en la mayoría de estudios,
y puesto que el uso de la luz difusa del arco se utilizaba ya en fotografía años antes de principio del
siglo, es difícil considerar que de repente y tan tarde, ya que aparece en 1917, este cambio (las
pantallas difusoras) fuera debido a la influencia de la fotografía, aunque eso no es totalmente
imposible. Otra posibilidad es que se presentó accidentalmente como efecto secundario de la tentativa
de curar la condición del ‘Klieg eyes’ (enfermedad de los ojos) que comenzó a afligir a los actores de
cine un par de años antes, cuando el uso de los focos de iluminación del arco empezó a convertirse en
el foco de luz principal, más que en una luz de relleno, en la costa este de EEUU. La “Klieg eyes” era
una inflamación de los ojos resultando de su irritación producida por el polvo fino en la atmósfera del
estudio que venía de los carbones quemados de los arcos, quizás ayudada por la gran cantidad de luz
ultravioleta emitida por la llama del arco. (Las luces del arco genéricamente fueron llamadas como
luces de Kliegl (Klieglight) en esta época, ya que la compañía Kliegl era el fabricante americano
principal de luces de arco para su uso en el teatro. En Alemania los focos de arco fueron llamados las
luces de Júpiter por razones similares).
Ciertamente la causa y la curación del “Kliegl eyes” eran un tema de discusión considerable en 1916-
1917, y aunque ésta no fue la razón de poner las pantallas de difusión de cristal en el frente de las
luces del arco, su cierre realmente paró el polvo del arco que salía a la atmósfera, y también
absorbieron la radiación ultravioleta, pues el cristal ordinario es opaco a ella. Por otra parte, el hecho
de que algunas películas entre 1917 y 1918 utilizan los focos de iluminación de arco con y sin la
difusión en varias escenas pudo sugerir que el uso de arcos difundidos fuera una decisión puramente
estética, como respuesta a la disminución de la luz difusa frontal general que había encubierto
previamente un cierto grado la dureza de la luz de los arcos abiertos. Este punto se puede decidir
probablemente en una investigación adicional. Aunque durante este período la mayoría de los
estudios utilizaban electricidad de generadores de corriente continua para accionar su iluminación de
arco, se pueden ver de vez en cuando en películas más baratas que tenían escenas iluminadas por
arcos de corriente alterna. El resultado visible es una fluctuación periódica del nivel de la luz varias
veces por segundo debido al efecto estroboscópico entre la frecuencia de las fluctuaciones de la
corriente alterna y la abertura y cierre del obturador de la cámara.
Las luces de arco fabricadas por los hermanos emigrantes de origen alemán John H. Kliegl y Anton
Tiberius Kliegl eran las más utilizadas, tanto que la lesión ocular provocada por el polvillo de la
combustión de los carbones y la luz ultravioleta del arco, tomo el nombre de “Kliegl’s eyes”. Todavía
hoy se utiliza en oftalmología el término Kliegl's Eye (Ojo de Kliegl) para referirse a la oftalmía
producida por luz intensa en estudios cinematográficos. Se trataba de una irritación de los ojos cuyo
síntoma característico era un picor doloroso la noche posterior a la exposición a la luz del arco, y que
fue relativamente solucionada con la colocación de una pantalla en la boca del proyector. Esta
pantalla eliminaba parte de los rayos ultravioletas pero reducía la potencia del arco, generando una
luz suave, agradecida porque no generaba sombras duras. Las luces de arco Kliegl tenían forma
Los primeros grandes nombres de la toma de imágenes se revelaran bajo el impulso de los
realizadores y a su lado, constituyendo así los primeros tandems legendarios: Griffith/Bitzer,
DeMille/Wyckoff, Gance/Burel, Perret/Specht, Sjöström/Julios Jaenzon.
Como ya hemos visto, las primeras películas fueron registradas a velocidad variable. Se trataba de
cámaras carentes de motor, operadas a mano, y su cadencia (velocidad de registro) dependía de la
velocidad y regularidad con que el operador giraba la manivela que abría y cerraba el obturador,
dejando pasar la luz que impresionaba la película. Los trucos clásicos para poder lograr la regularidad
debida consistían en silbar una cierta marcha militar o pronunciar mentalmente alguna palabra
determinada, (cocodrilo, fue la más usada). Cada vuelta de manivela exponía ocho imágenes, y se
daban aproximadamente dos vueltas por segundo. Así, la cadencia irregular de aquellas primeras
experiencias cinematográficas oscilaba en torno a las 16 imágenes por segundo. Proyectadas hoy, a
24 imágenes por segundo, el movimiento de personajes y objetos de las películas primitivas resulta
acelerado y con frecuencia desigual. Y algo peor, la variación de velocidad de traduce también en
variaciones de luminosidad de la pantalla: cuando la película pasa más lentamente recibe más luz, y a
la inversa, menos luz a mayor velocidad.
La función del segundo operador, además de rodar el segundo negativo, era hacer las fotos del rodaje
inmortalizando las escenas más vistosas de los actores que alimentaban la naciente prensa
cinematográfica. Es con el desarrollo de las técnicas de iluminación, de montaje y al aumentar los
movimientos de cámara que los oficios de la imagen comienzan a estructurarse sin que las
atribuciones de cada uno estén todavía claramente definidas. En los créditos no hay todavía ninguna
mención de la presencia de un equipo jerarquizado.
En 1926 las firmas Kodak y Agfa propusieron simultáneamente una película internegativa llamada
Duplicating Film, destinada a la obtención de copias a partir del negativo original. Esta película
internegativa permitió suprimir progresivamente la función del segundo operador hasta entonces
responsable del “negativo extranjero”.
En España la expresión segundo operador se mantuvo desde entonces y se sigue utilizando hoy en
referencia al técnico que maneja físicamente la cámara, bajo instrucciones del director y el director de
fotografía.
Esto se asemeja a un gran termómetro con un hilo conductor en cada extremo. El calor de la corriente eléctrica
funde el mercurio y lo convierte en vapor y este vapor transforma la electricidad en luz (…….). La luz Hewitt
tiene, a primera vista, un gran inconveniente, que la hará aborrecer por las mujeres cuando alumbre sin
pantalla. No irradia rayos rojos, y por tanto hace aparecer a las personas con los mismos colores que si fuesen
cadáveres. No hay mujer, por hermosa que sea, que resista a tales efectos.
A la luz de una lámpara Hewitt el cuerpo humano pierde sus colores sonrosados: los labios más rojos parecen
azules, y la cara y las manos toman un color cárdeno con manchas azuladas. El efecto es tan desagradable
como si se estuviera viendo a cadáveres puestos de pie, hablando y gesticulando. Si una persona quiere ver el
aspecto que tendrá cuando se muera, no tiene más que mirarse al espejo cuando la ilumine una de estas
nuevas lámparas. A la luz de ellas los muebles de roble parecen verdes, el papel rojo pompeyano de las paredes
parece gris. La gama de colores del universo se trastorna por completo.
Respecto a la peluquería, se recomendaba que los actores y actrices de pelo negro lo aclararan ligeramente,
normalmente convirtiéndolo en pelirrojo, para evitar que se fotografiara como una gorra negra pese a la fuerte
iluminación de contraluz entonces en boga. En general, tanto el negro puro como el blanco puro eran,
paradójicamente, los tonos
más temidos en el cine en
blanco y negro por el exceso
de contraste que suponían.
Las sábanas de las camas Hasta la llegada de
debían de ser teñidas con
agua de té, lo mismo que las
la película
blancas tocas de las monjas. pancromática, las
Igualmente los trajes de emulsiones eran
etiqueta y las sotanas ortocromáticas, es
eclesiásticas debían cambiar decir, sensibles solo
su negro tradicional por el
al azul y al verde.
azul oscuro. Quizá por ello el
traje de etiqueta azul oscuro Las estrellas del
se puso también de moda en
cine mudo tenían
la vida civil.
que maquillarse la Los labios exigían un carmín de labios
<25> En torno a 1915, los cara de azul y no carmín, es decir, ligeramente terroso
operadores de cámara marrón. para que los labios de la estrella no
empezaron a adquirir sus
propios equipos porque los
parecieran los del conde Drácula.
departamentos de reparación
mecánica de los estudios estaban demasiado ocupados con otros trabajos y no podían reparar las cámaras con
la rapidez suficiente. Los estudios tampoco se daban prisa a la hora de adquirir los accesorios que solicitaban los
profesionales. El que los operadores de cámara fueran los propietarios de sus propios equipos probablemente
favoreció la invención de accesorios, aunque el contexto imaginativo de aquella industria y la ideología del
“progreso” también estimularon el interés por el desarrollo tecnológico. Los estudios empezaron a adquirir sus
propias cámaras después de que la tecnología sonora incrementase su coste y los métodos de sincronización
requiriesen la uniformidad de los equipos.
<25> En un articulo aparecido en el número 2 de la revista Cinema News el 2 de enero de 1918, el presidente
de la empresa dedicada a la fabricación de aquellos arcos comentaba sus grandes beneficios para el rodaje: “…
Su efecto tiene la perfección de la luz solar; se mantiene ahí hasta que usted lo desee. Qué es más bello que la
profundidad y la perfecta definición; esto es arte”.
Ya en 1897, varias compañías químicas como Schering en Alemania, Kodak en EEUU, Lumière en
Francia y John Smith en Suiza habían comenzado a suministrar película virgen. En 1913 Agfa comenzó
su producción de material fílmico en Wolfen, Alemania. Durante muchos años, todas las películas
cinematográficas disponibles fueron del tipo ortocromático. En Estados Unidos los negativos
habituales en 35mm eran el Kodak Cine Negative Film Type E (aparecido en 1916) y el Cine Negative
Film Type F (1917). Ambos eran ortocromáticos y, según los historiadores, no había diferencias
apreciables entre ellos.
La principal limitación de aquellas películas ortocromáticas era su falta de sensibilidad a las áreas
amarilla y roja del espectro visible. La emulsión era sensible a los violetas y azules; verdes y amarillos
se impresionaban mínimamente; naranjas y rojos no sensibilizaban en absoluto la película. Así, toda la
vegetación (verdes, amarillos y rojos), la tierra y la arena eran registradas como un gris oscuro. Los
labios humanos aparecían muy oscuros lo cual, sin embargo, al ser del gusto de las audiencias,
favorecía el maquillaje de los actores.
Kodak comercializó su Kodak Panchromatic Cine Film en 1922. El mismo año puso a la venta su Super
Speed Cine Negative Film – Orthochromatic. Curiosamente, fue el nuevo ortocromático el que la
industria agradeció pues resultaba algo más rápido que el anterior, reduciendo la cantidad de
iluminación precisa en los estudios <26>, aunque la denominación Super Speed resultaba exagerada
pues estamos hablando de unos 10 ISO actuales. Además, con mayor o menor dificultad todos los
estudios habían ya aprendido a manejarse con el material ortocromático. Aunque daba problemas con
el azul del cielo, los ojos azules y los cabellos rubios, los operadores tenían procedimientos para
superarlos. A pesar de su falta de sensibilidad a las gamas rojas, el celuloide ortocromático servía para
su propósito de transmitir imágenes en blanco y negro; los operadores podían evitar los rojos y
amarillos o utilizar filtros para alterar la tonalidad de la imagen. Asimismo, el celuloide ortocromático
ofrecía una extraordinaria ventaja en el proceso de revelado; se podía inspeccionar bajo luz roja sin
afectar el negativo.
Durante varios años más – hasta 1926 como veremos enseguida - los directores de fotografía
siguieron utilizando película ortocromática. Como ya hemos apuntado, en las publicaciones técnicas
sólo aparecían de forma habitual tres quejas acerca de este celuloide: no se veían las nubes, ya que
los cielos azules aparecían fotografiados en blanco mate (esto también hacía que los efectos de noche
americana o day for night resultaran difíciles de llevar a cabo, incluso con filtros); el cabello rubio
fotografiaba demasiado oscuro; y los ojos azul claro aparecían casi blancos. Pero los operadores se las
arreglaron para solucionar estos problemas. A lo largo del periodo del cine no hablado, algunos
operadores utilizaron filtros de color naranja para conseguir visibilizar las nubes. El contraluz resolvía
el problema del cabello rubio; no solo se aclaraba el color del mismo, sino que se realzaba con un
sugestivo brillo. La solución a un problema planteado por el celuloide ortocromático, acabó por
potenciar la fotografía de glamour, perfecta para la política de los estudios.
La película pancromática podía utilizarse en los estudios con iluminación de arco y de vapor de
mercurio, pero su sensibilidad aumentaba cuando se utilizaba con lámparas de tungsteno. Se daba el
caso de que numerosas producciones se realizaban con mezcla de negativos, pancromático en
exteriores y ortocromático en interiores. En 1928, con las nuevas películas Kodak Type II y Type III
Cine Negative Panchromatic Films de mayor sensibilidad (unos 15 ISO actuales), el material
ortocromático quedó ya en franca desventaja; en pocos años se le consideró obsoleto para su uso
habitual en los estudios.
El celuloide pancromático también favoreció la obtención de imágenes suaves, un estilo que los
operadores habían creado, sobretodo, al final de la época muda con película ortocromática. Como
hemos visto, la primera película pancromática (Kodak Panchromatic Cine Film, 1922) ofrecía una
sensibilidad relativamente baja y mucho contraste. Pero los nuevos pancromáticos de Eastman
comercializados en 1928 ofrecían más sensibilidad y menos contraste, facilitando la obtención de
imágenes más suaves, incluso difuminadas a veces. En 1933, Eastman introdujo el Super Sensitive
Panchromatic, el primer negativo creado específicamente para la iluminación de tungsteno, una
fuente de luz largamente esperada. La dirección de los estudios veía en la nueva tecnología una
reducción de costes: la iluminación de la escena podía llevarse acabo apretando un botón, parecía ser
el fin de los complejos y lentos arcos. Los contables de las oficinas centrales respondieron
entusiasmados a las ventajas económicas de la luz incandescente, tanto que en muchos estudios se
prohibió el uso de los arcos, se necesitaba un permiso especial para utilizarlos. Así, con la tecnología
del sonido que convertía las cámaras en inmóviles cajas y a falta de potentes arcos para crear efectos
lumínicos enérgicos, el resultado fue unas imágenes de gran pobreza visual. Estética y
narrativamente, fue uno de los puntos más bajos de la historia de la cinematografía.
Moana inspiró a John Grierson la palabra “documental”, utilizada por primera vez en su reseña de la película
publicada en el New York Sun. Desgraciadamente, la Paramount no se molestó en distribuirla con especial
cuidado, como exigían el tema y las características de Moana y, al comprobar que algunas de las mujeres que
aparecían en sus imágenes iban desnudas de cintura para arriba, sus directivos decidieron rebautizarla como
Moana: A Romance of the Golden Age que en algunos países de habla hispana llegó con una traducción aún
más absurda: “Moana: La vida amorosa de una sirena de los Mares del Sur”. Sin consultarle a Flaherty, la
Paramount ordenó posteriormente la destrucción de los valiosísimos negativos rodados y no utilizados en el
montaje, que contenían materiales etnográficamente únicos.
<28> Con todo, la película ortocromática bien expuesta y bien revelada (cosa no muy frecuente en la época)
tenía una razonable calidad y una aceptable gama de grises. El mito del rudimentario cine primitivo ha sido
suscitado sobre todo a partir del visionado de copias en mal estado. Los historiadores han dado por supuesto
que el celuloide ortocromático era en general de baja calidad. Si se ve una copia positiva bien conservada
tomada directamente de un negativo ortocromático original, es muy posible que la gama de grises sea más que
razonable. En un estado de conservación semejante, suele ser imposible distinguir una película filmada en
celuloide ortocromático de una película rodada en celuloide pancromático.
<29> En 1925 Eastman editó un panfleto que describía este tipo de película: “Constituye una gran ventaja en
los primeros planos; los tonos de piel quedan plasmados con mucha mayor nitidez y la apariencia general es
más natural cuando se utiliza celuloide pancromático. También es valioso para los exteriores, ya que los tonos
<30> 1928: mientras los Estados Unidos decían adiós al cine mudo, en Francia se rodaban las últimas obras
maestras de la era silente: “Un perro andaluz” de Luis Buñuel y Salvador Dalí, y “La pasión de Juana de Arco”
del danés Carl Theodor Dreyer.
“La pasión de Juana de Arco” contiene la que quizás sea la mejor actuación cinematográfica de la historia, a
juicio de una no despreciable cantidad de críticos y especialistas. La interpretación de Renée Marie Falconetti
posee una fuerza capaz de traspasar la pantalla. Su rostro doloroso, ausente de maquillaje, es una de las
imágenes más impactantes y bellas de la cinematografía mundial. Hubo quien afirmó que Dreyer mantuvo
hipnotizada a la actriz durante todo el rodaje para lograr arrancarle hasta la última gota de sus fuerzas.