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¿verdad? “cuculí, cuculí”, van diciendo. Este tenía unas hermosas plumas grises y blancas
jugábamos.
Lo atrapé, nunca antes había podido atrapar un pájaro, era tan hermoso, ¡me lo llevaría
Estaba ansiosa por enseñárselo a mis amigos, siempre quise atrapar un Cuculí, me
detuvo. Lo miré fijamente y casi pude entender lo que decía, de hecho, lo entendí, el
— Esta bien, le dije, te dejaré libre, pero con una condición. Cuéntame una historia,
una linda, y sí me gusta, te dejaré volar en libertad. Ya que, si había algo que me
Nos sentamos bajo un árbol, lejos de mis amigos y escuché con atención.
— Tengo que decirte que no soy el primero de mi familia que habla, dijo el Cuculí
Una niña nos enseñó a hablar, Marianita y esta historia es sobre ella.
Marianita era conocida en su pueblo por su alegre y bella sonrisa, se le hacían dos
hermosos hoyuelos en sus gordas mejillas cada vez que se reía, era encantadora.
La gente la veía y se preguntaba “¿qué será lo que hace a esta niña tan feliz? Yo te lo voy
a contar.
El Cuculí Amistoso
Marianita vivía un poco lejos de su escuela, bueno, muy lejos, a las afueras de su
Nada más salir de casa para el colegio, el Cuculí amistoso volaba acompañando
contento a Marianita.
Marianita apenas lo veía llegar, corría muy rápido porque le molestaba su canto,
no quería que la alcance. Sin embargo, el hermoso Cuculí era el único que soportaba sus
— ¿Sabes Cuculí?, decía Marianita, hoy mi papá me puso este feo poncho
para que no me de frío; y es calientito, pero ¡es tan feo!, ¿tú qué opinas?
Se ponía roja de furia, todos los días era lo mismo, Marianita siempre tenía algo
para quejarse.
Te preguntarás ¿cómo una niña así podría llegar a ser tan feliz?, ya lo entenderás.
Un gran corazón
El otro día Marianita se quejaba de que corría demasiado viento, después de que la
leche estaba fría, de lo lejos que quedaba su casa o de lo mucho que lloraba su hermanita
bebé.
Marianita se quejaba tanto, pero tanto, que, si Cuculí amistoso tuviera orejas, ya las
tendría rojas de tanta palabra negativa que lanzaba Marianita cada mañana que la
vio a una niña pequeña sentada en el suelo, temblaba de frío. Pobrecilla, pensó Marianita
y se acercó.
— Yo me llamo Cielo, dijo la niña, como allá arriba, donde vive Dios, dijo contenta
Marianita notó que ambas eran muy pobres y sin pensarlo se quitó el poncho abrigador y
se lo regaló a Cielo.
para el frío, y hoy tu me lo regalaste, que afortunada soy, dijo la niña ¡además es
muy bonito!
Marianita no entendía como esa pobre niña podía ponerse tan feliz por un poncho viejo
¿Por qué estaba tan agradecida?, se preguntaba Marianita, tendría que averiguarlo.
poncho
— ¡Qué frío hace!, decía. Después de todo ese poncho no estaba tan feo, pensaba
Corrió y corrió para llegar pronto a casa. Iba tan rápido que el Cuculí no podía volar
— ¡Cuculí, cuculí!; decía, que en idioma pájaro significa: ¡espérame por favor!
Cerca de casa Marianita volteo como queriendo despedirse del Cuculí, pero no logró
— Me muero de frío mamita, le dijo. Y le contó lo que pasó con el poncho que ahora
añoraba.
— Oh, pobre mi niña, dijo su mamá. Quien, en seguida, la abrigó y la llenó de mimos,
Ese día y a pesar del frío, Marianita se sintió especialmente contenta. Por primera vez
descubría lo bien que se sentía hacer algo bueno por alguien más.
hermana y a ella.
y sentir frío, me siento feliz porque esa niña ahora podrá estar calientita.
Desde ese día Marianita cambió, aprendió a ser más feliz, porque comprendió que
dando se reciben cosquillitas en el corazón, que te hacen sonreír y andar por ahí contento.
Amabilidad contagiosa
Como era fin de semana, la mamá de Marianita le propuso hacer pan para que el
lunes, después de clases, le lleve a su nueva amiga y a su mamá. Así lo hicieron, hasta la
pequeña bebé ayudó, se llamaba Ana, como yo, me lo dijo el Cuculí de mechón dorado a
quien atrapé, ¿recuerdas?, él me tiene que contar la historia de cómo aprendió a hablar.
Cielo, a ella le encantó, su mamá le agradeció mucho. Cada vez que Marianita salía del
alrededor.
Ese día Cielo entregó un regalo a Marianita, era una manta de lana, de las que su
mamá hace.
— Es para darte las gracias por ser tan buena conmigo, y también un regalo de
despedida
Aquel día fue triste, las dos amigas se extrañarían mucho, pero prometieron escribirse
y visitarse.
¿Y ahora?
Al día siguiente Marianita tuvo una idea, después de las tareas y antes de la cena,
saldría a conversar con el Cuculí, ¡le enseñaría a hablar!, después de todo él y Cielo eran
sus amigos más incondicionales. Y con Cielo lejos, realmente necesitaba hablar con
alguien.
Nuestra pequeña Marianita ayudaba a su mamá con los quehaceres del hogar,
levantaba la mesa, hasta le cantaba a su hermanita para que no llore. Así sus papás le
Los dos cerraban sus ojitos y Marianita decía: “Papá Dios, te pedimos para que hagas un
— No, di hola, ho – la
— Cuculí, cuculí, seguía diciendo.
misma. Marianita cambió de método, ahora sólo se sentaba junto al Cuculí Amistoso y le
contaba historias, cuentos y fábulas. Poco a poco el Cuculí parecía entender lo que ella
decía, escogía el cuento que le gustaba y ella se lo contaba una y otra vez.
— “ Hola Marianita”
más bien como un loro, pero hablaba, ¡un Cuculí que hablaba!, realmente era
conversar.
La despedida
La niña miró al Cuculí de mechones dorados y entendió que eso era realmente un milagro.
— Claro que te dejaré libre hermoso Cuculí, le dijo Ana, la pequeña niña cazadora
del parque - pero promete que me visitarás, yo vivo en aquella casa, dijo,
— Ella los miró sin saber que responder. Hice algo mejor que eso, les dijo, lo dejé
en libertad y le salvé la vida. Y les contó a sus amigos la maravillosa historia del
Desde ese día, nadie atrapa pajarillos en aquel parque, y siempre, les llevan algo de
comer.
FIN