Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
MIGUEL MACHALSKI
PRÓLOGO DE ROSA VERGÉS
This page intentionally left blank
Dedico este libro a Leticia, Pablo y Silvia,
que lo han nutrido con su prodigiosa existencia.
PUBLICADO POR T&B EDITORES
Barquillo 15 A. 28004 Madrid. España
Tfno: 91 523 27 04. www.cinemitos.com/tbeditores
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con
la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,
www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
PRÓLOGO 13
PALABRAS PRELIMINARES 17
INTRODUCCIÓN 21
CAPÍTULO 1 EL GUIONISTA Y EL ARTE DE DUDAR 25
¿OTRO LIBRO MÁS? 26
ANEMIA GUIONÍSTICA 27
EL GUIÓN HOY EN DÍA 31
ESTRATEGIA Y CREATIVIDAD 33
CAPÍTULO 2 EN BUSCA DEL PUNTO G 39
EL GUIÓN COMO ORGANISMO INTEGRAL 41
EL GUIÓN COMO ORGANISMO VIVIENTE 47
CAPÍTULO 3 ZONAS ERÓGENAS DEL GUIÓN 49
TEMA 50
CONCEPTO 53
ARGUMENTO 55
ESTRUCTURA 60
PERSONAJES 68
DIÁLOGOS 103
CAPÍTULO 4 DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 151
CAPÍTULO 5 ¿Y EL PUNTO G? 171
FILMOGRAFÍA 175
NOTAS 179
This page intentionally left blank
«Cuando alguien le dice: “¡Eh, no puedes hacer eso!”,
él responde: “Ah. ¿Y por qué no?”
Lo más interesante en el medio del cine es la gente
que crea sus propias reglas»
–Michael Fassbender [protagonista de Hunger],
en una entrevista donde habla
del realizador de la película, Steve McQueen
“El punto G del guión cinematográfico”, de entrada, tiene un título muy suge-
rente. Y los títulos son importantes porque si son acertados contienen todo lo que
se contará después. Este es el caso. El punto G hace referencia al placer. Su bús-
queda. Una metáfora cristalizada de la felicidad - según el propio autor. Efecti-
vamente el libro seduce a la imaginación. Su lectura provoca un curioso interés en
encontrar ese punto, el más sensible en cada historia de ficción.
Confieso que no soy adicta a los manuales de guión. Ni siquiera leo las instruc-
ciones de ninguno de los aparatos con los que convivo. Me parecen a veces jero-
glíficos que no está a mi alcance descifrar. Pero éste no es un libro que revise las
técnicas de escritura de guión.
Miguel Machalski aborda la escritura de un modo muy vital. Es bien visible en
su propuesta de análisis la coherencia entre una rigurosa trayectoria profesional y
su paciente y experto recorrido en el campo de la formación.
Describe el uso de la metodología desde la experiencia. La propia y la colecti-
va, como demuestra a las claras su selección de películas. Es muy interesante y
acertada la filmografía contemporánea que utiliza para permitir comprender
mejor lo que señala. Al lector no le costará reconocer las escenas comentadas y
podrá visualizarlas mentalmente de nuevo, elaborando después su propia inter-
pretación sobre cada una de ellas. El libro se lee como si fuera un guión y se puede
visualizar con claridad la película que contiene. -Ver un guión más que leerlo-
propone Machalski. Utiliza las mismas claves de escritura que usa el guionista
frente a cualquier obra de ficción.
La primera sorpresa que encontrará el lector es que el autor recorre su trayec-
toria profesional de un modo muy distinto a lo que uno espera. Sorprende y atra-
pa. No da soluciones mágicas sino que ofrece un juego de espejos atractivo de
leer. Si un pintor, Rembrandt, pintaba frente a un espejo para estudiar la psico-
logía o el carácter de sus futuros retratos y un escritor, Stendhal, consideraba que
el escritor deambula por las calles trasladando un espejo en el que recoge las
14 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
impresiones de todo lo que ve, ¿qué hace un guionista que trabaja por encargo en
la llamada fábrica de sueños, el cine? Escribe para describir una película.
¿Cómo?
Miguel Machaski propone en el espejo de su texto retener y reflejar la fugacidad
de cada nuevo hallazgo. Combina las habilidades de una estrategia creativa y una
creatividad estratégica. En su viaje hacia la clarificación del arte de escribir guio-
nes insiste en que no se puede escribir sobre el proceso de creación –de cualquier
índole– sin estar escribiendo sobre la vida. El guionista es visto como un autor
visual.
El guionista, el primero en intervenir en la larga cadena que es el proceso de un
filme, es un manipulador que como un malabarista juega, con técnica y arte, con
todos los elementos a su alcance. Y como el mago, engaña, sorprende y fascina.
A mí, como cineasta, me produce una gran satisfacción comprobar como Miguel
Machalski ha ido deshilvanando en su texto la concepción del guión. No habla del
guionista aislado en su escritura, lejos del rodaje de la película. Trata con el máxi-
mo respeto el largo recorrido que le espera al texto que tomará en la imagen su
mayor sentido.
Y de eso, de inventar lo verosímil, de fingir lo creíble, de mentir para transmitir
una verdad, se habla en este libro. De la sensibilidad, de la capacidad de emocio-
nar. De lo más importante del proceso y que afecta al resultado desde la propia
escritura. El guión para él es un ser vital que adquiere durante la escritura vida
propia como la de los personajes, que van madurando en él. -El guión respira, se
expande, late y sueña- nos dice.
El personaje es persona y por tanto todo su quehacer humano es también conse-
cuencia de una acción, un sentimiento o una vivencia pasados -reales o imagina-
rios. Si a un excéntrico lo consideramos todo un personaje a un personaje le debe-
ríamos considerar persona. Un punto de vista que cambiará por supuesto con el
carácter de cada observador.
Se sumerge en la psicología de los personajes de ficción. Seres inventados que
toman vida propia y que rápidamente se convierten en personas durante el proce-
so de creación. Manifiesta algo tan esencial como el criterio y el rigor en la crea-
ción de los diálogos. Demuestra cómo hay que tener en cuenta desde su origen, su
destino. Los diálogos tomarán vida espontáneamente en boca de los actores que
los habrán memorizado en nombre de cada personaje. Un actor o una actriz com-
prometen su voz, su físico, sus sentimientos y su sensibilidad en cada situación de
cada guión. Se adapta a cada piel, a cada cuerpo. Hace suyo el engaño que es la fic-
ción de sus pasiones. Todo cineasta trabaja por tanto con material sensible.
En el texto se disecciona el tratamiento de los diálogos. Se revisan con una lupa
que afecta desde el subtexto a la gramática y su uso. Se mencionan incluso aque-
llos errores comunes que confunden a cualquier guionista en cada nueva aventura.
PRÓLOGO 15
–Rosa Vergés
This page intentionally left blank
PALABRAS
PRELIMINARES
se trata de una mujer que, a los 50 años, posee aún una belleza descomunal. Esa
belleza es a la vez su salvación y su condena (al menos ése fue el tema central que
quise poner de relieve en mi primera adaptación) y la llevó en el pasado a ocasio-
nar indirectamente la muerte de un hombre, por la impunidad de la que se creía
investida a causa de su belleza. En la historia, el pasado cobra esa deuda a través
de un joven de quien ella se obsesiona sexualmente, sin saber que es el hijo del
hombre que por culpa suya murió veinte años antes. Poco importan los detalles:
en el guión, la mujer, tras atravesar un período de demencia, acaba muerta en el
patio de un hotel. Al rodarse la película, y por la cercanía del mar, se decidió que
añadiría lirismo el que la protagonista muriera ahogada, y así se filmó.
La película tardó en producirse. La última etapa fue dar con la protagonista, y
entre diversas candidatas posibles, había una favorita: la modelo internacional,
musa entre otros de Yves Saint-Laurent, Katoucha Niane. Todos querían que
fuera ella Ramata, a pesar de no ser actriz profesional: poseía, a ojos vistas y al
parecer de todos, un lazo místico con la historia. Al principio se negó hasta que al
fin la convencieron de que al menos leyera el guión. Al día siguiente, llamó al pro-
ductor diciendo: “ Ramata c’est moi ! Il faut que je fasse ce film ! ” (“¡Ramata soy
yo! ¡Tengo que hacer esa película!”). El rodaje fue complicado por el carácter
intempestivo y fuertemente emotivo de la modelo, y también porque ella sentía
que el personaje se acercaba peligrosamente a su identidad propia. Tras una serie
de peripecias que merecerían ser contadas en otro momento, el rodaje culminó en
diciembre de 2007.
A fines de enero de 2008, Katoucha desapareció una noche al salir de su péniche
anclada a orillas del río Sena, en el centro de París. Un mes más tarde, apareció su
cuerpo, casi irreconocible, en el lecho fangoso del río. Murió ahogada en lo que se
decretaron como circunstancias misteriosas pero muy probablemente accidentales...
No me cabe duda de que el autor del libro, el guionista, el realizador y el pro-
ductor (quien me dijo, no como acusación sino como constatación, “¡Tú escribis-
te su muerte!”) anticipamos juntos el final trágico de aquella mujer. ¿Lo provoca-
mos? ¿Fuimos sus causantes? ¿Fuimos artífices, instrumentos o simples vaticina-
dores? ¿O, más racionalmente, ninguna de las tres cosas, y todo no fue sino mera
“casualidad”? Cada cual puede responder según sus convicciones personales, pero
en lo que me atañe, estoy convencido del poder que tiene el narrador, mediante sus
relatos y ficciones y con mayor o menor grado de inconsciencia, de proporcionar
claves de una lectura paralela de la realidad y acaso de provocar desenlaces. Esto
no quiere decir, obviamente, que si escribimos que el fin del mundo acaecerá en el
año 2010, esto sucederá así, sino que el hacerlo ejercerá impactos de diferente
índole en muchos seres humanos. Basta con recordar que el relato radiofónico de
Orson Welles donde se trataba de una invasión de marcianos desató una auténtica
ola de pánico en los Estados Unidos, ocasionando incluso suicidios.
PALABRAS PRELIMINARES 19
Tampoco creo que los narradores seamos demiurgos capaces de hacer y desha-
cer fatalidades. Pero sí creo que tenemos una responsabilidad.
Yo no puedo provocarle la muerte a nadie: no soy un brujo ni un practicante de
magia negra. Pero en el caso de Katoucha Niane, puedo conjeturar que mi guión
cayó en manos de alguien que se identificó en exceso con el personaje y que lleva-
ba ya en ella el deseo de morir. La muerte del personaje que ella encarnó la autori-
zó –¿inspiró?– a buscar y provocar su propia muerte. Porque aunque yo cuente
esto como algo un tanto espectacular, historias como éstas, con desenlaces por
suerte menos trágicos y no siempre nefastos, hay a granel. Se trata de prestarles o
no oídos...
Tenemos una responsabilidad. Los contenidos de las historias que escribimos –
y no nos engañemos ni nos reconfortemos con su calidad de factura argumental o
dramática – afectan el mundo, aunque sea tan sólo en cómo lo reflejan. No con-
fundamos virtuosismo narrativo con profundidad o impacto de contenidos. Es
más: cuanto mejor narrada la historia, mayor impacto tiene. Si la historia es poten-
te y cautivadora, nubla más fácilmente el discernimiento y anula con más eficacia
la capacidad de descifrar mensajes subyacentes. En esto y no en otra cosa radica la
noción de “propaganda”.
He escuchado en diversas ocasiones la frase “no es más que una película”, pro-
nunciada por lo general por productores o por personas que no son los autores
directos. Si esto se entiende como “no hay que tomarse demasiado en serio la cre-
ación de una película, al punto a veces de hacer peligrar el equilibrio personal psí-
quico, físico o afectivo”, puedo coincidir con esta apreciación. Pero si significa
–como sospecho que es el caso– que da igual cualquier cosa con tal que sea entre-
tenida (¡y rentable!), me permito discrepar. Las historias que se vuelcan en el
espacio humano colectivo mental y espiritual pueden corromper tanto como los
gases químicos tóxicos que se expelen en la atmósfera planetaria.
Contamos historias, y toda historia conlleva un mensaje. Somos responsables de
nuestras historias y de sus mensajes visibles o soterrados.
This page intentionally left blank
INTRODUCCIÓN
escritura. Y ni que hablar cuando se aborda un guión nuevo... (El lector queda
libre de extender la analogía que estamos empleando hasta donde le plazca).
Pero al igual que para aquel sabio oriental quien con su sonrisa de esfinge esta-
ba tal vez insinuando que encontrar para siempre lo buscado –Dios, el punto G, la
solución guionística definitiva o lo que fuera– pondría término a la aventura de la
vida, es posible que si existieran claves definitivas de creación cesaría el impulso
creativo. La pasión estriba acaso en la búsqueda, o más precisamente, en la fuga-
cidad del hallazgo y el carácter de eterno reinicio de la búsqueda.
*****
«¿Por qué no escribes un libro sobre el guión?», me preguntó hace unos años
alguien en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba donde dis-
pensé clases durante varios años (él ya ni debe acordarse de haberlo preguntado,
pero se trataba del ilustre Eliseo Altunaga, a la sazón jefe de la cátedra de guión de
la escuela). Dicho y hecho: junté una cantidad de apuntes sueltos, fragmentos
escritos en forma telegráfica e ideas que andaban revoloteando como polillas cie-
gas en mi cabeza y de ese magma improbable salió un primer tomo sobre el tema1.
Y último, pensé en ese momento. Pero casi como quien no quiere la cosa, adqui-
rió para mí un sentido especial el haber consignado por escrito y con cierta lógica
de unidad todo ese material. Con el pasar del tiempo, empecé a sentir que ese
“antimanual”, como lo llamaron algunos, no era más que la punta del iceberg.
Había enunciado una serie de temas y sembrado semillas que reclamaban un desa-
rrollo más profundo. De ese “viaje azaroso”, en realidad, no había hecho más que
trazar el mapa y templar la brújula: el viaje en sí quedaba aún por hacer.
Algunos lectores me señalaron el hecho de que en ese primer libro había mucha
dialéctica y poca práctica, una objeción atendible que he procurado paliar en este
segundo tomo. Hubo quienes vieron en mí una voluntad deliberadamente icono-
clasta o detractora de los “script gurus” y de los manuales, pero creo que hay un
error en esa percepción aunque no niego el fastidio que me pueden llegar a provo-
car ambos por sus directivas totalitarias maquilladas de supuestos instrumentos
de creación. Y es que pueden serlo: es más la manera de presentarlos como pana-
cea o como verdad única lo que me resulta urticante.
Volviendo a hojear el primer libro, me topé una y otra vez con partes donde com-
probé que apenas había esbozado ideas que merecían ser exploradas y disecadas
con más minucia. A esto se añadió otro factor: aunque publicado en abril de 2006,
ese primer libro se gestó entre los años 2003 y 2004. En el transcurso de estos últi-
mos años, se me han ido acumulando experiencias nuevas con sus respectivas
reflexiones y conclusiones; experiencias profesionales, claro, pero también viven-
ciales. No creo que se pueda escribir sobre el proceso de creación –de cualquier
INTRODUCCIÓN 23
índole– sin estar escribiendo sobre la vida. No se puede escribir sobre nada sin
escribir sobre la vida. No por esto pretendo dar lecciones de vida: es demasiado lo
que me queda por aprender. A decir verdad, tampoco pretendo impartir lecciones
de guión. Como con el primer libro, me mueve el deseo de intercambiar, cotejar,
comunicarme, y compartir mi manera de encarar ciertas problemáticas del queha-
cer guionístico.
Si en este libro mi objetivo es proporcionar propuestas de escritura que puedan
tener alguna utilidad a la hora de ponerse a escribir un guión, soy consciente que
las escribo de alguna manera para que se pierdan, volviéndose con suerte a encon-
trar metamorfoseadas, transmutadas, trasplantadas pero nunca aplicadas tal cual.
Porque, más allá de la analogía lúdica y antojadiza con el punto G, creo que nos
mueve una profunda exploración ontológica y existencial. Todas nuestras accio-
nes, no sólo las que tienen visos creativos, están dirigidas a la búsqueda de senti-
do, que se integra dentro de un mecanismo de comprensión. Necesitamos entender
primero, y no de afuera para adentro, o sea con la mente pensante, sino de aden-
tro para afuera, con las vísceras palpitantes. Para eso, creo yo, contamos historias.
Y, acaso, buscamos el punto G...
This page intentionally left blank
1
EL GUIONISTA Y
EL ARTE DE DUDAR
De la duda surge la creación. Es más: de la duda surge toda experiencia vital que
conlleve aprendizaje y crecimiento. Las certezas, las recetas, las verdades esta-
blecidas y comprobadas (que ya ni en las ciencias más exactas se defienden sin
reservas) en una palabra, las creencias, no llevan sino a imponer sobre la posibili-
dad de lo diferente y lo nuevo un esquema preestablecido. Dudar implica buscar,
tantear, interrogarse, estar plenamente en lo que se está haciendo. Y equivocarse,
una y otra vez: perder lo que se creyó haber encontrado, o lo que se encontró sólo
transitoriamente. Desconfío de las conclusiones definitivas, del aprendizaje con-
cluyente de cualquier cosa.
Para escribir un guión debemos cuestionarnos todo lo que sabemos, creemos
saber, se nos dice (incluso en este libro...): en una palabra, dudar. Hace falta cul-
tivar ese arte inasible, esa capacidad adormecida por un cúmulo impresionante de
condicionamientos y pensamientos programados.
Aunque he leído y sigo leyendo volúmenes sobre el tema, no me considero un
gran teórico y mucho menos un académico del guión: los conocimientos en los
que me baso y las herramientas que propongo no son fruto de estudios o el resul-
tado de lecturas e investigaciones abstractas y especulativas, sino lo que se desti-
la directamente de la experiencia y del empirismo.
Lo que busco es compartir con otros guionistas –experimentados y neófitos por
igual– reflexiones surgidas de los análisis de innumerables guiones de muy dife-
rentes características (prácticamente todas las imaginables), soluciones para las
que he tenido que devanarme los sesos y expandir la imaginación, y recursos que,
guiado más por el instinto que por la técnica, me ha tocado utilizar al enfrentar-
me en el acto de crear un guión. De ahí que, posiblemente, algunas cosas parez-
can por momentos insólitas y poco ortodoxas; es que la ortodoxia en materia crea-
tiva me hace...dudar.
26 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
De alguna manera, si aquel primer tomo fue un (azaroso) viaje externo, como por
el perímetro del guión (aunque ahondaba en la geografía interior del guionista), se
puede decir que éste está planteado como una exploración tierra adentro, reco-
rriendo su topografía más recóndita. Pero ante la idea de otro libro más sobre el
guión, me pregunté si quedaba algo por decir, y si no había ya suficientes libros
sobre el tema.
Suficientes, pero a la vez demasiado pocos. O pocos que sirvan de algo. Y nin-
guno que lo diga todo. Una perogrullada, supongo: ningún libro de nada dice todo
sobre el tema que trata. Por suerte, así los humanos podemos seguir escribiendo y
leyendo.
O sea: pensando, aunque el mundo moderno atente contra ello. No vaya a cre-
erse que este libro dirá todo sobre el tema, develará todos los secretos y hurgará en
todos los vericuetos del asunto. Es más: creo – y espero– que lo que más sacará a
la luz es un cúmulo de dudas y más dudas...
¿Queda algo por decir en materia de escritura de guiones?
Creo que sí, y por dos razones. Por una parte, los manuales e incluso libros de
análisis y de reflexión tienden a estar un poco desactualizados, tanto en el enfoque
como en las referencias filmográficas empleadas, sin hablar de la modificación en
la forma de filmar y de narrar que las tecnologías actuales están planteando. En
vistas de que se puede hoy filmar y editar casi infinitamente sin que se repercuta
en los costes (me refiero a los recursos técnicos, no humanos), la noción misma del
guión debe encararse de otra manera. Más allá de la cuestionable eficacia de los
manuales “ineludibles” de los que se sigue hablando ad nauseam, llama la aten-
ción la escasa modernidad y universalidad –incluso dentro de la lógica del cine
industrial y masivo– de los lenguajes y códigos. Al hablar de estructura, por ejem-
plo, se suele obviar la emergencia de cineastas emblemáticos como Quentin
Tarantino o Gus Van Sant, o de prestigiosos guionistas como Charlie Kaufman o
Guillermo Arriaga. Y ni que hablar de lo que está saliendo de Asia, América Lati-
na y, en menor grado, África.
Por ejemplo, al tratarse la cuestión de los personajes, uno de los aspectos más
pobremente abordados en los libros por lo espinoso, se suele seguir con la vieja
cantinela de metas, motivaciones, antagonistas, arcos, etc., de la cual el buen cine
contemporáneo se ha librado en gran medida. Hasta el mismísimo agente 007 ya
no funciona del todo en base a ese esquema arcaico en la última película de la serie
(la más reciente en el momento de redactar este texto), Casino Royale, donde
Daniel Craig encarna un James Bond matizado y ambiguo. Al hacer esto, se está
obviando el hecho que las pautas de representación del mundo han cambiado radi-
calmente en las últimas décadas.
EL GUIONISTA Y EL ARTE DE DUDAR 27
ANEMIA GUIONÍSTICA
Existe un tema que da mucho que hablar en la industria del cine mundial: la
pobreza del guión. Porque desde Tailandia hasta Chile, transitando por Indone-
sia, Zambia, Turquía, Francia, España, Brasil, Colombia, México, Argentina, se
corre la misma voz: el cine adolece de problemas de guión. Parecería pues que no
todo se ha dicho y escrito sobre el guión de cine. O que lo dicho pide ser renova-
do y actualizado todo el tiempo, en la medida en que el cine y la expresión artísti-
ca se van a su vez metamorfoseando a una cadencia cada vez más frenética.
¿Es justo echarles la culpa a los manuales por las deficiencias en los guiones de
las películas? Sí y no. Porque si bien los manuales no son directamente responsa-
bles de una escritura formateada y reiterativa, no es de excluir que la mayoría con-
tribuya de manera solapada a una esquematización de la creación, la cual es en
parte la causante de la situación actual. Una de las razones es que los manuales
suelen describir el proceso creativo a partir de lo ya creado cuando, si nos atene-
mos en sentido estricto a la noción de creación, se debería explorar lo aún no crea-
do. Mientras el objetivo de los productores no sea otro que el de atraer a millones
de espectadores –y cuantos más mejor– y los manuales (y talleres y docentes) tien-
28 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
dan con o sin premeditación a cargar las tintas en ese sentido, no se puede menos
que adjudicarles una parte de responsabilidad por la anemia creativa actual. O en
todo caso, por no combatirla activamente. Esto suele suceder porque por lo gene-
ral los manuales pretenden desarrollar la supuesta capacidad de escribir guiones
comercializables y vendibles, más que estimular una auténtica creatividad.
Otro problema son los enemigos del guión, como lo fueron los cineastas de la
Nouvelle Vague, quienes en aras de la libertad del realizador como autor de la
obra, consideraban estar sometidos a la “dictadura del guión”, como lo expresó un
tallerista hace poco. Y no es que no se entienda, sobre todo a la luz de cómo se uti-
liza hoy en día el guión para delimitar y acotar proyectos. Pero esto tiene más que
ver con el maltrato que sufre el guión a posteriori en manos de los múltiples agen-
tes destructores que obran para echar abajo el trabajo hecho, no siempre –ni
mucho menos– de tan mala calidad.
Decía Marcel Duchamp, lapidaria y acaso un poco esquemáticamente, que el
guión era el peor enemigo del cine. Truffaut afirmaba que había que “filmar con-
tra el guión”. Quizás tuvieran alguna razón o justificación en aquella época en
donde Hollywood usaba cierto modelo de guión para reforzar su hegemonía, pero
el cine –y el guión en particular– ha recorrido un largo camino en las últimas déca-
das. Hay películas potentes, apasionantes, inolvidables, que no hubieran podido
existir sin un “buen” guión, aun cuando, como corresponde, la película lo haya
luego “destruido”, o más exactamente, desmenuzado en sus componentes esen-
ciales, reorganizándolos luego para dar lugar a aquello para lo cual estaban desti-
nados: una obra cinematográfica. No olvidemos que ni Polanski, ni Altman, ni
Eastwood, ni Scorsese, ni Kurosawa son siquiera coautores de muchos de los guio-
nes que han filmado.
Es que las obras creativas no suelen ser colectivas en su concepción y su incep-
ción. Hoy día vivimos en plena glorificación de la individualidad –o debería decir
individualismo– donde el mérito y el éxito personales son casi tan codiciados como
el enriquecimiento pecuniario (en parte, porque éste a menudo es resultante de
aquéllos). Si bien un cuerpo de baile es un conjunto de personas, son intérpretes
de una coreografía creada por lo general por un individuo, como lo son los inte-
grantes de una orquesta que toca una obra sinfónica. La interpretación es un arte
en sí, claro está, pero parecería que los seres humanos tenemos particular apego a
la idea de ser creadores más que intérpretes. Debe tener que ver con la necesidad
de ser dioses. Y de recaudar un máximo de derechos de autor.
Un cuerpo de baile ejecuta los movimientos concebidos por un coreógrafo, una
orquesta ejecuta la partitura escrita por un compositor: ¿un realizador “ejecuta” el
guión creado por un guionista? Los pareceres varían. Pero si no es el creador de la
película y obviamente no es intérprete, ¿qué estatuto tiene el guionista? ¿El de cre-
ador de una creación que sirve para otra creación que no existiría sin la primera?
EL GUIONISTA Y EL ARTE DE DUDAR 29
La fórmula es menos compleja de lo que parece: no se trata de una obra con exis-
tencia autónoma que cumple función de inspiración, como sería el caso de un
novelista que se inspira al escuchar determinada pieza musical, porque ésta ya
tiene existencia como obra. El guión no. Y sin embargo, en cierto tipo de cine (no
en todos), es un elemento determinante. De ahí que en el caso de binomios nota-
bles como el constituido por el realizador mexicano Alejandro González Iñárritu
y por su compatriota guionista Guillermo Arriaga pueda realmente hablarse de
una concatenación de creaciones de valor equivalente. Si bien es evidente que nin-
guna película puede existir sin realizador (y sí en cambio sin guionista y sin
guión), lo es también que una buena parte de las obras cinematográficas más
memorables no hubieran existido sin guión (ergo, sin guionista). Actualmente,
hay por lo menos dos guionistas que imponen claramente el estilo de una película
más allá de quién la dirija: Guillermo Arriaga y Charlie Kaufman.
Lo que nunca termina de quedar claro es la función esencial del guionista como
escritor visual y como organizador y planificador inicial de la película: crea situa-
ciones dramáticas, textos, contextos, subtextos, tramas, temas, caminos posibles.
Crea contenidos, formula propuestas, establece planteamientos. Luego el realizador,
el director de fotografía, el montador, los actores y los compositores de la banda
sonora traducen todo eso en algo que puede representarse en una pantalla. Cuan-
do se dice que una de las funciones principales del guionista es la de crear
“momentos de verdad”, es incorrecto. Lo que el guionista puede hacer es crear
momentos donde la articulación del relato, la baza dramática, la construcción de
los personajes permitan a quienes luego usarán ese material crear aquellos
“momentos de verdad”. Pero el momento de verdad en sí no estará en el guión.
Algo tan banal y realista como preparar un café puede carecer por completo de
“verdad”, y un espectacular asesinato múltiple poseerla totalmente, según como
esté actuada y realizada cada acción. Eso no estará nunca en el guión: habrá que
esperar la película y contar con el aporte del director, de los actores, etc. para com-
probar si esas acciones se han convertido o no en “momentos de verdad”. De
manera similar, frases aparentemente barrocas pueden ser dichas con total natu-
ralidad, y diálogos muy cotidianos sonar artificiales. Con esta observación puede
parecer que se está desmereciendo la labor del guionista, pero simplemente esta-
mos haciendo hincapié en una verdad ineludible: una película lograda es fruto de
un esfuerzo colectivo, una maquinaria en donde cada pieza es esencial para que el
conjunto funcione.
Estábamos ante la conjetura de que en todas partes del mundo –con acaso algu-
nas excepciones– las películas padecen de “problemas de guión”, usando la expre-
sión que se emplea en el medio, como quien diagnostica un brote epidémico.
A los efectos de examinar el problema, y a riesgo de caer en generalizaciones
esquemáticas, dividamos la producción cinematográfica en dos categorías, que no
30 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
La manera de filmar en los últimos años ha cambiado. Los medios digitales están
dando lugar a una nueva modalidad de creación cinematográfica, como sucedió ha-
ce unas décadas en la esfera de la música. Ante todo, se pueden rodar horas y más
horas a bajo costo. Luego, la facilidad de la edición digital permite experimentar
una y otra vez diferentes posibilidades de compaginación. Nada de esto que se está
diciendo es novedoso. Puede serlo más el plantearse lo que significa en términos de
contenido: hay una tendencia a privilegiar el cóm o, descuidando el qué y más aún
el por qué. Nos estamos encontrando así ante una profusión inédita de películas y
filmaciones “artesanales”. Cuando se cita a Herzog, Wenders o Lynch como
modelos de cineastas que han rodado en digital, se olvida que estos cineastas tienen
un largo camino recorrido, y que han transitado por relatos meticulosamente ela-
borados y guionados, así como por métodos de filmación tradicionales.
Una reflexión al pasar: una escena no se plantea de la misma manera para una
pantalla de 600 m² de superficie, como la de Imax Madrid, para una de televisión,
para una de ordenador o para un visor de 2,5 pulgadas, como en el Apple iPod.
Más allá de la dimensión espacial ligada al tamaño de la pantalla, no existen las
mismas condiciones de silencio, atención, paciencia, concentración en una sala de
cine oscura, en el salón de una casa, en un despacho o en un autobús en hora
punta...Hay grados de sutileza, cadencia y detallismo que se pueden permitir en
una gran pantalla con espectadores cautivos que son mucho más difíciles de plas-
mar cuando se rivaliza con cientos de canales de televisión a los que se accede pul-
sando un botón, con un espacio virtual poblado de infinitas tentaciones o con el
barullo de coches y multitudes.
Volviendo al tema, ¿están mal todas esas películas rodadas de manera casi expe-
rimental? De ninguna manera. Pero aunque el estilo John Cassavettes3 se presta
particularmente a ser explotado con medios digitales – cámara en mano, mucha
improvisación, rodaje libre con un mínimo de planificación –, y aunque Lars Von
Trier ha creado un movimiento en base a algunos de estos principios, tampoco es
cierto que todos los directores “autorales” buscan filmar de esta manera, que sin
duda es tentadora por la libertad creativa y de producción que permite. Me atre-
vo a postular que si muchas de estas películas digitales adolecen de carencias y
puede haber un abuso de las posibilidades que ofrece la tecnología digital, es en
gran parte porque falta un propósito claro, un planteamiento, un contenido. En
una palabra: un guión con todas las de la ley.
32 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ESTRATEGIA Y CREATIVIDAD
Muchas de mis últimas charlas, cuando no tocan un tema muy específico, tien-
den a girar de uno u otro modo en torno a cómo compatibilizar estos dos enfoques.
Que la creatividad sea una condición sine qua non en toda creación – la palabra
misma nos lo dice – se cae de maduro; la noción de “estrategia”, en cambio, es una
especificidad de la escritura de guiones. Desde luego, uno puede pintar, compo-
ner o esculpir con una óptica estratégica –en este caso, integrando conscientemen-
te una idea de oferta y demanda–, pero si no lo hace, tendrá igual como resultado
de sus esfuerzos un cuadro, una melodía o una escultura que se pueden ver o escu-
char. ¿Qué tiene un guionista? Un guión. ¿Y qué puede hacer con su guión? Darlo
a leer (no se presta mucho a ser admirado visual o auditivamente). Pero, ¿quién lee
guiones por puro gusto? Prácticamente nadie. Ya lo dijimos: un guión es una cre-
ación que sólo tiene sentido en cuanto a que sienta las bases de otra creación, sin
la cual su existencia –la del guión– es estéril. Mal que les pese a los guionistas pri-
merizos y desbordantes de entusiasmo, es casi imprescindible desarrollar muy
pronto en la maduración del oficio la noción de estrategia.
Veamos el siguiente esquema:
Creación Estrategia
(Re)escritura creativa (Re)escritura estratégica
Lectores «amigos» Lectores profesionales
Factores internos Factores externos
sino lisa y llanamente una manera de trabajar arriesgada que no suele producir
buenos resultados.
Pocos lectores poseen este don (para ese proyecto, porque la misma persona
puede ser muy clarividente en unos proyectos y absolutamente negada en otros),
y en todo caso, se desaconseja dar a leer a diestro y siniestro y a lectores diferentes
todo el tiempo. En lo ideal, habría que confiarle a un par de lectores idóneos las
lecturas iniciales y sucesivas para mantener una coherencia. La multiplicidad de
lecturas tiene su interés en teoría, pero en la práctica puede generar más confusión
que otra cosa.
La última parábola es una historia japonesa de un idiota tuerto y un teólogo. El
hermano del idiota está por recibir la visita de un gran teólogo, pero tiene que via-
jar y le dice a su hermano, un individuo de muy escasas luces, que acoja al teólogo
sin pronunciar una sola palabra, no sea cosa que diga algo indebido. Al llegar el
teólogo, el tuerto le hace comprender que sólo puede comunicarse mediante ges-
tos. El teólogo levanta un dedo, a lo cual el idiota responde alzando dos. El teólo-
go se queda pensativo y termina por levantar tres dedos, ante lo cual el idiota le
muestra el puño. El teólogo sonríe satisfecho.
Al poco tiempo, regresa el hermano del tuerto y al ver tan contento al erudito, le
pregunta qué sucedió. El teólogo explica que mostró un dedo para representar al
Buda, y el tuerto respondió con dos dedos para significar el Buda y su enseñanza.
El teólogo mostró entonces tres dedos: el Buda y su enseñanza en el mundo, ante
lo cual el otro alzó el puño simbolizando la unidad que representan todos aquellos
elementos. Extrañado, el hermano le pregunta al idiota cómo fue la cosa. Este,
malhumorado, le dice que el teólogo le mostró un dedo para burlarse de su ojo
único, a lo cual él respondió con dos dedos indicando la suerte que es tener dos
ojos. El otro replicó con una nueva burla: entre los dos tenemos tres ojos. El tuer-
to le mostró el puño para hacerle entender al teólogo que si seguía con ese juegui-
to, le iba a romper la crisma.
En ciertos talleres, se convoca al productor junto con el autor. Suele tratarse de
talleres de producción, más comúnmente llamados de desarrollo de proyectos,
donde se abarcan aspectos tanto creativos como estratégicos. Estos talleres
muchas veces constan de una parte colectiva, con charlas dadas por especialistas
en cada rubro –coproducción, ventas internacionales, guión– y de encuentros in-
dividuales entre cada binomio y cada consultor. Desde hace algún tiempo, he
adoptado la siguiente táctica: le pido al productor que se vaya durante unos minu-
tos y me deje a solas con el autor. El productor se aleja refunfuñando, pensando
que posiblemente se vaya a hablar mal de él, y le pregunto al autor de qué trata su
película: no el argumento, sino la razón de ser. Le pido una palabra clave, y me
espeta, por ejemplo, “traición”. Vuelve el productor y le hago la misma pregunta,
con el autor delante. Amén de que muchas veces el proyecto que describe puede
EL GUIONISTA Y EL ARTE DE DUDAR 37
ser bastante diferente, la palabra clave puede ser, digamos, “venganza”. Basta con
observar la expresión en el rostro del autor para ver que se está dando cuenta –a
veces tras varios meses, cuando no años, de colaboración conjunta– que no están
haciendo la misma película, algo por supuesto nefasto desde todo punto de vista.
Aunque la traición pueda traer por consecuencia la venganza, son dos temas dife-
rentes y el sentido dramático será muy diferente en uno u otro caso.
Es común el suponer que un equipo creativo, compuesto en general por el pro-
ductor o los productores, el guionista y el realizador (a los cuales a veces se añaden
un consultor, un coguionista y, en caso de tratarse de una adaptación y a pesar de
lo poco recomendable, el autor del libro adaptado), está trabajando en la misma
película. Igualmente común es que no lo estén, ya sea por malentendidos – vivi-
mos en una época de paradójica incomunicación o comunicación fragmentaria – o
a causa de omisiones y silencios deliberados. Unos no se atreven a cuestionar a sus
colegas, otros no quieren poner en jaque el proyecto, otros más piensan que las
discrepancias se resolverán más adelante y se callan. Y es así como un año más
tarde, todos caen en la cuenta de que están yendo en direcciones diferentes, a veces
opuestas. Muchas películas llegan incluso a producirse en estas circunstancias,
con consecuencias desastrosas que no nos detendremos a detallar.
En el recuadro anterior vemos “factores internos” y “factores externos” frente a
frente. Estos dos tipos de factores se vinculan con las nociones de espacio privado
y espacio público. En privado, manejamos los componentes internos del guión
(tema, género, argumento, estructura, personajes, diálogos) y los factores internos
personales (creencias, bloqueos, tabúes, prejuicios, temores). Al salir al exterior,
debemos utilizar otros instrumentos tanto técnicos –el pitch, la sinopsis, el trata-
miento, la carta o memoria de motivación, la escaleta– como relacionales: cómo
convencer, cómo comunicar claramente intenciones y deseos, cómo inspirar con-
fianza, etc. Todo esto puede parecer fastidioso para el guionista que lo único que
quiere es escribir su guión y que se lo lean, pero sin dominar los primeros elemen-
tos no lo podrá escribir, y si no posee los segundos, se reducen considerablemente
las posibilidades de que alguien lo lea.
Si de lectura se trata. Porque si hace veinte años aún se leían guiones enteros,
hace diez sólo se leían sinopsis extendidas, hace cinco años sólo sinopsis breves y
hoy en día, los profesionales se limitan a escuchar el ora ensalzado, ora vilipendia-
do (exageradamente en ambos casos) pitch. Esto es un tanto esquemático, claro,
pero lo cierto es que antes de leer cualquier cosa, incluso una sinopsis de página y
media, es cada vez más frecuente escuchar primero el pitch. De ahí la importancia
que ha ido adquiriendo en el medio del cine. Una vez más, no estamos aquí para
juzgar la pertinencia de las prácticas sino de dejar constancia de su existencia y res-
ponder a esa realidad. Hay libros especializados en el pitching y en técnicas de
comunicación verbal y no verbal: no son éstos el objeto de este libro por lo cual no
38 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
me adentraré más en el tema. Basta con decir que el autor capaz de “vender” su
proyecto (digámoslo sin asco –o con asco pero digámoslo igual–) multiplica sus
chances de lograr que se produzca. Lo queramos o no.
Estrategia y creatividad, creatividad y estrategia: ¿dónde termina una y dónde
empieza la otra? ¿Qué dosis de cada una debe intervenir en cada etapa? No hay
respuesta única y precisa a estos interrogantes. Pero sin ánimo de jugar con las
palabras, creo que se puede aplicar constantemente una estrategia creativa y una
creatividad estratégica. Es más, y por sacrílego que parezca, creo que ejercitar esta
capacidad resulta para el guionista casi tan importante como desarrollar el talento
de escribir.
2
EN BUSCA DEL PUNTO G
vez menos fuerte en los espectadores que le dan la espalda a un volumen crecien-
te de películas que no proponen nada nuevo–. También es la de brindar otras
herramientas que las habituales para escribir guiones.
Esto significa que aunque las mencione al pasar, no me he puesto a pormenori-
zar algunas de las técnicas y reglas más conocidas que doy por sabidas o por con-
sultables en muchas otras fuentes (como por ejemplo, lo de elaborar biografías
detalladas de los personajes o crear un giro dramático en el medio del relato). La
utilidad o necesidad de estas consignas quedan por determinar según el tipo de
proyecto y según la metodología de trabajo y las intenciones de cada guionista.
En los capítulos de tema, argumento y estructura utilizo ejemplos de películas
que no forman parte del llamado cine “mainstream”. Esto significa que quizás
muchos lectores no las hayan visto, contrariamente a lo que sucede cuando se ana-
liza Thelma y Louise, Rashomon, Único testigo (Witness), Regreso al futuro (Back to
the Future) u otros ejemplos similares tomados como paradigmas del “cine uni-
versal”4 y/o clásico. Aunque algunas entren en una categoría de cine que podría
llamarse “marginal” (en contraposición con el circuito de consumo masivo), casi
todas ellas pueden hoy en día encontrarse sin mucha dificultad, para quien tenga
la voluntad de hacerlo. Recomiendo a todo guionista o aspirante a tal que las vea,
porque algunas reflejan una concepción del guión más amplia de la que se formu-
la tradicionalmente y desafían a veces nociones que se presentan como irrebati-
bles.
Otra aclaración con respecto a los ejemplos escogidos: No aspiro a imponer otros
modelos o fórmulas sucedáneas, sino a mostrar cómo se puede innovar y crear
películas apasionantes (uso ex profeso este término: “apasionantes” como lo son
las películas de acción más logradas de Steven Spielberg) torciendo o ignorando las
reglas consabidas. Puede alegarse que para apreciar estas películas y encontrarlas
apasionantes, hay que poseer cierta “cultura cinematográfica”. Aunque esta obje-
ción tiene algo de aberrante –sin cultura no existe el arte verdadero y deberíamos
deshacernos ya mismo de los cuadros de Francis Bacon, de las sinfonías de Gus-
tav Mahler y de las poesías de César Vallejo– la respuesta es: obviamente hace falta
cierta cultura. Pero es que hace falta cierta cultura para acceder a lo humano y dis-
tanciarnos de lo animal, condición regida por la emotividad primaria. La televi-
sión ha creado las pautas “culturales” de la segunda mitad del siglo XX, pero se
maneja con criterios utilitarios y pragmáticos: debe atraer al mayor número de
telespectadores lo más rápido posible para desempeñar cabalmente su función de
vehículo publicitario –cosa que es por esencia así cumpla de tanto en tanto fun-
ciones educativas, creativas y formativas–. Dicho esto, no se trata de rechazar de
cuajo la totalidad de los contenidos de la televisión, que pueden ser de gran cali-
dad, aunque para lograrlo deban por lo general superar condicionamientos e
imposiciones.
EN BUSCA DEL PUNTO G 41
⇑ ⇓
⇑ ⇓
⇑ ⇓
The Cop and the Anthem (El policía y el himno), adaptada al cine por Henry Kos-
ter en 1952 como parte de una película compuesta de varios cuentos cortos del
mismo autor (cada uno adaptado por un director diferente). En este cuento breve,
un indigente, al percibir en el aire la inminencia del invierno, lleva a cabo todo tipo
de maniobras para lograr que lo encarcelen durante unos meses y poder pasar la
temporada fría en un sitio guarecido. Nuestro personaje comete pues una serie de
pequeñas fechorías: grita a voz en cuello en la calle, arroja una piedra contra una
vidriera, molesta a una muchacha. Pero por circunstancias desafortunadas, siem-
pre le sale el tiro por la culata: lo toman por un voceador, acusan a otro de haber
roto la vidriera, la muchacha gusta de él...En el colmo de la desesperación, sus
pasos lo llevan a una iglesia. Entra y es recibido por una celestial música de órga-
no que lo deslumbra y alumbra: en una suerte de iluminación epifánica, entrevé
con profundo agradecimiento el carácter sagrado de la vida y de la libertad. Con el
pecho henchido de ilusiones y la cabeza desbordante de grandes proyectos, sale de
la iglesia y se sienta en un banco a cavilar sobre cómo emprenderá su nueva vida.
En eso está cuando un policía que pasa por allí le ve aspecto de merodeador y lo
lleva preso. Al día siguiente, recibe una condena de tres meses por vagancia...
¿De qué quiere hablarnos el autor? De ironías y de paradojas: la ironía del desti-
no –y O. Henry debía experimentar cierto regodeo malicioso al contar esta histo-
ria dulcemente cruel– que le da a uno lo que deseó pero ya no desea más o nunca
deseó realmente, privándolo en cambio de lo que añora ahora (algo así como “darle
pan al que no tiene dientes”). Más allá, también nos incita a desarrollar la capaci-
dad de reconocer lo bueno que tenemos en el momento presente y no cuando ya es
demasiado tarde. Y nos habla también de la paradoja que consiste en que cuanto
más nos empeñamos en conseguir una cosa, más parece eludirnos. He aquí el
“alma” de este relato.
Lo que llamo el “cerebro” es la mecánica de la narración, algo que se construye
con el intelecto y el pensamiento. En este caso, poner a un individuo en una situa-
ción donde quiere llegar a cierto lugar y ejecuta una serie de acciones a esos efec-
tos, todas las cuales se malogran, hasta que, ya sin quererlo más, alcanza su obje-
tivo inicial: un logro que se convierte en fracaso. Desde luego, todo está interrela-
cionado, y casi simultáneamente pensamos en el personaje, o sea el “corazón”: un
indigente que busca un techo para el invierno. Es un personaje que despierta
empatía e interés: su objetivo es claro e identificable, y sus esfuerzos por alcanzar-
lo conmueven a la vez que provocan risa. Detrás de esto, acecha lo patético y lo trá-
gico, como en toda comedia que se precie.
La “musculatura”, el movimiento argumental, es un encadenamiento de suce-
sos provocados por el personaje en sus tentativas para que lo encarcelen, estructu-
rados de manera lineal y cronológica, sin una verdadera lógica de crescendo: no
busca cometer actos cada vez más graves, sino que procura aprovechar las oportu-
EN BUSCA DEL PUNTO G 45
Este ejemplo ilustra una excelente correspondencia entre todos los elementos, que
configuran un organismo integral. Nada aquí es casual: vemos cómo un individuo
privado de memoria se convierte en pulsión vengadora pura y ciega y cómo es
manipulado a causa de esto, cómo el manipulador calcula mal el peligro y es vícti-
ma de su propia manipulación, cómo el protagonista se halla atrapado en un ciclo
infernal como una rata en un laberinto de donde no saldrá a menos que se cure de
su enfermedad – o se libere de su sed de venganza –, cómo la desestructuración del
relato refleja el estado mental caótico del protagonista, haciendo experimentar al
espectador una confusión similar. Lo más logrado de todo esto es que resulta com-
prensible y posible de seguir (aún cuando – y es una virtud más – se necesite vol-
ver a ver la película, incluso varias veces, para aprehender bien todas las facetas).
Un error frecuente que cometen los asesores o script doctors, parecido al que
puede cometer un médico alópata al no encarar a su paciente como un sistema glo-
46 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
mente todos los componentes del organismo del guión: el tema, el concepto, el
argumento, la estructura, los personajes, los diálogos.
La idea del guión como organismo viviente parte del principio que está dotado de
un movimiento vital y de una poética propios que el guionista debe aprehender y
respetar. Es claro que este movimiento y esta poética los imprime el mismo autor,
pero sucede a veces que, como con los hijos, uno no esté atento al hecho de que el
guión ha ido creciendo, madurando, adquiriendo una identidad natural y propia
que no necesariamente coincide con la que el autor imaginó al inicio. Entre otras
cosas, porque la sumatoria de las partes no siempre –o casi nunca– produce el
resultado esperado en la totalidad final.
Por otra parte, un guión bien escrito genera una especie de interactividad con el
lector que podría asimilarse a la que se tiene con una entidad viva. Aquí nos vemos
ante otro concepto difícil de definir: ¿qué es un guión “bien escrito”? Una de las
respuestas posibles, según los parámetros empleados, es: un guión que hace buen
uso de las herramientas disponibles. En la sección 4 de este libro, hemos intenta-
do reseñar algunas de estas herramientas, sabiendo por un lado que la lista no es
exhaustiva y por otro lado que las herramientas no son soluciones sino recursos
posibles para dar con éstas. Si se quiere construir un mueble, uno empieza por
agenciarse madera, una sierra, clavos, un martillo, etc. A medida que va constru-
yéndolo, evalúa la pertinencia o necesidad de utilizar tal o cual utensilio. Una vez
más, el asesor debe tener especial cuidado al recomendar las herramientas porque
el interesado puede no saber utilizarlas o emplearlas mal, o porque la herramienta
preconizada no es la más idónea. Al imaginar que el guión vive –que respira, se
expande, late, sueña– nos ponemos en una tesitura mucho más flexible y atenta a
lo que está sucediendo. En realidad, la savia vital del guión procede del incons-
ciente del guionista, de su libido existencial, y es con eso con lo que hay que estar
sintonizados.
Las partes del guión son esas “zonas erógenas”, que estructuralmente se mate-
rializan en escenas. Cada escena debe, en lo posible, constituir una unidad dramá-
tica y sensible con su estructura independiente, al igual que las células de un orga-
nismo. Así como un bailarín ejecuta movimientos individuales con una estética
propia sin pensar en que forman una coreografía integral, el actor debería poder
interpretar casi cada escena o secuencia sin tener necesariamente en cuenta la tota-
lidad de la historia. El guionista debe entonces plantear en cada escena (o secuen-
cia al menos), elementos dramáticos potentes, sin que su potencia dependa del resto.
Obviamente, la totalidad de la historia puede ser indispensable para consolidar el
48 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
sentido dramático del conjunto, y es quizás ilusorio pretender que cada una y
todas las escenas posean este impacto. Pero se habla aquí de una tendencia gene-
ral: todos hemos vivido la experiencia de películas en las que cualquier escena ais-
lada tiene interés en sí. En la última película de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut,
sucede algo así, con la excepción de algunas escenas deliberadamente “triviales”
en torno a la vida familiar de la pareja, que cumplen una función de descansillos o
de trampolines para catapultarnos hacia la tensión dramática de la secuencia
siguiente, y, quizás, de la escena final donde lo enrarecido del resto del relato se
desliza deliberadamente hacia lo trivial.
De la misma manera que un individuo cambia de fisonomía (algunos más que
otros) al atravesar las diferentes etapas de la vida, desde el bebé hasta el anciano,
el guión va cambiando de tema, argumento, estructura, personajes a medida que
se va creando. Lo que ayer pensábamos estaba aquí está hoy allá, lo que parecía ser
esto se convirtió en aquello, lo que se suponía que debía terminar así acabó asá. Al
mismo tiempo, tengamos presente –sobre todo en la delicada fase de la reescritu-
ra– que así como llevamos adentro vestigios de todos los que fuimos, por más
espectaculares que hayan sido los cambios tanto externos como internos, el guión
lleva las semillas de todas sus versiones y etapas de elaboración. Como dice el
guionista chileno Julio Rojas, «se escribe un guión para saber qué guión se quiere
escribir”, que podría formularse también como» se escribe un guión para identifi-
car el soplo de vida que lo anima”.
Siempre que las transformaciones se hayan ido dando orgánicamente y no
impuestas por intereses exteriores, es bueno mantenerse con los sentidos aguzados
para percibir y acoger estos cambios que, en su calidad de organismo viviente, el
guión nos puede estar reclamando.
3
“ZONAS ERÓGENAS”
DEL GUIÓN
Todos los componentes del guión pueden ser considerados como zonas erógenas,
o si se quiere, ampliando la terminología, zonas sensibles, de la misma manera
como los amantes curiosos e imaginativos descubren la sensibilidad de práctica-
mente cada parte de sus mutuas anatomías. Pero por más que nos digan que el
codo o la uña del dedo meñique pueden ser zonas erógenas, lo cierto es que hay
sitios más estratégicos que provocan reacciones cutáneas y subcutáneas indiscu-
tiblemente más fatales. Aunque la extensión que se ha dedicado aquí a cada una
de esas zonas críticas no es directa ni aritméticamente proporcional a su potencial
“erógeno”, hemos dedicado bastante más espacio a la parte de personajes y de
diálogos, por considerar los primeros los más cercanos al apetecido y huidizo
punto de marras, y los segundos poco tratados en los libros.
Antes de entrar en materia, una observación. No sería muy adecuado ni muy
apreciado por su compañera de lecho que un amante pasara a la acción con una
guía de instrucciones bajo el brazo o con una batería de técnicas o consignas
aprendidas de memoria. La praxis debe estar regida más por la intuición, por estar
“presente en el presente”, que por conocimientos previos. Tengamos en cuenta
que escribir es hacer el amor con las palabras, y escribir guiones hacerlo con las
palabras y las imágenes. Lo que sigue en los diferentes rubros o “zonas sensibles”
–tema, concepto, argumento, estructura, personajes, diálogos– son herramientas
que he elaborado a partir del ejercicio concreto de mi oficio tanto de guionista
como de consultor, docente y analista, pero no todos servirán para todos ni en
todos los casos, y menos simultáneamente. Imaginen la analogía en términos de
un encuentro amoroso: sería como aplicar en toda ocasión no sólo el mismo pro-
cedimiento, sino veinte técnicas a la vez, sin estar mínimamente en comunicación
con el otro, con su cuerpo y su poética individual y única. Porque crear es eso:
comunicarse lo más íntimamente posible con la obra que se está creando.
Otra aclaración importante: he recurrido a algunos ejemplos de películas más o
menos conocidas, pero en todo caso ya producidas. Pero he confeccionado mu-
50 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
chos ejemplos –ya sea de historias o de escenas– pensados ad hoc para ilustrar lo
más cabalmente posible lo que se está explicando, algo no siempre fácil de encon-
trar en películas ya realizadas.
Además, y sobre todo, esto responde a una voluntad de ponernos en una postu-
ra creativa y más prescriptiva que descriptiva: en vez de analizar textos ya exis-
tentes y materializados en imágenes –y por ende metamorfoseados por la pelícu-
la– nos colocamos en ese complicado punto anterior a la existencia de las imágenes
y de los actores, donde el reto mayor para el guionista es edificar todo desde las
palabras que se van imprimiendo en una página blanca. Cabe señalar que no se
pretende que estos ejemplos sean paradigmas de escritura brillante: tienen valor de
ejemplo ilustrativo, no de escritura de alto vuelo.
TEMA
xistente y una de tema demasiado explícito, sea preferible esto último. ¿Pero por
qué contentarse con extremos insatisfactorios y no aspirar también a lo ideal: un
tema fuerte, nítido y a la vez matizado, rico, con diversos niveles de lectura?
En Osama, película afgana de Siddiq Barmak, una aldea es invadida por los tali-
banes que vienen a ejercer una opresión radical sobre las mujeres, que no tienen
derecho a trabajar. Para escaparles, y con el objeto además de lograr que consiga
un trabajo sin el cual peligra la subsistencia de la familia, una madre rapa la cabe-
za de su hija y la disfraza de varón. Un mercader compasivo le da empleo, aún
sabiendo que se trata de una niña, pero no puede impedir que los talibanes se la
lleven a una escuela coránica, reservada únicamente a varones. Tras diversas peri-
pecias, termina siendo descubierta porque tiene su primera regla y su jellaba apa-
rece manchado de sangre. Es perdonada por el mulaba (juez) quien la obliga no
obstante a casarse con un comerciante pudiente y pasar a formar parte de su harén
–un destino para ella casi tan atroz como la muerte–.
El tema de la opresión de la mujer está tratado de manera inequívoca, pero sin
una demonización enfática de los talibanes ni una conmiseración excesiva por el
destino de la protagonista. De hecho, la situación dramática (es decir, lo que está
en juego para los personajes) es lo suficientemente potente como para que no haga
falta cargar las tintas, y el tema, nunca tratado explícitamente, se desprende con
absoluta nitidez de la situación en la que el autor ha colocado a su protagonista.
Cualquier insistencia sobra, y al tener una situación con tal fuerza dramática, el
autor puede manejar la dramaturgia por debajo de la línea dramática, sin necesidad
de sobrecargarla.
Este punto –una posible clave de escritura– merece una explicación más minu-
ciosa. Imaginemos el gráfico siguiente:
Supongamos que nuestro punto de partida dramático (que nos servirá para
abordar el tema que queremos tratar) es el enterarse de la muerte repentina de uno
o más seres queridos, como sucede en la película Vuelvo a casa (Je rentre à la mai-
son), de Manuel de Oliveira o en Azul de Krzysztof Kieslowski, o el saber que uno
ha contraído una enfermedad mortal, como en El tiempo que queda (Le temps qui
reste) de François Ozon. Habiendo planteado una situación dramática de esta
naturaleza, o incluso melodramática (o sea, un drama hiperbólico o una acumula-
52 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ción de dramas superpuestos), suele ser más eficaz el escribir “por debajo” de la
línea dramática. La dimensión trágica de lo que afecta al personaje es cristalina
para cualquiera y no necesita ningún tipo de énfasis o insistencia. Al contrario:
este planteamiento de entrada permite jugar con la sutileza, el contraste, lo impre-
visible. Si tras recibir la noticia de que tiene un cáncer terminal el personaje se
empecina en concluir el trámite que inició para obtener una autorización munici-
pal de construcción de una terraza en su casa, resulta más fuerte que si se derrum-
ba, cae en una depresión o rompe a llorar. Con estas últimas reacciones, nos está
diciendo: «miren lo devastado que estoy». ¿Necesitamos que nos lo muestre?
Corresponde luego al autor señalarnos si esa falta de reacción patente es resultado
de indiferencia, de negación, de combatividad o de un modo particular de enfren-
tarse a la muerte. Esto está muy supeditado a la elaboración del personaje en sus
comportamientos y rasgos personales y al tipo de diálogos que se escriban.
En cambio, si la línea dramática es la de un niño de 12 años que vive como una
tragedia el hecho de perder un partido de fútbol, aunque entendamos que pueda
revestir importancia y nos identifiquemos con el sentimiento de derrota, es pro-
bable que haga falta recalcar, enfatizar lo que está en juego para el niño. Para que
esta derrota tenga una carga dramática que nos interese y nos implique, lo más
seguro es que haya que explicar o dar a entender qué ha perdido realmente el per-
sonaje al perder el partido (el reconocimiento del padre, la aceptación de sus com-
pañeros, la posibilidad de redimirse de algo, la autoestima, etc.). Incluso se puede
ir contra las expectativas: si el llanto provocado por la muerte de un ser querido
puede llegar a sobrar por lo previsible, unas lágrimas derramadas porque ha des-
puntado un espléndido día de sol despertará nuestra curiosidad. Si el buen tiempo
es la línea dramática, como en la canción de Georges Brassens donde un vendedor
de pararrayos despotrica contra los días de sol porque lo privan del pretexto para
ir a vender su mercadería a mujeres solitarias que luego le brindan sus favores, ten-
dremos en algún momento y por alguna vía que explicar por qué el personaje lo
vive como algo con una carga dramática negativa.
En Dulce porvenir (The Sweet Hereafter) de Atom Egoyan, un vendedor de segu-
ros emprende una cruzada en nombre de los familiares de las víctimas de un acci-
dente viario que le ha costado la vida a varios colegiales para que insistan en cobrar
una indemnización a la compañía de autobuses escolares supuestamente respon-
sable de la tragedia. La premisa dramática es tan potente que el autor puede jugar
con todo tipo de sutilezas, variaciones y non-dits sin resultar enigmático ni “en-
friar” al lector/espectador. Las emociones se revelan en dosis muy cuidadosa-
mente administradas porque al estar tan a flor de piel no es necesario mostrarlas
de modo más explícito; un mero roce basta para recordar el drama. De hecho se es-
tá aquí en un punto peligroso de caer de la sensiblería o la sobredramatización (que
Egoyan evita con maestría). Los puntos sensibles, procuren éstos dolor o placer,
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 53
deben tocarse con delicadeza para que el dolor no sea insoportable o se neutralice
por lo redundante, y para que el placer no provoque una saturación sensorial.
En Caché, Michael Haneke plantea el desasosiego que provoca en una familia
burguesa típica el recibir vídeos anónimos donde se ve que la fachada de su casa
está siendo filmada por un sujeto desconocido. Esto dispara la historia, pero una
vez más, la potente entrada en materia permite mantener la tensión en un relato
donde tarda bastante en “pasar algo” (aunque al fin se produce un evento de gran
impacto dramático), simplemente porque la sostiene una situación con la que nos
identificamos fácilmente y que convoca temores atávicos y paranoicos, a la vez
muy actuales por la amenaza terrorista en la que se vive.
La línea o propuesta dramática en estos ejemplos, portadora e ilustradora del
tema, otorga al autor una gran latitud dramatúrgica, pero desde luego resulta
igualmente interesante el postulado contrario, a saber, hacer surgir progresiva-
mente el espesor dramático de lo que inicialmente no parece tenerlo –siempre que
en algún momento surja–. El escamoteo deliberado de los puntos dramáticos fuer-
tes caracteriza a cierto tipo de cine autoral del que ya hablamos. Este tipo de cine
tiene a veces mala fama por ombliguista, hermético, elitista, aburrido o inerte –o
todo esto a la vez–, cosa que considero injusta como generalización pero acertada
en muchos casos, donde la esencia dramática está tan camuflada que legitima la
terrorífica pregunta: ¿a quién le importa? Basta con examinar el cine de cineastas
indiscutiblemente autorales como el francés Bruno Dumont, la argentina Lucre-
cia Martel o el coreano Kim Ki-Duk para ver cómo la perspectiva autoral –vista
como un enfoque personal del mundo– no es de ninguna manera incompatible con
la fuerza dramática, incluso de lo más explícita .
Y es que el tema, entendido como punto de vista y como razón de ser, suele que-
dar borroso cuando la apuesta dramática no es clara. No niego que el tema de 25
watts de los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll resulta perfectamente
identificable, no habiendo allí lo que aquí denominamos una “línea dramática”.
Excepciones siempre hay: lo que queda por ver es la capacidad del realizador de
sortear la fatídica pregunta a la hora de rodar la película.
No olvidemos que el guión es un instrumento para obtener financiación y lograr
la realización de la película, y que la ausencia de una propuesta dramática clara y
en lo posible potente dificultará esto.
Y esto nos lleva al concepto.
CONCEPTO
O bien: ¿Qué pasaría si al decir una mentira, el que mintió descubriera que se ha
metido en un intríngulis en el que no puede ni decir la verdad ni seguir sostenien-
do la mentira? (narrativo a la vez que psicológico, el tema aquí está vinculado con
cómo resolver un dilema argumental).
Quienes estén preguntándose dónde está la línea divisoria entre tema y concep-
to comprenderán por qué hablo del guión como de un organismo integral, donde
los componentes están todos interrelacionados y se solapan, compartiendo puntos
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 55
comunes. Esto se repetirá en todas las secciones, en las que al hablar de lo especí-
fico de ese rubro, se estará por momentos hablando también de otro.
ARGUMENTO
ARTICULACIÓN DE UN ARGUMENTO
Las ideas provienen de impresiones y sensaciones proporcionadas por los senti-
dos, de las cuales se generan abstracciones que al alcanzar estratos de profundidad
y de complejidad cada vez mayores van configurando un argumento. Pongamos
un ejemplo cualquiera:
A través de la pared del salón de nuestra casa, escuchamos una noche, tarde,
sobre la medianoche, un tintineo de notas frágiles y titubeantes de piano: alguien
está aprendiendo una pieza musical sencilla, tanteando inseguro las teclas. Lo que
le falta en rapidez le sobra en perseverancia: vuelve a empezar una y otra y otra
vez. A partir de esta impresión sonora que nos proporciona nuestro oído, empeza-
mos a conjeturar abstracciones ficcionales a partir de otro instrumento de percep-
ción, quizás el auténtico “sexto sentido”: la imaginación8.
Se nos antoja que quien está aprendiendo a tocar es un adulto, y más específica-
mente, una mujer de unos cuarenta años. Es médica, y le acaban de anunciar que
tiene un tumor maligno en el hígado de tamaño considerable. Le queda, según
todo diagnóstico médico razonable, poco tiempo de vida. Tras acusar el golpe y
sopesar cuidadosamente las diferentes alternativas de empleo del tiempo que le
resta –dedicarse a vivir a fondo, abocarse de lleno a su trabajo, consagrar sus días
a su esposo (no tiene hijos)–, decide realizar un viejo sueño con resultados impro-
bables dado el escaso tiempo que a todas luces le queda: aprender a tocar el piano.
Busca un profesor y da con un viejo concertista cuya artrosis lo obligó a abando-
nar su carrera hace ya muchos años, restringiéndolo a la enseñanza. Aunque el
profesor sabe que su nueva alumna, quien le ha contado su situación, no puede lle-
gar muy lejos, se invierte apasionadamente en enseñarle lo más que pueda. En esta
carrera contra reloj –el tiempo es limitado pero el plazo incierto– se establece entre
estos dos personajes un vínculo estrecho y especial. El profesor se impacienta con
la lentitud de su alumna, ésta lo vitupera por incompetente... Pero el lazo que los
une es de una intensidad extraordinaria.
58 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
Nos quedamos aquí, sabiendo que tenemos al esposo de la mujer como persona-
je a incorporar en el entramado emocional, y que hay cabida para muchas cosas
más. Se puede observar cómo a partir de una simple percepción proporcionada por
el oído, hemos construido todo un armazón argumental y dramático, incorporan-
do partículas cada vez más abstractas, cada vez más recónditas, creadas por la ima-
ginación, como círculos concéntricos que se van alejando del espacio físico y tem-
poral en donde se produjo el estímulo sensorial inicial.
En este proceso de construcción intervienen tanto el hemisferio izquierdo del
cerebro como el derecho: una voz impalpable del registro de lo poético nos sopla
impresiones que no perciben ninguno de nuestros sentidos, y con éstas vamos arti-
culando un relato con preguntas del tipo “¿y si tal o cual cosa?”, incorporando
unas ideas –que en general van disparando nuevos rumbos o pautando climas y
sensaciones– y descartando otras, que suelen ser las que rápidamente nos llevan a
un cul-de-sac.
Hay libros enteros sobre la generación de ideas y de historias y no vale la pena re-
ciclar aquí cosas que se pueden leer –con más detalles y rigor científico– en otros si-
tios. Lo que queremos señalar es que difícilmente una historia nos parecerá
“buena” sólo por la ingeniosidad de los giros o las sorpresas que nos reserva. His-
torias así pueden impactar en el momento, pero pocas veces resultarán inolvidables
(a menos que sean muy, pero muy ingeniosas, donde suele suceder que la ingeniosi-
dad misma encierre dimensiones significantes ocultas). Para que sean memorables,
tienen además que tratar un tema interesante (entendiéndose por éste un punto de
vista o una razón de ser) y ser encarnadas por personajes que nos cautiven.
Ahora bien, ¿una película necesariamente tiene que narrar una historia? Pode-
mos argüir que no. Una película puede ser estética pura, o puro impresionismo
visual. Puede también ser situacional: una de las distinciones entre el cine nortea-
mericano y el europeo es que el primero tiende a ser casi siempre narrativo, cuan-
do el segundo se conforma más a menudo con lo estrictamente situacional. Pero no
podemos menos que constatar que la mayoría de las películas que han dejado su
marca (fuera de las producidas por la maquinaria hollywoodense) tienen historias
fuertes, bien contadas, con temas y personajes relevantes. No se trata tanto de que
toda película deba ser narrativa –con lo cual nos embarcamos en polémicas sin fin
sobre el tema–, sino de que indiscutiblemente la mayoría lo son, y que en ese caso,
la historia debe estar bien narrada, tener coherencia y funcionar sobre la base de
códigos inteligibles, por más inverosímiles que resulten.
Si mi historia es la de un empresario corrupto que logra engañar a la justicia y
escapar al castigo gracias a sus hábiles artimañas y a la pusilanimidad del abogado
inepto que tenía por misión inculparlo, las peripecias argumentales pueden diver-
tir y sorprender. Pero si (“¿qué pasaría si además...?”) hago que el abogado pierda
el respeto de su hijo por haberse dejado derrotar o intimidar, y que el empresario
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 59
ESTRUCTURA
¿Podemos durante unos instantes concebir que los preceptos de la Poética se pue-
dan haber dilatado o tal vez, en algún sentido, desactualizado? Lo cual no implica
que estén errados, pero es de conjeturar que a Aristóteles le podría haber resulta-
do un tanto desconcertante la idea de narrar una historia comenzando desde el
final (lo cual efectivamente comprueba que la narración tiene final y por ende
principio), como lo hizo el cineasta coreano Lee Chang-Dong en Peppermint
Candy (antes que Memento o Irreversible). O de empezar in media res o en el clí-
max, e ir por un lado hacia adelante y por otro hacia atrás, como sucede en el guión
de Guillermo Arriaga, Los tres entierros de Melquíades Estrada. En otro orden de
cosas, y contradiciendo otros preceptos (no necesariamente de Aristóteles, que no
de todo es él el responsable...), en su película Los climas, el cineasta turco Nuri
Bilge Ceylan plantea un conflicto de pareja que no se resuelve, con personajes que
no se transforman. En la ya mencionada After Life, Hirokazu Kore-Eda introdu-
ce en el tercer acto una historia de amor no correspondido apenas esbozada ante-
riormente, contraviniendo un esquema clásico y supuestamente ineludible. Por
una casualidad que merece reflexión, tres de los ejemplos citados proceden de paí-
ses no occidentales, y en el cuarto el guionista es latinoamericano.
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 61
ELIPSIS
Imaginemos la siguiente sucesión de hechos narrativos:
62 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
tiene que ver sólo con qué se elide y cómo se estructura, sino también con el con-
tenido dramatúrgico de las escenas, que no hemos tratado aquí. El empleo de las
elipsis nos lleva a pensar qué es lo que sucede fuera de pantalla, pero que no por
ello sucede fuera de la diégesis. Puede ser útil pensar en las acciones que lleva a
cabo tal o cual personaje en los intervalos en donde no lo vemos en pantalla. Por
una parte, podemos decidir que puede ser interesante incluir una o más de esas es-
cenas elididas, donde vemos cómo el personaje se cepilla los dientes, por ejemplo:
¿lo hace como un ritual minucioso y prolongado o como un gesto rutinario y dis-
traído? ¿Y ésta es su manera habitual de realizar tales diligencias cotidianas, o lo
está haciendo así ese día porque está a punto de cometer un acto inusual? Por otra
parte, nos pueden suministrar (las vea o no el espectador) información útil para
plantear la dramaturgia de la escena siguiente. Si el personaje acaba de descubrir
su primera cana o si la dirección general de impuestos le acaba de reembolsar –o de
reclamar– una suma considerable, la tesitura en la que estará en una escena en la
que tiene que declararle su amor a una mujer se planteará de manera diferente. En
el trabajo con actores, se utiliza esta técnica de lo no visible para crear estados con-
flictivos, antinómicos, enrarecidos, discordantes o sibilinos que permiten volver
menos literales las escenas (un problema frecuente es el de la excesiva literalidad,
o sea que la escena no esconda otros estratos que los que se ven y se escuchan).
De lo que se trata en realidad es de causas y consecuencias. Un relato sin ningu-
na elipsis –algo improbable porque significa que transcurre en un tiempo real
absoluto– crearía un encadenamiento de sucesos donde cada uno es causa del
siguiente y consecuencia del anterior. Lo que sucede es que si bien en la vida no
hay elipsis temporales –nuestra existencia es una sumatoria de cada uno de los ins-
tantes que la componen sin omisión ninguna– sí las hay en nuestra percepción de
lo vivido. No sólo nuestra memoria elide todo el tiempo, sino también en el pre-
sente mismo (hablo de un presente relativo y dilatado, no el presente absoluto) las
conexiones emocionales e interpretativas que establecemos entre los hechos dejan
huecos y se saltean momentos y hechos que nuestra percepción consciente borra
por ser aparente o relativamente insignificantes. Si por ejemplo me informan de
un acontecimiento trágico mientras estoy desmembrando un pollo, la turbación
puede hacer que me corte un dedo sin percatarme. Aunque obviamente no hubo
elipsis cronológica real, mi mente puede haber registrado el momento anterior a la
noticia aciaga, cuando estaba cortando la carne para pasar luego a registrar el tajo
de donde emana sangre. Percibo conscientemente la consecuencia y acaso la causa
emocional (la noticia) pero no recuerdo en absoluto la causa física (cómo mi mano
resbaló o tembló).
Podemos utilizar estos “agujeros” temporales para reforzar o matizar efectos
dramáticos. En este ejemplo, podríamos cortar la escena en el momento en el que
el personaje recibe la noticia, reanudando la narración un tiempo después (que
64 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
pueden ser minutos u horas) cuando se está desinfectando la herida, o bien mos-
trar cómo se produjo ésta, haciendo consciente al espectador antes que al propio
personaje de las causas que provocaron la consecuencia.
En el ejemplo del hombre que apuñala a su jefe, si no vemos nada de las cir-
cunstancias previas de X, adjudicaremos como causa de su acción, al menos en lo
inmediato, el anuncio de su despido. Si en cambio hemos revelado que vive en un
contexto de infortunios y de mortificaciones, las causas ya en ese momento apare-
cen como más complejas (lo cual no necesariamente implica que sea más eficaz así:
también puede uno mostrar consecuencias sin explicar las causas o revelando poco
a poco las causas más profundas, un punto sobre el que nos extenderemos en la
sección de personajes).
La conclusión a la que se llega es que la estructura es básicamente un asunto de
causas y consecuencias: cuáles se muestran o se exponen explícitamente y cuáles
se dejan adivinar, y cuándo se dan a conocer unas y otras, privilegiando el factor
sorpresa o el factor suspense.
Veamos otro ejemplo sencillo. Queremos tratar una relación fuertemente con-
flictiva entre un padre y su hijo. Tenemos varias opciones:
– no explicamos nunca las causas, partiendo de una base referencial compartida
universalmente: son frecuentes las malas relaciones entre padres e hijos y las razo-
nes pueden ser múltiples. Nos interesa tratar la relación en sí, no sus orígenes, por
lo cual mostramos las consecuencias sin enseñar las causas;
– explicamos que, por ejemplo, el padre descuidó en el pasado a su hijo y a su
madre de manera alevosa, abandonándonos material y/o afectivamente;
– explicamos que de niño, el padre y el hijo tuvieron una relación idílica que
luego se echó a perder cuando el hijo, ya adolescente, empezó a militar en un par-
tido político al que el padre se oponía con vehemencia;
– mostramos la relación idílica entre padre e hijo, sin explicar los motivos que
luego provocaron el distanciamiento, dejando al espectador imaginarse las nume-
rosas causas que pueden haber malogrado la relación posterior.
Ahora queda por ver, además de cuáles causas y consecuencias se muestran y de
cuándo se revelan, cómo se dan a conocer.
RUPTURAS DE CRONOLOGÍA
Hay esencialmente dos tipos de ruptura de cronología: el flashback y la desestruc-
turación (o fragmentación) temporal, entre los cuales suele haber una confusión.
El flashback es un paréntesis en la diégesis principal en el que se regresa al pasa-
do narrado en imágenes (no se considera flashback cuando el personaje narra los
hechos verbalmente). Suele aparecer en dos contextos: en el caso de un racconto,
que es cuando un personaje se pone a narrar algo que acto seguido vemos en imá-
genes, y en el de la evocación, cuando visualizamos el contenido de la memoria de
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 65
café que recoge X en el camino, lo cual indicaría que, en principio o al menos cons-
cientemente, no se está preparando para ninguna acción violenta. Finalmente,
volvemos a la escena 5 donde entendemos que el asesinato responde a causas más
profundas y antiguas que la pérdida del empleo.
Hay que tener en cuenta que el esquema presentado aquí es muy sencillo y
escueto y que el efecto dramático se percibe menos que en una narración larga. El
ejemplo clásico es mostrar la consecuencia final –el clímax– para luego pasarse
toda la película colocando una a una las piezas (causas) que van irremediablemen-
te conduciendo a ese clímax/consecuencia.
SIMULTANEIDAD, DESPLAZAMIENTO
La simultaneidad es un efecto que permite al espectador saber lo que está suce-
diendo de manera sincrónica en dos o más lugares diferentes. Es muy eficaz para
establecer una complicidad con el espectador quien, provisto del don de ubicui-
dad, se entera de cosas que los personajes no pueden saber unos de otros, y es la
base de las historias corales. La tensión dramática se puede así reforzar: si sabemos
que la persona que alguien cree ser su amigo está en ese mismo momento traman-
do estafarlo, o vemos a un hombre que mientras manifiesta una confianza ciega en
la fidelidad de su mujer está siendo engañado por ésta, se potencia un clima de
suspense o, más ampliamente, de expectativa. Esto permite dar la impresión de
comprimir y a veces incluso de borrar la brecha temporal entre una causa y su con-
secuencia. Si vemos por un lado un coche avanzar a toda carrera por una arteria y
por otro a una mujer que está cruzando una calle, se presagia una consecuencia
probable. Aunque el desplazamiento es más bien una coordenada de orden espa-
cial, tiene a la vez carácter temporal: cubrir una distancia supone un cierto tiem-
po. Es el eje del road movie, o de cualquier película de viajes y peregrinaciones. En
la película Barry Lyndon de Stanley Kubrick, que no es una road movie en el sen-
tido clásico, el arco de transformación del protagonista –el ascenso hasta la cum-
bre y de allí la caída en desgracia–, con la articulación dramática de causas y con-
secuencias, está estrechamente vinculado con su desplazamiento en el espacio.
Cube, realizado por Vincenzo Natali y escrito por André Bijelic, donde en un
espacio único imaginario – un gigantesco y laberíntico cubo – un grupo de perso-
najes luchan por sobrevivir contra un enemigo invisible. El espacio es a tal punto
protagonista que la película lleva su nombre. También confiere una dimensión
pesadillesca que evoca obsesiones personales al no presentar posibilidades de sali-
da, si no es a otro recinto cúbico idéntico al anterior, siempre dentro de la misma
estructura global de donde parece imposible escapar.
La huella, dirigida en su versión más reciente por Kenneth Branagh y guiona-
da por Harold Pinter (la versión de 1972 fue dirigida por Joseph Mankiewicz y
escrita por Anthony Shaffer), donde un autor envejecido libra una batalla de inge-
nio en su inmensa mansión contra un joven actor que se ha convertido en el aman-
te de su esposa. Las diferentes habitaciones de la morada son testigos de las múl-
tiples pulseadas entre los dos contrincantes.
La cinta (Tape), de Richard Linklater con guión de Stephen Belber, que trata
del reencuentro de tres ex compañeros de la escuela secundaria – dos hombres y
una mujer – en la habitación de un hotel de mala muerte. El primero tiene una
cinta grabada que probaría que el segundo violó en el pasado a la protagonista
femenina, quien a la sazón estaba saliendo con el poseedor de la cinta.
En la cama, de Matías Bize con guión de Julio Rojas, que cuenta el encuentro
carnal de una noche en el espacio único de una habitación de hotel, y más especí-
ficamente, en la cama. Este mueble, además de su evidente connotación por exce-
lencia de lugar de retozos sexuales, se convierte en un vasto espacio interno donde
los personajes buscan –y evitan– laboriosamente volcar sus miedos, sus deseos y
sus esperanzas.
PERSONAJES
siendo hombre), ¿qué tipo de lesbiana sería? Al fin de cuentas, se trata menos de
que el personaje tenga la incierta verosimilitud de lo genérico que la huella sus-
tancial de lo singular. Para lograr esto el guionista debe estar dotado de una buena
dosis de imaginación y de capacidad camaleónica, o desarrollar activamente estas
aptitudes.
A modo de introducción de este capítulo sobre “Personajes”, quisiera referirme
al concepto de “actor pánico” del cineasta, libretista y psicomago chileno Alejan-
dro Jodorowsky, que él define dentro del marco de su “teatro pánico” sobre el que
no nos extenderemos ahora. Según Jodoroswky, habría tres maneras de encarar el
trabajo actoral. En la primera, el actor como persona se funde completamente con
el personaje, dejando de ser él mismo para ser “otro”, definido por el dramaturgo
a través de una serie de rasgos y de acotaciones más o menos minuciosos. En la
segunda, se predica un enfoque más ecléctico, donde el actor es a la vez persona y
personaje. Nunca debe perder de vista que está actuando, aunque sí puede permi-
tirse “criticar” al personaje, dando lugar a una suerte de desdoblamiento o distan-
ciamiento con respecto a la propia actuación.
Esta teoría se entronca con la del Method Acting desarrollado por Lee Stras-
berg, quien, someramente, buscaba que el actor se vinculara con el personaje a tra-
vés de vivencias emocionales personales. Más tarde, Stanford Meisner rechaza la
noción de “memoria emotiva” y aboga por una inmersión en la psiquis del perso-
naje en el momento presente de la situación, no siendo consciente todo el tiempo
de su constitución psíquica global. De alguna manera, se trata de una actuación
reactiva y no proactiva, o espontánea versus programada. Stella Adler, otra disi-
dente de Strasberg, decía que “somos lo que hacemos, no lo que decimos”. Esto es
verdad hasta cierto punto, aunque los actos pueden mentir y las palabras poner de
manifiesto (más que exponer) verdades veladas o escamoteadas. Al crear la dra-
maturgia en un guión, es interesante emplear el diálogo como algo que, al ocultar
o intentar hacerlo, revela: parafraseando a Adler, podríamos decir que no siempre
somos lo que hacemos y somos a menudo lo que NO decimos. Se ahondará en esto
en la sección de diálogos.
Con su concepto de “actor pánico”, Jodorowsky lleva aún más lejos el enfoque
de Strasberg. Jodorowsky llama al actor pánico ex actor u hombre pánico, elimina
al personaje –o las fronteras entre actor y personaje–, y procura generar en el ins-
tante presente de la “actuación” (Jodorowsky emplea el término “efímero páni-
co”) el ser más que el representar, desde la propia identidad personal, aquello que
la obra, o quizás habría que decir el “instante teatral”, está solicitando hic et nunc.
Quizás no lo parezca en primera instancia, pero estos conceptos son muy útiles
para el guionista porque, sin en este caso postular una superioridad cualitativa de
cualquiera de estos enfoques, no planteará los personajes de la misma manera
según esté imaginando una u otra estética actoral. Se podrá pensar que no es ésta
70 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
tarea del guionista, pero no es así: el guionista propone desde el guión un estilo de
película que va desde el clima y la poética hasta el tratamiento actoral y pautas de
realización, sonido, iluminación, entendiendo que no pretende usurpar lugares
que no le corresponden sino dejar claras sus intenciones y los fundamentos de su
guión, que luego pueden –y deben– ser transmutados en los sucesivos procesos de
creación, donde cada cual ejerce su savoir faire específico.
Lo que sigue es una lista no exhaustiva de maneras posibles de crear personajes.
Algunas de las propuestas son excluyentes entre sí –o al menos confusas si se apli-
can simultáneamente– otras se complementan y completan, siendo siempre útil
integrarlas dentro de la batería de recursos posibles.
*****
Si se analizan estos mecanismos, se verá que a veces se solapan: a partir del enun-
ciado “la vida es sufrimiento” es fácil deslizarse hacia “los demás son responsables
de este sufrimiento” y de allí sentirse víctima. O se inventa una “película” perso-
nal con los sucesos para así poder banalizarlos. O para lograr olvidar un hecho, se
niega que tuvo lugar. Pero no es nuestro objetivo aquí examinar las bases psicoló-
gicas de la clasificación, sino observar su utilidad para caracterizar personajes.
Habría otros mecanismos, pero queda por ver si no tienen sus raíces en alguno
de los de la lista. Por ejemplo, es claro que existe la agresión como mecanismo de
defensa, pero si lo pensamos, el agresor suele verse como víctima y recurre a la
ofensiva en vez de someterse o de huir, que son las otras alternativas que tiene la
víctima. La indiferencia es otro mecanismo de defensa, pero puede vincularse con
la banalización y/o el olvido: soy indiferente a un hecho porque carece de impor-
tancia o porque me las arreglo para desmemoriarme.
Pensar que un personaje, cualquiera sea su edad, sexo, oficio o papel, actúe
siempre amparándose en alguno de estos mecanismos puede proporcionar herra-
mientas valiosas a la hora de elaborar la dramaturgia.
Imaginemos un asesino a sueldo totalmente despiadado y veámoslo arropado
con cualquiera de estos mecanismos que se convierten en rasgos de carácter. O
desprovisto de cualquiera de ellos, que a su vez se vuelve una pauta clave. Los
villanos de las películas actuales –pongamos la encarnación del Joker por Heath
Ledger en El caballero oscuro (The Dark Knight) de Christopher Nolan– no nece-
sitan mecanismos de defensa ni pretextos para ejercer el mal: en esto reflejan de
manera clara e inquietante la “modernidad del mal”, que no parece tener funda-
mentos de ningún tipo, a no ser la mera psicopatía. Desde el protagonista de La
naranja mecánica, si no antes, los perpetradores del mal no buscan siquiera poder
o dinero, sino sembrar las semillas del diablo, lisa y llanamente. Según el mayor-
domo de Bruce Wayne en esa misma película de Batman, «algunos hombres no
buscan algo lógico como el dinero... sólo quieren ver arder el mundo».
Pero esta interpretación es superficial y se basa en el concepto de personajes
definidos por sus motivaciones conscientes y no por causas lejanas y profundas. El
Joker lleva en el rostro unas terribles cicatrices porque –según cuenta– su padre
borracho le entalló la cara de niño; luego da otra versión distinta del origen de los
tajos. No sabemos cuál es la verdad, pero en cualquier caso, no cabe duda de que
allí yace la razón de su psicopatía. De hecho, la presencia de las cicatrices en sí,
fuera de las causas que las provocaron, son indicios de un posible acontecimiento
72 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
Estrato de conciencia 1: Carlos quiere tener un buen pasar económico y para ello
se convierte en empresario.
Estrato de conciencia 2: Su madre siempre despreció a su padre, un pintor talen-
toso pero sin éxito. Carlos no quiere ser despreciado y busca diferenciarse lo más po-
sible de su progenitor. Trata con menosprecio a un artista gráfico que contrata para
crear el logotipo de un producto: considera a los artistas como unos perdedores.
Estrato de conciencia 3: Cuando está distraído o absorto en sus pensamientos,
Carlos suele garabatear en un papel dibujos donde se ve que tiene un verdadero
don. Al final, siempre arruga el papel y lo arroja a la basura. Si alguien le hace
74 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
notar que los dibujos son buenos, él se irrita: dibuja sólo para pensar mejor, no
porque tenga ningún valor.
Estrato de conciencia 4: En el fondo, Carlos sabe, consciente o inconsciente-
mente, que su madre siempre admiró el talento artístico de su padre, que él here-
dó pero que no puede o no se atreve a cultivar a raíz de una convicción íntima y
errada de que su madre despreciaba a su padre. Desde su visión de niño, no podía
detectar los verdaderos sentimientos de su madre y su interpretación original
desacertada se cristalizó bajo forma de creencia.
El triángulo de roles
Este triángulo se basa en que en toda relación afectiva inmadura (que lo son todas
en primera instancia, puesto que la afectividad se halla en relación directa con las
vivencias de la primera infancia) los individuos desempeñan tres roles: el de per-
seguidor, el de salvador o el de víctima. Aunque por temperamento e historia per-
sonal predomine en cada persona una de estas facetas, lo más usual es que las per-
sonas vayan transitando a través de los diferentes roles en una relación, sea ésta un
matrimonio de décadas o un encuentro fugaz de unos minutos. Desde luego, hay
relaciones, sobre todo superficiales, que se desarrollan en una neutralidad afectiva
casi total, pero no son éstas las que nos interesan dramáticamente. La guionista
Paz Alicia Garciadiego dice que cuando escribe le interesan los pecados y no las
virtudes de sus personajes. A los pecados podríamos añadir las imperfecciones y
los vicios.
Clarice Starling inicia su pesquisa como salvadora, pero muy rápidamente se
convierte en víctima de Hannibal Lecter, para luego alternar entre estos dos roles
y el de perseguidora. Aunque en el triángulo lo más frecuente es que la alternan-
cia de roles lleve a una correspondiente inversión –el salvador se convierte en víc-
tima de su “salvado” cuando empieza éste a abusar de la situación, convirtiéndo-
se en perseguidor–, aquí Clarice va alternando los roles ante un interlocutor que se
mantiene siempre en su papel de perseguidor, aunque de alguna manera la “salva”
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 75
*****
Este análisis de la psiquis de los personajes puede ser muy útil en la fase de rees-
critura donde se trata de ahondar más en la coherencia de las conductas y dar pau-
tas de los laberintos internos en donde se extravía la mente humana. Es obvio que
dependerá del género de la película: en un drama o un thriller psicológico este son-
deo interior es muy relevante. Pero incluso en otros géneros, como el de las bue-
nas películas de terror, vemos aplicados, deliberadamente o no, estos esquemas.
En la primera secuencia del clásico de George Romero, La noche de los muertos
vivientes (Night of the Living Dead), vemos cómo el hermano de la mujer (se recor-
dará que la película empieza con la visita de un hermano y una hermana a la tumba
del padre, enterrado en un sitio remoto y lúgubre) pasa de ser víctima (se queja
76 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
amargamente de tener que hacer todo ese viaje para dejar un ramo de flores en la
tumba del padre), a ser perseguidor (cuando hace de “zombie” para asustar a su
hermana), a ser salvador (cuando un verdadero zombie se abalanza sobre la her-
mana con intenciones asesinas), a volver a ser víctima (cuando el zombie le parte
el cráneo contra una piedra).
Aunque no veamos la secuencia analizándola (por suerte: nos quitaría el placer),
nuestro inconsciente registra la corriente psíquica de los personajes y proporciona
un impacto dramático mayor y más significativo. El adoptar un enfoque psicoa-
nalítico no significa psicoanalizar en pantalla a los personajes, sino utilizar signos
y exponentes emocionales y psíquicos identificables por el inconsciente del espec-
tador (que si quiere y puede volverá conscientes después).
PERSONAJES Y PERSONAS
En el célebre cuento fantástico de Edgar Allan Poe, El pozo y el péndulo, se recor-
dará que el personaje se halla prisionero en un calabozo donde lo acecha la muer-
te bajo dos formas particularmente espeluznantes. Por un lado, el cautivo, mania-
tado, ve una gigantesca y afilada cuchilla de acero descender milímetro a milíme-
tro en un movimiento pendular, dirigiéndose inexorablemente hacia su pecho
que, por la lentitud del descenso, le irá desgarrando las carnes poco a poco con
tajos cada vez más profundos hasta provocar la muerte. Mediante un estratagema,
el prisionero logra liberarse de sus ataduras para encontrarse ante otra diabólica
invención: en el centro del calabozo se abre un pozo de una profundidad abismal,
en cuyo fondo vaya a saber uno qué suplicios aguardan. Las paredes del calabozo,
que son de metal, empiezan a calentarse hasta alcanzar una temperatura muy ele-
vada, a la vez que van avanzando con la misma milimétrica implacabilidad que el
péndulo, empujando progresivamente al condenado al borde del siniestro agujero
donde a todas luces acabará desplomándose.
La famosa película de Hitchcock, Psicosis, comienza con una mujer que huye
con una suma de dinero desfalcado para encontrarse en un motel administrado por
el emblemático Norman Bates. Como difícilmente se podrá olvidar, muere asesi-
nada bajo la ducha, y el resto de la película trata sobre la investigación que se lleva
a cabo en torno a la desaparición de la mujer.
En el relato de Edgar Allan Poe, el narrador cuenta los sucesos en primera per-
sona, y comunica al lector sus sentimientos, sus reflexiones, sus temores. Más allá
de que los dispositivos inventados para provocar la muerte sean de por sí de una
singular truculencia, lo que hace que ese cuento nos haga trepidar hasta la médu-
la es que el personaje, a través de la revelación de sus estados interiores, se huma-
niza, se convierte en persona. Indudablemente nos hubiéramos identificado tam-
bién si se hubiera puesto a un individuo del que nada sabemos en esa misma situa-
ción, pero aquí no sólo nos identificamos, sino que nos consta personalmente por-
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 77
CREACIÓN DE PERFILES
En una entrevista, cuenta el guionista argentino José Pablo Feinmann que se le
encargó escribir un guión sobre un célebre asesino serial, Robledo Puch, quien
liquidó en Buenos Aires a por lo menos diez personas y cometió unos treinta atra-
cos. A la hora de construir el personaje, por demás muy opaco en la vida real, el
guionista se encontró con que Puch asesinaba sin que él ni nadie supiera por qué.
No tuvo una madre prostituta ni un padre borracho; no fue víctima de vejaciones,
de problemas económicos ni de trastornos sexuales. El guionista hubiera podido
pretender saber más que el personaje, adivinándolo a su manera, pero lo más segu-
ro es que el personaje –en este caso una persona real– no supiera gran cosa sobre sí
mismo. Aunque el autor podría haber imaginado un cuadro psicológico basándo-
se en lo que se dijo antes en la sección de psicología de los personajes, hubieran
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 79
mente qué es lo que mueve a un individuo? Y de creer saberlo, ¿estamos tan segu-
ros que son ésas las verdaderas motivaciones? Más aún: ¿sabe uno mismo tan feha-
cientemente cuáles son sus propias motivaciones?
Tomemos un caso como el de la película Batman de Tim Burton, la primera de
la serie. En principio, Batman es un superhéroe que tiene por objeto combatir el
Mal. Punto y aparte. ¿Por qué? Pues porque es la tarea que recae en los héroes y
superhéroes: sus impulsos, impedimentos (que suelen ser “talones de Aquiles”
preestablecidos –p. ej. la kriptonita que anula los poderes de Supermán–) y obje-
tivos son referenciales, no personales. Pero resulta que el Batman que vemos en la
serie que se despliega desde hace unos años en las pantallas es un personaje que
duda, que se venga, que actúa fuera del orden establecido. Siguiendo sus pasos, el
Hombre Araña también se modernizó al representarse con dudas y vacilaciones
más humanas y antojadizas (o sea de persona) que monolíticas y preconcebidas (o
sea de personaje).
La meta de proteger a la humanidad contra las fuerzas del mal ya no es tan uní-
voca, inquebrantable ni necesariamente deseada por ellos mismos. La experimentan
como una obligación extradiegética y no como una elección personal. En este sen-
tido, es como si tuvieran conciencia de su naturaleza de personajes y se rebelaran
contra ella, situándose en un metaespacio narrativo. Al humanizar y volver más
ambiguos a estos superhombres, los guionistas los vuelven infinitamente más in-
teresantes. Se trate de un superhombre o del más común de los mortales, el autor de-
be conservar espacios en blanco donde sus personajes puedan sorprenderlo a él mismo
y le revelen conflictos internos, que es cuando más sorprenden al espectador.
Se ha utilizado adrede el ejemplo de los superhéroes porque constituyen una
especie de representación hiperbólica de lo que sucede con personajes menos sin-
gulares. Se critica a veces en los guiones que un personaje no sea coherente consi-
go mismo. En mi trato con mis congéneres, observo incesantemente conductas
“incoherentes” (al menos con lo que creo saber de ellos). Es por lo imprevisible y
lo inesperado que la vida es interesante. Igual ocurre con las ficciones, que, para-
fraseando a Oscar Wilde, tanto se esmeran en imitar la vida...
¿Quiere decir esto que se puede crear personajes arbitrarios y anárquicos, sin
comportamientos acotados y definibles? No exactamente, porque hace falta cierta
coherencia en los personajes para que la historia sea verosímil y podamos adherir
a ella. Uno de los problemas de las películas muy absurdas o delirantes es la difi-
cultad de crear personajes con un mínimo de lógica interna, razón por la cual este
tipo de películas puede provocar risa o asombro pero raras veces sentimientos pro-
fundos. De lo que se está hablando más bien es de definir la tipología general del
personaje –si es más bien inteligente o de pocas luces, recatado, extrovertido, inse-
guro, etc.– y definir algunos puntos esenciales de su biografía: profesión, nivel
sociocultural, situación familiar...Sin algunos datos básicos, al guionista le resul-
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 81
PUNTO DE VISTA
Se habla a menudo del punto de vista de los personajes en una escena o en todo un
guión. ¿A través de quién se están viendo y experimentando los sucesos? Hay un
caso donde resulta bastante obvio, y es cuando el protagonista aparece literalmen-
te en todas las escenas de la película; nada parece ocurrir fuera de su esfera de per-
cepción o de conocimiento. Como espectadores, vemos exactamente lo mismo que
él –lo cual no necesariamente significa que interpretemos lo mismo.
Al principio de El show de Truman, vemos todo desde la visión subjetiva del per-
sonaje, lo cual no significa que le otorguemos el mismo sentido. De hecho, noso-
tros percibimos rarezas e incongruencias que a Truman no le llaman la atención.
Lógicamente, puesto que su propio punto de vista es una fabricación de un pro-
ductor con delirios de omnipotencia. Al no ser nosotros las víctimas directas de
esta manipulación monstruosa, nos mantenemos por fuera de ese punto de vista y
somos capaces de detectar anomalías que Truman es incapaz de identificar. (Uno
de los puntos fuertes de esta historia es el de plantear hasta qué punto la televisión
tiene el poder de neutralizar nuestra capacidad de discernimiento, o sea, imponer-
nos un punto de vista que no cuestionamos).
En otros casos, calcando la realidad de la vida donde no tenemos del mundo más
datos que los que nuestros sentidos y nuestra mente nos suministran, la historia se
limita a mostrarnos únicamente aquello que el protagonista conoce. Ejemplos de
subjetividad casi absoluta son Repulsión (Polanski es un maestro en proponer rea-
lidades deformadas por un punto de vista patológicamente subjetivo, como ocu-
rre también en El inquilino (Le locataire) y Las semillas del diablo [Rosemary’s
baby), Spider de David Cronenberg, o Memento de Christopher Nolan. En las his-
torias corales, el proceso es similar, sólo que se multiplica por un número ene de
82 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
personajes con peso dramático más o menos equivalente. Dos ejemplos paradig-
máticos son Vidas cruzadas (Short Cuts) de Robert Altman y Magnolia de Paul-
Thomas Anderson.
Son interesantes las historias de distintos puntos de vista sobre un mismo hecho,
como sucede en Rashômon de Akira Kurosawa y Reservoir Dogs de Quentin Taran-
tino. A diferencia de los relatos corales donde se trata más bien de una subjetivi-
dad emocional de los personajes quienes, montados en el tiovivo de la trama, des-
filan alternadamente ante nuestros ojos, estas historias muestran las distintas lec-
turas de una situación factual, dando cuenta del carácter relativo de lo que llama-
mos objetividad, que no existe puesto que la vivencia de cada individuo ante un
mismo acontecimiento “objetivo” es única, orientada por el conjunto irrepetible
de factores que configuran al observador.
Aunque se habla de punto de vista objetivo, en realidad no existe porque en el
instante en el que se produce una identificación por parte del espectador con un
personaje, así sea por unos instantes, ya estamos en un punto de vista subjetivo.
Lo que llamamos “objetivo” suele ser más bien un punto de vista subjetivo cam-
biante o alternante, y eso depende en gran medida de decisiones de realización. El
plano y contraplano constituyen en principio una alternancia de puntos de vista en
una misma escena. Pero es posible escribir una escena de tal manera que en una
conversación entre dos o más personajes se enfoque siempre a uno solo de ellos (los
demás serían voces O.S. o sea off-screen o fuera de pantalla pero no exteriores al
lugar físico ni a la diégesis), sin que necesariamente hable, con lo cual daremos la
sensación de que es su punto de vista el que prima, como puede primar también el
punto de vista del personaje que menos habla. Veamos esta escena:
MARIO
¿Café hay?
ROSA
Ahí.
MARIO
¿Sabías que había muerto,
verdad?
Sigue fregando.
MARIO
Lo sabías pero no dijiste
nada.
MARIO
Como siempre. Queriendo con-
trolar todo, ocultando cosas.
Escabulléndote.
MARIO
Como hiciste con Fermín.
84 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ROSA
¡Mierda!
MARIO
¿Te lastimaste?
MARIO
Este café está rancio.
MARIO
Cuidado con los pedazos de
vidrio.
Sale de la cocina.
Rosa pronuncia dos palabras en toda la escena, y ni siquiera vemos con claridad su
cara una sola vez, pero el guionista está indicando que la escena está planteada más
bien desde su punto de vista por cuanto es quien acusa recibo de lo que sucede y
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 85
vemos a cometer una y otra vez. En todo caso cuando hay transformaciones, nunca
ocurren de la noche para la mañana.
Un hombre consustancialmente intolerante no se volverá un ser comprensivo de
un día para otro porque un guionista decide que tras ser testigo de la intolerancia
que sufre un ser querido, se opera en él una metamorfosis de tipo epifánico (“verle
de golpe la cara a Dios”). Puede haber un principio de comprensión, un rayo tenue
de luz que brega por abrirse camino entre las tinieblas, y eso ya es mucho. La nece-
sidad de que el mal se pueda borrar de un plumazo ya sea porque el bien triunfa
sobre él, ya sea porque quien lo encarna se transforma milagrosamente, corres-
ponde a una cosmovisión pueril y fantasiosa, más deletérea que constructiva en el
fondo porque conlleva un profundo engaño. Por consiguiente, plantear el no cam-
bio de un personaje puede llegar a ser no sólo más ajustado a la realidad, sino tam-
bién llevar a una reflexión más certera sobre la naturaleza humana. Hay que iden-
tificar y poner de relieve las anomalías de un funcionamiento para intentar o pre-
tender corregirlas.
En cualquier caso, y haya o no transformación, una historia es un viaje, y en todo
viaje hay un traslado de un lugar a otro y una travesía por diferentes etapas. Los
personajes son quienes transitan ese camino, y tienen inevitablemente un arco que
los lleva de un punto de partida a uno de llegada. Que el punto termine siendo el
mismo, que termine en una tierra de nadie o en una zona fantasma, o que el per-
sonaje llegue sin alteraciones o con otras que las esperadas, no quita que siempre
hay un viaje, sea éste directo, laberíntico, circular...
.
abultados, huraño)
ESTADO: lo que es temporario (o sea como está: alterado, impaciente, apaci-
.
ble [pero podría ser algo físico también, como estar rengo])
TEMPERAMENTO: conjunto de rasgos determinado mayormente por el meta-
bolismo o la biología de un individuo (melancólico, flemático, sanguíneo o coléri-
co). En esta descripción no hay referencias explícitas, pero se sugiere un persona-
.
je más bien flemático
CARÁCTER: una combinación de valores, sentimientos y actitudes, sobre los
cuales el individuo puede tener una incidencia voluntaria, cambiándolos con el
.
tiempo (capacidad de bastarse a sí mismo, poca sociabilidad)
PERSONALIDAD: lo distintivo de una persona, que lo singulariza. Incluye al
temperamento y al carácter, y es el conjunto de formas y modos característicos de
.
enfrentarse al medio
CONSTITUCIÓN: conjunto de rasgos físicos (fornido, esbelto, desgarbado).
algo esquemático, y por supuesto que existen “licencias guionísticas” que permi-
ten incorporar, bien dosificadas, referencias al carácter o personalidad, aunque es
importante que se ilustre rápidamente esto, o sea mostrar cómo el espectador, que
no tiene el texto delante, comprenderá que el personaje posee tal o cual cualidad.
En el segundo ejemplo, se está procediendo a la inversa del primero, o sea dán-
dole al lector información por escrito que las imágenes difícilmente podrán mos-
trar (al menos en un golpe de vista y en una sola escena), o bien incluyendo ele-
mentos que pueden o no estar presentes a la hora de filmar. La descripción física
del personaje es válida si se está escribiendo para determinado actor ya contratado
(que no es lo mismo que escribir con un actor en mente para ayudar a construir el
personaje). Es cierto que los maquilladores hacen maravillas, pero o bien se
encuentra una persona con pómulos salientes, boca gruesa y nariz abultada, o bien
hay que fabricarle un rostro cosmético. Lo esencial es preguntarse qué importan-
cia reviste que posea esta fisionomía: si tiene real relevancia (por ejemplo, debe
tener un parecido con otra persona o con una fotografía), habrá que recalcarlo y
valdrá la pena invertir tiempo y esfuerzos en maquillaje. En cambio, los detalles de
la “cara adusta” y el “rictus desagradable” pueden justificarse porque son indicios
de personalidad que el actor puede integrar en la composición del personaje.
Sigamos con al atuendo. Que es desaliñado o que viste con ropa desgastada
puede ser un detalle esencial, pero el tipo de género y el color parecen aquí datos
superfluos. No sería lo mismo si describimos una mezcla de colores chillones y
mal combinados, que darían a entender que el personaje carece de gusto o no le
otorga importancia a la vestimenta (aunque no necesariamente hay que mencionar
los colores; bastaría con escribir “su ropa es una mezcla de colores chillones y mal
combinados”). Después se verá cuando se decida sobre el vestuario, que constitu-
ye una fase posterior del trabajo, vale decir el guión técnico. El que los pantalones
estén raídos abajo presupone que la cámara enfocará esta parte de su cuerpo, y lo
suficientemente cerca como para detectar el estado del pantalón, o sea que se están
induciendo planos de filmación (algo legítimo, por cierto, pero que hay que tener
en cuenta cuando se escribe). Por otro lado, el criterio de “mala calidad” para la
chaqueta es un poco abstracto en la pantalla: no es fácil distinguir la calidad de una
chaqueta (contrariamente a su estado de desgaste que es visible).
Siguiendo con la descripción, es obvio que en esa primera escena, no podemos
saber cuál es su carácter, puede acaso verse como una persona hosca (y aun así, es
difícil al estar a solas) pero su grado de sociabilidad y su capacidad de bastarse a sí
mismo sólo se pueden ir viendo progresivamente. Tampoco adivinará el especta-
dor que es leñador por tener las manos callosas, ni puede conocer aún el conteni-
do del bolso. Esta descripción es de carácter literario, no cinematográfico.
Resumiendo, se trata de lograr un equilibrio entre la locuacidad y la parquedad.
De manera general, es indispensable revelar la edad del personaje (o bien especi-
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 89
del peligro no tiene que ver tanto ni solamente con las consecuencias visibles o
previsibles de una situación sino con el marco dramático. Si lo que está en juego
para ese niño si se descubre su mentira logra implicar emocionalmente al especta-
dor, éste se identificará con el peligro. Definida así, la idea de peligro es también
válida para una comedia. Si un hombre tiene oculto el cadáver de su mujer asesi-
nada detrás de un diván en el salón y vienen a visitarlo sus suegros, el efecto puede
ser muy cómico, pero la comicidad se verá potenciada por el factor de suspenso,
que es lo que genera la presencia de un peligro. En Misterioso asesinato en Man-
hattan (Manhattan Murder Mystery), Woody Allen crea un gran suspenso y sen-
sación de peligro en una comedia desopilante.
En cuanto al conflicto, podemos extender su significado más allá de la idea de
combate, enfrentamiento, disputa, para definirlo como todo lo que represente una
ruptura o una disociación con respecto a la normalidad. Si un hombre se desnuda en
una playa nudista, obviamente no se produce ninguna ruptura. Si se desnuda en
una playa normal, puede haber fricción y un comienzo de conflicto (mayor o
menor según el tipo y la localización de la playa). Pero si lo hace en una oficina de
correos en hora punta, indudablemente dará lugar a “conflictos”. Una vez más: no
forzosamente tendrá que tratarse de encontronazos con la policía o con otras per-
sonas, sino que el acto en sí ya es una situación de conflicto – y por ende desperta-
rá interés incluso antes de que veamos las consecuencias. Si cuando uno camina por
la calle dos hombres entablan una pelea, dejará de lado sus cavilaciones y su aten-
ción se dirigirá hacia la disputa. Puede limitarse a un intercambio de insultos o ter-
minar en puñaladas y sangre, y el dramatismo no será el mismo, pero se tratará de
todos modos de una ruptura de la normalidad. De hecho, el peligro y el conflicto
se entrecruzan: una situación de conflicto generará un peligro, y el peligro es de
por sí una forma de ruptura de normalidad, o sea una manifestación de conflicto.
Este esquema es válido para todo tipo de película, desde las más industriales
hasta las más autorales. El tratamiento cinematográfico puede cambiar radical-
mente, pero el muy autoral Bruno Dumont no vacila en plantear un conflicto tan
fuerte como la investigación del asesinato y la violación de una niña en La huma-
nidad (L’humanité), ni el igualmente autoral Jim Jarmusch el descubrimiento por
parte de un Don Juan cincuentenario de que posiblemente tenga un hijo, sin tener
la menor idea de quién puede ser la madre entre sus numerosas ex amantes, como
sucede en la película Flores rotas (Broken Flowers).
Dije arriba, al dirigirme imaginariamente a una de esas personas que afirman no
tener problemas en la vida, que debía haber algo que necesitaba ser arreglado.
Según David Mamet, la tarea del dramaturgo consiste en crear factores perturba-
dores y describir el intento de restaurar el orden. Si ese orden logra o no restaurarse
depende del tipo de película que se esté encarando, del tema que se trate o de las
intenciones del guionista. En Caja de música (Music Box) de Costa Gavras, el
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 91
A.- El único que sabe es el guionista. Ejemplo: El sexto sentido (The Sixth Sense),
de M. Night Shyamalan, donde ni el propio protagonista es consciente de que es
un fantasma. Lo descubre al final de la película junto con el espectador (más allá
de que alguno muy perspicaz lo haya adivinado).
B .- Todos saben –el guionista y todos los personajes– menos el espectador.
Ejemplo: Familia, de Fernando León, donde todos están al tanto de que se trata de
un simulacro (los “familiares” del protagonista son actores contratados por él para
no estar solo el día de su cumpleaños) menos el público.
C.- Algunos personajes saben, pero nadie más (incluido el espectador). Ejemplo:
Las nueve reinas, de Fabián Bielinsky, donde al final uno se entera, junto con el
protagonista engañado, que ha sido todo un estratagema destinado a embaucarlo.
D.-Todos saben –los personajes y el espectador– menos el protagonista princi-
pal. Ejemplo: El show de Truman (The Truman Show), de Peter Weir, donde el
92 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
héroe es el único que ignora que su vida transcurre dentro de un show televisivo.
E.- Inversamente, sólo saben el protagonista y los espectadores, pero no los
demás personajes. Ejemplo: Mentiras arriesgadas (True Lies), de James Cameron,
donde Schwarzenegger posee una doble identidad conocida sólo por él y por el
público. Los superhéroes (Súperman, Batman, etc.) con su identidad oculta cons-
tituyen un ejemplo paradigmático de este caso.
F.- Sabe el protagonista y nadie más (excepto el guionista, obviamente). Ejem-
plo: Los sospechosos habituales (Usual Suspects), de Bryan Singer, donde Kevin
Spacey es el único que conoce su propia identidad secreta.
G.- El espectador descubre los hechos a la par del protagonista. Ejemplo: Ter-
ciopelo azul (Blue Velvet) de David Lynch.
A modo de ilustración, usemos otra vez una situación similar a la que ya hemos
visto: el hijo de un hombre que está por ir a cenar a casa de amigos acaba de morir
en un accidente automovilístico. Se trata de cómo encarar la escena de la cena, de
cara a los diferentes enfoques posibles.
E: los espectadores han visto al padre recibir la noticia antes de salir a la cena. Se
trata de un cirujano acostumbrado a controlar y disimular sus sentimientos, y pese
a la gravedad del acontecimiento, acaso para probarse a sí mismo que puede seguir
adelante con lo que tiene que hacer sin derrumbarse, decide asistir de todos modos
a la cena. No habla del hecho, y trata de mantener una ligereza en la conversación.
Esta situación resulta muy tentadora desde lo dramatúrgico, y posiblemente sea la
más implicante para el espectador, quien sabe lo que está sintiendo el padre y los
esfuerzos que despliega por ocultar sus sentimientos.
F: sería algo similar a la situación anterior, aunque aquí todos perciben en el
protagonista un comportamiento poco natural, pero nadie, incluido el espectador,
sabe por qué. En estos dos casos, tendría que saberse con antelación que el perso-
naje es determinado tipo de individuo, porque no cualquiera decide afrontar una
situación tan extrema de esa manera.
G: al llegar a la cena, nadie sabe aún que el hijo ha tenido un accidente mortal.
En el transcurso de la comida, el dueño de casa recibe una llamada donde le infor-
man sobre el accidente (sin que el espectador se entere). No le imparte la informa-
ción inmediatamente al padre, sino que durante la conversación, busca la manera
de comunicársela. Por ejemplo, si imaginamos que el padre tiene problemas car-
díacos, el dueño de casa puede temer las consecuencias de la aciaga noticia. Va tan-
teando el terreno, calibrando hasta qué punto el hombre está preparado para reci-
birla. (La situación no se presta mucho para este tratamiento dramático porque
estamos analizando sólo una secuencia. En general esto se plantea más a nivel de
la película en su totalidad, porque se trata de un descubrimiento gradual de los
hechos por parte tanto del protagonista como del espectador).
Este principio de omni, equi o infrasciencia puede también aplicarse a todo tipo de
filme. Si, desde una perspectiva más autoral, el autor quiere seguir a un personaje
que no hace nada en particular durante veinte minutos (algo propio de cierto tipo
de cine), no es mala idea –ni “antiartístico”– cargar previamente la situación de
algún contenido dramático. Ya se trate de que el personaje tiene un cadáver en el
baúl del auto o de un simple altercado que acaba de producirse con su hermano –
y aunque en ambos casos no sepamos nada más que eso – el espectador acompa-
ñará más fácilmente al personaje durante esos veinte minutos en los que “no hace
nada”. Retomando el ejemplo anterior, si sabemos lo que le pasó al invitado cuyo
hijo se ha muerto, la conversación en la cena puede ser completamente intrascen-
dente sin dejar de interesar (incluso la propia banalidad de lo que se habla puede
en este caso intensificar el dramatismo).
Entre las posibilidades enumeradas, hay una que no contemplamos, y es la del
personaje que sabe más que el guionista. Se trata de un principio abstracto en cier-
to sentido, porque de hecho no se puede aplicar prácticamente. Sin embargo, es
94 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
una posibilidad que está presente en todas las alternativas y que es interesante
mantener como una potencialidad virtual.
En su discurso de agradecimiento del premio Nobel de Literatura, Harold Pin-
ter dice: «Es un momento extraño, el de crear unos personajes que hasta el momen-
to no han existido...Los personajes se le resisten [al autor]; no es fácil convivir con
ellos, son imposibles de definir. Desde luego no puedes darles órdenes y final-
mente encuentras que tienes entre tus manos a personas de carne y hueso, perso-
nas con voluntad y sensibilidades propias, compuestas de partes que eres incapaz
de cambiar, manipular o distorsionar... Hay que dejar a los personajes que respi-
ren por su cuenta. El autor no ha de confinarlos ni restringirlos para que satisfa-
gan sus propios gustos, disposiciones o prejuicios...Quizá, de vez en cuando, pue-
de cogerlos por sorpresa, pero siempre dándoles la libertad para ir donde deseen».
Esta descripción de la génesis de personajes, que corresponde a una idea de
“personajes en busca de un autor”, es la que, a mi modo de ver, debe subyacer
siempre: digamos que el autor debe tener cierta humildad en la relación con sus
personajes. Ellos pueden saber más que él, pueden albergar deseos o pulsiones que
están fuera de su alcance o entendimiento. Su poder sobre ellos es limitado, por más
que un contrato de escritura pretenda, para evitar sorpresas y obtener garantías,
que el autor sea omnipotente. Enterémonos todos de una buena vez, productores
y autores: nadie es todopoderoso y todo proyecto cinematográfico es un salto al
vacío.
poco halagüeño. Se los puede tratar con más ternura o con más crueldad, pero las
ambigüedades y contradicciones son ingredientes necesarios para matizar y enri-
quecerlos. En una pareja madura, uno entiende que el otro tiene imperfecciones y
defectos, pero que es así y que el amar a alguien es amar lo que es en su totalidad,
con sus ángeles y sus demonios, y no por su aptitud a colmar nuestras carencias
(cosa que a veces pretendemos de nuestros personajes). La representación unívo-
ca de los personajes (o su metamorfosis espectacular durante la película) corres-
ponde a una visión simplista y pueril de la realidad, donde priman los “buenos
sentimientos” y una ingenuidad que puede ser nociva por cuanto conlleva el men-
saje de que lo malo (o fallido) puede corregirse con un golpe de varita mágica (o
por voluntad del guionista).
tica del azar es poco menos que un pecado de lesa imaginación. En nuestro mundo
positivista y cartesiano, los juegos del azar, si es que éste existe, se descartan por
inverosímiles, cuando la vida misma no es más que una conjunción de factores cir-
cunstanciales, ciertamente no regidos por una lógica racional y matemática y acaso
orquestados por una sabia y recóndita voz interior.
El guionista hace un número circense: maneja una multitud de elementos, como
esos malabaristas chinos que mantienen girando en equilibrio, en la punta de vari-
llas, una cantidad imposible de platos. O un prestidigitador, si se quiere, que debe
constantemente sacar conejos de la galera. Cuando voy al circo, deseo que al mala-
barista no se le caiga ningún objeto y que el trapecista logre hacer su triple salto
mortal. Si la “pirueta guionística” está lograda y resulta fluida, no veo por qué
daría lugar a críticas negativas. Más bien debería causar admiración.
El problema de la verosimilitud de los personajes y de lo que les ocurre se plan-
tea muchas veces en los términos (negativos) de trucos de guión o de deus ex machi-
na: la realidad permite más casualidades que la ficción, cosa que podríamos plan-
tear como inadmisible.
Por otra parte, esto no siempre ha sido así, ni lo es en todas partes del mundo: en
ciertas épocas y culturas, la noción de azar está íntimamente ligada a la vida coti-
diana y las llamadas “casualidades” se aceptan en los cuentos sin que intervenga
ese implacable raciocinio reductor que caracteriza a nuestra cultura occidental. Sin
hablar de que la idea de verosimilitud está vinculada con mecanismos psicológicos
profundos resultantes de pautas culturales.
El cine norteamericano postula como verosímiles ciertos valores y conductas
que se aceptan como universales más por motivos de una hegemonía cultural que
por que sean paradigmas psicológicos. En la película Entre copas (Sideways) de
Alexander Payne, dos amigos hacen un viaje de catadura de vinos de una semana
como despedida de soltero de uno de ellos. En el trayecto conocen a dos mujeres,
y el futuro marido obtiene los favores de una de ellas ocultándole su boda inmi-
nente. Su amigo, divorciado, se lo reprocha mientras lleva a cabo, no sin cierta
dificultad, la conquista de la otra, también divorciada, a quien le revela después de
haberse acostado que su amigo ha estado mintiendo. Y aquí sucede lo siguiente:
esta segunda mujer, aunque sola, a la búsqueda de pareja y muy atraída por el
hombre, también disponible y buscando compañera, corta de cuajo la relación,
muy ofuscada porque el amigo ha mentido. No él, sino su amigo. Esta actitud es,
por supuesto, verosímil, pero en lo que me concierne, la considero como desme-
suradamente moralista, rayana en lo patológica. Que a la chica le moleste , que se
enfade momentáneamente, vaya y pase. Pero que por culpa de la mentira de un
amigo eche por la borda una buena relación con un hombre, quien encima conde-
na a su amigo por mentir, revela una visión del mundo que me resulta tan ajena
como la de un esquimal que ofrece su mujer a un huésped. Aparentemente, al nor-
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 97
clasia. Aún se está esperando una bioficción sobre John Lennon, y para qué hablar
del camaleónico Michael Jackson, personaje fascinante para un filme siempre que
el guionista disponga de una absoluta libertad creativa...para faltar a la verdad.
No cabe duda que esto también depende del grado de veracidad histórica que se
busque, pero es sabido que de todos modos, cuanto más alejados en el tiempo
estén los acontecimientos, más discutible se vuelve la posibilidad de tal veracidad
y mayor es la licencia de la que dispone el guionista.
Cuando la persona de la que se quiere hablar está aún viva, interfiere, conscien-
temente o no, el saber que puede leer el guión y probablemente vea la película. Al
tener que confrontar una versión bioficcionalizada con la persona de carne y
hueso, el guionista tenderá a autocensurarse. Pero a menos que se tenga un obje-
tivo panfletario o se quiera probar una determinada tesis teórica, la verdad no
siempre es interesante. Si creamos un personaje a partir de una persona real, suele
ser un error pretender ser fieles a quien creemos que es esa persona, algo que de
todos modos ignoramos e ignoraremos siempre.
DIÁLOGOS
Si no abundan los libros ni los tratados sobre la creación de personajes, menos aún
se encuentra examinado a fondo el tema de los diálogos15, que de hecho difícil-
mente se puede tratar sin establecer un lazo fuerte con los personajes. Si resulta
difícil definir en términos teóricos y generales lo que es una “buena” trama o una
“buena” estructura –se definirían como “buenas” las que mejor se adecuan a la
historia particular que se quiere contar–, es todavía más complicado definir direc-
trices generales para escribir “buenos” diálogos. ¿Podemos decir por qué una
melodía nos suena bien? Un músico nos ofrecerá una serie de explicaciones sobre
armonía y combinatoria de notas (una vez compuesta la melodía, no antes), pero a
la hora de la verdad, no existe una explicación científica o artística de por qué esa-
alquimia única –la tonada, el ritmo, las notas, la armonía, los instrumentos o la voz
utilizados– producen ese efecto mágico que hace que digamos “es un buen tema
musical”. Algo similar sucede con los buenos diálogos. Una vez escritos, podemos
identificar con más o menos acierto por qué son o no son buenos, pero de ante-
mano, resulta prácticamente imposible determinar reglas para que salgan buenos
o para evitar que no lo sean.
Trataremos de explorar esto lo más exhaustiva y empíricamente posible, con
algunos ejemplos concretos, para identificar por un lado los posibles contextos, e
intentar proporcionar luego algunas claves generales que pudieran ser de utilidad.
Hay películas que reposan esencialmente en los diálogos y otras menos, con
casos en donde éstos no tienen casi ninguna incidencia, siendo la narración sobre
todo visual, como ocurre en gran parte del cine asiático actual. En esos casos, o
bien la cantidad de diálogo es ínfima, o lo es su importancia. Conviene remarcar
que la mayoría de los espectadores occidentales no entienden el idioma, por lo cual
la percepción del diálogo pasa por los subtítulos. Esto produce un doble distan-
ciamiento con respecto al diálogo (incluso con idiomas que entendemos y domi-
namos hasta cierto punto, sin ser nuestra lengua materna): la simplificación inevi-
table en el proceso de subtitulado, y el hecho de “escuchar” el diálogo a través de
la lectura del texto (que además es una adaptación, no una transcripción...).
104 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
REINA
Estáis poniendo en
práctica el refrán con
excesivo celo, Majestad.
REY
¿El refrán?
REINA
Reina y dividirás.
REY
Creo que os habéis enredado
un poco con la máxima.
106 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
REINA
Es posible. Mi memoria
desfallece en ciertas cosas.
Vuestra Majestad sabrá.
La Reina no se inmuta.
REINA
¿Quizás deberíamos decir
“reina para dividir”? ¿Os
parece más apropiado, Alteza?
REY
Lo que me parece, Señora, es
que deberíais ateneros a
desempeñar más
concienzudamente vuestras
funciones de cónyuge real. No
en balde tengo a media docena
de avezados consejeros para
asesorarme en el intrincado
arte de gobernar.
REINA
A buenas palabras, pocos
entendedores.
REY
No os olvidéis.
REY
En qué manos está vuestra
cabeza.
Modernizar y volver natural este diálogo para un contexto actual significaría algo
más que simplemente reemplazar “vos” por “tú” con las correspondientes conju-
gaciones verbales. Habría que rever enteramente la manera de expresar las ideas y
el vocabulario empleado para que sonara más acorde con la forma de hablar de hoy
en día.
Otro género que permite el empleo de diálogos muy “escritos” y que pueden
sonar un tanto artificiales es el del cine negro, que en gran medida se codificó con
la escritura de Raymond Chandler quien a través del personaje del detective pri-
vado Philip Marlowe desarrolló maravillosamente diálogos ingeniosos e incisivos,
tanto en la forma como en el fondo. Encarnado luego por Humphrey Bogart,
Robert Mitchum, Elliot Gould, James Caan, James Garner, y otros más, las líne-
as de diálogo del célebre sabueso no podrían jamás ser improvisadas. Modificadas
en el rodaje, posiblemente, pero no improvisadas. Veamos un ejemplo ad hoc:
ARBALLO
Le advierto, el viejo es de
los duros.
NILSEN
La chuleta que me sirvieron
también, y me la devoré
entera. Tengo buena
dentadura.
ARBALLO
¿Suya?
NILSEN
No, postiza. Pero igual masco
cualquier cosa.
ARBALLO
¿Y la chica qué?
NILSEN
Si no tuviera un balazo en el
cráneo me la comía de
desayuno. O de cena, da
igual.
ARBALLO
La dentadura le sirve para
todo, ¿eh?
NILSEN
Es de las mejores.
La heredé del cabrón de mi
padre.
ARBALLO
Tan cabrón no. Si le legó esa
dentadu...
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 109
NILSEN
Ahora, ¿me explicas por qué
carajo me seguiste?
singularidad de cada personaje. Repito: la calidad de los diálogos suele estar muy
relacionado con la meticulosidad en la elaboración de los personajes.
Una crítica que se le hace a menudo a los diálogos es que todos parecen ser reci-
tados por una misma voz (generalmente la del autor, aunque no siempre) que
emana de diferentes bocas. Para distinguir estas voces e imprimirle a cada perso-
naje la suya propia, son dos los puntos a vigilar:
LUCAS
Hola. Es por la cañería
tapada.
MIGUEL
Ah sí...Es por aquí.
MIGUEL
Es el fregadero éste que está
obturado.
MIGUEL
¿Se va a demorar mucho? Es
que estoy con mucha faena y
no quisiera que...
LUCAS
Pues no sé, tío. Eso depende
de lo que haya que...¡Joder,
macho! ¡Menudo follón tienes
aquí!
MIGUEL
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 113
Lucas se asoma.
LUCAS
Está más tapao que coño ‘e
monja. (Se ríe de su propia
ocurrencia) Como para unas
cuantas horas de curro,
seguro.
LUCAS
Si no es molestia, le pediría
que me facilitara una
palangana o algún recipiente
similar. Trataré de
resolverle esta cuestión de
la manera más expeditiva
posible.
respeto riguroso de lo escrito. Importa más indicar el contenido general del diálo-
go y el tono, donde las palabras exactas puedan ser sustituidas o sugeridas de
manera aproximada.
Esto va aparejado con la manera de filmar y si se quiere hacerlo con actores o con
no actores (o actores “naturales”). En los últimos años se ha reforzado la tenden-
cia a trabajar el guión de esta manera más libre y menos dominada por la palabra
escrita, cosa que no hace más que incrementar la ya considerable frustración de los
guionistas con respecto al reconocimiento de la autoría de la historia. Si antes
podían afirmar que al menos los diálogos eran de su creación, ya ni eso. Parecería
que en estos casos la película es ante todo del director y de los actores, y luego del
director de fotografía y del montador. ¿Para qué diablos sirve un guionista en todo
este tinglado?
John Cassavetes reunía a sus actores, les explicaba cuál era la situación que debí-
an representar, y los dejaba libres para improvisar sobre este fondo situacional,
rodando a medida que iban improvisando. En su película Flandres, Bruno
Dumont hizo trabajar a los actores prácticamente sin guión, y sin que supieran
siquiera de qué trataba la película en su totalidad. Mike Leigh escribe sus guiones
a partir de lo que va saliendo en sesiones de improvisación con los actores. Y todos
ellos han hecho películas notables. Pero hay que destacar dos cosas: en ninguno de
estos casos hay un guionista como entidad separada (y en el caso de Cassavettes y
de Dumont, se puede decir que casi no hay guionista como tal), y se trata de un
enfoque y una manera de trabajar muy personales que no cualquiera domina (sin
juicios de valores) y que no se adapta a todo tipo de película.
En muchas películas donde se trabaja de esta manera, el aspecto estrictamente
narrativo es tenue –hay escasa historia– y se hace más hincapié en climas, tensio-
nes genéricas (problemas de la adolescencia, conflictos conyugales, las tribulacio-
nes de niños callejeros, la alienación del trabajo en las fábricas, etc.) y situaciones
dramáticas narrativamente descontextualizadas (p. ej. una disputa entre un padre
y su hija; la tensión entre una pareja de lesbianas ante la aparición de un hombre
en su casa).
Estos dos últimos ejemplos se desarrollaron en un laboratorio para autores y
actores16 en el que intervine como tutor y de donde surgió una concepción dife-
rente del oficio y el rol del guionista y de la manera de encarar los diálogos. Cua-
tro autores vieron durante una jornada el trabajo de improvisación de once actores
(nueve mujeres y dos hombres). Al día siguiente, sobre la base de lo que percibían
de los rasgos predominantes en los actores y ateniéndose a la edad y al sexo, los
autores se “repartieron” los actores y elaboraron para ellos cuatro situaciones dra-
máticas, sin una escritura formal de guión, sino planteando un marco. Los actores
improvisaron “libremente”, se ajustaron y consolidaron ciertos puntos al día si-
guiente, y el taller culminó con el rodaje de escenas de unos cinco minutos de dura-
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 115
MÉNDEZ
¿Se rompieron?
FUENTES
Se perdió el tornillo que
sostiene la patilla.
MÉNDEZ
¿Con ese alambrecito de
mierda lo va arreglar?
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 119
MÉNDEZ
A ver si nos entendemos,
Fuentes. Jovellanos no está
jugando. Está metido desde
hace años en el tráfico de
mujeres bolivianas y
ecuatorianas que trae a
Europa con falsas promesas.
Les paga el viaje y cuando
llegan se llevan la sorpresa
de que tienen que trabajar de
putas para pagarle la deuda.
Una vez que están adentro, ni
cuando terminan de pagar
pueden irse. Jovellanos se
encarga de disuadirlas. Por
otro lado, la verdad es que
tienen pocas posibilidades de
encontrar un trabajo más
remunerador. Y entre
nosotros, más digno.
MÉNDEZ
Nos viene de perillas que
usted quiera colaborar y su
posibilidad de acercarse a
Jovellanos nos es de mucha
utilidad. Pero es un tipo que
no se queda en chiquitas
cuando descubre a un soplón.
Al que no liquida, lo deja
con ganas que lo hubiera
hecho. Eso lo tiene que
120 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
saber.
FUENTES
Mire (mueve las dos
patillas). Con un alambrecito
de mierda.
MÉNDEZ
¿Escuchó lo que...?
FUENTES
(cortándolo)
Soy boliviano. Mi hermana fue
una de esas chicas que
Jovellanos engatusó para que
viniera aquí. Nunca supe más
nada de ella.
FUENTES
Sé perfectamente quién es
Jovellanos. Y claro que le
tengo miedo. Pero eso no
viene al caso aquí. ¿Me
entiende?
FUENTES
Ahora, ¿qué quiere que haga?
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 121
MÉNDEZ
A ver si nos entendemos,
Fuentes. Jovellanos no está
jugando.
FUENTES
No se ven muy seguido estos
chismes. ¿Usted juega?
FUENTES
¡Joder! Es más difícil de lo
que parece.
MÉNDEZ
Está metido desde hace años
en el tráfico de mujeres
bolivianas y ecuatorianas que
122 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
FUENTES
¿Usted qué sabe lo que yo sé?
FUENTES
Es la misma historia de siem-
pre: dinero para el viaje,
una deuda, un trabajo que no
existe, prostitución. Como
una formulita.
MÉNDEZ
No sé cómo siguen mordiendo
el anzuelo.
FUENTES
Si viniera de allá sabría por
qué. Ven el anzuelo pero
hacen la vista gorda. Quieren
creer que hay un destino
mejor.
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 123
FUENTES
Y quizás sea mejor, quién
sabe, incluso de puta. Puta,
fregona, costurera... Es todo
igual.
MÉNDEZ
Como sea. Tiene que saber que
Jovellanos no se queda en
chiquitas cuando descubre a
un soplón. Al que no liquida,
lo deja con ganas que lo
hubiera hecho.
Fuentes sonríe.
FUENTES
Se clavan mejor en la mesa
que en el blanco ése.
FUENTES
Mi hermana fue una de las
que...mordió el anzuelo, como
dice usted.
FUENTES
Para mí se trata de otra
cosa. ¿Entiende?
FUENTES
Ahora, ¿qué quiere que haga?
Versión 1
EMPLEADO
¿Usted?
HOMBRE
Yo, sí.
HOMBRE
No es por decir, pero deja
que desear.
EMPLEADO
No todos pudimos irnos. Y
para los que nos quedamos no
fue fácil. No para algunos,
al menos...
HOMBRE
Cualquiera podía irse.
EMPLEADO
No, cualquiera no. (Se
enjuaga la frente) ¿Qué lo
trae por aquí?
HOMBRE
Curiosidad, nostalgia... Un
126 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
poco de todo.
EMPLEADO
No va a durar mucho. (Mira
alrededor con desgano). No
hay nada que hacer en este
lugar.
HOMBRE
Ni en éste ni en ningún otro.
¿O cree que en otro lado es
mejor?
EMPLEADO
No me creo nada. Haga lo que
quiera.
HOMBRE
Siempre hago lo que quiero.
EMPLEADO
Pero para que vaya sabiendo:
Ana no está para usted.
Olvídese de ella.
Entra en el despacho.
HOMBRE
Y nunca me olvido de nada.
Lo dice para sí: el empleado no lo ha oído.
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 127
Versión 2
EMPLEADO
¿Usted?
HOMBRE
No es por decir, pero
deja que desear.
EMPLEADO
No todos pudimos irnos. Y
para los que nos quedamos no
128 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
EMPLEADO
¿Qué lo trae por aquí?
EMPLEADO
No hay nada que hacer en este
lugar.
HOMBRE
Ni en éste ni en ningún otro.
HOMBRE
Curiosidad, nostalgia... Un
poco de todo.
EMPLEADO
La gasolina.
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 129
HOMBRE
Por eso volví.
EMPLEADO
Haga lo que quiera.
EMPLEADO
Pero para que vaya sabiendo:
Ana no está para usted. Olví-
dese de ella.
Entra en el despacho.
No hay, a mi modo de ver, una diferencia cualitativa entre las dos opciones: se
trata de una cuestión de estética guionística y de puesta dramática. En la segunda
versión, al omitir o retrasar algunas líneas de diálogo, se ha sentido la necesidad o
la pertinencia de rellenar con acciones o gestos que no aparecen en la primera ver-
sión. Si se lee con atención, se notará que la segunda versión sugiere un ritmo más
lento y un tiempo más estirado, además de introducir cierto enrarecimiento en la
dramaturgia. Aquí ya no estamos trabajando con lógica pura, sino con un “instin-
to creativo”, algo que procede de la intuición y que no responde a reglas ni se
130 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
El diálogo en “bucle”
Veamos este ejemplo de la película La increíble verdad (The Incredible Truth) de
Hal Hartley, quien dicho sea de paso maneja el arte de dialogar con singular habi-
lidad e inventiva, recurriendo a estos recursos con excelente tino.
JANE
Yo sé lo que necesitas.
JOSH
¿Cómo?
JANE
Necesitas una mujer.
JOSH
Ah.
JANE
132 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
JOSH
Ya lo sé. Pero me gusta.
JANE
Se muda de ciudad.
JOSH
Eso dicen.
JANE
¿Entonces? Yo sé lo que
necesitas. ¿Qué te parece?
JOSH
¿Cómo?
JANE
Necesitas una mujer.
JOSH
Ah.
JANE
Esa chica está chiflada.
JOSH
Ya lo sé. Pero me gusta.
JANE
Se muda de ciudad.
JOSH
Eso dicen.
JANE
¿Entonces? Yo sé lo que
necesitas. ¿Qué te parece?
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 133
JOSH
¿Cómo?
JANE
Necesitas una mujer.
JOSH
Ah.
Aquí se potencia un efecto absurdo al repetir el diálogo como un ciclo cerrado con
exactamente las mismas palabras (¿acaso no sonamos todos a veces como discos
rayados...?), pero se puede utilizar el recurso de manera menos flagrante, mos-
trando cómo en una discusión los personajes vuelven una y otra vez al punto de
partida porque siguen tercamente en sus trece y, contraviniendo la norma habitual
(¡cómo nos empecinamos en la vida real los seres humanos en contravenir las
reglas de dramaturgia de los manuales!), no hacen avanzar el relato sino que por el
contrario, provocan un estancamiento en él.
EVA
No. La radio no.
LUIS
Como quieras. Pero nada de
“tenemos que hablar”...
EVA
134 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
EVA
Tienes que dar tu
autorización.
LUIS
¿Por qué?
EVA
Ya la dimos todos. Hasta Hugo...
LUIS
Excelente motivo. Hay que
hacerlo porque lo hacen
todos.
EVA
Conduce tú si no te gusta
cómo lo hago yo.
LUIS
No quiero que sometan a papá
a experimentos médicos. Que
se muera tranquilo y de una
sola pieza.
EVA
¡Qué cabeza dura eres! ¿No
ves que sufre? ¿No te importa
acaso? ¿O tanta prisa tienes
por cobrar la herencia?
LUIS
Piensa lo que quieras.Me
tendré que morir primero yo
antes que conviertan a papá
en una masa de tubos y
perfusiones.
Se instala el silencio.
EVA
¡Ya te dije que la radio no,
mierda!
LUIS
Por lo que tenemos para
decirnos...
EVA
¡Qué testarudo, coño! ¡Si
hasta Hugo, el naturista, el
ecologista y no sé qué
mierdas más, está de acuerdo!
LUIS
¡Pues por mí puede estar de
acuerdo la humanidad entera!
¡Dije que no, y es no!
EVA
Está bien, Luis. Sé que nece-
sitas pasta. Yo te puedo
prestar, ¿vale? Ya me la
devolverás cuando...(vacila)
puedas.
LUIS
Cuando se muera el viejo,
querrás decir. (Sarcástico)
Pues mira, sí, ya que no
quieres entender mis razones,
es por la herencia.
¿Contenta? Pero sea como sea,
¡no-voy-a-firmar!
EVA
Eres un pobre imbécil.
Siempre lo fuiste.
LUIS
Ya. (Extiende otra vez la
mano hacia la radio) Y ahora
con o sin tu permiso...
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 137
LUIS
¡Estás más loca que una
cabra!
EVA
(con voz muy queda)
Ahora vamos a hablar
tranquilos. ¿Te parece?
LUIS
Pues hablarás tú sola. Yo no
tengo nada que decir.
ROLANDO
Hombre, ¿qué haces ahí?
Siéntate.
Después se sienta.
HORACIO
Elegiste un mal sitio para
armarte un pitillo. No se ve
nada.
ROLANDO
Quería una mesa tranquila.
¿Qué bebes?
HORACIO
¿Tú qué pediste?
ROLANDO
Nada aún. Pero creo que será
un Jack Daniels.
HORACIO
Un poco fuerte para mí a esta
hora. Un café más bien.
Oye...
HORACIO
¿Por qué te follaste a Clara?
ROLANDO
¿Te lo contó ella?
HORACIO
¿Importa quién me lo contó?
Rolando vacila.
ROLANDO
Supongo que no.
HORACIO
¿Y? ¿Por qué?
ROLANDO
Bueno, ya sabes. La gente
folla...
HORACIO
Es verdad. La gente folla.
HORACIO
Hace calor aquí.
Se desajusta la corbata.
HORACIO
Pero tú no tenías por qué
follar con Clara.
ROLANDO
Ni tú tenías por qué aceptar
ese curro. Sabías
perfectamente que yo lo
necesitaba.
HORACIO
Ah...
ROLANDO
Ajá.
CAMARERO
Buenas tardes. ¿Qué les trai-
go?
ROLANDO
Dos cafés.
HORACIO
No, para mí un Jack Daniels.
Con hielo.
El camarero se va.
Versión 1:
PEDRO
Tu vas a venir
PABLO
Yo si
144 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
PEDRO
(a Maria)
Pero tu no
MARIA
Eso depende de mi hombre
PEDRO
Pero Juan no va a venir
MARIA
Pues si el quiere ir tambien
Versión 2:
PEDRO
¿Tú vas a venir?
PABLO
¿Yo? Sí.
PEDRO
(a María)
¿Pero tú no?
MARÍA
Eso depende de mi “hombre”.
PEDRO
Pero... Juan no va a venir...
MARÍA
Pues... Si él quiere ir
también...
Versión 3:
PEDRO
¿Tú vas a venir?
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 145
PABLO
¡Yo! ¡Sí!
PEDRO
(a María)
Pero tú, ¡no!
MARÍA
¡Eso depende de mí, hombre!
PEDRO
Pero Juan no-va-a-venir.
MARÍA
¡Pues sí! ¡Él quiere ir
también!
MARIANO
Entre las florcitas y yo, se
ve quién pinta más...
Elisa emite un “hmm” neutro.
ELISA
¿De compras?
MARIANO
148 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ELISA
No es tu estilo.
MARIANO
Quería cambiar. Hay que
probar cosas diferentes en la
vida.
ELISA
Sí, ¿no?
MARIANO
Por eso tengo el trabajo que
tengo. Para escaparle a la
monotonía...
MARIANO
Son un poco incómodos al
principio.
ELISA
No veo la necesidad de estar
cambiando todo el tiempo.
Todo se vuelve superficial.
“ZONAS ERÓGENAS” DEL GUIÓN 149
MARIANO
No sé. Pero me divierte
cambiar de zapatos.
Le da un beso en la nuca.
ELISA
No te reconozco con esos
zapatos. Te quedan mejor los
de siempre.
*****
. Indefinición de los objetivos: tema que se trata, qué es lo que se quiere decir
.
(no narrar) y por qué
Falta de correspondencia entre los objetivos y el argumento, los personajes, la
.
estructura
Error de apreciación del género/tono: p. ej. querer hacer comedia y estar
..
haciendo drama
Falta de apuestas dramáticas fuertes y claras; ausencia de conflictos
Elaboración insuficiente de los personajes, o tratamiento chato de éstos (no
..
darles rasgos de personalidad específicos)
Excesiva funcionalidad de los personajes, sobre todo secundarios
Elaboración insuficiente de las interacciones entre los personajes (“mapa” de
.
personajes)
Escritura poco visual y falta de conciencia de que se trata de un texto cine-
..
matográfico, no literario (pensar en el lector como espectador)
Utilización insuficiente de acciones, objetos, locaciones, espacios
Excesiva dependencia de los diálogos para transmitir información y narrar la
..
historia
Excesiva literalidad en los diálogos
Sobreexplicación de situaciones (no tener en cuenta el enorme capital refe-
..
rencial del espectador medio)
No confiar en la captación intuitiva y sobrecargar la comprensión intelectual
.
Utilización sistemática y poco inventiva de elipsis, flashbacks, voz en off
Dificultad en distinguir lo autobiográfico de lo autoreferencial: escribir una
historia en un marco referencial que se conoce no significa contar la propia historia
4
DOS ESCENAS:
UN BREVE ANÁLISIS
En las escenas que incluimos aquí analizaremos los objetivos, obstáculos y reco-
rrido de los personajes en una escena; cómo se imparte información; la puesta en
escena de los diálogos; la densidad dramática (peso dramático dependiente de un
contexto ya conocido; peso dramático que surge del contexto en el momento;
peso dramático que surge de la propia escritura, independientemente del contex-
to); sentimientos y emociones: expresión no verbal; la escena como unidad narra-
tiva y dramática; presentación y distribución del texto en la página.
Insisto una vez más en que no presento estos ejemplos con pretensiones cuali-
tativas, sino con el propósito de poner de relieve lo que estamos tratando, vale
decir las decisiones estilísticas del guionista. No se trata de que sean o no atina-
das o de que estemos todos de acuerdo, sino de entender la lógica que guía las
opciones guionísticas del autor. Si de calidad objetiva se tratara, sería imposible
encontrar ejemplos que generaran una unanimidad absoluta. Es más: invito al
lector a hacer su propio análisis, discrepar y explorar alternativas que pudieran
ser más efectivas o sugerir otra puesta en escritura de las escenas.
EJEMPLO 1
Esta escena se ha reproducido dos veces, la primera sin comentarios para que su
lectura no se vea influida, la segunda con acotaciones sobre la lógica guionística
subyacente. No es la primera escena de la película, pero es la primera vez que se
presentan estos personajes, en una situación de la que aún no sabemos nada.
CHANGO
Entran en la segunda estrofa
cuando dice (entona) «No me
dejes solo con el diablo...».
CHANGO
Ah, Robles...
ROBLES
¿Molesto?
CHANGO
Bueno, la verdad...
ROBLES
No me quedo mucho. Es por un
asunto que quiero hablar con
vos. (Mira a los músicos) Vos
y yo.
CHANGO
Seguimos en diez.
ROBLES
¿Todo bien?
CHANGO
Mm. ¿Qué necesitás?
ROBLES
Directo al grano. Me gusta.
Siempre fuiste así. Es mi
estilo también. Decime...
¿Carla y vos andan juntos?
CHANGO
¿Andamos juntos?
ROBLES
Sí. Si salen juntos. ¿No
entendés?
CHANGO
Es casada. Tiene dos hijos.
ROBLES
No me digas...
154 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ROBLES
¿Sabés? No estoy resentido
por lo de Raúl. Como nunca
volvimos a hablar de eso te
lo digo para que quede claro.
ROBLES
No fue culpa tuya. Justo cayó
la cana y se lo llevaron.
Gajes del oficio.
CHANGO
Bueno...¿y?
ROBLES
Lindo material. ¿Importado,
no?
Chango espera.
ROBLES
¿Viste el Pagoda mío?
DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 155
CHANGO
El Mercedes blanco.
ROBLES
Sí, el Pagoda.
CHANGO
¿Qué pasa con el Pagoda?
ROBLES
Te lo doy.
CHANGO
¿Me das tu auto?
ROBLES
Sí.
CHANGO
¿Y por qué?
ROBLES
Un regalito. Para que te
quedes...tranquilo.
CHANGO
Estoy tranquilo. No necesito
tu auto.
156 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ROBLES
¿No lo querés?
CHANGO
No.
ROBLES
Bueno mejor. La verdad, no
tenía ganas de dártelo.
Va hasta la puerta.
ROBLES
Pero a Carla dejála
tranquila, ¿eh?
El guionista pretende aquí dar una idea sucinta, sin descripciones detalladas que
resultarían fastidiosas, de un lugar modesto pero donde se ha puesto atención en
conservar las cosas en buen estado. También es reflejo del personaje de Chango,
quien descubriremos después es el propietario del estudio.
CHANGO
Entran en la segunda estrofa
cuando dice (entona) «No me
dejes solo con el diablo...».
DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 157
CHANGO
Ah, Robles...
Esto nos da la pauta de la actitud general de Robles. El actor no necesita más para
entender en qué tesitura está el personaje, tanto en esta escena como en general.
ROBLES
¿Molesto?
CHANGO
Bueno, la verdad...
ROBLES
No me quedo mucho. Es por un
asunto que quiero hablar con
vos. (Mira a los músicos) Vos
y yo.
No dice «quiero hablarte a solas» ni nada similar; simplemente «vos y yo». A buen
entendedor...
158 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
Los párrafos se espacian para dar sensación de tiempo y de ritmo. Si las frases se
colocan en un mismo párrafo, el lector tiene más una impresión de acciones que
ocurren simultáneamente o en una sucesión rápida. Al separar las frases con pun-
tos aparte, los espacios blancos entre párrafos/frases reproducen visualmente, en
el papel, una sensación temporal. Se aproxima a la idea de planos y de découpage.
CHANGO
Seguimos en diez.
ROBLES
¿Todo bien?
No hay ninguna indicación precisa de cómo debe mostrar esto el actor, pero se
señala la tónica en la que está Chango frente a Robles.
CHANGO
Mm. ¿Qué necesitás?
ROBLES
Directo al grano. Me gusta.
Siempre fuiste así. (Se conocen
desde hace cierto tiempo) Es mi estilo
también. Decime... ¿Carla y
vos andan juntos?
CHANGO
¿Andamos juntos?
DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 159
ROBLES
Sí. Si salen juntos. ¿No
entendés?
CHANGO
Es casada. Tiene dos hijos.
Juega con la ironía: ¿cómo se te ocurre que pueda salir con ella si es casada?
ROBLES
No me digas...
También ironiza: ¡Ah, claro! Una mujer casada no se puede acostar con otro hombre.
ROBLES
¿Sabés? No estoy resentido
por lo de Raúl. Como nunca
volvimos a hablar de eso te
lo digo para que quede claro.
160 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
ROBLES
No fue culpa tuya. Justo cayó
la cana y se lo llevaron.
Gajes del oficio.
CHANGO
Bueno...¿y?
ROBLES
Lindo material. ¿Importado,
no?
ROBLES
¿Viste el Pagoda mío?
CHANGO
El Mercedes blanco.
DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 161
ROBLES
Sí, mi Pagoda.
No es “un Mercedes blanco”: es mi Pagoda. Como Carla también formará parte de mis
pertenencias...
CHANGO
¿Qué pasa con el Pagoda?
ROBLES
Te lo doy.
CHANGO
¿Me das tu auto?
ROBLES
Sí.
CHANGO
¿Y por qué?
ROBLES
Un regalito. Para que te
quedes...tranquilo.
CHANGO
Estoy tranquilo. No necesito
tu auto.
Ambos saben de qué se está hablando pero los dos siguen el juego.
ROBLES
¿No lo querés?
CHANGO
No.
ROBLES
Bueno mejor. La verdad, no
tenía ganas de dártelo.
Va hasta la puerta.
ROBLES
Pero a Carla dejála
tranquila, ¿eh?
EJEMPLO 2:
MADRE ANGÉLICA
Vuestros padres están por
llegar.
MADRE ANGÉLICA
No sé si os dais cuenta lo
grave que es esto, niñitas.
Son pecados que no se pueden
cometer. El Padre Santiago se
vio obligado incluso a violar
el secreto de confesión...
PADRE SANTIAGO
¿Me habló, madre?
MADRE ANGÉLICA
Nada, padre. Les estaba
explicando la gravedad de sus
actos.
MADRE ANGÉLICA
Puedo entender que seáis
irresponsables, atrevidas,
incluso que a veces
bebáis...¡Pero no esto!
MONJA
Han llegado los señores,
madre.
MADRE ANGÉLICA
(con rabia contenida)
¡Apartaos! Estáis sentadas
demasiado cerca.
MADRE ANGÉLICA
¡Señorita Flores le estoy
hablando! ¡Sepárese de la
alumna Giménez!
MIRANDA
El amor nunca es pecado...
MARÍA INÉS
Discúlpeme, madre, y con todo
respeto, pero ¿no habrá un
error?
FERNANDO
(apretando las mandíbulas)
Sí, tiene que ser...
MADRE ANGÉLICA
Me temo que no, señora. O en
ese caso, Consuelo mintió en
confesión lo cual además de
ser gravísimo, no tendría
mucho sentido. Cuénteles,
Padre Santiago.
PADRE SANTIAGO
Diga usted, madre.
MADRE ANGÉLICA
(alzando la voz)
Que cuente lo que le dijo
Consuelo.
PADRE SANTIAGO
DOS ESCENAS: UN BREVE ANÁLISIS 167
MARÍA INÉS
¡¡Miren eso, Dios mío!! ¡Eso
nos pasa por dejar que
nuestra hija se meta con
depravados!
MARGARITA
¡¿Ah, sí?! ¡Pues hay que ver
quiénes son los depravados
aquí!
FERNANDO
Te vamos a salvar, hija. Vas
168 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
MARGARITA
¿Vas a dejar que hablen así
de nosotros?
ALBERTO
El país ya no es de ellos...
MADRE ANGÉLICA
Creo que no cabe duda sobre
la veracidad de la confesión.
Se tomarán las medidas
disciplinarias necesarias.
PADRE SANTIAGO
¿Puede repetir, madre? Este
aparato anda como la mona...
facilitar la lectura del guión literario, algo que se debe cuidar antes que el guión
técnico destinado a la producción).
Se busca crear una unidad dramática autónoma en la secuencia que tiene sus
propios compases internos. El comienzo con el cura, divisado a lo lejos como un
pájaro de mal agüero o un ave de rapiña, actúa como prólogo. Un primer compás
nos presenta a la Madre Superiora frente a las dos culpables cuyo delito aún igno-
ramos. Constatamos una diferencia de actitud entre ellas: el aplomo e incluso
rebeldía de Miranda y la evasividad y el apocamiento de Consuelo. La conducta
de ambas no sólo da la pauta de cómo se comportarán en la escena sino que nos
revela rasgos de carácter más profundos. Que Miranda mire de frente a la Madre
Superiora mientras Consuelo se refugia mirando un crucifijo “de tamaño impo-
nente” no es casual, aunque su mirada “vacía” parece reflejar una actitud menos
devota que fugitiva.
Con la llegada de los padres empezaría el segundo “acto”. Aquí nos enteramos
de qué se les acusa a las jóvenes por boca del cura, un personaje secundario en
cuanto al drama central pero que no obstante funciona como un hilo conductor de
la secuencia, añadiendo un toque humorístico que tiende a atenuar la densidad
dramática. Se puede notar que los padres de Miranda, Margarita y Alberto, son
más tolerantes y se mantienen más controlados que los de Consuelo (María Inés y
Fernando). Intuimos que la relación entre los primeros y su hija es algo más estre-
cha y abierta.
El beso, colmo del desafío, marca a la vez el clímax y la transición hacia el tercer
compás de la secuencia que concluye con el dictamen de Alberto: “El país ya no es
de ellos” que parece clausurar definitivamente la disputa. Aunque esta frase resul-
ta críptica fuera de contexto (es el día siguiente al plebiscito en Chile de 1988
donde se votó “no” contra Pinochet), podemos barruntar que se hace referencia a
una situación social o política que trasciende lo que está sucediendo en ese espacio
íntimo. Este único comentario de orden no estrictamente personal parece situar el
“escandaloso” suceso en un lugar mucho más inofensivo, donde su gravedad se
relativiza. La Madre Superiora, preocupada ante todo por la moral, vuelve con
premura al ataque amenazando con “medidas disciplinarias”, pero el cura invo-
luntariamente diluye el impacto de sus palabras al hablar otra vez de su aparato
auditivo que funciona mal. Esta suerte de mini epílogo suaviza la solemnidad de
la secuencia y permite cerrar la secuencia, que se inició con el mismo personaje, de
manera “redonda”.
This page intentionally left blank
5
¿Y EL PUNTO G?
Nadie negará que puede ser más difícil estimular el punto G besuqueando una
rodilla que yendo allí donde se supone se encuentra, pero en determinados indivi-
duos y determinadas circunstancias, vaya uno a saber... La solución de una cues-
tión guionística, amatoria o existencial puede encontrarse en los recovecos más
insospechados y contraviniendo por completo las supuestas evidencias.
Parafraseando a Scarlett Johansson, no tengo un definición única de lo que es un
guión ni ideas excluyentes sobre cómo debe escribirse. Como mucho, puedo sos-
pechar algunas de las cosas que no es: una obra autónoma, una creación totalmen-
te individual, un espacio de libertad creativa ilimitada; pero tampoco, a la vez, es
una obra del todo tributaria, ni una creación incuestionablemente colectiva, ni un
espacio que deba estar acotado por una normativa estricta. Si algo es, sería una
paradoja, y las paradojas tienen esa fascinante particularidad de englobar en un
mismo enunciado incompatibilidades y opuestos, neutralizándolos entre sí – o sea
creando una aprehensión por la negativa y desafiando a menudo el pensamiento
lógico. Hablar de un esclavo libre nos pone frente a una ecuación irresoluble:
cuando lo imaginamos libre, recordamos que es esclavo, y al representarnos su
condición de siervo, nos consta que se supone libre. Esto pone la mente frente al
vértigo de manejar simultáneamente enunciados contradictorios o inconciliables.
O de buscar un sentido más recóndito a los términos (en este caso, las nociones de
libertad y de esclavitud). Es que todos somos a la vez libres y esclavos, santos y
demonios, víctimas y verdugos. Y no es el raciocinio el que nos permitirá com-
prender esto, sino la intuición.
El guionista, más que cualquier otro creador, debe lidiar con paradojas. No es
del todo escritor ni es del todo cineasta: debe conjugar en uno solo los verbos
“leer” y “ver” –habría que hablar más de “ver” un guión que de “leerlo”–. Debe
ser estratega y artista, pragmático y bohemio, dócil y díscolo, maleable e intransi-
gente, riguroso y anárquico...Debe saber que las soluciones – cual elusivo punto G
– no están donde se creyó hace un día o una hora, que se pueden haber desplaza-
do hacia otras regiones de la imaginación o que muchas veces al remediar unos
problemas se plantean otros nuevos. Existen, doy fe de ello, las claves de tipo
“ábrete sésamo” que desatan nudos en un guión, pero no se llega a ellas con nin-
guna técnica ni recorriendo sendas trazadas, sino quitando represas a la imagina-
ción y a la intuición. Y la solución milagrosa de hoy bien puede representar un
estorbo mañana...
Hay manuales que explican a los hombres deseosos de impresionar a sus compa-
ñeras de lecho dónde ubicar el dichoso punto, cómo avivarlo y qué tácticas ama-
torias se aconsejan para que “tu mujer nunca quiera irse con otro”. Tengo malas
noticias: aún en el supuesto e improbable caso que uno tuviera en sus manos todas
las “herramientas” para procurarle a su consorte, siempre y sin desgaste –aunque
más no sea el de la repetición sistemática–, las más inimaginables delicias, no se es-
¿Y EL PUNTO G? 173
tá nunca a salvo de que “se vaya con otro”. Con los guiones, sucede igual. Ningu-
na solución es definitiva e incondicional. Tengo también buenas noticias: por sue-
rte es así, porque si no, nos veríamos eximidos de la necesidad de desarrollar una
creatividad constante, de ejercitar sin tregua el perezoso músculo de la imagina-
ción, y sometidos a una existencia aburrida y monótona. Lo único que se adquie-
re para siempre de manera inexorable –y queda por confirmar– es la muerte.
Olvidemos pues el punto G, el de los cuerpos humanos (porque es de conjetu-
rar que los hombres poseemos también nuestros puntos G, pero no nos vayamos
por las ramas), el de los guiones y el de la vida. O mejor dicho: procuremos dar con
él sin buscarlo. O más aún: busquémoslo con la bitácora oculta de nuestro instin-
to. Indudablemente debemos leer manuales, asistir a talleres y analizar guiones,
aunque más no sea porque para deshacernos de un bagaje hay que acumularlo pri-
mero. Para llegar a deshacerse de fardos –riquezas, recuerdos, conocimientos–
primero hay que atesorarlos, digerirlos y extraer de ellos las sustancias orgánicas
necesarias para crecer. O descubrir hasta qué punto son superfluos.
Todo esto sonará un tanto esotérico y más de un guionista ansioso por armarse
de técnicas y consejos a toda prueba puede preguntarse a qué viene esta cháchara.
El mundo que nos hemos construido –cuyo interés, como dice el escritor francés
Michel Houellebecq, deberíamos a estas alturas poner seriamente en duda– se rige
por una lógica utilitaria, pragmática, productivista. Hasta nuestras fantasías y
nuestros sueños se crean hoy en día dentro de esta lógica donde se mantiene a raya
lo arbitrario, lo aleatorio, lo imprevisible, todos factores enemigos de la producti-
vidad y la rentabilidad programadas. La producción de una película, el incremen-
to de un capital, el desencadenamiento de un orgasmo: todo se pretende supeditar
a un modus operandi riguroso que tiene por objeto producir determinados resul-
tados. Cada gesto, incluso los afectivos, los esotéricos, los poéticos, los vivencia-
les, es una inversión que debe tener su retorno. Se nos hace sentir que cada paso de
nuestro derrotero debe acercarnos a la meta, al “punto G de la existencia”.
Pero no es así. El valor de nuestras vivencias no se percibe en una sucesión line-
al de acciones, acontecimientos e impresiones como jalones conducentes hacia una
meta, sino en la conciencia de capas subterráneas cada vez más profundas del aquí
y del ahora. En medio de la vorágine, la única verdad es que cada segundo trans-
currido, cada palmo recorrido y cada palabra escrita de un poema o de un guión
son un derrotero y un destino en sí.
This page intentionally left blank
FILMOGRAFÍA
Lista de las películas a las que se ha hecho referencia en este libro de una u otra manera:
Dos vidas en un instante (Sliding Doors, Reino Unido, 1998), realización y guión de Peter
Howitt
Dulce porvenir (Canadá, 1997), realización y guión de Atom Egoyan
El aura (Argentina, 2005), realización y guión de Fabián Bielinsky
El caballero oscuro (The Dark Knight, EEUU, 2008) realizada y guionada por Christopher
Nolan
El hundimiento (Der Untergang, Alemania, 2004), guión de Bernd Eichinger y realización de
Oliver Hirschbiegel
El indomable Will Hunting (Good Will Hunting, EEUU, 1997) guión de Ben Affleck y Matt
Damon, realización de Gus Van Sant
El inquilino (Le locataire, Francia, 1976), guión de Gérard Brach y realización de Roman
Polanski
El odio (La haine, Francia, 1995 ) guión y realización de Mathieu Kassovitz
El policía y el himno (The Cop and the Anthem, EEUU, 1952, de la antología de 5 cuentos de
O. Henry, O. Henry’s Full House), dirigida por Henry Koster con guión de Lamar Trotti
El regreso (Rusia, 2005), realización de Andrey Zvyagintsev, guión de Vladimir Moiseenko y
Alexander Novototsky
El sexto sentido (The Sixth Sense, EEUU, 1999 ) guión y realización de M. Night Shyamalan
El show de Truman (The Truman Show, EEUU, 1998), guión de Andrew Niccol y dirección de
Peter Weir
El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, EEUU, 1991), dirigida por Jonathan
Demme y guionada por Tad Tally
El tiempo que queda (Le temps qui reste, Francia, 2005) guión y realización de François Ozon
En la cama (Chile, 2005), realización de Matías Bize, guión de Julio Rojas
En tierra de nadie (Bosnia, 2001), realización y guión de Danis Tanovic
Entre copas (Sideways, EEUU, 2004), guión y realización de Alexander Payne
Eyes Wide Shut (Reino Unido, EEUU, 1999), realización y guión de Stanley Kubrick
Familia (España, 1996), realización y guión de Fernando León
Flandres (Francia, 2006), realización y guión de Bruno Dumont
Flores rotas (Broken Flowers, EEUU, 2005), realizada y guionada por Jim Jarmusch
Furia (Fury, EEUU, 1936), dirigida por Fritz Lang y escrita por Bartlett Cormack
Ghost Dog (EEUU, 1999), realización y guión de Jim Jarmusch
Goodbye, Dragon Inn (Bu San, Taiwan, 2003) guión y realización de Ming-liang Tsai
Goodbye Lenin (Alemania, 2003), realización de Wolfgang Becker, guión de Bernd Lichtenberg
Harry, un amigo que os quiere (Harry, un ami qui vous veut du bien, Francia, 2000), de Dominik
Moll con guión de Gilles Marchand
Henry Fool (EEUU, 1997), guión y realización de Hal Hartely
Indefenso (Naked, Reino Unido, 1993), guión y realización de Mike Leigh.
Infierno de cobardes (High Plains Drifter, EEUU, 1973), de Clint Eastwood con guión de Ernest
Tidyman
FILMOGRAFÍA 177
Peppermint Candy (Corea del Sur, 2002), realización y guión de Lee Chang-Dong
Pozos de ambición (There Will Be Blood, EEUU, 2008), realización y guión de Paul T. Anderson
Psicosis (Psycho, EEUU, 1960), dirigida por Alfred Hitchcock y escrita por Joseph Stefano
Rain Man (EEUU, 1988) guión de Ronald Bass y dirección de Barry Levinson
Ramata (Senegal, 2009), dirigida por Léandre Alain-Baker y guionada por Miguel Machalski
Rashômon (Japón, 1950), dirigida y guionada por Akira Kurosawa
Ray (EEUU, 2004), dirigida por Taylor Hackford, escrita por James L. White
Regreso al futuro (Back to the Future, EEUU, 1985), guión de Bob Gale y realización de Robert
Zemeckis
Repulsión (Reino Unido, 1965), guión de Gérard Brach y realización de Roman Polanski
Reservoir Dogs (EEUU, 1992), dirigida y guionada por Quentin Tarantino
Retrato de una obsesión (One-Hour Photo, EEUU, 2002), guión y realización de Mark Romanek
Rompiendo las olas (Breaking The Waves, Dinamarca, 1996), guión y realización de Lars Von
Trier
Secret Sunshine (Milyang, Corea del Sur, 2007), guión y realización de Lee Chang-Dong
Sin perdón (Unforgiven, EEUU, 1992), de Clint Eastwood con guión de David Webb Peoples
Smoking room (España, 2002) guión y realización de Roger Gual y Julio D. Wallovits,
Spider (Canadá, 2002), guión de Patrick McGrath y realización de David Cronenberg
Taxi Driver (EEUU, 1976), guión de Paul Schrader y realización de Martin Scorsese
Terciopelo azul (Blue Velvet, EEUU, 1986 ) guión y realización de David Lynch
Thelma and Louise (EEUU, 1991) guión de Callie Khouri y realización de Ridley Scott
Tiempos violentos (Pulp Fiction, EEUU, 1994), guión y realización de Quentin Tarantino
Trixie (EEUU, 2000) guión y realización de Alan Rudolph,
Unas dulces mentiras (Depuis qu’Otar est parti) (Francia, 2003), realización y guión de Julie Ber-
tucelli
Único testigo (Witness, EEUU, 1985) guión de Earl W. Wallace y William Kelley y realización
de Peter Weir
Un oso rojo (Argentina, 2002), realización y guión de Adrián Caetano
Vicky Cristina Barcelona (EEUU, 2008), guión y realización de Woody Allen
Vidas cruzadas (Short Cuts, EEUU, 1993), guión y realización de Robert Altman
Volver, (España, 2006), guión y realización de Pedro Almodóvar
Vuelvo a casa (Je rentre à la maison, Francia, Portugal, 2001), guión y dirección de Manuel de
Oliveira
XXY (Argentina, 2007), guión y dirección de Lucía Puenzo
NOTAS
1 «El guión cinematográfico : un viaje azaroso», Miguel Machalski – Editorial Catálogos, FUC
y Embajada de Francia en Argentina, 2006
2 No nos dejemos engañar por la aparición de un solo nombre como autor del guión en los cré-
ditos, particularmente en las superproducciones estadounidenses: en Estados Unidos son
los productores y la Writers’ Guild of America los que determinan quiénes deben figurar
como autores. Pueden estimar que la intervención de uno de los a veces numerosos guio-
nistas no fue decisiva en la factura del libreto y decidir por ende no incluir su nombre en
los créditos –un poder de decisión del que en Francia, por ejemplo, carecen. Eso sí: a todo
el mundo se le paga, y bien...
3 Algunos dicen que esta manera de filmar de Cassavettes es un mito y que todo estaba meti-
culosamente escrito. Desde que además se está diciendo que el hombre nunca llegó a la
luna y que no fue sino un montaje hecho por los norteamericanos (una hipótesis no des-
cartable), he decidido pasar por alto la imprecisa frontera entre hechos reales y ficcionales
y tratarlos todos como partes de aquella dimensión compartida –también harto imprecisa–
que llamamos realidad
4 El concepto de “universalidad”, muy en boga a la hora de buscar historias que gusten masi-
vamente y empleado ad nauseam por los “gurús” de Hollywood (Robert McKee recurre a
menudo al término no sin cierta demagogia), tiene dos inconvenientes: por un lado, habría
que universalizar la noción misma de universalidad que en general se aplica a una cosmo-
visión hegemónica pero no realmente universal, y por otro lado, suele definirse numérica-
mente: si tantos cientos de millones de personas vieron y disfrutaron de una película, se
explica por su “universalidad”. Puede ser cierto, pero habría también que atribuir su éxito
al bombo publicitario, al marketing, al glamoroso y mediatizado elenco, al despliegue de
medios de producción, etc., nada de lo cual tiene la menor relación con la supuesta univer-
salidad de la historia
5 No es mi meta juzgar estas películas cualitativamente ni analizarlas desde el punto de vista
de la realización o desde otras perspectivas técnicas (fotografía, edición, etc.). El foco aquí
es el guión y lo que se logra plasmar en el plano narrativo, que engloba lo dramático, lo
180 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
a la que los pueblerinos enfurecidos han prendido fuego, creyéndolo culpable de un delito
del que es inocente. De hombre dócil y pacífico, se vuelve un individuo cegado por el odio
y el deseo de venganza. En este caso, se las arregla para inculpar al pueblo entero, sin ser él
mismo el autor físico de las represalias. Pero se lo ve como un hombre enajenado y ator-
mentado por su propio rencor.
En Irreversible, Gaspar Noé nos hace testigos de la espantosa violencia que Vincent Cassel
ejerce contra el violador de su mujer. Pero tanto la violación como la venganza son filmados
como actos de una bestialidad casi equiparable. Noé añade un toque más perverso aún al
mostrar que quien fue objeto de la venganza no es el verdadero culpable.
8 Se suele emparentar la imaginación con la invención, o sea con la creación de algo a partir de
nada y la capacidad de volver existente lo inexistente. Nosotros la asimilamos más bien a la
noción de intuición, donde se exploran las dimensiones no manifestadas de la realidad per-
ceptible.
9 Vivimos en un contexto de gran confusión en este sentido: la búsqueda de identificación
masiva, que responde a una lógica publicitaria, lleva a que lo singular parezca sinónimo de
elitismo o de exclusión. El consumidor está despersonalizado para lograr un consenso de
gustos y necesidades sobre el que reposa la sociedad de consumo. Es así como se va apla-
nando y empobreciendo la gama de posibilidades dramáticas, que son tan múltiples como
el número de seres humanos en el planeta.
10 Para que no haya malentendidos, no estoy con este análisis justificando acciones asesinas
abominables perpetradas por grupos terroristas, sino ejemplificando aquello de la repre-
sentación de una realidad más compleja de lo que parece, y no reducida a una lectura plana
sustentada por presupuestos pretendidamente “universales” y a menudo convenientes para
generar un consenso de opiniones.
11 No se trata aquí de la “imprevisibilidad previsible” de ciertos estereotipos narrativos en
cine: el tímido que se vuelve intrépido o el padre trabajólico y ausente que se transforma en
el modelo del progenitor atento. Estamos hablando de conductas que escapan al patrón
habitual del personaje: un Don Juan empedernido que de repente se resiste a hacer una con-
quista o un asesino que sin motivo aparente perdona a su víctima.
12 Es muy probable que si hubiera sido una producción de Hollywood, este final no hubiera
sido satisfactorio, y se hubiera insistido para que el personaje de Hopkins sufriera algún
cambio, en aras de algo más “optimista”. Lo que sucede es que los finales optimistas tienen
que ser orgánicos y convincentes. De lo contrario, pueden resultar deprimentes porque
intuimos su inverosimilitud. Esta película que habla de las ocasiones perdidas en la vida –
únicas e irrepetibles – contiene una invitación solapada a que no cometamos el mismo error
que el personaje.
13 Las historias más interesantes suelen ser aquéllas donde la resolución del problema central
que viene tratándose en la película plantea un nuevo problema real, potencial o imaginario.
Se responden a algunos interrogantes pero se dejan plantadas las semillas de otros.
14 Esto exime también al guionista de la obligación de tener un conocimiento profundo y de
182 EL PUNTO G DEL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
primera mano de una situación que se sitúa fuera de su esfera posible de experiencia o de
investigación, y del peligro de caer en posibles desaciertos. Al plantear la historia desde la
perspectiva de un testigo exterior, el guionista puede pecar de la misma perplejidad o igno-
rancia que el protagonista, compartidas a su vez por el espectador quien acompañará a éste
en su descubrimiento de una realidad subjetiva y parcial.
15 Es de destacar la labor del guionista y experto en desarrollo español Valentín Fernández-
Tubau en torno a la escritura de diálogos, a la cual le ha aplicado el concepto de “mind map-
ping” con resultados muy interesantes.
16 Taller para autores y actores –diseñado por Eduardo Milewicz y Valentín Fernández Tubau–
3ª edición: Madrid, marzo de 2007. La escena del padre y la hija pertenece a Ana Puentes y
la de la pareja lesbiana a Raúl Serrano. En ésta, el hombre que llega a la casa es el jefe de una
de las dos mujeres, quien cada semana se acuesta con él para obtener beneficios en el traba-
jo. Su pareja es pintora y como no gana nada, necesita también que su compañera acceda a
los deseos de su jefe, pese al conflicto interno afectivo que la situación le genera. Esa noche,
en vez de estar fuera de casa en cumplimiento del acuerdo que tienen las dos mujeres, la pin-
tora decide quedarse, lo cual crea una situación de tensión dramática para los tres. Hubo dos
escenas más: la tercera, escrita por Begoña Saugar, consistió en un encuentro entre dos
mujeres, una de las cuales quiere alquilar el vientre de la otra porque no puede tener hijos y
ya está acercándose a una edad límite. En el momento en que se está por concretar el acuer-
do, llega una amiga de la mujer estéril cuya conducta pone en jaque el convenio. La última
historia, de Raquel García, trata acerca de dos amigas que están esperando la llegada de una
prostituta que una de ellas ha llamado para “iniciarlas” al lesbianismo. Pero hay un equívo-
co: mientras que la que ha tomado la iniciativa de llamar a la profesional tenía la intención
de tener relaciones con su amiga bajo las directivas de la prostituta, la otra se fascina con
ésta, una mujer voluptuosa y sensual. La situación comienza en clave humorística para ir
virando a lo dramático.
17 So pena de parecer un disco rayado, no puedo dejar de insistir sobre la relatividad de la
noción de diálogo “bien escrito”. Es cierto que una frase como ésta, por ejemplo, pronun-
ciada por un sepulturero, tiene valor autónomo: «Siempre me pregunté si al morir el peso de
una persona disminuye o aumenta. ¿La muerte quita o añade peso?”». Pero un simple “ah”,
un “no” o un silencio puede ser diálogo excelente según cómo esté tejido en la dramaturgia,
y cómo se integre dentro de un entramado formado por imágenes, gestos, miradas, sonidos,
espacios, tiempos, movimientos...