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ECOLOGÍA PROFUNDA:
VIVIR COMO SI LA NATURALEZA IMPORTARA
(cap. 38 de Trascender el Ego, ed. por R. Walsh y F. Vaughan,
Kairós, Barcelona, 1994)
El término ecología profunda fue acuñado por Arne Naess y se refiere a un enfoque
profundo y espiritual sobre la naturaleza que se deriva de una apertura más sensitiva
hacia nosotros mismos y hacia la vida que nos rodea. La esencia de la ecología profunda
brota, pues, naturalmente, del hecho de preguntarnos en profundidad sobre la vida
humana, la sociedad y la naturaleza.
La mayor parte de sus temas de interés son los tópicos que han preocupado a la filosofía
y a la religión de todos los tiempos. ¿Qué significa ser un individuo único? ¿Cómo
puede el self individual conservar y potenciar su singularidad sin dejar de participar en
un sistema global en el que no existe discontinuidad entre el self y el otro? Una
perspectiva verdaderamente ecológica puede conducir a aquello que Theodore Roszak
denomina "el despertar de una totalidad que es algo más que la suma de sus partes. El
espíritu de tal disciplina es, pues, contemplativo y terapéutico" (Roszak, T., 1972).
La consciencia ecológica profunda, por su parte, nos permite ir más allá de estas
ilusiones erróneas y peligrosas. Según la ecología profunda, el estudio de nuestro lugar
en el planeta Tierra nos obliga a reconocernos como parte de una totalidad orgánica.
Pero ir más allá de la estrecha visión científico-materialista de la realidad nos obliga a
fundir sus aspectos materiales y espirituales. Los líderes intelectuales más destacados de
la visión del mundo imperante han tendido a considerar a la religión como una "mera
superstición" y, en consecuencia, han subrayado la subjetividad de las antiguas prácticas
espirituales y de la iluminación. La consciencia ecológica profunda, por su parte,
constituye la búsqueda de una consciencia y un estado de ser más objetivo mediante un
cuestionamiento activo profundo, un proceso meditativo y un estilo de vida.
Autorrealización
Una sociedad nutricia y no dominante puede resultar sumamente útil en el "trabajo real"
de llegar a convertirnos en personas íntegras. Este "trabajo real" puede ser definido
simbólicamente como la realización del "self en el Self" (entendiendo por Self la
totalidad orgánica), y también podríamos resumir en una frase el proceso de pleno
desarrollo del self diciendo: "Yo no puedo salvarme mientras no lo hagan todos los
individuos" (y entendiendo aquí por individuo no sólo al individuo humano sino
también a toda la humanidad, las ballenas, los osos pardos, los ecosistemas de los
bosques húmedos, las montañas, los ríos y el más diminuto de los microbios).
Igualdad biocéntrica
La intuición de la igualdad biocéntrica afirma que todas las cosas tienen el mismo
derecho a vivir, crecer y alcanzar sus propias formas individuales de expresión y
autorrealización dentro del marco superior de la Autorrealización. Esta intuición básica
se resume en la idea de que todos los organismos y entidades que pueblan la ecosfera
participan de la misma totalidad interrelacionada y que, por consiguiente, tienen el
mismo valor intrínseco.
Las implicaciones prácticas de esta intuición, o de esta norma, nos invitan a vivir
causando el menor impacto posible sobre las otras especies y sobre el planeta en general.
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En tanto que individuos y comunidades humanas tenemos necesidades vitales que van
mucho más allá de la satisfacción de nuestras necesidades básicas -como el alimento, el
agua o el abrigo, por ejemplo-, necesidades entre las que se incluyen también el amor, el
juego, la expresión creativa, la relación con un determinado paisaje (o con el conjunto de
la Naturaleza), la relación íntima con los demás seres humanos y la necesidad vital del
desarrollo espiritual para llegar a devenir seres humanos maduros.
Es muy probable que nuestras necesidades vitales materiales sean mucho menores de lo
que generalmente creemos. La abrumadora publicidad de las sociedades tecnocrático-
industriales alimenta falsas necesidades y deseos destructivos que sólo sirven para
aumentar la productividad y el consumo, lo cual, de hecho, no hace sino impedirnos
afrontar de manera directa, objetiva y desde el principio, la necesidad de llevar a cabo
un "trabajo real" de crecimiento y maduración espiritual.
La mayor parte de las personas no se sienten partícipes de las ideas propugnadas por la
ecología profunda pero reconocen, sin embargo, nuestra necesidad vital -y, en realidad,
la necesidad vital que tiene toda forma de vida- de vivir en un entorno natural de
calidad, generando la menor cantidad posible de residuos tóxicos, evitando la
contaminación nuclear, el smog y la lluvia ácida y manteniendo los suficientes bosques
como para poder permanecer en contacto con nuestras fuentes, con los ritmos naturales
y con el flujo del tiempo y el espacio.
Las normas supremas propuestas por la ecología profunda se apoyan en una visión de
la naturaleza, de la realidad y del lugar que ocupamos como individuos (múltiples en la
unidad) en el esquema global de las cosas. Dichos principios no pueden ser abordados
de un modo meramente intelectual sino que tan sólo pueden ser aprehendidos
experiencialmente. El cuadro que presentamos a continuación resume la diferencia
existente entre la visión del mundo predominante en nuestra sociedad y la visión que
nos propone la ecología profunda.
Referencias:
Fox, W. (1984) Deep Ecology: a new philosophy of our time? The Ecologist, 14, pp. 5-6.