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Memoria de Los Llanos 1

MEMORIA
DE LOS LLANOS
2 Héctor David Gatica
Memoria de Los Llanos 3

Hector David Gatica

MEMORIA
DE LOS LLANOS
EDICION Nº 16
4 Héctor David Gatica

© 2017 Héctor David Gatica. E-mail: hectordavidgatica@hotmail.com.


Tel.: 0380-4425548

Xilografías de tapa: Pedro Molina

Diseño de tapa e interior: Carlos Paigés

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Memoria de Los Llanos 5

Héctor David Gatica


y la tragedia de Los Llanos
(De «Escritores Riojanos» de Roberto Rojo)

Héctor David Gatica expresa la tragedia de Los Llanos. Tra-


gedia del siglo XX que es consecuencia de la derrota política del
proyecto federal que sustentaba La Rioja en el siglo XIX. Es así: Los
Llanos habían hecho historia con sus caudillos, que dieron batalla
porque sabían que no existía futuro posible sin equidad en el reparto
de las riquezas nacionales. Y sufrieron las consecuencias de la inso-
lencia de resistir durante cincuenta años el dictado del centralismo
porteño: la barbarie y el escarmiento, entonces, no se hizo esperar: El
Chacho Peñaloza -Los Llanos- es lanceado y decapitado.
Al siglo de los caudillos, dice Gatica, le sigue el siglo de los
poetas. Todo había cambiado y ya no se podía luchar -existir- a tra-
vés de la espada: era la hora de la pluma. Y Los Llanos entonces,
engendra poetas y escritores: Rosario Vera Peñaloza, Rosa Bazán
de Cámara, Juan Zacarías Agüero Vera, Nicandro Vera, Artemio Mo-
reno, el propio Ángel María Vargas tenía raíces llanistas por sus pa-
dres, y después Ferraro y Gatica.
«Memoria de los Llanos», primer libro de Gatica, es la me-
moria de la tragedia de sus habitantes. Gatica le cuenta al mundo lo
irremediable; y sus coterráneos poco y nada pueden hacer por esa
zona que no levanta cabeza. Parece que los gobiernos provinciales,
que suelen hacer marketing con la Historia y lanzar frases de compro-
miso, tampoco pueden hacer mucho...
Los habitantes de Los Llanos son sobrevivientes
fantasmagóricos, están condenados de antemano, por eso, pese a
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sus esfuerzos, sólo fundarán el olvido, porque han nacido fuera de la


Historia y vivieran fuera de la Historia.
Lugar de obrajes -cuenta Gatica-, poblado de hacheros, ha-
cedores de carbón, conductores de carros, criadores de cabras,
arrieros, alambradores, poceros y puesteros. Oficios duros,
embrutecedores, y el alcohol fluye para olvidar porque ya estaban
olvidados. El testimonio poético de Raúl González Tuñón en su poe-
ma «Los guitarreros de Catuna» escrito en 1925, no deja lugar a
dudas.
La epopeya federal era un asunto muy lejano, porque la nueva
realidad, la secuela era patética. Guitarreros y cantores de Los Lla-
nos, hombres de fuerte consistencia física, de antepasados guerreros,
pero ya sin batallas que librar... Lo cuenta el propio Gatica: Llanos
de La Rioja, tierra de los cantores a caballo, don Carmen Ibáñez
Luna es uno de ellos, su cuerpo es tan grande como la fortuna de
años que lo habita, un novillo entero le cabe en el apetito; sus
manazas tapan la guitarra. Y canta, canta con una boca de le-
guas, canta en contrapunto, lo hará hasta el alba, perdiendo quien
cae primero del caballo herido por el vino. El otro es don Domin-
go Arias, que llega de «Las Lagunitas». Los juglares estaban tam-
bién ahí, los cantares del Siglo de Oro, el coplerío español ha-
ciendo equitación. «Disciplinado Clavel», de perfiles gongorinos,
era uno de esos cantos. Un ruido de tala derribado castiga el
polvo largo del llano y el cuerpo musical de don Carmen Ibáñez
Luna ha quedado tendido junto a las patas de la madrugada.
Gatica sigue un periplo parecido a Ferraro, también va a
Mendoza y a los países latinoamericanos pero ya es demasiado tarde
para sacudirse su Historia. Gatica va en busca de alfabetizarse en
literatura, encuentra una lista de autores que debe y necesita leer. Y
los lee y los asimila muy bien. Pero en realidad lo que estaba buscan-
Memoria de Los Llanos 7

do era procurarse los recursos para contar de la mejor manera la


tragedia de Los Llanos.
David y su hermano Omar, para no morir, para colgarse de la
historia, empuñan el mimeógrafo. Leen, escriben, imprimen y distri-
buyen, se conectan con el mundo a través de las revistas «Alborada»
y «Poesía Amiga». También Ferraro se conectaba con los escritores
y poetas del mundo casi sin salir de su escritorio de la ciudad de La
Rioja. Ambos recibían libros, revistas y otras publicaciones de los
sitios más diversos...
Es un lugar común el chiste malo que le hacen a David sobre la
inexistencia de Villa Nidia, su pueblo natal, casi pegado a la frontera
con San Luis. En realidad Villa Nidia es de una existencia precaria,
virtual, era y es la voluntad de un puñado de personas que buscaban
un lugar en el mundo, aunque fuera muy remoto, lejos de la civiliza-
ción. El poeta, con su pluma refundó Villa Nidia y gran parte de Los
Llanos y los difundió por todas partes.
Gatica, a través de todos sus libros, en prosa y en verso, ela-
bora sin prisa y sin pausa un descarnado testimonio. O mejor dicho sí
tiene prisa porque una de sus preocupaciones fundamentales es com-
batir el olvido, nada menos...
El olvido, para Gatica, es Goliat. Gatica da batalla con su em-
paque de poeta, esmirriado, con anteojos que acentúan su fragilidad
física... Con su tonada llanistas me dijo que ha visto cómo el olvido se
lleva cosas valiosas y eso lo desarma. Ahí está entonces su tarea
ciclópea de recopilación, que ya lleva varias publicaciones: todos los
departamentos de la provincia con sus poetas, sus escritores, sus le-
yendas, sus libros... Además de su obra, ese es su mensaje al futuro,
les dice a las generaciones por venir esta gente vivió en La Rioja y
escribió estas cosas...
También me dijo que lleva escrito un diario íntimo de 1700
páginas. Y sin embargo, confiesa, hay cosas que las leo y no me
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puedo acordar, es increíble. Pese a esos olvidos, que seguramente


se referirán a episodios y otras menudencias de la vida diaria, estoy
convencido de que el poeta de Villa Nidia se puede postular tranqui-
lamente para ser uno de los hombreslibro que soñó Ray Bradbury en
«Fahrenheit 451», aquellos hombres que ante la amenaza de los
bomberos que incendiaban bibliotecas deciden memorizar libros en-
teros, la memoria de Gatica es prodigiosa, guarda un inmenso núme-
ro de poemas de autores que admira y honra en sus recitales poéti-
cos...
«La Cantata Riojana», obra poético y musical, Gatica la letra
y Ramón Navarro la música, fue inspirada por el libro de Ricardo
Mercado Luna «La ciudad de los naranjos». Después de leerlo
Gatica y Navarro se dijeron tenemos que hacer algo. Se pusieron a
trabajar y al tiempo Gatica le dijo a Navarro: se me desbocó el caba-
llo... Gatica se entusiasmó y pronto la ciudad le quedó chica, haga-
mos algo más abarcador, de toda la provincia. Así fue que la Can-
tata hace un racconto de la historia riojana, los aborígenes, la funda-
ción, los problemas del agua hasta la realidad dolorosa de los años de
plomo...
La edición en cassette de esta obra fue un gran impacto. Se
grabó con una introducción a cargo del gobernador Carlos Menem,
que cuando fue elegido presidente gestionó su presentación en el tea-
tro Colón.
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ALGUNAS DE LAS EDICIONES DE


MEMORIA DE LOS LLANOS

Año 1961
10 Héctor David Gatica

Año 1963
Memoria de Los Llanos 11

Año 1964
12 Héctor David Gatica

Año 1965
Memoria de Los Llanos 13

Año 1967
14 Héctor David Gatica

Año 1983
Memoria de Los Llanos 15

Edición en Frances y Castellano

Año 1992
16 Héctor David Gatica

Año 1993
Memoria de Los Llanos 17

Año 1996
18 Héctor David Gatica

Año 2006
Memoria de Los Llanos 19

Año 2012
20 Héctor David Gatica

Año 2017
Memoria de Los Llanos 21

MEMORIA
DE LOS LLANOS
- Edición Nº 15 -

El escritor del interior permanece, muchas veces, con la mayo-


ría de sus obras inéditas, y es feliz si alcanza a publicar una vez tan si
quiera, alguna o algunas de ellas. Rara es la oportunidad en que se
alcanza el "lujo" de una reimpresión.
De manera que, ahora, después de aparecida la primera edi-
ción, 1961, poder entregar como caso único en la historia de las le-
tras riojanas - de autor vivo - una obra editada por quince veces - y
más siendo poética - es para mí todo un halago.

Otras reediciones:
5 ediciones ..........Himnos Farisaicos
6 ediciones...........Los Días del Amor, País Desvelado y
Los Días Insólitos
8 ediciones...........Cantata Riojana (entre libro, poema y
discos)
8 ediciones ......... Los Fundadores del Olvido
16 ediciones.........Memoria de Los Llanos
22 Héctor David Gatica
Memoria de Los Llanos 23

BREVE CONSIDERACION

Este libro fue creciendo tras sus distintas ediciones, nunca iguales
una a otra, corregidas y aumentadas, bajo las nominaciones de "El
Cantor·", "Memoria de los Llanos" y "Hay Un Mundo".
Las correcciones han ido surgiendo de los recitales que fui dando
por el país, los cuales me permitieron vivirlo nuevamente y retocar lo
que encontraba perfectible.
Y no sólo en los auditorios de la ciudad; cuántas veces los dije
también en los campos de Villa Nidia, para las sendas, los pastos, los
montes; para los pájaros, el silencio, el viento, la soledad.
Cuando hice la impresión de 1983 - gracias al premio obtenido
con el cuento "Las muertes de Pedro Berón" - estaba convencido de
que ésa sería la última entrega que en vida podría entregar de esta
obra. Felizmente me equivoqué.
Ni bien tuve entre mis manos la edición aquella, corrí hacia mi
tierra para ir entregando un libro en cada casa de los distintos puestos
que conforman Villa Nidia.
Se trataba de una deuda moral y debía saldarla; ellos eran los
inspiradores, los padres de MEMORIA DE LOS LLANOS, y así se
los dije aquella noche de 1990, cuando mi pueblo me regaló un cálido
homenaje, con la presencia de más de seiscientas personas reunidas
bajo la luna de octubre, llegadas del sur riojano, del norte puntano, de
la ciudad de La Rioja, Córdoba, Bs. As., etc.
24 Héctor David Gatica

Al fallecer Berna Miranda - quien figura en la poesía "Campe-


ro" - a mí me dio mucha pena; mas fue grande mi emoción al enterar-
me que en los últimos días de su postración, lo acompañó permanen-
temente en su lecho Memoria de los Llanos, que leía diariamente has-
ta quedar dormido. Un hombre que apenas alcanzó tercer grado, que
después en el resto de su vida sabe Dios si sus empeños rurales de
hombre bueno, le dieron tiempo siquiera para leer una carta, enterar-
me que llegó al momento de su muerte en compañía de mi libro, es el
más grande homenaje y la mejor crítica que pueda reicibir.
Eso, y saber que hacheros, carreros, gente muy humilde en fin,
leen estas memorias y las reclaman si no las tienen, sobrepasa para mí
cualquier ponderación. Y más aún, sintiendo que esto, trasladado a la
ciudad, es recibido de igual manera.

H. D. G.
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RECONOCIMIENTO

A la memoria de mis padres Celso Gatica y Delia Durán, fun-


dadores de Villa Nidia.
A mis hermanos:
Nydia del Valle, a quien debo el contacto con los primeros
libros, cuando en mi niñez la escuchaba, desde algún rincón de las
tardes campestres sosegadas, leerles novelas a mis padres. A ella,
además, se debe el nombre de Villa Nidia. Partió en 1991.
Edgardo Benjamín, que colaboró con la difusión de la revista
Alborada en Siempre Verde y Ulapes, en tanto ejerció la docencia en
dichos lugares. Falleció en 2010.
Celso Joaquín (QEPD); amaba las artesanías lugareñas y las
gentes humildes. A los 20 años lo apuró la brucelosis.
Alonso Darío, con quién salí tantas noches a cazar vizcachas y
a quien, en los atardeceres, acompañaba a poner las trampas a los
zorros.
María Elsa, que trajo "El Santo Rosario" a nuestra unión de las
noches villanidenses, y que nos acompañó en las ediciones de Albo-
rada y en una total entrega por Villa Nidia mientras ejerció la direc-
ción de la Escuela 112. Se nos fue en 2010.
Omar Nicolás -que ha escritos varios cuentos-, por ser el
cofundador de la revista Alborada y co-director,acompañándome du-
rante los cuarenta y cinco números de la edición de la revista, como
asimismo en las luchas por este rincón llanero, día tras día, año tras
año, tirando parejo, sin apuro y sin pausa, como dos bueyes. Hoy
edita la Revista CAMINANDO. Año XXXII Nº 51.
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Noemí del Carmen -la menor- que también puso su hombro


por Villa Nidia en tanto fue maestra en la Escuela 112.
(En esta escuela rural fuimos todos alumnos y después docen-
tes, la mayoría. Y tuvimos como maestros a nuestros propios pa-
dres).
Al grupo de docentes que colaboró puntual y animosamente en
las ediciones de Alborada y en las instituciones de la Escuela 112;
Humberto Vidal Soria, Alodia Ortiz, Elva Balmaceda, y maestros su-
plentes que estuvieron de paso.
A Venancio y Alfredo Leyes, que tanto hicieron por este de-
partamento de la Sierra de Las Minas y de La Merced de la Travesía.
A "Bocha" Ludueña y Arturo Leyes, recuerdo de tres guitarras.
A los sostenedores de la Asociación "El Despertar Riojano" y
sus cien socios, con quienes hicimos teatro vocacional largos años
oficiando de autores y actores, fundando a su vez una biblioteca pú-
blica con edificio propio entre algarrobos y pichanas y creando Albo-
rada, ayudando además a levantar la sala de primeros auxilios y una
capilla, siempre en unión con ese vecindario tan afanoso.
A la memoria de Felipe Celestino Cabáñez, hachero, que per-
maneció a mi lado hasta sus últimos momentos en todas las ediciones
de Alborada y Poesía Amiga y que tantas veces, mientras el campo
permanecía en total mutismo, sólo sorprendido por el grito de un tero
o una lechuza, dábamos vueltas y más vueltas al mimeógrafo durante
todo el día y hasta que la noche volvía a soltar sus sombras y su
silencio sobre el campo...
Extensivo también este agradecimiento a Ramón Gregorio
Cabáñez.
A aquellos con quienes sostuvimos el club deportivo, perdien-
do partidos pero haciéndole goles a la amistad.
A carboneros y hacheros de esta bendita tierra, que constitu-
yen la raíz de mis cantos y por quienes y para quienes escribí estas
memorias.
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Y a todo el desparramado vecindario de Villa Nidia por tres


leguas a la redonda, que yo conservo impreso muy adentro de mi
corazón, formado por los Arabel, Cabáñez, Velázquez, Pereyra, Flo-
res, Gauna, Fernández, Avila, Altamirano, Miranda, Tello, Guardia,
Soria, Maldonado, Llanos, Morán, Montivero, Albelo, Quintero,
Palma, Arce, Torres y otros.
Al coronel farmacéutico Mozart Schettini y su compañero Mario
Lemos, románticos de la sanidad, que poblaron de botiquines los
llanos de La Rioja.
Al presbítero Angel Ramón Nardillo, sembrador del Evangelio
por llanos y sierras.
A Don Humberto Pereyra, pionero del periodismo en estos
lares con su periódico Aspiración allá por 1937.
Y por último, a todos aquellos que desde cerca o desde lejos,
desde los pueblos vecinos riojanos y puntanos, como así de América
y desde allende el mar apoyaron nuestra obra.
Y a quienes, actualmente, siguen luchando con ánimo admira-
ble porque Villa Nidia no muera.

H. D. G.
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PRIMERA PARTE
- El Cantor -

Héctor David Gatica es un poeta que vive en La Rioja, la natu-


raleza le comunicó el don del canto. Su lectura nos regocija porque
rescata a la poesía de tantas líneas hechas versos a que estamos acos-
tumbrados, vorágine ésta que ya nos asfixia.
Y esta voz viene así, auténtica, sin aspavientos, hondamente.
Este escritor ha evidenciado ser propietario de las herramien-
tas necesarias para construir una obra de valor.
Pero ¿qué secreto tiene este hombre para escribir tan claro y
preciso? Ninguno. Otra vez cito a Rilke: sabe con él que "los versos
no son sentimientos, sino experiencias".

Francisco Colombo, Córdoba.


Del prólogo a la segunda edición de "El Cantor".

SEGUNDA PARTE
- Memoria de Los Llanos -

Héctor David Gatica es una voz inevitable. Nadie puede refe-


rirse a la actualidad legendaria y agreste de los llanos de La Rioja, sin
mencionar a este oculto pero siempre visible poeta cuya palabra vi-
gía, elegida, alta y sustanciosa se revela desde un heroico cráter de
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ramas y guadales, como aquellos encendidos pájaros que los


argonautas veían emerger deslumbrados, más allá de los fabulosos y
cambiantes horizontes del Tamais.
Se trata de un hombre que canta lo que vive y vive lo que
canta.
El es el testigo intransferible, el decidor más lúcido de una
singularísima comarca habitada por arrieros, pastores y hachadores,
en un paraje donde la redondez regional de la tierra se debate cerra-
da y pequeñamente en la posibilidad de los más ásperos olvidos, y el
tiempo ha dejado de cumplir sus años.
Alli, este vendimiador genuino del vocable ha recogido sus mo-
tivaciones carnales, integrando una geografía genital de nombres y
sucesos en cuya circunstancia ha esculpido con acierto de orfebre, la
armazón entrañable de estas vivas y místicas memorias.

Ariel Ferraro, La Rioja.


Del prólogo a la primera edición de
"Memoria de los llanos".
Memoria de Los Llanos 31

ANIMAL, PLANTA Y TIERRA

Animal
como son los de los campos de El Aromo
cavo cuevas en mi sombra
y es esa mi guarida entre churcales.

Y en épocas de otoño
cuando cae la sombra de las tuscas
yo vuelvo a mis raices

Tupidos pastizales son mis sueños


y en las sendas perdidas de los días
entre zampas y talas
deja el rastro
la salvaje carrera de mi vida.
32 Héctor David Gatica

TROPERO

Bellaqueo de lunas en la Sierra de Ulapes.


Ensillar de luceros hacia el alba de Chepes.
Siento el pecho extenderse como un campo
y sonar el cencerro de una tropa.

Si pudiera juntar las noches sueltas


que se han ido perdiendo entre los años
ensillar los caminos
ser arriero del viento y del olvido.

¡Aquí voy
con el grito sobre el tiempo
imitando el relincho de los llanos
crin de pasto en el cuello de la tierra.

Aquí estoy
enterrando las espuelas
en el cuerpo cansado de los días.

Cuando caiga la bestia de mi aliento


moriré sobre el canto!
Memoria de Los Llanos 33

CANCION DE AGOSTO
(Al cumplirse las bodas de oro de la Escuela Nº 112 de Villa Nidia)

Y cuentan los abuelos desde el simple


recinto de sus barbas y su apero
que éste fue un pastizal de altura intacta
donde andaban sin rumbo los arrrieros.

Están aquí y aún pueden decirlo


estos hombres de memorias postergadas
que no habia posadas ni caminos
tan solo un chañaral y alguna aguada.

Después el algarrobo alzó los pájaros


el retamal cuajó la voz del viento
y en la jarilla se asomó el verano
verde y sediento.

Y vinieron los carros con sus llantas


consiguiendo una huella para el sueño.
Así se despertaron los caminos
en sudoroso empeño

El corazón del día fue quemado


por algún carbonero
34 Héctor David Gatica

quizás en este mismo sitio


donde un lento país se hizo obrajero.

Y los árboles, tiezos y sin gloria,


rota su altura por el hacha maderera
viajaron en los carros cachacientos
tras una larga muerte fogonera.

II

Un día una campana


voló sobre este reino de pichana
y encaramada al trono del hornero
nos llamó esa mañana.

Era la escuela
en el país del puma y de la cabra:
Corral de Isaac, Bajo Hondo, Tello,
Nueva Esperanza, San Isidro, El Abra(1).

Una maestra abría su palabra


sobre el viento y las leguas
y hubo niños letreando aquel agosto
junto a una tierra igual, recia y sin tregua.

1- En todos estos lugares las escuelas cumplieron sus bodas de oro


el mismo año.
Memoria de Los Llanos 35

Dibujo de Leopoldo Torres Agüero


36 Héctor David Gatica

La siesta en asnos lentos


regresaba quemando los sombreros
o en las mañanas tiezas la alpargata
le rastreaba la helada a los potreros.

Maíz tostado, torta al rescoldo y algarroba


y un silbido en el anca de la vida.
Así se fue formando, entre caronas,
esta escuela rural de Villa Nidia.

Ah cancha de bolitas carrascales


donde encontrar un sitio para el niño
lejanos compañeros del tejo y la tapada
de la honda y los nidos.

Mas cuantos de esos niños


egresados de la temprana edad
urgidos por los tímidos jornales
buscaron la ciudad.

Los otros, arraigados hasta el llanto,


inventaron la forma de quedarse
dieron con su mujer, trajeron hijos
y esta manera algarrobal de amarse.

Y esa maestra que hace medio siglo


fue una joven promesa de veinte años
Memoria de Los Llanos 37

nos cubre ahora con sus canas


y las setenta arrugas de sus manos. (1)

Y hoy estamos aquí, canción de agosto,


cincuenta años después de la campana
para abrazarnos y escuchar de nuevo
aquel son tan lejano que aún nos llama.

1- Esa maestra era mi madre, fundadora de la escuela, que hoy lleva


su nombre.
38 Héctor David Gatica

BURRO

Lento trote
que monta garrotazos por leguas en la nuca.

Enancados los niños que vienen de La Estrella,


de Santa Rosa, de la Media Luna
a todo sol
le pondrán la paciencia de plantón al asno
y ahí se quedará por horas y horas
atado a la mañana.
Ni un recreo de sombra.

II

Cuando toque salida la campana en Villa Nidia


sintiéndose ensillado por la siesta
volverá levantando ese rescoldo
que del polvo hace el sol cuando calienta.

III

La cadena a la cincha
le atarán al regreso y por las sendas
Memoria de Los Llanos 39

yéndose con un tranco apaleado


dejará la pobreza de sus rastros.

IV

Ni bien cruja la tarde leñatera


en su rama de luz rajada arriba
y de sombras la noche rastras ate,
tirando su sed, su hambre, su cansancio
volverá nuestro burro tranqueando con la leña.
Recién entonces le bajarán sudor y lonas.
Ya suelto
revolcando el esqueleto
sentirá que la tierra lo acaricia...

En el polvo tal vez quede una lágrima.

La luna trotará campos de cielo.


Al mirarla
en los ojos el jumento
retendrá su luz mansa
y alzando las orejas paralelas
en la página sola del silencio
dejará entre comillas un rebuzno.
40 Héctor David Gatica

CABALLO(1)

Tiempos briosos
Leguas zainas que hallaron una forma
y un tropel y una vida es mi caballo.
¡Qué son todas las leguas de los llanos
si no un potro sediento y desbocado!

Silla briosa de patas enojadas.


Un relincho tuzado alza los cascos
al llevarme sentado sobre el polvo.

Tiene olor a sudores de distancia


tu galope
y nada nos detiene cuando vamos los dos.

La vejez
Solo el tiempo te ha ganado la carrera
y has venido a pararte junto al rancho.
Te tirita en el lomo la amistad...
Memoria de Los Llanos 41

Ya no puedes serme útil.

No hace falta bozal. Ya no hay cosquillas.


Con un lazo te tiro los cansancios
y los llevo a manearlos junto al cerco.
Voy a voltear la silla que domé.
Tu cuero ha de servirme por los menos.

Mi puñal te despide por la nuca.


Haré un noque con el relincho de tu adiós.

1- En aquella época, cuando un caballo llegaba a viejo y ya no servía,


se lo tusaba y se le pelaba la cola -para utilizar la cerda-, después se
lo mataba clavándole un cuchillo en la nuca, utilizando el cuero para
hacer el noque conque sacar agua del pozo balde.
Cuando el perro envejecía se lo ahorcaba.
De estos dos fieles amigos del hombre, la diferencia que había entre
ellos estaba dada en su juventud: la del caballo, con un tiempo brioso,
la del perro, con un tiempo bravo.
42 Héctor David Gatica

PERRO

Tiempos bravos La vejez


Cariño hablando en el rabo. Te está arrastrando las patas
Fidelidad con colmillos. el servicio de los años.
Pelo de rabias ladradas Ya no sirves para nada
y de humildades lamidas. y estorbas y sueltas sarnas.

Noches mordidas velando El amo te invita al campo.


el caro sueño del amo. Te restriegas en sus piernas
y le haces fiestas al lazo
Bajas mudo la cabeza que te ha echado en el ladrido.
cuando en la casa te gritan.
Una agonía trenzada
Cazador de castañetas, tirada por sobre un gajo
tienen perdón infantil te está por alzar del suelo.
tus olvidos asesados. ¡Abres la boca y no puedes
morder la muerte colgada!
Tu hambre se rompe en un
hueso; Cómo has soltado las patas...
no te ofende comer sobras.
Memoria de Los Llanos 43

SOMBRAS(1)

Luz del alba rumiando en los chiqueros


que mi comadre ordeña.
Sus manos sustanciosas amasan quesos
o golpean la tela el día entero
tejiendo peleros y jergones.

Mientras tanto los brazos de su hombre el hachero


rebotan en el monte
o se abren como leños
para abrazar los árboles tumbados.

Cuando al caer la tarde el horizonte


parta al sol de un hachazo
y llegue la sombra con sombrero al rancho
dos manos rozarán sus asperezas
al pasarle ella un mate junto al fuego
y temblando cansancio entre los puños
sin decirse palabra
dos sombras sabrán que se han hablado.

1- Las manos del hachero tanto como las del alambrador, tienen la
dureza de la corteza de un quebracho.
44 Héctor David Gatica

ALAMBRADOR

Tiene un canto en las virutas que le saca a la madera


el gusano de acero del taladro.

Tenazas callosas
las manos de los Flores
tiranteando las cuerdas del potrero
hasta darle el sonido de una larga guitarra
con trastes de postes y varillas...
Un destino de músico y peón.

II

Encerrando distancias por la Merced de Amaya


desde la Sierra de las Minas
hasta dar con los guadales de La Médula
desenrollas tu vida, alambrador,
y la entierras como un poste de retamo.
Y en las manos
cuando quieres posarlas sobre tu hijo
se te vuelven corteza las caricias.
Memoria de Los Llanos 45

Fotografía de Ramón Argentino Avila

Don Manuel Flores, alambrador

Tenazas callosas
las manos de los Flores
46 Héctor David Gatica

EL CAMPO DE LA ESTRELLA(1)
A Pepe Vega (2)

No me queda más jornal que el olvido


ni más fiesta que el pasado.

Yo que encendía las primeras estrellas


y apagaba las últimas
para que nunca más me alcanzara la noche
sin completar el día.

Que saqué agua debajo de la tierra


para poder contar una majada,
hice casa de adobes
y la traje a la Helina,
corral para los toros
y si es poco una represa.

Yo que cerqué mis madrugadas


con la rama de la tusca
para sembrar angolas y maíz.

Que alambré campo afuera


hice un puesto (3)
Memoria de Los Llanos 47

y le puse por hermoso nombre...La Estrella.

Yo, Don Salvador Tello,


que sembré mis hijos
ahí donde planté los postes
encerrando el canto de las chuñas
y les até la infancia al bramadero
para que nunca dejaran esta tierra!
Les cuento:
El hijo mayor es chofer de taxi en Buenos Aires,
el que le sigue
empleado administrativo en Venado Tuerto
y en cuanto a las niñas
van a la academia
y ayudan en casas de familia...

Bien sé que felizmente han encontrado


y a mí me han convencido...
comprador para el campo de La Estrella.

¡Como arrastra la Helina su vida de alpargatas


para poder llegar al último corral!

Venga, Señor Comprador,


usted tiene dinero suficiente
48 Héctor David Gatica

como para comprar el campo de La Estrella


y toda mi tristeza.
Venga a oler el poleo que perfuma la tarde,
si aprende a amar ese olor
le voy a perdonar el negocio con los hijos.

No enciendas el farol a querosén, Helina, esta noche.


Esta noche ni nunca.
Un farol a querosén estorba en el pueblo.
... Y nosotros también.

Me hubiera gustado salir al patio


a contemplar como aparecen las estrellas
pero esta luz de las ciudades
no deja ver el cielo.

1- Esta triste experiencia de emplear toda la vida en fundar un puesto,


para que a la vejez vengan los hijos de la ciudad a venderlo, está
contado en el cuento «Los Fundadores del Olvido».
2- La dedicatoria a Pepe Vega se debe a que él le puso el nombre de
«La Estrella» a un puesto suyo, por este poema.
3- Le llaman puesto a un campito alambrado con su correspondiente
«casco»: casa, represa, pozo balde, corrales.
Memoria de Los Llanos 49

HOMBRE Y PAJARO Y FLOR

He querido quedarme entre lo mío


desgarrado en el reino de la espina
donde se halla el silencio con raíces
y se tiene el espacio de los pájaros.

Ya sabrán las auroras entenderse


para darme el mensaje de los vientos.

Corazón de malezas
en mi vida cruzada por las ramas;
hombre y pájaro y flor
entre lo mío.

PARIS, 25.II.93. Querido amigo Héctor David Gatica: Qué casualidad,


aquí encontré al común amigo Torres Agüero y charlamos unos 30 mi-
nutos. Qué alegría al leer su libro (Se trata de Memoria de los Llanos tradu-
cido al francés por Eduardo Carballido y que integra la colección NADIR,
donde están incluídos Leopoldo MARECHAL, Juan L. ORTIZ, Conrado Nalé
ROXLO, Oliverio GIRONDO, Manuel J. CASTILLA, Alejandra PISARNIK,
Ricardo E. MOLINARI, Alberto GIRRI, E. Martínez ESTRADA, Fernández MO-
RENO, Raúl G. AGUIRRE, etc.) y desde ya comencé a componer una obra
sinfónico coral sobre el texto de página Nº 40. (Es el poema Hombre y
50 Héctor David Gatica

Pájaro y Flor y que en francés aparece con el título HOMNE ET OISEAU ET


FLEUR). Espero estrenarla para fin de este 1993. Espero que sea de su
gusto que haya elegido éste. Quizás algo será «PARLATO» (hablado).
Yo aquí en mi mundo de trabajo y contratado para dirigir en agosto 94
en el Festival de Wissen BURG (frontera casi del sur de Francia con
Alemania). Añoro mi querida La Rioja.

MADRID, 8-III-93. Mi querido amigo: En los momentos libres sigo con su


Obra. Veré como ir unos días a La Rioja y decirle algo de su labor sobre
su texto. Estuve lejos de París, aquí y luego Huelva, Sevilla y ayer Toledo.
Llego a Bs. As. a más tardar el 14 y ya veremos como encontrarnos. Un
fraterno abrazo. Fauré. (El maestro Rodríguez Fauré viajaba permanen-
temente por el mundo dirigiendo las orquestas más famosas. El encuen-
tro en La Rioja no se dio pues falleció unos días antes y la obra sinfónico
coral se perdió).
Memoria de Los Llanos 51

RIOJA ESCONDIDA(1)

Rioja,
escondida en el pecho de la piedra famatina,
déjame que te explote con mis versos
para encontrar tu corazón minero.

Rioja,
blanco ajuar en los naranjos florecidos,
déjame descender a tus entrañas
que en el alba pulposa de los valles
quiero entrar a morir como semilla
por subir al perfume del azahar.

Rioja,
luna norte de aceite allá en Arauco,
déjame que te beba
el canto del arroyo
y me bañe en sus aguas aceitunas
hasta darme el color de los olivos.

Rioja,
canto tinto de un racimo cortado en Vichigasta,
52 Héctor David Gatica

déjame en los borrachos viñatales


ensayar la locura de los ebrios
y quitarle a la boca de las uvas
el beso enamorado de la tierra.

Rioja,
espinuda en los dedos de tu suelo quebrachero,
no me arrees esclavo a los asfaltos;
déjame aquí, salvaje, entre los árboles y el viento
con los ojos perdidos en el cielo.
Quiero verme clavado en tus dolores,
en la sed empacada de los llanos
y asomar en el cactus de mi canto espinudo
con la blanca sonrisa de la flor del cardón.

1- Tiene música con ritmo de chaya de Ramón Navarro. Fue grabada


por «Libre Voz» y el disco lleva su nombre, Rioja Escondida.
Memoria de Los Llanos 53

JUAN FACUNDO QUIROGA

Fue general de noches En cuadrúpedas astas


de ejércitos de noches quería izar su pueblo;
armadas con su nombre a una driza de sangre
galopando se le ataron las manos.
cinchadas al sobaco
de un corazón rebelde. Tuvo un día redondo
con llantas al acecho
Tuvo vainas de luna que lo llevó rodando
para un coraje arisco barrancas de la ausencia.
y al cinto de la tierra
le colgó armas de cascos. Bajo un techo de fama
y a las puertas del mando
Vistió ponchos de arena un miedo gatillado
que le fue urdiendo el viento. le partió el pensamiento.

Para salvar malos entendidos recuerdo nuevamente aquí -ya lo hice en


«Mapa de la Poesía Riojana»- que mi poema «Juan Facundo Quiroga»
equivocadamente se encuentra en el libro póstumo de Julián Amatte, en
lo cual este poeta nada tuvo que ver.
Dicho poema aparece por primera vez en mi libro «El Cantor», Colección
«Humapailita», 1961, del Consejo Editorial del Estado; en cambio la de
Amatte es de 1987, o sea, 26 años después. -H.D.G.-
Este poema, impreso sobre granito, se encuentra desde 2009 en Ba-
rranca Yaco, donde fuera asesinado el caudillo riojano, descubriendo la
placa los gobernadores de Córdoba y La Rioja.
54 Héctor David Gatica
Memoria de Los Llanos 55

SEGUNDA PARTE
56 Héctor David Gatica

Dibujo de Leopoldo Torres Agüero

Pedro Berón, pocero


Y fue sentir un golpe húmedo a trueno
en la profunda tumba de Berón.
Memoria de Los Llanos 57

LA TUMBA DE PEDRO BERON

A mediodía, hora en que el sol ilumina mejor el fondo de un


pozo balde, Pedro Berón dispuso dar la última cava de agua a un pozo por él
trabajado.
Habría descendido unos tres metros, cuando la soga se cortó, dejando
que el pesado cuerpo callera y se estrellara contra el fondo, con escasa agua
aún, y de una profundidad de más de treinta metros.
Los echadores corrieron al brocal, para solo escuchar palabras
inteligibles. Un pocero que estaba de paso fue llamado inmediatamente, y
haciendo uso de la misma soga descendió presuroso. Lo encontró sentado, las
mandíbulas sueltas, un talón rajado mostrando el hueso y la otra pierna con la
tibia y los tobillos salidos.
Lo levantaron a la superficie envuelto en un poncho y una colcha.
Años anteriores su esposa, que se hallaba recibiendo agua, se sintió
enferma, se retiró al rancho y dio a luz una niñita, falleciendo en el acto.
La criatura sobrevivió y en el 59, a la edad de seis años, mientras jugaba,
cayó también en uno de estos pozos falleciendo de inmediato.
El pocero es hombre muy servicial, que no pregunta si hace frío o calor
para entrarse a un pozo, a pelear con las víboras, si es verano, o estarse varias
horas en el agua en invierno, recibiendo en el cuerpo el barro que cae mientras
sube el noque cargado con lo que el pocero va sacando en cada cava de agua;
tierra, tosca, barro. El reumatismo entra al fin en estos cuerpos.
Los poceros veteranos de nuestra zona han sido Pedro Berón y Nativi-
dad Maldonado, ambos en un tiempo postrados gravemente de brucelosis -
más conocida como fiebre malta-, mal que ataca con crudeza los huesos y que
tantas víctimas ha hecho en el sud riojano.
Nos queda Natividad Maldonado.
Pedro se fue, tal vez a cavar otros pozos con agua de estrellas.
Sus restos quebrados tuvieron sepultura en el cementerio de Villa Nidia,
el 14 de julio de 1961. (Revista Alborada, Año VI, Nº 32. Noviembre de 1961)(1)
58 Héctor David Gatica

(1)- Alborada, revista fundada y dirigida por H. D. Gatica y su hermano Omar


Nicolás, en colaboración con maestros de la Escuela Nº 112 de Villa Nidia -
1956 - 1966 -.
Cuarenta y seis ediciones. Impresa en el campo. A mimeógrafo, con tirajes de
cuatrocientos ejemplares. Una década distribuyéndola por ranchos de los lla-
nos riojanos, entre carboneros y hacheros, ganaderos mayores y criadores de
cabras.
Paralelamente se editaba también, dirigida por el autor de este libro, la revis-
ta literaria Poesía Amiga -61 - 65 -; trece ediciones que saliendo a lomo de
caballo desde Villa Nidia, era llevada hasta la estafeta de Nueva Esperanza,
distante 15 km., difundiéndose desde ahí por América del Sur, Central y
Norte, Europa y norte de Africa, con la colaboración de los más destacados
poetas de numerosas naciones, dedicando un número a cada país visitado.

Lo esperarán "de vicio" los boliches


en las botellas lánguidas y rotas.
Le cargará su muerte a cada taba.
Le apostará su ausencia a cada sota.

Vendrá a correr relinchos un lobuno


sin que le frene nadie las partidas.
A cada cancha faltará esa fusta
que se cayó del lomo de la vida.

II
Trajo unos postes, puso la roldana;
pidió una pala, un noque y una soga
y fue cavando, entrándose en la tierra
donde la tosca es golpe que se ahoga.
Memoria de Los Llanos 59

Vivió en los pozos, buzo de la arcilla,


buscando el agua de hondas napas frías
y fue poniendo marcos de cansancio
en los costados lerdos de los días.

Le dio a la tierra muda bocas frescas


y le arrancó palabras de agua, breves
para el valido largo de las cabras
que ardientes beben.

Tantas sequías! Cuántos que lo ataron


para que baje y busque la corriente
y así aumentar la sed del reumatismo
que en cada hueso duele una vertiente.

El, y sólo él, su tumba iba a cavarse


con esa hondura propia del pocero.
Se fue enterrando en todas las paladas.
Le llovió tosca el noque, roto el cuero.

La tierra habló con húmeda insistencia


y Pedro vio su llanto de ojos fríos.
Bebió su boca amarga de terrones
y sintió el agua entrarle como un río.

Salió a cuadrar un tiempo de piletas


y cuando estuvo, dijo que lo echaran
60 Héctor David Gatica

con una sola soga. Descuidado


lazo del aire largo en que lo ataran.

¡Crujió la muerte justo bajo el nudo,


los echadores dieron un tirón
y fue sentir un golpe húmedo a trueno
en la profunda tumba de Berón!

En el libro LOS FUNDADORES DEL OLVIDO hay un cuento (Las muertes de


Pedro Berón) que narra su vida.

La tumba de Pedro Berón, cerámica de M. Aciar


Memoria de Los Llanos 61

AGUSTIN ALDECO

En horas de la mañana rezábamos la novena a la Virgen del


Valle en un día de Diciembre ppdo. Una tormenta sin miedos dejó caer
un agua mansa, sin otro ruido que el de las gotas sobre el techo de zinc.
De repente un estruendo, como el de una bomba, pareció caer-
nos encima.
Terminado el culto y al salir, vimos a una veintena de metros de
la casa, debajo de un algarrobo frondoso, el cuerpo de un hombre tendi-
do de bruces; en una mano sostenía el sombrero, en la otra, el reben-
que, tal cual lo alcanzara la centella cuando cayó sobre el monte y su
cabeza.
Sus cabellos lacios, desparramados y quemados, aparentaban una
rama seca. Su boca, abierta, besaba el suelo. Al darlo vuelta, impresio-
nó su rostro amoratado, carbonizado por el golpe eléctrico.
Se trataba de Agustín Aldeco, joven de 17 años. A unos cien
metros de él, hacia el este, se encontraba su caballo, medio atontado.
Al anochecer, entre sollozos contenidos, su tutor vino desde Nueva
Esperanza buscando el lienzo para la mortaja.
Sus padres habían llegado desde el otro lado de la sierra dos días
antes para llevárselo con ellos ya que desde tiempo atrás, se encontra-
ban separados. Y lo llevaron; pero no como ellos hubiesen querido. Lo
llevaron en un cajón para bajarlo a la tumba.
Sabemos que el caballo quedó enfermo y que se lo vio echado
varios días, hasta que al fin murió.
El algarrobo también se fue secando. Al cavarlo, con el tiempo,
se comprobó que sus raíces, en muchas partes, tenían la misma apa-
riencia del carbón. - Alborada, Año VI, Nº 34. Agosto de 1962.-

Un galope de auroras le despegó la frente


para abrirle en los ojos el último camino
62 Héctor David Gatica

y midió la distancia del bozal a las manos


para saber el largo de la luz al destino.

El sintió que las nubes le apuraban el rostro


pero no pensó nunca que eran gotas de sombra.
Fue por eso golpeando con el látigo el tiempo
hasta llegar al sitio donde la cruz nos nombra.

Preguntó en el trayecto: ¿Villa Nidia, ésta lejos?


Cuando hirió con su peso la edad de los estribos
y bebió en un galope de apurado aquel trecho
ya los pies le dolían, quemado el equilibrio.

Una lluvia callada comenzaba a caer.


Para evitar mojarse buscó un árbol de altura.
Desmontó del caballo y aguardó el chaparrón.
El ataúd del tronco calculó su estatura.

¡Todo el plomo del cielo se descargó en un rayo


quemando las pestañas del árbol asombrado
y bajó por la antena vertical de la vida
insultando la carne con un grito morado!

Las astillas rezaron desde un aire quemado


y cayó en las raíces, largo, el peso de Aldeco
que besó, boca abierta, la tierra de su encuentro
copiando en los cabellos un algarrobo seco.
Memoria de Los Llanos 63

Esas toponimias, Chepes, Nueva Esperanza, me trajeron unas memorias


de largas andanzas en mula que hice hace muchos años por esos bíblicos
paisajes de La Rioja al sur.
Montes de algarrobo, pozos de balde, majadas y una ancha amistad
que se me brindaba a mí, viajero desconocido, cada vez que hacía pie por esa
comarca antigua y viril. Sus poemas me trajeron de nuevo el aroma de obrajes
y corrales. No haber estado en el velatorio de Agustín Aldeco! No haber podi-
do tirar una flor de duraznillo en la "profunda tumba de Berón".
Gracias por tantas hermosas evocaciones. Le mando un abrazo apreta-
do y colorido como una cubrecama llanista. Felix Luna, Buenos Aires.
64 Héctor David Gatica

HACHERO
Salía de la terminal de ómnibus por la calle que me honra llevando
mi nombre, cuando alguien que controlaba los vehículos me salu-
daba pronunciando mi nombre.
- Y de dónde me conoce Ud.?
- Nos sabía contar mamá que Ud. nos nombra en un libro suyo,
yo soy de los Machuca que pasaron por Villa Nydia y Corral de
Issac buscando monte para hachar.

I
Andan buscando trabajo Los Morán y Los Llanos.
Se está acabando el monte
y hay que llevar las ollas a otra parte.
Brillarán sus cinturas en un charco de sal
cuando la piel entregue los sudores
al golpe de la siesta que voltearán sus brazos.
De Córdoba han llegado los Machuca y los Vera
traen niños y perros
y cuentas que pagar.
Por la corteza herida del quebracho
se adelgaza la tarde en Pozo de Piedra
para pintar de acero los insectos del pecho.
Alfredo Palma crece
cuando derriba un monte de diez metros de leña.
En las ramas más altas
se cimbra su potencia.
Memoria de Los Llanos 65

Con sus dieciocho hijos


va don Félix Mercado rumbo a Corral de Isaac.
Se está acabando el monte.

II
Les quebró los pulmones la insistencia del obraje
a Rosario Quintero y sus hermanos.
Aguaceros de soles recogieron en la espalda.
Cuando debieron parar porque el hacha los volteó
también a ellos
no tenían ni un árbol guardado en los bolsillos.
Y cortando un acceso de vómito y de tos
fue hasta la vida el golpe
tumbando la plegaria del alma de un hachero.

Ver «La Herencia de las hachas» (Los Fundadores del Olvido).

Xilografía de Pedro Molina


66 Héctor David Gatica

CARBONERO
En sus últimos días, fui a visitar a Don Luis Fernández, que vivía
en medio del campo, en un ranchito, que no era suyo. A él no le
quedaba nada más que su risa -nunca tuvo más a pesar que vivió
trabajando-. Me vio a la distancia, salió al patio, pegó una risota-
da y me gritó:
- Ya sé que Ud. me ha sacado en sus libros como carbonero.

Un horno està encendido:


-dieciocho toneladas de sudor-.
Otro horno está tapado:
-ciento noventa metros cubicados
de algarrobo y quebracho-.
Y otro horno por armar.
Las chatas rodeadoras
amontonan un bosque por cada horno.

Recogiendo los meses


con la horquilla de los dedos
don Luis Fernández, carbonero,
quema un dolor doblado en los riñones.

Embolsado el sudor de cada día


con tizones de sol sobre la nuca
tienen cielos de humo
sus pesos negros.
Memoria de Los Llanos 67

II

Paladas de este pena reseca


-jarilla y tierra-
con que tapan los trozos.
Caliente sepultura vegetal.

Desvelos con el humo en la almohada.


La frente de estos hombres
se supone que es humana.
¡Bestia de olor que acecha llamaradas
cuidando por las noches que no se incendie el horno!
Mientras más lento el fuego
más pesado el carbón.

Que le saquen la mortaja al bosque


pronto y con siesta.
Lloran ángeles negros en las bolsas
por un infierno más para las manos.

Jornales de saliva tiznada


para nombrar los sueños carboneros.
68 Héctor David Gatica

III

Ha quemado en El Retamo
-como ocho mil hectáreas de quebracho-
en La Gloria, en San Pedro, en todas partes.
Le queda solamente carbonilla
y cisco
hasta en el alma
y unas ganas ardientes y encimadas
de abrazar más mujer y menos leños.

Vuelve don Luis Fernández quemador


vuelve por doña Juana
sobre la curva de los días apilados en el monte.

Un beso de sabor oscuro


le enciende una mujer de leña.

Ver «La risa oscura del carbón» (Los Fundadores del Olvido).
Memoria de Los Llanos 69

CARRERO

Arabel, Cabáñez, Velázquez; lindos apellidos


para escribir la historia de las huellas.

Don Venancio Soria está bien:


Tiene dos carros.

El carro es el padre de la casa.

II

Traquetea el bostezo del camino largo


con barandas de polvo
sed callada y guadalosa
que se bebe la voz.

Rompe la quietud un tropel de mulas


que salpican de rastros y que tiran
dos ruedas tardas
que se caen sin tiempo del tabaco.

Sombrero de estar como pegado


empantanado hasta las orejas.
70 Héctor David Gatica

Xilografía de Pedro Molina


El carro es el padre de la casa
Memoria de Los Llanos 71

La punta del sudor cubre un pañuelo bataraz


y la boca
aperada de callos de silencio
le descarga a las barbas un silbido.
Una faja más larga que la pena
y negra como el fondo de la vida
le cuida los riñones al carrero.

Tres toneladas de carbón


lleva en el carro a los Cerrillos
distante treinta leguas.
Tres toneladas pesa el sol
el tranco de las bestias
y el silencio del desierto.

Seis pesos cobrará por tonelada


sin contar el descuento que le hará el basculero
y hay que pagar el agua y la encerrada
y hacer gasto en cantina.
Envolverá el dinero en el pañuelo
bien atado
pero a veces
después de siete días de hondas huellas
volverá con las arrugas del pañuelo solamente
y un tufo a vino largo y a sudor.
72 Héctor David Gatica

III

La paciencia carrera cincha siglos


y se enllanta en la fragua de los médanos.

Media tarde pesada traquetea


del Pimpollo al Caldén
atada por cadenas a seis mulas
con pisadas que abren leguas al guadal
desde un eje de azotes que desangran.

A mitad de camino
vitrola a cuerda
tonada y vals
el amor de la niña de la aguada
entre sábanas de lienzo sueña huellas.

IV

Don Facundo Velázquez


lo he nombrado
cogollo de poleo y atamisqui.
Desate que ha llegado la oración.
¡Mire el cuartero con un ojo volcado!
---A lo mejor la punta del rebenque...---
Memoria de Los Llanos 73

Y el recado
le ha reventado el lomo a la sillera.
---Tengo aceite quemado "pa" curarla.---
Al último el varero, siempre al último
recién después le toca a usted.
Desate don Facundo su ilusión:
"Cadenero de mano" es su querer.

El fogón. Y la pava. Y la sombra


del carrero mateando soledades.

La marucha reparte su cencerro


por el campo y las pencas.

Cuando la noche oculte totalmente los caminos


se revuelque con las mulas y rebuzne
y beba y coma pasto
dormirá sus cansancios en el hombre más solo
con almohada de aperos y yuguillos
en un lecho de lonas y de estrellas.

Ver «Camino de carros» (Los Fundadores del Olvido).


74 Héctor David Gatica

Las cosas por consiguiente hablan un lirismo complejo y una pintura


elaborada y aun ansiosa de verdad, con los candelabros y con la ausencia
sedienta (poemas "Hachero" y "La sequía").
Rápidamente, con este motivo y tónica del quehacer de los hombres y
de los animales sobre su comarca y bajo la amplitud del cielo, se apodera de
improviso el poeta y refunde largos temas de su arte - a simple vista popular,
ingenuo, objetivamente - con su subjetivismo concentrado, absorbido y una
linea típicamente surrealista.
Cuando habla al carrero, el poeta Gatica transita realismo, dureza y por
un final se deriva una pintura monocorde, mientras por el otro reverbera con
los horizontes.
El realismo, más que el pesimismo, le da pureza al sentido de la participa-
ción intensa del hombre y del animal en la misma oscuridad de su destino
"Carrero", "Chúcaro".
Cantar, exprimir y vivir. Esto nos obliga a decir finalmente, el lirismo por
la guitarra del poeta. En tal realidad fugitiva pero persuasiva, de continua
renovación, todas las cosas recobran un significado para nosotros y por sí
mismo la certeza de ser. Prof. Carlos Gentile, ITALIA.
Memoria de Los Llanos 75

CAMPERO
- Manda decir Doña Vicenta
que le busque las cabras.
- Habrá que colgar los días
de los rastros.

Hacia la madrugada
majadas de vigilias
cuidarán los pastores por los
campos lejanos. Berna Miranda
apenas si habrá
cursado el segundo
- Los ijares de mi sed y mi caballo o tercer grado de la
voltean alambrados a la siesta.. escuela rural prima-
ria.
Los últimos días de
Mi destino es andar mordiendo soles su vida, en su lecho
o bajando pellones a la luna. de enfermo, leía
diariamente Memoria
- Dónde estarán sus gritos atajados de Los Llanos, y
guardaba el libro
Berna Miranda bajo la almohada.
rumiándose el silencio de este pasto
que le crece en la boca.

Sigue corriendo el norte.


- Ya llevo una semana punta a punta
sin sacarle el freno al viento.

Se han perdido las cabras de Los Altamirano


tras ellas
anda un león rondando.
76 Héctor David Gatica

CHUCARO

Azotes, espuelas y caricias


le frenan la potencia encabritada.

Una ilusión de pérdida lo invade


desde el lomo hacia el suelo sobre churquis
donde se acabaría Alfonso Ibáñez
y todos los que doman
desde esta tierra al norte.

Pero el tiempo es dolor que al fin se aprende.

Doblando sus luciérnagas de espanto


ha de inclinar la sangre en el maíz
baba caída en días de equilibrio.

Y se atará el poniente entre las crines


con claveles de estrellas sangrantes al costado
por la música de las espuelas.

Por último
bajo el rocío de los dedos de Alfonso el domador
todo vendrá a rendirse por las lonjas y el morral
que amansarán el miedo de las grupas.
Memoria de Los Llanos 77

GUITARRA

Tarde afinada en manos de algarrobo


con una letra azul en los estambres.

Hay todavía pájaros redondos


en tu boca juglar resucitada.

Cómo levanta el agua de los labios


la raíz escondida de tu música.

¿Qué novia ausente me besó los dedos


para crear la luna en una zamba?

Tal vez te abarque el brazo de la espera


donde encender la fe de los suspiros
y habrá una luz de cuerdas
en todos tus sonidos.

Mi voz es polen en tu son


donde se cuaja el ritmo de la tierra,
la sangre, la madera y el amor.
78 Héctor David Gatica

Xilografìa de Pedro Molina

Hay todavía pájaros redondos


en tu boca juglar resucitada
Memoria de Los Llanos 79

LA SEQUIA

Una crisis nacional se extiende sobre la Argentina. Y en nuestros lla-


nos, ésta se acentúa más.
Primero la aftosa en el vacuno, que pasa luego a los chiqueros, pere-
ciendo más del cincuenta por ciento de las cabras. Y aquellas que han quedado
en pie, mal paren. O los cabritos, principal fuente de recursos económicos, se
aniquilan y mueren por falta de leche.
Es muy común ver por los campos cabras desorientadas que andan
dando vueltas los montes, secándose y muriéndose.

Cada día, al encerrar su majada, la mujer ve que se va apocando. Ayer


faltó la mora, hoy la azuleja y la tramojera; mañana vaya a saber cuales. No hay
para qué ir a buscarlas; los cueros mortecinos no valen nada.
Nuestro llanero, ante la pérdida de sus humildes bienes, no dice nada,
ni se queja. Y si habla de la mortandad de los animales, lo hace por ser tema
común, el del momento, como lo es la sequía, el viento, el calor. No hay lloro en
sus palabras, cree que ha nacido para ser pobre y lo asume sencillamente.
No hay agua. Las represas están agotadas, como una mujer sin llanto.
También los pozos se agotan y exigen nuevas cavas.
Los pastos se resecan y se acaban. Las vacas, hambrientas y sin fuer-
zas, mueren al parir, o al ser mamadas por los terneros en ese estado, se van
debilitando hasta caer.
Llegó la epidemia y hay que cuerear todos los días.
Algunos pobladores de la Sierra de las Minas o cercanos a ella, tienen
que andar leguas con los tarros a cuestas, en procura del agua para la comida
y para que beban las personas.
Las explotaciones de bosques se han paralizado en su casi totalidad,
ya por falta de agua, o porque en los pueblos no hay dinero para pagar el
carbón. Y los hacheros galopan de un lado para otro, sin encontrar trabajo.
Es un poco lúgubre la despedida que la revista Alborada hace al año
62; pero es que no puede ser de otra manera, llevando como llevamos el dolor
angustiante y silencioso de quienes nos rodean. (Alborada. Año VII. Nº 35,
Noviembre de 1962.)
80 Héctor David Gatica

Viento que sopla el polvo suelto


y el mugido flaco de las vacas.

Pasa el incendio largo del verano


quemando un desafío de sombreros
y un ave más se muere cada noche
porque el hombre
sin descubrir ni el ala de una nube
se acuesta cara al cielo.

Si el llanisto se aburre de ver morir las vacas


y no llegar la lluvia
ha de tirar su sombra en La Cañada
en San Miguel o más allá en Bajo Hondo
junto a los cueros de las bestias muertas.
Y así es como han de irse
Los Avila, Los Fernández, Los Soria;
se los verá dejar los ranchos solitarios,
subir a esos enormes camiones como buitres
que se llevan la hacienda regalada
y adoptar en la ciudad una historia sin chiqueros.

II

Cansancio de siestas yeguarizas


que amontonan su sed en los corrales.
Memoria de Los Llanos 81

Sobre la sed del viento martirizando arenas


por una lluvia lerda que nunca llega
postergada limosna
hincando las rodillas de un sol excomulgado
casi a cincuenta grados.

La tierra se abre heridas que ya no se desangran


y un instinto sin pasto muestra lunas de huesos
blanqueando en todas partes.

Cuando se canse el viento de alzar látigos


y de ofender la boca de los días
ha de venir el sur mojando iguanas.
82 Héctor David Gatica

LA LLUVIA
Larga sequía
que fue apurando un parto de callos en las manos
sacando agua del pozo
noque a noque
día a día
vuelta y silbido largo
roldana y soga.
¡Lluvia!
¡Luvia!
¡Lluvia! (1)
Al fin llegó la lluvia a Villa Nidia...
Y el hombre de la tierra que yo canto
quedó mirando el agua rescatada
para el panal de soles de su puño
decidor de lagartos y tranqueras
sombra algarrobal.
Saltó la verde risa
masticando su elástico de espera..
¡Cómo se pone nueva la distancia
cuando respira el suelo por las breas!
- Hoy no tendrás que abrir la boca al pozo balde
para que venga el día desde abajo.
1- En oportunidad de inaugurar el salón del Concejo Deliberante de
Aimogasta, decía yo este poema y justo cuando invocaba ¡Lluvia! ¡Lluvia!
¡Lluvia! se descolgó un semejante aguacero, lloviéndose por todos lados
el techo del flamante edificio.
Memoria de Los Llanos 83

CUATRO AUSENCIAS
PRIMERA AUSENCIA
ADIOS A MI MADRE
(1971)

Destituída madre de toda una comarca


ya conoce el traspaso hacia el silencio
la hora terminal de las achiras.

Nada es más cierto que su ausencia ahora


nada más cruel también.
Sin embargo nos sigue llamando a cada instante
desde todos los rincones
regresando en las cosas que su mano tocaba.
84 Héctor David Gatica

Y se presenta así con sus canas amadas


en todo aquello que la va prolongando;
ángel septuagenario que cuidaba la casa.

Contemplo esta ancha cama


en ella descansaba su espalda de begonia.
Quiero cruzar la galería
y veo a mi padre que se pasea triste.
Ahí rezaba su último rosario,
acá nos sonreía, allá callaba.

Nuestras miradas se pierden en la cabecera de la mesa


que hasta ayer presidia,
hermosas horas, madre,
cuando nos repartía su bondad.

Todo lo hizo bien


incluso hasta el instante de morir.

Hoy sus hijos


la recuperamos en las madreselvas
y en cada laurel.

El vecindario se ha quedado con su nombre


dulce nombre Delia Durán
y acompaña su partida.
Memoria de Los Llanos 85

¡Ha muerto la madre de los pobres!


decia una mujer llorando a gritos.

No veo ya que se riegue el jardín como en sus tardes.


Nadie saldrá a recibir las viejecitas que tanto quería
regalándolas con mate y pan.

No habrá un remiendo para la tarde usada


ni aquella flor bordada por sus manos.

¿Quien cuidará la hora de las aves


cuando buscan sus nidos
si el árbol de su alma se ha caído?

Papá estará solo ante las brasas


roto el diálogo
y el invierno descompuesto fuera tendido sobre el campo.
Ya no tendremos su mirada dulce
con la que tantas veces
construímos las horas más dichosas.

Roto el cristal
nos queda su perfume.

Madreselva y laurel
.
86 Héctor David Gatica

SEGUNDA AUSENCIA
ELEGIA A MI PADRE
(1973)

Veinte lunas desatando los


últimos caminos
y poniendo en su cerebro agonizante
cencerros extraviados.
Primero fue el delirio
entrando en un pasado de caballos y de nombres.
Después... todo silencio sobre grandes miradas.

Su corazón seguía golpeándonos los labios


y por las altas noches se nos caía el sueño.

Ya aparecen las estrellas


dijo la última vez
y su mano se quedó apretada a nuestro tiempo.

Yo no lloré su muerte a las dos de la mañana


cuando el último suspiro le clausuraba el pecho.
-- rezábamos en torno los hijos reunidos
y fuimos cada uno dando un beso en su frente --;
Memoria de Los Llanos 87

lloré, sí, al aclarar. Esta mañana lloro


mirando tras la casa donde hoy no va a sentarse
a tomar aire fresco y cantos del molino
porque su cuerpo, inútil, se ensaya en un velorio.

Ah las lluvias que uested esperaba


mirando aquellas nubes que al alba le nacían
o los vientos
revolcando los potreros
y todo aquello que su mano fue creando en torno
desde el aljibe hasta la dicha nuestra.

Padre nuestro
padre de Villa Nidia.

Seguiremos sus hijos por el mundo


cuidando aquellas cosas que nos dictó su amor.

Y quedará su gesto sobre estas soledades:


la casa
-- con una galería tan grande como toda su
ausencia --
las chacras
-- cubriéndose de tuscas --
el corral
la represa
88 Héctor David Gatica

la roldana
-- rechinante canción del pozo balde --
el pluviómetro
-- para medir la lluvia de días sin su nombre --
el amado patio que le dio a nuestra infrancia
estos aguaribayes
y aquellos tamarindos
que a pesar de las largas sequías y calores
usted plantaba en nuestros corazones.

Su gesto padre nuestro


padre de Villa Nidia
que aquí
y desde este momento
comienza a cultivarnos de su día final.
Memoria de Los Llanos 89

TERCERA AUSENCIA
LA VIEJA GUITARRA
(1981)

Este poema fue escrito para don Alfredo


Leyes a fines de octubre de 1981. Iba a ser envia-
do por correo cuando me llegó telegrama comuni-
cándome su fallecimiento. Viajé entonces toda la
noche para leérselo en su tumba en el cementerio
de Villa Nidia.

Sus manos me enseñaron a quererla


a ponerle los dedos de tal forma amorosa
que soltara su canto
manos temblonas de tirantear alambre por los campos
dedos callosos enredándose junto al puente
de la vieja guitarra
madera con cicatrices
una por cada boliche donde el trago
rasguñaba a los hombres su larga mansedumbre
y claro
se despertaba en tajos.
Usted don Alfredo Leyes me enseñó ¿se recuerda?
a caminar por los bellos diapasones
con esas manos suyas grandes como la sombra
de algunos algarrobos
90 Héctor David Gatica

espesas y pesadas.
Venían de sostener la mancera en las aradas
y le tapaban la boca redonda a la guitarra vieja
más vieja por las cosas lejanas que le sacaba a ratos.

Usted mi amigo don Alfredo Leyes


que acababa de trenzar un lazo
andaba luego con los dedos poderosos por sobre
aquellos
trastes acerados
y entonces
le nacían milongas a sus callos
¡pucha digo!

Yo le pedía me enseñara a tocarla


porque sí por eso nada más
o a lo mejor por no olvidarlo nunca
y cuántas veces se bajó de ir arreando a guardamontes
un toro
y empezó por dar vuelta a las clavijas
sólo porque sonara como la voz del viento en los
retamos.

Yo le pedía don Alfredo Leyes ¿se recuerda?


que me diera a aprender la caricia de la música
y sus manos que alzaron cuando mozo
el rebenque pesado del carrero
un rebenque capaz de echar al suelo a un hombre
Memoria de Los Llanos 91

esas manos poderosas andaban livianitas por las cuerdas


buscándoles el tono del crespín en las breas.

La abrazaba con miedo de romperle la cintura


porque sus músculos sólo sabían luchar con las
sequías
desafiándolas a noque y a roldana
y ella, la guitarra vieja,
se le quedaba mansa y atendiéndolo
para que usted le diera ese sonido
que andaba con estribos y al galope por su pecho.

Nunca le di las gracias.


En su sombrero algo me lo decía:
la copa, acaso el ala; la cinta desflecada por los montes.

Jamás le dije que le estaba agradecido


por enseñarme a caminar cerca del canto
despacito y sin ruido como el tranco cazador de un
puma.
Por eso este poema
para decirle lo que nunca le dije.
Habrá que ver qué pasa ahora cuando usted lo rastree
en la vieja guitarra
con sombrero
y a solas.
Gracias, Don Rioja, por sus generosas palabras al Canto del Viento. Don Rioja,
así llamo a los seres cuando se me aparecen como hombre-paisaje. Claro, mi
92 Héctor David Gatica

Tata los llamaba: Paisanos, y sabía decir: Paisano no es aquel que nació en el
mismo pago, sino el que sabe llevar su paisaje adentro. Después, consideran-
do las generales del asunto, explicaba que hay muchísima gente nacida en el
mismo pago de uno, pero que para nada representa, ni ostenta ni honra la tierra
de uno.
Bueno, ya algo sabía de usted por comentarios de algunos amigos.
Hizo bien arrimarme el poema suyo escrito para Leyes. Es un trabajo pensado
con el corazón, tierno, expresador de una linda firmeza interior.
Estoy seguro de que eso mismo, burilado con entendimiento poético, le
hubiera resultado quizás más breve, y algunos rumbos más definidos como
concepto o como símbolo, aún a costa de sacrificar detalles. Pero es buen
asunto así, como usted lo ha sentido y escrito. Y amén.
Me permito acercarle algo sobre la Guitarra, ya que ella es nuestro
confesionario de los crepúsculos a lo largo del tiempo.
En verdad, don Gatica, amo su país riojano, algo lo he caminado y
mucho lo he pensado. A menudo lo evoco porque me hace bien recordarlo,
porque en algo se parece el destino de mi existencia, tan llena de largos otoños
y primaveras cortitas
Le acerco también los apuntes de «Aires indios», resumen de charlas y
glosas realizadas hace más de cuarenta años en Liceos y Colegios de todas las
provincias, mientras la mano interrogaba a la guitarra.
Alguna vez amigo, saludaremos a la luna en Cochangasta. Mientras
tanto, le digo hasta siempre, don Rioja. Atahualpa Yupanqui.- PARÍS, julio de
1983.
Memoria de Los Llanos 93

CUARTA AUSENCIA
DESPUES PARTAMOS
(1984)

Tengo que confesártelo, Arturo Leyes: (1)


Anda siguiéndome el fantasma de tu nombre
y no estaremos en paz seguramente
mientras no arriesgue un canto a tu memoria.

Cada vez que me acerco a una salina


viene tu compañía y me sacude,
me hace sentir que te estoy debiendo estas palabras
que ya no las aguanto pues me arde su sal.
¿Será porque en la pampa
dejamos nuestros rastros blancos?
Tu asombro sin límites andaba de laguna en laguna
y era un flamenco rosado tu mirada en el agua.

Qué regalo hubiera sido


continuar con tus bromas y tu risa
seguirte sorprendiendo abrazado a una guitarra
trayéndole a sus ramas la calandria del canto.

1- Hijo de Alfredo Leyes.


94 Héctor David Gatica

Quién podría negarnos las tardes que anduvimos


poniendo con los pies el uno a uno de los sábados:
¡Cómo pasaban por el arco de las tardes
los gritos de aquella muchachada!

Si en este instante
tuviéramos que subir a un escenario como ayer
esta vez para representar la voz de la amistad
yo haría el papel de un hombre que está solo y en
silencio
y vos el de un silencio que habla y habla.

¿Recuerdas la lomada
aquella donde íbamos en búsqueda de piedra
hasta ponerle de templo el corazón a Dios?

Quien lo iba a creer, Arturo Leyes,


con ese tu andar que no fue andar por lo tan manso
-era como un gran algarrobo con las ramas al viento
que se movía pero estaba ahí-
quién lo iba a creer que siendo así
fueras capaz de hacerle pared y techo a tanto sueño
humilde
y ganarle en caminos al guadal.

Ah, las veces que anduvimos


Memoria de Los Llanos 95

acompañados por el Bocha Ludueña


juntos los tres y junto
a todas estas cosas que voy enumerando
dichas en un tono que no puedo bajar por lo dolido.

A qué buscar la tarde y los caballos hoy


para cruzar la Sierra de las Minas
si tu corazón te volteó esta madrugada.

Es de noche
el viento arrastra miedo
y por entre las ramas de un quebracho
puede verse... una estrella.
Aquí es donde nuestros nombres se van a separar
uno al sur
al norte el otro
y el tercero hacia esa estrella
que vemos por entre las ramas del quebracho.

Afinemos las guitarras


éstas con las que tantas alegrías alumbramos
y pongamos el canto donde Dios lo olvidó.

Después partamos.
Esta última parte ha quedado escrita en las paredes de un salón cultural que el
poeta de San Luis, Miguel Bustos, construyó con sus propias manos.
96 Héctor David Gatica

Teníamos arreglado que una noche de luna nos juntaríamos para decir poemas
bajo el quebracho que lleva el nombre de Arturo Leyes. Son tres los quebrachos
bautizados en homenaje a tres amigos muy queridos: Felipe Cabáñez, Arturo
Leyes y Eudé Cabáñez.

Felipe Cabañez

Arturo Leyes Eude Cabañez


Memoria de Los Llanos 97

TERCERA PARTE

CANTATA A MI INFANCIA
EN VILLA NIDIA

- HAY UN MUNDO -

- De la infancia -

Y aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no deja-


ran llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo ¿no segui-
ría teniendo siempre su infancia esa riqueza preciosa, regia, el tesoro
de los recuerdos?

Reiner María Rilke


(De CARTAS A UN JOVEN POETA)
98 Héctor David Gatica

Hay Un Mundo no me permite señalizaciones antológicas. Re-


sulta un solo poema dividido por algunos títulos, una lírica cantata
hacia la estremecida raíz de los recuerdos, con la fuente de la infancia
latiendo en forma persistente.

Ulises Petit de Murat, Buenos Aires.

Es cierto que «Hay Un Mundo» en la hondura llanista y riojana al que


solo ascendemos y penetramos mediante su poesía vital y decisiva.
Un sitio donde la voluntad del tiempo se transparenta en el devenir
del hombre sostenido sobre la verticalidad de las raíces áridas de la
tierra. Las voces naufragan en la inmensidad del cielo cuya luna des-
cuelga, redonda y enamorada, en la luz de los mitológicos paisajes y
seres que avecindan la claridad cristiana y solitaria de Villa Nidia.
A la búsqueda de los elementos que convienen al canto rural, tu
poesía enciende las fogatas verdes y polvorosas para concentrar la
magia musical de la palabra. Y el vínculo que hace a la intensidad
expresiva bien atiende a la realidad circundante, como un anillo de
sangre que liga la versión primitiva a la columna rugosa y desgajada
del algarrobo antiguo.
Es entonces cuando el mundo delicioso de las personas, los pája-
ros, las vidalas y los árboles construyen ese otro mundo posesivo de
la poesía donde habita con singular fruición, con fervoroso éxtasis
contemplativo, con ardiente gesto creador. De ese universo habla tu
poemario con acento puro, estilo identificado y proyección total.
Mundo, universo, mapa donde la verdad rige la voz enaltecida por
los nudos sedientos de los días que hollan el camino telúrico de la
grandiosidad del llano.
Memoria de Los Llanos 99

Celebro este canto tuyo, de íntimo eco, digno de alcanzar la per-


manencia y el halago de la relectura en vigilia por la autenticidad de la
sustancia y la calidad de los símbolos.

Luis Ricardo Furlan


Del prólogo a la primera edición
de «Hay Un Mundo». Buenos Aires.
Edit. Cardinal, 1967.
100 Héctor David Gatica

LIMITES Y PUNTOS CARDINALES


DE MI INFANCIA EN VILLA NIDIA

Nos ubiquemos primero en el lugar: Un patio de tierra -el de


los primeros pasos- y los juegos infantiles -propios de un niño de
campo-. Todo, rodeado por la casa paterna y el aljibe.
A continuación, los puntos cardinales:
Por el lado de la primavera, el canto de las chuñas, el silbido de
las perdices, la flor amarilla de la pichana, la aparición de los lagartos
y las primeras lluvias.
Hacia el punto cardinal del verano, la llegada del piquillín, los
coyuyos y la algarroba.
Mirando al otoño, el balido de las cabras a la hora de la ence-
rrada y las caídas de las tardes sobre la Sierra de las Minas.
Y orientándonos para el costado del invierno, las heladas gran-
des y los ventarrones de agosto.

Y ahora, si, los límites de mi infancia en Villa Nidia, que se me


fueron agrandando a medida que fui creciendo:
NORTE: A cinco metros de la casa, el camino por donde llega-
ban y pasaban jinetes, sulkys y carros con leña, carbón y sal.
Esos límites se me alejaron unos metros, cuando a los cinco
años juntaba esuqeletos de vacunos y equinos, imaginando trenes,
camiones, vacas, perros.
Luego se fueron hasta el bordo de la represa, desde donde
miraba el agua turbia que depositaba la acequia después de la tor-
menta, oyendo el canto de los sapos.
Memoria de Los Llanos 101

Se corrieron más lejos aún hacia el grito de un campero, desde


donde venía el balido del toro tostado y el furor del viento norte

SUR: Primero la cocina donde la Pancha Soria cocinaba los


guisos y el puchero.
Horas más allá, el canto de los gallos al alba.
Más lejos aún, en el potrerillo, los montes tupidos con la leña
que acarreábamos todos los días.
Por la noche, los gritos de las vizcachas. A la madrugada, las
tormentas que venían tronando desde el sudoeste.
Y en los atardeceres, las sendas por donde poníamos las tram-
pas a los zorros con mi hermano Darío.

ESTE: Las basuras que con su escoba de jarilla juntaba nues-


tra hermana mayor, Nydia, barriendo patios y que nosotros levantá-
bamos, rezongando, en una carretilla.
A los cien metros, las risotadas de doña María Ibáñez y las
tonadas que cantaba Antonio Miranda, acompañándose con un tarro
de lata y una damajuana con vino para el cogollo.
Los trompos que nos hacía don Pedro Miranda antes de que lo
apretara el rancho en una noche de tormenta.
La calle larga por donde llegaban los parientes y por la cual se
iba, alguna vez, nuestro padre en el viejo Ford a la ciudad lejana y
desconocida.
Años después, por donde salía cada atardecer acompañado
por los perros, una linterna y un lápiz, a cazar poemas -estos mismos
que hoy forman parte de "Memoria de los Llanos".
Los gritos de los teros y las lechuzas en las chacras.
Y la aradas y aquel maíz que de niño, con una bolsita sembra-
dora, tiraba en el surco.
102 Héctor David Gatica

OESTE: A los cincuenta metros y a los seis años, el molino. A


la cuadra, la Escuela 112, la de los juegos al tejo, las bolitas, la man-
cha, la tapada y la de las primeras poesías recitadas en las fiestas
patrias.
Estos límites se alejaron luego a los quinientos pasos con las
costuras que llevábamos a doña Jacinta para que nos hiciera los pan-
talones cortos.
Después, quince galopes largos al poniente, la Estafeta Nueva
Esperanza, adonde íbamos a buscar a caballo la correspondencia
para la escuela y el vecindario y por donde después, volarían hacia el
resto de América y hacia Europa nuestras revistas mimeografiadas
"Alborada" y "Poesía Amiga"
Por último, pasando la Sierra de Las Minas, el lugar en el cual
encontraría a Noelia, la madre de mis hijos, en quinenes prolongaría
mi infancia.

Con todos estos datos, le será muy fácil ubicar y llegarse hasta
la Villa Nidia de mi infancia.
Ah, me olvidaba: No la busque en el mapa, los cartógrafos se
olvidaron. Un pequeño descuido.
Si algún día alguien hace el mapa de la poesía, tal vez ahí consi-
gamos que le den un lugarcito a Villa Nidia.
Memoria de Los Llanos 103

ESE MUNDO

Hay un mundo que es de leñas nostálgicas


y de caminos en reposo.

Reconstruir ese tiempo


sería descargar una angarilla de años.

Un mundo
y penetrar en ese espacio
que habita entre la raíz y más allá de las hojas
lindando con el fuego.

Hay un mundo que yo sé que existe


no recuerdo en qué tiempo desterrado
cerca de las cenizas
más acá de los hombres y del miedo
trepando por mi infancia feliz
a un gran árbol seco.
104 Héctor David Gatica

Dibujo de Nicanor Pavón Villareal


Memoria de Los Llanos 105

LA COSECHA

Nos íbamos a cosechar el sol en bolsas.


Aturdíamos la algarroba.
Sus vainas largas se parecían a la risa de mis hermanos.

De la algarroba extraíamos la aloja.


La aloja tiene gusto a Dios.

Tiempo del tiempo de las cigarras:


El canto de una cigarra es mi mayor virtud.

Nos desalojan el suelo.


Lo dejan sin algarrobos.
Nosotros pasamos a ser la tierra desolada
con un coro sepultado
ése de los coyuyos distantes
que nos castigan la cara
como si los árboles rebotaran en nuestras venas
temerosos de secársenos, también, en el corazón.
106 Héctor David Gatica

LOS TROMPOS

Pueden preguntárselo a don Pedro Miranda;


él los hacía de sus arrugas.
Justamente porque lo apretó la casa
cambiándolo de rastro en estrella
es que lo recuerda mejor.

Los trompos nos ponían de música


daba espirales el corazón
bailaba la vida.

Al fin se nos partieron


apretándonos la infancia sus astillas
así como lo apretaron los horcones a don Pedro
Miranda.
Memoria de Los Llanos 107

LA ABUELA

Mi abuelita Antonia no fue una mujer


fue una trenza
colocándome palabras desconocidas.

Tal vez si hubiese escuchado sus rezos


tendría más pasado.

Lo más lejano en mí
no es aquella casa encantada de Santa Ana
si no el modo de sus trenzas
formadas de nacimientos y despedidas.

Los caminos me llevaban hasta sus días anteriores


con un peso luminoso para mis alegrías
que se iban de paseo
y de zapatos dolorosos
con pantalones que no se podían ensuciar.

Tengo una confusión de lunas, árboles y desplayados


y de otras cosas tan fantásticas como borrosas
108 Héctor David Gatica

aunque no menos dichosas


que el estallido de esas noches enormes.

Mis primos me apuntaban con sus carreras


que venían a estrellarse contra mis pantalones cortos.

Un día vi a mi madre
viajar sin mí a Santa Ana
volver y acostarse.
De esa cama ya se levantó con la cabeza blanca
y el paso de luto.

Dios viste a sus criaturas


y que yo recuerde
mi punto de partida fue aquella incuestionable trenza.
Memoria de Los Llanos 109

CAZANDO

Lo más emocionante era la noche


tocándonos apenas la punta de los pies.
Yo alumbraba su puntería con una linterna
y él baleaba los gritos de las vizcachas.

Años después
a mi hermano lo llevó su ingeniero a la ciudad,
ése que ya le apuntaba en los tobillos
y que le dio un rostro de dos pisos.

Todo para nosotros fue un acontecer de senderos y


de cuevas
entre iguanas y lampalaguas.

Mi hermano tenía la siesta en los cabellos.


Una vez me dijo que él era la siesta
y le creí
pues yo sentía el tiempo al lado de su sombra.

Aquellos atardeceres y su silbido me eran similares


y lo recuerdo tanto así en cuclillas al anochecer
110 Héctor David Gatica

tanto
como a la tierra fina que echaba sobre las trampas.

Una piel de zorro es tan hermosa para mí


que volvería a ser niño por solo una piel de zorro.
Memoria de Los Llanos 111

CAYETANO(1)

Caneta
--Cayetano Pimpignano--
era alto
casi tan alto como el saludo de doña Berta
--aquella buena mujer que lo amparó en su casa--
con una espalda de espiga desgranada.

Vino desde Buenos Aires


o sabe Dios si llegaba de algún lugar de mí mismo.

Se quedó en La Rioja
se quedó en la leña que acarreaba por las tardes
se quedó en el rancho de don Sinencio y doña Berta

Las noches
las de aquel invierno
nos unieron el campo
y su alto y mi bajo se igualaron de andar juntos.

Los perros que ladraban y corrían


estiraban nuestros oídos
hasta terminar en un zorrino
o en un quirquincho.
112 Héctor David Gatica

Tarde
muy tarde
prendíamos el fuego casi al fondo del campo;
su calor junto a las estrellas se me quedó en la manta.
Me hablaba de Buenos Aires
de la televisión
de los subterráneos.
Todo alargaba mi nariz de pasto
y las llamas le pegaban en el rostro lejano
el rostro sin caricias de Caneta.

Cuando callábamos
atendíamos la noche
mirábamos el monte oscuro
los perros.
El cielo echaba helada sobre nuestras cabezas.

A deshoras volvíamos
él a sus lonas
yo a mis pensamientos.

Mi amigo Caneta
tan muchacho y tan alto.

Le quería la boina.
Memoria de Los Llanos 113

A don Sinencio lo mató Antonio Miranda bebiendo


vino.
Doña Berta murió después de encerrar las cabras.

¿Y Caneta?
--Cayetano Pimpignano--...
otros dijeron que no
que estaba vivo.

No sé.
Nunca más supe de su espalda sin pasado.

Por lo mismo que soy muy adicto a mi "pajueraneidad", simpatizo a


fondo con los que "inventaron la forma de quedarse".
Y desde esta panpa medanosa, me congratulo de que usted persista en
los llanos para dar esos alaridos patéticos que son Tropero, Hachero, Carbo-
nero, Carrero y Pocero Pedro Berón.
Sólo estando varado en un yermo son posibles versos tan hondos y
bellos como "Bellaqueos de lunas en la Sierra de Ulapes/Ensillar de luceros
hacia el alba de Chepes"; "nos íbamos a cosechar el sol en bolsas"; "Doña
Berta murió después de encerrar las cabras"; "que salga olor a ese pan de mis
palabras".
Afectuosamente. Juan Filloy, Rio Cuarto, Córdoba.

1- Si alguien tiene noticias de Cayetano Pimpignano, por favor


hacérmelo saber: Maipú 1335, La Rioja. 03822-425548.
114 Héctor David Gatica

JUGANDO

Con un patio para jugar


viene a ser algo así como tener el cielo consigo.
Poderle agregar un pañuelo a la luna,
la mayor de las dichas.

La tierra de una ronda infantil no es lo mismo


que ese polvo molesto que se sacuden las visitas.

-¿Vieron la estrella que se corrió?

A Ventura poco le importa no saber como se llama


su padre
le interesan más
las alpargatas nuevas que le compró doña Felinda.

- Jugamos junto al aljibe?


Una raya en el suelo no se ve con la luz de la luna;
con un chorro de agua podemos marcarla mejor.
Vos me comprás yo te vendo.

- La mamá Felinda tiene billetes de bonitos!


- Mi papá tiene más bonitos y más muchos, claro,
Memoria de Los Llanos 115

porque tu mamá le trabaja a mi papá.

- ¡Dice la señora que pasen a cenar!

A Ventura no lo mandan que se lave las manos!


¿Por qué no nos darán permiso para comer en la
cocina
y poner el plato en las rodillas como lo hace Ventura?

- No es cierto papá que usted tiene más plata


que doña Felinda?
- Coma callado!
Cierre la boca para comer!

Hace poco me lo encontré a Ventura viviendo en Nueva Esperanza, ya


abuelo. Al verme me comentó: «Yo he leído tu libro donde contás que
jugábamos y que yo comía en la cocina»..
Creo que me puse colorado, pues nunca imaginé que algún día Ventura
me leyera, y menos en esto. Y continuó como si nada.
116 Héctor David Gatica

MI MADRE

Delia Durán.
Su nombre me resulta total.
La mano bondadosa que me ayudó a crecer
los pilares de la tarde
la oración de las cenizas del fogón
las visitas de los parientes
el mesón del comedor
en especial eso
el mesón su cabecera
o la cotorrita verde-manso
que una vez
saltó de su hombro dormido
al fuego desvelado de los gatos.

Los leños encendidos junto a la ternura de las noches


la espesura de sus pies cargados con el tiempo de
los hijos
la ventana hacia el oeste
el yerbiado el pan
la aguja remendona
y las flores para la Virgen.

Y hasta esta nariz mía


porque ella me decía que era fina
es mi madre.
Memoria de Los Llanos 117

LA PANCHA

Llevo conmigo senderos adorables


quitados al tiempo
por el recuerdo de mis hermanos.

Este por ejemplo que mide la historia de la cocina


quebraba las tardes
y las cargaba por estatura.

Todos los días nos mandaban a la leña


que después de juntar en el campo
traíamos en nuestros brazos.

A nosotros nos faltaba cuerpo


para alzar tanta tarde.
Pesaba la leña
se nos caía de los pantalones cortos
nos pegaba en la risa.

A la Pancha Soria en cambio


le sobraba mujer
por eso la sopa
tenía sabor a sus brazos de algarrobo
y a su frente de fuego.
118 Héctor David Gatica

LOS CABALLOS

El tordillo viejo está caído, ni un relincho soltó para que le fueran


a ver en su agonía mora, patalea callado como queriéndole pegar a su
mismo destino caballuno. ¿Dónde están todos los que de él se
sirvieron?
Llevó mensajes; trajo correspondencia en sus viajes oestes al
pie de la sierra de Ulapes; recorrió los campos asegurándose del
pasto para la hacienda. Un año de mucha seca se fue arriando vacunos
muy al sud, hasta Alto Tabira, con hombres como él de aguantadores.
Las aradas lo tuvieron tirando la rastra de hierro, la única rastra
de hierro de la zona porque las otras eran de ramas, igualando los
surcos. Cuando los machos y las mulas –el cuyuco, la rosa, el tordo,
el macho-chivato- iban a comer la ración de pasto enfardado, él se
quedaba dando vueltas con la rastra hasta cerrar la amelga antes que
el sol quemante le quitara la humedad al grano de maíz.
Las «sacadas de agua», todas, lo tuvieron cinchando la cadena
y el noque hasta que el pozo balde se negaba a dar más agua.
Muchos se sirvieron de su lomo, a muchos fue útil. Y ninguno
está presente a su muerte, cuando él los necesita a todos aunque más
no sea para que lo miren y le tengan compasión.
Se ha caído en la chacra de sus muchos sudores, el viento amigo
le quita un poco el peso del sol, también amigo, que se echa con dolor
sobre su pelo. La tierra ya lo tiene entre sus brazos.
Se le han hundido y secado los cuadriles y los huesos hacen
punta en el cuero, las costillas le tiemblan desgrasadas, el lomo es una
cuchilla.
Tenía habilidad para correr las cabras. Yo lo uno a muchos
recuerdos míos, con él, niño iba a traer las notas que la inspección de
Memoria de Los Llanos 119

escuelas mandaba a mi madre y que «Don Pancho» dejaba en «El


Puesto»; una tristeza galopada sabíanme dar aquellos largos caminos,
que se extendían por entre las orejas pequeñas del tordillo.
El sol me caldeaba la cabeza cuando sentado sobre su lomo
«ramiaba» los días más pesados, llevando en sus ancas a horcajadas
la siesta húmeda y caliente.
A Doña Vicenta la llevé una tarde en su grupa; Doña Vicenta
me regaló 2 pollas. De regreso una tormenta nochera me golpeó con
la piedra, mi padre me esperaba en la puerta, corrió a desensillarme
el tordillo y yo disparé a guarecerme.
¡Pobre matungo viejo! Hasta la semana pasada estuvo tirando
agua ¡Quién lo diría! Una sola maña lo acompañó siempre, era
mezquino de oreja y hocico para enfrenarlo. Aún así caído tiene alientos
de quitar la cabeza como si Almafuerte le gritara:

«No te des por vencido ni aun vencido;


no te sientas esclavo ni aun esclavo…»

«¡Qué apostrofe, que muerda, vengadora,


ya rodando en el polvo, tu cabeza!»

Su manía confirma los palos que recibió de amos y jinetes.


Va el moro a despedirse de la vida, del pasto y el trabajo. De
seguro a juntarse con el tostado –que solía retroceder cuando se
empacaba-, con el pangaré de Nito –arisco y mañero como el solo
para no dejarse tomar en el campo-, con el pasuco de la Nidia –buen
sillero-, con el colorado de Chicho -»rico» para galopar, de cogote
en arco y donosos escarceos, lo tumbó el moquillo –con el lucero-,
que las moscas y los jotes lo vuelteaban antes de que cayera-; todos
ellos caballos guapos, mansos en el andar. En sus lomos está sentada
la historia de mi casa, padres, hermanos y peones. Con todos ellos ha
120 Héctor David Gatica

de ir a juntarse el tordillo y acaso también con la mula liebre, tan


servicial como mañera.
Está solo el moro tendido sobre sus mismos sudores de ayer.
¡Qué valiente es el caballo! –y esto hay que anotarlo por ser condición
natural suya-, trabaja y anda hasta que enteramente no puede más,
entonces –si antes no le clavaron un puñal en la nuca para sacarle el
cuero y hacerlo noque-, solo entonces cae. Y cuando un caballo está
caído, es porque ya no ha de levantarse mas.

Aquellos días, 1962


Jueves 20 de setiembre.

El pasuco, qué silla.


Qué pingos el colorado y el picazo.
Aquel moro bailador de José.
El lucero
esa maldita maña de mirar las estrellas.
El tostado, tan noble;
le pelaron la cola y lo soltaron
que se fuera a morir al campo.
El pangaré de nuestro hermano Nito;
se fue con él.
Mi zaino de carrera;
si lo habrá atropellado Santos Cura
por un par de cervezas.
Y el tordillo
mañoso de cabeza y en el lomo una niña.
Memoria de Los Llanos 121

Esto es nombrar mi infancia yeguariza.

Los caballos son más fieles que mi memoria


y que las horas estrechas
que hoy van pasando sin caminos
ellos, los caballos,
constituyen la raíz de mis días
y este afán de perforar el polvo.

Una tarde casi me muero por no tener caballo;


me faltaba distancia.

Lo de sentirme con leguas en la voz


tiene mucho de madrugadas galopando.

Había que ponerle rastros al canto.

Crecer sin caballos tendrá que ser muy triste.

Ellos reventaron nutriéndonos;


nos dieron agua, leña, surcos
y hasta otros pagos.

Casi se me quedan en el alma.


Se quedaron en sus huesos.
122 Héctor David Gatica

DON DIEGO

Un verano el maíz
me vistió de madrugadas.

Entre las patadas de los mulos


se oían todavía mis últimos juegos.

Aparecía el sol
y me golpeaba sobre los hombros.
Pero la comida era más sabrosa al mediodía
porque en mis pasos
se iba nutriendo de sudor el puchero.
Lo que antes quería por antojo
supe que era sed
que me empezaba a doler
en los azotes que le pegaba don Diego a su tabaco.

Las siestas me daban duro


y aprendí a querer un sombrero
así como la quería a mi madre.

Decir arado, surco, amelga


es nombrar un tiempo de tordos y torcazas.
Memoria de Los Llanos 123

Antonio Miranda,
Sinencio Fernández,
Natividad Maldonado:
Duchos aradores
pacientes del cencerro, la mancera y el morral.

Nos llevaban el matecodido


dulce, igualito al piolín y al trompo (1)
y bebíamos por caceroladas
la sombra de los animales
sentados sobre la tierra arada.
Ellos nos cubrían el descanso
y los cuarenta grados que cobraba por día don
Diego Ibáñez.

Riendas y pecheros al fin


caían junto al crepúsculo.
Recién entonces
mi alegría sin cadenas ni balancines
podía revolcarse repartida entre los grillos y la luna.(2)

1- Era muy niño y aún estaba apegado a los juegos infantiles.


2- Cuando al anochecer los aradores desataban la tropa, los mulares se
revolcaban, como dándose un baño de tierra que los descansaba. Y yo
tiraba la bolsita sembradora y corria a bañarme en la represa.
124 Héctor David Gatica

RETORNO

Medían mis pies un número húmedo


como aquella noche que tronaba hacia el niño
desvelo norte.
Tenían un tamaño de leña
de sendas diarias
un tamaño de calandrias y de piquillín.

Todo mi tiempo lo he dedicado a ser árbol.


Conozco al tacto las creencias del viento.

Un día me llevaron a la ciudad


para enseñarme el nombre de muchas calles.
Yo les dije desde un principio
que el sol y una trayectoria de lagartijas
de cuevas y palomas
enumeraban mi vida.

No sé porque
las calles me tiraron con motores, zapatos y corbatas.
Tal vez porque yo venía de la espina.

Y volví a la hora del tordo


y me descalcé de ciudades.
Memoria de Los Llanos 125

VIENTO

Eso es
llegando agosto todos los años
justo para la época del viento.
Quién es más puntual
¿agosto?
No.
El viento.

El norte aparece con un sonido distinto


y distante
señal de música ramificada
atacando los retamos
el jarillal
y este diminuto frío que ha sido mi nombre salvaje.

Ser árbol es casi una soledad.


Ser árbol y viento es ya la nota completa
del alto de un niño asombrado
de este niño de ayer
que fue árbol y viento.
126 Héctor David Gatica

II

Comprendo que esta manera de llegar


así crecido
con el peso adulto
tronchando
quebrando
debe de ser un poco por sentirme viento todavia.
Memoria de Los Llanos 127

LA CASA

La casa se poblaba de misticismo y tarde


tras lejanos silbidos de perdices y monte
de allá venía mi alma
mis días infantiles.

Sentada en un sillón
en aquella galería del verano
mi hermana leía entre pilares.

¡Ay! Lejanas historias...


Ahí anduve viviendo esos rincones
en un mundo de perros centinelas del viento
relinchos amansados
y olor a madreselvas.

Cada día, madre, regaba sus helechos y laureles


o tapada la cabeza con la toalla
le daba chancuas a la siesta
--hora de andar hondeando resolana--
Cada galería, mi hermana, nos traías el asombro
y era la casa y la tarde un salmo
y era mi casa "La isla del tesoro".
128 Héctor David Gatica
Memoria de Los Llanos 129

"Amalia", "María", "Juana Eyre"...


La bautizaron Nydia
barría los patios
y leía novelas a mis padres.
"Genobeba de Bravante"...
"Flor de durazno"...
lecturas enredadas entre bramar de toros encendidos
y retozar de chuñas.

A la entrada del sol


poníamos las trampas a los zorros
y las tapábamos con el crepúsculo.
A veces se entrampó la soledad...

Vuelvo a mi madre regando las vegonias


regando las achiras.

A esos hombres de estancia vuelvo


arreando su silbido a la represa
o haciéndome pasar por las tranqueras
contándome de aguadas y rodeos
y cuentos de Pedro "Ordimán" o de Quevedo.

Y al llegarnos la noche por el portón abierto


todos reunidos
mis padres mis siete hermanos
130 Héctor David Gatica

rezábamos a ese Dios de campo afuera.


Después
llenábamos el patio de espaldares
para dormir bajo la Vía Láctea.

Y muy cerca del aljibe el mesón


sin más luz que la luna cenando con nosotros.

Cada viento
el agua del molino subía a los duraznos
se enredaba en la parra.
Todo se nos secaba
mas mi padre volvía sobre los mismos hoyos
renovando su fe de agua y estaca
pasión de aguaribay y tamarindo
padre siembra de frutales y maíz
padre flor del paraíso
que colocó un racimo azul a mis memorias
tras un lejano ventanal de avispas.

Y llegaban los primos y los tíos


venían del cariño y los caminos medanosos
¡ay! madre, su bondad...
hacía pan
y el olor de ese pan
que cuántas veces lo amasamos juntos
Memoria de Los Llanos 131

pan caliente y dorado sacándolo recien del horno


se ha instalado en mis cantos
y hoy me ufana pensar
que salga olor a ese pan de mis palabras.

También el odio estaba


--si es que estaba--
odiábamos a la hemana mayor al ordenarnos
alzar esas basuras como casas
juntadas por su escoba de jarilla.
La odiábamos a la mañana
y la amábamos por las tardes si leía en voz alta.

Atento a los mensajes de las nubes


y al olor del jarillal anunciador de lluvias
nuestro padre nos hacía levantar
que abrierámos acequias al canto de los sapos
y al terrón de las chacras.
O bien
calentada al rojo la marca en el estiércol
nos arengaba en los corrales
donde enlazábamos terneros y fuertes ventarrones.

Ahora
si hay que dar algún nombre para el tiempo de
entonces
132 Héctor David Gatica

Maldonado me llaman
Natividad Maldonado digo
arriero del aroma y el rocío
pocero y gran peón.

A la antigua "vitrola" de los tangos, el bolero y el vals


que de tarde en tarde
poblaba de música la quietud del aire
para qué recordar si se me escapa el alma.

Aquí terminan entonces mis memorias


diciendo que mi madre
mi madre hablaba con la vida
la generosa vida de sus manos
sirviendo a las mujeres campesinas mate y pan
de esa harina amasada por los años.
Si todavía siento sus manos milagrosas
amasándome el alma.

Y que los pasos de mi padre


me riegan desde entonces estos cantos.

Y en cuanto a la hermana que bautizaron Nydia


la sigo sorprendiendo aún
barriendo aquellos patios infinitos
y soltándome palomas en su voz.
Memoria de Los Llanos 133

Nydia, Chicho, Darío, María Elsa, David, Omar, Noemí


(falta Nito). Papá y mamá.
134 Héctor David Gatica
Memoria de Los Llanos 135

TESTIMONIOS

Ninguna paloma mensajera sabe darme datos ciertos de vos. Saqué tu


dirección del padrón de la SADE.
Desde el encuentro en Monteros te he perdido el rumbo, pero el en-
cuentro con tu poesía ha sido para mí inolvidable y afirmo sin ningún tapujo
que tu voz es una de las más potentes, lúcidas y bellas de mi país interior y de
mi Rioja querida. No sé si te lo dije cuando estuvimos juntos, pero nuestros
amigos comunes son testigos de mi admiración por tu obra, de la que nada sé
desde entonces. Y quiero noticias. Armando Tejado Gómez, Buenos Aires.

Gracias por regalarme su "Memoria de los Llanos", cuyos poemas he


leído uno por uno, morosamente, tal como debe ser leída la poesía, la verdade-
ra, la auténtica. Marco Denevi, Buenos Aires.

Los que tenemos el privilegio de conocer casi toda su obra, durante


largos y ásperos años lo vimos elaborar su enamorado testimonio, recrear sus
llanos amados, resucitar sus muertos, fundar para siempre el nombre total de
Delia Durán, su madre. Y ese privilegio nos ha dado muchas claves de su
escritura.
"Memoria de los Llanos" es, creemos, la más entrañable y la más bella
poesía que se ha publicado ultimamente y lo creemos asó porque, además de
su profundo amor por los seres y las cosas que trasunta, muestra una actitud
seria e inconfundible frente a un hecho tan grave como es el arte. Eloy López,
Diario "El Independiente", La Rioja.

He gozado con tus poemas, son muy frescos, muy lindos y muy perso-
nales. Me traes un sabor limpio y temprano, sabor y recuerdo de lo que no
conozco y ya conozco.
136 Héctor David Gatica

¿Cuándo vendrás por estas tierras? Otra vez te felicito, te agradezco, te


deseo todo éxito literario. Un cordial abrazo de tu invariable amiga. Yolanda
Bedregal, LA PAZ, BOLIVIA.

Querido David:

Me encontré con tus poemas y tus cuentos al regreso de mi viaje a La


Rioja. Por diversas razones, postergué su lectura hasta hace un par de días,
cuando la Nena de Ariel me pasó la nueva edición de El Cantor, Memoria y Hay
un mundo. No te imaginas la gozada que fue releer tus viejos poemas, a sea
estar otra vez en La Rioja pero hasta la médula. Cuando fuí a La Rioja en abril
pasado, no estuve verdaderamente, no ví su paisaje, apenas le pasé los ojos
por encima. En La Rioja estuve ahora, releyendo tus poemas y sobre todo,
leyendo tus cuentos, donde el paisaje se desborda por las palabras, aunque tu
propósito no sea describirlo, y esto es algo que sólo consiguen los narradores
muy pero muy buenos. "La herencia de las hachas" y "El rastro del guanaco"
valen por muchos años de experiencia narrativa y quedarán como trementdos
testimonios de nuestra realidad...
Fue, te repito, una verdadera fiesta, a cada rato me iba a la cocina donde
Irma estaba preparando la comida, "escuchá este poema de David" (...)
Daniel Moyano, MADRID, ESPAÑA.

Incluyo un ejemplar de la Revista Azor, en el que aparece una nota que


he hecho sobre su magnífico libro El Cantor, Memoria de los Llanos, nota que
aunque breve, por no disponer de más espacio, refleja, exactamente, la impre-
sión que me ha prducido la lectura de su libro. Hay en su obra, reciedumbre,
fuerza y hondura; su voz es sincera, y se destaca muy por encima de tanta y
tanta seudo-poesía como recibimos de ahí. Enhorabena. José Jurado Mora-
les, ESPAÑA.

A Héctor David Gatica, poeta argentino, ya tuve ocasión de referirme en


esta página con motivo de la aparición de su libro. El Cantor. Hablé entonces de
las singulares circunstancias en que vive y escribe este poeta habitante en la
Memoria de Los Llanos 137

llanura de la imnensa provincia de La Rioja, alejado de todo centro de civiliza-


ción, y pese a ello, demostrando ser poeta de vocación innegable, animador de
una obra - una revista - lírica que, no obstante nacer en tan apartadas soleda-
des, es ya conocida en casi toda Hispanoamérica y en la propia España.
El nombre de esta revista poética es Poesía Amiga y, de acuerdo con él,
el poeta que la dirige realiza una bella empresa que, trascendiendo lo puramen-
te poético, logra intensificar - o crear, cuando no existen - fraternales lazos de
amistad entre los escritores y poetas de las repúblicas hispanoamericanas y
entre ellos y los españoles.
Pero, aunque bastaría esto último para ser memorable la personalidad
de Héctor David Gatica, quiero insistir que se trata de un poeta vocacional, es
decir, entero y verdadero poeta. En demostración de este acervo, tengo ante mí
la última obra -Memoria de los Llanos-, que, como acaecía en la primera, sigue
cantando los motivos y figuras que le son particularmente conocidos porque
son, precisamente los que geográfica o históricamente, han configurado aque-
lla vasta región argentina en que le ha tocado nacer y vivir.
Gatica, como nuestro Miguel Hernaádez, ha vivido en un medio telúrico,
y humano con el que se siente identificado, del que es, como las típicas figuras
que lo pueblan, prolongación humana y al que, siendo poeta, siente, por tanto,
la necesidad de cantar, de interpretarlo, lo que, en definitiva, equivale a
interpretarse y dfinirse a sí mismo. (...) Francisco Lucio (Página literaria,
Tarrasa Información), ESPAÑA.

De la poética sombría de Novalis estamos idealmente unidos al área de


angustia de Paul Eluard. Más, la variedad de este panorama, poética del cual
Verborama, con la precisa terminología, es intérprete, prosigue su constante
amplitud de interés y de experiencia.
Se tiene entonces el movimiento del hombre, la carrera del caballo lanza-
do y el torbellino del domador (cavaliere saetante) sobre la vastedad de la
llanura y también la detención, el relámpago que enceguece, el rayo que des-
truye, el abrazo de la tierra.
Pero la nota fundamental del poeta Gatica, no se extingue en esta área
de sombras, de viento y de destino. Su lenguaje poético es consumado y
eficcaz, aun para una visión mental (cerebral) de las cosas que a veces hace
contrastar, a veces armoniza con las intensas xilografías de Pedro Molina,
138 Héctor David Gatica

donde las figuras de los peones se alternan con algunas formas animales o, a
través del idioma de lo objetivo, surreal.
Las cosas por consiguiente hablan un lirismo complejo y una pintura
elaborada y aun ansiosa de verdad, con los candelabros y con la ausencia
sedienta (poemas "Hachero" y "La sequía").
Rápidamente, con este motivo y tónica del quehacer de los hombres y
de los animales sobre su comarca y bajo la amplitud del cielo, se apodera de
improviso el poeta y refunde largos temas de su arte - a simple vista popular,
ingenuo, objetivamente - con su subjetivismo concentrado, absorbido y una
linea típicamente surrealista.
Cuando habla al carrero, el poeta Gatica transita realismo, dureza y por
un final se deriva una pintura monocorde, mientras por el otro reverbera con
los horizontes.
El realismo, más que el pesimismo, le da pureza al sentido de la participa-
ción intensa del hombre y del animal en la misma oscuridad de su destino
"Carrero", "Chúcaro".
Cantar, exprimir y vivir. Esto nos obliga a decir finalmente, el lirismo por
la guitarra del poeta. En tal realidad fugitiva pero persuasiva, de continua
renovación, todas las cosas recobran un significado para nosotros y por sí
mismo la certeza de ser. Prof. Carlos Gentile, ITALIA.

Embajada de la República Argentina


Don Héctor David Gatica

Estimado amigo:
Me es grato dirigirme a usted con el fin de acercarle algunos ejemplares
de su libro incluído en la colección NADIR que el Servicio Cultural de la Emba-
jada Argentina en Francia publica.
Creo que usted es un poeta de una calidad infinita que representa fiel-
mente nuestro interior del país, estamos orgullosos de haber podido concluir
esta empresa de edición de su libro que no ha sido nada fácil.
El mismo, sin valor comercial, será distribuído por todas las Universida-
des y diversas Instituciones de Francia.
Sin otro particular y siempre a sus órdenes lo saludo atentamente.
París, 4 de Agosto de 1992. Leopoldo Torres Agüero, FRANCIA.
Minis. Relac. Culturales y de Coordinación.
Memoria de Los Llanos 139

Para Héctor David Gatica / que en los llanos de La Rioja / con el viento
quebrachero / su canto salado moja / cuando en los parche llaneros / viene
latiendo la aloja. Jaime Dávalos, 1958 (Salta).

Desde el encuentro en Monteros te he perdido el rumbo, pero el en-


cuentro con tu poesía ha sido para mí inolvidable y afirmo sin ningún tapujo
que tu voz es una de las más potentes, lúcidas y bellas de mi país interior y de
mi Rioja querida. (...). Armando Tejada Gómez (Mendoza).

Sus poemas me trajeron de nuevo el aroma de obrajes y corrales. No


haber estado en el velatorio de Agustín Aldeco. No haber podido tirar una flor
de duraznillo en la “profunda tumba de Berón”. Gracias por tan hermosas
evocaciones. Le mando un abrazo apretado y colorido como una cubrecama
llanista. Felix Luna (Buenos Aires).

En noviembre terminó un seminario sobre poesía y prosa del noroeste y


usted Junto con Castilla y Clementina, con Lanzillotto y Ferraro, colmaron una
avidez que en mis alumnos no conocía en semejante dimensión. Guillermo Ara
(Buenos Aires).

Usted se defiende formidablemente del acecho inquietante y angus-


tioso del universo mundo con poemas que lo sitúan en una dimensión
profunda, donde los días que fueron suyos pueden ser míos y de mucha
gente también, gracias al vigor de su comunicatividad. (...). Ulises Petid de
Murat (Buenos Aires).

Solo estando varado en un yermo son posibles versos tan hondos y


bellos (...) Juan Filloy (Còrdoba).

He recibido Los Fundadores del Olvido, que he comenzado a leer con


gusto. Por cierto que ya conocía de usted algunos excelentes poemas (...).
Héctor Tizón (Jujuy).
140 Héctor David Gatica

No hay página en Los Fundadores del Olvido que no sea antológica.


Todo en este libro me impresionó: los temas, el lenguaje, los hallazgos del
ingenio, esa autenticidad que te singulariza, desollada, azotante. Al leer tus
cuentos se tiene la inmediata certeza de que se está ante algo perdurable.
(...). María Granata (Buenos Aires).

Sigo impresionado por la lectura de “Los Días Insólitos”. Sigo sin


entender cómo la naturaleza del hombre se puede perturbar hasta esos
extremos. Los nombres que se suceden a lo largo de tu documento poético
estuvieron ligados a mí en jornadas inolvidables. Carlos A. Devole (Buenos
Aires).

He leído uno por uno, sin apuro, sus relatos. Hasta cuando seguiremos
ignorando a escritores como usted y batiéndole el parche a tanto arribista. (...).
Marco Denevi (Buenos Aires).

He leído con entusiasmo creciente su ”Memoria de los Llanos” y con


sincera alegría me informé de que su valioso libro alcanzó diez ediciones. Jorge
Calvetti (Jujuy).

Recibí la Antología Poética Riojana que me hiciera llegar. Es excelente.


Yo pondero, que aparte de ser usted un gran escritor, pondero, digo, su alma
noble y generosa. Sin su participación, sin su desvivir en búsquedas constan-
tes, cuántos escritores riojanos estarían ya en el olvido. Polo Godoy Rojo (San
Luis).

Van estas líneas para agradecerte el magnífico Tomo 1 de Integración


Cultural Riojana que recibí en estos días. Si los intelectuales del interior amaran
su provincia como vos amás a La Rioja, tendríamos la frente más alta del mun-
do. Debo felicitarte entonces no solo por el mérito de haber armado obra seme-
jante, de casi 700 páginas, con la investigación y selección que ello implica,
Memoria de Los Llanos 141

sino también por la actitud militante frente a la cultura p`ropia que te llevó a
acometer tan ardua empresa. Adolfo Colombres (Tucumán).

Recibí Antología Poética Riojana. Mi sincera alegría al saber que has


concretado un trabajo tan amplio y positivo para la literatura argentina, para la
poesía castellana en general. Nadie es más que vos conocedor de tu gente (...).
Jorge L. Escudero (San Juan).

Tengo en mis manos tu libro Los Fundadores del Olvido. Lo entiendo


como una brea florecida, semejando el sol del pueblo naciendo desde abajo.
Como debiera ser siempre. Desde abajo. Juan Miguel Bustos (San Luis).

Querido y quijotesco hermano: No hemos olvidado por cierto su visita,


ni su afectuoso y fraternal gesto de dedicar a la poesía paraguaya un número
de Poesía Amiga (...). Josefina Pla (Paraguay).

He gozado con tus poemas, son muy frescos, muy lindos y muy perso-
nales. Me traen un sabor limpio y temprano, sabor y recuerdo de lo que no
conozco y ya conozco. ¿Cuándo vendrás por estas tierras? (...). Yolanda
Bredegal (Bolivia).

Impresiona atisbar de pronto, en un recodo de este o aquel cuento,


personajes que se encuentran también en nuestros campos y pueblos, y por
ello en nuestra literatura (...) Tendré que ir a La Rioja, a encontrarme con la
gente y sus palabras, con la naturaleza fabulosa y con usted, creador de belle-
za. Ibrahim Hidalgo (La Habana, Cuba).

... Pero la nota fundamental del poeta Gatica, no se extingue en esta área
de sombras, de viento y de destino. Su lenguaje poético es consumado y
eficaz, aún para una visión mental (cerebral) de las cosas que a veces hace
contrastar, a veces armoniza con las intensas xilografías de Pedro Molina (...).
Prof. Carlos Gentile (Italia).
142 Héctor David Gatica

Creo que usted es un poeta de una calidad infinita que representa fiel-
mente muestro interior del país, estamos orgullosos de haber podido concluir
esta empresa de edición de su libro. El mismo será distribuido por todas las
Universidades y diversas instituciones de Francia. Leopoldo Torres Agüero
(Francia).

Hay en su obra, reciedumbre, fuerza y hondura, su voz es sincera, y se


destaca muy por encima, de tanta y tanta seudo poesía como recibimos de ahí.
Enhorabuena. Jorge Jurado Morales (España).

En La Rioja estuve ahora, releyendo tus poemas y sobre todo, leyendo


tus cuentos, donde el paisaje se desborda por las palabras, aunque tu propó-
sito no sea describirlo, y esto es algo que solo consiguen los narradores muy
pero muy buenos (...). Daniel Moyano (España).
Memoria de Los Llanos 143

Se terminó de imprimir en julio de 2017 en los


talleres de Alta Córdoba Impresos
Castelar 25 - Barrio Alta Córdoba
5001 Córdoba - Tel/Fax: 0351-4740924
144 Héctor David Gatica

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