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Iconos.

Revista de Ciencias Sociales


ISSN: 1390-1249
revistaiconos@flacso.org.ec
Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales
Ecuador

Quintero Rivera, Ángel G.


¡Salsa! y democracia
Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 18, enero, 2004, pp. 20-23
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Quito, Ecuador

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50901803

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¡Salsa!
y democracia
Prácticas musicales y visiones
sociales en la América mulata1

Ángel G. Quintero Rivera2 nipresente en la vida de los humanos, argu-


mentaba, la música constituye una de las
Muchos analistas de las culturas “mulatas” de principales maneras en que los hombres y
América argumentan que la herencia cultural mujeres expresan su relación con el mundo y
africana reviste en éstas una importancia se- las relaciones entre ellos. Tan es así, que no se
cundaria porque se manifiesta sobre todo en ha encontrado sociedad alguna que no tenga
fenómenos como el folklore musical. Investi- algún tipo de música. Aunque ciertamente,
gaciones más profundas demostrarían la im- contrario a otros períodos históricos, en los
portante presencia de dicha herencia en mu- últimos siglos la música se ha manifestado
chas otras facetas de estas culturas. Pero presu- principalmente en el ámbito del entreteni-
poniendo, para fines de argumentación, que miento, aún así expresa muy profundamente
la apreciación fuera correcta, que nuestra afri- visiones sociales que abarcan muy diversas es-
canía se encuentra sobre todo en la música, feras de la vida.
¿demostraría ello una importancia secundaria? Sobre ello podríamos escribir largamente;
Tras esta apreciación se evidencia una vi- de hecho, fue lo que intenté en el libro ¡Salsa,
sión de la música como mero “entretenimien- sabor y control!, sociología de la música “tropical”
to” o “diversión” y, por tanto, de importancia (México: Siglo XXI, 1998). Pero en este ensa-
social relativa menor a fenómenos económi- yo corto sólo puedo compartir algunos pocos
cos, políticos o culturales “más serios”. Sin ejemplos. Muy comúnmente se piensa que la
embargo, como bien señaló uno de los pione- sociología de la música, sobre todo popular, se
ros de la etnomusicología, John Blacking, la concentra en el estudio de la temática social
música es “la organización humana del soni- que muy frecuentemente aparece en las letras
do”. Y siendo el sonido un elemento tan om- de las canciones. Esto es muy importante, pero
quisiera concentrar mis ejemplos en esta oca-
Quintero, Ángel, 2004, “¡Salsa! y democracia. Prácticas
sión en otro ámbito donde las visiones sociales
musicales y visiones sociales en la América mulata”, en
ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 20-23. tienden a pasar inadvertidas: en las prácticas
musicales, en las maneras de hacer música.
1 Una primera versión de este ensayo fue publicada en
la revista ArchipiéLAgo (México) Año 2, Número 10,
enero–febrero, 1997, pp. 45-48; se ha revisado ligera- La composición abierta
mente para esta publicación. y colaborativa
2 Sociólogo puertorriqueño. Director de proyectos en el
Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad
Entre 1600 y 1900 aproximadamente, las so-
de Puerto Rico. Ha publicado doce libros y numero-
sos artículos sobre diversos aspectos de la sociedad y ciedades llamadas “occidentales” fueron desa-
cultura del Caribe y la sociología de la música. rrollando extraordinarias formas de organizar
lo sonoro que se identifican con una manera con diversos giros y detalles sonoros. Pero
de entender el mundo y una organización so- más fundamental, a mi juicio, es la participa-
cial que han ido dominando los tiempos mo- ción activa que las prácticas de composición
dernos: el racionalismo sistémico newtoniano en estas músicas promueven entre los músicos
y la teoría del individualismo posesivo, pilares que van a tocarla. Los músicos, incluyendo al
de la hegemonía del capitalismo. En el siglo cantante en las piezas vocales, no son meros
XX, no obstante, esta poderosa trayectoria ejecutantes; participan activamente en la ela-
musical comenzó a hamaquearse, con músi- boración de la sonoridad resultante a través
cas y prácticas de elaboración sonora que ex- de la incorporación de giros y frases (vocales
presan cómo las relaciones sociales podrían o sonoras) en las cuales manifiestan la indivi-
ser diferentes, basarse sobre otros supuestos y dualidad de sus estilos propios. La cosmovi-
concepciones. En este proceso, han sido a mi sión determinista del universo de la partitura
juicio fundamentales las contribuciones de las (al estilo de las leyes de la física newtoniana)
más desarrolladas músicas “mulatas” del Nue- se quiebra ante la sorpresa de la ornamenta-
vo Mundo, que han combinado la riqueza de ción y la improvisación espontánea de unos
la trayectoria “occidental”, las herencias afri- procesos inéditos e irreversibles. (La música
canas y las impactantes experiencias de des- europea antigua también incorporaba algunas
plazamiento territorial y problemática hidri- de estas características y, aunque algunos ele-
dez que han marcado la historia de América, mentos perduraron -como las cadenzas en al-
la historia de un mundo social constituyén- gunos conciertos-, fueron restringiéndose
dose “nuevo”. enormemente con el proceso modernizador a
Veamos algunas prácticas musicales com- partir del siglo XVII).
partidas por las más elevadas expresiones de
las tres más impactantes músicas “mulatas”,
que no por coincidencia se han convertido en La improvisación como
tres de las más importantes y generalizadas reciprocidad liberadora
músicas de este siglo: el jazz, la música brasi-
leña y la música caribeña (que combinan las La importancia que otorgan estas músicas
mejores salsas). En esta músicas, como en la “mulatas” a la improvisación es, de hecho,
tradición occidental, existe la práctica de la la segunda práctica fundamental de ellas
composición; un creador musical que previo que quería adelantar
a la ejecución de la música, ha pensado y ela- acá. Estas no sólo
borado posibles desarrollos de ideas sonoras permiten la orna-
que plasma (gracias a la escritura o notación mentación im-
musical) en una partitura. Pero contrario a la provisada de los
trayectoria de la modernidad occidental, en instrumentistas
las músicas “mulatas” no se pretende que el a lo largo de la
compositor lo determine todo. La práctica de pieza, a base
la composición no es, generalmente, autorita- del conoci-
ria ni individualista, sino abierta y colaborati- miento de sus
va. Está basada en el reconocimiento de la instrumentos y sus
presencia de otros e, intrínsecamente vincula- particulares estilos de
do a ello, en una visión de la música, no sólo ejecución, sino además de-
como expresión, sino como comunicación (y sarrollan formas que promue-
en diversas direcciones, además). ven la improvisación: composiciones
Generalmente existe en estas músicas un que incluyen secciones específicas
arreglista, que no sólo transcribe los dictados dedicadas a la manifestación virtuo-
del compositor, sino que enriquece la pieza sista de los diversos componentes
dossier

La música expresan la relación de hombres y mujeres con el mundo y entre ellos.


Componiendo, tocando, tarareando, cantando y bailando manifestamos diversas
formas de cómo somos (lo que hemos sido y lo que podríamos ser).
La heterogeneidad de timbres en las músicas "mulatas" reafirma una
democracia que valora las diferencias.

de un conjunto musical, lo que se conoce en arreglista y los músicos), sino también entre
el jazz como los jam sessions y en la salsa co- éstos y los que la “utilizan” o “consumen”. El
mo las descargas. En estas formas, la improvi- creciente distanciamiento entre los músicos y
sación es un fenómeno de comunicación, su “público” en la producción sonora, que ha
pues se improvisa a base de lo que el compo- experimentado la gran música de la moderni-
sitor y el arreglista han querido expresar, y en dad occidental, ha permeado también a toda
entrejuego con la improvisación de los instru- música que trasciende el ámbito puramente
mentistas que le han precedido en la sesión comunal, pero en grados diferentes. Manifes-
improvisatoria. tando una distinta concepción de la sociabili-
Las improvisaciones no son, pues, manifes- dad, el “público” en, por ejemplo, la salsa es
taciones individuales, sino expresiones de indi- rara vez pasivo. Se comunica constantemente
vidualidad en una labor de conjunto; trascen- con los músicos, siguiendo la clave con las
diendo, en esa forma, la tradicional diferencia- palmas de las manos, coreando el coro, de-
ción entre lo singular y lo plural en referencia mandando intensidad o ¡sabor! y, sobre todo,
a lo humano. La composición no es, por tan- bailando. De esta forma se retiene (sin tanta
to, una obra individual, sino una práctica co- intensidad, claro está) la vieja tradición afro-
laborativa, que quiebra, en la pro- caribeña de la bomba puertorriqueña, la
ducción simbólica, la teoría del rumba cubana y otras músicas hermanas, del
individualismo posesivo. La im- diálogo imprescindible entre bailador y tam-
provisación es relación comunica- borero en la sonoridad resultante.
tiva; es expresión de reci- Esta comunicación desde “el público” es
procidad, donde la in- muy importante para el desarrollo espontáneo
dividualidad se de las ornamentaciones y la improvisación,
constituye, no pues los músicos responden a esas que llaman
en términos de “vibraciones” en torno a lo que están tocando
lo busca o lo que y, en ese sentido, puede decirse que, de cierta
recibe, sino de lo que ofre- manera, se quiebra la división tajante entre
ce, de lo que da. Las indivi- productores y “consumidores” en la elabora-
dualidades no se diluyen en la ción de las sonoridades. Quiebra también esta
colectividad, pero tienen sentido só- práctica la concepción de la composición co-
lo en términos de ésta. mo universo predeterminado (paralela a las le-
yes físicas newtonianas), infinitamente repeti-
ble por la partitura, ante la incorporación
¡...ahora le toca al bailador! constante de dichos procesos irreversibles.
En la actividad ¡Pa’ la calle, bailador!, por
La comunicación a través de la cual se elabo- ejemplo, celebrada unos años atrás en uno de
ra la sonoridad resultante en la “mulata” mú- los principales salones de baile de San Juan de
sica “tropical” no se da únicamente entre los Puerto Rico, Papo Lucca, director musical de
que producen la música (el compositor, el una de las más populares orquestas de salsa -
La Sonora Ponceña-, estimulando la participa- gas pueden participar tanto los instrumentos
ción del público, expresaba desde la tarima, melódicos valorados por la música de la mo-
abiertamente y “a todo pulmón”: “¡de eso se dernidad occidental -el violín, el piano o la
trata la salsa: de la comunicación entre uste- flauta...-, como aquellos que ésta había sub-
des y nosotros!” valorado: el trombón, el cuatro, el bajo, la ba-
tería, los bongoes o las congas, entre otros.
En nuestras sociedades americanas -cuyas
La heterogeneidad y la músicas entremezclan diversas tradiciones de
democratización instrumental expresión y elaboración sonora- los diversos
instrumentos fueron asociándose histórica-
Un gran aporte de la modernidad occidental mente con particulares identidades sociales;
a la organización humana de los sonidos fue étnicas y de clase, sobre todo. El violín se aso-
el desarrollo de una música polivocal (de ció con la tradición europea, mientras la per-
muchas voces diversas) conformada por una cusión con la africana; la guitarra, el cuatro y
gran heterogeneidad de agentes sonoros o fa- el güiro con el campesinado, y los vientos-
milias de instrumentos. Este desarrollo fue metal con los trabajadores urbanos de ofi-
acompañado, no obstante, por una clara je- cios... Dados los significados que expresan los
rarquización de los instrumentos. En esa ex- timbres sonoros de los diversos instrumentos
traordinaria institución polivocal de occi- en términos de las identidades sociocultura-
dente que es la orquesta sinfónica, por ejem- les, la valoración presente en las músicas “mu-
plo, la voz cantante la lleva generalmente el latas” a la heterogeneidad de sus timbres, trae
violín, mientras la percusión se limita a consigo implicaciones fundamentales en tor-
“acompañar” o “adornar”. Es significativo no a las concepciones de la sociabilidad, rea-
que en la orquesta sinfónica está establecido firma la utopía de una democracia que valora
que sea el primer violín (que se denomina el respeto de las diferencias.
concertino) el líder del conjunto. Todos los argumentos presentados acá re-
Las más elaboradas expresiones de las mú- quieren matizarse y elaborarse mucho más.
sicas “mulatas” (en el jazz, la música brasilera Los he presentado en líneas gruesas para esti-
o la salsa, por ejemplo) aprovechan la tradi- mular la reflexión sobre fenómenos que pare-
ción polivocal y la riqueza instrumental, pero cen a primera vista “triviales” y que constitu-
quebrando la jerarquización establecida. En yen, sin embargo, elementos centrales de lo
los conjuntos de salsa, a manera de ilustra- que algunos teóricos han llamado “nuestro in-
ción, la percusión se coloca en la línea frontal consciente colectivo”. En ese sentido, los estu-
y no al fondo, como en la orquesta sinfónica. diosos de la América mulata tenemos mucho
Estas músicas fueron rompiendo con la idea que aprender de nuestros pueblos que han
de que unos instrumentos lleven “la voz can- continua y consistentemente valorado enor-
tante”, mientras los otros los “acompañan”; memente su música. Y es que, además de go-
desarrollando una sonoridad de conjunto ba- zar, y simultáneamente, manifestamos diver-
sada en la multiplicación integrada de tim- sas formas de cómo somos (incluyendo lo que
bres sonoros, ejerciendo -cada uno- una voz hemos sido y podríamos ser) componiendo,
propia. El liderato de estos conjuntos puede tocando, tarareando, cantando y bailando.
ejercerse desde el bajo, el trombón, la percu-
sión, el piano o la voz... Como en la elabora-
ción virtuosista de los jam sessions o las descar- 20/11/03

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