Você está na página 1de 5

Análisis del poder en la sociedad católica

Universidad Autónoma de Querétaro


María Fernanda Hernández Ortiz
20/11/2018
Cruel, controladora y sin piedad ha sido la sociedad católica durante siglos. Hechos como la
existencia de las lavanderías irlandesas controladas por la hegemonía católica, que fueron
creadas para la explotación de mujeres que han cometido pecados de lujuria, son prueba de
ello. La película En el nombre de Dios dirigida por Peter Mullan estrenada en el 2002, se
proyectan diversos testimonios de mujeres que pertenecieron a la institución Lavanderías de
la Magdalenas, de la cual, se estima hubo aproximadamente tres mil víctimas (La Redacción,
2003). La tesis de este ensayo es demostrar la construcción del discurso católico sobre la
mujer adúltera por medio de los personajes de la película En el nombre de Dios, con la mirada
de Michel Foucault en su texto El orden del discurso.

La hipótesis de Michel Foucault en El orden del discurso es: “en toda sociedad la
producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto
número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar
el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.” (pág. 14) En donde
explicará los sistemas de exclusión, en los cuales el ensayo utilizará de soporte para encontrar
los mecanismos de control de la sociedad católica. Asimismo los procesos internos que
afectan al discurso y la clasificación de los principios que afectan al sujeto creador de
discursos, serán de suma importancia para demostrar el control de la mujer adúltera en el
mundo católico. Sin embargo, todos los conceptos y principio propuestos en El orden del
discurso no encajan dentro de los elementos del discurso mostrados en la película.

Toda sociedad tiene un sistema de exclusión, que ponen en juego el poder y el deseo.
El primero de sus principios explicados por Foucault, es la palabra prohibida (Foucault,
1996). En la sociedad católica que refleja la película, el Tabú a la sexualidad y el derecho
exclusivo del sujeto que habla, perviven constantemente. Desde las primeras escenas existe
el eufemismo a hablar de la sexualidad, como en el momento en el que Margaret llega a la
lavandería e intenta explicarle a la monja que fue víctima de una violación y por ende no
debería ser considerada como una prostituta, le dice: “creo que debería irme” (Mullan, 2002,
00:17:06), a lo que la monja reacciona indignadamente: “jamás me interrumpas, muchacha”
(Mullan, 2002, 00:17:12). Porque la monja, que supuestamente es digna de portar la palabra
de Dios y de mandar, la hace callar. Asimismo, como el intento de Crispina de decirle a la
religiosa encargada que abusaron de ella declarando desesperadamente: “yo no quería”
(Mullan, 2002, 01:19:23). Además de ser eufemismos, la respuesta de la monja ante los
testimonios, es la interrupción, dando a entender que de eso no se habla y mucho menos
perteneciendo a la marginalidad.

El siguiente principio de exclusión es la separación al loco. Ahí, la hegemonía


mantiene la postura en la que si el discurso no resulta coherente o de su agrado, el loco es
excluido (Foucault, 1996). En la película En el nombre de Dios hay un personaje llamado
Crispina, la cual les resulta incómoda a las monjas que controlan la lavandería. En un
momento de ceremonia pública, el sacerdote sufre un ataque de comezón ─alguien más había
lavado su ropa en hiedra venenosa─, se desnuda, después Crispina también sufre picor en la
entrepierna a causa de la violación que le acaba de cometer el religioso y le grita: “no es un
hombre de Dios” (Mullan, 2002, 00:19:44) repetidas veces. Después del suceso, Crispina es
enviada al manicomio. Dicho mensaje representa al loco excluido, pues poco importa su
acusación en contra de un sacerdote siendo considerada una lujuriosa, o mejor dicho por
Foucault, una loca a la que hay que separar.

El tercer sistema de exclusión, el de la voluntad de verdad, explicado por Foucault


como el discurso portador de la verdad, al cual hay que temerlo, respetarlo y por ende,
someterse (Delgadillo Mosquera, 2011). El discurso católico ha utilizado el terror para lograr
que los subordinados realicen las labores que se les han asignado. En el nombre de Dios se
presencia constantemente el deseo de los religiosos por demostrarles a las adúlteras que si
continúan con sus prácticas pecadoras, terminarán siendo castigadas en el Infierno. Los
religiosos son quienes portan el discurso porque ellos son la voz de Dios en la Tierra, han
leído la Biblia ─documento que prueba lo verdadero─ y asimismo imponen el miedo con
golpes, cortando el pelo o humillándolas.

Luego bien, Foucault explica que existen los procesos internos para delimitar el
discurso, que buscan clasificar, ordenar y distribuir. El primero es el comentario, el cual
parece dominar en los textos católicos. El autor explica que en cualquier civilización hay un
conjunto de textos conservados porque se cree que guardan algún misterio (Foucault, 1996).
La religión católica le toma muchísimo importancia a sus grandes relatos; no se debe olvidar
que la muerte de Cristo fue la fundadora de una nueva era y del cristianismo. En el caso del
film, la orden a la que pertenecen las monjas es a la de Las Hermanas Magdalenas, la monja
superiora explica que la institución fue creada en base al relato en donde se dice que María
Magdalena, después de prostituirse, realizó una larga serie de labores y sacrificios que le
ayudaron a purgarse. Dicho relato es la justificación constante de la sociedad católica
irlandesa para explotar, violentar y humillar a mujeres pecadoras, con la promesa de redimir
sus almas.

Los dos procesos internos que continúa explicando Foucault son los de autor y el de
disciplinas, sin embargo, ninguno de los dos pertenecen al discurso católico, puesto que el
proceso interno de disciplina lo derrocaría por su deficiencia de estudio positivista y el
proceso de autor reconoce una individualidad que le es ajena al catolicismo.

Foucault dice que hay un tercer grupo de procedimientos que permiten el control del
discurso. Él explica que son reglas que restringen la entrada a otros individuos, es decir, quien
no califica en la sociedad, es el individuo que no cumple ciertos requisitos. Ahora bien, el
ritual es parte de este tercer grupo, aquél se define como la cualificación que deben tener los
individuos ─ya sean gestos, comportamientos o cualquier signo que acompaña al signo─. En
el universo católico se procura la constancia del ritual como las ceremonias y los rezos. En
la película, los rezos se recitan diario a la hora del desayuno, porque además de ser un lugar
dirigido por religiosos, el principal objetivo es limpiarles las almas a las adúlteras.

En los mismos procedimientos, a modo de conservar el poder aparecen las sociedades


de discurso. El texto de Foucault lo explica cómo un procedimiento en el que el discurso es
preservado por una limitada cantidad de individuos. Sin embargo, el catolicismo no pertenece
a una sociedad del discurso, sino a una sociedad doctrinal. La sociedad discursiva no
permitiría que la palabra de Dios fuese difundida en un libro como La Biblia en una
lavandería llena de pecadoras, pero a la doctrinal le interesa que sus ideas se difundan en
cualquier espacio. He de agregar que la película no hay ninguna presencia explícita del
procedimiento educativo, ya que nunca hacen evidente quiénes saben leer y escribir, por lo
que tampoco se puede discernir cómo y por qué sucede dicho fenómeno.

En el nombre de Dios no hubo cabida a entender cómo se revierte el discurso que al


final termina exponiendo Michel Foucault en su texto. La película finaliza con Margaret
siendo salvada por su hermano menor, y por el escape de Bernardette y Rose. El lector del
discurso de poder puede discernir que un discurso católico que reprime las libertades de las
mujeres, debe ser cuestionado ─aplicar el procedimiento de trastocamiento─ y ser
desnormalizado. En cuanto a pensar la discontinuidad del discurso, la riqueza de la monja
superiora que se alcanza a ver cuando llegan los tres personajes principales y su discurso en
donde “solamente dejando los placeres de la carne se salva del fuego eterno”, son terribles
contradicciones. En la especificidad, el poder agrede a los objetos, en este caso, a las
pecadoras. Para la exterioridad, el discurso se atacaría por el simple cuestionamiento de la
existencia de lavanderías en donde se explotan personas, simplemente porque ciertos relatos
bíblicos dicen que las pecadoras deben redimirse mediante el sacrificio.

En conclusión, el sistema de exclusión aplicado en la mujer adúltera le prohíbe el


lenguaje relacionado con la sexualidad, con la demanda de su inocencia, se le estremece por
su condición de pecadora. Todo aquel sistema de exclusión no solamente se ve en esos rasgos
que propone Foucault, sino también con la expulsión de sus hogares, y con el reclutamiento
forzado en la lavandería. En cuanto a los procesos internos, el universo católico se basa en
sus relatos para construirse, pues impone su voluntad con el ejemplo de personajes
ejemplares. Como tercer grupo de procedimientos, existe el ritual ─que en el catolicismo es
el rezo─ y la difusión libre del discurso que ambos, con el pretexto de la purgación de las
almas en cualquier espacio.

Bibliografía
Delgadillo Mosquera, J. (julio-diciembre de 2011). Institución universitaria envigado. Obtenido de
http://revistas.iue.edu.co/index.php/Psicoespacios/article/view/83/695

Foucault, M. (1996). El orden del discurso. Madrid: La Piqueta.

Mullan, P. (Dirección). (2002). En el nombre de Dios [Película].

Redacción, L. (20 de julio de 2003). Las hermanas de la Magdalena. Obtenido de Proceso:


https://www.proceso.com.mx/189923/las-hermanas-de-la-magdalena

Você também pode gostar