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México es el segundo país con más católicos en el mundo (96, 450,000) después de Brasil
(126, 750,000), seguido de Filipinas (75, 570,000) según estimación de LIVESCINCE publicado
el 19 de febrero de 2013 en www.livecince.com.
Según este sitio el 47% de la población católica del mundo se localiza en América (A.L. 39% y
N.A. 8%) el resto en Europa 24%, África (Sud A 16%, N.A. 8%) Y Asia/Pacifico 12%.
La Constitución de 1824 declaraba que la Región Oficial de la Republica seria la católica. Sin
embargo el Estado Mexicano es oficialmente laico desde que la separación entre las
Instituciones Religiosas y la Administración Política de la nación quedara consagrada en la
Constitución de 1957 y fuera ratificada en la vigente Constitución de 1917.
La iglesia protestante fue reconocida como tal por las autoridades mexicanas en el año de
1857 gracias a la Leyes de Reforma de Benito Juárez las cuales incluían, por primera vez
libertad de cultos en el país.
Un hecho que obviamente benefició también a los protestantes en México fue el decreto de
Libertad de Cultos, promulgado por Benito Juárez el 4 de diciembre de 1860. Provoco “La
ruptura de las relaciones diplomáticas con el Vaticano, en 1860, así como la ley del mismo
año sobre la libertad de culto, marcaron el final de las tentativas liberales por integrar a la
Iglesia Católica con el Estado y abrieron el paso para la constitución de sociedades
religiosas protestantes en México” (Bastian).
A la muerte de Juárez le sucedió Sebastián Lerdo de Tejada quien extremó las medidas
contra la Iglesia Católica, al tiempo que abría más ampliamente las puertas a las sociedades
protestantes, las cuales vinieron a reforzar los pequeños y escasos grupos reformistas que ya
existían en el país, acabando por absorberlos totalmente. El apoyo otorgado por Lerdo de
Tejada a los protestantes fue un factor decisivo para el establecimiento en México de las
sociedades protestantes. Durante su gobierno, las asociaciones protestantes pasaron de 50
a 125.
En 1872 llegaron a la ciudad de México los tres primeros MISIONEROS PRESBITERIANOS, los
cuales, además de establecerse en la capital, se dirigieron a Guanajuato, Zacatecas y San Luis
Potosí, donde hicieron contacto con las sociedades reformistas ya existentes. Ese mismo año
llegaron también LOS CONGREGACIONALES, quienes se radicaron en Guadalajara y
establecieron relaciones con las doce congregaciones fundadas anteriormente en Nuevo
León. Finalmente, a fines del mismo año de 1872 llegó a México LA IGLESIA METODISTA
EPISCOPAL DEL NORTE en la persona del obispo Gilbert Haven, alcanzado a principios de
1873 por el misionero William Butler, quien se hizo cargo de la dirección de esta iglesia en
México. A estos se añadió también en 1873 LA IGLESIA METODISTA EPISCOPAL DEL SUR
(dividida de la anterior por el problema de la esclavitud) que envió al obispo Otto Keener.
Éste, al regresar a Estados Unidos dejó al frente de su iglesia al mexicano Alejo Hernández,
convertido en Texas. La quinta iglesia que llegó al país, en 1874, fue LA IGLESIA
PRESBITERIANA DEL SUR (dividida de la del norte por el mismo motivo que la metodista), la
cual entró a México por Matamoros.
Al asumir Porfirio Díaz el poder, los protestantes desconfiaban de él ya que había derrotado
a Lerdo de Tejada, su gran protector. Sin embargo Díaz, aplicó también, tanto para la Iglesia
Católica como para los protestantes, su política liberal de “dejar hacer, dejar pasar” que
aplicaba en lo económico, cuidando solamente de que no se alterara la paz como él la
concebía. Por este motivo, las iglesias protestantes se difundieron ampliamente por todo el
territorio nacional entre 1877 y 1911. “Entre 1877 y 1882, las congregaciones protestantes
casi duplicaron su número, que pasó de 125 a 239.
México recupera su independencia (1821), y con la llegada de Juárez al poder y para el final
del Siglo XIX se cuenta ya con 14 misiones extranjeras, que se establecen en el país en el
siguiente orden:
Hasta que en 1992 el Presidente Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de Reformas a
los Artículos 3, 5, 27,28 y 130 de la Constitución. Este hecho permitió el restablecimiento de
las relaciones diplomáticas con la Santa Sede.