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Un reto que enfrentar

La multiplicación

Este tiempo es clave para nosotros como familia y como hijos de Dios, ya que se nos presenta un
escenario desafiante con expectativas formidables, adecuado para provocar una atmosfera divina
y extraordinaria con matiz de gloria y de poder. Una gran multitud espera por una respuesta al
enigma que los envuelve a nivel social, emocional, sentimental, material, físico y espiritual. Dentro
del marco contextual en que se encuentra la mayor parte de la gente, existe el problema de los
patrones mentales que se han establecido en cada uno de ellos a raíz de las malas y confusas
experiencias que han podido vivir (o sobrevivir) ya sean solos o acompañados, sin lograr encontrar
la cura a dichos esquemas provocados en su pasado. Cabe mencionar que nosotros somos los
responsables de llevar el antídoto a todas estas vicisitudes en las cuales se encuentran sumergidas
estas personas.

La expansión viene a través de seguir el diseño establecido en la visión dada por Dios, ya que ésta
es la directriz trazada por Él y la cual debemos proyectar sobre el plano arquitectónico de nuestro
destino. Somos llamados a la multiplicación, a la producción extensiva que gira en torno a nuestra
misión como administradores del Reino. La escases es inadmisible para un líder multiplicador,
éste trasciende los límites impuestos por los estándares humanos, los paradigmas intelectuales y
prejuicios antagónicos a la verdad; es un león que marcha sin tregua, un misil lanzado sobre las
masas, una bomba atómica que explota en lugar sobrepoblado.

Ahora es el momento de avanzar para conquistar lo inédito e inaudito, gran número de almas que
vendrán arrepentidas de sus pecados y dispuestos a experimentar una conversión genuina y
permanente, para luego crecer y expandirse en el propósito al que fueron designados. Nos toca a
nosotros allanarles el camino para que puedan transitarlo sin dificultades, somos el ejemplo a
seguir, nuestras pisadas serán las únicas señales que les ayudarán a marchar por la dirección
correcta.

Las sagradas escrituras enseñan que los hijos son como saetas en mano del valiente (Salmos 127:4),
trasladando este versículo a la iglesia podríamos decir que los hijos apostólicos son como saetas
en mano del valiente (el apóstol), que son lanzados para abrir paso con la visión dada a éste último
para establecer el Reino en las casas, ciudades y naciones. La multiplicación está a las puertas,
solo debemos estar dispuestos a guiar esa gran cosecha a su destino profético.

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