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Imágenes de la Patagonia en los viajeros científicos de la Campaña del Desierto

Rodrigo Guzmán Conejeros


CURZA-UNCo.

La campaña militar que la historiografía ha designado como “Campaña del

Desierto”, que se realizó en 1879 tuvo claros componentes de conquista, al contrario

de las anteriores luchas contra el indio, de carácter más bien punitivo. Es decir, que el

triunfo militar de los territorios dominados por el indio al sur de la provincia de Buenos

Aires, se vio acompañado por diferentes acciones de presencia del Estado, buscando

incorporar la región patagónica al territorio nacional.

Estas acciones de dominio estatal, sin embargo, no podrían haber sido

sustentadas en el tiempo sin la institucionalización de determinadas imágenes acerca

del objeto conquistado.

Entre estas acciones de dominio simbólico, nos interesa destacar el papel

cumplido por los exploradores y viajeros de inspiración científica que formaron parte

de la expedición militar. Los resultados de esta campaña científica fueron editados

entre 1881 y 1882 en el Informe oficial de la comisión científica agregada al Estado

Mayor General de la expedición al Río Negro (Patagonia) realizada en los meses de

Abril, Mayo y Junio de 1879, bajo las ordenes del general Julio A. Roca1.

Se trata de productores de textos en los que se configuran determinadas

imágenes de la Patagonia, que son puestas al servicio de la política estatal. En este

sentido, puede afirmarse que estos científicos asumen la función de intelectuales

orgánicos de la Generación de 1880, pues acompañan el esfuerzo militar del Estado,

realizando de esta manera su contribución al proyecto de modernización y

transformación de las estructuras productivas, sociales y culturales de Argentina.

Dado que esta tarea se realizará bajo los auspicios del método científico, el

Informe busca instaurar un sentido objetivo, susceptible de ser aceptado como

verdadero por sus contemporáneos. Esto es plausible dada la importancia que la elite

finisecular asigna al conocimiento científico: la ciencia es la única autorizada para


configurar imágenes de la realidad y sobre la base de éstas el Estado organiza sus

políticas de intervención. En este sentido, nos resulta de interés indagar cómo

funciona en la obra la ideología que le sirve de soporte: el cientificismo.

El Informe se encuentra organizado en tres volúmenes, que se corresponden

con los tres objetos de estudio indagados en el curso de la expedición: zoología (aves,

mamíferos, insectos, arácnidos, batracios y moluscos), botánica y geología. La obra es

de gran envergadura para la época, lo que puede afirmarse tanto por la calidad de la

edición (calidad superior en la encuadernación, en el gramaje del papel utilizado y en

la incorporación de ilustraciones) como por la participación en su redacción de

científicos que ocupaban cargos importantes en las instituciones de investigación del

país2.

En efecto–a excepción del argentino Eduardo Ladislao Holmberg, quien sin

embargo también ocupa una posición preponderante en el campo científico de la

época- todos los científicos que participan de la redacción de la obra son extranjeros

que habían llegado al país en la década de 1870, en el marco de la política científica

impulsada por Domingo . Sarmiento.

Estos científicos son el zoólogo alemán Adolfo Doering (quien llega al país

en 1872 para integrar la Academia de Ciencias de Córdoba), el entomólogo ruso

Carlos Berg (quien viene en 1873 para trabajar en el Museo Público de la ciudad de

Buenos Aires) y el botánico alemán Paul Günther Lorentz (quien arriba al país en

1869 para ocupar la cátedra de botánica en la Academia de Ciencias de

Córdoba). Lo que unifica a estos tres científicos es que llegan al país por

invitación del científico alemán Carlos Germán Conrado Burmeister, destacado

científico europeo, discípulo de Alexander von Humboldt, quien a partir de 1862

ocupa la dirección del Museo de Buenos Aires por invitación del gobernador de

la provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, y de su Ministro, Sarmiento3.


La labor desarrollada por Burmeister en el país, junto con la del

astrónomo norteamericano Benjamín Gould4, fue la base de la política científica

de Sarmiento, quien aspira, según señala Marcelo Montserrat, a la

transformación de la naturaleza y de la sociedad por intermedio de la ciencia y

de la educación5. Esta aspiración del estadista argentino explica su importante

contribución al desarrollo científico del país, que se concretaría en la contratación de

destacados científicos extranjeros, en la fundación de academias e institutos de

investigación y en la creación de carreras universitarias vinculadas con el desarrollo

científico. Sarmiento encarna la aspiración a la modernización, como ideologema

superador de las estructuras sociales del país, sumidas en el estancamiento, como el

mismo Sarmiento señalara en ocasión del debate generado por la fundación del

Observatorio Nacional:

Los que hallan inoportuno un observatorio astronómico, nos aconsejan lo que


Rosas practicaba […] y nos separa por fin de la especie humana, en todos los
progresos realizados por las ciencias naturales […] Es de viejos que pecamos. Los
pueblos modernos son los que resumen todos los progresos que en las ciencias y
en las artes ha hecho la humanidad, aplicándolas a la más general satisfacción de
las necesidades del mayor número (Cit. en Montserrat 1993: 24).
El Informe científico de la Campaña del Desierto está sustentado

ampliamente en la ideología cientificista, lo que se hace evidente en las

presentaciones de los tres tomos de la obra (a cargo de Doering y Lorentz). Este

hecho de por sí no tiene nada de sorprendente dada la adscripción de estos científicos

a la política científica llevada adelante por el Estado Nacional. Resulta más

interesante, desde nuestro punto de vista, analizar la presencia de tal ideología

en la “Introducción” de la obra, en la que se explica la conquista militar –y el

consecuente exterminio de los habitantes indígenas- en la superioridad de la

ciencia y la civilización.

La “Introducción” compara esta Campaña del Desierto con las

conducidas por Rosas y por Alsina y explica que su éxito se basó en la


aplicación de los conocimientos y del método científico por parte del

comandante de la expedición:

El general Roca se ha inspirado en los modernos adelantos de la ciencia de


la guerra, pues la guerra ha dejado de ser un arte sometido a los caprichos
del instinto marcial y de la inspiración, y obedece a las reglas fijas y al
método severo de la ciencia experimental. […] Ha comprendido que la llave
del asunto se encontraba en la configuración del terreno (1881: IX).
En efecto, Roca es presentado como el arquetipo del militar moderno, que

comprende la necesidad de utilizar el método científico en la “ciencia” de la guerra. Así

en esta “Introducción” se explica que acumuló datos e informaciones provenientes de

diversas fuentes (vaqueanos, expediciones científicas e informes militares) que sin

embargo presentaban el inconveniente de poco confiables y contradictorios (por haber

sido obtenidos bajo la amenaza de ataque indígena). A pesar de ello, Roca pudo

sortear esta dificultad, según se afirma en el texto, por su exacta aplicación del método

experimental:

Apoyado en un acopio de conocimientos que se servían de mutuo control


[…] ha podido formular su plan, […] elaborado con tanta precisión que la
campaña se ha realizado […] con la tranquila regularidad de un experimento
de física, organizado en un laboratorio. […] Tales son los títulos del general
Roca. Ha puesto al servicio de un espíritu sagaz un método acertado,
verdaderamente científico (1881: X).
Pero Roca no sólo es presentado como el militar exitoso sino también como el

estadista previsor, que estaba consciente de las responsabilidades que debía asumir

el Estado en los territorios recién ganados al indio: “una vez limpia aquella [zona] de

salvajes, es posible proporcionarle las garantías de seguridad y de vigilancia

administrativa que reclama un territorio para entrar de frente en el movimiento de la

civilización y de la producción” (1881: XII).

En este sentido, resulta de importancia destacar que en esta “Introducción” se

considera que la ciencia, además que de la guerra, puede ofrecer herramientas para el

control estatal y el aprovechamiento económico de esta región. De allí que en la

segunda mitad de este texto se explique en rasgos generales la composición

topográfica y geológica de la Patagonia, para deducir de ello que este conocimiento,

una vez completado, garantizará el poder de policía del Estado en este territorio y
facilitará el aprovechamiento económico de sus tierras: “es evidente que en una gran

parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho

todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en

su conquista” (1881: XX).

Finalmente, en el texto se justifica la campaña de exterminio del indio en la

superioridad de los conquistadores:

La superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los


horizontes del provenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la
humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas.
Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril
que las ocupaba (1881: XX).
De esta manera, el texto se cierra en una instancia que une el conocimiento

científico con el accionar político y estatal. Apelando a la matriz biológica que subyace

en la concepción de progreso evolutivo de Spencer, la Generación del 80 sostendrá su

accionar sobre el indio en “una ideología legitimada por la ciencia moderna”

(Montserrat 1993: 53).

Sobre la base de lo expuesto acerca de esta “Introducción”, puede afirmarse

que la obra se inicia con una primera imagen de la Patagonia en la que se destaca la

necesidad de una acción estatal que garantice el aprovechamiento económico y el

poblamiento de la región. La Patagonia aparece, en este sentido, como un territorio

susceptible de transformarse en un nuevo “Estados Unidos del Sur” (1881: XXIV), en

el que se asista a un desarrollo capitalista. De esta manera la utopía moderna será

posible si coadyuvan en esta empresa la ciencia –que aportará las soluciones para

corregir y aprovechar mejor la naturaleza de estos territorios- y el “capital destinado a

vivificar las empresas de ganadería y agricultura (1881: XI)”.

La “Introducción” establece una clave para la lectura de toda la obra que

permite realizar un nexo entre la ideología cientificista y el accionar político. El texto

declara que esta obra forma parte de los esfuerzos estatales de transformación de los
territorios recién conquistados y que estos propósitos se alcanzarán con el auxilio del

saber científico.

Lo expuesto hasta el momento configura un horizonte ideológico que permite

leer el proyecto de modernización llevado a cabo por la Generación del 80 en clave

optimista. Sin embargo, el Informe científico de la Campaña del Desierto también nos

brinda la posibilidad de analizar las contradicciones y tensiones del modelo de

modernización adoptado. Para realizar esta diferenciación, nos resulta de interés

indagar en las condiciones de producción intelectual bajo las cuales se produjo el

Informe.

A este respecto, cabe considerar las condiciones materiales en las que se

realizaron las observaciones y se recogieron los ejemplares para su estudio posterior.

Estas cuestiones son expresadas por los responsables de los tres tomos, en sus

respectivas presentaciones.

En este sentido, resulta interesante destacar los alcances y significación social

y científica que se atribuye a estos estudios. Así, Doering, en la presentación del

primer tomo, celebra la decisión de Roca de incorporar en su expedición a diversos

naturalistas, que contribuirían, según afirma el investigador, “al conocimiento exacto de

la naturaleza de aquellas comarcas” (1881: 5).

Sin embargo, un par de párrafos más adelante, el naturalista da cuenta de las

dificultades presentadas en el desarrollo de la tarea: “la estación invernal y la rapidez

con que debía realizarse la expedición militar, no eran muy favorables a las

observaciones zoológicas (1881: 5-6). Estas condiciones materiales afectaron el

trabajo científico, ya que las observaciones y recolección de especímenes debieron

realizarse con apresuramiento y poca profundidad, lo que afectó seriamente los

resultados propiamente científicos de esta sección.

De esta manera, en los capítulos destinados al análisis de los especímenes

recogidos durante la expedición –tarea realizada a posteriori por Berg (insectos) y

Holmberg (arácnidos)- los naturalistas dejan constancia de las dificultades


encontradas en su tarea. Berg, sobre un total de 126 especies analizadas, deja

constancia de que de la mayoría de éstas contó con sólo un individuo (lo que impidió

realizar la distinción de caracteres sexuales) y que los especímenes de 16 especies se

encontraban en mal estado de conservación 6. De manera similar, Holmberg también

da cuenta de que ha recibido un limitado número de especímenes, de los cuales

muchos se encuentran en mal estado de conservación. Esto lo lleva a relativizar los

alcances de su trabajo:

Tan reducido número, y lo incompleto de nuestro conocimiento de la Aracnofauna


de las regiones visitadas por la Comisión, obligada a seguir a un ejército en
operaciones, me impiden señalar los caracteres distintivos que este grupo de
animales comunica a las comarcas en cuestión, por lo cual me abstendré de entrar
en consideraciones respecto de aquellos (1881: 117).
Estas condiciones materiales son expresamente expuestas en el tomo 2

(Botánica) del Informe, a cargo del botánico alemán Pablo Lorentz. En la

“Presentación”, este científico se queja de las condiciones bajo las cuales debió

realizar su tarea.

La expedición fue una campaña, no una expedición científica; no podíamos buscar


los puntos más interesantes y parar en ellos hasta haberlos explorado bien […]:
estábamos casi siempre en marcha y teníamos que aprovechar las horas de la
noche para la preparación de las plantas coleccionadas durante aquella, y para la
redacción de nuestras noticias. Si a veces había algunas horas de descanso, no
siempre podíamos utilizarlas para la colección y preparación de objetos naturales.
Siempre era muy incierto el término de la salida y a cada momento podía tocar el
clarín para mandarnos a aprontar rápidamente y salir (1881: 174).
Esta situación limitó el alcance de las observaciones, que por ello tendrían un

carácter muy acotado: “no teniendo por el momento estos datos completos, me he

abstenido de conclusiones de más alcance, limitándome a pocas observaciones”

(1881: 174). El científico, finalmente, se disculpa por lo escaso de su trabajo y anuncia

la edición en un futuro cercano de un libro con datos más completos y fiables, que son

fruto de estudios realizados en una “nueva expedición, en mejores condiciones y con

mayores resultados” (1881: 177).

En el análisis de los textos de los naturalistas responsables del Informe, se

puede observar cómo se relativizan los resultados y alcances de la expedición. Al

mismo tiempo, los científicos encargados de las distintas secciones tambien se quejan
por la imposición de condiciones de trabajo intelectual que responden a una lógica

militar.

De esta manera, se puede afirmar que si bien es cierto que el progreso

aparece como el ideologema fundante de la experiencia de modernización que la

Generación del 80 dirigió, también lo es el hecho de que los textos aquí analizados

muestran las fisuras de este proyecto. Un hecho político, social y económico de la

trascendencia de la Campaña del Desierto exhiben, en el nivel de la textualidad, las

debilidades del modelo de modernización que instauraría esta generación. En este

sentido, el Informe científico de la Campaña del Desierto nos brinda la posibilidad de

observar las particularidades de la relación entre ciencia y política que se entabló en

las últimas décadas del siglo XIX.


Bibliografía

A. A. V. V. Informe oficial de la comisión científica agregada al Estado Mayor General

de la expedición al Río Negro (Patagonia) realizada en los meses de Abril, Mayo y

Junio de 1879, bajo las ordenes del general Julio A. Roca, Buenos Aires: Imprenta de

Ostwald y Martínez, 1881.

Carabelli, Carlos (editor general). “Proyecto Ameghino. Los orígenes de la ciencia

argentina en Internet”, Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología

(IEC) Universidad Nacional de Quilmes. Consulta en línea en

http://www.argiropolis.com.ar/ameghino [fecha consulta: 22/11/2004].

Montserrat, Marcelo. Ciencia, historia y sociedad en la Argentina del siglo XIX, Buenos

Aires: Centro Editor de América Latina, 1993.


1
En adelante Informe científico de la Campaña del Desierto.
2
Si bien no se cuenta con confirmación al respecto, dado el carácter “oficial” que se enuncia en el título de la
obra, puede deducirse que la edición fue pagada con fondos estatales, de la misma partida de gastos de la
Campaña del Desierto.
3
Para la determinación de los datos aquí enunciados, hemos consultado el interesante y completo sitio web de
la Universidad de Quilmes “Proyecto Ameghino. Los orígenes de la ciencia argentina en Internet”.
4
Gould llega al país en 1869 para fundar el Observatorio Astronómico Nacional, en Córdoba, en cuya dirección
permanecería hasta 1885. Como señala Marcelo Montserrat, el emprendimiento estatal de creación de un
Observatorio puede explicarse por la preponderancia asignada a la astronomía por el positivismo: “la
astronomía se presentaba […] como una ciencia-piloto destinada a rebasar su significación científica, para
convertirse en un agente eficaz de cambio ideológico-social, papel que compartirá después […] con el
evolucionismo biológico” (1993: 21).
5
Cfr. Montserrat (1993: 24).
6
Cfr. “Insectos”, en (1881: 77-115).

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