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ration, but also the form of the author’s poetics. The structure is a macro-text which
groups different microtexts, all of them involving women, with their origin in Scrip-
ture. Each short story is a part of the whole. Its unity proceeds from the story’s be-
longing to a linear genealogy similar to that of the Bible, though it is the result of the
author’s personal choice. This belonging to a common history is the origin of varied
and open narrative forms.
meninos. Esta elección responde a la preferencia por las figuras más humilla-
das. Jiménez Lozano rescata las historias de los humildes y sigue el modelo
bíblico, como se ve en el comentario que hace sobre las dos figuras del Éxodo,
Siprah y Puah; la atención del narrador bíblico por ellas es lo que el contem-
poráneo quiere seguir:
el narrador que nos cuenta su historia sólo tiene ojos para ellas, en medio del
soberbio esplendor del Imperio egipcio [...] Lo único que cuenta para él es la
pequeña, mínima, clandestina historia de esas jóvenes parteras que desobedecen
la orden faraónica de matar a cada niño de sexo masculino que nazca entre los
hebreos; y, cuando escuchamos tal relato, sentimos cómo irrumpe de golpe en
todo aquel universo de poder y esplendor del Gran Relato faraónico, y lo subvier-
te y destruye con la memoria de aquel sufrimiento y aquella esperanza de libera-
ción de la injusticia, enfrentándose a nuestra propia situación, y haciéndonos
contemporáneos de esa historia, y, a Siphrah y Puah, contemporáneas nuestras.
(Jiménez Lozano 2003: 70-71)
Hay mujeres de todo tipo, pero en tanto que género, en tanto que diferente por
diversas razones históricas y culturales y por rol de la mujer, la mujer tiene una
cierta superioridad sobre el hombre. Es una humanidad más cumplida que la del
hombre [...] Ella es la que transmite el lenguaje, la que tiene un manejo de la in-
teligencia distinto de la del hombre, es la que le hace ser sedentario, etc. Y desde
el punto de vista cristiano es evidente que estaba por encima la mujer y, además,
está el contundente «ex carne salus», y la intervención de la mujer es un grito en
la historia que sí la rompe... No es el caso de los dioses paganos que eran violado-
res y ejercían violencia sobre las mujeres. En el cristianismo Dios pide consenti-
miento a la mujer. Es que es fantástico, el hombre no pinta nada. La mujer tiene
una posición central en el mundo de la fe. Está el caso de la Magdalena, es la pri-
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mera confesión de fe que hay en el Evangelio. La única que lo reconoció, los de-
más discípulos tardaron muchísimo. Son cosas para pensarlas porque son muy
importantes.1
Un dedo en los labios es la expresión clara del gusto por contar historias de
mujeres. El protagonismo de éstas en la serie hace que podamos llamar al
conjunto «ciclo de cuentos» («short story cycle», según la denominación de
Forrest Ingram). Este concepto ha sido estudiado en España por Baquero
Goyanes y Sobejano (1992: 71-75), que hablan de estructuras yuxtapuestas,
coordinadas y subordinadas. También ha recibido otras denominaciones:
Gabriela Mora habla de cuentos «integrados», porque los conjuntos presen-
tan «paradigmas de relación entre los diversos relatos para distinguirlos de
otro tipo de “misceláneas” en que dicha relación no existe» (Mora 1993: 115).
En cambio, Rosa Rossi prefiere agruparlos bajo el término «macrotexto», que
estaría formado por una serie de «microtextos» (1992: 21).
Por otro lado, el sentido de ciclo de la serie proviene en su origen de una
concepción de la narración, cuya raíz está en la imagen misma del relato en la
Biblia, la de fragmento que pertenece a una obra más amplia. Cada historia es
concebida como un trozo incompleto en sí mismo en constante tensión hacia
el todo del que forma parte; como el relato bíblico que, sin perder la singula-
ridad de la peripecia de sus personajes, entra a formar parte de la historia de
un pueblo: el elegido con el que Dios sella una Alianza. Es un ciclo cuya diná-
mica se extiende hacia fuera: va de la variedad de los fragmentos hacia una
comprensión que debe referirse a la tensión hacia la unidad completa y su
orden. Además, la lectura de los cuentos ofrece un movimiento inverso, el
centrípeto, desde la visión del conjunto hasta el aprecio singular de cada una
de las partes en las que se divide.
En la serie que nos ocupa, «Retratos de mujeres antiguas», la presencia del
hipotexto bíblico es explícita. Son veintitrés cuentos, de los cuales los primeros
veinte tienen su origen en el Antiguo Testamento y atienden a pasajes bíblicos
fácilmente reconocibles. Y los tres últimos, «La desposada», «La mujer encor-
vada» y «La criadita» son recreaciones de figuras del Nuevo Testamento, mu-
jeres evangélicas.2 O lo que es lo mismo: los veinte primeros se reescriben a
Los relatos bíblicos me llegaron [...] antes que la lectura de la Biblia y esos
otros libros. Mucho antes. El conocimiento de las historias bíblicas nos llegó
por la Historia sagrada o por haberlas leído u oído contar en otras partes. Yo
mismo he leído la Biblia muy tarde. La Biblia nunca se ha leído en España, y
esto ha tenido sus buenas desastrosas consecuencias para el arte y la literatura.
(Arbona 2008)
tramposa», Génesis, 38; 10) «Los empalados», 2Sa 21; 11) «Unas cuantas muchachas», Jue 21,
Jue 20, 44-21, 23; 12) «La mujer desnuda», 2Sa 11, 2-27; Mt 1, 6; 13) «¡Abigail, Abigail!», 1Sa 25,
2-42; 14) «Para consolar a un viejo», 1Re 1, 1-4; 2, 13-25; 15) «Oscuro deseo», 2Sa 13, 1-29;
16) «La doncella vengada», Gn 34; 17) «La pitonisa», 1Sa 28; 18) «La suplicante», 2Re 6, 24-30;
19) «Las garzas», Is 3, 16-26; 20) «La mujer de la ventana», 2Re 9, 30-37; 1Re 21-23; 21) «La des-
posada», Lc 1, 26-38; 2, 1-20. Cf. Dt 22, 23-27; 22) «La mujer encorvada» Lc 13, 10-13; 23) «La
criadita» Lc 22, 54-62; Lc 22, 61; Mc 14, 54-72; Mt 26, 58-75.
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3. En El santo de mayo, «Hola judiíllo», «El gusano» y «La misa de Pilatos»; en El grano
de maíz rojo, «Frío en la garganta» y «La túnica»; en Los grandes relatos, «El árbol» y «La Sulami-
ta»; en La piel de los tomates, «El día del juicio» y «El hallazgo».
4. En esta serie de relatos, al igual que en otros cuentos, Jiménez Lozano muestra su cono-
cimiento del hebreo introduciendo nombres propios y topónimos en esta lengua. Y lo hace de
un modo natural, sin traducirlos al castellano o sin explicar su significado, de modo que un
lector poco ilustrado podría tomarlos como nombres nuevos o inventados, perdiendo parte de
sentido. Así, por ejemplo, Jesús de Nazaret es Ie’shua, Belén de Judá es Beit-Lehém y Egipto es
Misraîm.
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5. Este paso del Antiguo al Nuevo Testamento, de la vejación a la exaltación, aparece cla-
ramente ilustrado en el cántico de María o Magnificat (Lc 1, 46-55), en el que una mujer alaba
a Dios porque «ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1, 48). De hecho, por la elección de
la que ha sido objeto, como culminación de toda una cadena de mujeres, ella misma afirma que
«todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc 1, 48).
6. «... sería la abuela de Ie’shua, que nació en la aldea de Beit-Lehém y del que hablan
muchas escrituras» en «La prostituta» (23); «Andando el tiempo, cuando Ie’shua, de quien ha-
blan tantos escribas nació aquí en Beit-Lehém» en «La seductora» (27), etc.
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7. El término Happiru o Habiru o Apiru (en sus tres posibles flexiones), aparece en las
cartas de Amarna (siglo xiv a. C.) y los estudiosos creyeron ver en él una identificación de los
hebreos esclavos en Egipto.
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8. En la Sura se cuenta la pasión de la mujer de Putifar y Jiménez Lozano se inspira en al-
guno de sus pasajes para la recreación de la historia. En concreto, el de las mujeres de la ciudad
que se ríen de la pasión de su señora y ésta les obliga a comprobar la belleza del amado. Se
cuenta así en la Sura 12: «Cuando ella oyó sus murmuraciones envió a por ellas y les preparó un
banquete, dando a cada una de ellas un cuchillo y dijo que saliera adonde ellas estaban. Cuando
las mujeres le vieron, le encontraron tan bien parecido que se hicieron cortes en las manos y
dijeron: “¡Santo Dios! ¡Éste no es un mortal, éste no es sino un ángel maravilloso!”» (294). Cosa
que Jiménez Lozano recrea así: «Zuleika y las otras damas y princesas estaban preparando las
viandas y frutas para un banquete real, cuando él entró allí a inspeccionar el servicio de mesa, y
todas ellas quedaron prendadas de su mirada y su palabra. Se olvidaron de lo que estaban ha-
ciendo, y se cortaron los dedos con los cuchillos que estaban manejando; y el cuchillo de un
amor muy despiadado penetró, además, en el corazón de Zuleika» (25).
9. Cf. «La recordadora» (30); en «Para consolar a un viejo» (43); o en «Oscuro deseo»
(47).
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bibliografía