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Resúmen

José Antonio Sánchez Lagos


Al hablar de cultura de un pueblo, México necesita aperturarse más hacia una
reforma de su espíritu, el sentimiento de inferioridad que vamos cargando lo achacamois a
una inculturación y falta de pertenencia, ya que queremos parecernos más a la cultura
europea.
Es necesaria la seguridad y confianza en cada individuo, nuestra forma de ser se va
forjarndo desde el entorno familiar y termina siendo nuestra herencia. Son los momentos
difíciles los que hacen acrecentar nuestra voluntad, son necesarios poder superarlos y
aumentar la confianza que conlleve a la satisfacción. La realidad es que nos hundimos más
en esta inferioridad que nos aleja del título de personas. Sólo adaptándose a las
circunstancias, es como se puede obtener éxito. Asimismo, hay casos en los que la
posibilidad de adaptarse es inferior a lo exigido por las circunstancias externas, sin embargo,
dentro de los márgenes inflexibles de la vida, existe la posibilidad para que el individuo
disponga libremente de sus actos, para no sentirse inferior, basta con imaginar y sentirse
poderoso, hasta invencible, elevando nuestra autoestima y superar la rutina diferenciando
lo que se puede y lo que se quiere destinando un fracaso inminente, premeditando la
desconfianza y el pesimismo, volviendo a crear esa inferioridad que no nos deja avanzar.
Al parecer siempre se está dispuesto a todo, excepto a compartir lo que se piensa,
desequilibrando sus posturas entre lo que se quiere y lo que se puede, desarrollando en
ocasiones el sentimiento de inferioridad. Asimismo, el sentimiento de inferioridad surge
entre la niñez y la adolescencia, cuando el carácter empieza a formarse, y se puede
comprender que sus rasgos se orientarán a compensar ese sentimiento.
La imitación muestra el desdoblamiento de nuestra vida en dos planos separados,
uno real y otro ficticio. Tal disparidad sólo es advertida por quien observa los hechos con la
perspectiva del tiempo, más para hombres que estaban en ellos, no existía ninguna
diferencia entre la realidad y la ficción. Por ejemplo, cuando es promulgada una
Constitución, la realidad política tiene que ser apreciada a través de aquella, pero como no
coincide de con sus preceptos, aparece Siempre como constitucional.
La psicología, al interesarse por un objeto de estudio, es casi seguro que habrá más
de una respuesta, no importa que sea una ciencia muy avanzada, aún hay diferencias
importantes entre los resultados estimados y la realidad; aunque al vivir en un mundo en el
que estamos acostumbrados a que nuestra acción (consciente o inconsciente) se vea
maniatada por diversas reglas, aceptamos como válidas las conclusiones que se plantean
en el estudio de la mente de una o varias personas, simplemente porque tienen coherencia
en nuestro grado de entendimiento hasta cierto punto.
Es así como a lo largo del tiempo llegan a considerarse como verdades, pues al hacer
la comparación del comportamiento mexicano en acontecimientos de nuestro país en el
aquí y ahora, corroboramos que los argumentos sean válidos.
Pareciera que las tradiciones y formas de pensar no evolucionan, hoy es lo mismo
que hace 80 años, incluso hay ciertos retrocesos que dificultan nuestra evolución. Así, ese
cambio tan esperado en la sociedad mexicana de época en época se da de a poco.
Solo los hechos que adquieren rango histórico son aquellos que aparecen
determinados por una profunda necesidad social. Entonces la sucesión temporal de los
hechos se alinea en un desarrollo continuo en el que la situación actual añade siempre un
elemento nuevo al pasado, de manera que éste nunca se repite igual en el presente. Es así
como concebimos la historia como debe concebirse, no se nos aparecerá cerno la
conservación de un pasado muerto, sino como un proceso viviente en que el pasado se
transforma en un presente siempre nuevo. En la historia cada momento tiene su fecha y no
vuelve a repetirse jamás.
Al hablar de cultura, no se puede dejar de lado la forma de pensar de una
colectividad, la cultura de nuestro país no es del todo originaria del territorio, en la
conquista, hubo destrucción de las raíces de nuestra población ancestral, hay que ponerse
a salvo de los efectos de la colonización, manteniendo a savo las tradiciones y que las
costumbres se mantengan intactas incluso en la transmición de generación en generación.
España, al dedicarse a saquear las riquezas del nuevo territorio, sin preocuparse por
su futuro, después le resultó difícil mantener el nuevo territorio. Cuando algunas personas
se dieron cuenta de tal situación y decidieron buscar la emancipación de la Nueva España;
esta situación influyó también en los individuos que formaron una nueva nación, tan es así
que la primera disputa fue por seguir con un régimen similar al que ya se tenía en la Nueva
España o por uno completamente diferente.
También es un síntoma de enfermedad imitar el régimen de gobierno de Estados
Unidos, ya que las ideas de liberación que llevaron a la lucha de independencia se tomaron
a partir de las ideas de grandes pensadores principalmente de Francia, haciendo con ello
que nuestro país se hiciera presa y adicto a la imitación de los demás pueblos, en especial
los de Europa por considerarlos más avanzados en distintos aspectos, tanto de la vida
cotidiana como de la vida política, convenciéndose de implementarlos en el país naciente,
es decir en México.
No solo México imitó y se afanó por seguir la modernidad de los países europeos,
también los demás países de Latinoamérica buscaron la forma de acercarse a estos países,
ya sea que las clases mejor acomodadas mandaran a sus hijos a estudiar sobre las nuevas
ideas del viejo continente o que importaran modas y formas de vida de aquel continente.
Pero esta imitación no ha sido del todo como se esperaba, pues con el paso de los años,
México se convirtió en un país al que le gustaba importar nuevas modas y estilos de vida de
otros países, pero al tratar de adecuarlos a la vida de los miles de ciudadanos, terminaron
por degenerar tantas ideas que parecían fructíferas en el tiempo.
No se ha tenido más que dos revoluciones, es decir, dos generaciones violentas de
su evolución, de ese movimiento interno originado por el medio, la raza y la historia que
impele a un grupo humano a realizar perennemente un ideal, un estado superior a aquel en
que se encuentra. La primera fue la Independencia, la emancipación de la metrópoli, nacida
de la convicción a que un grupo criollo había llegado de la impotencia de España para
gobernarlo y de su capacidad para gobernarse; esta primera revolución fue determinada
por la tentativa de conquista napoleónica en la península. La segunda revolución fue la
Reforma, fue la necesidad profunda de hacer establecer una Constitución política, es decir,
un régimen de libertad basándolo sobre una transformación Social, sobre la supresión de
las clases privilegiadas, sobre la distribución equitativa de la riqueza pública, en su mayor
parte inmovilizada; sobre la regeneración del trabajo, sobre la creación plena de la
conciencia nacional por medio de la educación popular; esta segunda revolución fue
determinada por la invasión americana, que demostró la impotencia de clases privilegiadas
para salvar a la patria, y la inconsistencia de un organismo que apenas podía llamarse
nación. En el fondo de la historia, ambas revoluciones no son sino dos manifestaciones del
mismo trabajo social: emanciparse de España fue lo primero; fue lo segundo emanciparse
del régimen colonial; dos etapas de una misma obra de creación de una persona nacional
dueña de sí misma.
A 100 años desde la última revuelta armada a nivel nacional, como lo fue la
Revolución, la vida de éste nuestro pueblo se ha visto modificada en diversos aspectos, sin
embargo, hay que tener en cuenta que la evolución de un pueblo no se da de un momento
a otro, se necesitan muchos años para comenzar a notar esos cambios, muchas veces son
sutiles y otras tantas son a todas luces un cambio de paradigma.
Solo aceptándo nuestra realidad y amando nuestra cultura, es como podremos
comenzar a sobresalir de los demás, por el simple hecho de ser diferentes y mostrarnos
orgullosos de ello.

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