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CURSO VIRTUAL DE MARIOLOGÍA

Prof. Mg. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti

Módulo 03: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA


Tema A – Bases para comprender el tema
Cuando se habla en el Dogma de la Inmaculada Concepción de
María, declarado por el Papa Pío IX, el año 1854, algunas personas
piensan que refiere al hecho de que María fue Madre de Dios sin la
participación de varón. Éste tema se llama la «concepción virginal de
María» y será estudiado en el módulo sobre la perpetua virginidad de
María.
Para entender bien el Dogma de la Inmaculada Concepción de
María es necesario comprender dos principios fundamentales:
 Qué significa un Dogma.
 Consecuencias del pecado original para la humanidad.
Para comprender lo que significa un Dogma, debemos considerar
que Dios se ha revelado a la humanidad a través de dos modos: por la
tradición, que es transmitida oralmente y por las Sagradas Escrituras, que
son la expresión escrita de la tradición que ya existía antes de ella.
Al conjunto de la Tradición y las Sagradas Escrituras llamamos el
Depósito de la Fe, donde están todas las verdades reveladas por Dios y
necesarias para nuestra salvación. Estas verdades fueron confiadas por
Cristo a la Iglesia, que no puede añadir ni quitar ninguna de ellas, sino
que tiene la misión de estudiarlas, custodiarlas e interpretarlas
correctamente bajo el auxilio del Espíritu Santo.
Cuando, después de muchos estudios, el Magisterio de la Iglesia
llega a la conclusión de que una determinada verdad está efectivamente
en el Depósito de la Fe, lo declara a todos los fieles de modo solemne. A
esta declaración llamamos un Dogma: una verdad de fe revelada, que la
Iglesia propone para la fe de los fieles.
El segundo punto importante es comprender la magnitud e
importancia del pecado original cometido al inicio de la existencia del
hombre. Como sabemos, nuestros primeros padres fueron elevados por
Dios a la comunión con Él, a través de la gracia santificante que es

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superior a la naturaleza del ser humano. Dotado de libertad, el hombre
debería aceptar voluntariamente esta gracia, lo que la Biblia nos describe
con el mandamiento que Dios da a Adán de no comer de la «fruta del
conocimiento del bien y del mal». De un modo más directo, el hombre
debe saber lo que es bien y lo que es mal, por orientación divina y no por
su propia voluntad.
Sin embargo, engañada por el Diablo, Eva pecó y sedujo a su
esposo que también pecó. Así, toda la humanidad, que en la época estaba
constituida por ellos dos, ha pecado y abandonado con esto la unión con
Dios, perdiendo la filiación divina y la gracia santificante.
Movido por la soberbia, el hombre dijo NO al Creador, quiso ser
igual a Él y ser capaz de definir lo que es bien y lo que es mal, sin tener
que pedir normal al Señor; quiso ser como Dios, pero sin Dios y no según
Dios, afirma San Máximo Confesor.
Santo Tomás explica que nadie puede dar lo que no tiene. Por
tanto, Adán y Eva ya no podrían transmitir a sus hijos la gracia
santificante pues habían roto su relación con Dios a través del pecado.
Así, enseña el Concilio de Trento que después del pecado de Adán
y Eva, toda su descendencia, es decir, toda la humanidad, perdió la
santidad y la justicia recibida por Dios, estando bajo el cautiverio del
diablo. Todo ser humano, por tanto, nace con el pecado original heredado
de nuestros primeros padres y por eso necesita ser bautizado para ser
redimido por el sacrificio de Cristo que entregó su vida por la salvación
de todos los hombres.
Esta última afirmación es muy importante para comprender nuestro
tema: Cristo ha redimido a todos. No existe persona que pueda ser
redimido sino por el ofrecimiento de Cristo. A esto llamamos la
universalidad de la salvación de Cristo.
Esta verdad de fe, sustentada desde los inicios de la Iglesia, pero
formulada más claramente por San Agustín deja claro que toda la
humanidad fue redimida por Cristo y por tanto, llevó a muchos teólogos
de la época a concluir que también María fue redimida por Cristo, lo que
es verdad.
La certeza de que María fue redimida, llevó muchos a pensar que,
para ser redimida, ella también tenía el pecado original, así como
nosotros. Comenzaba la discusión, que «hirvió» durante muchos siglos.
María fue elegida para ser la Madre de Dios, en ella se inicia una
nueva creación, ¿cómo, entonces, sería posible que en algún momento
ella haya pertenecido al contexto del pecado? ¿Aquella que sería la
Madre de Dios, podría en algún momento haber estado «bajo el
cautiverio del Diablo?

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Su específica pertenencia a Cristo conlleva también que está
completamente en estado de gracia y por eso afirma el ángel que Ella es
«llena de gracia», en ella nunca hubo pecado alguno. El Padre habría
aceptado juntamente para la redención de la humanidad, la pasión de
Cristo y la compasión de María.
Sin embargo, surge la duda para los teólogos: si María fue
redimida, ¿cómo habría podido cooperar en la obra misma de la
Redención?
La polémica se prolongó por siglos y poco a poco se fue abriendo
el campo para afirmar lo que la piedad popular ya creía desde los
principios de la Iglesia: la Madre de Dios no podría haber sido un día, ni
siquiera un momento, «enemiga del Creador».
En el próximo módulo vamos conocer el desarrollo de esta
discusión teológica y la solución propuesta por la Iglesia.

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