Você está na página 1de 90

La Matemática, ¿se crea o se descubre?

Miguel de Guzmán

La aparición de la obra de Camino Cañón, La


Matemática: creación y descubrimiento, sobre
diversos aspectos muy interesantes relacionados
con la historia y epistemología de la matemática,
representa una más que bienvenida novedad en el
panorama del pensamiento reflexivo en nuestro país
sobre la estructura de la ciencia. El trabajo de
Camino Cañón, profundo y ampliamente
documentado, contiene una multitud de análisis
originales y bien estructurados sobre la naturaleza
de la matemática, repensados al margen de la
presentación del pensamiento de muy diversos
autores antiguos y modernos.
Las siguientes reflexiones, estimuladas por la lectura
de la obra de Camino Cañón, pretenden servir de
invitación al lector para que realice él mismo su
propia inmersión en los interesantes temas tratados
en este trabajo.
Naturaleza del quehacer matemático
Probablemente se podría afirmar que la pregunta
formulada en la cabecera del título de esta
recensión es una pregunta mal propuesta. Y esto es
precisamente lo que sugiere la obra que
comentamos. Tratándose de una realidad tan
compleja como la actividad matemática no se puede
presuponer, como la pregunta hace, que no se
pueda dar más que uno de los dos extremos
propuestos.
Es cierto que tampoco la actividad del artista,
paradigma del quehacer creativo, es pura creación.
Hay armonías en los sonidos. Hay colores en las
flores y expresividad en los rostros. Hay ya belleza
en las formas. La sensibilidad del artista ha de
descubrirla primero y expresarla convenientemente
después. Algo semejante ocurre con la creatividad
en el quehacer matemático.
La realidad posee estructuras, complejísimas
estructuras que el hombre trata de percibir, de
entender, de interpretar, de muchas formas distintas.
La matematización consiste en emprender la tarea
de entender ciertas estructuras de la realidad que se
prestan al tratamiento simbólico eficaz, operativo, a
través de una manipulación racional rigurosa que
finalmente proporciona un cierto dominio efectivo de
la parcela de realidad a la que se dirige.
Esta realidad puede ser diversa, interna y externa.
Se puede afrontar la interpretación de las formas
espaciales, externas, como se hace en la geometría,
y se puede intentar la ulterior interpretación de una
realidad mental ya elaborada, como es la aritmética,
para dar lugar al álgebra, que viene a ser así una
especie de símbolo del símbolo. Se puede afrontar la
realidad misma del pensamiento en los aspectos de
su propia estructura formal, una realidad bien
interna, para crear así la lógica matemática.

Libertad en el quehacer matemático


La realidad, con sus estructuras propias, es la
ocasión para la intervención del entendimiento
humano. Ya hay estructura en las cosas, estructura
que puede ser interpretada de diversas maneras por
la mirada de la inteligencia. Incluso hay demasiada
estructura posible y estructura demasiado compleja,
y éste es un primer gran problema.
Al

enfrentarse con esta realidad tan rica en estructura,


el matemático, en su afán de entenderla mejor, no
está totalmente constreñido a una única posible
matematización, y en esto precisamente consiste
uno de los aspectos de la libertad presente en el
quehacer matemático. Esto sucede muy en particular
ante la presencia ineludible de ciertos procesos
infinitos del pensamiento en el mismo comienzo de
la tarea matemática.
De nuestra intuición primordial de número surge, ya
en el paso del uno al dos, el infinito, lo
ilimitadamente grande. De nuestra intuición más
primitiva del espacio y de la posibilidad de la
repetición mental de su partición indefinida surge lo
infinitamente pequeño. De nuestra percepción inicial
de lo que un conjunto es podrían surgir diversas
teorías de conjuntos, cantorianas y no cantorianas, si
bien esto sólo se ha hecho patente tras muchos
siglos de trabajo ingenuo y después de haberse
hecho urgente la necesidad de descender hasta los
cimientos del propio edificio matemático.

El infinito matemático, fuente de creatividad


La matemática surge a través de la interacción de la
inteligencia humana, que en realidad ya está
equipada por su propia forma de ser con una
peculiar apertura al infinito, con las estructuras
matematizables de la realidad que trata de
desentrañar con esta peculiar exploración.
Estando el infinito presente, como se encuentra
necesariamente y de múltiples formas en el mismo
inicio de todo pensamiento humano que matematiza,
la característica de creación del quehacer
matemático está asegurada. El infinito matemático
está presente en la mente humana no a modo de
objeto, sino como horizonte en el que los objetos
aparecen y se distinguen unos de otros, y por tanto
no se puede encapsular ni reificar en su integridad.
No se puede enfocar como objeto. Por ello es por lo
que la introducción formal del infinito en el
tratamiento matemático, tarea que es necesario
acometer de todos modos, ofrece un sinfín
inagotable de posibilidades. La presencia del infinito
en el pensamiento matemático es precisamente lo
que le proporciona profundidad y le libera de
convertirse en una gigantesca tautología.
Siendo las cosas como se ha señalado arriba, es
claro que el quehacer matemático tenía que ser lo
que de hecho ha sido, una actividad humana
descubridora y a la vez profundamente creativa. Bajo
el estímulo de la ambigua complejidad inherente en
los objetos que explora, la mente humana crea
estructuras que le sirven para penetrar más
profundamente en la realidad o, con la honda
expresión clásica de los pitagóricos, «en las raíces y
fuentes de la naturaleza».

Dependiente del entorno


La naturaleza descrita del quehacer matemático
tiene profundas e interesantes implicaciones. En
primer lugar, su historicidad. La matemática, como
producto de la interacción de la mente humana con
las cosas, es profundamente dependiente del
entorno. Los objetos a los que se dirige, las
preguntas posibles que sobre ellos se hace, las
percepciones básicas que modelan sus respuestas
iniciales dependen esencialmente del entorno global
el que esa mente humana está inmersa.
A la luz de la naturaleza de la matemática entiende
uno mejor la fuerte cohesión de la multitud de
campos aparentemente abigarrados de la
matemática, especialmente en nuestros días. La
motivación profunda de todos ellos, así como el
estilo de acercamiento a sus respectivos campos de
exploración, son en el fondo los mismos.
La permanencia, es decir, la no obsolescencia, del
conocimiento matemático y su carácter acumulativo
es una característica singular de la matemática que
proviene también de su propia naturaleza. Podrá
suceder que las preguntas que en otro tiempo
interesaron profundamente no nos resulten ahora tan
apasionantes, pero lo cierto es que lo que nuestros
mayores hicieron y pensaron como matemáticos es
herencia imperecedera para nosotros y nuestros
sucesores. Esto es lo que hace a los matemáticos
antiguos en muchos aspectos tan
«contemporáneos» para nosotros, lo que
probablemente no sucede en ninguna otra ciencia.
La universalidad del alcance de la matemática y su
amplia aplicabilidad proviene asimismo de su forma
de ser. Bien mirado, el quehacer matemático se
constituye en un estilo de pensamiento en principio
aplicable a cualquier situación. La dificultad principal
consiste en identificar la estructura matemática ya
existente a la que la situación puede asimilarse o
bien en idear una estructura nueva que se adapte al
objeto.

El trabajo de Camino Cañón


El libro se abre con un acertado prólogo de Alberto
Dou en el que se puede encontrar una visión
panorámica de todo el trabajo, así como una
valoración de lo que para él constituye el principal
acierto de la autora, «haber escogido el tema del
avance de las matemáticas y haberlo analizado
críticamente en orden a esclarecer la epistemología
de la Matemática».
La obra se divide en cinco partes dedicadas a «La
configuración de las creencias» (parte primera), «Las
concepciones matemáticas de la modernidad» (parte
segunda), «Fundamentos» (parte tercera), «La
filosofía de la matemática en autores del siglo XX»
(parte cuarta) y «La relevancia de la historia y el
lugar de la certeza» (parte quinta). Un apéndice
titulado «Hagamos explícitas nuestras creencias» y
una muy extensa bibliografía articulada según los
temas tratados en la obra concluyen el trabajo.
La autora no ha pretendido presentar un tratado
exhaustivo de epistemología matemática ni de su
historia, sino analizar en profundidad el pensamiento
de un buen número de autores, tanto filósofos como
matemáticos, sobre la naturaleza epistemológica de
la matemática, tratando de detectar los progresos de
tales concepciones. El acento se pone, sobre todo,
en los autores modernos y contemporáneos, con
agudos análisis en la obra de pensadores
importantes de nuestro siglo como Lakatos.
Ante cualquier selección personal de los autores
examinados con una cierta intención particular se
podrían presentar objeciones naturales provenientes
de los sesgos intelectuales propios. Los míos en
particular no me dejan pasar por alto que no figure
un, al menos, breve estudio y presentación del
pensamiento de Wittgenstein sobre la naturaleza del
pensar matemático, autor por otra parte que, según
me consta, la autora conoce profundamente.
Resulta extraordinariamente motivador y estimulante
el breve apéndice en el que la autora explicita sus
puntos de vista con respecto a temas tales como:
1. Matemática, ¿creación o descubrimiento?
2. La verdad en matemáticas
3. Dependencia cultural de la matemática
4. Rigor en matemáticas
5. Papel de la formalización en el avance de las
matemáticas
6. Lo particular versus lo general
7. Grado de elaboración del lenguaje matemático
8. Lógica y matemática
9. Interacción mente-naturaleza en matemáticas
10. Matemática, utilidad y belleza.
La lectura de la obra resultará de gran utilidad a los
matemáticos y a todos aquellos que se interesan por
la naturaleza y evolución del pensamiento
matemático.

El sentido de la historia de las


matemáticas
Miguel de Guzmán

La comunidad matemática de habla hispana está de


enhorabuena. Acaba de aparecer publicada la
traducción de una de las obras de mayor
envergadura en los últimos decenios dedicada a la
historia de la matemática: la obra de Morris Kline, El
pensamiento matemático de la Antigüedad a
nuestros días. Investigadores, docentes y usuarios
de la matemática deberíamos felicitarnos por tener
en nuestras manos un nuevo y poderoso instrumento
de análisis y felicitar también a los traductores y a la
editorial de la obra por haber acometido la tarea de
publicación de lo que ha tenido que suponer un gran
trabajo y un buen riesgo económico.
El conocimiento bien estructurado de la historia de la
matemática, como el de las otras ciencias,
proporciona un buen número de innegables ventajas
en su propio campo de acción tanto al investigador
como al docente y al mismo usuario de la ciencia. No
se trata de tener disponible una mera erudición
baldía, pedante y huera, sino de una sana utilización
del análisis de los acontecimientos del pasado a fin
de entender mejor nuestra propia acción hoy y
nuestros propios problemas. El presente tiende a ser
confuso, barullento, demasiado poblado por lo
accidental. El tiempo permite el sedimento, la
colocación de cada hecho en su justo lugar. Por eso
es bien cierto, también en matemáticas, que quien
desdeñe el conocimiento del pasado permanecerá
sumido en las brumas de su presente.
La matemática no es una mera colección de hechos
y destrezas sin alma. No se trata de verdades
llovidas del cielo. Los hechos que la matemática
utiliza nacieron al modo humano, arropadas por el
interés acuciante de hombres y mujeres
intensamente enfrascados en resolver ciertas
cuestiones que les intrigaban profundarnente.
Muchas de las destrezas que hoy tendemos a
enseñar aburridamente y a utilizar con indiferencia
fueron descubiertas un día entre exclamaciones de
entusiasmo y admiración. La historia nos aproxima a
esta tarea de personas de carne y hueso, movidas
por motivaciones diferentes, trabajando unas veces
entre la total indiferencia e incomprensión, otras al
calor del interés de una especie de comunidad
cuasirreligiosa, como fue el caso de los pitagóricos.
El conocimiento adecuado de la historia nos ayuda a
percibir la actividad matemática como una verdadera
aventura del hombre y, como tal, a concebir esta
ciencia como una actividad falible, no endiosada, a
veces un tanto reptante, que procede por tanteos,
por aproximaciones, por ensayo y error.
La

historia nos acerca asimismo a la personalidad de


los grandes creadores de la ciencia. Es triste pensar
que, tal como se nos ha enseñado y como
enseñamos, incluso para la inmensa mayoría de los
matemáticos profesionales formados en nuestras
universidades , por no decir nada de los meros
usuarios de las matemáticas, nombres tales como
Descartes, Newton, Leibniz, Pascal, Gauss, Euler,
no tengan otra connotación que una fórmula, una
regla o un teorema. Cuando la realidad es que sus
vidas, su estilo humano de dedicación a los objetos
de su interés, pueden servir, en muchos casos, como
poderosa fuente de inspiración para nuestra forma
de actuar.
Precisamente por el carácter cumulativo del
conocimiento matemático, nuestros textos de
enseñanza matemática de todos los niveles tienden
a presentar sus contenidos sin perspectiva histórica
alguna. La teoría de conjuntos, los sistemas de
numeración, los números complejos...,
conocimientos matemáticos a muchos siglos de
distancia unos de otros, pueden aparecer fácilmente
en la misma página y aun en el mismo párrafo sin
que medie entre ellos pausa alguna. No es que haya
que proponer sacrificar el orden lógico o didáctico al
orden histórico. Es claro que no es preciso que
nuestros alumnos recorran en su aprendizaje los
muchos meandros que el río de la ciencia ha trazado
antes de llegar a encontrar los atajos que hoy se
pueden y deben utilizar. Pero debemos ayudarnos
mediante la historia a complementar la visión,
muchas veces simplista, que se pueden formar
nuestros alumnos del desarrollo rectilíneo de la
ciencia que aparece ante ellos. La presentación de
los hechos, entroncados en su momento, en las
modas pasadas, oscurecidos a veces por los surcos
mentales compartidos por la comunidad matemática
del tiempo, nos ayuda para mejor detectar las modas
actuales, que también las hay, y poderosas, como en
cualquier punto de la historia de la matemática.
Con ello resulta también una comprensión más cabal
de las dificultades del hombre genérico para llegar a
ciertos resultados importantes de la ciencia que muy
fácilmente, por miopía profesional, presentamos a
nuestros jóvenes como poco menos que obvios.
Quien haya seguido, por ejemplo, los sinuosos
desarrollos del pensamiento matemático hasta
lograr, después de varios siglos de forcejeo entre
brumas de matemáticos de primera línea como
Newton, Leibniz, Pascal, Cauchy.. ..., llegar a dar
con las ideas correctas que sirven de base rigurosa
al cálculo infinitesimal, difícilmente se sentirá tentado
a castigar a sus alumnos más jóvenes con la
presentación de versiones del cálculo varias veces
más complicadas que las que mantuvieron a tales
navegantes de la matemática encallados y perplejos
por tan largo tiempo. El conocimiento de la historia
de la matemática constituye así una guía para
nuestra tarea pedagógica.
El pensamiento matemático se puede comparar, más
adecuadamente aún que a un cuadro, a una
sinfonía. La historia de la matemática nos hace
percibir la ilación de las ideas, las distintas
variaciones de los leitmotivs de esta sinfonía
colectiva. Al ponernos en contacto con sus orígenes,
con las motivaciones y problemas que dan lugar a
cada una de sus teorías, percibimos mucho mejor el
calor de la creatividad inicial. Al conocer el desarrollo
de un campo nos vemos envueltos en el sentido de
aventura, de expectación, que ha tenido para sus
creadores. Como afirma O. Toeplitz, gran
matemático y promotor del «método genético» en la
enseñanza de las matemáticas..., «con respecto a
todos los temas básicos del cálculo infinitesimal ....
teorema del valor medio, serie de Taylor .... nunca se
suscita la cuestión ¿por qué así precisamente?" o
"¿cómo se llegó a ello? Y, sin embargo, todas estas
cuestiones han tenido que ser en algún tiempo
objetivos de una intensa búsqueda, respuestas a
preguntas candentes... Si volviéramos a los orígenes
de estas ideas, perderían esa apariencia de muerte y
de hechos disecados y volverían a tomar una vida
fresca y pujante».
Esta inmersión en la dinámica de la ciencia, al
tiempo que proporciona una ambientación creativa
en las dificultades del pasado, ofrece asimismo al
investigador matemático de hoy una inmensa
reserva de posibilidades de extrapolación hacia el
futuro en sus propios temas de investigación. La
ambigüedad de las situaciones propias, la oscuridad
en que se encuentra, la confusión de la penumbra
en que es preciso moverse, recibe de los torsos que
nuestros predecesores en la ciencia esculpieron una
luz que viene a animar sus propios esfuerzos
intensamente y, en muchos casos, las claves para el
progreso.
La visión histórica de la matemática es
extraordinariamente útil incluso para aquél cuyo
interés es exclusiva o predominantemente técnico,
es decir, para aquél que dice interesarse
prioritariamente por los problemas abiertos en su
campo de trabajo. Cualquier objeto matemático
suele nacer en estado de simplicidad. La
complicación posterior que alcanzan muchas teorías
oscurece frecuentemente las ideas iniciales y las
hace opacas y poco penetrantes a quien trata de
adquirir de ellas la visión unitaria e integradora que
es preciso poseer para trabajar con eficacia en el
campo. Acudir con interés a los orígenes del objeto
propio de estudio proporciona una luz especial que
ilumina muchos elementos que de otra forma no se
interpretan correctamente. En matemáticas, como en
cualquier otra ciencia, tienen perfecta validez las
palabras de James Clerk Maxwell: «Es de gran
utilidad para el estudiante de cualquier campo leer
las memorias originales sobre tal materia pues la
ciencia se asimila más perfectamente cuando está
en estado naciente».
La matemática ha constituido una parte muy
importante de la cultura humana, especialmente de
la cultura occidental. En la actualidad se puede decir
que su influencia va penetrando progresivamente y
de modo cada vez más profundo muchos de los
campos de la actividad cultural del hombre que hace
unas generaciones se hubieran considerado
impenetrables por la matemática. Y es muy probable
que estemos solamente en el comienzo de un
proceso. Es muy posible que, como hace ya unas
décadas afirmaba Alfred N. Whitehead, «si la
civilización continúa avanzando durante otros dos mil
años, la novedad predominante en la cultura será el
señorío del pensamiento matemático». Una visión
histórica adecuada debería presentar claramente los
impactos más notables que a lo largo de cada etapa
histórica la sociedad humana ha experimentado
entre la matemática y sus otras formas específicas
de cultura.
Mathematical Thought from Ancient to Modern
Times fue publicada en 1972 por Oxford University
Press. Ha cumplido por tanto veinte años. Su
traducción al castellano ha venido a coincidir con la
muerte de su autor, ocurrida hace unos meses.
Morris Kline (1908-1992) ha sido un excelente
matemático, originariamente topólogo y luego
experto analista ocupado en ecuaciones
diferenciales y en matemática aplicada. Durante
muchos años fue director del famoso Courant
Institute en Nueva York. Kline se ha interesado por
las diversas implicaciones de la matemática sobre
los aspectos sociales y filosóficos de la cultura,
habiendo producido un buen número de obras
interesantes, extensas y profundas (Mathematics in
Western Culture, Oxford, 1953; Mathematics and the
Physical World, CroweIl, 1959; Mathematics: A
Cultural Approach, Addison-Wesley,
1962; Mathematics: The Loss of
Certainty, Oxford, 1980; Mathematics and the
Search for Knowledge, 1985). Por otra parte, Kline
ha estado en pleno centro de fuertes controversias
alrededor de la enseñanza de las matemáticas,
siendo uno de los primeros en levantar la voz bien
alto acerca de los peligros del rigorismo y el
formalismo en la enseñanza y en contra de la
llamada «matemática moderna» (Why Johnny Can't
Add. The Failure of the New Math, St. Martin's,
1973). Algunas de estas obras citadas se pueden
encontrar traducidas al castellano. Es claro que
muchos de estos intereses variados aparecen
claramente reflejados en su gran obra histórica que
aquí comentamos.
El centro de atención de la historia de Morris Kline
no lo constituyen las personas, escuelas o períodos
cronológicos de la rnatemática, sino los temas
matemáticos dominantes. El título indica muy
certeramente el tipo de historia que ha pretendido
hacer. Los aspectos personales aparecen en la
escena hasta el punto en que ayudan para entender
el pensamiento matemático de la persona en
cuestión. La extensa obra está dividida en 51
capítulos, algunos de los cuales son dedicados a lo
que se podría considerar ensayos de filosofía de la
historia de la matemática, como el 16, «La
matematización de la Ciencia», o el 40 y el 43. Pero
este espíritu que analiza causas y motivaciones de
los diferentes desarrollos con profundidad viene a
estar presente constantemente a lo largo de toda la
obra. Por otra parte, hay también capítulos que
transparentan bien claramente las especiales
aficiones matemáticas de Morris Kline, como su
detallado tratamiento de la geometría proyectiva. La
riqueza de información sobre fuentes y referencias
para quien quiera adentrarse más profundamente en
los diversos temas de la historia de la matemática
que el autor trata es ciertamente impresionante.
La traducción al castellano ha sido realizada con
gran competencia y esmero por un equipo de
profesores conocedores a fondo tanto de la
matemática como de la historia. Esta obra será de
gran utilidad para nuestros docentes, matemáticos
profesionales y usuarios de la matemática, a fin de
acercarse fructíferamente a los orígenes de las ideas
y herramientas que manejan.

Matemáticas para todo


Miguel de Guzmán
Uno de los grandes misterios en torno a la
matemática es el de su propia aplicabilidad. ¿Cómo
es que la matemática, aparentemente un puro
producto del pensamiento humano, logra obtener un
verdadero señorío de la realidad en una multitud de
campos?
El proceso de construcción y aplicación de la
matemática transcurre de acuerdo con el siguiente
esquema general:
a) El matemático observa con atención la realidad de
su mundo externo o de su propio mundo mental.
b) De esta amplia realidad abstrae unos cuantos
rasgos estructurales que se prestan a un cierto tipo
específico de manipulación racional.
c) A partir de esta abstracción elabora, mediante las
leyes del funcionamiento lógico de su mente, el
universo que constituye una teoría matemática,
llegando a consecuencias bien apartadas de los
elementos iniciales observados.
d) Asombrosamente, al aproximar los resultados de
su teoría a la compleja realidad inicial de la que en
principio sólo se tuvieron en cuenta unos pocos
rasgos, se encuentra con la sorpresa de que los
constructos teóricos que realizó, guiado por un
sentido estético mucho más que por una finalidad
práctica inmediata, le descubren aspectos de esa
realidad totalmente insospechados y le permiten
predecir lo que ocurrirá al manipularla de tal o cual
manera.
Ha habido quien ha intentado trivializar el proceso
señalado diciendo que sacamos de él lo que
previamente habíamos metido, pero quien mira en lo
profundo puede fácilmente apreciar que en él se
encuentra algo tan hondo como la misteriosa
adaptabilidad de nuestra mente para la exploración
eficaz del universo que la rodea.

Un don maravilloso
E. P. Wigner, Premio Nobel de Física en 1972,
expresa este estado de cosas de la siguiente
manera en un artículo certeramente titulado «Sobre
la irrazonable efectividad de las matemáticas en las
ciencias naturales»: «El milagro de la adecuación del
lenguaje de la matemática para la formulación de las
leyes físicas es un don maravilloso que ni
entendemos ni merecemos. Deberíamos mostrarnos
agradecidos por él y esperar que permanecerá
siendo válido en la investigación futura y que se
extenderá, para bien o para mal, para placer nuestro,
aunque también tal vez para nuestra perplejidad, a
ramas más amplias del saber.»
Y N. Bourbaki, en su artículo titulado «La
arquitectura de las matemáticas», alude a esta
situación con las siguientes palabras: «Que existe
una relación íntima entre los fenómenos
experimentales y las estructuras matemáticas parece
confirmarse plenamente de la forma más inesperada
mediante los descubrimientos más recientes de la
física contemporánea. Pero no sabemos
absolutamente nada sobre los fundamentos de este
hecho (suponiendo que se pudiera encontrar
realmente significación a estas palabras) y tal vez no
lleguemos a saber nunca sobre ello.»
La matemática como tarea colectiva siempre ha
perseguido en el fondo un interés aplicado. La
matemática surge del confrontamiento de la mente
humana con los diferentes niveles de complejidad de
la realidad, en su afán por dominarlos
intelectualmente y por poner a su disposición las
fuerzas y poderes que de este dominio puedan
derivarse.
La complejidad derivada de la multiplicidad dio lugar
a la introducción del número y más tarde a la
aritmética. Con ella se lograba el dominio de la
cantidad, que tradicionalmente ha venido
considerándose como específico de la matemática.
Pero lo más característico de la matemática más
adulta consiste en la creación de modelos de
estructuras mucho más generales que las que
meramente se refieren al número o a la cantidad. Y
precisamente este ensanchamiento, de sus miras
iniciales es lo que va confiriendo a la matemática
mayor utilidad para la exploración de campos más
amplios y de niveles de complejidad más profundos
de la realidad.
El interés por entender la complejidad que se deriva
de las formas en el espacio y sus relaciones mutuas
dió lugar entre los griegos a la geometría, que llegó a
ser por mucho tiempo verdadero modelo de
pensamiento científico.
En
el

siglo XVII se abordó a fondo el estudio cuantitativo


del cambio una vez construidas las herramientas que
lo hacían posible, tales como los instrumentos de
medida del tiempo y del espacio y los útiles
conceptuales adecuados, como la simbolización del
álgebra y el concepto de función. El cálculo
infinitesimal, que así fue creado, constituye una de
las obras de arte más elevadas del pensamiento
humano.
Más adelante la matemática arrostró la complejidad
que presentan los procesos reales sometidos a
multitud de causas imposibles de controlar
individualmente. La probabilidad y la estadística
fueron los instrumentos poderosos que el
matemático se fabricó para explorar la incertidumbre
de ciertos fenómenos, con lo que la matemática se
adentraba por vez primera en campos cercanos a las
ciencias humanas y sociales.
En nuestro siglo, la invasión del ordenador ha hecho
posible la exploración y modelización de aspectos de
la realidad cuya complejidad sobrepasa en muchos
órdenes de magnitud la que hasta los años
cincuenta era abordable. Es muy probable que la
influencia del ordenador en la ciencia y en la cultura
general del hombre, que no ha hecho más que
comenzar a hacerse sentir, sobrepasará
ampliamente la que han ejercido el telescopio y el
microscopio hasta la actualidad.
La aplicabilidad de las estructuras matemáticas
llegará, con la ayuda del ordenador, gracias a su
potencia de cálculo, su capacidad de modelización,
su impresionante efectividad gráfica, a convertir la
matemática en una versátil herramienta útil en tareas
mucho más abarcadoras aún que aquellas en las
que en la actualidad se ve involucrada, con
incursiones en aspectos de las ciencias sociales y
humanas cuya complejidad deja atrás la de las
ciencias más tradicionales de la física, química, etc.
La obra For all Practical
Purposes, subtitulada Introduction to Contemporary
Mathematics, constituye una magnífica introducción,
para un público no especializado, a la inmensa
riqueza de ideas y métodos de la matemática
aplicada actual. Es una parte de un ambicioso
proyecto del COMAP («Consortium for Mathematics
and its Applications») dirigido por Solomon
Garfunke1 y en el que actúa como coordinador Lynn
A. Steen, matemático muy influyente en los intentos
actuales de reorientación de la enseñanza
matemática en Estados Unidos. De cada una de las
cinco partes de la obra se ha encargado un equipo
de expertos en los temas correspondientes. A pesar
del gran número de personas que han colaborado en
el proyecto (14 autores), resalta fuertemente la
unidad de presentación y estilo, así como la
consistencia de objetivos a lo largo de toda la obra.
Aplicaciones insospechadas
Las cinco partes de la obra se dedican a los temas
siguientes: I, Ciencias de la empresa; II, Estadística:
la ciencia de los datos; III, Elección social; IV, Sobre
tamaño y forma; V, Ordenadores. La organización
del material es excelente incluso desde un punto de
vista didáctico. Se ha concebido con la posibilidad
de su utilización como base de un curso, bastante
común en los «Colleges» de Estados Unidos, de
apreciación de las aplicaciones de la matemática
para estudiantes universitarios con intereses
generales, no propiamente científicos. El material se
presenta de forma muy bien diferenciada, separando
lo que responde al interés propiamente técnico, cuyo
nivel de especialización no llega a ser nunca tan
avanzado que el lector no experto en matemáticas
no pueda seguirlo cómodamente, de lo que
constituye la savia humana de las matemáticas, su
naturaleza, sus contenidos, sus aplicaciones. Los
problemas propuestos al final de cada capítulo están
escogidos con acierto y la solución de una buena
parte de ellos se presenta en un apéndice al final de
la obra.
Tal vez las partes I y II en particular contengan para
muchos revelaciones insospechadas de lo que la
matemática actual puede hacer en relación con
problemas importantes de la economía y la política
de la sociedad contemporánea.
La parte I, en cuatro capítulos, está dedicada a
ciertos aspectos matemáticos de las ciencias
empresariales. Los dos primeros capítulos
constituyen una magnífica introducción a la teoría de
grafos y sus aplicaciones en aspectos tan
importantes como el problema del viajante y el
algoritmo de Kruskal para la construcción del árbol
mínimo. Todo ello presentado de forma muy
asequible y sazonado con interesantes
informaciones sobre el quehacer matemático desde
el punto de vista humano y con toda una colección
de problemas con los que se puede comprobar el
nivel de dominio del tema que se ha alcanzado. El
capítulo tercero se dedica a la matemática de la
planificación y secuenciación de tareas, con
información amplia sobre sus aplicaciones en
problemas diversos, entre otros al de la criptología
de clave abierta, tan de actualidad hoy día. En el
capítulo cuarto se proporciona una sencilla
introducción a la programación lineal, con datos
interesantes sobre el estado actual del método del
simplex, el algoritmo de Karmarkar, etc...
La parte III Elección social, contiene cuatro capítulos
centrados fundamentalmente en los interesantes
problemas matemáticos que surgen cuando se
consideran a fondo las estructuras de
funcionamiento de la máquina social, política y
económica de nuestra sociedad. Un ejemplo
sobresaliente de este estudio se encuentra en la
paradoja de Arrow, sobre la imposibilidad de un
sistema de votación perfecto. Kenneth Arrow, que en
1972 recibió el Premio Nobel de Economía por sus
estudios sobre el equilibrio económico, había
descubierto en 1952 que cualquier sistema de
votación que se pueda diseñar viola necesariamente
alguna condición de un conjunto de cinco, todas
ellas obviamente deseables en un método
democrático de votación, como es por ejemplo que
las decisiones de una sociedad no se identifiquen
necesariamente, según el sistema de votación, con
las de un solo individuo; es decir, que el sistema
excluya la dictadura. Este y otros problemas
íntimamente relacionados con las estructuras
sociales, como la teoría de juegos de von Neumann
y Morgenstern, son tratados de forma muy
interesante e inteligible en esta parte III.
La obra, en conjunto, es muy recomendable para
todos aquellos que quieran explorar algunos
aspectos de los irnpactos prácticos de la matemática
en el mundo contemporáneo sin necesidad de
introducirse a fondo en los aspectos técnicos de las
diversas ramas de la matemática.
Finalmente conviene hacer notar que el libro
constituye una parte, que puede ser usada de forma
totalmente independiente, de un proyecto
audiovisual más amplio. Los autores han realizado,
juntamente con el texto escrito, una serie de 26
programas de media hora de vídeo que transcurren
de forma paralela a los contenidos de los diferentes
capítulos. Esta serie ha sido realizada con gran
profusión de medios y el resultado parece haber sido
satisfactorio, a juzgar por las muestras que el autor
de esta recensión ha tenido ocasión de observar.

Una nación en peligro


Miguel de Guzmán
En 1983, una comisión especial establecida por el
Gobierno de Estados Unidos, la «National
Commission on Excellence in Education», cuyos
miembros habían sido escogidos entre los expertos y
responsables de mayor prestigio en el país, publicó
un documento de emergencia sobre la educación
titulado A Nation at Risk: The Imperative for
Educational Reform. En él se señalaba el fuerte
deterioro sufrido en tiempos recientes por la
educación en general en Estados Unidos, y muy en
particular por la educación científica y matemática,
en especial en lo que se refiere a la formación
básica, secundaria y primeros niveles universitarios.
Es cierto que el nivel de la investigación matemática,
científica y tecnológica se conservaba bien alto,
especialmente gracias a la intensísima inmigración
de jóvenes científicos extranjeros, pero la situación
de la educación inicial era en cambio bien distinta.
A Nation at Risk señalaba unas cuantas líneas
urgentes de acción. Se trataba de concienciar a
todos los estamentos sociales sobre las profundas
consecuencias que las deficiencias educativas que
se estaban instalando en la formación de las
generaciones más jóvenes iban a ejercer en el futuro
científico y tecnológico del país. Se pretendía al
mismo tiempo proponer unas cuantas acciones de
muy urgente realización. En primer lugar, un análisis
profundo de las raíces de estas circunstancias, y a
continuación planes concretos para poner fin a esta
situación tan grave.
Reforma urgente
La comunidad científica del país pronto se puso en
acción, y se puede afirmar que, si bien la situación
no ha cambiado aún muy llamativamente, este
sentido de urgencia con respecto a las reformas
educativas necesarias va calando bien hondamente
en la conciencia del colectivo científico y educativo.
Las dos obras que a continuación comentaremos,
fruto del trabajo conjunto del Consejo Nacional de
Investigación, un organismo creado en 1919 por la
Academia Nacional de Ciencias, y de otros tres
cuerpos de más reciente constitución establecidos
para velar por el desarrollo de la educación e
investigación en el campo particular de las
matemáticas, constituyen uno de los resultados
maduros de esta primera llamada de atención.
Tratan en primer lugar de presentar con precisión la
seriedad y urgencia de las circunstancias actuales
de la educación matemática, de examinar
concisamente las causas profundas de la situación y
de señalar líneas de acción muy concretas para
cada una de las fuerzas sociales del país.
¿Una nación en riesgo?
¿Cómo puede tomarse en serio que Estados Unidos
se considere en peligro por razón de un dominio
mayor o menor de sus jóvenes en el campo
matemático? Alfred N. Whitehead, uno de los
filósofos más profundos y clarividentes del siglo,
también matemático y por un tiempo presidente de la
Asociación Matemática de Inglaterra, afirmaba
rotundamente en una famosa conferencia titulada
«Mathematics and the Good»: «Si la civilización
continúa su avance, en los próximos dos mil años la
novedad predominante del pensamiento humano
será el señorío de la intelección matemática». El
documento Everybody Counts parece hacerse eco
del pensamiento de Whitehead al señalar muy
certeramente cómo la matemática, en cuanto ciencia
que trata de dominar los esquemas y patrones
formales por los que el universo se rige, es algo
mucho más profundo que lo que muchas personas,
aun de entre las más cultivadas, parecen pensar. La
matemática ha sido, es y lo será en el futuro de
modo mucho más evidente, uno de los ejes más
profundos y poderosos de la cultura humana. «Como
el lenguaje, la religión y la música, la matemática es
una parte universal de la cultura humana.» En la
actualidad nos encontramos en uno de los períodos
de más intensa transformación de la matemática, y
aquella civilización que colectivamente no sea capaz
de asimilar los nuevos modos de pensamiento
quedará necesariamente atrás en su percepción del
mundo.
Por otra parte, la matemática es el fundamento de
toda la ciencia y de la tecnología. Incluso las
ciencias que en otros tiempos podían avanzar sin
apoyo matemático, como la medicina, la biología, la
geología..., van construyendo instrumentos
matemáticos que los resultan en la actualidad
imprescindibles para muchos aspectos de su
investigación. Si un colectivo no es capaz de
desarrollar en su seno una capacidad matemática
suficientemente generalizada e intensa para al
menos utilizar las poderosas herramientas
conceptuales que van surgiendo en esta interacción
tan fructífera entre ciencias (tanto de la naturaleza
como las ciencias sociales), tecnología y
matemáticas, quedará fuertemente empobrecido en
un futuro relativamente próximo. Es claro
actualmente, y lo será mucho más en un plazo
breve, que una cultura matemática básica
suficientemente amplia es un requisito fundamental
para acceder al mero uso de la tecnología actual y a
la más simple comprensión de los principios más
básicos de la ciencia actual.
Situación grave
Con estas premisas es fácil entender perfectamente
la gravedad de la situación americana y la
preocupación de] Gobierno de Estados Unidos, un
país donde el nivel medio de formación matemática
de los estudiantes de enseñanza primaria y
secundaria alcanza uno de los puestos más bajos de
entre los países desarrollados, incluso también por
debajo del de muchos países en desarrollo de
condiciones económicas y tecnológicas muy
inferiores a las de Estados Unidos.
Pero la situación no es solamente preocupante por
razón de la competitividad con otros países. La
formación científica y matemática corre el peligro de
convertirse en una causa muy influyente de
desajustes sociales dentro del país mismo.
En Everybody Counts se afirma explícitamente:
«Corremos el peligro de convertirnos en una nación
dividida económica y racialmente por causa del
conocimiento de las matemáticas Hasta tiempos muy
recientes, el analfabetismo de una gran masa de la
población significaba su condena a ocupar los
puestos ínfimos en la escala social y económica. En
muchos lugares lo sigue siendo todavía. Pero en las
condiciones culturales que se van imponiendo, con
el dominio creciente de matematización antes
señalado que ya se va haciendo patente, la
numerización comienza a ser tan importante como la
alfabetización a fin de poder acceder a la inmensa
mayoría de los trabajos mínimamente cualificados.
La división de una población en un grupo
matemáticamente culto por razón de una educación
inicial satisfactoria y otro grupo matemáticamente
deficiente, división que en gran parte coincide muy
fundamentalmente con la ya impuesta por razones
de raza y de unas deficientes condiciones iniciales
de índole social, cultural y económica, constituyen un
gravísimo riesgo para la democracia y la movilidad
social, que hasta ahora han sido una característica
tan anhelada por la sociedad norteamericana.
Fuencisla del Amo
La gran paradoja
¿Cómo se explica el hecho sorprendente de que
Estados Unidos posea a la vez los mecanismos más
perfectos de progreso científico en sus universidades
y centros de investigación, tanto en matemáticas
como en otros campos, y uno de los sistemas
educativos globalmente menos eficientes de entre
los países desarrollados? Para entender esta
extraña paradoja hay que decir que no se puede
hablar propiamente de un sistema educativo en
Estados Unidos. En el país hay cientos de sistemas
educativos con autonomía suficiente para establecer
sus propios programas, sus propios modos de
selección de profesorado, sus propios baremos de
exigencia, tanto de profesores como de alumnos. En
muchos casos la preparación requerida de los
profesores de matemáticas es mínima, así como es
notablemente insuficiente el nivel requerido a los
alumnos de la enseñanza de las etapas iniciales.
Las diferencias resultantes en la formación de los
alumnos de un lugar a otro puede ser abismal, y en
gran parte esto depende de los medios de la propia
comunidad en que se encuentren los centros
respectivos. Bajo esta luz se pueden entender mejor
muchas de las preocupaciones que aparecen
expresadas en las obras que comentamos, y que
resultan un tanto opacas si las pensamos desde un
sistema educativo bastante más centralizado, como
es el nuestro. Por esta misma razón es comprensible
que la labor emprendida por el «National Research
Council» no sea de fácil realización, ya que debido a
la enorme descentralización del aparato educativo es
imposible adoptar medidas impositivas en todo el
país, y se debe restringir en buena parte a intentar
concienciar, a través de documentos como los que
presentamos, a las autoridades locales responsables
de cada átomo educacional, aconsejándoles que
tomen medidas concretas a modo de
recomendación, al mismo tiempo que a través de
acciones diversas de mentalización y difusión se
busca involucrar más intensamente en el problema a
las sociedades matemáticas y a los profesores de
centros educativos iniciales y de las universidades a
fin de que ellos sean los promotores de una reforma
más eficaz.
Algunas recomendaciones
Tanto Everybody Counts como Moving beyond
Myths están repletos de recomendaciones
específicas, tanto más interesantes cuanto que
vienen a representar el producto destilado del saber
de muchos científicos y educadores muy eminentes
en el campo de la educación matemática que han
trabajado intensamente para llegar a un cierto
consenso en la difícil tarea de encontrar una base de
entendimiento común frente a los intensos cambios
que la educación matemática está experimentando
en épocas recientes. Algunas de entre tales
recomendaciones pueden ser muy específicas de las
circunstancias particulares de los Estados Unidos,
pero la filosofía de la educación matemática que del
análisis del conjunto de estos trabajos se desprende
es bien válida para la situación de cualquier otro
país. Muy en particular las líneas maestras, de las
que estas notas finales constituyen una muestra, que
presentan la enseñanza matemática concebida
como la tarea de creación de un ambiente en que el
alumno se convierta en el verdadero motor y gestor
de «su propio aprendizaje», lecciones que una
buena parte de los profesionales de la enseñanza de
la matemática estamos bien lejos de practicar
correctamente en nuestro ejercicio:
- La práctica educacional actual ofrece a los
estudiantes de matemáticas tan sólo una débil luz al
final de un larguísimo túnel.
- Los estudiantes retienen mejor las matemáticas
que aprenden por procesos de construcción y
experiencia internas.
- Las prioridades en educación matemática deben
cambiar a fin de reflejar el modo como los
ordenadores se utilizan en matemáticas.
- Los futuros profesores deberían aprender
matemáticas de un modo que estimule la
participación activa con las ideas matemáticas.
- La enseñanza de la matemática está
experimentando una transformación desde un
modelo basado en «transmisión de conocimiento» a
una práctica centrada en el alumno cuyo rasgo
fundamental es el «estímulo del aprendizaje».
- La enseñanza de la matemática está
experimentando una transformación desde el énfasis
sobre el cálculo con papel y lápiz a un pleno uso de
la calculadora y ordenador.
- La percepción social de la matemática está
transformándose desde la consideración de esta
disciplina como un cuerpo fijo de reglas arbitrarias a
la de una activa ciencia de patrones y estructuras.

La matematización de la cultura
Miguel de Guzmán

«La matemática está cambiando y su papel también.


Aquellos que entraron en la profesión antes de la
invasión de los ordenadores son lo suficientemente
viejos para sentir este cambio con gran profundidad.
La misión de este libro es señalar la necesidad, al
tiempo que este cambio tiene lugar, de desarrollar
una percepción más intensa de la relación entre los
humanos y las matemáticas que ellos han creado.
Esta percepción es necesaria para protegernos de
los efectos de las revolucionarias olas de símbolos
que están a punto de anegarnos.»
Estas son las solemnes palabras que cierran la obra
que comentamos, Descartes' Dream. Suenan como
el prenuncio de una posible catástrofe que debemos
tratar de evitar poniendo los medios cuanto antes.
La penetración de la matemática en nuestra cultura
actual no es ni sueño ni pesadilla. Es una realidad
que se impone a cualquier observador atento. Pero
en el proceso de matematización, tal como va
teniendo lugar, se pueden percibir rasgos
profundamente inquietantes que, de no ser
neutralizados a tiempo, pueden ciertamente conducir
a una situación que, desde nuestra perspectiva
actual, deberíamos juzgar como un lamentable
empobrecimiento y deterioro de la actividad humana.
La matematización de la cultura acompañada de una
adecuada humanización de la matemática puede
servir como meta brillante del futuro. Pero la
matematización en sí misma no es un ideal tras el
que haya que correr sin una buena dosis de
discernimiento.
El título de la obra, El sueño de Descartes, alude a la
visión que Descartes experimentó, en los comienzos
de sus vivencias filosóficas, de un mundo en el que
el espíritu matemático, con su precisión y claridad,
con sus procesos de pensamiento nítidos y
universales, constituyese a la vez el núcleo y el
cemento de todo el edificio cultural de la humanidad.
Han transcurrido más de
tres siglos y medio desde
entonces y el sueño de
Descartes ha ido abriéndose
camino hacia la realidad. En
toda la actividad científica se
ha convertido en condición
indispensable la utilización
de la matemática como
medio de expresión. Se
considera, de acuerdo con
Kant, que «en cada una de
las disciplinas de la
naturaleza solamente se
puede encontrar tanto de
auténtica ciencia cuanto se
encuentra en ella de matemática». Hay en el aire
una especie de acto de fe en que si algún fenómeno
escapa hoy a nuestras herramientas conceptuales
matemáticas, se pueden crear ciertamente otras que
superarán este desafío. Nuestra medicina y nuestra
biología hacen cada vez más uso, para tratar sus
problemas, de instrumentos matemáticos tales como
la teoría de control, el estudio matemático del
crecimiento de poblaciones, etc. La sociología, la
psicología, la economía utilizan extensamente
herramientas matemáticas. Incluso la lingüística y
aun el arte actual se aprovechan considerablemente
de la matemática, no solamente a través de las
nuevas técnicas, sino incluso en sus mismas
concepciones artísticas.
¿Cuál es el sentido de esta tendencia hoy tan
acusada hacia la matematización? Explorar y
predecir los fenómenos naturales, inducir en la
naturaleza modos de proceder que más nos
convengan para ciertos fines, implica
necesariamente el conocimiento y dominio de los
patrones y modelos que subyacen a su estructura.
La matemática es la técnica as poderosa para el
dominio conceptual y práctico de tales patrones,
dondequiera se encuentren. Allá donde haya un
modelo inteligible, tal es la fe pitagórica que hoy
profesa nuestra civilización, ahí puede acudir la
matemática para iluminarlo.
Pero sin duda la aceleración del ritmo de
matematización en nuestros días se debe a la
aparición del ordenador, con las enormes
posibilidades que ha puesto en nuestras manos,
totalmente insospechadas hace cincuenta años. Con
él podemos explorar mundos que esperamos
matematizar conceptualmente, aunque sin saber aún
cómo. La aparición del ordenador está teniendo un
efecto semejante, si bien mucho más universal y
profundo, al que causó el telescopio o el
microscopio. Confirmación de conocimientos ya
barruntados o adquiridos, pero al mismo tiempo la
posibilidad de observación de multitud de fenómenos
dispersos, todavía sin explicación coherente dentro
de la ciencia del momento.
La ancha avenida de la matematización está llena de
socavones en los que podemos quedar atrapados si
no caminamos suficientemente atentos. He aquí
algunos:
Pensar ingenuamente que todo puede ser
matematizado sin residuos. Si la misma
matemática, como enseña el teorema de Gödel deja
necesariamente resquicios por maternatizar, incluso
en temas tan importantes como los que se refieren a
su propia consistencia, es decir, a la posibilidad de
que en ella surjan contradicciones, ¿qué no habrá de
quedar por hacer en el intento de matematizar la
física o la biología? Bueno es que aceptemos desde
un principio la existencia de lo inmatematizable. De
este modo no caeremos fácilmente en la ceguera
hacia otros aspectos tan ricos del universo como la
vida y los valores del espíritu humano.
Dejar que nuestra vida se ahogue en cifras y en
formalismos matemáticos. El ambiente del
ordenador está constituido por recetas, lenguajes
precisos, formalismos, donde lo que interesa es lo
operativo y lo que menos importa es el sentido de las
operaciones. El gran peligro no es, como algunas
películas de ciencia-ficción pretenden, que el
ordenador pase a ser cuasihumano, sino que el
hombre, por adaptarse a su máquina, pase a ser un
robot. Ejemplares de este fenómeno no escasean
incluso en nuestra cultura actual.
Inducir al matemático a jugar a aprendiz de
brujo. Se piensa que para cada situación real la
matemática tiene un modelo adecuado, sin tener en
cuenta que la matematización comporta
necesariamente una cierta amputación de la
realidad, y que los elementos, de los que en este
proceso se hace caso omiso, pueden resultar en
muchas ocasiones y para muchas personas
enormemente importantes y su omisión catastrófica.
Hay muchos aspectos de la vida del hombre
demasiado importantes como para acudir con
ingenuidad al matemático y pedirle que sea él quien
nos los maneje.
Considerar que la matemática, y no el hombre, es
la medida de todas las cosas. Muchas ciencias
toman demasiado en serio las palabras de Kant
antes citadas. Y lo que es aún peor, algunos
humanistas y filósofos de nuestiro siglo han tomado
la matemática como oráculo definitivo. Así se
expresa un importante matemático de nuestro
tiempo, Gian Carlo Rota, bien sensible ante tales
incoherencias a propósito de la filosofía analítica:
«¿Cuánto durará aún la presente manía por la
precisión en filosofía? ¿Es que a un concepto le
hace falta ser preciso para estar lleno de sentido y
ser efectivo? ¿O es que los filósofos quieren hacerse
el harakiri ante el altar de las matemáticas?»
Confundir manipulación con sabiduría. Nuestros
ordenadores nos hacen capaces actualmente de
manipular con éxito fragmentos importantes de la
realidad sin que comprendamos bien por qué.
Podemos estar ciertamente satisfechos de nuestro
éxito. Al fin y al cabo también manejamos nuestro
cerebro sin que entendamos casi nada de su
funcionamiento. Pero no conviene perder de vista
que el éxito manipulativo está aún lejos de la
comprensión a la que podemos y debemos aspirar.
No perdamos el sentido y la atracción del misterio.
Caer en el mito del genio universal que puede
pontificar infaliblemente sobre cualquier
asunto. «Si la matemática es la base y el cemento
de la cultura, aquel que logre situarse en el corazón
de ella y desde allí contemplar nuestro mundo, está
en una situación privilegiada para juzgar
adecuadamente sobre su destino. Oigámosle y
sigámosle.» Este parece haber sido el significado de
la veneración cuasirreligiosa de muchos en nuestro
propio siglo hacia ciertas figuras de la ciencia. Muy a
su pesar, Einstein fue convertido en una especie de
sumo pontífice de la verdad no sólo científica, sino
religiosa y moral. Sería bueno recordar que muy a
menudo el matemático, y el científico en general,
fuera de su propia esfera de competencia es tan
superficial y sesgado como el que más.
A la vista de problemas tales como los esbozados,
es claro que el proceso de matematización creciente
que estamos viviendo no ha ido hasta ahora
acompañado de una reflexión adecuada sobre su
sentido y sus implicaciones profundas para el
hombre y la sociedad.
La obra Descartes' Dream, subtitulada The World
According to Mathematics, es un valiente intento de
presentar, de forma altamente asequible, algunos de
los problemas del estilo de los reseñados
anteriormente que la matematización actual y futura
van a traer consigo. Está escrito en forma de retazos
con diferentes estilos, constituyendo una colección
de ensayos hilvanados sin afán de sistematización,
alrededor de siete temas principales: 1. Realidad de
la matematización; 2. Tiranía social de los números;
3. Cognición y computación; 4. Perspectivas a través
del tiempo; 5. Matemática y ética; 6. Significados
personales. Varias de las secciones están
presentadas en forma de diálogo de P. J. Davis con
Charles Strauss, un conocido especialista en
computación, y una de las secciones es otro diálogo,
también de P. J. Davis con Joan Richards, una
experta en Historia de la Ciencia.
En 1981 los dos autores, Davis y Hersh, publicaron
una obra extraordinariamente influyente en la
comunidad matemática internacional, The
Mathematical Experience (Birkháuser, Boston, 1981),
a punto de ser publicada ahora en castellano. En ella
trataban de presentar, en el mismo estilo
fragmentario que utilizan en esta más reciente, el
sentido profundo de la experiencia vital de hacer
matemáticas, popularizando con gran acierto la
nueva orientación de la filosofía matemática iniciada
con Imre Lakatos. El centro de esta nueva forma de
mirar la actividad matemática no es ya el «objeto»
matemático, sino el «hombre» que hace la
matemática y su entorno.
Con el mismo espíritu, los autores se enfrentan
en Descartes' Dream con el serio problema de
encontrar el significado de la penetración creciente
en nuestra cultura de las aplicaciones de la
matemática, y muy especialmente de las
implicaciones que la invasión de los ordenadores
está teniendo sobre ella. P. J. Davis es un gran
experto en Análisis Numérico y desde esta
perspectiva presenta su visión profundainente
interesante sobre los muchos problemas con que
nuestra propia forma de sentir, conocer y pensar
corre el riesgo de ser negativamente afectada.

Es claro que las soluciones concretas a los


problemas que amenazan a una cultura en medio de
cambios tan rápidos como los que actualmente están
afectando a la nuestra están aún por diseñar. Pero
hay una cierta coincidencia entre las personas que
se preocupan de estos aspectos en pensar que es
necesario lograr un desplazamiento del énfasis
actual sobre los valores de la mera ciencia objetiva
hacia los valores más genuinamente humanos. A
propósito del peligro concreto de convertir al
matemático en creador de criterios incluso en
aspectos económicos, políticos y sociales, Davis y
Hersh señalan un principio de solución que también
serviría para remediar otros muchos males: «La
solución, me parece, consiste en el cultivo de valores
fuertes que se encuentran fuera de la ciencia.
Hemos de proporcionar a los científicos más
educación en las humanidades, en la historia. No
nos podemos permitir ser técnicos ignorantes.
Hemos de tener menos rigidez de pensamiento.
Tenemos que evitar llegar a convertirnos en una
especie de sacerdocio científico. La solución
consiste en mezclar ciencia y tecnología con el resto
de la vida en proporciones adecuadas... Tenemos
que recordar que aunque la Matemática es la Reina
de las Ciencias, la Ciencia no es el único principio de
la vida. "El árbol de la vida es más grande que el
árbol del pensamiento", dijo Kant. Lo creo.
Cultivemos hombres de pensamiento que sean
también hombres de corazón».

Un comentario que será publicado en SABER/Leer, Revista crítica de


libros, de la Fundación Juan March, sobre el excelente libro escrito por
Olli Lehto y publicado por Springer Verlag en 1998.

Matemática sin fronteras.


Una historia de la Unión Matemática Internacional.

Miguel de Guzmán
Universidad Complutense de Madrid
Evolución de la comunicación en matemáticas.
El quehacer matemático es, por naturaleza, eminentemente
comunicativo. Es arte, productor de belleza de la que hacemos a otros
partícipes, es ciencia, que explora la realidad en colaboración con
otros, es herramienta, con la que se pueden dominar algunos
aspectos interesantes de este nuestro mundo que compartimos, es
juego, del que se disfruta en compañía....

Por otra parte, las peculiaridades de la matemática, su carácter abstracto, su


idiosincrasia acumulativa (hasta cierto punto la matemática se va acumulando,
no es necesario deshacerse de teorías antiguas para incorporar los
conocimientos nuevos), su relativa independencia de aspectos culturales,
individuales... le prestan una especial facilidad para ser compartida sin trabas a
través del tiempo y de los espacios políticos, geográficos, etc. Por ello no es
de extrañar que esta comunicabilidad se haya puesto de manifiesto desde el
comienzo mismo de la existencia de la matemática.

Parece que Pitágoras, a quien se puede considerar con toda justicia el


fundador de la matemática tal como hoy la conocemos, fue capaz de fabricarse
su original síntesis de pensamiento después de aprender por un largo período
de tiempo entre los matemáticos de Egipto y de Mesopotamia. De los antiguos
matemáticos babilónicos heredó sus ideas de que los movimientos de los
astros eran regidos por los números. De ellos y de los sacerdotes egipcios
aprendió probablemente cómo las figuras geométricas estaban estrechamente
ligadas a los números. Basado esencialmente en estas ideas y en sus propios
experimentos musicales con el monocordio, una especie de guitarra de una
sola cuerda, llegó a una de las más profundas y audaces extrapolaciones
hechas por una mente científica, a saber que "la esencia de las cosas es el
número" y que gracias a él se nos abre la puerta para llegar a las "raíces y
fuentes de la naturaleza".
Arquímedes, el gran genio matemático de la Antigüedad, se inició en
Alejandría, en la boca del Nilo, bien lejos de su patria, Siracusa de Sicilia, y,
una vez vuelto a su tierra, se mantuvo en un fecundo contacto epistolar con los
matemáticos de Alejandría, entre ellos con Eratóstenes, gracias a lo cual
conservamos hoy día algunas de sus grandes obras. El sorprendente tratado
"Sobre el Método", obra perdida hasta 1906 y encontrada en un palimpsesto
por Heiberg, no es sino una carta a Eratóstenes a través de la cual Arquímedes
pretendió dejar a la posteridad el secreto de su forma de creación intelectual.

A lo largo de la historia de la matemática, se podría señalar una multitud de


avances importantes que han sido estimulados muy decisivamente por
contactos entre individuos o entre escuelas de diferente tradición. Bizancio,
Bagdad, Córdoba, Toledo, París,... son nombres que evocan distintos
momentos de la historia de la matemática en los que tiene lugar una especial
corriente de comunicación matemática en el mundo occidental. Toledo, con su
escuela de traductores y el saber fecundo que originó el relativamente largo
período de convivencia pacífica de las tres culturas, árabe judía y cristiana, fue
especialmente durante los siglos 10 y 11 lugar de peregrinación para muchos
intelectuales de Europa.

Esta comunicación comienza a tomar una forma más organizada, primero con
el establecimiento de las universidades, luego a través de intercambios
individuales entre los protagonistas mismos del desarrollo de la matemática. El
intercambio de saberes y cuestiones entre Fermat y Pascal, por ejemplo, dio
lugar en el siglo 17 a la iniciación de la teoría de la probabilidad. En otras
ocasiones estos intercambios entre los matemáticos de este siglo se daba de
forma indirecta a través de la diseminación de resultados por el P. Marin
Mersenne, que actuaba como una especie de buzón central de teoremas. Más
tarde este servicio se plasmaría de una forma más abierta en las primeras
revistas matemáticas como Acta Eruditorum, fundada por Leibniz en 1682, y
de una manera organizada con el establecimiento de las Academias oficiales
establecidas a nivel regional o nacional.

En el siglo 19 ya existen sociedades matemáticas locales o nacionales bien


organizadas que cumplen su cometido de servir de conexión a los diferentes
profesionales de la matemática en una misma región o país. Pero aún no existe
ninguna organización de la actividad matemática a nivel internacional. Y ello tal
vez por dos motivos, primero porque no se percibe una necesidad urgente de
hacerlo y también porque aún eran lejanas las facilidades para la comunicación
que los diferentes desarrollos tecnológicos del siglo 20 han ido proporcionando.
En el último tercio del siglo 19 ya empiezan a brotar diferentes intentos de
cooperación internacional organizada, especialmente en lo que se refiere a la
bibliografía matemática de los que surgirá más adelante una colaboración más
amplia y profunda. Bien se puede decir que en matemáticas el salto cualitativo
importante se dió con el primer Congreso Internacional de Matemáticos, que
tuvo lugar en Zürich en 1897.

Organización internacional de la actividad matemática.


En nuestro actual mundo fuertemente interconectado parece obvio que el
quehacer científico, como cualquier otra actividad de la sociedad, ya sea
comercial, deportiva,... tiene que tener necesariamente una dimensión
internacional más o menos armónicamente organizada, como la que hoy día
existe en prácticamente todos los campos. Pero es claro que esta situación
representa un importante logro que es relativamente reciente. Las
organizaciones científicas estables de carácter internacional han surgido todas
ellas en el siglo 20. La Unión Matemática Internacional, cuyos orígenes se
pueden remontar a la celebración del primer Congreso Internacional de
Matemáticos en 1897 en Zürich, tan sólo un año después de los primeros
Juegos Olímpicos de la época moderna, el mismo año en que se establecieron
los verdaderamente internacionales Premios Nobel, fue una de las primeras en
establecerse. Pero el nacimiento y la vida de este prestigioso organismo, que
actualmente enmarca la actividad coordinada de más de 60 países, no ha
estado exenta de peripecias de muchos tipos diferentes.

Cien años de IMU (Unión Matemática Internacional)


La obra que comentamos es precisamente un interesante relato de los avatares
que han marcado a lo largo del siglo la trabajosa puesta en marcha de la
Unión, su difícil pervivencia por unos cuantos años a través de la primera
guerra mundial, su posterior suspensión, en buena parte por la actitud política
personal y cerrada de unas cuantas personas influyentes con cierta cortedad
de miras, su posterior reconstitución en la década de los 50 y su constante
expansión desde entonces, a pesar de las dificultades causadas en las
relaciones científicas en la época de la guerra fría,...
El autor, Olli Lehto, es
un excepcional
matemático finlandés,
por mucho tiempo
rector de la
Universidad de
Helsinki, que tiene muy
buenas razones para
conocer a fondo la
Unión Matemática
Internacional. El ha
sido miembro de su
Comité Ejecutivo
durante 16 cruciales
años, desde 1975 a
1990, y durante los
últimos ocho de este
largo período ha sido
su Secretario General.
Lehto conoce a fondo
la historia antigua y
reciente de la Unión y
la cuenta con orden y
con precisión, y
también con una
viveza, basada en su
conocimiento personal
de la organización, que
hace que su relato,
muy rico y bien
documentado,
mantenga una fuerte
tensión e interés en el
lector. Y es que las vicisitudes externas e internas de una organización tan
compleja como la Unión a lo largo de un siglo presentan aspectos tal vez no
sospechados por los que puedan pensar que las tensiones dentro de una
organización internacional de matemáticos se pueden dominar de forma fácil.

La obra está muy bien estructurada en 12 capítulos que corresponden a


diferentes etapas de la vida de la Unión, llegando hasta los comienzos de la
década de los 90. Detalles que pudieran recargar innecesariamente el hilo de la
historia están relegados a los 13 Apéndices. Una larga colección de notas,
algunas de ellas muy jugosas e interesantes, se agrupan al final del texto,
agilizando así el hilo fundamental de la narración. Un buen número (55) de
fotografías de los principales lugares y de los protagonistas de esta historia,
diseminados a lo largo del texto, proporcionan rostro a esta historia en la que
han jugado un papel tan importante muchos de los matemáticos más
eminentes del siglo. No se trata en absoluto de una historia de las matemáticas
del siglo 20 sino de un relato vivo del trabajo de colaboración organizativa de
muchos de los más importantes matemáticos del siglo, cada uno con su visión
personal de lo que la actividad científica internacional debería significar.

Extraños vericuetos.
En el relato de Lehto se encuentra, por supuesto, una verdadera historia de la
Unión Matemática Internacional, pero también se puede encontrar amplia
información para comenzar a formarse una idea adecuada sobre muchas de
las cuestiones, algunas un tanto anecdóticas otras más profundas e
importantes, que han pasado por la cabeza de todos los profesionales de la
matemática. ¿Por qué no existe un Premio Nobel en Matemáticas? ¿Cuál es el
origen de los Premios Fields? ¿Cómo han ido variando los centros de influencia
en el mundo matemático de nuestro siglo? ¿Cómo ha tenido lugar la
incorporación, primero de Estados Unidos, luego de los países del Este, más
tarde de China y de algunos de los países africanos en ese mundo que en el
siglo 19 estuvo dominado fundamentalmente por la actividad matemática que
se desarrollaba en Alemania, Francia, Inglaterra e Italia? ¿Cuál ha sido la
postura institucional de nuestro país en todos estos movimientos?... La historia
de Lehto no discute a fondo todas estas cuestiones, pero proporciona un marco
para ellas y una gran cantidad de alusiones, referencias a lecturas posibles,
muchas de ellas en las notas, que nos permiten explorarlas más de cerca.

Sobre la extraña ausencia de las matemáticas en los premios que Nobel


instituyó en 1896, por ejemplo, han serpenteado en nuestro siglo por los corros
matemáticos de todos los países del mundo multitud de rumores relacionados
con una supuesta enemistad personal entre Alfred Nobel y el matemático,
también sueco, Gustaf Magnus Mittag-Leffler. Quien esté especialmente
motivado por encontrar cuánto pueda haber de mera habladuría y cuánto de
realidad en lo que estos rumores han difundido puede encontrar entre las notas
de Lehto toda una serie de referencias bibliográficas escritas por diferentes
personas de reconocida solvencia. En opinión de Lehto bien pudo suceder que
Nobel pensó que las matemáticas no contribuyen al bien de la sociedad de
modo suficiente como para hacerse merecedoras de un premio. Lo cual no
habla tampoco muy en favor de la sagacidad de Nobel.

En todo caso resulta interesante conocer la historia de algo que, en


matemáticas, ocupa en cierto modo, aunque no exactamente, el lugar que los
premios Nobel tienen en otras ciencias. La historia de los premios Fields y su
estrecha vinculación con la Unión Matemática Internacional está narrada por
extenso en el capítulo 3. Desde su institución en 1932, los premios Fields, que
se otorgan cada cuatro años con ocasión de los Congresos Internacionales de
Matemáticos, tradicionalmente a personas que no han cumplido los cuarenta
años, se han convertido en el galardón más importante en el mundo
matemático. La Unión es actualmente el organismo que decide, a través de una
comisión especial, las personas a las que se premia.

La obra reseñada constituye una magnífica atalaya de observación no


solamente de la actividad matemática internacional a lo largo de cien años sino
también del peculiar entreveramiento que la historia de la matemática ha tenido
durante este tiempo con las catástrofes bélicas que han protagonizado la
primera parte del siglo y con las tensiones que se han dado entre los países
durante su segunda mitad. La historia que Lehto nos cuenta es una buena
fuente de meditación sobre la pretendida objetividad de la ciencia, y muy en
particular de la matemática.

Lehto, Olli
Mathematics without borders. A history of the International
Mathematical Union (Springer-Verlag, New York, 1998) xvi+399
páginas. Precio $35,00. ISBN: 0-387-98358-9.

MATEMÁTICAS Y SOCIEDAD.
ACORTANDO DISTANCIAS
Miguel de Guzmán
Universidad Complutense de Madrid

Lo que está sucediendo en las ciencias matemáticas.

En los últimos años la American Mathematical Society, organismo que en


Estados Unidos ha venido atendiendo tradicionalmente sobre todo a los
aspectos de desarrollo interno de la investigación matemática, se ha ocupado
también seriamente, a través de diversos proyectos, de que la Sociedad
perciba con claridad el lugar que la matemática ocupa en el desarrollo de la
ciencia, de la tecnología y de la cultura. Desde 1993 viene publicando
anualmente, en fascículos dirigidos al público no especializado, descripciones
de los resultados más recientes de la investigación en matemáticas. Con ellos
se pretende dar una idea de la importancia que la matemática y sus
aplicaciones tienen en otras ciencias y en las tecnologías derivadas. La
acertada realización de este proyecto, bajo el títuloWhat's Happening in the
Mathematical Sciences, ha corrido hasta ahora a cargo de Barry Cipra, un
competente expositor matemático con gran experiencia.

En las líneas que siguen trataremos de explorar el sentido y la oportunidad de


un proyecto semejante así como los principales rasgos que determinan el
acierto de éste en concreto.

La matemática ocupa un lugar muy importante en nuestra cultura.

La matemática ha llegado a ocupar un lugar central en la civilización actual. Y


esto por motivos muy diversos:

Es una ciencia capaz de ayudarnos en la comprensión del universo en muchos


aspectos, es en realidad el paradigma de muchas ciencias y un fuerte auxiliar
en la mayor parte de ellas, gracias a sus modos de proceder mediante el
razonamiento simbólico, sobrio, con el que trata de modelizar diversas formas
de ser del mundo físico e intelectual

Es un modelo de pensamiento, por sus cualidades de objetividad, consistencia,


sobriedad, las cuales le dan un lugar bien preminente entre las diversas formas
que tiene el pensamiento humano de arrostrar los problemas con los que se
enfrenta. Este aspecto es la raíz de sus profundas conexiones con la filosofía
de todos los tiempos, también del nuestro.
Es una actividad creadora de belleza, en la que se busca una cierta clase de
belleza intelectual, solamente accesible, como Platón afirmaba, a los ojos del
alma, y en esto consiste en el fondo la fuerza motivadora y conductora siempre

presente en los esfuerzos de los grandes creadores de la matemática.

Es un potente instrumento de intervención en las estructuras de la realidad a


nuestro alrededor, ayudando en la aplicación de modelos fidedignos al mundo
tanto físico como mental. En realidad bien se puede afirmar que la mayor parte
de los logros de nuestra tecnología no son sino matemática encarnada con la
mediación de otras ciencias.
Es una actividad profundamente lúdica, tanto que en los orígenes de muchas
de las porciones más interesantes de la matemática el juego ha estado
presente de forma muy activa (teoría de números, combinatoria, probabilidad,
topología,...)

Esta intensa presencia de la matemática en nuestra cultura no es algo que


vaya a menos, sino todo lo contrario. A juzgar por las tendencias que se
manifiestan cada vez con más fuerza, parece claro que el predominio de la
intelección matemática va a ser un distintivo bien patente de la civilización
futura.

La escasa visibilidad de la matemática en nuestra sociedad.

Aun siendo así las cosas, la visibilidad de la matemática en la cultura de


nuestro país ha sido tradicionalmente bastante débil, y lamentablemente lo
sigue siendo, como se pone de manifiesto claramente sin más que echar una
mirada en derredor.

Es idea prevalente en nuestro ambiente, fuertemente escorado hacia las


humanidades desde hace siglos, que cultura viene a coincidir, más o menos,
con literatura, música, escultura, cine, y otras manifestaciones artísticas.

Nuestros medios de comunicación, con contadas excepciones, apenas son


capaces de reseñar con mediano sentido de rigor informativo, a no ser
copiando de otros medios extranjeros, los hechos más substanciales que van
surgiendo en el mundo de la ciencia. Como muestra puede valer la siguiente
anécdota. Varios medios de comunicación se hacían eco seriamente hace
pocos meses de la resolución del problema de la trisección del ángulo en
Baracaldo, lo que evidencia que los responsables científicos de dichos medios
entendían tan poco del problema y tenían respecto a él tan poca sensibilidad
como el director de circo que lo resolvió.

Nuestras estructuras administrativas, políticas, a nivel global o local no suelen


ser muy pródigas en lo que se refiere al fomento de la ciencia.Rara vez un
Concejal de Cultura considerará de su incumbencia la organización de una
actividad científica, y mucho menos matemática.
Bastantes de nuestros responsables políticos así como muchos de los insignes
próceres de "nuestra cultura" no suelen tener ningún empacho, sino más bien
un extraño y estúpido orgullo, al confesar en las circunstancias más solemnes
su absoluta ignorancia de los temas más elementales de la ciencia en general y
de la matemática muy en particular, contagiando así al resto de nuestros
ciudadanos. Es de imaginar,en cambio, que de ningún modo se atreverían a
decir en público el escaso número de libros que han leído en los últimos
meses.

Es verdad que situaciones semejantes se dan también en otros países de


nuestro entorno, si bien no tan extendidas como entre nosotros. Lo cual
tampoco es motivo de mucho consuelo.
-

La necesidad de una divulgación matemática bien realizada.

La tarea de hacer llegar de un modo asequible a un amplio segmento de la


sociedad el sentido de la actividad que la comunidad matemática va realizando
es algo necesario y que ha de ser realizado con esmero si es que pretendemos
que nuestra cultura progrese adecuadamente. La divulgación matemática
contribuirá sin duda

a romper el lastre de prejuicios que vamos arrastrando de una generación a


otra en torno a la matemática y que, en muchos casos, es causa de bloqueos
con respecto a ella colocados en la mente de nuestros niños
a mejorar las condiciones culturales de muchas personas, abriéndoles los ojos
a la realidad de la cultura actual y haciéndoles capaces de proveerse de
herramientas indispensables para muchas de las actividades de las profesiones
del futuro

a que la sociedad sea capaz de valorar de modo adecuado el papel de la


matemática hoy día, de tal modo que se percate de que incluso muchos
aspectos que podrían parecer ociosos del quehacer matemático básico
posiblemente tendrán su fruto práctico en el futuro, como un somero
conocimiento de la historia de las ciencias y sus aplicaciones nos muestra.
-

¿Qué puede pretender la divulgación matemática?

Una divulgación de la matemática bien realizada puede tener como dignos


objetivos, entre otros,

compartir la belleza, el poder de las matemáticas con un público amplio,


tratando en muchos casos de penetrar a través de las barreras tradicionales
entre las dos culturas, mucho más sólidas alrededor de las matemáticas que
alrededor de cualquier otra ciencia

tratar de cambiar las actitudes hacia las matemáticas de muchos que necesitan
tal cambio, con la convición profunda de que tales actitudes son altamente
perjudiciales a la vez para un sano desarrollo de la cultura y para el progreso
de la matemática.

animar a más personas a ser matemáticamente más activas, con la persuasión


firme de que esto les puede conducir hacia una vida más plena
intelectualmente y más satisfactoria

estimular un desarrollo de la actividad matemática en libertad, no por


compulsión, tratando de deshacernos de los muchos prejuicios infundados
hondamente arraigados entre tantos niños y adultos en nuestra civilización.

¿A quién debería ser dirigida la popularización?

Al público en general. Evitando tecn icismos deberíamos tratar de transmitir en


cuanto es posible el impacto y los métodos del pensamiento matemático acerca
de algunos temas especiales. Las biografías de los matemáticos pasados y
más actuales. Aplicaciones, ideas, hechos que deberían formar parte de la
cultura como el desarrollo de la concepción de estructura científica entre los
pitagóricos, el desarrollo del cálculo infinitesimal, el sentido, en relación con la
comprensión de los misterios de la mente humana, de algunos de los
modernos desarrollos de la matemática.

A los más jóvenes. Con una sensibilidad correcta de sus posibles intereses y
motivaciones alrededor de este tema. Por aquellos que saben cómo
comunicarse con ellos para transmitirles su entusiasmo. A través de
exposiciones, competiciones, juegos, ...

A los estudiantes de educación secundaria. Con los aspectos más importantes


de la historia, la evolución y las aplicaciones de cada uno de los temas con los
que se les pone en contacto. A través de las biografías de los hombres y
mujeres más importantes de las matemáticas. mediante una presentación
adecuada de los impactos culturales de la matemática a lo largo de la historia
de la humanidad.

A los otros profesionales dentro y fuera del mundo académico. Existe una
multitud de aspectos de la matemática que tal vez ellos no usan actualmente
en su propio trabajo pero que podrían arrojar nuevas luces sobre su forma de
arrostrar los problemas propios de su ocupación. Muchas de las soluciones
más creativas provienen de la aproximación a los problemas de un campo con
las herramientas de otro distinto.

A los profesionales de las matemáticas. El desarrollo de la matemática es tan


intenso que es rara la persona que pueda entender el lenguaje de dos o tres de
los muchos campos actuales de la matemática. También los matemáticos
formados en un cierto campo necesitamos que alguien nos explique con un
lenguaje adecuado las ideas que van teniendo más éxito en otros campos
vecinos y no vecinos, con la convicción de que tales ideas, por razón de la
unidad en lo profundo de la matemática, puedan sernos de utilidad para una
comprensión más penetrante del propio campo en que trabajamos.

¿Cómo debería ser una buena divulgación de la matemática hoy?

Los potentes medios de comunicación que están hoy día a nuestra disposición
abren un sinfín de posibilidades. La matemática, que es mucho más un
quehacer, es decir un saber de método, que un mero saber de contenidos, se
presta muy bien a un tratamiento interactivo a todos los niveles a través de los
diversos recursos informáticos (programas de cálculo simbólico,
presentaciones interactivas en el ordenador, en internet, etc...) y audiovisuales
(vídeo, televisión,...) que apenas hemos comenzado a explotar.

Los grandes expertos en comunicación matemática que lograron hacer proezas


con los medios tradicionales nos pueden servir de modelos para explorar
cuáles son las formas adecuadas de proceder al aplicar su experiencia con las
nuevas herramientas a nuestra disposición. ¿Se pueden detectar algunas
características que hayan influído especialmente para que obras tales como las
de Gardner, Rademacher, Toeplitz, Steinhaus, Courant-Robbins, Kline, Davis-
Hersh,... hayan sido tan leídas e influyentes en un pasado reciente?

Yo me atrevería a señalar unos cuantos rasgos comunes presentes de una


forma u otra en la obras de estos grandes expositores de la matemática:

genuino interés y entusiasmo en la tarea de comunicación, con la convicción


profunda de su importancia y de su atractivo
selección cuidadosa de temas, por su belleza, por su profundidad, por su
cercanía, por su posible aplicabilidad, por sus consecuencias interesantes y
actuales en el mundo real, en las ciencias, por su importancia histórica, por su
atractivo lúdico...

asequibilidad para el lector particular a quien el autor se dirige, colocándose en


su mismo plano, aludiendo a lo que el lector ya sabe, sin tecnicismos
inadecuados, sin guiños sólo inteligibles para el experto, huyendo de la pompa
y de la solemnidad, con un lenguaje simple, directo y agradable

interactividad con el lector, de manera que éste, con lo que va entendiendo,


pueda ya entrar él mismo en el juego de manera activa, si se lo propone

énfasis en el interés humano por los temas y su desarrollo, por los personajes
que han intervenido y están interviniendo en ellos, por las consecuencias que
para la realidad del propio lector pueden tener.
-

¿Y qué es lo que está sucediendo en las ciencias matemáticas?

Los tres fascículos de Barry Cipra constituyen un indudable acierto expositivo


en donde se ponen de manifiesto bien claramente muchas de las cualidades
mencionadas arriba. He aquí una breve descripción de dos de los temas
tratados en el tercer fascículo, que puede dar una idea bien significativa del tipo
de trabajo expositivo que se presenta:

Fermat´s Theorem-At Last! (El teorema de Fermat, ¡por fin!).

Como todo el mundo tuvo ocasión de enterarse por los titulares de los
periódicos, en Junio de 1993 el matemático Andrew Wiles presentó en
Cambridge, Inglaterra, una demostración de la conjetura de Fermat, formulada
hace tres siglos y medio: No existen tres enteros positivos x,y,z, tales que, para
algún entero n mayor que 2, verifiquen la ecuación x^n+y^n=z^n. Como
muchos que han seguido con algún interés este asunto saben, tal demostración
resultó tener una seria laguna, una afirmación no probada, que la hacía
incompleta. La conjetura no estaba demostrada. Había expertos que opinaban
que la demostración del eslabón que faltaba bien podría llevar otros tres siglos.
Tras un período de intenso trabajo en colaboración con Richard Taylor, en 1995
apareció por fin publicado, en la revista Annals of Mathematics, lo que ahora
consideran los expertos una demostración válida de lo que ya, por fin, podemos
llamar teorema de Fermat.

Es verdad que la comprensión cabal de las matemáticas involucradas en la


demostración del teorema es algo que sólo está al alcance de las personas
especializadas en el tema. Pero el aura que envuelve el teorema y su historia,
la influencia que ha tenido en el desarrollo de no pocos aspectos del álgebra
moderna, la emoción intensa de las últimas etapas del ascenso hasta la
cumbre, la transmisión de las vivencias personales del mismo Andrew Wiles
alrededor de lo que ha constituído el centro de toda su vida matemática y de
sus arduos esfuerzos en los últimos años,... son aspectos que todo el mundo
puede percibir y que Barry Cipra ha sabido plasmar con acierto en este artículo
de una docena de páginas. Para quienes quieren adentrarse un poco más en
algunos de los aspectos matemáticos más importantes, el artículo ofrece
también una visión, asequible para los no especializados, de las ideas relativas
a las últimas etapas de la investigación en torno al problema, como los
desarrollos alrededor de la conjetura de Taniyama-Shimura, formulada ya en
los años 1950, que ha sido la clave del éxito de Wiles.

Computer Science Discovers DNA. (Las ciencias de la computación descubren


el DNA).

En Mayo de 1994 Leonard Adleman, de la Universidad de California del Sur,


presentaba en una conferencia en el MIT la solución que había obtenido de un
caso sencillo de un problema bien clásico de la teoría de grafos. Un grafo es un
conjunto finito de puntos (vértices) en el plano y un conjunto de curvas (arcos)
en el mismo plano, cada arco uniendo dos vértices del grafo. No
necesariamente todos los vértices están unidos por arcos y puede haber varios
arcos distintos uniendo los mismos vértices. El problema de Hamilton es el
siguiente: en un grafo se señalan dos vértices y se pide, si es posible, construir
un camino (sucesión de arcos) que vaya de uno de esos vértices al otro
pasando una sola vez por cada uno de ciertos vértices prefijados del grafo.

El interés de la solución de Adleman para un caso particular bien sencillo del


problema de Hamilton consistía en que había sido obtenida poniendo a trabajar
durante una semana en un tubo de ensayo una colección de fibras de DNA,
aprovechando las formas en que se enlazan las unidades A, C, G, T de
nucleótidos. Mediante una selección y manipulación adecuada de las fibras de
DNA había logrado modelizar el problema y a continuación las interacciones
propias del DNA se habían encargado de proporcionar la solución. Lo que se
pretendía demostrar con este ensayo es la posibilidad de conseguir en un
futuro tal vez no muy lejano un computador biológico que, gracias a la
posibilidad que ofrece la interacción espontánea de muchos billones de
elementos moleculares permita arrostrar problemas que hoy día, como sucede
con el famoso problema del viajante, que en realidad es un caso complicado
del problema de Hamilton, resultan intratables mediante los actuales
computadores electrónicos.

Cipra pone aquí de nuevo al alcance del no especialista las ideas básicas del
experimento de Adleman, la interacción propia entre los protagonistas de su
desarrollo, las perspectivas de este incipiente e intrigante avance de la ciencia
actual, aprovechando para subrayar los aspectos de interdisciplinariedad
presentes en él, tan característicos de la investigación moderna.

La habilidad de Cipra para conducir al lector de modo ameno y agradable a


través de los más recientes logros de la actividad matemática y de sus
aplicaciones hacen de esta pequeña obra (30 ensayos expositivos
independientes) un magnífico ejemplo de buena divulgación matemática y un
instrumento muy recomendable para quienes quieran informarse y hacerse
capaces de informar a otros sobre aspectos de la matemática actual que van
abriendo caminos de desarrollo hacia el futuro.

Caos matemático, ¿una revolución


científica?
Miguel de Guzmán

¿Qué es el caos matemático? Si el lector dispone


de unos minutos para entretenerse y tiene una
sencilla calculadora a su alcance, puede ver
aparecer ante sus ojos lo que los matemáticos
entienden actualmente por «caos». Partimos de una
expresión tan sencilla como la siguiente:
P(x)=2,3x(1-x). Empezamos por dar a x un valor, por
ejemplo x=0,32. Calculamos P(0,32) = 0,50048.
Ahora damos a x este valor en nuestra expresión, es
decir, calculamos P(0,50048)=0,574999. Repetimos
este proceso, P(0,574999)=0,562062, P(0,562062) =
0,566140... Al cabo de unas cuantas repeticiones del
proceso vamos a parar al número 0,565217, para el
cual P(0,565217) = 0,565217 y, naturalmente, por
más que repitamos nuestro proceso con él
obtenemos ya el mismo número. El número
0,565217 aparece partiendo de cualquier valor inicial
entre 0 y 1, por ejemplo para x = 0,15.

Sucesión caótica
Hasta aquí no aparece nada que se pudiera
denominar caótico, sino todo lo contrario, orden y
uniformidad. Pero repitamos nuestros pasos
partiendo de la expresión siguiente, aparentemente
tan inocua como la anterior. Tomemos Q(x) = 3,8x(1
-x). Damos a x un valor entre 0 y 1, por ejemplo 0,32.
Al repetir el proceso obtenemos ahora, escribiendo
sólo las dos primeras cifras decimales, los números
siguientes: 0,54 0,94 0,20 0,62 0,89 0,35 0,87 0,42
0,92 0,25 0,72..., una sucesión de números
«caótica» en la que no se observa ningún período,
ningún acercamiento a un número determinado,
ninguna regla aparente de formación. Si nos
presentaran esta serie de números sin explicarnos
de dónde proviene, podríamos pensar que se trata
de una sucesión aleatoria de números entre 0 y 1.
En matemáticas, este tipo de caos controlado por
ciertas reglas ha estado presente de alguna forma
desde el siglo V a. de C., cuando los pitagóricos
descubrieron el número «alogos», el irracional. Las
cifras de la expresión decimal de la raíz de 2,
1,41421356237... pueden parecer salidas de una
elección arbitraria de cifras entre 0 y 9.
Universalidad del caos. Un aspecto nuevo de las
consideraciones actuales en torno al caos consiste
en el descubrimiento, que comenzó a llegar a la luz
hace unos veinticinco años, de que el
comportamiento caótico está presente, de una
manera muy peculiar, en una infinidad de los
procesos matemáticos que modelizan aspectos de la
naturaleza que nos afectan muy de cerca, tales
como el tiempo meteorológico, las turbulencias de la
atmósfera y del mar, la propagación de las
epidemias, las vibraciones de nuestro corazón, las
ondas de nuestro encefalograma...
Desde que se empezó a explorar la naturaleza con
instrumentos matemáticos hace muchos siglos,
siempre se había ponderado la enorme complejidad
de comportamiento de muchos procesos naturales
frente a la simplicidad de las herramientas
matemáticas. Y se intuía que para captar tal
complejidad de la naturaleza sería necesario fabricar
instrumentos conceptuales matemáticos mucho más
sutiles que los presentes. Algo hacía pensar que los
sistemas matemáticos simples no podrían explicar
los comportamientos complejos de la naturaleza.
Todo esto ha cambiado al observar que incluso
sistemas matemáticos aparentemente de una
transparencia y simplicidad suma, como las
iteraciones de la función P(x) = rx(1 -x), pueden dar
lugar a un comportamiento extraordinariamente
enrevesado, caótico.
Un polinomio que explica plagas
impredictibles. Precisamente la función P(x) = rx(1-
x) proporciona una buena modelización matemática
para la evolución a lo largo de los años de una
población de insectos que se reproduce
estacionalmente una vez al año. Este es el modelo
de Verhulst, en el que se tiene en cuenta la barrera
que a la expansión continuada de la población
opone la limitación del medio en que se encuentra.
En P(x) = rx(1 -x), r es una constante que expresa la
mayor o menor vitalidad reproductora de la colonia
de insectos, y x, un número entre 0 y 1, es una
medida de la población. En la época anterior a los
años 60, la idea de los biólogos expertos en
población era que la evolución caótica de muchas
poblaciones de insectos se debía a la influencia de
causas no recogidas en el modelo de Verhulst, es
decir, que este modelo no era suficientemente
sofisticado. Pero ya hemos tenido ocasión de ver
cómo para ciertos valores de r, por ejemplo r = 3,8,
aparece comportamiento caótico «en el mismo
modelo matemático». Es decir, una población que
siguiera exactamente este modelo matemático
sencillo presentaría un comportamiento totalmente
impredictible.
El ordenador, un microscopio para el
caos. ¿Porqué resulta que hechos tan sencillos
como el que acabamos de contemplar, caos en Q(x)
= 3,8x(1 -x), no han sido descubierto antes por los
matemáticos? La irrupción del ordenador,
especialmente del ordenador personal, hace unos
veinte años, ha introducido en la matemática actual
la posibilidad de realizar multitud de experimentos
numéricos y gráficos que al matemático de hace
cincuenta años le hubieran producido la muerte por
tedio. Hoy tales experimentos constituyen una
verdadera fuente de diversión y de placer estético. El
experimento matemático, especialmente en el
campo del caos, mediante el ordenador ha servido
de guía extraordinariamente valiosa de multitud de
investigaciones. La matemática en su vertiente
creativa, es decir, en la fase de su invención, está
muy lejos de ser una ciencia hipotético-deductiva, en
la que de unos cuantos axiomas se deducen los
teoremas.
Los descubridores del caos matemático. En gran
medida el caos ha llegado a la matemática actual a
través de los experimentos y observaciones de
científicos de muy diferentes campos. Al comienzo
de los años 60, un meteorólogo norteamericano,
Edward Lorenz, encontraba el caos en su simulación
matemática del tiempo meteorológico estudiado con
un ordenador. Luego construiría modelos
matemáticos y mecánicos más sencillos en los que
aparecían estructuras caóticas. Sus trabajos
permanecieron más de diez años enterrados en
revistas de meteorología. A mediados de los años 70
un biólogo experto en poblaciones, Robert May,
encontraba el caos en el modelo de Verhulst que
hemos contemplado antes...
Los matemáticos por su parte poseían para entonces
unos cuantos instrumentos con los que se podía
intentar el estudio de los fenómenos que aparecían
en diferentes áreas. Los sistemas dinámicos, desde
comienzos de siglo, eran ya un campo bastante
activo. La teoría geométrica de la medida, iniciada
en los años 20 por Besicovitch, proporcionaba
procedimientos de exploración de la estructura
geométrica del orden subyacente en el caos. Los
trabajos de Mandelbrot, en los años 60, aproximaron
unos cuantos campos inconexos hasta entonces en
análisis matemático: trabajos de Julia y Fatou de los
años 20, la teoría de los conjuntos de Hausdorff de
dimensión fraccionaria, la exploración numérica y
gráfica mediante ordenador de diferentes tipos de
estructuras matemáticas, aglutinando la teoría bajo
el nombre de «fractales».
La obra de Gleick es un modelo de divulgación
científica que hará época. El autor es redactor
científico del diario The New York Times y
ciertamente ha sabido conjugar en su trabajo el
interés científico con el humano de manera
magistral. Sin descender excesivamente a detalles
técnicos, ha sabido proporcionar inteligibilidad,
perfectamente accesible a los no iniciados, en un
campo tan variado y rico como es el del caos, lo cual
entraña un notable esfuerzo de asimilación,
condensación y capacidad de comunicación. Al
mismo tiempo, Gleick, a través de muchas
entrevistas directas con bastantes de los científicos
que en los últimos veinticinco años han intervenido
más activamente en la evolución del estudio del
caos, ha logrado formarse una idea muy exacta de lo
que el caos representa en la ciencia actual y ha
conseguido plasmarla con notable fuerza y
dramatismo. No es de extrañar que la American
Mathematical Society, en agosto de 1988, le haya
concedido un importante premio por su trabajo
expositivo.
Acertada dramatización
La obra no es una historia científicamente
documentada sobre la evolución del caos, sino una
acertada dramatización de algunos de los puntos
básicos del tema centrada alrededor de unos
cuantos de los personajes importantes de su
desarrollo: Lorenz, Smale, May, Mandelbrot, Yorke,
Ruelle, Feigenbaum, Libchaber, Barnsley.... y unos
cuantos más. Con cierta razón se ha calificado este
trabajo de «chauvinista» (M. Berry, Nature (330), 19
nov. 1987, pág. 294) por el relativo silencio en torno
a contribuciones muy importantes realizadas por
científicos soviéticos bastante antes de que fuesen
retomadas por científicos norteamericanos.
La obra contiene 11 capítulos, cada uno enmarcando
un tema específico con uno o varios científicos en el
escenario, lo que le presta una visión más personal y
viva. El orden es más o menos cronológico. Tal vez
se podrían destacar los capítulos iniciales dedicados
a Lorenz y la meteorología («El efecto de la
mariposa»), May y la biología de poblaciones
(«Altibajos de la vida»), Mandelbrot y los fractales
(«Una geometría de la naturaleza»). Pero todos ellos
son profundamente interesantes y recomendables.
Una nutrida bibliografía que se encuentra entre las
notas al final del libro puede ser de gran ayuda para
quien se interese por profundizar en alguno de los
temas tratados.
La traducción, aunque no perfecta en ciertos
términos técnicos, es correcta. Su
adopción del término «los fractales», con preferencia
sobre «las fractales» o «los fractuales» que a veces
se puede oír, me parece muy acertada. En mi
opinión es el término correcto lingüísticamente,
adoptado ya por la comunidad científica y que sin
duda se impondrá también entre periodistas y
expositores científicos.
¿Una revolución científica? Para Gleick, como
para muchos expertos en caos, éste representa el
comienzo de una verdadera revolución científica. Es
éste uno de los aspectos que aparecen en primer
plano en la obra que comentamos. ¿En qué sentido
se puede pensar en el caos como el germen de una
revolución científica?
Antes de la aparición del caos eran prevalentes entre
los científicos ciertos paradigmas, ciertos esquemas
conceptuales sobre los que la comunidad científica
basaba su proceder normal, tales como los
siguientes:
a) «Sistemas simples se comportan de modo
sencillo»: Un péndulo, un circuito eléctrico pequeño,
una población de insectos aislada, deberían poseer
estructuras sencillas, transparentes, fácilmente
predecibles.
b) «Comportamiento complejo de un sistema implica
causas complejas»: La evolución del tiempo
meteorológico, el funcionamiento de un órgano
biológico como el corazón, un fluido turbulento,
constituyen sistemas complicados, inestables,
impredictibles. Tal comportamiento tendría que ser
debido a multitud de causas diversas cuya
confluencia no podemos dominar conceptualmente
en su totalidad.
c) «Sistemas diferentes se comportan de modo
diferente»: La química de la neurona, la turbulencia
que en el túnel de aire estudia el ingeniero
aeronáutico, son sistemas cuyas componentes
elementales son distintas. Su comportamiento global
no debería tener mucho en común.
Tras los últimos veinticinco años de estudio del caos
parece que se van imponiendo otras formas de
pensar diametralmente opuestas que invalidan las
anteriores:
a) «Sistemas conceptualmente simples pueden dar
lugar a comportamientos complejos, caóticos,
impredictibles»: Basta recordar el ejemplo con el que
hemos comenzado P(x)=rx(1-x). Pero son multitud
los ejemplos semejantes que se podrían proponer en
campos muy distintos, como el sistema que conduce
al atractor de Lorenz o al atractor de Hénon.
b) «La complejidad de ciertos sistemas está
producida a través del comportamiento sumamente
simple de sus componentes»: La complejidad de la
naturaleza no se debe a la gran multiplicidad de
causas diferentes y complicadas, sino a la gran
multitud de componentes muy simples y a la
iteración múltiple de los sencillos procesos a que
están sometidos.
c) «Las leyes de la complejidad son en gran medida
universales, uniformemente válidas para un gran
número de sistemas diferentes»: En sistemas muy
diferentes puede suceder que, aunque los
componentes elementales sean distintos, sin
embargo los procesos que los aglutinan están
regidos por las mismas leyes elementales. Hay una
especie de isomorfía entre muchos sistemas
naturales.
En conjunto, la obra de Gleick es muy recomendable
para quienes deseen adquirir una visión panorámica
de la intensa actividad científica que en los últimos
años se ha desarrollado en torno al caos
matemático.
Entre el caos y el cosmos
Miguel de Guzmán
El pensamiento matemático de todos los tiempos ha
estado plenamente dominado por sus idas y venidas
entre el caos y el cosmos, por el movimiento interno
entre la confusión inicial al enfrentarse con
estructuras mentales nuevas y el orden que poco a
poco la mente misma logra imponer o desvelar en
ellas. Y este movimiento ha venido regido desde
antiguo por la componente más profunda de la
actividad matemática, el confrontamiento con el
infinito.
De no ser por la presencia del infinito, la matemática
no pasaría de ser una inmensa y superficial
tautología. Pero el infinito está presente en el
pensamiento matemático, constituyendo la misma
raíz de su posibilidad. En la conciencia misma de la
unidad propia, la mente percibe su pensamiento en
el horizonte del infinito como repetible, como no
llenándolo todo... Del uno al dos y está ya el infinito
presente en el proceso.
De la confrontación con el infinito, de los sucesivos
ensayos mentales para lograr el dominio de los
procesos infinitos, han surgido las grandes
creaciones de las diferentes etapas de la evolución
matemática. Primero en forma confusa caótica
produciendo convulsiones mentales, a veces
fuertemente traumáticas, como en el caso del
descubrimiento del número irracional entre los
pitagóricos. Más adelante, al ir desvelando el orden
dentro del caos inicial, el pensamiento matemático
se percata de que la visión inicial ingenua no ha sido
destruida, sino inmensamente enriquecida, y de que
el caos anterior se le ha convertido en un nuevo
cosmos esplendente.
Este ha sido el itinerario mental del matemático en
los puntos de cambio de rumbo de la evolución de su
pensamiento.
La ocupación intensa con los fractales en la
matemática contemporánea puede muy bien ser
explicada dentro de esta misma dinámica del
pensamiento. A comienzos de nuestro sigIo surgió
de modo natural, especialmente en conexión con el
estudio del análisis armónico, la necesidad de
explorar la estructura geométrica de conjuntos de
puntos de la recta que, aunque pequeños e
insignificantes en ciertos respectos (medida de
Lebesgue nula), poseían propiedades geométricas,
aritméticas, analíticas, que los convertían en
micromundos muy peculiares. Como ha sucedido a
lo largo de la historia de la matemática muchas
veces, estos entes fueron considerados en un
principio como horrores, caprichos, juguetes sin
mayor importancia. A medida que se fueron
encontrando procedimientos eficaces para
distinguirlos, medirlos, estudiarlos desde diferentes
puntos de vista, los matemáticos fueron comenzando
a percibir, primero la belleza interna, la armonía, la
diversidad de tales creaciones, y luego, al
conocerlos más de cerca, se fueron percatando de
sus semejanzas con procesos y formas de la
naturaleza misma y de otros objetos de diferentes
campos de la ciencia, sus aplicaciones.
En el estudio de los fractales tiene capital
importancia un refinamiento de la medida de
Lebesgue, que es la forma natural de medir los
conjuntos a través de la idea de longitud ordinaria.
Se trata de la medida de Hausdorff, que permite
diferenciar drásticamente entre los conjuntos
pequeños, de medida de Lebesgue nula. Una breve
idea no técnica de lo que viene a hacer la medida de
Hausdorff se puede obtener del siguiente modo. Si el
intervalo [0,1] de la recta de los númeos reales se reparte
en intervalos de diámetros muy pequeños se eleva a la
potencia s (un número entre 0 y 1) cada uno de estos
diámetros y se suman los números resultantes, entonces
esta suma se puede hacer tan grande como se quiera
escogiendo adecuadamente los intervalos pequeños. Pero
existen conjuntos de puntos del intervalo (0,1) tales que al
realizar esta misma operación (recubrir el conjunto con
intervalos muy pequeños ... ) se obtiene siempre un
número finito que no se puede hacer arbitrariamente
grande ni arbitrariamente pequeño mediante la elección de
los intervalos, Tal conjunto tiene dimensiones de
Hausdorff s. Los fractales de la recta son sus conjuntos de
puntos con dimensión de Hausdorff s entre 0 y 1. Algo
análogo se puede considerar en el plano
y en el espacio.
Hacia los años veinte, A. S. Besicovitch comenzó a
interesarse con éxito por las propiedades
geométricas (existencia de «tangente», cómo se
proyectan en diferentes direcciones, densidad ... ) de
los conjuntos planos de puntos con dimensión de
Hausdorff 1. Sus técnicas, de gran ingenio, fueron
revelando una teoría matemática de una
impresionante riqueza, Se creó así la teoría
geométrica de la medida, que fue más adelante
explorada y extendida en el estudio de otros
fractales más generales, y que es aún una rama
joven de la matemática, en plena evolución y con
multitud de problemas abiertos y de conexiones
profundas con otros campos todavía por explorar a
fondo.
Multitud de fractales interesantes, comenzando con
el conjunto de Cantor clásico,
de dimensión de Hausdorff log2/1og3, se construyen
mediante un proceso infinito de iteración de una
misma operación bien especificada, que suele dar
lugar a conjuntos autosemejantes, es decir,
conjuntos tales que cualquiera de sus partes más
pequeñas viene a reproducir el conjunto total sólo
que a otra escala diferente. He aquí uno de los lazos
de conexión entre temas tales corno la teoría de
iteración, sistemas dinámicos y ciertos temas de la
física, como la renormalización en el estudio de las
transiciones de fase magnética,
El sistema dinámico que constituye el eje
fundamental de la obra que comentamos es un
proceso matemático de gran simplicidad, y en ello
radica precisamente una de las fuentes de la belleza
profunda que la obra encierra. Fijemos un número
complejo c. Partiendo de un punto cualquiera del
plano complejo, zo, vamos a ir obteniendo
sucesivamente
z1=z02+c, z2=z12+c,..., zn+1=zn2+c,...
A partir de algunos puntos z0 resulta que zn se aleja
infinitamente del punto 0. Para otros puntos z0 los
puntos zn se mantienen a distancia acotada de 0. El
conjunto de estos puntos z0 que dan lugar a
sucesiones correspondientes acotadas lo denotamos
K, (dependerá del valor c de partida, por supuesto) y
a su borde se le llama conjunto de Julia de c. El
conjunto de Julia suele tener una estructura
geométrica complicada. Para muchos valores
de c es una nube de puntos, pero para algunos otros
es un conjunto conexo más sencillo. El conjunto de
estos valores de c para los que su conjunto de Julia
es conexo constituyen el conjunto de Mandelbrot, un
complicado conjunto de puntos que viene a
condensar y regir las propiedades dinámicas de la
transformación que pasa de z a z2+c. En la figura se
puede apreciar la riqueza insospechada de formas
de los conjuntos de Julia y cómo están regidas por el
conjunto de Mandelbrot.
La figura, realizada por ordenador, muestra el

conjunto de Mandelbrot. En él se han escogido doce


puntos c, cuyo valor se señala en los recuadros
correspondientes. Cada uno de ellos contiene una
imagen del conjunto de Julia correspondiente. Llama
la atención la variedad extraordinaria de formas a las
que un proceso aparentemente tan sencillo como el
señalado puede dar lugar.
Pudiera parecer que las consideraciones que dan
lugar al conjunto de Mandelbrot y a los conjuntos de
Julia son productos del ocio del matemático. Nada
más falso. Muchos son los procesos naturales que
admiten una modelización matemática que conduce
a sistemas dinámicos no lineales semejantes al
anterior. Entre ellos, por ejemplo, el proceso de
crecimeinto de una población en el que se tienen en
cuenta los límites impuestos por el entorno, proceso
de Verhulst.
No es casualidad que las teorías que confluyen
alrededor de los fractales hayan experimantado un
fuerte impulso con los avances actuales de la
informática. Los fractales autosemejantes, la teoría
de la iteración, los sistemas dinámicos, basan sus
consideraciones en la repetición, en principio infinita,
de un cierto proceso bien determinado. El ordenador
actual, con su versatilidad gráfica cada vez más
perfeccionada, poder de resolución, ampliación,
colores, etc., permite seguir este proceso iterativo
hasta puntos del todo insospechados hace unas
decenas de años, aunando así nuestros esfuerzos
intelectuales con las posibilidades crecientes de
nuestra intuición espacial y de nuestra sensibilidad
estética. El ordenador se convierte así en un potente
auxiliar que no sólo contrasta teorías, hipótesis y
conjeturas, sino que proporciona también pistas muy
valiosas que iluminan poderosamente el camino por
recorrer.
La obra que comentamos está concebida como una
obra de arte, nacida originariamente como una
exposición de láminas en color, producidas mediante
ordenador, con la finalidad de poner de manifiesto
aspectos profundos de la estructura compleja de los
conjuntos que surgen de modo natural en el estudio
de ciertos sistemas dinámicos. El gran interés con
que este trabajo fue acogido tanto por científicos
como por artistas y público en general animó a los
autores a producir inicialmente un folleto explicativo
titulado «Harmonie in Chaos und Kosmos» y a
montar más tarde varias exposiciones y
publicaciones en las que aparecían reflejadas sus
excursiones por el mundo de los fractales. La
editorial Springer se animó finalmente a publicar las
láminas y los ensayos que componen el libro con un
esmero que hacen de él una verdadera obra de arte
En él se pone bien de manifiesto mediante imágenes
y fórmulas, lo que los matemáticos de todos los
tiempos han sentido en profundidad: que la creación
matemática comporta un sinfín de rasgos en común
con la actividad del artista y que, como ya lo
entendieron los pitagóricos del siglo VI a. de C., es
fuente de elementos de belleza muy peculiar.
La obra está construida alrededor de un núcleo de
unas 100 láminas a todo color de una belleza
extraña y fascinante, que manifiesta en unos casos
el orden abigarrado y barroco, como camino del
caos, de los conjuntos de Julia y de ciertas porciones
del conjunto de Mandelbrot antes descrito. En otros
casos se manifiesta un tipo de belleza de sabor más
moderno, que corresponde a ciertos conjuntos que
surgen de otros sistemas dinámicos en el plano
euclídeo real.
Dos ensayos de exposición no técnica de los autores
proporcionan, incluso a los no expertos, una visión
suficiente para intuir en qué consiste el quehacer con
los fractales, mientras que otras diez secciones más
técnicas contienen una buena guía para adentrarse
en aspectos más profundos del tema. Al final se
presentan cuatro ensayos elaborados para esta obra
por autores que han reflexionado profundamente
sobre el campo. B. B. Mandelbrot presenta las
motivaciones y la evolución de su pensamiento, que
fue el catalizador, en los tiempos recientes, del fuerte
relanzamiento de los fractales en diferentes áreas. A.
Douady presenta una descripción muy legible e
interesante de los conjuntos de Julia y Mandelbrot.
G. Eilenberger y H.W. Franke, en sendas
contribuciones, analizan diversas implicaciones
filosóficas y artísticas del tema.

La Matemática entra en la novela


Miguel de Guzmán
Universidad Complutense de Madrid
En los últimos años, y tal vez con motivo de la
celebración en este año 2000 del Año Mundial de la
Matemática, que se viene preparando ya desde
1992, se está dando un fenómeno curioso y
alentador para los que esperamos que en un futuro
más bien próximo desaparezca esa especie de
guerra de las dos culturas que desde hace tiempo
aqueja a nuestra sociedad: los matemáticos
comienzan a escribir novelas con las matemáticas
como protagonistas, o al menos como personaje
muy principal.
Aportaciones matemáticas a la literatura.
Es cierto que en la larga historia de la comunidad
matemática ha habido un número considerable de
sus miembros que han realizado notables
aportaciones a la literatura, algunas de ellas de
primera categoría.
Blas Pascal (1623-1662), con sus Cartas
Provinciales, suele ser considerado como uno de los
creadores del francés moderno. Johannes Kepler
(1571-1630) con su Somnium, la narración del sueño
de un viaje a la luna, la última obra que escribió en
1628, es el creador del género de ciencia-ficción,
anticipándose en dos siglos a Julio Verne (1828-
1905). Lewis Carroll (1832-1908), es decir Charles
Lutdwig Dodgson, Profesor de Matemáticas en
Oxford, con su Alicia en el País de las Maravillas, un
juguete escrito inicialmente para entretenimiento
suyo y de tres niñas amigas suyas, es también el
creador de un nuevo estilo que sigue aún hoy
plenamente vigente. Es verdad que también escribió
lo que el llegó a considerar su opus magnum, Silvia
y Bruno, un aburridísimo bodrio que se resbala de
las manos de puro relamido, pero una cosa se le
puede perdonar por la otra.
Las vidas de algunos de los matemáticos famosos
de diversas épocas tienen un interés narrativo y
literario ciertamente destacable. La autobiografía de
Cardano (1501-1576), su extraña obra De propria
vita, se sigue con el interés de una novela de
aventuras. Las vidas de Copérnico, Galileo y Kepler
narradas con vigor por Arthur Koestler en su
obra Los sonámbulos dejan bien patentes el
entusiasmo por la actividad científica de aquellos
personajes que iniciaron una verdadera revolución
del pensamiento. Los recuerdos
autobiográficos, Una infancia rusa (1889), de Sonya
Kovaleskaya (1850-1891), Profesora de Matemáticas
en la Universidad de Estocolmo, publicados primero
en ruso e inmediatamente en sueco (traducidos al
inglés en 1978, Springer) tuvieron el éxito de un
bestseller en su propio tiempo.
También es cierto que la matemática ha sido el
centro de algunas producciones literarias y
filosóficas famosas por diferentes razones. Algunos
de los diálogos de madurez de Platón,
como Teeteto y Timeo, colocan la matemática en el
centro de la atención. Dando un gran salto en el
tiempo nos encontramos con una obra
curiosa, Planilandia, escrita a fines del siglo 19 por
un geométrico personaje, un anónimo Cuadrado, en
realidad Edwin Abbott Abbott (1838-1926), un
maestro que se hizo mucho más famoso por esta
breve narración que por sus obras teológicas,
filosóficas y de crítica literaria. En ella intenta, a
través de las aventuras y desventuras de este
Cuadrado convertido en apóstol de la tercera
dimensión en el obtuso país de las dos dimensiones,
"contribuir al ensanche de la imaginación y al posible
desarrollo del rarísimo y excelente don de la
modestia entre las razas superiores de la larga,
ancha y profunda humanidad".
En nuestros días no pocos han sido los autores,
tanto literarios como cinematográficos, que se han
adentrado, con más o menos acierto en temas de
sabor matemático. Jorge Luis Borges ha sido un
buen modelo, con El Aleph y con otros muchos de
sus ensayos, en el arte de conjugar el conocimiento
matemático con el interés narrativo y expresivo. Las
películas recientes que explotan, de forma más bien
superficial, el interés de muchos por tales temas
como los números primos y su papel para una
encriptación eficiente en la comunicación, los
fractales, el caos matemático,... no son escasas.
Como ejemplos se puede señalar el matemático
obsesionado con los números primos de Las dos
caras del amor, el joven genio alocado de El
indomable Will Hunting, el típico matemático absorto
por los misterios del caos de Parque Jurásico,...
Un paso más allá
Pero el fenómeno nuevo consiste en que empiezan
a surgir matemáticos que se han adentrado con
profundidad y seriedad profesionales en su campo y
que conocen bien, por propia experiencia, el mundo
interno peculiar en que la personalidad del
matemático profesional se mueve así como las
reglas del juego propias de esta vieja y compleja
comunidad matemática, su historia, sus idas y
venidas, y que se han decidido a penetrar provistos
de este bagaje en el mundo de la expresión literaria
a fin de dar a sentir y a conocer a otros el
entusiasmo, la fascinación y las pasiones que el vivir
y el quehacer matemático es capaz de despertar.
Y al llegar a este punto probablemente más de uno
de los lectores de esta nota se estarán formulando
preguntas como las que siguen. ¿Pero es que las
matemáticas pueden despertar pasión alguna? ¿No
se trata del eterno aburrimiento de un avance
rectilíneo y sin sorpresas? ¿Es que no hemos
aprendido que el quehacer matemático consiste en
empezar colocando unas cuantas definiciones y
unos cuantos axiomas y después todo se reduce a
extraer cuidadosamente, siguiendo fielmente, tal vez
un tanto servilmente, las normas de la deducción
lógica, las conclusiones que ya están de algún modo
en ese mismo comienzo? ¿De dónde puede surgir la
sorpresa? ¿Qué es lo que puede atraer en este
ejercicio? Quien vea en esto entusiasmo, pasión,
vida,... ¿no está dando muestras de tener una mente
extraviada?
Y sin embargo la realidad habla por sí misma. Desde
los antiguos babilonios y egipcios de hace más de
5.000 años hasta nuestros días, pasando por los
pitagóricos que marcaron el rumbo que hoy tiene el
progreso matemático, han sido innumerables las
personas que no han podido resistirse a la hipnótica
atracción de la matemática. Pienso más bien que
esa especie de elegante desdén, tonta moda de
nuestros días, en las confesiones públicas de
ignorancia matemática por parte de muchas de las
personas que hoy se consideran cultivadas es algo
que no se ha dado en épocas pasadas en los
ambientes cultos. Creo que lo normal ha sido una
actitud de respeto que ha variado en intensidad,
desde la suma estima de Platón o Kant hasta la
mera consideración atenta por parte de muchos de
aquellos que no han tenido ocasión de introducirse
en el campo matemático. Y para contribuir a volver a
una cierta normalidad en este aspecto bien está que
los matemáticos por nuestra parte nos esforcemos
en abrir más ampliamente las puertas de nuestro
mundo.
Entra
el tío

Petros
Para quien desee asomarse al universo interior de lo
que para el matemático representa la dedicación a
su ciencia yo le recomendaría que leyera El tío
Petros y la conjetura de Goldbach, una de las obras
actuales que muestran esta entrada de la
matemática en la novela de la mano de alguien que
se ha hecho con un conocimiento serio de ellas. Su
autor, Apostolos Doxiadis, nacido en Australia en
1953 de origen griego, se educó inicialmente en
Atenas y estudió matemáticas en la Universidad de
Yale, uno de los grandes centros de actividad
matemática de Estados Unidos. Allí fue admitido a
sus quince años después de presentar un trabajo
original y allí estudió inicialmente sus matemáticas,
fundamentalmente en el campo de la matemática
aplicada. Luego lo hizo en París. Más adelante se
dedicó al cine (Terirem, Premio del Centro
Internacional de Cine de Arte , ICAC, Berlín 1988) y
a la literatura. En 1992 escribió en griego esta novela
que más tarde, en 1998, tradujo él mismo al inglés.
Quien quiera informarse sobre muchos otros
aspectos de su actividad matemática, literaria y
cinematográfica puede consultar su página en la red
(apostolosdoxiadis.com).
La novela de Doxiadis es una obra breve e intensa
escrita con gran acierto dramático. La trama es
relativamente sencilla y por la verosimilitud con que
está escrita hace intuir la inclusión de muchos
elementos de alguna manera autobiográficos. El
narrador es un joven griego de una familia bien
establecida en la que hay un extraño personaje, el
tío Petros, que parece no encajar bien en ella y que
atrae la curiosidad del sobrino. Poco a poco se va
desvelando el misterio. El tío Petros ha sido un
matemático notable. El sobrino, que ha decidido ser
matemático, le pide consejo. Extrañamente el tío
Petros trata de disuadirle, sin conseguirlo. A partir de
ahí, y siempre con el enigma del tío Petros en el
fondo, se va engarzando la fase de formación
matemática del sobrino con el descubrimiento del
misterio de la personalidad del tío Petros.
Son muchos los aspectos interesantes y novedosos
de la obra. Está escrita por un matemático que sabe
bien de qué habla cuando habla de matemáticas y
que aun así ha tratado de dejarse asesorar por
grandes expertos en algunos temas sobre los cuales
es más difícil hablar, incluso para un matemático,
como Keith Ribet al tratar del teorema de Fermat-
Wiles (1995). La narración no adolece en absoluto,
como uno tal vez podría temer, de un sobrepeso
tecnicista que la hubiera podido hacer inaguantable.
El eje del interés es humano, es la pasión inmensa
del tío Petros por su tema desvelada poco a poco,
pasión que uno nunca llega a saber con certeza si le
conduce a la locura o a la apoteosis. Con datos
históricos plenamente fidedignos, excepto
naturalmente, los propios de la trama particular del
tío Petros, que cualquiera distingue como ficticios
aunque no inverosímiles. Sobre hechos matemáticos
de los que se puede uno fiar. Con una trama que
revela la inmersión del autor en el mundo de
vericuetos internos y trampas externas e interiores
en las que un matemático creativo real puede
enmarañarse, empujado y engañado por sus propios
intereses y por sus individuales espejismos. Escrita
con un grado de concentración excelente que logra
que en todo momento la narración mantenga al
lector atento y deseoso de saber lo que está por
llegar. Temáticamente centrada en problemas
matemáticos reales de total actualidad con la
característica de ser perfectamente inteligibles para
cualquier profano en matemáticas (el lector apenas
encontrará números en la novela y los pocos que
encuentra son plenamente asequibles para un
alumno de enseñanza básica) si bien su solución,
que como es de esperar aquí ni se toca, resulta
extraordinariamente complicada o inexistente en la
actualidad, como en el caso de la conjetura de
Goldbach. Doxiadis, con una maestría pocas veces
presente en los expositores de matemática, ha
logrado lo que hubiera parecido imposible. Construir
un potente drama basado esencialmente sobre la
conjetura de Goldbach que simplemente afirma que
cualquier número par mayor que 2 se puede
expresar como suma de dos números primos.
La traducción al español es buena y cuidada, lo que
no es nada trivial en una novela de tema
matemático. La presentación externa es agradable.
Alguna errata se ha deslizado en el texto, lo que
llama especialmente la atención porque el autor se
ha esmerado en colocar su historia dentro de un
marco real. En la página 110 al presentar
ocasionalmente una lista de los mejores
matemáticos de la historia aparece un tal Ruler entre
Newton y Gauss. Es claro que se trata de Euler. En
la página 113 se habla del Segundo Congreso
Internacional de Matemáticas celebrado en París en
1910. Tal congreso tuvo lugar en 1900, como por
otra parte ha aparecido ya con fecha correcta en la
página anterior.
Una mirada al mundo del matemático
Vale la pena aprovechar una ocasión como la
aparición de esta magnífica novela para asomarse a
eso que para el propio matemático aparece como un
tanto misterioso. ¿Por qué la dedicación a la
matemática puede ser apasionante hasta el punto de
absorber la vida de una persona tan drásticamente
como aparece en esta novela y como se da con
cierta frecuencia en la realidad?
A mi parecer, y como corresponde a la naturaleza
obscura de las motivaciones personales, las posibles
respuestas son muy variadas y complejas, aunque
hay probablemente muchos elementos comunes a
todas ellas. Uno de los mejores matemáticos del
pasado reciente, G.H. Hardy (1877-1946), escribió
en 1940 su Apología de un matemático, un ensayo
muy interesante (edición española reciente en
Nivola, 1999) en el que expresa de modo franco y
atrayente su concepción de la dedicación a la
matemática. Muchas de las ideas que él propone,
aunque no todas, son compartidas probablemente
por la mayoría de los matemáticos. La matemática
es bella en sí misma, un monumento mucho más
perenne que el bronce e incluso, como la mejor
música, mucho más universal que las producciones
literarias, aunque su belleza, "tan sólo asequible a
los ojos del alma", en frase de Platón, no se alcanza
sin cierto esfuerzo que nos la haga connatural y
familiar. La matemática es una aventura del espíritu
que ha producido objetos mentales que no pierden
con los siglos nada de su esplendor y grandeza,
como el cálculo infinitesimal, un pozo al que nos
asomamos con asombro creciente a medida que
maduramos y que, como dijo G. Polya, otro gran
analista matemático del siglo 20, "nunca se llega a
entender del todo; todo lo más nos acostumbramos
a él". La matemática es, como lo proclamaron ya los
pitagóricos de hace más de 25 siglos, la herramienta
adecuada para acercarnos más y más a "las raíces
y fuentes de la naturaleza eterna". La contemplación
de la transparencia de las verdades matemáticas y
de su adecuación a las realidades de nuestro
mundo, la observación de la eficacia de sus métodos
para resolver multitud de problemas, teóricos y
prácticos, relacionados con este universo lleno de
maravillas y de misterios que nos rodea, la
sensación de anticipación que el matemático tiene
cuando mediante las herramientas de su campo
hace surgir cohesión y unidad allí donde antes sólo
veía caos y desorden proporciona un placer
incomparable por el que vale la pena hacer el mayor
de los esfuerzos.
Por eso la matemática, que se ha comparado desde
antiguo con la música, y con la que tiene profundas
conexiones internas como ya detectó el mismo
Pitágoras, participa plenamente de las
características del arte como productor y facilitador
del goce estético de la belleza. Y de ahí viene el
hondo convencimiento de muchos de los
matemáticos más creativos de que quien no sea
capaz de contemplar la matemática a la luz de esta
belleza que la circunda no llegará a crear nada
verderamente válido en ella.
Cuando se consideran estos aspectos de la
matemática, que probablemente en un futuro aún
lejano no resultarán nada extraños a nadie, se siente
una honda pena ante la percepción de lo que hoy la
matemática significa colectivamente para nuestra
sociedad. Resulta lastimoso observar la degradación
en la que se ha ido sumergiendo la educación
matemática en nuestro entorno y en nuestros días.
Nuestro sistema ha conseguido, a través de
mecanismos mal programados, que incluso muchos
de los más inteligentes de nuestros niños que llegan
a las escuelas con la mente llena de la curiosidad
más propicia para conseguir hacerles apreciar algo
de lo que la actividad matemática realmente
significa, al cabo de pocos años resulten
contaminados con el miedo y las obsesiones hacia
ella en que la sociedad, en bastantes casos sus
propios maestros, están sumergidos. A mi parecer la
raíz de tan triste situación de nuestro sistema
educativo se encuentra en que no hemos
proporcionado a nuestros maestros de la enseñanza
inicial las oportunidades adecuadas para que ellos
mismos sean capaces de contemplar el quehacer
matemático con otra visión distinta de la mera
manipulación y rutina que conducen necesariamente
al aburrimiento. Por esta razón es tanto más de
agradecer la aparición reciente de otra de esas
novelas de tema matemático que puede constituir
una verdadera fuente de inspiración para alumnos y
profesores de cualquier nivel, así como para
cualquier persona culta que desee apreciar desde
dentro lo que la matemática ha representado y sigue
representando en la cultura humana.
Entran el loro y su teorema
Denis
Guedj
es

matemático y profesor de historia de las ciencias en


la Universidad de París 8. También él se ha dedicado
además a la literatura y al cine con éxito. En 1998
publicó Le théorème du perroquet con gran éxito en
Francia. Recientemente ha aparecido también en
español (El teorema del loro. Una novela para
aprender matemáticas, Anagrama, Barcelona, 2000).
El teorema del loro será narrado pronto en más de
20 idiomas.
Todos los que leímos hace unos años El mundo de
Sofía de Jostin Gaarder nos imaginábamos que no
tardarían en salir a la luz proyectos semejantes
relacionados con otros temas del modo como aquél
se relacionaba con la historia de la filosofía. La obra
de Guedj es, en cierto modo, el homólogo
matemático de El mundo de Sofía. Lo que está en el
centro de ella no es tanto la matemática misma
como la historia de las matemáticas. Pero
naturalmente, en la narración de la historia aparecen
como vivos en sus personajes reales muchos de los
temas que, desafortunadamente, en la enseñanza
actual de la matemática y en la cultura popular no
son sino, a lo sumo, meros nombres sin cara ni vida.
Pienso que la obra de Guedj ha sabido superar la de
Gaarder en algunos aspectos importantes. Guedj ha
seleccionado una serie de temas muy bien
escogidos que transmiten un calor humano muy
atrayente, sin obligarse a una visión exhaustiva. Por
otra parte ha logrado envolver estos fragmentos de
la historia de la matemática en una trama muy
interesante, a mi parecer, especialmente para el
público más bien juvenil al que más directamente se
encamina. Al principio la trama parece un tanto
embrollada, pero a lo largo de las 540 páginas del
libro y una vez que el lector se acostumbra al estilo
un tanto entrecortado en que está escrito, resulta
intrigante, sobre todo en su desarrollo final. Se trata
de una narración detectivesca que se va
desenvolviendo paulatinamente al hilo de las visitas
de Ruche, un viejo librero de curiosa personalidad, a
los libros matemáticos de la Biblioteca Nacional de
París y de la inspección de los libros que
Grosrouvre, un viejo amigo y compañero de los años
de estudios en París le envía desde la selva de
Brasil, visitas entremezcladas con sus entretenidas
exposiciones para los miembros de su muy especial
familia.
Creo que la aparición de El teorema del loro en
castellano tendrá una magnífica acogida entre
nosotros y servirá para convencer a muchos,
jóvenes y no jóvenes, matemáticos y no
matemáticos, de que la matemática es efectivamente
una apasionante aventura del pensamiento, al
tiempo que animará a muchos profesores y
estudiantes a tratar de entrever, a través de este
recorrido de la historia de la matemática, la vida que
rezuma de las grandes creaciones y teoremas de la
matemática .
En nuestro entorno el Año Mundial de la Matemática
comenzó con buen pie. Que nuestro Parlamento,
Congreso y Senado, acogiera con entusiasmo el
pasado mes de enero la celebración en su misma
sede de esta iniciativa de la Unión Matemática
Internacional constituyó un magnífico ejemplo para la
comunidad internacional. Muchas son las actividades
matemáticas que están previstas en nuestro país
durante este año 2000, pero nuestra comunidad
matemática se debería esforzar en que de ellas
surjan las mejoras permanentes necesarias para un
progreso de la educación y cultura matemática de
nuestra sociedad. Obras como las que aquí hemos
comentado ayudarán extraordinariamente para
conseguirlo.
Apostolos Doxiadis
El tío Petros y la conjetura de Goldbach
Traducción: Mª Eugenia Ciocchini
Ediciones B, S.A.
Barcelona 2000
ISBN 84-406-9490-3
páginas 199
precio 1442 pesetas
título original griego (1992): O Theios Petros kai i
Eikasia tou Goldbach
título inglés (1998): Uncle Petros and Goldbach´s
Conjecture
PROLOGO

La obra de G.H. Hardy A Mathematician's Apology fue publicada por vez


primera en 1940, cuando se empezaba a presentir la Segunda Guerra Mundial.
Han pasado 60 años y las ideas que Hardy expone en su obra siguen
ejerciendo una atracción especial, tanto para matemáticos como para quienes
no lo son.

Y es que a quien contempla el mundo de la actividad matemática desde fuera,


le resulta un tanto enigmático cuál puede ser el tipo de motivación profunda
que un profesional de la matemática encuentra en su ejercicio, que de eso es
en realidad de lo que se trata en la obra de Hardy.

Para un matemático es claro que las ideas sobre este asunto de uno de los
grandes del siglo en su propia profesión han de resultar fuertemente
estimulantes. Y esto es así aun en el caso, incluso tal vez precisamente por
ello, de que en muchos puntos las ideas de Hardy resulten un tanto chocantes
con sus propias ideas acerca del quehacer matemático.

Pienso que el que resulte su obra incluso hoy controvertida y chocante le


hubiera agradado a Hardy especialmente. En su estilo personal y en su propia
formación con el talante típico de Cambrige y Oxford casaba bien la
confrontación directa con opiniones extendidas en su ambiente e incluso con
las de personas muy concretas y famosas de su tiempo. Como se verá en las
páginas que siguen, Hardy no rehuye ni suaviza tales confrontaciones, sino
más bien parece subrayarlas y saborearlas con placer. Su misma forma de
expresarse, abierta, incisiva, directamente polémica a veces, proporciona a sus
páginas unos rasgos un tanto inesperados, y al mismo tiempo atrayentes, en
un tema que muchas personas están habituadas a contemplar de forma más
pacífica e impersonal.
Una biografía breve de Hardy junto con alguna información interesante sobre
su obra matemática y con referencias adecuadas para quien quiera examinarla
más de cerca se puede encontrar en la red en la dirección siguiente:

http://www-groups.dcs.st-and.ac.uk/~history/Mathematicians/Hardy.html

Para percibir más intensamente muchos de los rasgos curiosos de la


personalidad de Hardy una de las mejores fuentes es el extenso prólogo que
C.P. Snow, quien tuvo un conocimiento de Hardy muy cercano, escribió para la
primera edición de este libro.

En las breves notas que siguen me restringiré a comentar unas pocas de las
muchas ideas interesantes que Hardy desarrolla en su obra.

Hardy confiesa bien abiertamente que su dedicación a la matemática ha tenido


siempre una motivación estética. Y es precisamente en la apasionada
exposición que hace en esta obra de la belleza de la matemática donde a mi
parecer más brilla Hardy y más convincente se muestra.

Su análisis de los elementos de esa belleza peculiar que de la actividad


matemática resulta, belleza enigmática, seria, profunda, desveladora de
hondas y armónicas relaciones en un mundo no menos real que el físico, pone
de manifiesto en esa belleza un carácter de permanencia superior incluso a los
principales logros más universalmente reconocidos de la creatividad humana.
Estas reflexiones surgen del más profundo convencimiento de Hardy. En mi
opinión, las secciones del libro en que se trata este tema son las más logradas
y aleccionadoras.

En contraste profundo con lo anterior, hay una idea reiterada en la obra de


Hardy en cuya exposición y defensa también derrocha gran energía y
apasionamiento que había de ser refutada con contundencia por unos cuantos
desarrollos posteriores. Hardy insiste con fuerza, yo diría también con cierta
jactancia y machaconería, en la "inutilidad" de la matemática que él llama
"real", es decir la que tiene que ver con ese quehacer elevado y recóndito que
es el que ha atraído de veras a los grandes matemáticos alejados de todo
contacto con los mundanales intereses, y sobre todo de la guerra y otros
menesteres más o menos sucios. En ella incluye los recientes desarrollos de
Einstein, la obra maestra de Gauss en teoría de números,… Esta matemática
"real" es también, por supuesto, la suya propia.

En 1945, cinco años después de la publicación del libro y dos años antes de la
muerte de Hardy, la matemática de Einstein, junto con otros avances de la
física, había dado lugar a la bomba atómica. Probablemente las afirmaciones
tajantes que se pueden leer en este libro hubieran sido matizadas tras un
acontecimiento como éste.

En cuanto a sus observaciones sobre la inutilidad de la teoría de números


Hardy se hubiera quedado un tanto perplejo ante las implicaciones que un
campo aparentemente tan "inútil" como el relativo a la factorización, es decir la
descomposición efectiva en factores primos de un número grande, tienen sobre
la criptografía actual.

Si Hardy echara hoy una mirada a la Encyclopaedia Britannica y buscara la


información que recoge sobre él se extrañaría un tanto de que, al parecer, el
rastro suyo en la ciencia que se cita en primer lugar, como si fuera lo más
importante que él hizo, es la ley de Hardy-Weinberg, que describe el equilibrio
genético de una población y que es útil, entre otras cosas, para estudiar la
distribución sanguínea del factor Rh.

Hay una buena porción de los temas tratados por Hardy en su obra que
probablemente seguirán generando siempre una fuerte diversidad de
opiniones, tanto entre los matemáticos de cualquier nivel, como entre los no
matemáticos.

Uno de ellos bien patente y recurrente en la obra es el pensamiento


deprimente, y posiblemente fruto de la profunda depresión en la que Hardy se
sumergió en sus últimos años, e la inutilidad de la vida del matemático que no
es, o bien ya no es, capaz de producir esa matemática "real" de la que habla
Hardy.

Parecería que incluso el matemático que se siente únicamente motivado por el


placer estético presente en el quehacer propio de la matemática debería
pensar de modo distinto al que Hardy propone. Tal placer se puede producir, no
tan sólo en la creación de esa matemática "real", lo que suele ser privilegio de
unos pocos e incluso para ellos de unos pocos instantes, sino también en la
contemplación de la belleza matemática, creada por quien sea, así como en la
participación con otros de ese goce estético que esa contemplación es capaz
de producir.

A mi parecer, hay algo en la actitud profunda de Hardy que le privó de este


gozo posible que otros experimentamos también en la contemplación individual
y en la transmisión a otros de esta belleza que implica la enseñanza a diversos
niveles. Como Hardy mismo afirma en la sección 29, él consideró la
matemática esencialmente como un ejercicio competitivo, en el que lo
importante es hacerlo mejor que los demás. Es verdad que hay matemáticos
que comparten esta visión. Pero no creo que sea esta una actitud sana, ni muy
generalizada, y me imagino que los que la comparten no son los más
satisfechos con su dedicación a la matemática.

La insistencia de Hardy en la "inutilidad" de la matemática "real" le lleva


también a adoptar extremos extraños. Su opinión, en la sección 27, es que, si
bien la matemática ha hecho y sigue haciendo más cómoda la vida de los
hombres, le parece inapropiado hablar de los grandes efectos de la matemática
sobre el curso mismo de la humanidad, como hacen sus contemporáneos
Hogben y Whitehead.

Su desacuerdo con Hogben no parece importarle mucho, pues Hogben, según


dice Hardy, no es un matemático. Su discrepancia con Whitehead, que sí es un
matemático "real", es otra cosa. Hardy dice que los "tremendo efectos" de la
matemática pueden tener lugar efectivamente sobre matemáticos como
Whitehead, pero no sobre la humanidad. Hardy no parece tener en cuenta que
la influencia de las ideas en la evolución del pensamiento humano no se da
sino a través de personas singulares capaces de percibir tales ideas en su justo
valor e interpretarlas y comunicarlas de modo adecuado.

Hardy, en contraste con Whitehead y con muchos otros, matemáticos y no


matemáticos, concede una ínfima atención a la influencia de las ideas
profundas que, surgiendo o apoyándose en el pensamiento matemático, han
ejercido un impacto esencial sobre el progreso cultural humano. Tal vez estos
aspectos no significaran gran cosa para la sensibilidad de Hardy.

Como se puede observar, hay en la obra de Hardy una gran cantidad de ideas
que estimulan el pensamiento de quien se pone en contacto con ellas. Pienso
que la republicación en castellano de las interesantes páginas de Hardy servirá
para animar a matemáticos y no matemáticos a meditar profundamente sobre
el sentido mismo del quehacer matemático.

Miguel de Guzmán

Madrid, Agosto 1999

Você também pode gostar