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Leyendas del Potosí

prehispánico
Una de las fortalezas de la literatura potosina es el género de la
leyenda. En este artículo se refleja parte de su enorme riqueza literaria
originada en tiempos previos a la llegada de los españoles.
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El volcán Thunupa visto desde lo alto del cerro Coracora. FOTOS: Archivo El
Potosí

GENTE
sábado, 05 de enero de 2019 · 00:04

Juan José Toro Montoya* / Potosí

El 2018 recién pasado confirmó que una de las fortalezas de


la literatura potosina es el género de la leyenda; es decir, la
“narración de sucesos fantásticos que se transmite por
tradición”.
Como ejemplo de ello, la antología Letras y misterios (nuevas
crónicas potosinas) está integrada por narraciones de ese tipo
y, aunque es obvio que persiste la fascinación por el periodo
colonial, esta publicación incluye relatos de la etapa
prehispánica.

Y para demostrar que Potosí tiene una enorme riqueza


literaria originada o basada en los tiempos previos a la
llegada de los españoles, en este artículo revisaremos algo de
lo publicado sobre ese periodo.

Thunupa, el centro

Aunque el Sol y la Pachamama ocupan lugares de privilegio


en el universo mitológico potosino, es indudable que Thunupa
o Tunupa está en el centro por su aparición en la mayoría de
las leyendas.

Su huella está incluso en las sirenas indias Umantuu y


Quesintuu, que figuran en la portada del templo de San
Lorenzo. Teresa Gisbert lo apuntó señalando que “el itinerario
de Tunupa es coincidente con la aparición de las sirenas en la
arquitectura virreinal y nos lleva por la ruta de los lagos hasta
desaparecer en el Poopó, a cuyas orillas hay un volcán que
lleva por nombre Tunupa”.

El nombre del volcán está asociado a la mitología andina


según la que, en los albores del mundo, los montes eran
seres vivientes que coexistían entre sí. En ese margen, hay
varios relatos sobre el Cerro Rico de Potosí que todavía están
pendientes de compilar.

En lo que hace al volcán de referencia, Vicente Terán Erquicia


cuenta una leyenda que le fue referida por Severo Clavijo
según la cual “Tunupa es el dios joven que desencadena los
elementos, que los domina con misterioso poder” y debe
enfrentar la rebelión de Uturuncu a la que se describe como
“montaña pérfida y envidiosa”.
Según este relato, Uturuncu robó “el manto blanco usado por
los montes buenos” y, cuando Tunupa estaba a punto de
prenderla, ella le arrojó nieve y ésta se transformó en un
infranqueable lago blanco, el Salar de Uyuni.

Pero en la mayoría de los mitos sobre las montañas, Thunupa


es deidad femenina. “Sajama lucha con el Huayna Potosí por
el amor de Tunupa”, dice uno referido por Pablo Quisbert
mientras que otra, más cruel, señala que “Tunupa fue violada
por el Huayna Potosí”.

La mayoría de estas leyendas constituyen el origen mítico del


Salar de Uyuni cuyo nombre original es Thunupa. En su Cachi
Pampa, Terán cuenta que Thunupa no sólo era monte sino
una ñusta, hija de Pachamama y nieta de Pachacamaj, que se
unió a Cuzco quien la engañó con una adolescente llamada
Ckosuña.

Desconsolada por la traición, Thunupa llora y de sus senos


mana leche. De la mezcla de ambos se forma el salar que,
aún hoy, lleva su nombre.
La llamada Cueva del diablo está en Mullu Punqu.
Leyendas como estrellas

Cachi Pampa es sólo uno de los relatos incluidos en


Chihuanhuayus y Achankaras, de Terán Erquicia, que es uno
de los mejores recopilatorios de las leyendas potosinas
prehispánicas.

Otros son El Malmisa y El Potosí, Tunupa y el Uturuncu,


Mundo, Laguna del Toro, Chacacoma, Metal Huarzuta, Ckoa,
Para, Origen del arco iris, La flor del cactus, La leyenda del
girasol, Sara Chojllu o la leyenda del maíz, Ckapaj Ticka,
Ckori Kenti, El Hornero y el Tarajchi, El Chullupía, El Huillacu,
El enojo de Pachamama y Huari y los urus. Algunas son
estrictamente potosinas, porque están ubicadas en esta
región, mientras que otras corresponden a territorios vecinos
como Oruro o son generales.

Como los mitos, las leyendas prehispánicas son orales pero


pasaron a soportes físicos ya sea mediante khipus o, ya en
tiempos recientes, a través de recopilaciones. Jesús Lara, por
ejemplo, publicó en 1973 la antología Mitos, leyendas y
cuentos de los quechuas de la que Adolfo Cáceres Romero
extrae la leyenda Ijma Waqachi que proviene de la hoy
provincia Charcas de Potosí y trata del origen de un arbusto
conocido con ese nombre.

La leyenda habla del amor que sintieron dos hermanas, Qhöra


y Pirispita, por un joven mancebo llamado Añawaya quien, de
inicio, se enamoró de la primera a la que logró seducir con
facilidad. Ya sea por codicia o lujuria, Añawaya quiso poseer
también a Pirispita y, para ello, se casó con ella.

“A la muerte de ésta, Añawaya pretendió casarse con Qhöra,


acosándola a cada instante. Ella, que ya había dejado de
amarlo, pidió a una Mamancha (hechicera) que la
transformara en una planta, deseo que le fue concedido luego
de cumplir las condiciones impuestas por la Mamancha,
quedando así convertida en una humilde hierba, estando en
brazos de Añawaya, que se puso a llorar desconsoladamente
al verse frente al arbusto conocido con el nombre de
Ijmawaqachi”.

Esas son sólo algunas muestras de la literatura prehispánica


potosina que está dispersa en las tradiciones orales y grabada
en textiles, alfarería y en cavernas como las que existen, en
cantidad nada despreciable, en los alrededores de la ciudad
de Potosí.

*Juan José Toro es presidente de la Sociedad de Investigación


Histórica de Potosí (SIHP).

La novela Sumaj Urqu

Las leyendas prehispánicas potosinas llegaron también al


género mayor de la narrativa, la novela. Ese es el caso de
Sumaj Urqu con la que su autora, Zulema Pary Montesinos,
ganó el Premio Nacional de Narrativa en Idioma Originario
Wamán Puma de Ayala en quechua. Si bien no fue escrita en
el periodo prehispánico, sí está ambientada enteramente en
esa etapa.

La novela narra el origen mítico del Cerro Rico de Potosí:


“P’utuqsi urquqa Sumax Urqu sutikusqa, imaraykuchus
manchay sumaq warmi kasqa, sumaq p’achallisqa kasqa,
achkha p’achakunawan p’achallikusqa, iskay chunka p’acha
p’achapatapi churasqa kasqa, sapa p’achataq achkha qulqiyuq
kasqa, sapa puririqtintaq manchayta lliphipirispa, lliphirispa
p’achakunanqa machay karuman rikukusqa (Sumaq Urqu era
el nombre del Cerro de Potosí, porque era una hermosa
mujer, era la mejor vestida, engalanada con mucho ropaje.
Estaba ataviada con doce vestimentas, cada prenda era una
enorme capa de plata y cada vez que caminaba el resplandor
de su ropaje se veía desde muy lejos)”.

El libro cuenta cómo se ha poblado el universo, por decisión


de los dioses andinos, creando los sistemas solares y cómo a
cada uno de los planetas envían a sus hijos para habitar y
cuidar de ellos. Pachamama es enviada a la Tierra por Tata
Inti, su padre, quien después de instalar su morada en el
corazón de la Tierra procede a poblar de toda forma de vida
el planeta y luego les da todo el conocimiento para llevar una
vida en armonía.

Quizás esta obra nunca hubiera visto la luz de no mediar la


convocatoria al premio de referencia. Es, entonces, una
muestra de que los escritores potosinos sólo necesitan de un
incentivo para sacar del alma los sentimientos que les inspira
su musa y, de paso, aportar al conocimiento del pasado
prehispánico de su tierra.
El nombre original del Salar de Uyuni es Thunupa.
Leyendas mestizas

Como Terán, muchos escritores potosinos no resistieron la


tentación de escribir narraciones ubicadas en el pasado
prehispánico, ya sea basándose en tradiciones orales o en los
indicios que se deslizaban en las crónicas, pero tampoco
pudieron evitar mezclar ese periodo con el inmediato
siguiente; es decir, el virreinal.

El mito de la Qori Killa, por ejemplo, que Terán desarrolla en


su Descubrimiento del Cerro Rico de Potosí y José David
Berríos en Ckoriquilla o la Virgen del Ppotocsi, comienza con
la visita de Huayna Capaj pero se arrastra hasta el nacimiento
de la ciudad, así que más bien son considerabas piezas
bisagra o intermedias.

Existen coincidencias entre ambas versiones, razón por la que


se puede suponer que Berríos inspiró a Terán,
particularmente en el nombre del cacique Chaki Katari a quien
los dos presentan con el nombre invertido, Katari Chaki. Otro
de los aportes de estas versiones es el uso del nombre
antiguo de Potosí, P’utuj unu, que, según explica Berríos,
significa “donde brota el agua”.

Berríos también apunta que P’utuj unu “era el nombre de un


gran pantano que se extendía desde el pie del cerro, hasta
Ckantumarca y hasta Ccari-ccari y la Cantería, que es el
paraje que hoy ocupa la ciudad de Potosí. Tenía dos leguas de
circunferencia, más que menos. Fue desecado, para construir
la ciudad, en 1546, por medio del canal que llaman Huaina-
mayu (río joven) por Villarroel y sus compañeros”.

Si se confirma esa versión, se ratificaría que, como


consecuencia de la explotación del Cerro Rico, los españoles
destruyeron el medio ambiente de Potosí que, por su acción
directa, pasó de cenagal a páramo.

El valor de estas piezas radica, por una parte, en la belleza


con la cual fueron escritas, y, por otra, en los datos que
proporcionan para mayores investigaciones.

Es el caso de la leyenda de la Gruta del diablo y quebrada de


San Bartolomé con la que Julio Lucas Jaimes intenta explicar
el origen de los accidentes geográficos que rodean Potosí.

Es él quien cuenta el mito del rapto de Sapallay, “la sola, la


única en belleza sobrehumana y en el candor y la ingenuidad
atribuidas a la inocencia, de la cual era símbolo”.

En esta narración también aparece el Umphurruna u hombre


sombrío, una divinidad del mal que rapta a Sapallay y “para
ocultarla a las investigaciones de los hombres, con la fuerza y
poder misteriosos de que Umphurruna es rey, partió en dos la
inmensa mole granítica de dos leguas en contorno, abriéndola
en estrecho paso de curvas irregulares, en donde serpentea
un torrente bullicioso, lamiendo a veces la base misma de
aquellos murallones portentosos”.

El lugar donde hoy está la Villa Imperial era denominado


Putuj Unu.
Se trata, como el lector habrá podido percibir, de la quebrada
de Mullu Punqu o La Puerta donde se encuentra la “cueva del
diablo”.

El interés de esta leyenda no radica tanto en su lenguaje


claramente romántico sino en los datos que proporciona sobre
“la cueva del diablo (porque) allí arrastró consigo
Umphurruna a la bella Sapallay, según los indios, que por tal
travesura naturalista lo bautizaron con el nombre de Cchutillo
o sea genio que daña y huye”.

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