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CASO 7

PROBLEMA ETICO-LEGAL EN UN HOSPITAL ANTE EL


MANEJO DE PACIENTES CON SIDA

Octaviano Domínguez

Desayunaba rápidamente cuando escuchó en la radio el noticiero matutino y


la noticia no le inquietó mucho, sólo despertó en él cierta curiosidad: “EL
SIDA se considera la peste del siglo” dijo el locutor, “no hay curación posible
por lo menos en cinco o diez años” agregó. Nunca pensó el Lic. Alejandro
Romo que ese problema fuera a repercutir de manera importante en su
trabajo y que estuviera involucrado en un caso con tantos problemas.

La carrera de administración de empresas fue para el hoy licenciado como


una experiencia formativa en donde encontró respuesta a sus expectativas
como estudiante; más tarde tendría un fuerte encuentro con la realidad.

A dos años de graduado aceptó la oportunidad de laborar en el Centro


Médico Regional como Jefe de Personal, y catorce meses después fue
promovido para ocupar el puesto de Administrador del Centro en el cual tenía
ya siete meses, que parecieron suficientes para conocer los principales
problemas del hospital más importante de la región.

En las reuniones del Consejo de Gobierno escuchó varias veces la


posibilidad de que hubiera problemas debido a la presencia de enfermos con
SIDA y, desde que ocupara el puesto de jefe de personal, diseñó y operó un
cursillo de introducción al puesto con varios temas para la atención y manejo
de esos pacientes, con el fin de limitar la posibilidad de contagio para los
trabajadores.

Un fin de semana ingresó un paciente ya diagnosticado con SIDA y, después


de haberlo revisado, el médico de guardia solicitó varios exámenes de
laboratorio con carácter urgente. Para tomar las muestras de sangre fue
enviada la química Elena Rivera quien tenía cuatro meses de haber
ingresado. El cursillo de introducción al puesto previo a su ingreso había
estado incompleto, debido a que no fue posible dar el tema de medidas para
la protección ante casos con padecimientos transmisibles, ya que el médico
comisionado para impartirlo estaba de vacaciones.

De tal manera, la química Elena Rivera no tenía información específica y


cuando se enteró del diagnóstico del pacientes implemente se negó a tomar
las muestras. La enfermera de turno inmediatamente reportó lo anterior al
jefe de guardia y éste habló personalmente con la química Rivera quien, a
pesar de la amplia información que se le diera, visiblemente alterada persistió
en su negativa de atención. El jefe de guardia habló al laboratorio para que
mandaran a otra persona y elaboró un breve reporte para el jefe del servicio
anotando los hechos.

El lunes a primera hora, en la habitual reunión del Consejo de gobierno, el


Lic. Alejandro Romo se enteró de la negativa de atención por parte de la

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química Elena Rivera; el Consejo acordó enviar el caso al Departamento
Jurídico para que se aplicara la sanción correspondiente. Al salir de la
reunión pidió a su secretaria el informe del cursillo de introducción al puesto y
reconoció la falla en cuanto a la falta de información sobre padecimientos
transmisibles.

Al día siguiente se presentó con el Lic. Romo la Delegación Sindical


esgrimiendo una protesta formal en defensa de la química Rivera, arguyendo
que no tenía la suficiente protección ante el manejo de casos con
padecimientos transmisibles, específicamente sobre el SIDA. Asimismo
protestaron por la presión de que fue objeto por parte del jefe de guardia, a
quien se atribuían amenazas en caso de que la química Rivera no atendiera
al paciente.

En el mismo día, por la tarde, poco antes de salir recibió un llamado urgente
para asistir a una reunión extraordinaria con el Consejo de Gobierno, porque
en el noticiero vespertino de la televisión local se había difundido la queja de
los familiares del paciente con SIDA; ellos habían presenciado la negativa de
atención de la química Elena Rivera y señalaron que debido a ello el
tratamiento del paciente, que se encontraba en estado crítico, se había
retrasado más de dos horas.

Como era de esperarse, la noticia fue agigantada por el hecho de tratarse de


un paciente que ameritaba atención urgente y sobre todo por tener SIDA,
dado el incremento alarmante de casos en el país y el sensacionalismo que
acompañaba últimamente a ese tema.

El Lic. Romo le indicó a su secretaria que les pidiera a los familiares del
paciente con SIDA que se presentaran con él a fin de enterarse sobre lo
acontecido con la química Elena Rivera. Se percató de que ellos habían
vencido en su mayoría los prejuicios sobre le padecimiento y se sobreponían
al temor de contraer la enfermedad.

Relataron con mucha tristeza lo que había sucedido con la atención del
paciente: al llegar al servicio de urgencias del Centro Médico Regional, se
enfrentaron a las miradas curiosas de las recepcionistas, que sin saber el
diagnóstico lo intuyeron cuando observaron las graves condiciones de
deterioro del paciente; lo pasaron de inmediato con el médico de guardia en
el área de hospitalización, quien dispuso que fuera encamado en ese
momento. Los familiares percibieron la actitud de una enfermera que, al
llegar a tomarle los signos vitales, los reconoció a ellos y al paciente por
anteriores internamientos; después de atenderlo no la volvieron a ver y llegó
en su lugar una auxiliar de enfermería que no conocía el diagnóstico y
resaltaron que se mostró solícita y atenta.

Por su parte, el estudiante de medicina encargado de elaborar la nota de


ingreso pidió a los familiares que lo acompañaran a un consultorio, y en el
momento de explorar al paciente, lo hizo notoriamente con brevedad y
superficialmente.

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En seguida llegó la química Elena Rivera saludando amablemente; al revisar
la nota del expediente clínico para confirmar la solicitud de exámenes, vio el
diagnóstico y como por encanto se trasformó la expresión de su cara, adoptó
una actitud de asombro y nerviosismo, vio al paciente fugazmente, a sus
familiares, a la auxiliar de enfermería que estaba dispuesta a ayudarle y dijo –
recogiendo apresuradamente la jeringa y tubos de ensayo para las muestras-
“debo ir al laboratorio”. La auxiliar de enfermería le preguntó si no tomaría las
muestras y ella contestó con un enérgico movimiento de negación con la
cabeza y un débil nó; acto seguido salió rápidamente.

En la reunión del Consejo de gobierno realizada a las 18:00 horas se citaron


las preguntas que formulara el comentarista del noticiero: “¿La química Elena
Rivera quedará impune sentado el precedente de negar atención a un
paciente moribundo? ¿El Centro Médico Regional tiene acaso reglamentos
que garantice la atención de urgencias? Ahora es un caso de SIDA y mañana
cualquier otro caso?”.

En resumen, en la reunión se invocó la ética profesional; la confrontación con


el Sindicato ante una situación evidentemente jurídica; la afectación a la
buena imagen del servicio del Centro Médico Regional, hasta eses momento
conservada, y la queja de los familiares del paciente. Esta anticipaba la
presentación de una demanda judicial en contra del Centro Médico Regional,
por no tener una reglamentación específica que proteja la atención de ese
tipo de pacientes; además habían entablado ya una demanda formal ante las
autoridades judiciales en contra de la química Elena Rivera por faltas a la
ética profesional, negligencia y lo que resultara.

El Consejo de Gobierno declaró varias situaciones: primera, que la química


Elena Rivera incurrió en una falta de ética profesional por negar su atención a
un pacientes en estado crítico, independientemente de haber recibido o no la
información referente al manejo de pacientes con enfermedad transmisible.
Segunda, que deberá aplicarse la sanción correspondiente a la falta cometida
a manera de ejemplo, a fin de impedir conductas similares considerando el
incremento notorio de los pacientes con SIDA. Tercera, establecer de
manera intensiva plásticas con todo el personal sobre el SIDA y las medidas
de protección requeridas por su manejo; así como proporcionar los recursos
necesarios que apoyarían la ejecución de lo anterior.

Un día después, el noticiero televisivo anunció que sería despedida la


química Elena Rivera y aparentemente hasta ahí llegó el problema. Sin
embargo, la Delegación Sindical volvió a presentarse con una nueva protesta:
los choferes de ambulancias expresaban su inconformidad para trasladar
pacientes con SIDA y con otros padecimientos transmisibles, ya que la
reglamentación de salud establecía que el traslado de los pacientes antes
señalados debería realizarse en vehículos especiales para ello y conducidos
por choferes que tendrían una compensación salarial de acuerdo al contrato
Colectivo de Trabajo.

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Por lo anterior el Sindicato expresó que los choferes tenían sustentación legal
APRA negarse a realizar los traslados de pacientes con enfermedades
transmisibles. Aún más, comunicaban que una comisión representativa del
área de enfermería había convocado ese día por la tarde a una reunión con
el Sindicato a fin de tratar las condiciones de higiene en relación a los
pacientes de SIDA.

En muy poco tiempo, el Centro Médico Regional se veía sacudido por crisis
de temores engendrados por la desinformación de los medios colectivos de
comunicación y de la organización interna del propio Centro. En relación a
esto, el Lic. Romo recordó que una sesión académica realizada tres meses
antes con el tema de “La Ética Profesional y el SIDA” no se había transmitido
lo suficiente en todas las áreas y el temor colectivo del entorno prevalecía
con gran fuerza en el personal.

El Lic. Romo convocó a una nueva reunión extraordinaria del Consejo de


gobierno para ese mismo día, a la cual llevaría una serie de propuestas para
afrontar el problema que, como a un monstruo de cuento que le aparecían
tentáculos y cabezas nuevas, todos los días crecía.

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