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El accionar indígena peruano durante la Guerra del Pacífico

Actores al margen de la historia del conflicto.


Aramis López Chang1
Séptimo Ciclo de Historia
Universidad Nacional Federico Villareal
aramislopez1497@hotmail.com

RESUMEN

La presente investigación analiza el rol jugado por los indígenas peruanos durante el
transcurso de los hechos concernientes a la Guerra del Pacífico que involucró los destinos de
tres países latinoamericanos: Perú, Bolivia y Chile durante el periodo de 1879 a 1883. Se
indaga primero en la importancia de abordar el conflicto desde los actores directos,
alejándonos de la historia tradicional que nos da una imagen simplificada y maniquea de la
guerra. Posteriormente se muestra como el contingente indígena peruano tendrá un papel
gravitante en el desarrollo de las campañas militares que desencadena la guerra de 1879. Es
así que podemos ver el accionar indígena en las tres campañas militares peruanas: Campaña
del Sur (1879-1880), Campaña de Lima (1880-1881) y Campaña Breña (1881-1883).
Partimos de la premisa que la narración histórica de la guerra de 1879 en su discurso
oficialista propugna a los grandes personajes de altos grados militares, dejando en un segundo
plano y prácticamente invisibilizados a los indígenas y su participación en el conflicto.
Palabras Claves: accionar indígena peruano, Guerra del Pacífico, actores sociales,
Campaña del Sur, Campaña de Lima, Campaña de la Breña.

ABSTRACT

The present investigation analyzes the role played by the indigenous Peruvians during the
course of the events concerning the Pacific War that involved the destinies of three Latin
American countries: Peru, Bolivia and Chile during the period from 1879 to 1883. It is first
investigated in the importance of addressing the conflict from the direct actors, away from the
traditional history that gives us a simplified image of war. Later it is shown how the Peruvian
indigenous contingent will have a gravitating role in the development of the military
campaigns that triggered the war of 1879. This is how we can see the indigenous actions in
the three Peruvian military campaigns: South Campaign (1879-1880), Campaign of Lima
(1880-1881) and Campaign of Breña (1881-1883). We start from the premise that the
historical narrative of the war of 1879 in its official speech advocates the great characters of
high military degrees, leaving in the background and practically invisible to indigenous
people and their participation in the conflict.
Keywords: Peruvian indigenous action, War of the Pacific, social actors, Southern
campaign, Lima Campaign, Breña Campaign.

1
Estudiante de Historia de la Universidad Nacional Federico Villareal. Ex Presidente de la Comisión Organizadora de Estudiantes del
Coloquio (COESCO) de la misma casa de estudios y Director de Gestión de Redacción e Imagen Institucional del Grupo de Investigación y
Proyectos “Conexión Crítica: Historia y Actualidad”. Primer puesto del “XIV Encuentro de Estudiantes Investigadores” y en el “I Concurso
de Investigación Formativa: Elaboración de Trabajos de Investigación de Pre-Grado” de la UNFV en el 2017. Participó en calidad de
ponente en eventos académicos realizados en la Universidad Autónoma del Estado de México (México) y la Universidad Mayor Real y
Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca (Bolivia) durante el año 2017.Autor del artículo intitulado: “En la línea de fuego”: La Cruz
Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza, 26 de mayo de 1880, publicado en la Revista de Historia Republicana y
Humanidades MOTVS. Año I -Número 1(1), pp.185-208. Participó en calidad de ponente en eventos académicos realizados en la
Universidad Autónoma del Estado de México (México) y la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca
(Bolivia) durante el año 2017.

1
INTRODUCCIÓN

La historiografía sobre la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile contra el Perú y
Bolivia entre los años 1879 y 1884, ha sido abordada desde diversos enfoques y perspectivas2.
La mayor parte relacionada a temáticas en torno a lo político, económico, militar y en última
instancia lo social. En ese sentido, ciertamente sesgado, la narración histórica de la guerra de
1879 muestra un discurso oficialista que propugna a los grandes personajes en calidad de
“héroes nacionales”, dejando en un segundo plano y prácticamente invisibilizados a la
participación de los pueblos indígenas, constituyendose por ello en una asignatura pendiente
para la investigación. Bajo estos preceptos, nuestra investigación busca demostrar la
participación de los indígenas peruanos durante la fatídica contienda bélica, rasaltando que
este enfoque no está circunscrito al límite estrictamente nacional, que a su vez impediría un
análisis global de una guerra de carácter trinacional: Perú, Bolivia y Chile respectivamente.

Por otro lado, tenemos que considerar cómo la construcción del discurso nacional
peruano, chileno y boliviano en torno al conflicto nos dá una imagen simplificada de lo que
este fue en verdad y por ende de lo histórico, dejando las experiencias de los actores reducidas
a simples imágenes de lo que ellos querían que fuera la representación imaginaria del
combatiente en campaña.3 Además de presentar un discurso en el que prima una visión épica
y romántica que se aleja de la emotividad de los sujetos en campaña. Dicho de otro modo, el
discurso estatista no considera que “en la guerra los actos de matar lo cometen sujetos
históricos provistos de lenguaje, emoción y deseo.” 4
Tomando en cuenta que para el combatiente, "la batalla se desarrolla en un ambiente
inestable y salvaje, tanto física como emocionalmente" donde lucha a campo abierto o
2
Véase al respecto, Eduardo CAVIERES y José CHAUPIS (eds.), La Guerra del Pacífico en perspectiva histórica. Reflexiones y
proyecciones en pasado y en presente, Arica, Ediciones Universidad de Tarapacá, 2015; Carlos DONOSO y Gonzalo SERRANO (eds.),
Chile y la Guerra del Pacífico. Santiago de Chile, Ediciones Centro de Estudios Bicentenario; Carmen MC EVOY, Guerreros civilizadores,
Política, sociedad y cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
2016; Patricio IBARRA, La guerra en cautiverio. Los prisioneros de la Guerra del Pacífico 1879-1884, Santiago de Chile, LEGATUM
Editores, 2016; Jeffrey KLAIBER, “Los cholos y los rotos: Actitudes raciales durante la Guerra del Pacífico”, Histórica, Lima, 1978, Vol. II
No 1, pp. 27-37; David HOME, Los huérfanos de la Guerra del Pacífico: El “Asilo de la Patria” 1879-1885, Santiago de Chile, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2006; Carlos MÉNDEZ, Héroes del Silencio. Los veteranos de la Guerra del Pacífico, Santiago de
Chile, Centro de Estudios Bicentenario, 2009; Ángel CASTRO, La prensa limeña en la Guerra del Pacífico (1879-1884), Lima, Fondo
Editorial Universidad Alas Peruanas, 2008; Piero CASTAGNETO, Corresponsales en campaña en la Guerra del Pacífico 1879-1881,
Santiago, RIL Editores, 2015; Enrique AMAYO, La política británica en la Guerra del Pacífico, Lima, Editorial Horizonte, 1988; Daniel
PARODI, La laguna de los villanos. Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico 1881-1883, Lima, IFEA-Fondo Editorial
de la Pontifica Universidad Católica del Perú, 2001; Julio ABANTO, El Congreso de la República durante la ocupación chilena. Chorrillos,
Ayacucho, Cajamarca y Arequipa 1881-1883, Lima, Ediciones del Rabdomandte, 2017; Rosa HUAMÁN, La Ciudad ante la Guerra.
Mujeres, familia y sociedad limeña durante la Guerra del Pacífico, Lima, Tesis (Lic. Historia), Pontificia Universidad Católica del Perú,
2009; María VALLE, Relaciones entre chilenos y mujeres peruanas residentes en Lima durante la ocupación militar de la ciudad (1881-
1883). A través de las fuentes parroquiales, Lima, Tesis (Lic. Historia), Pontificia Universidad Católica del Perú, 2013; Felipe CASANOVA,
“La guerra imaginada”. Identidades nacionales y representaciones de la batalla del “Campo de la Alianza” y de la “Toma del Morro” en las
ciudades de Tacna y Arica, Arica, Tesis (memoria para optar al título de Historiador), Universidad de Tarapacá, 2016.
3
David CORONADO, “Sois vosotros valientes héroes. Somos nosotros simples humanos”. La experiencia de la Guerra del Pacífico en los
testimonios de los actores”, Diálogos, Revista Electrónica de Historia, San José, 2012, Vol. 13 N° 1, pp. 29-59.
4
Mario DOMÍNGUEZ, “Ira, odio, rutina y dolor. La Primera Guerra Mundial en los testimonios directos”, Revista Sociología Histórica,
2014, N° 4, p. 349.

2
agazapado por minutos u horas, "sintiendo sucesivamente aburrimiento, exaltación, pánico,
rabia, pesar, perplejidad, e incluso esa sublime emoción llamada valor." 5
Como venimos afirmando, el constructo estatista, si bien nos presenta una
reconstrucción histórica maniquea del accionar del combatiente, hablando en términos de
Ranahit Guha, el presente trabajo busca reflotar la voces sumergidas de los “subalternos”,
para lo cual se debe cultivar la disposición para oír estas voces e interactuar con ellas, donde
su importancia radica en que “tienen muchas historias que contarnos – historias que por su
complejidad tienen poco que ver con el discurso estatista y que son por completo opuestas a
sus modos abstractos y simplificadores”6.
Por ende, el abordaje de las voces de los subalterno, en este caso de los indígenas
peruano implica recurrir a las distintas cartas, memorias, crónicas y diarios de campaña
escritos por los veteranos de dichos países, además de observadores militares extranjeros, en
los cuales reconstruyeron desde su perspectiva personal las vivencias y experiencias en
campaña. Y a partir de esta multiplicidad de voces contenidas en los registros escritos se
tratará de aproximarse a la dimensión humana de la Guerra de 1879, accediendo a temáticas
que escapan de las relacionadas con la conducción político-militar del conflicto y dan paso a
las vivencias y al sentir de los individuos que participaron de ella.7
Pero dichos testimonios vivenciales escritos carecerían de sentido si no se contrastan
entre sí, ni son enmarcados en el desarrollo del conflicto trinacional, dejando de lado lo
netamente anecdótico por la reconstrucción histórica de las condiciones de vida, acción y
emotividad de los sujetos históricos a analizar. Bien es sabido que las anécdotas son algo que
el historiador no debe despreciar ni rechazar, pero sin una adecuada generalización,
enmarcados en un contexto analítico profundo y comprobación de una hipótesis sobre el tema,
no dejaría de ser una mera narración lineal de hechos.
Teniendo en cuenta que a través de la documentación personal y las crónicas de guerra,
los redactores crean su propia historia en medio de los intersticios del desarrollo de una guerra
y aparecen “en su dimensión común y corriente, dejando de lado en muchas oportunidades a
los héroes inmortales, generales victoriosos, los estrategas encumbrados o los estadistas
visionarios”.8
En este sentido, tenemos que tomar en cuenta que la narración de experiencias
personales deben entenderse en relación con su marco inmediato: a quién, para quién y para

5
John KEEGAN, El rostro de la batalla, Madrid, Turner Publicaciones S.L, 2013, pp. 46-47.
6
Ranahit GUHA, Las voces de la historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Crítica, 2002, p. 20.
7
Patricio IBARRA, Narro lo que ví: La Guerra del Pacífico en primera persona, [no publicado], 2016, p. 2.
8
Patricio IBARRA, Narro lo que ví…, p. 2.

3
qué se cuenta la historia. Además de estar supeditada a las limitaciones y recursos de la
memoria, en la que se mezclan vivencias, creencias y significados añadidos que van tomando
relieve mientras que se omiten otros. Debido a que en dichos diarios, memorias, cartas y
crónicas se mezcla lo personal, lo literario y lo histórico; es así que tomados como
“documentos históricos” ofrecen un punto de vista de alguien que escribe en primera persona,
convirtiendose así en sujeto y objeto de la narración.9
Es por esto que para un adecuado análisis de las vivencias y accionar en guerra, además
de la naturaleza del combatiente, el historiador debe “resistirse a toda manifestación
emocional al afrontar la complicada emotividad de la guerra; y por otro, que una cierta
exploración de las emociones de los combatientes resulta esencial para el autor de historia
militar que pretenda hacer un relato veraz." 10
En concordancia con lo señalado por Keegan, la “exploración de las emociones de los
combatientes” se logra con un adecuado manejo testimonial escrito, considerando las
limitaciones de la visión del combatiente, el marco temporal en el que escribe el relato y su
intencionalidad. Por ello, las fuentes escritas mucho más fiables para el desarrollo de nuestro
trabajo deben ser los diarios de campaña y las cartas personales, no sin antes considerar un
adecuado “cuestionamiento de las fuentes” que implique la:
necesidad de trabajar metodológicamente, los testimonios no para rescatar el valor y heroísmo, que
concientemente exponen en sus crónicas y testimonios, sino que sus miedos y aquello que quizás no
deseándolo, al no omitirlo nos permite entender su pasado y contexto.11

Finalmente, es la experiencia vivida por una parte muy significativa de actores sociales,
quienes mediante su registro escrito nos permiten conocer no sólo el cómo lucharon en el
campo de batalla , sino qué comian, qué ejercicios militares practicaban, cómo era la vida en
el campamento, en la ciudad, en los hospitales de campaña, entre otras actividades donde
surge la camaradería producto de la socialización y el contacto cotidiano del combatiente con
sus pares. Y finalmente al reconstruir el espacio de vida de los ejércitos permite, esto nos
permite“tal vez recuperar una parte del sentido con el que una generación se sacrificó entera
en los campos de batalla”12

9
Elena CARRERA, “El miedo en la historia: testimonios de la Gran Guerra”, Revista Contemporánea, 2015, N° 7, pp. 130-154.
10
John KEEGAN, El rostro de la batalla…, p. 30.
11
David CORONADO, “Sois vosotros valientes héroes…, p. 34.
12
Alejandro RABINOVICH, Ser soldado en las Guerras de Independencia: La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-
1824, Buenos Aires, Sudamericana, 2013, p. 10.

4
1. “SE DESENCADENAN LOS HECHOS”: PARTICIPACIÓN INDÍGENA
DURANTE LA CAMPAÑA DEL SUR (1879-1880).-

El 5 de abril de 1879, la República de Chile le declara la guerra formalmente al Perú,


por otro lado en las calles limeñas; la noticia es asumida en medio de algarabía y hondo
sentimiento de tranquilidad por parte de la sociedad peruana en correspondencia a la afrenta
bélica sureña.
La plebe limeña recorrió las calles, llenó las plazas dando vivas al Perú y aceptó con
júbilo la noticia; quizás el recuerdo de la victoria frente a España en 1866 aún estaba vigente.
Sumado a que la ocupación del territorio boliviano por parte de las tropas chilenas, fue
tomada por nuestra prensa como un grave atentado al Derecho Internacional. Todo esto en
consecuencia, ejerce un efecto embriagador de patriotismo y sentimiento de superioridad
bélica frente a Chile, basta leer un extracto de la editorial de un diario limeño para darnos una
idea de esto:
Estamos preparados y estamos resueltos: sí Chile nos declara la guerra nos encontrará, no solo con
la valerosa decisión de recoger el guante, sino con los medios necesarios para devolvérselo en el
corazón con nuestras metrallas. El patriotismo nacional es hoy gran sentimiento y fue invencible:
saldrá triunfante. Las victorias morales, precursoras de las victorias armadas, ya son nuestras: hemos
manifestado toda la alta firmeza, toda la culta circunspección que exigían nuestro deber. 13

Como señala el historiador chileno Barros Arana, en los portales, en los cafés, en todas
partes se hablaba de la necesidad de imponerse ante Chile y que para conseguirlo, el Perú no
tenía más que levantar su voz, hacer un despliegue de su gran poder naval y militar, e
“imponer las condiciones que quisiera”. 14
Sin embargo, la realidad era otra: En resumen para inicios de 1879, el Perú tenía un
ejército de 524115 hombres, incluidos jefes y oficiales, armados con fusiles de diversos
sistemas, la mayor parte Chassepot reformados y con una escuadra naval de relativa
inferioridad frente a Chile16; estando en reparación en su mayor parte y con un arsenal poco
menos que exhausto.17

13
La Opinión Nacional, del viernes 4 de abril de 1879.
14
Diego BARROS, La Guerra del Pacífico (1879-1880), Santiago, Librería Central de Servat y C.a, 1880, p. 72.
15
Sobre el número total de tropas y oficiales en el Ejército peruano al inicio del conflicto no hay una cifra exacta. Dellepiane estima que la
cifra oscila entre cuatro mil quinientos y nueve mil soldados; mientras que Robert Markham colocó el número en cuatro mil quinientos.
Mientras William Sater calcula el total en cinco mil quinientos cincuenta y siete. Finalmente decidimos optar por la cifra de Paz Soldán por
ser un contemporáneo de la guerra, dado que su libro fue publicado en 1884.
16
El historiador venezolano Jacinto López señala que la victoria en el mar sería de Chile, porque dicho país estaba preparado para la guerra
en el mar y nuestro país no lo estaba en absoluto y aun puede decirse que no tenía escuadra, porque ninguno de sus buques estaba siquiera en
aptitud de salir al mar cuando estalló la guerra. Véase al respecto, Jacinto LÓPEZ, La Guerra del Guano y del Salitre, Lima, Instituto de
Estudios Históricos Marítimos del Perú, 2015.
17
Véase al respecto, Mariano PAZ SOLDÁN, Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, Lima, Editorial Milla
Batres, 1979.

5
El inicio de las hostilidades de la guerra obligó a las tres naciones a modificar la
organización de sus ejércitos. Para el caso peruano, veremos que la infantería se componía
principalmente de indígenas de habla quechua y aymara; mientras la caballería y artillería era
compuesta en su mayoría por negros y mestizos. De hecho la explicación sobre porque los
indígenas era excluidos de la caballería se basa en que las autoridades cargaban el prejuicio de
que los indios no sabían montar a caballo.18
[Imagen 1] Sargento peruano y su rabona 19

Sobre el accionar de la población indígena peruana en el conflicto, el historiador


Antonio Zapata señala:
La población indígena tiene una participación creciente a lo largo de la Guerra. Quiero decir que al
comienzo del conflicto quienes pelean son reclutas o soldados en el ejército profesional y que son
de procedencia indígena. Al final del enfrentamiento cuando cae Lima, cuando la guerra se
traslada al interior del país, el momento designado como resistencia nacional, se expresa una
intensa y muy activa participación de guerrillas campesinas.20

Podemos señalar que a diferencia de lo que aconteció en nuestro país, donde se observa
la importancia gravitante de la participación indígena en las campañas militares, en Bolivia

18
Véase al respecto, William Sater, Tragedia Andina: La lucha en la Guerra del Pacífico 1879-1884, Santiago, DIBAM-Centro de Estudios
Diego Barros Arana, 2016.
19
Sargento 1° del arma de artillería con su rabona, de unidad desconocida. Identificación de grado, gracias a los datos de Patricio Greve
Moller. Fotografía Colección de la Biblioteca Nacional del Perú.
20
Juan ORTIZ, La Guerra del Pacífico. Arica. Sus fortificaciones, asalto y ruina por un testigo y actor, Lima, La Casa del Libro Viejo,
2010, p. 128.

6
esta fue tangencial21 y únicamente se les visualizó en las acciones desplegadas en Tambillo y
Canchas Blancas. Entonces se puede afirmar que “los indios [bolivianos] al haber sido
vetados del servicio militar son casi inexistentes en las tropas enviadas a marcha forzada a
Tacna”.22
En virtud de las nuevas exigencias de la guerra, el gobierno peruano necesitaba de
forma dramática el incremento de sus tropas y estas fueron engrosadas con voluntarios
dispuestos a convertirse en soldados rumbo al teatro de operaciones. Ejemplo de este impulso
inicial de voluntarios por conformar una plaza dentro del ejército, lo tenemos en el testimonio
de Guillermo Cáceres Tresierra, natural de Cuzco y quien a la edad de diecisiete años se
enrola voluntariamente, como lo declara:
Cuando se declaro la guerra con Chile, yo me encontraba en el Cuzco y era alumno del Colegio
Nacional de Ciencias, en calidad de interno. La declaratoria de guerra despertó un inmenso
entusiasmo patriótico en mi ánimo. Inmediatamente infundí entre mis compañeros de estudio mi
ardor patriótico y les hice recordar que había llegado el momento de demostrar nuestro amor al
Perú. Muchos de los jóvenes alumnos aceptaron mi requisitoria y se resolvieron a ingresar a las
filas del ejército que defendería al Perú contra los chilenos. 23

Pero estos no eran suficientes para llenar las bajas que el conflicto iba produciendo en
su dinámica destructiva, por lo cual se recurrió al método tradicional de la “leva” o
reclutamiento forzado de todo individuo24 que pudiera cargar un fusil. Y en estas acciones, la
masa indígena fue el blanco del reclutamiento forzado, que para llevarlo a cabo se rodeaban
con tropas aldeas completas y se arrastraban a formar filas a todos los hombres que se
encuentren allí. Hay que tomar en consideración que este enrolamiento compulsivo no
despertó gran asombro debido a que “se podría decir que la recluta constituyó un agravio
constante a nuestros pobladores del interior”25

21
Formalmente los indígenas bolivianos estuvieron proscritos de incorporarse al Ejército, privilegio reservado a los ciudadanos. A
excepción de la V División formada por Narciso Campero a instancias del gobierno, en cuyas filas se encontraban indígenas de las
poblaciones del sur de Bolivia.
22
Luis OPORTO, “Indios y mujeres en la Guerra del Pacífico. Actores Invisibilizados del conflicto”, Fuentes, Sucre, 2014, Vol. 8 No 31,
pp. 7-29.
23
Véase al respecto, Roberto MENDOZA, En la penumbra del olvido. Testimonios de sobrevivientes de la guerra de 1879, Lima, Mystic
Rose S.A, 2017, p. 37.
24
Incluso se puede señalar algunos casos aislados del enrolamiento forzado de extranjeros ecuatorianos y colombianos, quienes a través de
sus legaciones elevaron sus protestas al Gobierno Peruano. Véase al respecto, Pascual AHUMADA, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia, Valparaíso, Imprenta del Progreso, 1884. En sus tomos III y VII
respectivamente, revísese las páginas 58-60 en la primera y la p. 58 en la segunda.
25
Percy CAYO, “El ejército y la Marina del Perú antes de la Guerra con Chile”, en Percy CAYO et. al. En torno a la Guerra del Pacífico,
Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1983, p. 21.

7
[Imagen 2] Soldados indígenas del Batallón “Callao” No 4 26

En esta primera etapa, la actitud de las clases populares con respecto al conflicto, en
este caso de la masa indígena, fue inicialmente de carácter pasivo. Debido a que la “gran
masa indígena ignoraba las razones de la guerra y sus implicancias; y esto era favorecido
por la gran distancia a la que se encontraba el teatro de operaciones”.27
No obstante, una parte de esta fue consciente de las consecuencias del conflicto bélico
entre el Perú y Chile28, es así que se enrolan voluntariamente para tomar parte en algún
batallón disponible. Ejemplo de ello tenemos las solicitudes debidamente sustentadas por ex
combatientes peruanos que buscaban una pensión de carácter pecuniario al Estado peruano, en
pago de sus servicios prestados a la patria y las cuales debían ser debidamente revisadas por la
“Comisión Calificadora de los sobrevivientes de la Guerra del Pacífico y otras acciones de
armas” para su debida aprobación. Así, podemos citar la parte final del pedido de “pensión de
gracia” del ex combatiente Bernardino Igreda Patiño, natural de Canta y que tuvo una
marcada participación en el Combate de Sangrar en 1881:
Considerando que son los Poderes Públicos, los llamados a amparar y proteger a los desvalidos
que, como yo, han sabido poner su pecho al frente del enemigo invasor en momentos de verdadero
peligro para la Patria, arrancando un laurel para las armas nacionales y contribuyendo a enaltecer
nuestra historia Patria, fuente pura de ideal patriótico y ejemplo sublime para nuestras
generaciones; no he titubeado en presentarme ante vuestro digno gobierno, para impetrar de su
reconocida magnanimidad, su amparo y protección hasta que llegue la hora de que se cumpla la

26
Litografía García-Meeton, Diario “El Nuevo Ferrocarril” del 21 de Julio de 1879, Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Chile.
27
Nelson MANRIQUE, Las guerrillas indígenas en la Guerra con Chile: Campesinado y Nación, Lima, Centro de Investigación y
Capacitación, 1981, p. 59
28
Principalmente comerciantes, empleados, estudiantes, artesanos y élite provinciana que colaboraron formando cuerpos de tropa,
recolectando recursos pecuniarios y alimentos en aras de la defensa patria.

8
ley inexorable de la naturaleza y vayan mis despojos a descansar para siempre en el seno de la
tierra bendita.29

Con el pasar de la guerra había que vestir a las tropas y a los nuevos reclutas, para lo
cual se buscaron diversos contratistas nacionales que pudieran suministrar chaquetas,
pantalones, cristinas, camisas, calzoncillos, corbatines, capotes y calzado adecuado para la
infantería, caballería y artillería. Podemos decir entonces que el Ejército peruano durante el
conflicto, en general vistió de paño azul o brín blanco en campaña, con una frazada a la
cintura en suboficiales y tropas, de uso práctico para el abrigo durante la noche. Mientras los
oficiales vestían de azul, con kepí de paño de igual color y cuellos y bocamangas lacres o
negros, con gran profusión de bordados y galones según la rama de pertenencia: infantería,
caballería y artillería.30
A pesar de ello, existían algunos batallones que lucían uniformes irregulares o de mala
calidad dada la situación financiera apremiante por la que atravesaba el país antes y durante la
contienda. Como señala Theodorus B. Mason, sobre la situación precaria de nuestro ejército
consigna que “los hombres estaban malamente uniformados y su calzado era tan
rudimentario que muchos de los regimientos habían recibido los cueros de los animales que
se sacrificaban para los ranchos para que se hicieran ellos mismos sus sandalias.”31
Con todo lo expuesto líneas anteriores, podemos resaltar el papel jugado por los miles
de indígenas que formaron parte del Ejército peruano, de esta masa novata, sin experiencia en
el manejo de armamento y menos en combate, con nulos conocimientos de instrucción
militar; se intentó conformar, instruir y organizar una fuerza preparada para la acción bélica.
Así, una vez obtenida la victoria naval chilena en Angamos, esto imposibilitó al gobierno
peruano de la utilización de transportes navales para sus tropas y en menor medida de
equipamiento militar desembarcado en puntos estratégicos. Entonces se recurrió cada vez más
a la guardia nacional y cuerpos militares enviados a la defensa del sur peruano y dando inicio
a la llamada “Campaña del Sur”.32
Debemos de considerar el tesón de las tropas peruanas, principalmente indígenas que
demostraran una abnegada y sacrificada acción en los desérticos parajes de Tarapacá, Tacna y

29
Roberto MENDOZA, En la penumbra del olvido,…p. 61.
30
Véase al respecto, Patricio GREVE y Claudio FERNÁNDEZ, Uniformes de la Guerra del Pacífico. Las campañas terrestres 1879-1884,
Leigh-on-Sea, Caliver Books, 2008.
31
Theodorus MASON, Guerra en el Pacífico Sur, Buenos Aires–Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1971, p. 196.
32
Se inicia formalmente con el desembarco y combate de Pisagua, el 2 de noviembre de 1879, después de la derrota en la “Campaña
marítima”. Se le llama “Campaña del Sur” (1879-1880), debido a que las principales acciones bélicas se desarrollaran en esta parte del país
y cuyo objetivo era resguardar la soberanía nacional frente a la invasión chilena; cabe resaltar la importancia de esta zona por la presencia de
las salitreras peruanas en Tarapacá. Comprende el combate de Pisagua y las batallas de San Francisco, Tarapacá, Los Angeles, Tacna y
Arica.

9
Arica. Como es de conocimiento general, el líquido elemento es vital para el abastecimiento
de los ejércitos en campaña, además del adecuado “rancho” para fortalecer el organismo y
seguir la marcha en busca del enemigo. Y en muchas ocasiones, las tropas tuvieron un rancho
bastante frugal debido a las duras condiciones de la campaña, destacándose el contingente
indígena por su resistencia a dichas vicisitudes. Sobre esto, “El Comercio” escribió de los
reclutas indígenas del Cuzco al mando de Cáceres en el sur lo siguiente:
Sus soldados, principalmente los reclutas indios con los cuales ha bajado del Cuzco, lo respetan y
quieren porque en las duras jornadas el coronel [Cáceres] es un soldado más, pero con mando. Un
puñado de maíz tostado; un pedazo de carne seca por el sol (Charqui), simplemente puesta al calor
de las brasas; y aún a veces, no más que unas cuantas papas endurecidas por el frío (Chuño) e
imperfectamente cocidas; un poco de agua hecha hervir con algunas hojas de coca; bastan para
conservar, en todo su vigor, esa organización de hierro, a la que dañan, más bien que favorecen,
los apetitosos manjares de la buena mesa. 33

Como dijimos, serán las tropas indígenas las que soportaran principalmente el rigor de
la guerra primero en el sur, luego en Lima y posteriormente en la sierra central del Perú.
Sobre las duras condiciones que tuvieron que soportar en su día a día, podemos consignar el
testimonio del sargento primero Francisco Medina Valdivia del batallón “Cazadores de la
Guardia” No 7, natural del Cuzco y quien señala como fue el repliegue de las fuerzas de
combate después de la batalla de Tarapacá y con rumbo a la ciudad de Arica:
Llegamos [a Arica] más o menos en ocho días, sufriendo todas las calamidades del hambre, sed y
desnudez, al extremo de habernos alimentado con nuestra propias ojotas [sandalias] y apagado la
sed con jingantones, habiendo perecido muchos de mis compañeros en el trayecto y otros en el
pueblo de Codpa de cólico a causa de haber comido peras en abundancia. 34

El diario chileno “El Independiente” a pesar de su tono crítico, nos relata con bastante
detalle las duras condiciones de vida que tuvieron que atravesar los soldados peruanos que
defendieron Arica, el 7 de junio de 1880:
Pero no se podía hacer patria con los soldados que tenían por casaca militar una miserable chapona
de bayeta o jerga y por zapatos unas ojotas chacareras; el kepí era un pedazo de cartón forrado en
género de diversos colores que ellos mismo habían fabricado. El capote no lo merecían, y solo dos
días antes de la batalla habían llegado de Arica unas cuantas piezas de castilla, con las cuales
apresuradamente se les había hecho unos capotes y mantas y frazadas para los enfermos. 35

Finalmente tenemos que dentro de los actores sociales de la guerra, las mujeres
indígenas vivieron al igual que los varones todas las penurias y sacrificios que surgen en toda
situación bélica. Durante la campaña militar, estas mujeres acompañaban a los ejércitos en sus
fatigosas marchas, algunas de ellas con un niño de pecho en la espalda, además de cargar el
bagaje militar y los utensilios de cocina necesarios para atender al soldado. Sobre la relación

33
El Comercio, del viernes 16 de noviembre de 1979.
34
Roberto MENDOZA, En la penumbra del olvido,…pp. 82-83.
35
El Independiente, del miércoles 30 de junio de 1880.

10
entre el soldado y la rabona, se señala que este podía ser su esposo, hermanos, hijo o nieto
enrolado en el ejército. Llamadas despectivamente con el adjetivo de “rabonas” por ir en la
cola del ejército, en medio del combate adicionalmente se les vio atendiendo a los heridos y
mitigando su sed. Otras veces pudo vérselas empuñando el rifle del soldado caído y cargando
a la bayoneta. Sobre lo anterior, el militar francés Albert Davin, contemporáneo de la guerra,
acerca del accionar de las rabonas antes y durante una batalla señala:
Ella carga el equipaje, los víveres, los cartuchos. En una palabra, el cuerpo de rabonas reemplaza la
intendencia, que existe aquí sólo en estado de proyecto (…) durante la refriega, estas Euménides
desenfrenadas, con ojos extraviados y con las manos y la cara ennegrecidas por la pólvora, disparan
contra el enemigo; luego, arrojando el arma por inútil a causa de la falta de municiones, se
precipitan a la carga con la navaja en la mano.36

Existían, además, “proveedoras” o “vivanderas”, pequeñas comerciantes populares que


suministraban alimentación a cambio de un pago. La función de las “proveedoras” tenía una
obvia razón lucrativa. La actividad de estas mujeres no estaba ligada a la exclusiva
dependencia del soldado y tenía “cierta libertad de acción, ejerciendo el comercio entre
todos aquellos que pudieran pagar por sus servicios”. 37

[Imagen 3] Rabonas preparando el rancho a los soldados en Arica38

36
Albert Davin, Chile y Perú en tiempos de la Guerra del Pacifico, Santiago, Editorial Planeta Chilena S.A., 1992, p. 78.
37
Felipe CASANOVA, Alberto DÍAZ y Daniel CASTILLO, “Tras los pasos de la muerte. Mortandad en Tacna durante la Guerra del
Pacífico, 1879-1880”, Historia, Santiago, 2018, No 50 Vol. II, pp. 413.
38
Pintura titulada “Heroínas anónimas” de Killa Enriquez Quicaña (Ayacucho), obteniendo el 2o Puesto en el “I Concurso Pictórico "Juan
Lepiani Toledo".

11
[Cuadro 1] Batallón “Junín” No 13 39
Cantinera Soldado a quien pertenece
Facunda Rojas Sgto.1º.Pedro Salazar
Santos Soto Sgto.2º.Emilio Madrid
Manuela Valdivia Sgto.2º.Matías Soto
Juana Vilchez Cabo.1º.Pedro Huamán
Atanasia Baldeón Cabo.2º.Santos Jiménez
Epifania Espinoza Soldado. Gregorio Porras
Ramona León Soldado. Menico Córdova
Fidela Aguilar Soldado. Gregorio Yauvu
Juana Salinas Soldado. Juan Arias
Paula Quispe Sgto.1º.Miguel Palomino

En otras ocasiones pude vérseles formando parte de las ambulancias civiles de la Cruz
Roja peruana o de su equivalente militar boliviana en donde prestaron eficaces servicios
aminorando los estragos que la guerra en su dinámica destructiva dejaba en los campos de
batalla. De este modo, cientos de heridos peruanos, bolivianos y chilenos fueron cobijados
bajo el pendón de la Cruz Roja y atendidos por esta sacra institución; amparados en la
neutralidad de esta institución y los postulados de la Convención de Ginebra de 1864 y 1868,
al cual estaban adheridos los tres países en guerra respectivamente: Perú, Chile y Bolivia. 40

2. “AD PORTAS DE LA CIUDAD DE LOS REYES”: PARTICIPACIÓN


INDÍGENA DURANTE LA CAMPAÑA DE LIMA (1880-1881).-

Posteriormente al adverso resultado de las primeras campañas de la Guerra del Pacífico,


las fuerzas peruanas demandaron una mayor participación de nuevos combatientes, teniendo
en cuenta que el ejército de línea peruano y boliviano había sido casi aniquilado en los
campos de Tacna y Arica. Es así que estos acontecimientos dieron apertura a la tercera etapa
de la guerra, conocida comúnmente como la “Campaña de Lima”41, debido a que el conflicto
según la pluma del historiador chileno Gonzalo Bulnes42:
No podía terminar de un modo que satisfaciera las aspiraciones de Chile sino ocupado Lima. El
Perú no se sometería a la amputación de la parte más valiosa de su suelo sino cuando estuviera

39
Relación del Batallón “Junín” No 13, suscrita por Daniel S. Vélez en La Punta, el día 4 de diciembre de 1880. Información encontrada
en, Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, La Resistencia de la Breña, T. I, Lima, Ministerio de Guerra, 1981, pp. 144-145.
Véase que en la relación de soldados puede observarse la presencia de la rabona, consignada en este documento oficial como “cantinera”.
40
Al respecto véase, Aramis LÓPEZ, “En la línea de fuego: La Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza, 26 de
mayo de 1880”, Revista de Historia Republicana y Humanidades MOTVS, Lima, 2017, No 1, pp. 185-208.
41
Se inicia formalmente con la “Expedición Lynch”, operación de desembarco de un contingente de fuerzas chilenas encargadas de
hostilizar a los puertos del norte peruano y con una duración de aproximadamente dos meses, del 4 de setiembre al 1 de noviembre de 1880.
Esta como operación preliminar al desembarco total de efectivos chilenos, el 19 y 22 de diciembre del mismo año en las proximidades de
Lima, con un total de 28970 hombres. Para que posteriormente se den las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y Miraflores (15 de
enero de 1881), que consolidan la derrota peruana y la ocupación de la capital.
42
Gonzalo BULNES, Guerra del Pacífico. De Tarapacá a Lima, T. II, Valparaíso, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1914, p. 430.

12
dominado en todas sus partes vitales, cuando no le quedara un solo ejército con qué combatir ni
recurso de qué echar mano.

Con la inminente empresa chilena de atacar Lima, la defensa de la ciudad capital debía
hacerse con los reducidos contingentes militares “profesionales” y sobrevivientes de la
desastrosa campaña en el sur peruano, además de milicias improvisadas por armar para la
pronta campaña bélica. De este modo, llegamos a mediados de 1880 y era claro que la
definición de la guerra se jugaría en la ciudad de Lima43 y para defenderla se echó mano de
todos los recursos tanto económicos y humanos que fueran posibles. Es aquí donde
nuevamente, el contingente indígena ejercerá un papel importante en la defensa de la ciudad
capital, siendo extraído violentamente de sus comunidades y algunos de ellos con un vago
conocimiento de las razones de la guerra. Como magistralmente lo considera el historiador
Nelson Manrique, aún en esta etapa el campesinado seguía siendo el objeto pasivo de los
hechos desencadenados en territorio nacional, y fue a su vez:
Embarcado en la defensa de objetivos que le eran ajenos; transportado como ganado a tierras
desconocidas para combatir contra enemigos tan extraños como podían serlo los propios oficiales
del ejército en el cual fue encuadrado y de quienes lo separaba la barrera lingüística; lanzado como
carne de cañón a morir por ideales que, en la situación, poco o nada podrían decirle, se le envió a
combatir en San Juan y Miraflores.44

Entonces llegan a la capital, miles de indígenas enrolados a la fuerza y a los cuales se


les dio una preparación militar muy escasa para enfrentarse a un ejército veterano como el
chileno después de las campañas militares anteriores. Pero más escasa aún era su conciencia
cívica, pues para muchos de ellos la palabra “Perú” no significaba una patria que defender ni
mucho menos una nación por la cual sacrificarse, como señala Oswaldo Holguín:
esos hombres eran peruanos por que habían nacido y vivían en el Perú, pero no porque fueran
ciudadanos o tuvieran idea de la nacionalidad. No había sido incorporados con respeto a su cultura
y derechos, ni sin él, a la República Peruana, de la cual solo tenían conceptos vagos y poco
motivadores, mientras que el recuerdo de la leva y otras obligaciones que el Estado les exigía,
pesaba gravemente en sus conciencias llevándolos a no sentir como suyo el conflicto que el Perú
sostenía con un país mejor preparado cívica y nacionalmente. 45

Siendo este el motivo que acrecentó la desconfianza de los miembros de la élite limeña
que no confiaban en un adecuado desempeño militar indígena. Y esto sumado al prejuicio

43
Al respecto véase, Enrique FLORES, “Génesis de la Campaña de Lima durante la Guerra del Pacífico 1879-1883”, Revista BIRA, Lima,
2004, No 32, pp. 195-222; Rafael MELLAFE, Las batallas por Lima, Santiago, LEGATUM editores, 2016; Oscar FERREYRA, El soldado
desconocido, Lima, Universidad San Martín de Porres, 2008; Jorge ORTIZ, Apuntes sobre la batalla de Miraflores 15 de enero de 1881,
Lima, La Casa del Libro Viejo, 2014; Celia WU, Testimonios británicos de la Ocupación chilena de Lima-enero de 1881, Lima, Editorial
Milla Batres, 1986; Margarita GUERRA MARTINIÉRE, La ocupación de Lima 1881-1883. El gobierno de García Calderón, Lima, Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991; Carmen MC EVOY, Chile en el Perú. La ocupación a través de sus
documentos 1881-1884, Lima, Fondo Editorial Congreso de la República, 2016.
44
Nelson MANRIQUE, Las guerrillas indígenas en la Guerra…, p. 59.
45
Oswaldo HOLGUÍN, “El indio valeroso en la Posguerra con Chile”, en Oswaldo HOLGUÍN et. al. La República de papel. Política e
imaginación social en la prensa peruana del siglo XIX, Lima, Fondo Editorial Universidad de Ciencias y Humanidades, 2009, p. 241.

13
racial hacia los indígenas y la barrera lingüística46; los que se convirtieron en factores
decisivos para que muchos de estos fueran lanzados como carne de cañón a defender a una
ciudad y nación que los excluía.
[Imagen 4] Recluta huancaíno con su rabona47

En base a lo afirmado se entienden expresiones como la de Ismael Portal, joven testigo


de las batallas de San Juan y Miraflores, quién sobre los soldados para la defensa consignó:
“Más de ocho mil soldados que podían inspirar confianza, no contábamos en Lima; porque
los restantes eran infelices indios traídos a lazo, que no conocían el castellano y les causaba
espanto una detonación de rifle”.48
O expresiones de extranjeros como Felipe Santini y del teniente inglés Carey Brenton.
El primero en su memoria de viaje en la corbeta Garibaldi señala sobre el contingente
indígena en el ejército peruano: “pobremente vestidos, con calzado miserable, y con tan mal
olor que repelían a la gente, entraron en batalla no inspirados por la noción de cumplir su
deber de consciencia o patriotismo, [sino] por temor a ser apaleados”.49

46
Recordemos que muchos de los indígenas reclutados eran quechuahablantes mientras los oficiales de ejército por lo general desconocían
la lengua aborigen y sólo hablaban el castellano. Esto ocasionó como dijimos una “barrera lingüística” entre ambos.
47
Pintura del artista Hugo Alegre.
48
Oswaldo HOLGUÍN, “El indio valeroso en la Posguerra…, p. 241.
49
William SATER, Tragedia Andina…, p. 65.

14
Y el segundo, siendo teniente militar inglés y observador militar adjunto al ejército
peruano antes de las batallas de San Juan y Miraflores, haciendo un análisis de los soldados
peruanos señala:
Por lo general los soldados son indios que no saben otro idioma que el suyo. Como están
acostumbrados únicamente a tareas agrícolas, no son de naturaleza belicosa (…) La mayoría de
oficiales, especialmente los de rangos superiores, son descendientes de los antiguos colonizadores
españoles y por ello tienen bastante poco común [no tienen nada en común] con sus hombres. (…)
aunque el soldado peruano lanza invariablemente el grito de “¡Viva el Perú!”, ya sea antes de
atacar o antes de huir del enemigo, es probable que no conozca su significado y grite meramente
porque se le ha ordenado hacerlo.50

En estos casos, las palabras del historiador Heraclio Bonilla, son claras al enunciar que
durante el proceso independista, la población indígena “había sido marginada de la
construcción de la nación peruana; en 1879 se le convocaba para defender la patria en
peligro. Luego de seis décadas, ¿era posible esperar que los indios pasaran de la exclusión al
compromiso?” 51
Por otro lado, Manuel González Prada (1915), quién participó en la defensa de Lima,
nos muestra un panorama terrible hacia el trato que recibían los indígenas dispersos luego de
la batalla de San Juan:
Los pocos dispersos recogidos y llevados al Pino ofrecían un aspecto lamentable. Algunos pobres
indios de la sierra (morochucos, según me dijeron) llevaban rifles nuevos, sin estrenar; pero de tal
modo ignoraban su manejo que pretendían meter la cápsula [bala] por la boca del arma. Un
coronel del ejército se lanzó a prodigarles mojicones, tratándoles de indios imbéciles y cobardes.
Le manifesté que esos infelices merecían compasión en lugar de golpes. No me escuchó y quiso
seguir castigándoles.52

Si bien dadas las circunstancias complejas ya expuestas sobre el soldado indígena


peruano en la campaña por la defensa de Lima, justifican su accionar, tenemos que tener en
cuenta a aquellos soldados indígenas sobrevivientes a las campañas anteriores y que tendrán
nuevamente un destacado accionar o a los tantos miles de indígenas levados a la fuerza y que
a la hora del “bautizo de fuego”, supieron cumplir con su deber de soldado. Al respecto, será
José Torres Lara, soldado del batallón “Concepción” No 27 quién nos comparta este extracto
de la discusión entre un oficial peruano que hablaba de manera despectiva de la poca
confianza que le merecían los “serranos”, a lo cual Porfías, compañero de armas de Torres le
responde:
- Sí, le dijo, muchos correrán, porque no les importa nada la capital de los viracochas que les
insultaban cuando no pueden…cuando tienen miedo de hacerles algo peor: pero los serranos que
sabemos que estamos defendiendo la Patria…yo quisiera saber si les da U. siquiera á la rodilla. U.

50
Celia WU, Testimonios británicos de la Ocupación…, p. 92.
51
Heraclio BONILLA, Un siglo a la deriva. Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1980, p. 213.
52
Alberto ULLOA, Apuntes de un reservista sobre las jornadas de 13 y 15 de enero de 1881. Lo que yo ví, Lima, Vhsv Publicaciones S. L,
2017, p. 84.

15
que tan valiente es…con la boca; - y le volvió la espalda sin hacer más caso que el desprecio
merecido de las palabras de T.53

Y finalmente el mencionado Torres Lara, legitima lo mencionado por el soldado


Porfías, cuando afirma que:
He visto en efecto confirmadas las palabras de Porfías, muchos de esos indios sin concepto alguno
patriótico, sin sentir las necesidad de exponer su vida por lo que no existe para ellos, han huido de
la muerte en cuánto les ha sido posible libertarse de la fuerza que los obligaba á arrostrarla; pero
muchos, también conscientes de lo que hacían, muchos de estos indios de cara mansa y apacible,
los que he visto magníficos en el combate, y recibir heroicos un balazo en el pecho ó en la frente, ó
caer atravesado por una bayoneta enemiga”. 54

[Imagen 5] Batalla de San Juan y Chorrillos, 13 de enero de 188155

53
José TORRES, Recuerdos de la Guerra con Chile: Memorias de un distinguido, La Batalla de San Juan, Lima, Imprenta y Librería de C.
Prince, 1911, p. 68.
54
José TORRES, Recuerdos de la Guerra con Chile…, p. 69.
55
Pintura del artista Hugo Alegre.

16
3. “LA GUERRA DE GUERRILLAS”: PARTICIPACIÓN INDÍGENA DURANTE
LA CAMPAÑA DE LA BREÑA (1881-1883).-

Finalmente, con la caída de la capital peruana luego de las derrotas en San Juan y
Miraflores en enero de 1881, será el general Andrés Avelino Cáceres quién a raíz de los
desastres decide internarse en la sierra peruana y continuar la resistencia contra el invasor.
Aprovechando las condiciones defensivas que ofrecía la región y en la cual era factible una
resistencia pertinaz que obligaría al enemigo a malgastar sus energías y moderar sus
ambiciones, teniéndole a raya en la zona costera que ya ocupaba.56
Para lo cual, según lo mismo enunciado por Cáceres, se propuso iniciar una “guerra en
pequeño” o “de guerrillas”, la cual le proporcionaría el tiempo necesario para formar y
adiestrar las primeras tropas. Y una vez que estas tuvieran el suficiente volumen y
consistencia más o menos regular, “adoptaría formalmente la defensiva, dentro del marco de
una “estrategia de desgaste”, hasta alcanzar la fuerza indispensable para pasar en una
oportunidad propicia, a una vigorosa contraofensiva que pudiera darnos el triunfo o las
ventajas apetecidas”. 57
[Imagen 6] El Ejército de la Breña 58

56
Véase al respecto, Andrés CÁCERES, Memorias de la Guerra del 79, Lima, Biblioteca Militar del Oficial No 40, 1973.
57
Andrés CÁCERES, Memorias de la Guerra…, p. 97.
58
Colección de la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú.

17
Dándose inicio a la llamada “Campaña de la Breña”59, en la cual Cáceres y sus
partidarios dedicaron mucho tiempo y energía. Ellos recorrieron las comunidades y pueblos
de las provincias de Jauja y Huancayo, exhortando a los habitantes de la región, incluso en
español y en quechua, a contribuir con recursos, enrolarse de voluntarios para un nuevo
ejército regular; además de formar bandas guerrilleras. Apoyándose así en pequeños
comerciantes, campesinos ricos e incluso curas de parroquia con conexiones en el
campesinado, por ello “los caceristas intentaron en efecto construir un frente nacionalista
pluriclasista, que debía mantenerse unido a través de vínculos personales y de clientelaje, así
como por la común amenaza de la ocupación chilena.”60
Serán nuevamente los indígenas, quienes participarán de manera directa en las acciones
desarrolladas por las fuerzas de Cáceres en la zona andina, principalmente en la sierra central
del país. Sobre la organización de las guerrillas indígenas se recomendaba que debieran
organizarse en partidas de pocos hombres, el jefe debía ser escogido entre las personas de
mayor prestigio en el poblado, una vez elegido el jefe de cada partida, este elegía a sus
comandantes y los subordinados adscritos a cada grupo debían guardar severa obediencia
hacia su jefe.61 Y en lo tocante a las acciones guerrilleras las instrucciones era precisas:
1o rapidez en los movimientos; 2o hostigar al enemigo en varias direcciones y en los lugares
debidamente elegidos; 3o atacar, dispersarse y volver a reunirse rápidamente; 4 o avanzar de noche y
descansar de día; 5o no ofrecer combate formal si no está en posición favorable y en superioridad
numérica; 6o los ataques deben hacerse de sorpresa y con precisión; 7 o la iniciativa en las acciones
debe ser responsabilidad del jefe; 8o las partidas de guerrilleros debían dar buen trato a la
población civil para ganarse el apoyo y la estima del pueblo. 62

Los indígenas formaron parte de la tropa regular de Cáceres, de las guerrillas formadas
en sus comunidades y desplegaron diversas funciones en la campaña militar andina. Podemos
destacar por ejemplo a las guerrillas de comunidades como Acoria, Colcabamba, Huando,
Acostambo, Pillichaca, Huaribamba, Pampas, Pasos y Tongos.
En cuanto a la vestimenta de los soldados del Ejército regular de Cáceres, estos usaron
uniformes de tocuyo azul, pero ante la imposibilidad y por razones económicas, en algunos
casos vistieron modestamente; pero con un distintivo característico: portar una cinta

59
También conocida como “Resistencia Nacional”, comprende desde mediados de 1881 hasta julio de 1883. En la cual participa el ejército
regular formado por Cáceres y sus hombres enviados a las localidades buscando su adhesión, además de las “guerrillas” o “montoneras”
indígenas que en conjunto hostilizaban al enemigo en la invasión a la región andina peruana. Para aplastar el foco de resistencia, el comando
chileno envía tres expediciones respectivamente: Letelier, Del Canto y Arriagada. Sólo por destacar algunos hechos de armas de victoria
peruana en esta campaña tenemos: Pucará, Marcavalle y Concepción. Esta campaña militar culmina con la batalla de Huamachuco, el 10 de
julio de 1883, donde las fuerzas peruanas son derrotadas.
60
Florencia MALLON, “Coaliciones nacionalistas y antiestales en la Guerra del Pacífico: Junín y Cajamarca, 1879-1902”, Florencia
Mallon et. al. Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes, siglos XVII al XX, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1990, p.
226.
61
Véase, Roman ROBLES, “La Resistencia Campesina y el Folklore”, Roman ROBLES et. al. La Guerra del Pacífico (1986), Vol. II,
Lima, Dirección Universitaria de Biblioteca y Publicaciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
62
Roman ROBLES, “La Resistencia Campesina y el…, p. 200.

18
encarnada roja en los sombreros y una cubrenuca blanca. Sobre el armamento portado eran los
fusiles sobrantes de las anteriores campañas y las armas recopiladas por las tropas en las
comunidades. Mientras las guerrillas no vestían un uniforme específico y estaban armadas de
algunos pocos fusiles y en su mayoría de lanzas, cuchillos, mazas y hondas. En determinados
casos optaron por despeñar grandes rocas de los cerros para atacar al enemigo de sorpresa y
desde las alturas. También se destacaron armando trincheras, cortando puentes de acceso y
espiando.
[Imagen 7] Guerrillero peruano armado 63

Sólo por destacar una acción de las guerrillas indígenas, citaremos el caso de Comas, el
2 de marzo de 1882. En el cual, los campesinos de la comunidad hicieron un excelente uso de
la geografía accidentada del terreno y se batieron con el enemigo 64 parapetándose en las
alturas del desfiladero de Sierralumi. Desde allí los guerrilleros comenzaron a despeñar las
grandes rocas de los cerros colindantes al desfiladero, entonces el enemigo chileno desde
abajo se convirtió en un blanco fácil de la furia campesina. Mientras desde abajo, algunos
guerrilleros apostados y con algunos pocos fusiles continuaban el ataque, dejando el saldo de

63
Colección de la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú.
64
Antes, el enemigo había solicitado a la comunidad de Comas que a su regreso debían tener preparado un rancho abundante además de una
cuota de mujeres vírgenes.

19
15 soldados muertos, armas, uniformes y ganado vacuno que los chilenos habían robado de
una hacienda cercana.
Pero será ciertamente el combate de Concepción (Del 9 al 10 de julio de 1882), el peor
revés recibido por Chile de manos de la resistencia. En el cual un destacamento chileno, nos
referimos al Batallón 6o de línea “Chacabuco” y al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto,
fue exterminado por la acción coordinada de fuerzas regulares y guerrilleras al mando del
coronel Juan Gastó en un combate que duró 17 horas. Este raudo combate produjo el
ensañamiento de los guerrilleros con los soldados muertos, descuartizándolos y/o decapitando
los cuerpos, todo esto apelando a los grandes agravios perpetrados por los soldados chilenos
en la región.
[Imagen 8] Combate de Concepción, 9-10 de julio de 1882 65

Además es resaltable, el aporte de la mujer indígena en la resistencia, quien se presentó


como espía en los campamentos del enemigo aparentando ser vendedora y no hablar
castellano, disparando un fusil, siendo jefa guerrillera66, trenzando la honda, despeñando
piedras de los cerros, alzando un rejón frente al invasor e incluso envenenándolos. Sobre esto

65
Blog de Jonatan Saona: http://gdp1879.blogspot.cl/
66
Sólo por citar algunos casos tenemos a Leonor Ordoñez quien organizó la resistencia en Huancaní, el 22 de mayo de 1882, donde se
enfrentan 41 guerrilleros bajo su mando contra las fuerzas invasoras chilenas. Y Joaquina de Ávila de Lindo, quien organiza la resistencia de
Sicaya, Huancayo contra las fuerzas chilenas invasoras el 18 de abril de 1882.

20
último tenemos el caso de mujeres que pusieron raíces venenosas a la comida y a la bebida
antes de dárselas al enemigo. Mucha de esta información está vigente en la memoria colectiva
de las comunidades indígenas, quienes a través de sus testimonios revelan datos sumamente
interesantes para dar nuevas luces de este conflicto:
Mientras los chilenos degustaban de algunos alimentos proporcionados por ella, echó a dichos
depósitos de chicha raíces venenosas. Cuando estuvo lista la bebida, aprovechando de la sed de los
invasores, les dio de beber no sin antes beber ella primero tal como le indicó el jefe de aquella
partida. Sucedió que ella murió pero también la totalidad de dichos soldados. 67

Con relación a la participación y heroísmo indígena, Antonia Moreno, esposa del


general Cáceres y quien participó de manera activa en la resistencia, tendrá las siguientes
palabras:
¡Vieja raza noble, que tan bien sabía comprender la grandeza del deber y del honor! Siempre
estuvieron listos a luchar valientemente contra el opresor, sin más defensa que sus primitivas
armas. Los departamentos del Centro del Perú son dignos de toda admiración. Ellos soportaron,
con la más grande abnegación y coraje, todo el formidable peso de esa epopeya de La Breña, que a
fuerza de heroísmo y sacrificio dejó muy limpio y alto el pendón del Perú. Como peruana y testigo
de sus grandes hechos quiero dejar una palabra de cariñosa gratitud a esos queridos indios de las
sierras andinas del Centro.68

[Imagen 9] Guerrilleros peruanos en la Batalla de Chupaca, 19 de abril de 1882 69

67
Testimonio oral a Francisco Salas, poblador de la región efectuado en Higueras, Huánuco 20 de agosto de 1983. Efectuada por la
Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú.
68
Antonio MORENO, Recuerdos de la Campaña de la Breña, Lima, Biblioteca Militar del Oficial No 41, 1976, p. 81.
69
Colección Particular del autor.

21
En definitiva, el tema de la “cuestión nacional” en el campesinado indígena que
participa durante la Campaña de la Breña fue un tema ampliamente abordado por
historiadores como Favre70, Manrique71, Mallon72 y Bonilla73 respectivamente. Sobre el tema
mencionado, Hugo Pereira Plasencia, nos da nuevas luces sobre el notable afloramiento de un
sentimiento de patria que si bien no estaba totalmente maduro, podía considerarse perfilado:
No obstante, en contextos distintos, la idea de Patria apareció también disociada de agresivos
contenidos de clase y más bien envueltos en ropaje de paternalismo. En otros casos,
probablemente mayoritarios (…) la idea de Patria estuvo asociada a la defensa de la comunidad, de
las chacras, de los animales, de la región geográfica inmediata y de la seguridad de las mujeres. La
invasión chilena había puesto en peligro todo el equilibrio de la vida cotidiana, así como la
existencia misma de los habitantes, lo que determinó la movilización de los campesinos y su
cooperación con las fuerzas de Cáceres. Otras situaciones reflejaron un uso más bien superficial y
retórico de la idea de Patria, con un lenguaje “prestado”, y que probablemente ocultaba rivalidades
de clase, sobre todo con el sector terrateniente, o simples pulsiones delincuenciales expresadas en
el deseo de prolongar indefinidamente el desorden de la guerra para lucrar de él. Finalmente, en el
nivel más bajo, por lo general correspondientes a zonas más atrasados y alejadas, encontramos
casos de ausencia de sentimientos de Patria acompañados de odios étnicos ciegos contra lo blanco
y lo occidental, fuese peruano o extranjero.74

Para finalizar esta campaña militar, fue la derrota en Huamachuco, ocurrida el 10 de


julio de 1883 entre las fuerzas del general Cáceres y el Ejército de Chile comandado por el
coronel Gorostiaga; la que dio una estocada final a la resistencia peruana. Después de esta
Cáceres se repliega a Ayacucho buscando organizar un nuevo ejército para oponerse a las
tropas chilenas, pero es la firma del Tratado de Ancón75 por Miguel Iglesias y la caída del
régimen peruano en Arequipa76 lo que consolidó la derrota peruana en la guerra.

70
Henri FAVRE, “Evolución y situación de las haciendas en la región de Huancavelica”, Revista del Museo Nacional, tomo XXXIII, Lima,
1964.
71
Nelson MANRIQUE, Las Guerrillas indígenas en la Guerra…, p. 59.
72
Florencia MALLON, “Coaliciones nacionalistas y antiestales…, pp. 219-260.
73
Heraclio BONILLA, Un siglo a la deriva. Ensayos sobre…, pp. 210-213.
74
Hugo PEREYRA, Andrés A. Cáceres y la Campaña de la Breña (1882-1883), Lima, Asamblea Nacional de Rectores, 2006, p. 182.
75
Oficialmente Tratado de Paz y Amistad entre las repúblicas de Chile y del Perú, fue firmado por los representantes de Chile, Jovino
Novoa Vidal, y el Perú, José Antonio de Lavalle, el 20 de octubre de 1883. De los 14 artículos del tratado, el primero restablece la paz, en el
segundo Perú cede a Chile perpetua e incondicionalmente el dominio sobre el departamento de Tarapacá y en el tercero determina la
ocupación chilena durante el término de diez años de las provincias de Tacna y Arica. Expirado ese periodo, se organizaría un plebiscito para
determinar la nacionalidad de éstas y otras concesiones. Dicho plebiscito fue realizado en 1929, con el resultado de la reincorporación de la
provincia de Tacna a soberanía peruana y la pérdida de Arica e incorporación oficial a Chile, esto con ocasión de la firma de un nuevo
tratado conocido como el Tratado de Lima, firmado en esta ciudad, el 3 de junio del mismo año.
76
Dándose el 25 de octubre de 1883, en el cual una revuelta popular y militar depone el gobierno de Lizardo Montero en Arequipa quien se
retira a La Paz, con lo cual tropas chilenas al mando de José Velásquez ocupan la ciudad. Al respecto véase, Julio ABANTO, El Congreso
de la República durante la ocupación chilena. Chorrillos, Ayacucho, Cajamarca y Arequipa 1881-1883, Lima, Ediciones del Rabdomandte;
Daniel PARODI, La laguna de los villanos. Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico 1881-1883. Lima, IFEA-Fondo
Editorial PUCP, 2001.

22
CONCLUSIÓN

Podemos ver que la narración histórica en torno a la Guerra del Pacífico nos muestra un
discurso oficialista que propugna a los grandes personajes, dejando en un segundo y
prácticamente invisibilizada la participación de la población indígena, constituyendose por
ello en una asignatura pendiente para la investigación. Por ello resaltamos la importancia de
abordar la guerra desde los actores sociales directos que tuvieron implicancia en el conflicto,
en este caso los indígenas peruanos. Los cuales reconstruyeron desde su perspectiva personal
las vivencias y experiencias en campaña que esta presente las cartas, memorias, crónicas y
diarios de campaña escritos por los veteranos de dichos países, corresponsales de campaña u
observadores militares extranjeros. Y a partir de esta multiplicidad de voces contenidas en los
registros escritos se trató de aproximar a la dimensión humana de la Guerra de 1879,
accediendo a temáticas que escapan de las relacionadas con la conducción político-militar del
conflicto y dan paso a las vivencias y al sentir de los individuos que participaron de ella.
Mostramos como la población indígena tuvo una participación creciente a lo largo de toda la
Guerra del Pacífico durante las campañas militares desplegadas por el frente bélico peruano:
Campaña del Sur (1879-1880), Campaña de Lima (1880-1881) y Campaña Breña (1881-
1883). Donde la población indígena por ser mayoritaria fue el blanco del reclutamiento
forzado en las dos primeras campañas militares, sin embargo no se puede negar que una parte
de esta se enroló voluntariamente para tomar parte en algún batallón disponible. No obstante
será en la Campaña de la Breña, donde el indígena peruano tendrá una participación
gravitante en la tropa regular y guerrillas que confrontaban al invasor chileno en territorio
andino. Adicionalmente incidimos que las mujeres indígenas no estuvieron exentas de
padecer todas las penurias y sacrificios que surgen en toda situación bélica, siendo rabonas
detrás de los ejércitos, empuñando un fusil, siendo espías, jefas guerrilleras e incluso
envenenando a las tropas chilenas.

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