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ARTÍCULO DE OPINIÓN: ‘LA EDUCACIÓN ES LA BASE DE LA IGUALDAD’

Todo cambio social pasa por la educación. La sociedad que queremos se gestará en la escuela
que construyamos y se fundamentará en la educación que ofrezcamos. Si queremos una
sociedad desigualitaria, injusta, regresiva, con oportunidades para una minoría; si queremos una
sociedad individualista, con escasas convicciones democráticas, solo tendremos que olvidarnos
de la educación; pero si queremos una sociedad en progreso, en que todas las personas sean
iguales y, consecuentemente, tengan las mismas opciones para realizar sus sueños, una sociedad
justa, solidaria y cohesionada, el conjunto de nosotros y nosotras estamos convocados a la tarea
de educar.

Los proyectos educativos del Gobierno del Ecuador son un guion en que cada miembro de la
ciudadanía tiene un papel que desempeñar para poner, en la escena de la realidad, el desarrollo
y el bienestar. Debemos participar, porque, de eso, depende el éxito del proyecto.

Pero la educación no es solo una responsabilidad social y moral colectiva, sino que es también
un derecho cuyo ejercicio debe prolongarse a lo largo de toda la vida. De acuerdo con esta
convicción, es imprescindible posibilitar una escolarización desde edades tempranas que se
extienda, como opción, a lo largo de todo el itinerario vital, para que cualquiera que así lo
decida, se reincorpore al sistema en busca de un nuevo impulso para sus expectativas y anhelos.

Por otra parte, parece evidente que los dictados éticos de nuestro tiempo nos impulsan a
preconizar y a proteger la igualdad como principio, a crear un marco de respeto y de atención
a la diversidad, a la calidad entendida como el mayor grado de exigencia en los estándares de
cada uno de los aspectos que conforman nuestro proyecto, siempre y cuando esos indicadores
alcancen a todas las personas, sin distinción.

La institución escolar, en definitiva, debe ser concebida no solo como un centro de aprendizaje,
sino también como una comunidad de convivencia, donde la resolución constructiva de los
conflictos, el respeto a la diferencia, la interculturalidad y la participación activa en la
construcción de un clima de concordia deben ser las líneas directrices.

No debemos perder de vista, en ningún momento, que es, también, una responsabilidad
colectiva de nuestro tiempo cooperar para remover los obstáculos, para poder franquear las
fronteras con libertad y sin perjuicio de la seguridad de todos y de todas. Por ello, la primera
barrera que debe ser derribada es la de la comunicación, para lo que es imprescindible que la
educación otorgue protagonismo al aprendizaje de otras lenguas distintas de la lengua madre.

No olvidemos, ni por un instante, que, si la escuela es la segunda instancia de socialización, tras


la familia, el mundo del trabajo es un ámbito que representa un capítulo clave en la inserción
social y en el respeto y el ejercicio de la dignidad de las personas. También en esta esfera, la
educación tiene una respuesta importante que ofrecer a través de la Formación Profesional.

Tenemos, en suma, un número de desafíos por afrontar que coincide con el número de personas
que vivimos en Castilla-La Mancha, pero todos ellos serán superados si empleamos, para ello,
la educación, porque, hoy, más que nunca, la educación es la base de la igualdad.

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