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Tengo cierta simpatía por el ateísmo y los ateos. Hasta me parecen necesarios
para que los creyentes no nos acurruquemos en imágenes de Dios.
Es como si dijera: “yo no existo”, “yo no estoy viviendo”, “yo no soy/no estoy siendo”.
Quien afirmaría eso – más allá de aconsejar una visita con un especialista –
igual estaría en el ámbito mental/racional.
El “Dios” que Hawking negaba estaba demasiado cerca para que lo pudiera
ver: latía en su corazón y su cuerpo herido, respiraba en su débil respirar, y
pensaba en su maravillosa mente.
Este es el único Dios verdadero. Este Dios no necesita ser creído, necesita ser
visto y experimentado. Cuando la mente calla, Dios aparece.
Cuando la mente calla, la Vida aparece: esa Vida es Dios. Esa Vida que se
manifiesta en el Universo entero con sus misterios y sus leyes y en el florecer
de la más humilde flor. La única y mismísima Vida. El único y mismísimo
Dios.
Dios justamente no es una “idea” y todo dios que sea pensado es un dios
inventado o una pura imagen.
Aparece la pura conciencia del ser – el “Yo Soy” de Jesús – detrás de la cual
no nos es dado llegar. La conciencia de ser que siempre está intacta, pura,
presente, gratuita. En este mismo instante – si se detiene tu mente – te podrás
dar cuenta de la conciencia de ser: estás siendo. Eres. De esto a oler a Dios el
paso es muy corto. Silencio…
No se cuida de sí misma.
Ni le importa si la ven.”