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Cuando las voces se levanten para juzgarte, les probarás que están equivocadas (Isaías
54:17) reconociendo lo que te pertenece por medio de Cristo Jesús, y permaneciendo
firme. Las palabras pueden ser utilizadas como armas en tu contra, sin embargo, si no
las aceptas, no prosperarán (2 Corintios 10:4-5).
«Pero si no te hace caso, haz que te acompañen uno o dos más, para que todo lo que se
diga conste en labios de dos o tres testigos»
(Mateo 18:16)
Recuerdo a un hombre que me pidió que orara por él, y le dije: “La Palabra dice que
eres sano”. El hombre me interrumpió y dijo: “Sí, yo sé que dice eso, pero tengo este
terrible dolor aquí…”.
Lo miré a los ojos y le dije otra vez: “La Palabra dice que por la llaga de Jesús fuimos
sanados”. “Lo sé” —respondió él—, “pero tengo este terrible…”.
Sacudí mi cabeza en forma negativa y le dije: “Escúchame, la Palabra dice que estás
sano”. Se sonrojó y dijo: “Sé lo que dice, pero tengo este…”.
Cuando se tranquilizó, le dije: “Mira, tú quieres que esté de acuerdo contigo y estás
enojado porque no lo estoy; pero si lo hago, podrías morir. Ahora bien, si te pones de
acuerdo conmigo y con la Biblia, podremos lograr que recibas tu sanidad”.
De repente, lo entendió. Sus ojos se iluminaron: “¡Oh, alabado sea Dios! Comprendo lo
que quiere decir. Entonces, ¡estoy de acuerdo con la Palabra de Dios!”.
¿Puedes verlo? Él recibió la sanidad cuando estuvo de acuerdo con Dios. Pudo haber
recibido la sanidad en su habitación, mientras manejaba o en cualquier otro lugar. Pudo
haberla recibido en el momento que decidiera ser el testigo decisivo.