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“NO HAY PROPIEDAD SOBRE LA LEGISLACIÓN”

1. No hay propiedad sobre una legislación existente al


momento de iniciar una actividad

El año 2012, (Rol N° 2069) el TC resolvió rechazando un


requerimiento de inaplicabilidad deducido por Empresa Eléctrica de
Atacama S.A. respecto del inciso final del artículo 41 del DFL N° 850, de
1997, del Ministerio de Obras Públicas, que fija el texto refundido,
coordinado y sistematizado de la Ley N° 15.840, Orgánica del Ministerio
de Obras Públicas, y del DFL N° 206, de 1960, del mismo Ministerio,
sobre Construcción y Conservación de Caminos, en la causa sobre
recurso de protección actualmente pendiente en apelación ante la Corte
Suprema. El precepto impugnado dispone lo siguiente:
“En caso de que por cualquier motivo sea necesario cambiar
la ubicación de estas instalaciones del lugar en que fueron
autorizadas, este traslado será hecho por cuenta exclusiva del
respectivo propietario o en las condiciones que se hayan fijado al
otorgar el permiso o contrato de concesión respectivo”.
El requirente indicó que en su calidad de concesionaria de servicio
público de distribución de energía eléctrica, la Dirección Regional de
Vialidad de Atacama le imputó la infracción de ocupación indebida de
una faja fiscal por haber instalado en ella postes no autorizados por esa
Dirección, ordenando su inmediato retiro. La orden de retiro del órgano
se fundó en la norma requerida. En cuanto a las infracciones
constitucionales que se producirían por la aplicación del precepto legal
impugnado, EMELAT estima que en el caso concreto se conculcaría el
artículo 19, N° 3°, 21°, 24° y 26° de la Carta Fundamental.
El TC rechaza el recurso. Primero, razona que, el concesionario,
pese a ser titular de su concesión, aprovechaba la correspondiente faja
fiscal, en virtud de un permiso, y que la exigencia de ese título
habilitante no merece un reproche de inconstitucionalidad 1. En

1 “14°. Que, en realidad, lo que se entrega, técnicamente, es un permiso. Este es un


acto administrativo favorable, mediante el cual se concede el uso privativo, con
facultades de uso y goce, de una porción de un bien nacional de uso público, por un
tiempo determinado, sustrayéndolo al uso común. La doctrina lo denomina “permiso
de ocupación” y lo entiende como un “acto administrativo por medio del cual se otorga
un uso especial del dominio público” (Reyes Riveros, Jorge; “Naturaleza jurídica del
permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de uso público”; Editorial Jurídica,
consecuencia, no le puede ser indiferente la intervención administrativa.
La sentencia descarta la vulneración al derecho de propiedad razonando
del siguiente modo: “30°. Que, en segundo lugar, para esta
Magistratura la propiedad puede recaer sobre toda clase de bienes
corporales e incorporales, pero no hay propiedad sobre la legislación
existente al momento de iniciar una actividad económica (STC
467/2006; 1452/2010). El legislador puede cambiar las condiciones del
ejercicio de un derecho (STC 1361/2009; 1452/2010)”. Continúa luego
analizando si se cumple el mandato de precisión y especificidad en la
regulación de una actividad económica.
Al tiempo de la sentencia, el TC estaba integrado por el Ministro
señor Marcelo Venegas Palacios, y por sus Ministros señores Hernán
Vodanovic, señora Marisol Peña y señores Enrique Navarro, Francisco
Fernández, Carlos Carmona y José Antonio Viera-Gallo, y por el suplente
de Ministro señor Christian Suárez Crothers.
Los Ministros Navarro y Fernández concurrieron al acuerdo y fallo,
haciendo presente que no compartían el considerando en virtud el cual,
no se consideró sanción el retiro de ordenó por la autoridad
administrativa. También hacen presente que el enfoque que la sentencia
hace sobre la naturaleza del derecho del concesionario sobre las cargas
que debe soportar, enfatizando en el permiso que necesitó para ocupar

1960, p. 166), o como “un acto administrativo por medio del cual se otorga en forma
exclusiva y excluyente un cierto uso de poca importancia jurídico-económico-social,
sobre un bien de dominio público” (Montt Oyarzún, Santiago; “El dominio público”;
Editorial Conosur, Santiago, 2002, p. 308). Dicho permiso es caracterizado como
discrecional, unilateral y precario (Reyes R., Jorge; ob. cit., págs. 176 y siguientes;
Montt O., Santiago; ob. cit., págs. 317-318).
Lo que sucede es que, en este caso particular, la Ley General de Servicios
Eléctricos (D.F.L. N° 4, de 2006, Economía) establece que las concesiones de servicio
público de distribución otorgan el derecho de usar bienes nacionales de uso público
para tender líneas aéreas y subterráneas destinadas a la distribución en la zona de
concesión (artículo 16). Esta norma, entonces, establece un derecho legal a usar
ciertos bienes, pero condicionado a que se dicte un acto administrativo favorable por
parte de la Dirección de Vialidad, que es la encargada de administrar la faja de los
caminos públicos. En este sentido, la Dirección de Vialidad remueve el obstáculo para
ejercer el derecho. Ello lo hace muy cercano a una autorización. De ahí la
denominación que la ley le otorga a este acto.
La exigencia de dicho permiso no merece un reproche de inconstitucionalidad,
pues, como lo ha dicho esta Magistratura, las autoridades que entregan las
concesiones de servicio público de distribución eléctrica, no son quienes tienen a su
cargo la administración de determinados bienes nacionales de uso público (STC
1669/2012). Por lo mismo, para respetar esta distribución competencial, es necesario
que se invoque la concesión, otorgada por una autoridad, para obtener el permiso,
concedido por quien tiene a su cargo la tutela del bien respectivo, siempre que se
cumplan los requisitos propios de tal permiso”.
un bien nacional de uso público, no es el que comparten. Para los
concurrentes, que sea la ley la que otorga directamente este derecho de
uso al concesionario, “si bien le confiere mayor estabilidad y firmeza
que un simple permiso o un contrato de concesión, no significa que se
trate de un derecho puro y simple que pueda ejercitarse libremente”.

2. Un derecho está adquirido y ampararse en la garantía de


dominio si se cumplen las condiciones para que pueda
exigirse su materialización
En una sentencia del año 2010, se resolvió un requerimiento de
inaplicabilidad respecto del artículo único de la Ley N° 20.028, de 30 de
junio de 2005, en relación con los autos de apelación de un reclamo
jurisdiccional deducido en contra del Servicio de Impuestos Internos. El
requirente impugna el artículo único de la Ley N° 20.028 que prescribe:
“Derógase el inciso tercero del artículo 18 de la ley N°
19.578.
Lo dispuesto en el inciso anterior regirá a contar del
año tributario 2006”.
Señala el requirente que el 2 de agosto de 2006 rectificó su
declaración de impuesto a la renta correspondiente a dicho año
tributario, presentada con fecha 26 de abril del mismo año, indicando
que no renunciaba al beneficio tributario contenido en el artículo 57 bis
de la Ley de Impuesto a la Renta. La Ley N° 18.293, de 31 de enero de
1984, introdujo a dicho cuerpo legal la disposición antes mencionada,
que estableció que las personas naturales gravadas con los impuestos
que indica podrán rebajar de las rentas imponibles determinadas a base
de ingresos efectivos por cada año comercial, las cantidades, a reglón
seguido señala.
Con fecha 16 de noviembre de 2006, el Servicio de Impuestos
Internos denegó la petición del requirente por considerar que dicho
régimen tributario no se encontraba vigente, a la luz de lo dispusto en el
precepto impugnado. Con fecha 15 de enero de 2007, el actor dedujo un
reclamo tributario en contra de la resolución anteriormente mencionada
y luego apeló de la sentencia que le denegó su pretensión. Afirma el
requirente que la disposición que objeta infringe, en segundo lugar, el
artículo 19, N° 24°, de la Carta Fundamental.
El TC rechazó el requerimiento. Para hacerlo, consideró que:
TRIGESIMOSEGUNDO: Que, así y a juicio de esta
Magistratura, no puede sostenerse la existencia de un derecho de
propiedad sobre beneficios tributarios, como el conferido por el
inciso tercero del artículo 18 de la Ley N° 19.578. En efecto, su
concesión por la ley sólo da derecho a exigir que se materialice,
pero siempre y cuando se cumplan las condiciones que la misma
ley ha señalado para su concreción. De allí que pueda sostenerse,
válidamente, que el beneficio tributario involucrado en estos autos
corresponde a una mera expectativa de derecho, cuya
irrevocabilidad sería, por lo demás, incompatible con el ejercicio
de la potestad tributaria del Estado en los términos ya explicados.
TRIGESIMOTERCERO: Que, en la línea de razonamiento
esbozada, la Corte Constitucional de Colombia ha indicado que
“en relación con los períodos que todavía no han comenzado a
transcurrir, ningún derecho adquirido existe al mantenimiento de
la exención, y, por ende, la aptitud legislativa del Congreso es
plena para introducir los necesarios ajustes y cambios, con efecto
posterior” (Sentencia C 341-98).
A la época el TC estaba integrado por los Ministros Marcelo Venegas,
José Luis Cea, Raúl Bertelsen, Hernán Vodanovic, Mario Fernández,
Marisol Peña, Enrique Navarro, Francisco Fernández, Carlos Carmona y
José Antonio Viera-Gallo. El Ministro Navarro previno que:
“El Ministro previniente concurre a lo resuelto teniendo presente
que el precepto legal que deroga el beneficio accionario no es por sí
mismo contrario a la Constitución Política de la República, como se
razona en los dos primeros capítulos de la sentencia, a lo que debe
agregarse que su aplicación retroactiva y eventual afectación de
derechos adquiridos es una materia que deberá resolver soberanamente
el juez de la instancia, dado que a él le corresponde resolver los
conflictos de la ley en el tiempo, como lo ha señalado reiteradamente
esta Magistratura.
En todo caso, de la lectura de los antecedentes de la preceptiva
que se impugna aparece de manera inequívoca que ella sólo puede regir
a futuro”.

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