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, 2001]
Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut. Por Phil Mollon. 2001: Londres
(Whurr)
Introducción
El autor de este libro, Phil Mollon, es miembro del así llamado “Grupo Independiente”
de la Sociedad Psicoanalítica Británica. Combina su practica privada como
psicoanalista con su trabajo como psicólogo clínico en un hospital general del condado
de Hertfordshire, Inglaterra, donde ha adquirido gran experiencia clínica en el
tratamiento de patologías graves. También ha trabajado en la Clínica Tavistock de
Londres. Asimismo, es miembro del “Advisory Board” del “New York Institute for
Psychoanalytic Self Psychology”. Mollon es un hombre de mediana edad, delgado,
canoso, de voz apagada, con una apariencia sosegada y nada ostentoso. En sus
actuaciones como ponente o miembro de mesas redondas en congresos y jornadas,
habla de manera clara y concisa, manteniendo siempre una actitud modesta y
tranquila.
Este libro se refiere a la obra de Heinz Kohut (1913-1981). Combina una descripción
objetiva de algunos puntos importantes que caracterizan la estructura básica del
pensamiento de Kohut con una evaluación de sus ideas desde el punto de vista del
psicoanálisis contemporáneo.
Como es bien conocido, particularmente para los lectores de “Aperturas
Psicoanalíticas”, Kohut fue una figura importante del movimiento psicoanalítico del
siglo XX, particularmente en los Estados Unidos. Siendo médico, después de dejar su
Viena natal en 1938 cuando los nazis se adueñaron de Austria, inmigró a Londres
(donde permaneció durante un año) y posteriormente a Chicago, donde vivió el resto
de su vida. Muchos historiadores del psicoanálisis norteamericano lo describen como
la figura más creativa del Instituto de Psicoanálisis de Chicago. Sin embargo, a
medida que fue desarrollando y publicando sus ideas, que eran nuevas en el contexto
del psicoanálisis predominante en Chicago, sus colegas lo marginaron. Kohut sufrió en
Chicago el rechazo que recibió Bowlby en Londres. Sin embargo, con el paso del
tiempo, sus ideas han sido reconocidas por muchos analistas y su contribución no
puede ser ignorada.
Kohut fue una figura paradigmática en la vida intelectual de los Estados Unidos.
Durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, muchos psicoanalistas
– un número importante de ellos, como ocurrió también en Inglaterra, eran judíos de
Europa Central-dieron vida al desarrollo del pensamiento freudiano y formularon
nuevas hipótesis y teorías. Heinz Kohut adquirió una posición de liderazgo en este
campo, aunque, como ya he dicho, sus ideas no fueron aceptadas de manera
unánime.
Mollon explica que la obra de Kohut ilumina áreas oscuras de la vida psíquica. Kohut
propone una manera de trabajar que nos ayuda a establecer un contacto productivo
con pacientes que tienen una vulnerabilidad narcisista y que, bajo otro enfoque,
tienden a reaccionar a las intervenciones terapéuticas de forma negativa. Un
psicoanálisis que no se fundamente en una comprensión profunda del rol de la
empatía y de la patología del Self, dice Mollon, nos puede llevar a provocar stress y
daño en pacientes vulnerables.
Mollon nos advierte que los aportes de Kohut han sido eclipsados antes de que la
comunidad psicoanalítica los haya comprendido e integrado. Esto se debe a dos
tendencias que podríamos llamar “post-Kohut”. En primer lugar, algunos escritos sobre
Kohut simplifican y distorsionan sus ideas, eliminando sus aspectos más sutiles y
arrancándolas de sus raíces psicoanalíticas. En segundo lugar, con la emergencia en
Estados Unidos de la escuela “intersubjetiva” (que se basa solo parcialmente en el
pensamiento de Kohut), la contribución original de Kohut queda desdibujada.
Mollon inicia este capítulo con un caso clínico, una paciente de una unidad psiquiátrica
hospitalaria que se queja de ansiedad, depresión e ideas paranoides. En la entrevista,
la paciente describe sus síntomas y quejas con cierta ambigüedad. Hablando de su
historia personal, refiere una serie de eventos de su vida penosos y problemáticos. Ha
tenido un aborto espontáneo, su matrimonio se ha roto, tiene conflictos con sus padres
y ha descubierto que su hijo adolescente consume drogas. Sin embargo, la paciente
se agita y enfada cuando se exploran estas áreas de su vida, calmándose cuando el
medico le dice que tal vez ella siente que su mente se está desintegrando y ese
sentimiento le debe dar un gran susto.
A pesar de que por mi conocimiento personal de Phil Mollon sé que está familiarizado
con la teoría del apego, uno de los puntos débiles de su libro es que no establece un
vínculo entre conceptos afines de la teoría del apego y de la psicología del Self. Por
ejemplo, en términos de la teoría del apego, la capacidad de las figuras parentales de
proveer respuestas sensibles es crucial para el desarrollo de la personalidad y la
capacidad interna de establecer estabilidad y regulación afectiva. Esta es una premisa
teórica fundamental que no sólo se basa en la observación clínica sino también en la
investigación empírica. De cualquier manera, en este libro, Mollon enfatiza el
significado teórico y clínico de la obra de Kohut, subrayando que su posición nos
permite explorar los contenidos mentales del Self en estado de desintegración y
discernir las estructuras invisibles subyacentes.
Más adelante en este capítulo, Mollon define algunos conceptos básicos de la obra de
Kohut, tal como objeto del Self y establece la distinción entre este concepto y el de
objeto. Mientras que en la literatura psicoanalítica el término objeto representa al otro
con quien uno se relaciona o –más frecuentemente- a la representación interna del
otro, el objeto del Self consiste en la experiencia interna que una persona tiene del
otro. Se ha convertido en práctica actual en la psicología del Self usar la expresión
“Self experience” para referirse a la experiencia que provee el objeto del Self. Aunque
Mollon no aclara el concepto con precisión, da a entender que esta experiencia tiene
características específicas: ocurre cuando el otro –o sea la figura de apego– logra, a
través de sus comunicaciones verbales y no verbales, calmar al sujeto. Esta
experiencia cumple, para el bebé, una función clave en darle coherencia a su naciente
Self. Más adelante, Mollon distingue tres variantes de los objetos del Self y los
distintitos tipos de transferencias propuestos por Kohut y su colaborador y discípulo
Ernest S. Wolf. Wolf (quien actualmente vive en Estados Unidos pero viaja
frecuentemente a Inglaterra a dar seminarios y visitar a su hija Elizabeth, que es una
analista del grupo independiente británico) ha hecho una contribución importante a la
teoría del Self y al rol del analista en la reparación de las heridas del Self.
Uno de los aspectos interesantes del libro de Mollon, es que no se trata de una
biografía de Kohut ni se limita a presentar su obra e ideas. Por el contrario, Mollon
compara ideas de Kohut con las de otros autores, incluyendo algunos cuya posición
Kleiniana es diametralmente opuesta a la psicología del Self. Esta manera
comparativa de exponer las ideas de Kohut es enriquecedora, aunque a veces el
lector tiene que luchar para separar conceptualmente las ideas de Kohut de la de otros
autores.
En este capítulo, Mollon no solamente enuncia principios teóricos sino que también,
como lo hace a lo largo del libro, se interesa por la aplicación directa de estos
principios a la práctica del psicoanálisis, incluso usando ejemplos de casos clínicos.
En el capítulo 2, explorando el significado del caso del Sr. A., un paciente de Kohut,
Mollon subraya –como lo ha hecho con más detalle en otras publicaciones suyas- la
importancia de reconstruir históricamente la desilusión que sufrió de niño en la
relación con su padre y su madre.
Kohut nunca dejó utilizar la reconstrucción histórica como parte del análisis de la
transferencia. En 1984, en “Cómo cura el análisis”, Kohut dijo que durante el proceso
analítico paciente y analista exploran de manera mutuamente cooperativa el pasado
traumático de aquél. Sin embargo, se puede desatar una tormenta de manera tal que
la situación analítica se transforme en el pasado traumático y el analista sea percibido
como el objeto del Self traumatizante del pasado. En otras palabras, todo paciente
oscila entre (a) ver al analista como un objeto del Self benigno con quien puede
mantener una relación productiva y (b) percibirlo como un objeto del Self traumatizante
que representa a nivel transferencial aspectos negativos de las figuras parentales
tempranas. Desde mi punto de vista, aquí hay dos puntos obscuros en la terminología
de Kohut. El primero es que lo que aquí menciono como “a” es algo que Kohut llama
transferencia de objeto del Self, mientras que otros autores pueden llamar “alianza
terapéutica” o Bowlby llamaría “representación del analista como figura benigna”
(comunicación personal). El segundo punto oscuro es que en general Kohut define al
objeto del Self como bueno, mientras aquí habla de un “objeto del Self traumatizante”.
Mollon nota esta disonancia y sugiere que al objeto del Self traumatizante sería mejor
llamarlo “anti objeto del Self”.
Kohut hizo una doble crítica. Por una lado criticó la forma en que los psicoanalistas de
su época (y, yo agregaría, también en la actualidad) construían y construyen
formulaciones teóricas que no están ancladas en los conocimientos a los cuales nos
dan acceso la introspección y la empatía. Por ejemplo, Kohut dice que los conceptos
de pulsión de vida y pulsión de muerte no surgen de una teoría psicológica basada en
la introspección y la empatía. Básicamente se quejaba de que muchos analistas
hacían construcciones teóricas axiomáticas sin explicar el pasaje de la observación
clínica basada en la empatía a la conclusión teórica.
Por otra parte, criticaba a los autores que importan al psicoanálisis ideas,
conocimientos y teorías de campos foráneos a la observación clínica. En este sentido,
las ideas de Kohut difieren de las de Bowlby, ya que Bowlby incluía la investigación
empírica (particularmente en el campo de la psicología evolutiva) como fuente de
datos para el psicoanálisis. Sin embargo, Kohut no criticaba a Bowlby, a quien no
parecía conocer. Mencionaba, en cambio, a Spitz y Mahler. Algunos analistas como
André Green han llegado al extremo de decir que el intento de incorporar al
psicoanálisis datos aportados por otras disciplinas, como lo propuso Bowlby, es un
acto de perversión del psicoanálisis. En otras palabras, es ampliamente conocido que
Green considera que la investigación en psicología evolutiva pertenece a un campo
tan diferente del psicoanálisis que no se justifica tratar de relacionarlos. Sin embargo,
sabemos también que Joseph Lichtenberg, emergiendo del campo de la Psicología del
Self, ha trabajado en la búsqueda de puntos de enriquecimiento mutuo entre
investigación empírica y psicoanálisis.
Acto seguido, Mollon hace un estudio comparativo entre la psicología del Self y la
escuela intersubjetivista de Storolow y asociados. Esta escuela se basa en la idea de
que los fenómenos clínicos observados por los psicoanalistas siempre tienen lugar en
el contexto de dos personas (analista y analizando), cada uno con su patrón subjetivo
de organización e interpretación de su experiencia. Si bien la escuela intersubjetivista
fue históricamente un desprendimiento de la psicología del Self, también le hace
críticas a esta última. Mollon hace un análisis medido de esta temática y utiliza
ejemplos clínicos para clarificar algunos de los puntos en cuestión.
En este capítulo, Mollon dice que el Objeto del Self se relaciona con un “otro” a quien
funcionalmente se vive como parte del Self. Es una experiencia que el bebé y el
individuo a lo largo de su ciclo vital buscan y necesitan. Si bien el objeto del Self es
vivido como parte del Self, por definición no existe dentro del Self. A través del
proceso de internalización transmutadora se adquieren, por así decir, las funciones del
objeto del Self.
A partir de ese punto, Mollon compara el concepto de objeto del Self con el concepto
de objeto interno, tal como aparece en las obras de Bion, Bollas, Brandchaft, Fairbairn,
Fonagy, Klein, Modell, Anne-Marie y Joseph Sandler y otros autores. En este capítulo,
Mollon también explora otros tópicos, como por ejemplo la relación entre empatía e
identificación proyectiva, el pánico al cambio psíquico y los fenómenos
transferenciales desde el punto de vista de Kohut. Como siempre, Mollon hace gala
de su erudición y claridad de pensamiento. El lector ha de encontrar en estas páginas
referencias muy útiles.
Como dice Mollon, Kohut no definió explícitamente a los “objetos internos”, mas allá
de vincular al concepto con el superyó. En cambio puso énfasis en la internalización
de funciones, a las que él llamó “estructura”. Desde este punto de vista, para Kohut el
proceso analítico no consiste fundamentalmente en elucidar los objetos internos en el
sentido Kleiniano, o en la exploración del mundo representacional del paciente sino en
el proceso de adquirir estructuras o funciones ausentes.
En este capítulo, Mollon se ocupa también del tema del impasse en terapia
psicoanalítica. Mollon sugiere que, teniendo en cuenta las enseñanzas de Kohut, se
podría decir que frecuentemente el impasse se debe al hecho de que el analista,
anclado y preocupado por el paradigma que utiliza para entender al material clínico,
pierde la posibilidad de entender al paciente y su pedido de respuesta empática. De
esta manera, el analista repite la carencia de sintonía empática que el paciente tuvo
en su infancia, retraumatizandolo.
De hecho el estudio del trauma ha sido en años recientes también emprendido por
psicoanalistas kleinianos, como es el caso de Caroline Garland y Ronald Britton, pero
–aunque reconocen el impacto de las situaciones traumáticas- su posición está
todavía muy influenciada por la idea de que la vulnerabilidad o resiliencia al trauma
están determinadas por factores internos relativamente independientes de las
experiencias interpersonales. En contraste, muchos estudios recientes sobre trauma
vienen del campo de la teoría y los estudios del apego, donde se reconoce y subraya
la importancia fundamental que las experiencias reales de interacción traumática con
las figuras de apego tienen en generar vulnerabilidad y psicopatología.
Aunque Mollon no lo dice con claridad en este capítulo, es obvio que Kohut fue un
pionero en el campo de los estudios del trauma desde el psicoanálisis, pero no vivió lo
suficiente como para aprovechar estudios recientes. Adjudicarle a Kohut más de lo
que nos ofreció es, a mi parecer, “estirarlo demasiado”. Sin embargo, Mollon está al
tanto de todos estos nuevos desarrollos. Desde luego, como ya veremos, en el
capítulo 10 de este libro Mollon vuelve a tratar este tema. Es obvio que aquí Mollon
trata de centrarse en Kohut y sus aportes pioneros. Mollon también vincula el trauma
con la disociación, como era de esperar, ya que hoy sabemos que los procesos
disociativos son consecuencia de experiencias traumáticas dentro de las relaciones de
apego, particularmente durante el proceso temprano de desarrollo evolutivo. De
hecho, Mollon sugiere, en otros escritos, que las psicosis pueden constituir una forma
de psicopatología basada en la disociación.
Mollon no sugiere que la psicoterapia psicoanalítica constituya una cura para psicosis
como la esquizofrenia, ya que en esta hay componentes biológicos y neurológicos que
la psicoterapia no puede abordar. Sin embargo, una aproximación orientada por la
psicología del Self puede ayudar al paciente a expresar y elaborar vivencias
subjetivas, buscar maneras de coexistir con sus dificultades, relacionarse mejor con
los otros, mitigar el miedo a la pérdida de control, regular los impulsos agresivos,
revivir el deseo sexual, manejar la vergüenza, aceptar mejor la realidad, etc. Para
explicar el proceso terapéutico, Mollon expone detalladamente uno de sus casos
clínicos.
Acto seguido, Mollon pasa a hablar de depresión. Revisa algunos trabajos claves para
comprender el tema, incluyendo la obra de Arieti y Bemporad, Hugo Bleichmar y
Winnicott. También ilustra el tema con casos clínicos que él ha tratado. Resumiendo al
máximo un conjunto complejo de ideas, podríamos decir que Mollon concluye que la
depresión se relaciona con el sentimiento de tener un Self truncado, un Self que no ha
sido nutrido y que ha quedado escondido bajo el caparazón defensivo de lo que
Winnicott llamó Self falso. En este contexto, uno de los objetivos de la terapia es
facilitar la comprensión de los orígenes y contenidos de un Self construido sobre la
base de imágenes, deseos, expectativas y humillaciones promovidas por el ambiente
temprano. La persona deprimida siente que los objetos del Self le negaron las
condiciones necesarias para realizar su potencial, con lo cual emerge también un
sentimiento profundo de rabia. La rabia inunda la representación del otro y de uno
mismo. La psiquis queda dividida en un Self verdadero y un Self falso. El Self falso
provee una estructura interna de carácter tiránico y un sentido de identidad impuesta.
La tendencia al suicidio puede representar el deseo de matar al Self falso.
En este capítulo, Mollon explora la relación entre psicología del Self y las
neurociencias. Inevitablemente, es en este capítulo donde Mollon relaciona ambos
temas con la obra de A. Schore y la teoría del apego. Esta descripción incluye también
referencias a los trabajos del famoso “Grupo de Estudio sobre Proceso de Cambio de
Boston”, incluyendo la obra de D. Stern y E. Tronick.
En este capítulo, Mollon aprovecha la oportunidad para expandirse sobre el tema del
trauma infantil y sus efectos sobre el desarrollo de la personalidad y procesos
disociativos. Aclara que Kohut no escribió mucho sobre pacientes que sufrieron
trauma infantil grave o abuso. Kohut dijo que todas las personas son frágiles de
alguna manera; la cuestión es donde está el punto de ruptura. La mayoría de sus
ilustraciones clínicas se refieren a pacientes cuyos traumas infantiles, a pesar de
haber tenido efectos importantes sobre el desarrollo de la personalidad, en su
apariencia exterior no eran tan dramáticos como el maltrato severo. Sin embargo, dice
Mollon, las observaciones de Kohut con respecto a la estructura y desarrollo del Self,
las líneas de desarrollo del narcisismo y el rol crucial que juegan los objetos del Self
se pueden aplicar a las circunstancias en las cuales el trauma fue extremo y repetido.
Mi experiencia clínica indica que las conductas sexuales deviantes son a menudo
intentos reparatorios de un Self traumatizado. Por este motivo me alegra que Mollon
se ocupe también de esta temática en los capítulos 3 y 10.
Mollon dice que este tipo de mecanismo puede verse a menudo en política y en
instituciones, incluyendo las asociaciones psicoanalíticas. Yo agregaría que también
es común en la manera disfuncional en la que algunos padres tratan a sus hijos, en el
acoso laboral (“bullying” o “mobbing”) en el acoso escolar y en el acoso dentro de la
pareja. Mollon dice que un fenómeno relacionado con la imposición de identidad
aparece en las guerras religiosas, en las guerras frías entre ideologías políticas
contrapuestas y en los debates científicos en los cuales posiciones teóricas opuestas
generan intentos de exclusión. La obra de Kohut, dice Mollon, entre muchas cosas,
implica también un intento de corregir el “imperialismo cognitivo”.
Llevando este concepto al plano de la técnica analítica, Mollon encuentra cierto punto
de coincidencia entre Bion y Kohut. Al no imponer una teoría, una memoria, una
creencia o un deseo, el analista se abre a los movimientos espontáneos del paciente.
Kohut reconoce que el psicoanalista necesita inevitablemente la teoría como marco
referencial para su trabajo, pero la imposición de teorías por encima de la
comprensión empática y el diálogo reflexivo impide el progreso terapéutico. La
utilización y cambio de paradigmas psicoanalíticos es un tema que Luis Juri (1996)
explora con lucidez. Por su parte, el psicoanalista británico independiente Patrick
Casement ha hecho referencia en sus libros a las implicaciones clínicas negativas de
la utilización rígida de paradigmas, proponiendo que el analista se abra a “aprender
del paciente”. A los efectos de que el paciente pueda desarrollar su potencial
auténtico, creativo, espontáneo y autónomo, el analista debe protegerlo del
“imperialismo cognitivo”. Por otra parte, en este capítulo, Mollon hace una referencia
relativamente breve a la comprensión del proceso terapéutico desde las
neurociencias.
Comentarios finales
El libro termina con un breve apéndice que contiene notas bibliográficas sobre Kohut.
Mario Marrone
NOTAS
(1) Si se me permite la digresión, apartándome por un momento de la reseña sobre el libro de Mollon, la
multiplicidad de significados de la palabra “intersubjetivo” es un tema que Diamond y yo (2003)
analizamos en detalle. Nosotros decimos que hay tres conceptos distintos de intersubjetividad. Uno es
el concepto filosófico: en pocas palabras, no se puede entender al ser humano aislado de su contexto
interpersonal e intersubjetivo. El segundo deriva de la psicología evolutiva, particularmente de los
trabajos de Colwyn Trevarthen, que se centran en el dialogo no-verbal e intersubjetivo entre madre y
bebé en las primeras etapas del desarrollo evolutivo. El tercero nace en el campo del psicoanálisis y se
refiere a la escuela de Stolorow y colegas.
BIBLIOGRAFÍA
Diamond, N. y Marrone M. (2004) Attachment and Intersubjectivity. London: Whurr.
Juri, L. (1999) El Psicoanalista Neutral ¿Un Mito? Rosario: Homo Sapiens Ediciones.
Juri, L. J. y Ferrari, L. (2000) ¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional? : del Edipo de Freud
al Ulises de Kohut. Aperturas Psicoanalíticas. No. 5.
Mollon, P. (2001) Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut. Londres: Whurr.
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