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El cuidado de si
(epimeleia heautou)
inquietud de la libertad

…dar estilo a la vida, constituir el propio yo como una obra de arte


al margen de constricciones normativas.

Michel Foucault

Llamémosle epimeleia, therapeia, kedos, kedesthai, negotium, cura, el “cuidado de sí” está
siempre enmarcado en una forma de vida que elige desde y con soberana libertad el camino
de la reflexión sobre las propias prácticas, los propios deseos, sobre los espejismos
personales, sobre los singulares modos de ceder a los pseudópodos del resentimiento, sobre
las dificultades y logros en el sendero sinuoso de la autonomía.

A la vez, me produce una fuerte interrogación esa "inquietud" que es el ser lanzado a su
posible libertad. Viene a mi memoria un poema de Ruben Dario. “Anagké” (del griego,
destino, presagio). Este poema que pertenece a “Azul” fue publicado por primera vez en
“La Epoca” de Santiago de Chile el 11 de Febrero de 1887. Desde esas estrofas, pienso
intercalada y estéticamente también, esa suerte de poiésis que es el cuidado de sí…
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Se puso a meditar.

Arrugó el ceño,

y pensó, al recordar sus vastos planes,


y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.

El “cuidado de sí” (epimeleia heautou) es un modo activo de atención sobre los pasos con
que vamos creando -cuan deidades ciegas, muchas veces- los mojones de ese incierto
devenir al que llamamos "existencia". Atender y poner atención “sobre los pasos” incluye
realizar un análisis de las piedras repetidas contra las que chocamos los pies, las caídas
dolorosas, un examen de los fracasos, de los retrocesos, de las búsquedas que no cesan.
Cuidarse, en estos términos, es un ejercicio crítico y autocognitivo interminable que
debería relanzarse ante cada nueva decisión o encrucijada. De allí su conexión con el
problema del uso de la libertad: no hay libertad responsable que pueda ejercerse éticamente
sin ese horizonte singular de autoexamen que es cuidarse a sí mismo. La “gobernabilidad”
de sí es una laboriosa praxis meditativa que acontece entre los juegos de la libertad, las
practicas, los hechos (incluso deberíamos incluir los "hechos por omisión", pues puede que
sea inmenso el peso que ocasionalmente toma tanto lo vivido-hecho como la dimensión
contrafactual de lo "no vivido") y los mapas impermanentes que va trazando una vida
efectivamente vivida.

Para Foucault, el cuidado de sí constituye el tronco estructural de las “Técnicas de sí”,


desde la cultura grecolatina (siglos III a.C y III d.C) y hasta nuestros días. Ocuparse de sí
mismo es pulir la sapiencia de ejercer un arte de vivir tal que nos “mantenga en forma”
desde el cuerpo y el espíritu. Nutrir sabiamente ambos. También, desintoxicarnos, de ser
necesario, tanto en cuerpo como en alma. Flexibilizarnos. Excederse y contraerse. Saber ser
en el amparo y en la intemperie. Desde el cuerpo como soma, y tal como marcaba
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Hipócrates, “trabajarse” a través de “…los ejercicios (ponoi), los alimentos (sitia), las
bebidas (pota)…”. Desde el espíritu -esa sutilización del cuerpo y sus sensibilidades-, se
trata de adquirir una correcta administración de las propias pasiones (leído esto en estricta
clave spinoziana), alcanzar un control inteligente de esas ficciones mentales que son las
representaciones, aprender a “atender” al llamado del dictum délfico que clama conócete a
ti mismo (gnothi seaton). Todo ello balanceando constantemente nuestros deseos,
realizaciones, frustraciones y aconteceres a la luz de un “amable” hedonismo
libertariamente sano.

Yo me esponjo en las ansias del deseo,


y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh inmenso azul! Yo te amo.

Cuidarse a sí mismo es, también, un modo de control sobre todo lo que atente contra la
exuberancia de energía, contra todo lo que apunte a rebajar los diversos autodespliegues de
la propia libertad. No ceder a las esclavitudes fantasmáticas que siempre encuentran algun
rincón débil desde el que mantenernos engrillados. Impedir lo que disminuya el tono vital.
Ponerse siempre, siempre de pie otra vez, sea cual fuere el golpe que las Moiras nos
propicien desde la inmensa y misteriosa fuerza de ese viento imprevisible con que juega
Anagké. Abrazar el destino desde ese encomendado "amor fati" que legara Nietzsche.

Y dijo la paloma: yo soy feliz.


Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor,
junto a la poma llena de miel,
junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
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tengo mi hogar.
Y vuelo con mis anhelos de ave,
del amado árbol mío hasta el bosque lejano

El aumento de nuestra potencia, la capacidad de expandir nuestro ser dentro de una


habitabilidad auténticamente congruente con nuestras mas alegres pasiones son algunos de
los mas relevantes “indicadores” de cuan bien (o mal…) encauzada se halla nuestra
epimeleia heautou.

El cuidado de sí como “epimeleia” alude, asi, a la idea de un proceso continuo. Constituye


una ascesis que no por trabajosa deja de apuntar en última instancia al placer. Veamos como
es esto. Se requiere un cierto trabajo, un relativo esfuerzo para "cuidarse": el ocuparse de
uno mismo se produce a través de un conjunto de operaciones del pensamiento y del cuerpo
con las que tratamos de garantizar que la delicada tarea de ontologización de nosotros
mismos devenga en una autentica “obra de arte”. La propia vida vivida es el resultado
visible que tomara esa aventura artístico-trágica que es la existencia de cada quien como un
“ser-en-el-mundo”. Pero ese dominio de sí que aspira a alcanzarse vía tal ascesis, es un
dominio placentero pues debe ser entendido como un “estar en posesión” de uno mismo. En
el segundo tomo de “Historia de la Sexualidad” Foucault dirá “la experiencia de uno
mismo que se forma en esta posesión...es la de un placer que toma uno en sí mismo. Aquel
que ha llegado a tener finalmente acceso a sí mismo es para sí mismo un objeto de placer.”

Pero tal acceso de sí y para sí deberá obligatoriamente suceder en clave libertaria.

Puede que quizá, ser-estar-habitar la libertad nos cueste el precio del dolor. Pero la
experiencia de adueñamiento de uno mismo retribuye el precio de dolor con la paga de un
placer subjetivo superior: el de "ser-de- sí y para-sí".
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Cuidarse a sí mismo es meditar los usos de la libertad, dado que ésta es nuestro mas
complejo reto, nuestro primer modo de adquisición real de independencia, y nuestra última
resistencia. Allí, habitando lo libre, nos tornamos intensidad y afirmación.

Tal vez la libertad, como el amor, posean la misma afilada ladera plena de belleza
vertiginosa, placeres, y peligro supremo. No podemos sentirnos vivos sin una o sin el otro.
Libertad y amor. Pero ambos resemantizados, reinventados como quería Rimbaud,
deconstruídos, o reconfigurados en sus sentidos y sus formas. Ambos. Pues no imagino
cuidado de sí alguno sin la poderosa fluencia vital de un Eros alado, placentero, vasto,
generoso, soberano.

Amo los velos, tenues, vagarosos,


de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! Porque es mía la floresta
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.

Cuidarse a sí mismo. Un modo del meditar.


Una forma de arquitecturizar el ser.
Un arte que moja su pincel desde y para el cántaro la existencia.

Cuidarse a sí mismo. Un modo de hilvanar las singularidades de la libertad.


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Una transformación permamente hacia un “estar” mas abierto.


Una intensificación de nuestra vital condición de seres deseantes.

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