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Saint-Simon •Pierre Leroux •
Ch. Fourier •Victor Considerant •
Robert Owen •Etienne Cabet •
Joseph Déjacque •Edward Bellamy
William Morris.
EDICIONES
TUERO
ÁNGEL *J. CAPPELLETTI
r
EL PENSAMIENTO UTOPICO
SE COMPUSO EN
LOS TALLERES STILO 2000
CON TIPOS DE LA
FAMILIA ERIC MEDIUM,
FUE IMPRESO Y
ENCUADERNADO AL HILO
POR GRÁFICAS MARWEN,
AMBOS EN MADRID.
Diseñó la maqueta:
ALMEIDA
© De la presente edición
© Ediciones Tuero, S. A.
ISBN: 84-86474-06-X
Depósito Legal:
M-42099-1990
EDICIONES TUERO, S. A.
Apartado de Correos 3210
28080 Madrid - España
ÁNGEL J. CAPPELLETTI
EL PENSAMIENTO
UTÓPICO
SIGLOS XVIII-XIX
¿ Ip íi EDICIONES
ém TUERO
MADRID 1990
PRÓLOGO
A LA SEGUNDA EDICIÓN
(32) A. Cepeda, op. cit., pág. 50. Cfr. A. Ardao, Filosofía pre-universi-
taria en el Uruguay, Montevideo, 1945, págs. 85-114.
(33) Cfr. Lombardi, op. cit., pág. 56. Sin embargo, C. Alberini sostiene
que la influencia de Saint-Simon en Alberdi es una mera ilusión (La
metafísica de Alberdi, "Archivos de la Univ. de Bs. Aires", 1934,
pág. 236).
(34) Cfr. L. Besouchet, Mauá, Sao Paulo, 1944; A. Marchant, Viscount
of Mauá and the Empire of brazil, University of California, 1965.
M.____________________________________________
FOURIER Y EL FALANSTERIO.
VICTOR CONSIDERANT.
(91) Cfr. A. Cepeda, Los utopistas, pág. 50 (cfr. Ardao, op. cit,
págs. 117-135)
(92) Cfr. A. Cepeda, Los utopistas, pág. 51.
Asamblea Nacional. Más tarde, como Owen y Cabet, se trasladó
al Nuevo Continente y fundó en Texas una colonia, que denomi
nó “ La Reunión” y que, como la de aquéllos, no llegó a consoli
darse. El fracaso de su experiencia americana “ lo convenció de la
necesidad de adaptar la doctrina fourierista a sus posibilidades de
realización social", y por eso “ participó activamente en la políti
ca y en el movimiento social” (93). Falleció en 1893, tras una
larga y laboriosa existencia de reformador social (94).
Entre sus obras pueden mencionarse: Lo destinée sociale
(1834) y Le socialisme devant le vieux monde (1848). También
dirigió varios periódicos: Le Phalanstére, La Phalange,y La Demo-
cratie pacifique.
Escritor claro y ordenado, no hace gala, como Fourier, de
una fantasía exuberante. Prescinde de todo lo arbitrario; no se
complace, por lo general, en planificaciones barrocas del futuro y
demuestra siempre un sentido muy realista de las circunstancias
históricas. Aunque al principio se mostraba partidario de una
acción “ apolítica", luego optó por intentar una “ socialización"
de los partidos democráticos y no rehuyó las contiendas electo
rales y parlamentarias.
Si su socialismo merece aún el calificativo de “ utópico" es
solamente porque se adhiere a las ideas fourieristas de asociación
voluntaria y de reparto proporcional del producto económico
entre capital, trabajo y talento.
En su Manifiesto político y social de la democracia pací
fica, aparecido en 1843, en las columnas del periódico Lo demo
cracia pacifica, comienza analizando críticamente el estado de la
sociedad francesa y europea, no sin tener en cuenta la historia de
la misma. Crítico tan agudo como Fourier del orden capitalista,
en el cual ve un nuevo feudalismo, distingue en el pasado dos
órdenes sociales: el antiguo y el feudal.
El primero tenía por “ principio y por derecho la fuerza,
por política la guerra, por fin la conquista y por sistema econó-
(93) Cfr. A. Cepeda, Los utopistas, pág. 219. Echeverría decía que Con-
síderant sostenía ideas que él había proclamado en Buenos Aíres (cfr.
Ardao, op. cit., pág. 127).
(94) Sobre Considerant, véase Maurice Dommanget, Víctor Conside-
rant, Paris, 1929.
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mico la esclavitud, es decir, la explotación del hombre por el
hombre en su forma más completa, inhumana y bárbara” .
El segundo, que no fue otra cosa sino “ la conquista orga
nizada” , tenía como rasgo esencial “ la guerra y, sobre todo, la
consagración tradicional y permanente de los privilegios primiti
vos del botín” , pero junto con la servidumbre había adoptado
una forma menos brutal de explotación del hombre por el hom
bre; gracias al principio de fraternidad universal, proclamado por
el cristianismo, comenzaban a unirse razas y naciones, aunque
“ sólo dentro de los límites correspondientes a la jerarquía feu
dal” (95).
Este orden, aunque alterado y debilitado por el progreso
social, se perpetuó en Francia hasta la Revolución del 89, sobre
la cual Considerant emite un juicio más entusiasta que los demás
socialista utópicos. La interpreta como una revolución esencial
mente democrática y cristiana, y la considera como punto de
partida de un nuevo orden superior a los anteriores: “ El derecho
de las sociedades modernas es el derecho común; su principio el
enunciado cristiano de la Unidad específica de las razas en la
humanidad, de donde ha surgido el precepto político de la igual
dad jurídica de los ciudadanos en el Estado. Su espíritu es el
espíritu democrático. La época del 89 señala, pues, en la historia
de la humanidad, la separación neta entre el orden antiguo y el
nuevo; entre el derecho de la fuerza y el del trabajo; entre el
derecho aristocrático de la conquista perpetuada por el nacimien
to y el común de todos para todos, es decir, el derecho demo
crático” (96).
Este derecho llegó a instaurarse gracias a la Revolución, y
por tal motivo se suele identificar Revolución con Democracia.
Pero aquélla, “ en lugar de encarnar en la organización social su
principio de libertad, igualdad proporcional o justicia, se ha ocu
pado casi exclusivamente de su lucha contra el pasado, a tal pun
to que las generaciones que han clausurado el siglo XVIII y las que
inauguraron el X IX , creían firmemente que, terminada la revolu-
R
tas (I).
bre todo por su actividad práctica y por su actitud ex
perimental en el terreno de las realizaciones socialis
(I) Sobre Owen pueden consultarse las siguientes obras: L. Jones, The
Ufe, times and labours of Roben Owen, Londres, 1899-1900; E. Dolléans,
Roben Owen, París, 1905; I. Me. Cabe, Roben Owen, Londres, 1920;
D. G. H. Colé, The Ufe of Roben Owen, Londres, 1930; H. Simón, Ro
ben Owen, Sein Leben und seine Bedeutung für die Gegenwart, Jena,
1925.
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rativas de consumo y de seguros sociales, etc. No contento, sin
embargo, con la acción desarrollada en sus propios talleres (para
la cual había conseguido la cooperación de algunos filántropos
radicales, como Bentham), intentó luego promover la sanción de
una ley que vedara el trabajo nocturno, las multas y otras penas
infligidas a los obreros, el empleo de niños menores de diez años,
etc. Aunque no tuvo demasiado éxito en esto (la ley que prohi
bía el trabajo de los niños, promulgada en 1819, fijaba como
edad mínima los nueve años), no cejó en su empeño de conmo
ver a los poderes públicos y, con ingenuidad semejante a la de
Fourier y Saint-Simon, envió memoriales, peticiones, proyectos,
etc., no solamente a la Cámara de los Comunes sino también a
los mismos soberanos que integraban la Santa Alianza. Cuando se
propuso ingresar él mismo en el Parlamento, no pudo, natural
mente, lograrlo.
Entonces, sus ideas y proyectos se encaminaron al comu
nismo, o sea, al establecimiento, por medio de la asociación vo
luntaria, de un régimen de propiedad común, bajo la forma de
pequeñas comunidades agrícolas o industriales. Así, mientras uno
de sus secuaces establecía en Orbiston, Escocia, una de estas co
munidades, él mismo, invirtiendo en ello el dinero obtenido en la
venta de la famosa fábrica de New Lanark, fundaba a orillas del
río Wabash, en Indiana, América del Norte, una colonia denomi
nada New Harmony (1825-1827).
Ambos experimentos fracasaron. Según Catlin, este fraca
so se debió principalmente a “ la conjunción en número excesivo
de ideas mutuamente exduyentes; por ejemplo, el racionalismo
antieclesiástico de Owen, unido a un programa de establecimien
to que hasta entonces había tenido éxito casi exclusivamente
bajo la dirección y en manos de religiosos; el individualismo ca
racterístico de la época, unido a planes comunistas, dos tenden
cias concatenadas en forma deficiente por el principio de coope
ración” (2). Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que ni aun este
fracaso pudo arredrar a Owen.
(12) Las citas de El libro del nuevo Mundo moral pertenecen a la tra
ducción de A. Cepeda, en la obra de éste antes mencionada. La nume
ración de las páginas corresponde a dicha obra.
70
10 - Máxima libertad de acción individual, compatible con
el bien permanente de la sociedad.
11 - Tener un carácter de tal naturaleza como para poder
decir la verdad en todas las circunstancias, estar animado de la
más pura caridad hacia los sentimientos, pensamientos y la con
ducta de toda la humanidad y profesar sincera benevolencia hacia
cada individuo de la raza humana.
12 - Vivir en una buena sociedad, en la cual las leyes,
instituciones y regulaciones bien ordenadas y establecidas, estén
en todo de acuerdo con la naturaleza. Y, finalmente, admitir que
todos los seres vivos son felices viviendo de la manera consentida
por la naturaleza, pero especialmente los seres de la raza huma
na” (13).
En toda esta enumeración se advierte claramente la inspi
ración utilitaria y puede verse cuán cerca estaba aún Owen de
Bentham, socio en una de sus empresas filantrópicas. Con el jefe
de la escuela utilitarista compartía, sobre todo, la idea de que “ si
uno es desdichado, este hecho disminuye la felicidad de todos
aquellos que lo saben” (14). Es típico, por otra parte, del socia
lismo utópico que profesa; al afán por encontrar un "Código de
la naturaleza” y de dar con "el verdadero espíritu de sus leyes” ,
a! modo de Morelly. He aquí, según Owen, el contenido de dicho
código:
" I - Teniendo en cuenta que el niño nace ignorante e
inexperto, cada ser humano, hombre o mujer, será desde su na
cimiento criado y educado física, mental, moral y prácticamente
en la forma que exija la ciencia de una época determinada, res
pecto a la buena formación del carácter humano.
2 - Todos trabajarán activa y útilmente, de acuerdo a su
edad y a su aptitud, durante la vida, siendo el ocio peligroso para
los individuos y contrario a la justicia social.
3 - Todos serán bien alojados, alimentados, vestidos y,
desde el nacimiento hasta la muerte, vivirán en un ambiente so
cial elevado (superior circunstances), en la medida en que la so
ciedad que los rodea pueda crear tal ambiente.
(2) La obra fue publicada por vez primera en forma de libro en Bru
selas en 1899 (191 páginas, texto incompleto) en la Hibliothéque des
Temps Nouveaux, núm. 14, por Elíseo Redus. En 1927 aparece tradu
cida al castellano, con explicaciones previas de Max Nettlau y Elíseo
Redus, editada por La Protesta de Buenos Aires en la colección Los
Utopistas, núm. I (142 páginas, texto completo). En la actualidad, exis
te una nueva edición (1990) publicada por Tuero (Madrid) en su colec
ción La fruta prohibida, núm. I (152 páginas, texto completo) con Pró
logo nuestro.
110
mir enormemente y considerarme pobre. He observado, por el
agujero de la cerradura, la vida privada del opulento; conozco
sus aparatos de calefacción y sus salones suntuosos y conozco
también, por experiencia, el frío y la miseria. He tenido indiges
tiones y sufrido hambre. Tengo mil caprichos y ningún goce.
Soy capaz de cometer algunas veces lo que la jerigonza
de los civilizados deshonra con el nombre de virtud, y más a
menudo aún lo que honra con el nombre de crimen. Soy el hom
bre más desprovisto de prejuicios y el más lleno de pasiones que
conozca; bastante orgulloso para no ser vanidoso y demasiado
soberbio para ser hipócritamente modesto. No tengo más que un
rostro, pero ese rostro es móvil como el movimiento de la ola al
soplo más leve, pasa de una expresión a otra, de la calma a la
tempestad, de la cólera a la ternura. De ahí que, diversamente
apasionado, espero tratar con alguna posibilidad de éxito sobre
la Sociedad humana, visto que, para profundizar sobre ella, se
requiere tanto el conocimiento de las pasiones propias, como el
de las ajenas" (3).
De más está decir, sin embargo, que ni el mismo Déjacque
pretende una absoluta originalidad en sus ¡deas. Lo que le debe a
Proudhon es demasiado evidente, aun cuando esté lejos de com
partir todos sus puntos de vista. A decir verdad, no deja de
expresar gran admiración por él: "Jamás un hombre pulverizó a
su paso tantos abusos seculares, tantas supersticiones presunta
mente legítimas" (4). Pero la admiración no excluye la crítica:
"Proudhon no es aún más que una fracción de genio revoluciona
rio; la mitad de su ser está paralizada y es desdichadamente el
lado de su corazón. Proudhon tiene tendencias anárquicas, pero
no es un anarquista; no es humanidad, es masculinidad" (5).
No resulta difícil imaginar por qué un espíritu como el de
Déjacque, absoluto y sentimental, debía chocar con el relativismo
antisentimental de Proudhon. No le perdona su antifeminismo.
Proudhon, por su parte, no le habría perdonado su utopismo.
(112) Déj., op. cit., págs. 99 y 100, Véanse en especial, las Epístolas
pseudo-heracliteas.
(113) Déj., op. cit., págs. 108-111. Fácil es advertir cómo la idea de
la “antropofagia" concuerda con su hilozoismo. Hasta podría decirse
que constituye la faz sacramental de un naturalismo poético con mati
ces levemente panteistas.
Vi___________________
ED W A R D BELLAMY:
TRABAJO, O RG A N IZA C IÓ N ,
SOCIALISMO.
E
D W A R D Bellamy, nacido en Chicopee Falls, Massachusetts,
el 25 de marzo de 1850, abogado con pocos pleitos pero
con ño poco sentido de la justicia, es autor de la más
importante utopia socialista producida en América.
Después de haber estudiado en el “ Union College” de
Shenectady, New York, viaja a Europa, sigue estudiando en Ale
mania y, de regreso, en 1871, es admitido en el Foro, pero no
tarda en desertar de él. Desde entonces, reparte sus energías
intelectuales entre la literatura de ficción y el periodismo polí
tico. Como novelista publica una serie de obras que sólo alcan
zan un éxito mediocre: Dr. Heidenhoff's Process (1880) Miss
Ludington's Sister (1884); The Duke of Stockbridge (1900). Este
último es un relato de carácter histórlco-social, que versa sobre
la rebelión de Shays, el capitán del 5.° de Massachusetts, levanta
do en armas en 1786.
Como periodista se inicia en el Evening Post y funda lue
go, con algunos colaboradores, el Daily News de Springfield. Más
tarde llega a ser propietario de dos de los más influyentes perió
dicos políticos norteamericanos de fines de siglo: The Nationalist
(1889-1891) y The New Nation (1891-1894). Pero, a decir ver
dad, su fama no se debe sino a una conjunción feliz -por signifi
cativa y oportuna- de periodismo y "fiction". Esto es, en efecto,
el relato utópico que lleva por título Looking Backward (1887),
reiteradamente editado en las décadas que siguen a su aparición
y pronto traducido a varios idiomas europeos (entre ellos al espa
ñol).
Si Howell llega a considerar a Bellamy como el escritor de
rrá<; hrillanre fantasía en la Norteamérica oosterior a Hawthorne.
ello se debe probablemente al hecho de que tiene en cuenta ante
todo esta narración utópica. Equality (1897), que es la segunda
parte de Looking Backward está, sin duda, por debajo de ella. En
todo caso su popularidad fue mucho menor y apenas si encontró
lectores en ciertos círculos políticos norteamericanos e ingleses.
La influencia que Looking Backward ejerce en el movi
miento socialista americano y europeo a fines del siglo es grande.
Aun cuando Bellamy formula sus ideas sociales y políticas sin
mantener contacto directo con ninguna organización obrera, lle
ga a ser inspirador de varios clubes que se denominan “ naciona
listas” ( I ) y se vincula al conocido teórico y dirigente socialista
Daniel de León, el primero que intenta organizar en Estados
Unidos un movimiento obrero bajo la inspiración y conducción
del socialismo, el primero que basa la ideología sindical en el
concepto de la lucha de clases (por lo cual merece luego las
alabanzas de V. I. Lenin).
Sin usar en sus escritos la palabra "socialismo” , Bellamy
llega a ser así uno de los pensadores socialistas más conocidos de
la época y uno de los que más contribuyeron a abrir camino a la
idea de la nacionalización en la mente de sus contemporáneos.
Algunos de los clubes “ nacionalistas” que funda perduran casi
hasta nuestros días y han luchado siempre por la nacionalización
de los servicios públicos, por el control estatal de la industria, etc.
La utopía de Bellamy tiene un precedente histórico en el
Voyage en Icarie de Etienne Cabet, cuyos discípulos fundaron
colonias “ ¡cananas" en territorio de los Estados Unidos (en Texas
y en Illinois) (2).
Pero para comprender su sentido es conveniente tener en
cuenta, sobre todo, la orientación filosófica del autor y las cir
cunstancias históricas en que el relato surge. En una obra juvenil
que lleva por título The Religión ofSolidarity, sostiene ya Bellamy
la ¡dea de que la solidaridad constituye un principio universal,
vigente tanto en la Naturaleza como en la Sociedad. Este princi
pio consiste en un equilibrio entre la fuerza centrífuga y la cen-
(8) Bellamy, El año 2000, Buenos Aires, 1946, pág. 22. Cito siempre la
traducción castellana de Eduardo Torrendel Fariña.
veremos, no carece de agudeza cuando critica las instituciones y
la estructura socio-económica de su época, no alcanza a ver las
limitaciones y defectos de la misma en otros aspectos; no es
capaz de imaginar un lenguaje más libre y expresivo que su inglés
bostoniano ni tampoco una manera más elegante de vestir o una
manera menos convencional de alternar que las habituales en el
este de los Estados Unidos a fines del siglo X IX .
En el utópico año 2000 de Bellamy, el trabajo humano se
realiza en condiciones muy diferentes; hay una organización to
talmente diversa de la vida económica; hay una nueva estructura
social (9). El cambio radical no se ha producido, por cierto, como
consecuencia de una revolución o porque las huelgas y la miseria
de la clase trabajadora, hechos sobresalientes en el panorama
social de la Norteamérica finisecular, haya producido un cataclis
mo renovador. No se trata tampoco de la acción de un hombre,
de un pequeño grupo de hombres o de un partido que, habién
dose propuesto remediar la injusticia y cambiar el orden existen
te, lo hayan conseguido mediante la acción conspiratoria. Bellamy
está tan lejos de admitir una revolución proletaria como de po
ner el destino de la Historia en manos de una “ élite" revolucio
naria; tan lejos, en verdad, de la violencia dialéctica de Marx
como de la violencia jacobina de Blanqui (10).
El cambio -el gran cambio- ha sido, en primer término,
un cambio pacífico, porque no se realizó, según él, contra nadie
sino en beneficio de todos. Se trataba, por encima de todas las
cosas, de un problema de eficiencia, de racionalización, de ajuste,
y por eso no podía surgir sino del acuerdo de todas las clases de
la Nación ( I I ) .
Se trataba, en segundo lugar, de un cambio promovido
por las cosas mismas. En realidad, los hombres no hicieron más
que tomar conciencia del curso de la Historia (particularmente
de la evolución técnico-económica de la Sociedad) y colaborar
con ella en su último paso hacia el socialismo o, como diría Be
llamy, hacia el “ nacionalismo".
(9) Bellamy, op. cit., págs. 23 y ss. Cfr. F. Koch, Bellomys Zukunfstoat,
Bonn, 1924.
(10) Bellamy, op. cit., págs. 27 y ss.
(11) Bellamy, op. cit., págs. 31 y ss.
Esta evolución tendía a una creciente concentración del
capital. Las pequeñas empresas, en el curso del siglo X IX , fueron
desapareciendo, absorbidas por las grandes. Los dueños de peque
ñas industrias o comercios se vieron obligados a capitular ante
éstas y se convirtieron en accionistas o en meros dependientes.
Los obreros fueron sintiendo cada vez más la opresión del capital
deshumanizado y anónimo. Las diferencias de clases se hicieron
más agudas al quedar liquidada la pequeña burguesía; las fronteras
de clase se tornaron por lo mismo más rígidas y el abismo entre
poseedores y desposeídos se ahondó aún más (12).
Hasta este punto la explicación del proceso histórico po
dría haber sido aceptada (con algunas precisiones terminológicas,
sin duda) por el mismo Marx. Es evidente, en efecto, que la
misma tiende a señalar la creciente concentración del capital que
Marx consideró como ley general de la historia contemporánea.
Pero, para desilusión suya y de sus discípulos, Bellamy, que con
tanto vigor ha señalado las exigencias centralizadoras de la indus
tria moderna, que con tanto acierto ha puesto de relieve las
ventajas económicas de tal concentración y, a la vez, las lamenta
bles consecuencias sociales de la misma dentro del sistema capi
talista, supone luego que una simple toma de conciencia por par
te de la mayoría de la Nación o, si se quiere, que el simple buen
sentido del pueblo soberano ha dado positivo remate al proceso,
al nacionalizar la industria, el comercio, los transportes y servi
cios, la tierra y todos los medios de producción. Así como antes
había puesto en manos del Estado, la justicia, el ejército, la admi
nistración pública, etc., ahora el consenso popular pone en sus
manos toda la economía nacional y le convierte en empresario
único y único patrono.
Si se le pregunta a Bellamy por qué caminos el pueblo
llegó a ese consenso y a esa resolución radical, contestará sin
dudar que la opinión pública había sido educada por los mismos
monopolios que se encargaron de desmostrarle su propia eficien
cia y su superioridad en el plano de la producción, a la vez que le
demostraban su esencial injusticia como expresión máxima del
sistema capitalista en el plano de la distribución de los bienes ( 13).
(3) Los datos biográficos los hemos tomado en buena parte de Max
Nettlau, William Morris y su utopia, ensayo publicado como prólogo a
la traducción castellana de Noticias de ninguna parte, Buenos Aires,
1928, Edit. La Protesta, Colección Los utopistas, núm. 2, págs. VI y ss.
Cfr. J. W . Mackail, The Ufe of William Morris, Londres, 1901. E. P.
Thomoson. William Morris. Valencia. 1988.
166
pintura (4). En 1861 instala un taller de decoración de interiores,
desde donde emprende una verdadera cruzada contra el abruma
dor mal gusto de la era victoriana. Pero es evidente que ni esta
actividad fecunda y eficaz, ni la defensa de los antiguos edificios
contra la iconoclasia utilitarista de la época (5), alcanzan a llenar
su espíritu.
No resulta difícíl, por entonces, pasar del prerrafaelismo,
exaltador de los valores estéticos del Medioevo, al neocatolicis
mo, que en Oxford encabeza Newman, con sus vigorosos
“ Tracts” (6), o a esa especie de conservadurismo popular que,
desde el gobierno, propicia Disraeli con su idea de la “ monarquía
maternal” (7). Éstas son las formas en que el “ medievalismo” ,
surgido como reacción contra la mediocridad, la hipocresía y el
mal gusto de la sociedad capitalista, adquiere un sentido real y
verdaderamente reaccionario.
Pero para Morris que, habiendo sido enviado a la Univer
sidad a estudiar teología, se desentiende pronto de toda cuestión
religiosa (su mentalidad es, en efecto, no sólo adogmática sino
también extraña a toda abstracción), no hay sitio dentro del
llamado “ Movimiento de Oxford" ni interés alguno en las con
troversias dogmáticas que se desarrollan en el seno de la “ High
Church” .
Por otra parte, si algo puede resultarle incongruente y
ridiculo, dadas sus ideas acerca del trabajo como creación, es el
“ maternalismo” Victoriano de ciertos “ torys" (forma muy ate
nuada de lo que en Alemania había sido llamado por Marx, con
gran acierto, “ socialismo feudal"). Morris, trabajador apasionado,
que en su labor de artista y de artesano encuentra una inagotable
fuente de goce y de alegría, no puede menos de quedar aterrado
ante las condiciones que rigen el trabajo de la mayor parte de la
(4) Cfr. H. Rossetti Angelí, Dante Gabriel Rossetti: His Fríends and
Enemies, Londres, 1949.
(5) W . Morris fue el primer secretario de la “Society for the
Protection of Ancient Buildings” (cfr, A. Noyes, William Morris, Lon
dres, 1926, pág. 125.)
(6) Sobre Newman y el Movimiento de Oxford, cfr. C. Lovera di Cas-
tiglione, II movimento di Oxford, Brescia, 1935; L. Janssens: Newman,
Introduzione al suo spirito e alia sua opera, Roma, 1945.
(7) Sobre Disraeli, cfr. A. Maurois, Disraeli, Buenos Aires.
Humanidad. Por eso, el único camino para él posible es el del
socialismo. Él mismo nos cuenta cómo llegó a este camino en un
folleto titulado How I became a Socialist (1896).
Las ideas y aspiraciones que no lograron conmoverlo en
los años de la Primera Internacional, según hace notar Nettlau, se
le presentan luego como auténtica solución a sus inquietudes espi
rituales.
Desde 1877 trabaja por hacer llegar el arte al pueblo, y en
tal tarea se le hace cada vez más evidente que no puede haber
arte popular ni auténtico trabajo mientras el régimen capitalista
mantenga a la inmensa mayoría de la población sumida en la
pobreza para beneficio de unos pocos. De esta convicción a una
crítica total del sistema no hay sino un paso.
Desafía, pues, como dice el citado Nettlau, la más arraiga
das tradiciones inglesas y comienza a expresar sus ideales en can
tos populares que vienen a ser “ tal vez las poesías socialistas más
perfectas que existen". Baste recordar aquella que comienza "En-
gland arise, the long, long night is over" (“ Despierta Inglaterra, la
larga, larga noche ha pasado” ).
En 1882 ingresa en la recién fundada “ Democratic Fede-
ration” . Su militancia allí es un ejemplo de perseverante abne
gación, pues, por una parte, no abriga ningún propósito electo-
ralista, y por otra, advierte pronto que sus ideas son escasamente
comprendidas por los trabajadores.
Su socialismo vivo, amplio, radical y concreto a la vez,
podía convivir con otros enfoque y con otras fundamentaciones
(inclusive con el marxismo), pero era incapáz de tolerar el espí
ritu de compromiso, representado por el parlamentarismo obre
ro. Por eso, junto con algunos socialistas revolucionarios, se re
tira, en 1884, de la “ Social Democratic Federation” , para fundar
la “ Socialist League".
En 1890, sin embargo, después de haber dirigido (y finan
ciado) durante varios años el periódico de la Liga, The Common-
wealt (en el cual publica por vez primera los capítulos de su New
from Nowhere), la intolerancia de algunos anarquistas (cuyas ideas
fundamentales, a pesar de todo, comparte) le obliga a retirarse
del grupo que había contribuido a fundar, desilusionado ya de los
hombres, aunque firme siempre en su fe socialista y en sus ¡deas
sobre el sentido y valor del trabajo humano.
168
Con unos cuantos compañeros que, como él, se habían
separado de la “ Socialíst League” , funda todavía, sobre la base de
una sección local, la “ Hammersmith Socialist Society” .
En sus últimos años, la disputa con los anarquistas de la
“ Liga” , que no eran los del grupo “ Liberty” de Kropotkin sino
más bien los que seguían la orientación del emigrado alemán Jo-
hann Most (8), intransigente en sus métodos de acción directa
violenta, le lleva a admitir, aunque sólo como puente de transi
ción, algunas modalidades propias del socialismo autoritario y
aun a compartir, hasta cierto punto, algunas actitudes fabianas.
En ningún caso llega a conformarse, sin embargo, con las metas
políticas o, sí se quiere, superficialmente socialistas de sus ex-ca-
maradas de la “ Social Democratic Federation” y, para quien lo
mira desde lejos, en la perspectiva de nuestro siglo, sus últimas
intervenciones en el movimiento socialista se asemejan a los es
fuerzos del náufrago que busca desesperadamente una tabla a la
cual aferrarse.
Por eso, la obra definitiva para quien quiera conocer su
filosofía social, la que contiene lo más auténtico y profundo de
su pensamiento y de su sensibilidad, sigue siendo News from Now-
here.
Esta utopía, surgida en el país de las utopías (la tierra de
More, de Bacon, de Wistanley), parece haber sido concebida y
escrita como una antítesis (alguien diría, como un antídoto) con
tra otra que, poco antes, se había publicado en los Estados Uni
dos de Norteamérica: Looking Backward (El año 2000) de Ed-
ward Bellamy. En efecto, como dice María Luisa Berneri, "a la
gigantesca organización de la Norteamérica utópica, Morris opu
so una federación de comunidades agrarío-industriales, regidas en
forma autónoma. Frente a la disciplina militar impuesta en la
industria, reivindicó el derecho del individuo a trabajar cuando y
donde quiera, dedicándose a la producción fabril o bien a la con
fección de un pequeño número de objetos hermosos y bien termi
nados" (9).
(8) Sobre Most, cfr. R. Rocker, Johann Most, La vida de un rebelde, dos
tomos, Buenos Aires.
(9) M. L. Berneri, Viaje a través de utopia, Buenos Aires, 1962, pág. 238;
véase la critica que hace Morris de Looking Backward en The Common-
El protagonista del relato, William, es un miembro de la
sección Hammersmith de la “ Socialist League". Después de una
agitada reunión, que Morris describe con ironía reveladora de sus
propios conflictos dentro de la “ Liga", se dirige a su casa a des
cansar. Despierta muy temprano por la mañana, en un día del
siglo XX I. Todo sucede sencilla y naturalmente. A diferencia de
W est, el héroe de Bellamy, no necesita William ni cámaras sub
terráneas, ni sueños hipnóticos ni turbulentos incendios (10).
A la admiración de lo espectacular se sustituye el goce de
lo inmediato de la vida. De pronto, cuando intenta dar un paseo
en bote, encuentra a Dick Hammond que, también sin estriden
cias, sencilla y cordialmente, comienza a revelarle una nueva Hu
manidad. Conducido a la “ Casa de Huéspedes” , que se levanta
precisamente donde la “ Hammersmith Branch” tenía su local dos
siglos antes, la hospitalidad, tan inusitada como grata, del botero,
le pone en contacto, a la vez, con un bello edificio, exquisitamen
te construido y decorado, y con un conjunto de hombres y de
mujeres, hemosos de cuerpo, limpios de espíritu, vestidos con
polícroma elegancia, vinculados por una espontánea fraterni
dad ( I I ) .
Lo que era antes abigarrado conjunto de feos edificios ha
dejado su lugar a una espléndida arquitectura. Las casas, construi
das con ladrillo rojo, madera y yeso, son similares a las del siglo
XIV y junto a ellas se levanta una serie de blancos palacios que
sintetizan lo mejor del gótico, del mudéjar y del bizantino, con
una torre octogonal, análoga al Baptisterio de Florencia. "Todo
ese conjunto de arquitectura -dice el protagonista- que aparecía
a nuestra vista en aquel campo abierto no era sólo exquisitamen
te bello en sí mismo, sino que respiraba tal audacia, tal riqueza
de vida, que me produjo alegría" (12).
\A^arren, J., I I I .
I alabot, 17.
Wilde, O., 164, 170.
Tandonet, E., 50.
Wistanley, 168.
Tertuliano, 28.
Théorie des quatre mouvements et des
Z o la , E., 50.
destinées generales (Fourier), 26.
Thierry, A., 7, 8.
Thoreau, H. D., I I I , 142.
Tolstoi, L., 130.
Touchard, 17.
Trabajo (Zola), 50.
Transformación del trabajo en placer,
42-43.
Traité de L'association domestique-
agricole (Fourier), 26.
SUMARIO
Páginas
Introducción I