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Predicación – ICDC Dorado Pueblo

domingo, 22 de julio de 2018


por Edgardo José Soto Brito

Texto bíblico: Mateo 18

INTRODUCCIÓN

¿Qué es la iglesia? Esta es una pregunta que apenas nos hacemos porque asumimos

la respuesta. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, la comunidad de los fieles que se han reunido

alrededor del Mesías. La iglesia tiene una dimensión visible y otra invisible. La dimensión

visible se caracteriza por las instituciones, los edificios, la aglomeración de personas para el

culto y las iniciativas de ayuda a la comunidad. La iglesia invisible se compone de aquellos

que han conocido a Dios a través de Jesucristo, o mejor, como diría Pablo, de aquellos que

han sido conocidos por Dios.

Sin embargo, esto no extingue la respuesta. La pregunta sobre qué es la iglesia podría

abordarse desde diversos puntos de vista y con diferentes niveles de abstracción. Pero mi

interés el día de hoy es examinar lo que dice Mateo 18 acerca de la iglesia: ¿quiénes la

componen? ¿cómo debe ser la vida en el interior de la iglesia? Mateo 18 es un texto

importante que ha sido denominado como el “discurso comunitario” de Jesús y es el único

lugar en los cuatro evangelios donde Jesús habla directamente sobre la iglesia. ¿Qué nos dice

Jesús sobre la vida de la comunidad?

LOS QUE COMPONEN LA IGLESIA (18:1-4)

El relato comienza con la pregunta de los discípulos al Maestro: “¿Quién es, entonces,

mayor en el reino de los cielos?” (18:1). En otras palabras, ¿a quién Dios premia o coloca en

una posición de honor en el presente? No hay que ver la pregunta de un modo negativo.

Mateo no lo hace. Como diría un buen maestro: Ninguna pregunta es mala. Preguntando

aprendemos.
Lo primero que Jesús hace es llamar a un niño y colocarlo en medio del grupo (18:2).

Luego Jesús no responde la pregunta de los discípulos, sino que les dice que para entrar en

el reino de los cielos hay que volverse y actuar como niños (18:3). Luego Jesús explica a qué

se refiere: “cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los

cielos” (18:4). Como la pregunta de los discípulos está en presente, Jesús está afirmando que

entrar en el ámbito del reino de Dios presupone una creciente humildad de parte de aquellos

que quieren entrar. Simultáneamente, Jesús está expresando algo que no es común: entrar en

el reino de Dios y ser el mayor en el reino de Dios es una sola cosa. La actitud humilde es

simultáneamente lo que te inserta en el ámbito del reino de Dios y lo que hace que Dios te

reconozca. Y recordemos, Dios nos reconoce, no porque seamos grandes, sino porque hemos

asumido una actitud humilde frente a la vida y su llamado.

Esta respuesta inicial de Jesús nos permite comenzar a marcar los contornos de lo que

es la iglesia. Por vía negativa, la comunidad del reino de los cielos no se puede definir por la

prepotencia y la ostentosidad. La comunidad de los fieles (i.e., la iglesia) tiende hacia la

humildad, hacia el despojo de lo propio en beneficio de los demás y hacia la dependencia en

el cuidado de Dios. Porque en último término, no se trata de si los seres humanos nos

reconocen sino de poseer la humildad que nos da entrada en el reino de los cielos. La iglesia

es la comunidad de los humildes.

LA COMUNIDAD QUE RECIBE (18:5-14)

De responder a la pregunta de los discípulos Jesús pasa a hablar de cómo hemos de

relacionarnos con aquellos que creen en él, con aquellos que se humillan para entrar al reino

de Dios. Uno pensaría que es cosa evidente que en la comunidad de creyente debe predominar

el amor, la aceptación y la buena voluntad los unos con los otros. Pero no se equivoque. A lo

largo de todas las Escrituras Dios tiene que corregir una y otra vez a su pueblo porque
tendemos a la santurronería, al desprecio del que no parece estar a nuestra altura y a poner

trabas para que aquel que no nos gusta no se acerque demasiado. Aquí Jesús dice a sus

discípulos dos cosas que debemos recordar.

Primero, que cualquiera que reciba a alguien que haya adoptado la actitud humilde de

un niño como la marca en su vida recibe al mismísimo Jesús (18:5). En nuestras iglesias el

recibimiento del que habla Jesús se da en diferentes instancias. Por ejemplo, se da cuando

una persona se convierte al Señor y se bautiza. Esa conversión incluye el arrepentimiento de

los pecados pasados y el reconocimiento de que tantas cosas nos faltan para ser las personas

que debemos ser delante de Dios. La conversión y el bautismo son a su vez el sometimiento

al Señor y dueño de la creación, es decir, el momento en que nos hacernos siervos o esclavos

de Jesucristo. Este es un paso que a menudo se da delante de la congregación. (Dígame si eso

no es humillarse.) No importa la vida que hayas llevado hasta ese momento. El

arrepentimiento marca un borrón y cuenta nueva. La comunidad te recibe porque al haberte

hecho humilde has sido insertado en el reino de Dios y hecho representante de Jesucristo. La

iglesia te recibe porque, como a la oveja perdida, Dios te había estado buscando para

rescatarte y hacerte parte de su pueblo (18:12-14).

Sumado a eso, Jesús advierte a los creyentes del juicio severo que experimentarán los

que hagan tropezar a otros creyentes. Al que haga tropezar a otro “más le valdría que le

colgasen al cuello una piedra de molino de asno, y que le hundieran en el fondo del mar”

(18:6). Jesús propone una medida preventiva hiperbólica: antes de ir al infierno mejor corta

o arranca de ti la extremidad que te hace caer y tienta al prójimo a caer contigo.

La iglesia debe ser la comunidad que recibe como miembro a todo el que se humilla,

pero también debe ser la comunidad que crea espacios saludables de crecimiento para todos

sus miembros. Una vez que consentimos con el pecado en el interior de la comunidad tenga
por seguro que alguien va a salir herido. Alguien va a sentir que su fe no va para ninguna

parte, que no está creciendo. Tristemente, muchos le echan la culpa a Dios o a la iglesia y se

apartan de la comunidad.

Jesús nos advierte que tengamos cuidado con nuestra mano, pie u ojo porque el

pecado está tocando a nuestra puerta a cada instante y porque una vez le damos oportunidad

su poder corruptor es efectivo. En el lenguaje de Pablo, “un poco de levadura leuda toda la

masa”. Hermanos y hermanas, hay que arrancar las conductas que hacen tropezar al otro.

Hay que cortar el chisme, hay que cortar los adulterios, hay que cortar la fornicación, hay

que cortar las malas conversaciones y las conductas autodestructivas que todos ven y pueden

imitar. Eso destruye la comunidad, pero más aún ignora la fidelidad que debemos a nuestro

Señor y Salvador, que nos ha mostrado tanto amor. Dar entrada al pecado destruye tu vida,

la del prójimo y te expulsa del ámbito del reino de los cielos.

LA COMUNIDAD CON CRITERIOS (18:15-35)

En un sentido, es inevitable que pequemos. Hay una posibilidad siempre latente de

equivocarnos y eso Dios lo sabe. Pero la iglesia es la comunidad de aquellos que caminan

juntos hacia el perfeccionamiento de su carácter y se ayudan mutuamente a crecer.

En 18:15-20 Jesús explica un modo de llamarnos a cuentas unos a otros. Si vemos

que alguien ha tropezado en el camino del Señor, Jesús propone que hablemos con la persona

con el fin de llegar al meollo del asunto y crear la oportunidad del arrepentimiento. A veces

nos equivocamos y de todo corazón no queríamos pecar delante del Señor. Pero hay

ocasiones que las personas sencillamente no quieren ya seguir a Jesús. En otras ocasiones

hay personas que quieren crear a Dios a su imagen y semejanza. En otras instancias hay

malentendidos y realidad no pasó nada. Lo importante de lo que Jesús establece es que debe

haber un diálogo franco de frente. (No hay espacio para la murmuración en la ética de Jesús.)
Y lo otro que Jesús deja lo suficientemente claro es que debemos ser lo suficientemente

asertivos en dejarle saber a alguien que está pecando y que se está alejando del Señor

Jesucristo. Después de todo la comunidad de Dios tiene criterios de entrada y para definir el

crecimiento en la fe, y hay conductas que se oponen a lo que Dios quiere para su pueblo.

Dios no es neutral en muchas cosas.

Pero la misericordia de Dios es grande. Al final del pasaje (18:21-35) Jesús nos dice

que a ese que recibimos, que a ese que ha tropezado en la fe, que a ese que ha pecado contra

nosotros, a ese le recibimos todas las veces que caiga y se humille delante del Señor y se

proponga continuar la carrera de la fe. No son solo siete, como proponía Pedro. Recibimos

al que peca y se humilla siempre. Después de todo para eso Dios creó la iglesia, para crecer

juntos, para alentarnos y auxiliarnos hasta llegar a la altura de Jesucristo. Según Jesús,

tenemos una responsabilidad hacia nuestro hermano y nuestra hermana.

CONCLUSIÓN

Tal vez Jesús haya dicho algo en este relato que te tocó de cerca. Tal vez hoy es el día

que debes asumir una vida más humilde porque eso es lo que te hará entrar en el reino de los

cielos, no la búsqueda de prestigio delante de Dios y las personas. Tal vez es para ti la

advertencia que hace Jesús sobre el cuidado que debemos tener de no hacer tropezar al

prójimo. Dios te invita a asumir una actitud preventiva y comenzar a cultivar hábitos que

hagan crecer en ti virtud. Tal vez no has dado tu corazón a Jesús. Yo te digo con mucha

certeza en el corazón que Dios te ha estado buscando desde hace mucho tiempo. Es nuestro

deber recibirte y darte la oportunidad de crecer. Oremos a Dios para que no seamos oidores

olvidadizos de su Palabra, sino hacedores de ella. Amén.

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