Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
www.psicomundo.com
info@psiconet.com
EduPsi:
Programa de Seminarios por Internet
www.edupsi.com
seminarios@edupsi.com
Sexta clase
Esta exposición toma como eje central el concepto de responsabilidad, como uno
de los aspectos neurálgicos de la articulación entre el Derecho y el Psicoanálisis.
Todo sujeto puede definirse como efecto de la Ley que al producirlo y permitirle su
representación le posibilita inscribirse en el orden de las generaciones y la diferencia sexual ,en
la normatividad legal y en el lazo social. Por la tanto, existe una articulación fundante y
esencial entre Ley y subjetividad.
Los actos criminales revelan ese vínculo del sujeto con la Ley, al mismo tiempo,
que lo enfrentan con su propio acto.
En este doble sentido el sujeto se encontrará con la cuestión de la responsabilidad
ya que ésta va más allá de la aceptación consciente y voluntaria o exigida e impuesta de los
actos de que es autor.
El sistema jurídico, como Otro de referencia simbólica, ofrece un espacio de
formas ritualizadas donde el sujeto tendrá la posibilidad de la asunción de un lugar como sujeto
responsable ( asentimiento subjetivo).
La intervención de la Ley no deja impune al acto pero posibilita, mediante el
recurso de la declaración de inimputabilidad, el sinuoso camino de considerar al sujeto como no
responsable.
Vamos a ilustrar estos conceptos con el testimonio de Louis Althusser, a través de
su texto El porvenir es largo, quien demuestra las nefastas consecuencias para su subjetividad
y su vida pública el ser declarado no responsable del crimen perpetrado contra su esposa.
Las cuestiones nodulares sobre las que centraremos la exposición serán:
- Ley y subjetividad.
- Culpa y responsabilidad en el inconsciente freudiano.
- Imputabilidad e inimputabilidad
- ¿ el sujeto inimputable es no responsable?
- El “caso” Althousser.
1. Introducción
Entonces escuchemos a Louis Althousser relatar el homicidio: "Arrodillado muy cerca de ella,
inclinado sobre su cuerpo, estoy dándole un masaje en el cuello. A menudo le doy masajes en silencio, en la
nuca, la espalda y los riñones (...).
Pero en esta ocasión, el masaje es en la parte delantera del cuello. Apoyo los dos
pulgares en el hueco de la carne que bordea lo alto del esternón y voy llegando hacia la izquierda,
hasta la zona más dura encima de las orejas (...) La cara de Hélene está inmóvil y serena, sus
ojos abiertos miran al techo. Y de repente, me sacude el terror: sus ojos están interminablemente
fijos y, sobre todo, la punta de la lengua reposa, insólita y apacible entre sus dientes y labios.
Ciertamente yo había visto muertos, pero en mi vida había visto el rostro de una estrangulada.
Pero ¿cómo? me levanto y grito ¡He estrangulado a Hélene! (ALTHOUSSER, L., 1992; pp.27-28).
Los acontecimientos se precipitan y luego de tres exámenes médicos-legales que
demuestran la imposibilidad de comparecencia pública por su estado confusional, Louis Althousser
es "beneficiado" por el artículo 64 del Código Penal Francés de 1838 e internado en un Hospital
Psiquiátrico.
El artículo 64 del Código Penal se resume para Althousser, en un no ha lugar que significó una
Iosa sepulcral de silencio sobre el acto criminal, su responsabilidad en el mismo y los avatares posteriores de
su vida.
El artículo 64 del Código Penal Francés de 1838 prevé dos estados disímiles basados
en la cuestión de la no-responsabilidad o de la responsabilidad del acto criminal.
El estado de no-responsabilidad es el que se aplica a la criminalidad de un acto
cometido en estado de "demencia" o "bajo apremio", o "presión" mientras que el estado de
responsabilidad es reconocida a todo hombre considerado “normal”.
Podríamos oponer a estos dos, estados que se desprenden de él, y que son particularmente
visibles en este caso: La de lo público y divulgado y lo privado (pero este no en el sentido de lo íntimo y
personal sino en el del desposeimiento).
Mientras que el estado de responsabilidad abre la vía de un proceso clásico, es decir, público:
comparecencia ante un tribunal, deliberación pública etc., también la parte civil y el acusado se expresan
públicamente. La decisión final del jurado también es pronunciada públicamente: absolución o pena. A tener
en cuenta es que la pena es limitada en el tiempo
Nada más diferente que el estado de no-responsabilidad dado que destina al homicida
directamente a confinamiento psiquiátrico. Esta medida supone que no tiene posibilidad de
perjudicar a la sociedad pero la internación es por tiempo indeterminado (es decir, no definido en el
tiempo) y está obligado a recibir los cuidados psiquiátricos porque se lo considera un “enfermo
mental”.
Así el artículo 64 no diferencia entre “estado agudo” (que es potencialmente
transitorio), de la “enfermedad mental”.
Esta asimilación supone para el homicida la desaparición de la vida social por tiempo
indefinido agravado porque se lo considera privado de su sano juicio y, en consecuencia, de su
libertad de decidir. Otras consecuencias atañen al lazo social: dado que se lo considera
potencialmente “reincidente” y constantemente “peligroso” se lo obliga a quedar apartado de la vida
social “hasta el fin de su vida”.
Es a esta asimilación de estado agudo (“crisis intensa e imprevisible de confusión
mental”, dirá de sí Althousser) y enfermedad mental con la aplicación del estado de no-
responsabilidad, que supone el beneficio de la inimputabilidad del acto cometido, es a lo que
Althousser llamará el “no ha lugar” y “losa sepulcral de silencio”.
“Porque es bajo la losa sepulcral del no ha lugar, del silencio y de la muerte pública
bajo la que me he visto obligado a sobrevivir y a aprender a vivir.” (ALTHOUSSER, L., 1992; p.43).
Convirtiéndose en un muerto viviente o, mejor, ni muerto ni vivo para lo que acuñará el significante
“desaparecido”.
Así “al cabo de dos años de confinamiento psiquiátrico, soy, para una opinión que
conoce mi nombre, un desaparecido” (ALTHOUSSER, L., 1992; p.36).
Lo que implica estar incluido “... en la sección de los siniestros balances de todas las
guerras y de todas las catástrofes del mundo: el balance de los desaparecidos” (ALTHOUSSER, L.,
1992; p.36).
Y es allí que este “desaparecido” decide “reaparecer”, mediante el acto de la escritura,
para explicarse. Para responder y responsabilizarse por su acto: “Y he decidido con toda lucidez y
responsabilidad tomar por fin a mi vez la palabra para explicarme públicamente” (ALTHOUSSER,
L., 1992; p.44).
Así es otro acto, el de la escritura, el que posibilita levantar la losa sepulcral que
cubre su vida y su nombre para declarar su responsabilidad. La posibilidad de responder por su
acto e imputarse supone la subjetivación del acto cometido a través de la construcción de un texto.
Es un no opuesto al no-ha-lugar, es pedido de un “hacer lugar” a su palabra.
Podríamos decir, entonces, que tal asentimiento subjetivo está en las antípodas de
todo sentimiento donde la conciencia se engaña tras los velos narcisísticos en los que,
supuestamente, un sujeto se protege. El orden del “asentimiento subjetivo” supone la posibilidad de
encontrar un lugar responsable del acto criminal. Esto implica el paso lógico necesario no solo
para la significación del castigo sino del acto mismo.
Entonces, solo hay sujetos responsables cuando se permite anudar responsabilidad-
culpabilidad-castigo mediante el asentimiento subjetivo provocando asumir el lugar de sujeto en
los actos que causa.
Según Pierre Legendre el Código Judicial es un “texto sin sujeto”, dado que ningún
sujeto particular habla allí, no es menos cierto que el sujeto psicoanalíticamente hablando, se
sostiene en un texto: es un “sujeto con texto”. Texto que organiza su historia y la enmarca, alimenta
sus sueños y sus síntomas y es también el soporte de sus actos.
Situarse de otra manera frente al acto criminal, testimoniar su lugar en el mismo e
imputarse son los efectos que el texto presenta al hacer posible la responsabilidad mediante la
asunción de la culpa, vuelta ahora posible.
Ejemplo de ello es, quizás, el esbozo de novela familiar que Althousser construye y
que pivotea alrededor del significante “desaparecido”.
En el origen dos familias: los Althousser y los Berger y un matrimonio concertado entre
los dos varones Althousser, Charles y Louis, y las dos mujeres Berger, Juliette y Luciene, siendo
ésta última la prometida de Louis. Pero este Louis morirá en el cielo de Verdún en un aeroplano en
el que servía como observador. En consecuencia Charles, el hermano mayor, propondrá
matrimonio a Lucienne. Ellos serán los padres de este otro Louis que ahora testimonia su historia.
“Cuando vine al mundo me bautizaron con el nombre de Louis. Louis: un nombre que,
durante mucho tiempo, me ha provocado literalmente horror.
Sin duda decía también demasiado en mi lugar: oui y me sublevaba contra aquel “sí”
que era el “sí” al deseo de mi madre, no al mío. Y en especial significaba: lui, este pronombre de
un tercero anónimo, sonando como la llamada de un tercero anónimo, me despojaba de toda
personalidad propia, y aludía a aquel hombre tras de mí: Lui, era Louis, mi tío, a quien mi madre
amaba, no a mí”. (ALTHOUSSER, L., 1992, p. 57)
Aquel nombre elegido para este Louis era como “palabra fundadora” el fatídico
significante de la desaparición que Althousser encarnaba.
ALTHOUSSER, Louis: (1992) El porvenir es largo. Bs. As.: Espasa Calpe Argentina-Ediciones
Destino.1993
FREUD, Sigmund: (1925) La responsabilidad Moral por el contenido de los sueños. O.C. Vol.
XIX. Bs. As.: Amorrortu. 1980.
LACAN, Jacques: (1966) Introducción teórica a las funciones del Psicoanálisis en
Criminología. Escritos 1. Bs. As.: Siglo XXI Editores.1985.
LEGENDRE, Pierre: (1989) El Crimen del cabo Lortie - Tratado sobre el Padre. México: Siglo
XXI 1ª Ed. 1994.