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Sobre el valor de la música

Por: Santiago López Londoño;

Partiendo por reconocer que este texto pretende ser una suerte de opinión y siendo
consciente que se escribe acerca de una disciplina que tanto práctica como teóricamente me
resulta sumamente ajena, pienso que no es baladí si consideramos que se trata de una
apreciación nebulosa por el hecho de implicar el aspecto estético-personal y la ignorancia
de la música y sus elementos teóricos, además de visualizarla en su más amplia
consideración dada la no especificidad acerca de qué aspecto del universo musical se busca
tomar como objeto de opinión. Con esto último busco advertir y no condenar el sentido de
esta actividad, pues no puede esperarse más que una visión estética (en su sentido coloquial
y no académico) de quien no conoce o practica la disciplina que nos ocupa.

Una vez comentado lo anterior y, reitero, habiendo advertido sobre mi ignorancia en


la materia - además de ser, con vista a la actividad, imposible de retomar en su conjunto -,
me parecería vano empezar a desprender catárticamente una serie de sentimientos o
experiencias psicológicas y personales intentando justificar con ello un juicio de valor
respecto a la música. Es preferible, según acá se considerará, dar a conocer un punto de
vista estético o sensible discurriendo, lo menos posible, en descripciones de orden
subjetivo. No podría ser de otra forma a menos de que dichas consideraciones tuvieran que
ver completamente con la materia prima de las obras en un sentido estético de la
composición, como se intentará hacer en la medida de lo posible, y no mi identificación
biográfica, conductual o ideológica con la misma. Aclaro, desde mi perspectiva, que esta
última pretensión mencionada es de no poca dificultad dada la forma en que la música se
presenta como carente de representaciones pictóricas o signos lingüísticos, exponiéndonos,
en cambio, a una abstracción de signos musicales a los que únicamente acceden quienes ya
recurren o han recurrido en la práctica o estudio de la teoría musical.

Aclarado mi rechazo al despliegue posiblemente “sensiblón” en relación a la música


y habiendo destacado el muro de oscura ignorancia que me separan conceptualmente de
ella, quiero dar paso a mi visión sobre el valor de la música buscando, en primer lugar,
distinguir arbitrariamente entre dos tipos de interacción pieza-sujeto: una contemplativa y
otra meramente ambiental. La primera consideraría la música como objeto directo de
atención y la segunda como una mera ornamentación de carácter ambiental en la
realización de actividades litúrgicas, deportivas, sociales, festivas, etc. donde la música
cumple con una labor secundaria pero no por ello fácilmente prescindible. En segunda
instancia quisiera sugerir la forma en que proyecta aspectos concernientes a la relación
entre hombre-realidad (sin pretender decir que la segunda no englobe al primero) e
inclusive supuestas “instancias irreales” que toman como referente aspectos de la realidad
haciendo ligeras variaciones que pueden ser interpretadas mística o ficcionalmente.

Continuando con mi argumentación, si se contempla la posibilidad de reconocer, sin


ser muy estricto, la primera y única división ofrecida, podría pensarse en la música como
un arte que requiere de aguda y entrenada concentración o, en el caso de ser ornamental o
secundaria, un arte que, por no implicar la atención de la vista, permite el enfoque en otra
clase de actividades ya sea amenizando o simplemente ambientando el entorno donde estas
actividades se realizan. Así pues, estaríamos frente a un arte que, siendo popular y común
en nuestro contexto, también padece una grave falta de valoración seria y concienzuda que
se evidencia a la hora de ponerse en la tarea de estudiar la música o simplemente percibirla
atentamente. No en balde precisar que la introducción de contenidos lingüísticos o letras a
las composiciones musicales ha permitido que se identifique rápidamente armonía, melodía
y ritmo con un referente concreto y con una temática particular que puede ser sistematizada
y puesta en tela de juicio bajo un sistema de ideas.

En esta instancia, cabría realizarse una pregunta: ¿cómo proponer una dicotomía en
la apreciación musical, pretender indicar su “correspondencia” con la realidad y buscar
entender la participación del canto y la letra como encargados de aproximar música y
poesía y con esto brindar algún destello crítico a sus contenidos, puede transmitirnos algo
con respecto al valor de la música? Pues diría muy humildemente que el valor de la música
consiste en inundar de nuestro propio orden y belleza aquel sonido metasensorial que es la
música de las esferas o el sonido del mundo. Solo el género humano hace música, solo los
hombres podemos interpretarla y adoptar una posición crítica respecto a los contenidos que
esta nos ofrece. Llegados al final del texto, no quiero dejar de reconocer el vínculo
empírico y tan indeterminado a la hora de experimentar cuestiones como memorias de
relación auditiva con algún recuerdo, cambios emocionales, necesario eslabón
cinematográfico, objeto de apreciación e inclusive un simple ambientador.

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