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CONGREGATIO SS.

REDEMPTORIS Superior Generalis

14 de septiembre de 2018
Prot. No. 0000 138/2018
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

“Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí:
la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios,
que me amó y se entregó por mí.” (Gálatas 2, 19b-20)

Queridos Cohermanos:

Hoy, al celebrar la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, recordamos la primera novena que
San Alfonso predicó en Scala, del 6 al 14 de septiembre de 1730, en honor de la Santa Cruz venerada en
la catedral de esa ciudad. Esta novena fortaleció la convicción de su vocación a predicar la Buena Noticia
a los pobres abandonados. Se ofreció a sí mismo para ser crucificado con su Redentor para que la vida de
Cristo se manifestara en él y para que la Copiosa Redemptio estuviera totalmente disponible para los
demás.

Quizás este mensaje es más importante que nunca para nosotros este año, al celebrar la Santa
Cruz. Por esta razón, he decidido escribirles específicamente y directamente a ustedes, mis amados
hermanos, como profesos, todos, en la Congregación del Santísimo Redentor.

Mis hermanos, tantos cohermanos han hablado conmigo en estas últimas semanas acerca del
desánimo y la desilusión a la luz de las recientes declaraciones y escándalos, tanto de abusos como de
encubrimientos de los mismos. Y, ahora, los ataques abiertos y públicos contra el Papa Francisco.
Muchos de ustedes me han preguntado: “¿La Iglesia institucional está por encima de la Redención?”
¿Cómo podemos permanecer, y como podemos continuar predicando la Buena Noticia cuando estas
malas noticias están a nuestro alrededor? ¿Cuándo y cómo terminará este escándalo? Ciertamente, en el
Norte y el Oeste del mundo, vemos nuestras Iglesias que se vacían, nuestra gente pierde la fe, la
confianza y tantos jóvenes que abandonan. Y ahora esta crisis parece estar creciendo en el Sur y el Este, y
ya no nos sorprendemos por situaciones como las de Chile y Perú.

Como muchos de ustedes, he luchado personalmente frente a estas declaraciones con sentimientos
personales de desánimo y rabia, desilusión y vergüenza, traición y resistencia. Por injustas que sean las
acciones de unos pocos, todos nos sentimos marcados y etiquetados por la sociedad y los medios de
comunicación, y sufrimos por ello. A pesar de que no tengo respuestas a estas inquietudes, y no sé cuándo
superaremos el actual dilema con suficientes medidas y protecciones para asegurarnos de que no vuelvan
a suceder, sí sé que tenemos que afrontarlo todos juntos. Y estoy convencido de que el Papa Francisco
nos ha ofrecido un camino hacia adelante en su Carta al Pueblo de Dios, que les envié el 27 de agosto de
2018.

A pesar de que es vitalmente importante poner un fin a los abusos y los encubrimientos, y
asegurar que la Iglesia sea un lugar seguro donde todos sean bienvenidos y protegidos, esto no es
suficiente. Como nos urge el Papa Francisco: “Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada
uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos.
Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección
que el Señor mira… Que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura
del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso.”

C.P. 2458 – 00100 ROMA – ITALIA Via Merulana, 31 – 00185 ROMA - ITALIA
CONGREGATIO SS. REDEMPTORIS

Lo que se nos exige hoy es un cambio estructural fundamental y radical. La Iglesia necesita
cambiar, no simplemente eliminar a los “malhechores” de entre nosotros. La Congregación también tiene
necesidad de eso cambio estructural. Los últimos Capítulos Generales han indicado que éste es el camino
hacia adelante para nosotros como Congregación. El Papa Francisco dice que éste es el camino por
recorrer para toda la Iglesia como Pueblo de Dios. Lo que es necesario es una conversión que sea tanto
personal como comunitaria, y que da fruto a través de una solidaridad y comunión más profundas. Esto es
fundamental para el tema de nuestro sexenio, para dar testimonio del Redentor en solidaridad con nuestro
mundo herido. Estos recientes acontecimientos y escándalos revelan que tan herido está nuestro mundo,
que tan herida está nuestra Iglesia, y cómo nuestra cultura clerical también tiene responsabilidad en
nuestras heridas.

El Papa Francisco declara con fuerza en su Carta: “El clericalismo, favorecido sea por los propios
sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a
perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a
cualquier forma de clericalismo”. En el espíritu de la Lumen Gentium y el Concilio Vaticano II,
debemos favorecer esta comunión y solidaridad por la cual la Iglesia puede nuevamente convertirse en un
instrumento de Copiosa Redemptio para todo el mundo (Cf LG 1).

¿Es demasiado tarde para salvar la Iglesia? ¿No sería más razonable abandonar este “edificio en
llamas” y comenzar de nuevo? Con San Alfonso, digo NO a este desánimo y desesperanza Y, además,
creo que la Congregación que él fundó tiene un rol vital en la promoción y el trabajo, tan necesario, para
el cambio.

Mis hermanos, quisiera sugerirles una acción concreta a todos ustedes. Propongo que en todas
nuestras iglesias y parroquias, en nuestros centros de espiritualidad y retiros, en nuestras escuelas, cada
comunidad Redentorista organice una jornada en la que consagrados y laicos consideren la Carta del
Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios. Juntos, los misioneros redentoristas religiosos y laicos, con las
religiosas y los líderes de las comunidades, podemos pensar en formas concretas de poner en práctica esta
carta en todas nuestras comunidades, parroquias, santuarios, colegios y escuelas. Trabajemos por un
cambio en el espíritu de este desafío que nos propone Papa Francisco.

Recientemente, un jesuita me habló de su padre, que es un bombero retirado en los Estados


Unidos. Luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, mucha gente decía:
“¡Necesitamos héroes!” Respondiendo a este reclamo, el padre dijo a este joven jesuita que necesitamos
sencillos y ordinarios bomberos. Ante las dificultades o los desastres, cuando todos huyen, los bomberos
corren hacia los edificios en llamas para salvar a otros. Hoy, necesitamos misioneros valientes que corran
hacia los edificios en llamas, sabiendo que sus esfuerzos quizás no salven el edificio, pero sabiendo
también que debemos intentarlo y darle todo lo que tenemos.

A fines de noviembre de 1732, Alfonso fue de Scala a Nápoles. Parecía que su naciente
Congregación estaba fracasando. Y pronto se quedaría solo con el Hno. Vito Curzio, y sus sueños se
esfumarían. O eso parecía. El 28 de noviembre, respondiendo al Señor en oración, Alfonso hizo su voto y
juramento de perseverancia – en el que no importara lo que pudiera suceder, no importara lo que fallara,
no importara quien lo abandonara - él no abandonaría la vocación que había recibido del Señor, su
Redentor. Que él nos ayude hoy a hacer lo mismo y a renovar nuestro propio voto y juramento de
perseverancia con alegría y esperanza.

“Los redentoristas son apóstoles de fe robusta, de esperanza alegre, de ardiente caridad y celo
encendido. No presumen de sí y practican la oración constante. Como hombres apostólicos e hijos
genuinos de san Alfonso, siguen gozosamente a Cristo Salvador, participan de su misterio y lo anuncian
con la sencillez evangélica de su vida y de su palabra, y por la abnegación de sí mismos se mantienen
disponibles para todo lo arduo a fin de llevar a todos la redención copiosa de Cristo.” (Const. 20)
CONGREGATIO SS. REDEMPTORIS

Confiando en la bendición de Cristo nuestro Redentor, el amor de María, nuestra Madre del
Perpetuo Socorro, y la intercesión de San Alfonso, nuestro cohermano,

Su hermano en el Redentor,

Michael Brehl, C.Ss.R.


Superior General

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