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ona de Goyeneche (1986) ima la costumbre de denominar a las casonas con el apellido ictario que mas suena en la memoria. Esto ocurre también 1a gas, se yoonoce como Casa de Goyeneche, familia de es- cién a Bye a nee ado. Lo cierto es ae ace décadas 4p » por bus- uyo predio ocupa actual- r¢ adillo de vyendedores ambulantes, a 0 que el ter ares algo tardios, pero UST COM coat EMOTES fp sdquirida por Ia famitia Goyeneche, cuyo mas ilustre representante ‘Arzobispo de ese apellido, av goberné la didcesis de Lima entre 1872, y era hermano de aquel Juan Manuel de Goyeneche y Barreda. perio como toda su familia, pero ferviente realista, que luché nie contra las fuerzas patriotas y finalmente se marché a Espajia, @ recibio cl titulo de Conde de Huaqui. Arzobispo, que fuera con anterioridad Obispo de Arequipa, ciudad en se conserva una hermosa casona, llamada también de Goyeneche y es una de las joyas arquitectonicas arequipefias, permanecié aqui. La ima parece que fue s idencia circunstancial, tiene, ademas de § arquitectdnicos intrinseco: el privilegio de estar magnfficamente ee nservada y es en la actualidad lugar de recibo ¢ 1 del Banco de ito, que no solo la ha re taurado convenientemente, sino la ha amue- ‘con el esplendor y sefiorfo que debié tener en sus mejores momentos y probablemente, mas esta excepcional situacién de que Igoz4, y gozamos los limefios que contemplan el poco usu al espec- © de una residencia restaurada y tenida con grandeza, dignidad y Un Rincén de Amor (1975) E n la esquina del jirén José Pardo y la calle Huamalies, en los Barrios 4 Altos, esté “El Rincén del Prado”, a la espalda del Monasterio del mismo nombre. Fue antafio, quinta de recreo campestre: un “Pavillon de mon plaisir” de esos que, siguiendo la moda de afrancesamiento de las costumbres, también se edificaron en Lima dieciochesca y cuyo ejemplo arquitect6nico més notable es la rimense “Quinta de Presa”, Quedaba entonces, este Rincén del Prado, casi a extramuros, en las afueras, mds cercano a los bastiones del cinturén fortificado que preserva- ba a la ciudad de las sorpresas de la filibusterfa, que del nicleo urbano, en sitio de huertas y follajes, apartado y discreto. Pertenecié al hidalgo ma- Uorquf don Joseph Palmer, cuyo blasén luce en uno de los aposentos, y que fungia como secretario Privado del virrey don Manuel de Amat. Debié ser este “secretario privado” hombre complaciente en tercerfas, pues prestaba su quinta para las entrevistas intimas del virrey con la cémica criolla Micae- Ja Villegas “La Perricholi” que encandil6 y escandaliz6 con sus quehaceres

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