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RAFFINO
INKA
ARQUEOLOGIA, HISTORIA
Y URBANISMO
DEL ALTIPLANO ANDINO
R o d o lfo A . R a f f in o
INKA
ARQUEOLOGÍA, HISTORIA
Y URBANISMO
DEL ALTIPLANO ANDINO
PARTICIPAN:
Axel E. Nielsen
Ricardo J. Al vis
Jorge R. Palma
Adrián Iñíguez Rodríguez
Marcelo Manassero
Celina M. Madero
Anahí Iácona
Diseño de Tapa:
D a niel V il l a l b a
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
* * *
* * *
Lo que sigue en estas páginas tiene destinos concretos: se inicia con una
presentación geográfica y ecológica del universo andina Prosigue con un
análisis del patrón de poblamiento, artefactos y ecofactos recuperados en La
Huerta de Humahuaca y finaliza con una visión explicativa de las caracterí s -
ticas, grado de intensidad y transfiguraciones culturales que generó el
Horizonte Inka en al altiplano de Bolivia y extremo boreal argentina
La información que manejaremos será fundamentalmente arqueológica
— aunque procuraremos adherir fuentes documentales aportadas por la
lingüística y la etnohistoria— no pocas de ellas fueron obtenidas en el
propio terreno por nuestros antecesores o por nosotros.
El registro arqueológico tomado en La Huerta demandó cinco misiones
en el terreno. La primera tuvo lugar en marzo de 1983 y significó el redes-
cubrimiento de la instalación, un simple muestreo al azar en transecta de
los fragmentos cerámicos de superficie y un reconocimiento de su arquitec
tura. Estas tácticas permitieron observar que la instalación poseía dos
eventos de ocupación principales. Uno seguramente local o Humahuaca y
otro de factura Inka y limitada al Capacñan o camino real y a un grupo de
edificios ubicados en un sector definido en su parte central. Naturalmente
durante esa fase exploratoria no sabíamos si ambos eventos eran coetáneos
o si la ocupación Humahuaca había sido previa a la entrada de los Yupanki.
El interés que despertó el sitio nos llevó a los depósitos y archivos del
Museo Etnográfico, lugar donde se hallaba parte del registro arqueológico
obtenido por Debenedetti en 1918 y que permanecía inédito. El hallazgo
del diario de viaje de su expedición y de un centenar de artefactos fue
determinante para los pasos siguientes. Así fue que decidimos investigar el
uso del espacio, la naturaleza y las alternativas de la ocupación Inka dentro
de una gran instalación de Humahuaca, un sitio casi olvidado por la arqueo
logía científica.
Sin embargo, esta decisión estuvo un par de años demorada. Antes
debíamos cumplir con una serie de misiones arqueológicas en el altiplano
de Potosí, Chuquisaca y Oruro. Pactadas para buscar los históricos tambos
del Inga mencionados en las crónicas de Vaca de Castro y Matienzo y
patrocinadas por un Grant de National Geographic Society de Washington.
A estas le seguirán tres viajes más, esta vez con destino al terreno situado al
oriente de Humahuaca: Iruya, Santa Victoria Oeste y Vallegrande.
N o obstante el compromiso, el tema de uno u otro modo era el mismo:
el Tawantinsuyu. Los resultados de esas misiones al terreno son ofrecidos a
lo largo de esta obra.
La segunda campaña hacia las ruinas de La Huerta se produjo en
agosto de 1985. Estuvo dirigida hacia dos objetivos esenciales. El primero
confeccionar la planimetría total de las ruinas, los perfiles y varios planos
detallados de sectores especiales. El arquitecto Ricardo A lvis y A xel
Nielsen fueron los encargados de esas tareas. Mientras tanto, otro grupo
comenzaba la excavación de una estructura monticular que se mostraba
com o un probable depósito de basura. Durante esos trabajos logramos
profundizar 9 capas artificiales fértiles de 0,10m. Paralelamente la instala-
ción se fue revelando como mucho más grande de lo estimado en la fase
exploratoria, ante lo cual decidimos regresar al laboratorio para evaluar los
resultados parciales logrados y planear una estrategia más afinada.
Mientras Al vis procesaba decenas de hojas con planos parciales de las
ruinas — tarea que le llevó a componer una área intramuros ocupada por
más de 250 recintos, pero que apenas significaba la mitad de la extensión
total del sitio— , Jorge Palma, Daniel Olivera, Adriana Callegari y quien
esto escribe se dedicaron a las tipologías de artefactos tomados de los
muéstreos superficiales y por excavación. Estos trabajos fueron coordi
nados con una muestra de alrededor de 25.000 fragmentos de cerámica
provenientes de sitios Inka reconocidos en el extremo boreal de Argentina
y altiplano Centro-Sur de Bolivia.
A ellos se sumarían, posteriormente, los alumnos de la carrera de
antropología de la Universidad Nacional de La Plata, Victoria García
Montes y Alberto Manso. En vista de que aún faltaba realizar la mitad del
plano y que, sin dudas, en nuestra excavación exploratoria no habíamos
llegado a la base del basural, la decisión fue que los próximos pasos en el
terreno serían:
1 concluir la planimetría del sitio,
2 realizar muéstreos dirigidos sobre el interior y exterior de recintos
seleccionados por sus rasgos arquitectónicos de superficie,
3 fecha por C 14 las capas artificiales N° III, VI y IX del basural antes
de proseguir con su excavación.
Para estos tiempos uno de los miembros del equipo, Axel Nielsen,
desarrollaba intensas investigaciones en la región oriental de Humahuaca,
las cuales dieron la base documental de su Tesis Doctoral, aprobada con
honores en la Universidad Nacional de Córdoba (1989). A la par prose
guían los estudios dedicados a rescatar la información histórica sobre
contactos interétnicos, dominio Inka y colonización europea en el altiplano
andino, con el propósito de recomponer los procesos etnohistóricos y antro-
pológicos regionales entre los siglos XV a XVII. Esta tarea estuvo compar
tida con la Lic . Anahí Iácona y ha demandado un extenso capítulo.
2. La Quebrada de Humahuaca:
Rasgos geográficos y ecológicos
b) La Q ’ eshwa.
Ocupa las secciones media y superior de la Quebrada, lo que significa
la mayor parte del universo Humahuaca, incluyendo la Quebrada de La
Huerta. El valle se toma más estrecho y profundo (sobre todo en la porción
media) al aumentar el desnivel entre el fondo y la cumbre de las serranías
que lo flanquean. En algunos puntos (Perchel, Chico y Chorrillos) aflora
mientos de rocas paleozoicas, más duras y resistentes a la erosión, provo
can agudos estrechamientos en el valle. Estos accidentes, entre los que que
dan pocos metros separando ambas laderas, son denominados “ angostos”.
La asimetría ya mencionada entre las faldas ha motivado que la mayor
parte de las actuales poblaciones se asienten sobre la margen derecha del
Río Grande, entre ellas las de Humahuaca. Iturbe, Udquía. Huacalera.
Maimara, Tumbaya y Volcán. Escapa a esta generalización la pintoresca
Tilcara, asentada sobre la margen oriental.
Los macizos montañosos presentan en su porción superior un relieve
suave y con formas monótonas de penillanuras, características de los
paisajes en su madurez cuando prácticamente han llegado a la nivelación de
su relieve. Por debajo de estas formaciones, las serranías muestran una
estructura orográfica más reciente (Terciaria), aflorando estratos
mesozoicos de vivos colores. En la porción inferior, formas accidentadas,
cortadas en barrancas y rajadas por torrenteras, testimonian una intensa
acción erosiva sobre los sedimentos cuaternarios.
Durante el verano, las lluvias torrenciales arrastran ladera abajo grandes
masas de barro y ripio, que se depositan en las desembocaduras de torrentes
y quebradas formando abanicos y conoides aluviales. Estas formaciones son
conocidas en la zona com o “ volcanes” y constituyen uno de los rasgos típicos
del paisaje. El fenómeno parece haberse producido durante todo el pleisto-
ceno, com o lo demuestran los numerosos conoides que se encuentran en toda
la extensión de la Quebrada y valles laterales, escalonándose a diferentes
niveles sobre los actuales cursos de agua. Algunos de ellos — los geológica
mente más antiguos— se sitúan a gran altura respecto al nivel actual de las
vaguadas, las que generalmente han cortado profundas barrancas en su masa.
En la parte más alta de la Quebrada, al Norte de Udquía. domina el
relieve de penillanura antes mencionado. Las montañas, de formas más
redondeadas, se elevan menos sobre el nivel del valle' dejando entre ellas
planicies sedimentarias cubiertas de cantos rodados.
El clima de la q ’ eshwa contrasta notablemente con el de la yunga, siendo
lo más notable la brusca caída de las precipitaciones y un aumento en la
amplitud térmica diaria. Este cambio no es solamente resultado de la altura.
Como se dijo anteriormente, las lluvias en la región son provocadas por los
vientos alisios que soplan desde la región tropical (vientos del E. y SE.). El
brusco ascenso del cordón montañoso que flanquea la Quebrada por el Este
en esta sección (Sierras de Tilcara y Zenta) interpone una barrera infranque
able a las masas húmedas, que se precipitan totalmente sobre su falda oriental,
generando una cubierta de vegetación subtropical y alimentando los
numerosos cursos de agua del sistema de las Sierras Subandinas.
En efecto, la cumbre de la Sierra se eleva de 1.500 m. a la altura de
León (última localidad en la parte más alta de la yunga) a 3.600 m. a la
altura de Tumbaya, una de las primeras poblaciones de la q’eshwa, situada
sólo 23 km. al norte de la anterior. A esto hay que agregar un cambio de
nivel igualmente brusco, en el mismo fondo del valle: León se sitúa a 1.628
m., mientras que Volcán está a 2.078 m, arrojando una diferencia de altitud
de 450 m. en los escasos 15 km. que separan ambas localidades.
Este verdadero “ escalón” está rematado por un gigantesco cono de
deyección (el “ volcán” de donde toma su nombre la localidad) formado por
el acarreo del arroyo del Medio, un tributario occidental del Río Grande.
Presenta un borde frontal de 12 km. y se eleva 500 m. sobre el fondo del
valle, constituyendo así una barrera topográfica y climatérica significativa,
sobre todo si consideramos que a esta altura la Quebrada ya comienza a
encajonarse. Las masas de lluvia que ingresan a la yunga en verano desde
el SE. no superan este accidente y normalmente se precipitan por debajo de
los 2.000 m. Así, las precipitaciones disminuyen de 828 mm. anuales en
León, a 221 mm. en Tumbaya.
C om o consecuencia, domina en la q ’ eshwa un clima desértico de
altura, con lluvias que oscilan entre casi 270 mm. anuales (Iturbe) y poco
más de 100 mm. (Tilcara). Estas se producen exclusivamente en los meses
de verano lo que hace que los cultivos dependan totalmente del riego.
Dominan los vientos del Sur, especialmente en verano, lo que se refleja
en la tendencia de las viviendas tradicionales a orientar sus puertas hacia
cuadrantes opuestos a este rumbo.
Las variaciones diarias de la temperatura son bastante grandes (15ºC .
en enero, 23ºC. en julio), lo que muestra un clima sujeto a intensa radiación
solar. Este rasgo, sumado a la acción de los vientos que soplan desde la
yunga, hace que la temperatura sea bastante más elevada en el interior de la
Quebrada, si se la compara con la temperatura de la atmósfera libre a la
misma altura sobre la llanura. En invierno, por ejemplo, durante la tarde
reina prácticamente la misma temperatura en la mayor piule de la Quebrada
a pesar de las grandes diferencias de altura (Combetto y Da Vera, 1967). La
media anual es de 12,3° en Humahuaca, siendo diciembre el mes más
caluroso (17,2ºC . de media) y julio el más frío ( 8°C.).
La disminución de las precipitaciones en la q 'eshwa provoca un
cambio notable en la navegación, que se toma más xerófila, con abundantes
cactáceas. En las laderas domina la estepa arbustiva, con algunos cardones
aislados. Los principales arbustos son la chilca, tola, añagua, chachacoma y
la rica-rica. El estrato herbáceo, poco desarrollado, está formado fundamen
talmente por paja amarilla.
En los suelos pedregosos de la parte baja de las laderas, y sobre todo
en ios conos de deyección y terrazas altas, aparecen los cardonales que son
la formación vegetal típica del paisaje quebradeño.
En el fondo del valle se encuentran matorrales de molle, chilca y jume
junto con algunos churqui. En el sector más bajo del ecosistema hay
bosquecillos de arca y algarrobo, y en las zonas anegadas del fondo del
valle crecen juntos, totoras, cortaderas y cojines de gramíneas.
En la parte más alta de la Quebrada (por encima de los 2.900 m.) los
cambios en la vegetación acusan la transición hacia el ecosistema Suni. Los
cardones son más escasos, en las planicies sedimentarias aparecen bosques
y matorrales de churqui, y en las laderas nuevas especies de arbustos
(bromeliáceas) que les confieren un color gris característico.
Tanto en la quebrada troncal, com o en las laterales, los cultivos se concen
tran en los suelos cuaternarios del fondo de valle — terrazas naturales y
bancos aluviales— lugares donde resulta más fácil la irrigación y no son
necesarios trabajos de nivelación del terreno. En la etapa prehispánica se
aprovecharon además las laderas y conos de deyección pedemontanos, sobre
todo en las quebradas subsidiarías orientales. Así lo testimonian los restos de
canchones, terrazas y andenes de cultivo que en ocasiones (Alfarcito,
Cosmate, Rodero y Coctaca) cubren grandes extensiones, debiendo haber
representado verdaderos centros de producción regional. En la actualidad
esta vieja infraestructura agrícola prácticamente no es utilizada.
Las especies cultivadas más importantes son el maíz, trigo, vid, forra
jeras (cebada, alfalfa), hortalizas varias (tomates, zanahoria, lechuga,
cebolla), legumbres, frutales (durazno, manzano) y árboles que actúan
com o protección contra el viento (álamo, sauce, aguaribay). También se
cultivan tubérculos propios de los ecosistemas superiores (papa, oca).
Entre los principales animales silvestres que sobreviven se cuentan
especies de roedores (ratón, chinchilla, vizcacha, y cuy), reptiles terrestres
(lagartijas y culebras), carnívoros (puma, zorro y hurón), mamíferos desden
tados (armadillos) y varias especies de aves, entre las que sobresalen el ya
mencionado “suri", patos, perdices y el cóndor, dominando las alturas andinas.
La ganadería tiene importancia mínima comparada con la agricultura, y
se ocupa exclusivamente de especies europeas: cabras, ovejas, caballos,
muías y unos pocos vacunos. El pastoreo de camélidos, hoy confinado a los
ecosistemas superiores, ocupó un lugar destacado en la subsistencia de los
pueblos indígenas que habitaron la Quebrada. Así lo evidencian los corrales
contiguos a las plantas urbanas de los asentamientos prehispánicos más
importantes (Tilcara, Juella, La Huerta y Volcán) y la superlativa abundancia
de restos óseos de estos animales depositados en las entrañas de sus basurales.
Además de su gran potencialidad económica, la importancia de la
q'eshwa reside en que ha operado en todas las épocas como intermediaria
entre los pisos ecológicos situados a mayor altura (suni. puna, y janea) y las
yungas. Esta función vinculadora es especialmente significativa, tanto para
Humahuaca como para otros valles mesotérmicos de esta asignación como
Talina, Cotagaita, Tupiza, Tarija, San Juan Mayo, Suipacha, en el S. de
Bolivia; e Iruya, Santa Victoria y Valle Grande en el Norte Argentino. Esos
han configurado un doble eje de circulación de información y materia. Un
eje meridiano representado por las quebradas troncales que fueron tradicio
nales vías de circulación entre el altiplano circuntiticaca o cuzqucño y el
antiguo Tucumán. Esta es la antigua y célebre red caminera, aún existente,
construida y utilizada por los Inka como ruta hacia el sector meridional del
Kollasuyu.
Por estas sendas transitarán luego las expediciones descubridoras del
Tucumán, como las comandadas por Diego de Almagro (1535), Diego de
Rojas (1543), Nuñez del Prado (1551). Talina. Suipacha y Humahuaca
serán particularmente propicias para el tráfico colonial entre Potosí, el Río
de la Plata y España. Por ellas drenarán hacia Sevilla, la plata y el oro de
Porco y Potosí desde los tiempos y mandatos de Felipe II.
Las expediciones libertadoras rioplatenses de Balcarce (1810),
Belgrano (1813) y Rondeau (1814) las usarán obligadamente en sus
misiones desde la recién liberada Buenos Aires hacia el alto Perú. Nueve
invasiones realistas la tendrán como vía obligada, entre 1813 y 1822, con el
objetivo de recuperar los territorios liberados de Tucumán y Río de la Plata.
Este eje meridiano fue en definitiva el ámbito donde se produjo por más
de 4 siglos todo el flujo de información, materia y energía entre los Andes y
el Río de la Plata. Un sistema histórico que recién a principios del siglo XX
fue suplantado en parte por la ferrovía y la ruta Panamericana. Aunque no
pocos segmentos de estas aún atraviesan estos valles mesotérmicos de traza
longitudinal.
Una serie de ejes de circulación, trazados en sentido E-O, están confor
mados por las quebradas laterales que desembocan en los valles mesotér
micos troncales. Por entre las quebradas occidentales, con cabecera en la
Puna, circulan tradicionalmente los productos de los ecosistemas superiores,
como la carne, cueros, lana, tejidos, sal, etc. Por las orientales, que conducen
a la región subandina, ingresan los frutos de las yungas, el bosque tropical
lluvioso del Chaco Gualamba, com o el tabaco, ají y hojas de coca, entre otras
especies.
A lo largo de los tiempos la q'eshwa de Humahuaca y los restantes
valles mesotérmicos de esta sección del Kollasuyu han ofrecido jugosos
potenciales ecológicos para el asentamiento y desarrollo de las poblaciones
cualquiera haya sido su estrategia de subsistencia. En este escenario
supieron instalarse los cazadores y recolectores paleoindios varios milenios
atrás y posteriormente las sociedades agrícolas productoras de energía que
precedieron al Tawantinsuyu primero y a la corona después.
Estas particularidades se encuentran potenciadas por una situación estra
tégica en los trasvasam ientos de energía y cultura entre los ecosistemas del
altiplano circuntiticaca y potosino con los valles templados del N.O.
Argentino; y entre las yungas de las selvas y bosques del naciente amazó
nico, con los valles transversales y oasis aledaños de la costa del Pacífico
chileno.
En el caso particular de Humahuaca, esta situación de privilegio le facilitó
el acceso a todos los ecosistemas del espectro vertical andino, otorgándole
matices protagónicos a la estructura y conducta de las sociedades aborígenes
que la poblaron.
A sí se explican las características simbióticas y los modelos econó
micos, mixtos de las culturas que se implantaron, las que a menudo combinan
rasgos altiplánicos con elementos provenientes de las florestas tropicales del
oriente.
No en vano el territorio Humahuaca es uno de los más ricos y densa
mente poblado de todo el N.O. Argentino, con recursos naturales y humanos
apetecidos a su tumo por el Tawantinsuyu, ya en el filo del tiempo prehispá
nico y por los españoles a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
Humahuaca es dueño a la vez de una pródiga tradición cultura! local que
impulsó estos imperios a ocuparla y administrarla, produciendo en ella
profundas transfiguraciones culturales según veremos en las próximas
secciones de esta obra.
BIBLIOGRAFÍA
R o d o l f o A . R a f f in o - R ic a r d o J. A l v is
3. L a H u e r ta . Á r e a d e in s t a la c ió n : E s ta d ís tic a
2 Esta equivalencia seguramente deberá adaptarse cuando se efectúen las reducciones de los
planos que acompañan esta obra.
8 __ Sup. edificios Inka (sector O ): 1.000 m2
9 — pendiente media: 7%
A . Arquitectura a nivel:
18 — Recintos potencialmente
"
techables (E-4): 80 13%
19 — Sup. relativa mínima de recintos
techables: 800 m2
20 — Sup. relativa máxima de recintos
techables (estrato E -4 + 50% de E-3):800 + 2.040 = 2.840 m2
21 — Sup. ocupada por recintos del estrato
E-l (19 construcciones): 9.800 m2
22 — % de sup. intramuros ocupada por E-1:13,5% de 72.725 m2
23 — DEMOGRAFÍA RELATIVA:
a - 1 hab. x 4 m2techable: 2.840 m2: 4 = 710 hab.
24 — DENSIDAD DEMOGRÁFICA RELATIVA:
a - a partir de 3/23-a: 710 hab. = 98,6 hab/ha.
7,2 ha.
La cronología Inka
En los niveles más superficiales del P .S.l, entre las capas VII a 0, se
observan cuatro nuevos episodios (eventos VI a IX) con una continuidad en
la tendencia de la acumulación de la unidad A. Al evento VI corresponde la
fecha de 540 ± 90 a.p. (1410 ± 90 d.C. INGEIS. AC.-Ne1069) y al evento
VIII la de 480 ± 100 a.p. (1470 ± 100 d.C. INGEIS. AC.-N90960). El
primer fechado es más antiguo de lo que hasta el momento fijamos como
umbral de la conquista Inka del N.O. argentino. Aunque su sigma positivo
puede llevar esa fecha a 1500 d.C.
Estas dataciones logradas sobre series estratigráficas coordinadas y en
diferentes laboratorios inducen a especular sobre una mayor antigüedad para
el arribo de los estímulos Inka al Noroeste argentino. Aunque en definitiva el
tiempo del dominio Inka en la historia cultural andina es tan corto — apenas
100 años para el epicentro cuzqueño y 60 en el Noroeste argentino y Chile—
que difícilmente unas pocas dataciones de radiocarbono como las que aquí se
ofrecen puedan resolver este enigma cronológico.
No obstante necesario alertar sobre esta problemática. Para el caso de
los basurales de la Huerta, las 5 fechas obtenidas para el componente
Humahuaca-Inka arrojan un promedio de 1328 d.C. Ellas pueden ser
parcialmente corregidas utilizando los sigmas positivos.
La muestra radiocarbónica del evento IV (1370 ± 80} que marcaría
otro momento con presencia Inka posee también mayor antigüedad que las
estimadas regularmente. Esta es corregida en parte con la utilización de su
sigma positivo, con lo cual queda situada en 1450 d.C.
El nivel más superficial del depósito P.S. 1, compuesto por las capas 0
y parte de la I, corresponden al período histórico que llamamos “compo
nente Hispano-Humahuaca ". Es éste el episodio IX, signado por una
paulatina disminución de las Secuencias de tiestos y ecofactos. Esta alter
nativa se correlacionaría con los registros de cuentas de collar de vidrio
europeo de las tumbas Nº 88 y 94, así como de cerámica histórica en el
interior de los recintos Nº 217 y 472.
El proceso acumulativo final por actividades de descarte en el basural
se produce en plena etapa Hispano-Indígena. La lenta disminución de
desperdicios podría indicar una paulatina disminución de actividades,
quizás, solidaria con el gradual abandono del sitio. Cabe destacar que los
elementos hispánicos aparecen en La Huerta en cuatro tumbas excavadas
por Debenedetti y relocalizadas por nosotros; las nro. 88, 89, 93 y 94. En
estas unidades funerarias aparecen también artefactos Inka.
Cant %
1 — Cámaras cilindricas con cierre en falsa bóveda 5 18,5
" 18,5
2— Cuadrangular/rectangulares en falsa bóveda 5
"
3— cilindricas con cierre plano 1 4
"
4— cuadrangulares con cierre plano 2 7
5— " "sin datos del cierre 7 26
"
6— cilindricas 4 15
7 — Adultos directos: 2 casos 2 7
Totales 26
Fig. 2.14. Fachada de los edificios Inka de La Huerta, construidos con paredes dobles de piedra canteada y relleno interior
La "muestra total" resulta de los 67 casos señalados por Debenedetti, más 5
descriptos por C. Lafón (1958) con lo cual se asciende a 72 discriminados
como sigue:
Núm. %
1 — Cámaras cilindricas c/cierre en f/bóveda 16 22
1— ” elípticas ” " " " 1 1
2— ” cuadrang./rectang. c/cierre en f/bóv. 6 8
3— ” cilindricas c/cierre plano 1 1
4— ” Cuadrang. c/cierre plano 2 3
5— ” ” s/datos de cierre 12 17
6— ” cilindricas sin dalos de cierre 9 12
7 — Adultos directos 12 17
8— ” en urnas 1 1
9 — Infantes en urnas 11 15
10 — ” directos 1 1
Totales 72
R odolfo R a f f in o y Jo r g e P a l m a
3 El material orgánico de la colección está siendo examinado por los antropólogos físicos de
la Universidad de Río Cuarto y seguramente su exposición será un calificado aporte al
tema.
1. L a alfarería
h) M onocrom o R ojo:
La cocción es en atmósfera oxidante, con superficie rojo oscuro y trata
miento por alisado. Se presenta en las formas: 1 , 3 , 4 , 6 , 8 ,1 0 ,1 1 , y 15. Su
registro en el sitio alcanza al 2 3 ,1 % d e las piezas enteras, al 3 2 ,2 % de la
recolección de superficie y al 18,6% en el basural.
i) Ordinario:
Este grupo com prende una muestra subdividible en tipos con las formas
1,4,5,6 , 8 ,9 ,1 0 , y 11. Su presencia alcanza al 3 0 ,6 % de las piezas com pletas,
al 442% de los tiestos de su perficie, y al 5 0 % de lo s del basural.
j) Otros estilos
Se registran piezas enteras d e com portam iento intrusivo.Entre ellas un
cántaro atribuible al e s tilo Q u eta n e g r o so b re ante r o jiz o c o n puntos
blancos (form a 13) c o n o c id o c o m o “ P eñ a C o lo ra d a c o n puntos”
(Deambrosis y D e L oren zi; 1975). U n pelike del estilo potosino Uruquilla o
Colla Quillaquila (Ibarra G rasso y Q uerejazu; 1986). Estas piezas, así co m o
fragmentos de tip o L a F ortuna m o r a d o (variante region a l del Grupo
Chicha) hallados en e l basural, revelan contactos co n la Puna de Casabindo,
Rinconada a sí c o m o c o n C h u q u isa ca y P o to s í ya señaladas en aportes
anteriores (R affin o y c o l. 1986).
El estilo Queta tiene su m áxim a popularidad estadística en los sitios
Inka locales R in co n a d a y Q u eta , c o n una d ifu sió n hasta la puna de
Pozuelos, C an grejillos y T oroa ra (L a Q u ia ca ). S e trata de una alfarería
propia del área de C asabin d o-D on cellas, culturalmente ligada a los pueblos
de “ casavindos y c o c h in o c a s ” etnoh istóricam en te referidos y que serán
tratados más adelante.
Esta alfarería aparece en en cla v es Inka del L a g o A ullagas c o m o Oma
Porco, tras una ausencia en e l área C h icha de Talina y Suipacha. Seguramente
esta p resen cia, lu e g o d e una a gu d a d iscon tin u id ad , o b e d e z ca a desplaza
mientos de mitimaes p o r indu cción Inka.
3. La textilería
Son abundantes las evidencias relacionadas con prácticas textiles y
muy escasas las de piezas hechas, seguramente por las características
conservacionales. La mayoría de ellas proviene del sector Inka de La
Huerta, especialmente de la tumba L.H.T. 94, la que parece haber guardado
los cuerpos de tres “ Cumbicamayos” o artesanos textiles, a la vez indivi
duos de prestigio. D os de ellos poseían sendas tiaras de plata, mientras que
el tercero, aparentemente una mujer, según Debenedetti, se articulaba direc
tamente con la parafernalia textil.
El registro de esta tumba es francamente prodigio: 6 torteros de
madera, 18 torteros de calabaza, 10 husos completos de madera, y varios
trozos, también de madera, correspondientes a palos de telar vertical En el
resto del sitio se encuentran torteros (“ muyuna”) de calabaza ( 11), madera
( 8 ), y nuez ( 2 ); y dos husos (“ pushka” ) de madera.
Los implementos de telar hallados consisten en palos de telar y ruquis.
Los primeros ("vinasa”) son instrumentos de madera alisada, con un
extremo romo, el otro aguzado, cuya finalidad es " ... apretar la trama al ser
pasada por la urdimbre y así compactar el tejido...” (Perrot y Pupareli,
1983/85:239).
El único ruqui (“ruk’i"), consiste en un metápodo de camélido con un
extremo aguzado que se usó probablemente para apretar los hilos del tejido.
4 — Las armas
En las tumbas alojadas dentro del sector Inka se hallaron tres arcos de
madera de perfil simple y sección circular; cuatro punzones, dos astiles de
flecha, puntas confeccionadas en madera, y cuatro tensores. Puntas de
proyectil para arco, de limbo triangular y base escotada se exhumaron junto
a esquirlas del mismo material en las capas VIII y XII del basural.
5. La lapidaria
B. G rupo C hicha
D. Cerámica hispánica
E. Estilos Humahuaca
Técnicas analíticas
Un resumen de los procedimientos seguidos para la preparación de
muestras normales se detalla a continuación:
Preparación de las muestras
Se muele la muestra hasta que la totalidad pasa por un tamiz 270,
luego se procede al llenado del porta muestras de aluminio y a su compac-
tación de acuerdo a las técnicas convencionales. Este portamuestras con el
material a analizar es el que se coloca en el equipo para la obtención del
difractograma correspondiente.
Análisis cualitativo
La lectura de los diagramas de difracción de rayos x permite obtener
los valores de los espaciados de familias de planos atómicos de cada
mineral, lo que, a su vez, permite identificarlos, aunque en el caso de los
argilomineralcs, hay valores que se superponen. Este problema se resuelve
con el uso de tratamientos especiales efectuados a las muestras orientadas
antes del análisis difractométrico. que producen el desplazamiento y/o
destrucción de algunos picos de los argilomineralcs, que son distintivos de
cada uno de ellos. Estos tratamientos son la glicolación y la calcinación; en
este caso no fueron aplicados, pues las mismas no presentaron mayores
variaciones ni dificultad en la individualización de las especies minerales
presentes.
R esultados
En las muestras de cerámica estudiadas se observa claramente la
presencia de una asociación característica de cuarzo-illita-feldespato, como
minerales más abundantes, común a todas las muestras.
Se destaca, sin embargo, que durante el proceso de cocción y calcinado
de las cerámicas, algunos argilominerales de importancia como por ejemplo
las esmectitas y la caolinita por acción del calor sufren variaciones, así la
caolinita a más de 550 grados destruye su estructura, se amorfisa y las
esmectitas se contraen a 10 A. superponiéndose con el pico de illita, esto
dificulta la determinación composicional inicial del barro utilizado para
dichas cerámicas y hace que nuestros resultados tengan sólo un valor
relativo para determinar la procedencia del material empleado, si se tiene
en cuenta sólo la mineralogía de arcillas.
A nálisis petrográfico
Un grupo de 33 fragmentos del total de 56 fue seleccionado para reali
zar cortes delgados y obtener información más precisa sobre su procedencia
regional. Estas muestras de cerámica procedentes de las regiones de
Humahuaca, Iruya, Talina y Poopo que fueron analizadas petrográficamen
te en el curso de este estudio, con un análisis modal de los constituyentes
principales, se asignan y distribuyen de acuerdo a los cuadros 4.4 y 4.5.
En cada corte delgado fueron identificados 200 gramos de los distintos
componentes, y estos totales fueron recalculados en porcentajes para
establecer la composición modal. Los resultados fueron representados en
diagramas triangulares de composición QFL, (cuarzo-feldespato-líticos).
El análisis petrográfico permitió individualizar a los siguientes consti
tuyentes principales:
Resultados
Para la comparación de las muestras con la composición promedio de
las arenas se presenta en la Fig 5.2, una de las clasificaciones petrográficas
más utilizadas (Folk, 1968).
En la representación en los diagramas de composición triangulares, las
muestras provenientes de la región de Iruya muestran una procedencia a
partir de arenas arcósicas, las de las regiones de Poopo y Talina se agrupan
en el campo de las arenas arcósicas cuarzosas, mientras que el resto de las
muestras de la localidad de Humahuaca evidencian una clara agrupación en
los campos de litoarenitas, y litoarenitas feldespáticas.
Interpretación
En el proceso de elaboración de cerámica, es común mezclar
materiales arenosos con arcillas para obtener una textura apropiada de las
pastas para la elaboración y el horneado de las piezas. En nuestro caso, la
composición de la fracción arena utilizada permite segregar, en forma clara,
a las distintas cerámicas según su área de procedencia ya que esta imprime
una huella característica en la composición modal de los constituyentes
mineralógicos principales.
Este comportamiento mineralógico nos sirve para realizar inferencias
en base a la correlación entre la composición, las regiones de procedencia,
las características estilísticas y los ámbitos geológicos en donde se encuen
tran los yacimientos arqueológicos estudiados. Así, por ejemplo, las
muestras de las regiones de Iruya, Talina y Poopo presentan una
abundancia significativa de cuarzo y feldespato, que las asocia con áreas de
procedencia graníticas, mientras que las muestras de Humahuaca. con una
composición lítica predominante, están asociadas a procedencias de
carácter volcánico. Ambas procedencias están bien representadas en las
rocas del Cordón Andino por lo que la materia prima para cada región es
autóctona o relativamente local en cada área.
Ante estas circunstancias, podemos deducir una diferenciación regional
en las manufacturas de las cerámicas, las que parecen covariar enforma
solidaria con la ubicación asignada arqueológicamente a cada una de ellas.
Estas diferentes procedencias composicionales de las pastas está bien
representada en las rocas del cordón Andino, por lo que se deduce que:
Conclusiones
Con el presente estudio se ha comprobado que:
1ra. Serie
REGIÓN SITIO LOCALIZACIÓN
2da. Serie
REGIÓN SITIO LOCALIZACIÓN
ESTILO TIPOS
ESTILO CANTIDAD
Inka Provincial 12
Humahuaca N/R 3
Inka Pacaje 1
Y ura N/R 4
Colia N/R 4
Chicha M/N 7
Tiawanaku decadente 2
Famabalasto 1
C elina M adero
Introducción
1 Entre los camélidos sudamericanos existen cuatro especies, de las cuales, dos son domés
ticas: la llama (L.glama) y la alpaca (L.pacos) y dos son silvestres: el guanaco
(L.guanicoe) y la vicuña (V.vicugna). La llama se cría en la actualidad en regiones de Puna
en el Noroeste. Vicuñas y guanacos habitan algunos sectores de las tierras altas en pobla
ciones reducidas. Con respecto a la alpaca, actualmente no existe su cría en nuestro terri
torio así como tampoco hay datos sobre su presencia en momentos históricos.
Además de la carne para consumo, los animales de rebaño brindaban
cueros, lana y huesos para la fabricación de instrumentos y adornos. En el
caso de las llamas, su empleo com o animal de carga, desempeñó un impor
tante papel en el transporte de productos entre regiones.
Este modo de subsistencia generalizado, característico de las socie
dades productoras prehispánicas, revistió sin embargo perfiles de variabi
lidad. El análisis de diversas muestras arqueofaunísticas nos revela que, si
bien la ganadería de camélidos constituyó la fuente esencial en el abasteci
miento de productos animales, ésta revistió características particulares en
relación al tipo de los asentamientos, a la localización de los mismos y a la
disponibilidad de recursos silvestres, entre otros factores.
Explorar y conocer dicha variabilidad en el contexto de los poblados
prehispánicos, constituye un interesante desafío. A través del análisis siste
mático de los contextos óseos, podemos abordar la discusión de diversos
interrogantes. Podemos intentar averiguar ¿cuál fue el aporte esencial de
los animales silvestres producto de la caza? ¿Qué formas adoptó el manejo
de los rebaños en los poblados?, es decir, ¿cuál fue la función general a la
que pudieron estar destinados? ¿qué prácticas se implementaron en el
procesamiento de los animales y cuáles fueron las formas de consumo?
¿qué diferencias pueden plantearse en el manejo de la fauna a partir de la
presencia Incaica en nuestro territorio?
Estas cuestiones fueron las que guiaron el estudio de los restos faunís-
ticos de La Huerta. Partiendo de la evidencia arqueofaunística, aspiramos
aportar nuevos datos al conocimiento de la economía de las poblaciones
indígenas en Humahuaca, antes y después de la expansión Inca.
Metodología
1 — Densidad ósea.
2 — Meteorización.
3 — Acción de roedores y carnívoros.
Conclusiones
Las características de la arqueofauna de Papachacra nos coloca frente a
un núcleo poblacional que em pleó una estrategia general de aprovecha
miento de los recursos faunísticos diferente a la registrada en otros
poblados contem poráneos localizados en la zona de la quebrada de
Humahuaca com o La Huerta, donde, al igual que en Papachacra, se
evidencia la influencia del componente Incaico.
Dicha influencia revistió, sin em bargo, características diferentes en
ambos casos. En La Huerta, com o vim os, se traduce en una presencia
efectiva, mientras que en Papachacra se la infiere a partir de algunos tipos
cerámicos característicos.
En ambos sitios, la ganadería de camélidos aparece com o un compo
nente importante en la economía de los pobladores pero, mientras que en
La Huerta Incaica se trata de una actividad excluyem e, en Papachacra se
complementa con el aporte de los productos de la caza. T odo indicaría que
los habitantes de los Valles Orientales practicaron en forma sistemática la
explotación de recursos silvestres que, com o los cérvidos y tal vez los
guanacos y vicuñas, habrían sido muy abundantes en esta zona.
Un esquema tal de manejo de los recursos animales tal vez haya sido
aprovechado y, a su vez, fomentado por la administración Incaica, quien
optimizó la explotación de los productos característicos de los diferentes
ecosistemas sobre los cuales expandió su presencia. Probablemente, los
asentamientos de los Valles Orientales abastecieran al sistema Incaico de
recursos silvestres que — com o los cérvidos y los camélidos— no fueron
explotados asiduamente en el territorio Humahuaca.
BIBLIOGRAFÍA
R o do lfo A . R a f f in o
I — El escenario
II — La documentación histórica
Charaja
Es un imponente pukará de trazado defensivo que se levanta a 60 km. al
N. de La Quiaca, sobre un recod o del R ío San Juan M ayo. Su posición
meridiana es 65º 59’ Long. O. y 21º 2 8 ’ Lat. S., a 2900 m.s.n.m. Fue levan
tado sobre el punto mismo donde el R ío San Juan M ayo se encajona en un
agudo desfiladero. N o sabemos si su existencia obedece a tiempos Inka o fue
edificado antes de los Yupanki, pero su posición estratégica lo involucra a
proteger en camino Inka que transcurre en com isa bajo sus paramentos.
Fig. 7.6. El valle potosino de Suipacha visto desde el Pukara Chara ja, al fondo aparecen los cerros de Ch uquia go
Desde sus alturas, a más de centenar y medio de metros encima del
jatumñan y el río, se divisan las serranías de Chuquiago, donde se halla otro
importante enclave Inka. El camino Inka que protege conecta directamente
el valle de Suipacha con la región de Tarija, al oriente boliviano, aunque
desconocemos hacia qué punto de Tarija se dirige.
El trazado general del Pukará recuerda al de Hornaditas (R. Raffino;
1988; Lám. 4.21), levantado en el extremo N. de Humahuaca para proteger
el camino Inka. Atesora muros defensivos con troneras y peldaños pétreos,
todos erigidos para dificultar, aún más, una ascención por demás fatigosa.
La zona residencial, coronada en la cúspide, tiene traza en damero y es de
bajo FOS, con lo cual queda diagnosticado el sitio com o un reducto de
ocupación transitoria. Posiblemente una guarnición dedicada a controlar el
tráfico entre Suipacha y Tarija, o alguna posible incursión desde el oriente
chiriguano hacia el universo Inka.
Chuquiago de Suipacha
Soraya
Es el próximo sitio reconocido en la transecta S.-N. Se sitúa dentro de
la quebrada homónima en la Provincia de Avaroa del Departamento de
Oruro, a 11 km. al N. de Oma Porco y 5 km. al naciente de la estación
ferroviaria Sevaruyu. Su posición coordenada es 66º 45’ Long. O. y 19° 20'
Lat. S., con una altitud de 3680 m.s.n.m.
Las ruinas están sobre el faldeo boreal de la Quebrada de Soraya,
enmascaradas por reutilización; parcialmente sepultados debajo de
canchones agrícolas actuales. Aparecen 4 pequeños recintos rectangulares
de 3 por 5 m. de lado. Sobre la margen opuesta de la quebrada aparecen
tumbas del tipo cave burials o criptas en cuevas brutalmente saqueadas.
Tanto aquí com o sobre la superficie del otro sector son reconocibles
fragmentos de alfarería Cuzco Polícromo, Yura e Inka Pacajes, con lo cual
puede completarse el cuadro diagnóstico de Soraya.
Urmiri de Quillakas
Khapa Kheri
Grupo Colla
E — E stilo Y ura
Fue reconocido por Ibarra Grasso y Querejazu (op.cit.:9) a partir de
colecciones provenientes de las cercanías de la actual ciudad de Potosí. Se
trata de una cerámica de pasta compacta, cocida uniformemente en atmós
fera oxidante, de paredes delgadas. La decoración ha sido aplicada en
Negro sobre pintura naranja de base. Los diseños más frecuentes son líneas
horizontales en zig-zag, triángulos pequeños con espirales salientes de uno
de sus vértices, motivos en “ E” simétricamente enfrentados, cruces y “ S"
rellenando campos vacíos. Prevalecen los vasos troncocónicos y pucos de
borde evertido, en ocasiones con punto de inflexión.
El estilo Yura alcanza singular frecuencia en R ío Márquez (32,3%)* es
decir al S. de la región de Aullagas, en tanto que apenas se halla represen-
lado en Om a Porco y Soraya (4% de promedio) y desaparece en el
Departamento de Oruro (Urmidi de Quillacas. Khapa Kheri). Se deduce
que su centro de dispersión debe hallarse al S. y al oriente de la región
Poopó-Aullagas. Este estilo es aparentemente similar a algunos especí
menes de la alfarería de Ciaco, en Cochabamba (Céspedes Paz; 1982:28).
En siguientes capítulos de esta obra volveremos sobre este estilo Yura,
sobre el que propondremos que su propiedad puede atribuirse al grupo
étnico de los Caracara, con territorialidad en la región de Porco.
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R odo lfo R a f f in o
1 — Iruya-Nazareno
2 — Santa Victoria Oeste-El Baritú
3 — Zenta-Papachacra-Vallegrande-Calilegua
Región Zenta-Papachacra-Vallegrande-Calilegua
Cuadro 6.1
Instalaciones con presencia Inka en el extremo boreal de Argentina y
altiplano de Bolivia.
Prov. Depto.
L id ia A n a h í Iá c o n a - R o d o l f o A . R a f f in o
L os ocloy a s
Tilianes:
Según ya hemos citado, Vergara sostuvo que estos indios eran origina
rios de la región de El V olcán. Documentos com o el Auto de Mercado de
Peñaloza (1595) sitúan el pueblo de ‘T iliar” o "Tilian” a 5 leguas de Jujuy
y no más de 2 o 3 de la Quebrada de Purmamarca. E llo los ubica com o
habitantes de los con fin es m eridionales del universo Omaguaca, en el
portal S. de la Quebrada.
Tilcaras:
El “ Pleito entre los indios de Tilcara y los de Uquía sobre un potrero
en la parte alta de la quebrada de Juella” que data de los años 1690-1699
aporta interesantes datos sobre la territorialidad de los primeros, ya que " ...
de tiem po Inm em orial a esta parte han tenido y poseído y poseen al
presente p o r tierras propias y p os suyas las que están desde la quebrada de
Yucara hasta el río de Omaguaca y desde a llí el río arriba hasta el asiento
de Tumi de una banda y de otra y otras tierras en la quebrada de
Purmamarca hasta las tierras de Yucaira y Chelisto, y Maymala y Tilcara
y Tumi.. . posesión
", que se ve confirmada por el cacique y otros indios de
la Quebrada de Purmamarca (Salas; op. cit.: 47-48).
Existe una buena posibilidad de que este documento esté marcando los
límites territoriales de la antigua Jefatura indígena, donde Tilcara — nos
referim os a la instalación arqueológica— desempeñó el rol de “ capital" de
dicha jefatura bajo e l mando de V iltipoco y los topónimos Tumi, Yucara,
Chelisto y Purmamarca, las fronteras. Lamentablemente a excepción de la
frontera S. o Purmamarca, n o se ha ubicado en mapas históricos y actuales,
la posición de Tum i, Yucara y Chelisto.
Maimara:
En el Itinerario de Matienzo se puede leer que del despoblado de
Omaguaca - c u y a extensión es de 20 le g u a s --- sé llega, despues de 6
leguas a "Maimera” , pueblo de indios Omaguaca. En la o pinión de Salas
este documento podría sugerir que los Maimará estuviesen integrando el
mismo territorio de los indios Tilcara ". ..y que sólo los separara la vaga
diferencia de un topónimo, que diera un nombre particular a la tribu..."
(Salas; op.cit.: 48).
También en vaga la diferencia territorial entre Tilcara y Maimará,
separados apenas por un par de kilómetros siguiendo el Capacitan que las
une.
Omaguacas y Atacamas.
Nuevas hipótesis para contrastar
Los recientes trabajos de M . Gentile y P. Krapovickas evidencian en
qué medida distintos marcos teóricos han condicionado las estrategias de
observación y la interpretación de similares documentos históricos. Como
por ejemplo la mentada encomienda de indios depositada en Martín Monje.
A partir de su análisis, M . G entile rastrea la raigam bre del cacique
Quipildora.
Este apellido, según Nardi, es de origen Kunsa, siendo el Salar dé
Atacama y el valle del Loa los ám bitos de esta lengua (Nardi, J. En;
Gentile; 1986; 171). Este cacique pudo haber tenido su asiento en
Humahuaca o en Tilcara y presumiblemente habría contado con aval inka
para acceder a él, por lo cual se explicaría la denom inación dada a la
“provincia” . Aparece a continuación el nombre de V iltipoco com o “señor
de Omaguaca y su provincia”. Gutierre Velázquez de Obando al referirse
al cacique rebelado, lo llama “ don D iego V iltipoco indio natural de
Ata cama" (Gentile; o p .cit; 98). Según Vaissé y O tros (1986) y N ardi
( 1986). “ Vilte” , “ Vilti” , significa en Kunsa “ halcón” , “ águila” , “ aguilucho”
y “ Diego” es nombre que reemplaza al de la huaca (Ibid; Nota 10). Años
más tarde, en 1631, vuelve a aparecer el nombre de Francisco Viltipoco.
cacique principal, de 40 años, residente en el poblado de San Francisco de
Tilcara e hijo de Francisco V iltipoco. Este último tal vez contemporáneo de
Diego, capturado por Argañaráz en Purmamarca en 1595.
Esta influencia atacameña puesta de manifiesto a través de una casi
centenaria tradición de nombres Kunsas en la región, le permite a Gentile
postular que ” ... la filia ció n de los habitantes preincas de la puna y
quebrada, y la situación de Quipildora y sus sucesores indican que fueron
atacamos. Incluso es lícito plantear aquí el Kunsa com o “ lengua general”
de todas las variedades culturales tardías prehispánicas, desde el Loa
hasta la Quebrada de Humahuaca inclusive” (Ibid:99). Aclarando que no
habría existido un “ con trol vertical” o irradiación, sino un cúm ulo de
relaciones sociales que por m edio de alianzas aseguraba la independencia
local, pero con el beneficio de un “ com ercio” regional. Conclusión que se
apoya en el supuesto que los caciques Q uipildora, V ilca y Gaite, a
comienzos de la conquista española, habrían ostentado una misma jerarquía
política y “ com partido” e l territorio que mediaba entre el P acífico y
Humahuaca, aunque conservando particularidades propias. Siendo sus
posibles asientos C alahoyo o Rinconada (V ilca) y Cochinoca o Casabindo
(Gaite) (Ibid: 99).
De acuerdo a nuestras investigaciones, Calahoyo queda excluido de
esta lista por tratarse de un tam bo inka, a diferencia del Pukará de
Rinconada cuyos rasgos arquitectónicos sí permiten adscribirlo com o una
instalación local, con identidad propia y ocupando desde tiempos preinkas
hasta históricos (R affin o; 1989: 158).
Según la interpretación de P. Krapovickas (1984:12), la encomienda de
Villanueva (1539-1557) presenta el pueblo de Cochinoca — aunque sujeto
al principal Tavarca— com o dependiente del cacique Quipildora de
Humahuaca. E llo a su entender sugeriría que ” ... los cochinocas fueron tal
vez una colon ia Omaguaca enclavada en la P u n a ...". Pero al no hallar otra
m ención semejante en los docum entos consultados prefiere la hipótesis de
que “ ... (lo s) casavindos y cochinocas (eran) partes emparentadas de una
unidad m a yor..." que denominará, en base a sus hallazgos arqueológicos,
“ Cultura de C asabindo” , diferenciada de la de Atacama — aunque con
sim ilitudes— y cuyas ” ... m ayores afinidades ( ...) se evidencian con
relación a la cultura contemporánea desarrollada en ¡a vecina quebrada
de H um ahuaca.. (Ibid: 21).
Krapovickas refuta la hipótesis de Boman según la cual Casabindos y
Cochinocas eran dos parcialidades aiacamefias chilenas. Instaladas en la
Puna de Jujuy. Para é1 la Cultura de Casabindo sólo muestra similitudes
muy generales con la Atacameña, a la vez que comparte rasgos con las
restantes de ámbitos vecinos. Cree razonable afirmar que "... casavindosy
co c hinocas constituyeron una etnía autónom a frente a las demás (...) no
fu e ron una p arcialid ad atacam eña y. .. mantuvieron estrechos lazos con los
om aguacas.. (Ib id : 2 1 ). Tesis que avalan los documentos históricos al
registrar los nombres de estas entidades como una “tríada inseparable".
Asimismo, sostiene que las menciones sobre presencia atacameña-chilena
en el N.O. argentino se deben a traslados posteriores a la conquista.
Para nosotros existen respuestas parciales a estos interrogantes:
10 A q u ien es a gra d ecem os su h osp ita lid a d en u n rec ien te v ia je p o r A ta ca m a " L a B aja ",
recorrien d o lo s sitios d e C u p o, T u ri, T o c o n c e , C h iu -Chiuu, L a s a n a y C a s p a n a . A s i c o m o a
Lautaro N uñez y L la gostera M a rtín ez, nu estros an fitrion es en Q u ito r, C a ta rp e y e l M u se o
d e San P edro d e A tacam a,
"... indirecta y fa cilita d a p o r innum erables quebradas secundarías trans
versales..." (Krapovickas; op.cit.21). Compartimos la idea, pero discre
pamos en cuanto a una tardía difusión histórica desde Atacama a Casabindo
—y viceversa—. Los contactos registrados desde los tiempos Formativos
(500 a.C.) entre San Pedro I, Cerro El Dique, Las Cuevas, Campo Colorado
y varios enclaves más. Las difusiones de alfarerías Isla a San Pedro II, Yaví
y Tilcara Negro sobre Rojo en San Pedro III; o la presencia de cerámica
rojo atacameña en Tastil, son algunos ejemplos que explican contactos
interétnicos desde tiempos anteriores a los Yupanki y son reflejo de una
dinámica que no necesitó del estímulo español para actuar.
Los Charcas
“Charca” se sitúa al S.E. del Lago Titicaca —más propiamente al E.
del Lago Poopó (sensu Rowe; 1946)— y al naciente de la Cordillera Real
de la actual Bolivia. Su geografía debe ser imaginada como propia de los
Valles Mesotérmicos tipo Q ’eshua, tratado en el Capítulo inicial de esta
obra. Los Charca constituyeron el primer Señorío del Kollao que bajo el
gobierno del Jatuncuraca Copatiaraca se rindió a Topa Inka Yupanki.
Recibió de los españoles, posteriorm ente, el apelativo de “Nación” o
“Provincia de los Charcas” . Constaba de aproximadamente unos 10.000
tributarios y guerreros que hablaban la lengua Aymara o Jácara. Según la
crónica de Capoche (1585), los Charcas poseyeron en Chayanta, al oriente
del Lago Poopó y sobre la cordillera Real, ricas minas de oro según el
Memorial de Charcas y también minas de estaño que fueron explotadas por
el Imperio para la producción de bronce.
Los principales repartimientos, según consta en el Primer Memorial
(53 C apítulos), fueron Sacaca, Chayanta y el repartimiento de
Cochabamba.
En cuanto a su jurisdicción territorial, Sacaca fue la capital de Charcas
hasta 1571, año en que Chayanta es reconocida como tal. Otras localidades
fueron Tiquipaya, Tomata, Moxcari, Cochabamba y Santiago del Paso.
Caracara
Su capital fue M acha y su territorio perteneció a lo que los pueblos de
habla aymara denominaron Urcosuyo, por poblar las partes altas de cerros y
mesetas. Fueron llamados así también por su condición “varonil y esfor
zada” y mantuvieron con los Umasuyos —pobladores de zonas bajas, a orillas
de lagos y ríos— permanentes relaciones. Junto a los Charcas, Chichas^
Chuyes (Chuys), Soras, Carangas y Quillaca-Asanaque, los Caracara consti-
tuyeron tos 7 reinos o naciones altiplánicas m e rid io n a lesmás im porta
n
tes
conquistadas por los Y upanki. (Espinoza Soriano; op. cit.). Su participación
dentro de1 sistema inka ico se advierte etnohis to ricamente en lacon
a
te-
cion que poseían ios distintos grupos entre sí y con el Cuzco.
En Macha, cabecera política de los Caracara según El Memorial, éstos
y Chichas se congregaban y desde allí se dirigían juntos al tambo de Paria.
En este último confluían asimismo Jos guerreros Charcas y Chuyes,prove-
nientes de Sacaca —capital Charca—, y desde allí los cuatro contingentes
se dirigían al Cuzco —o hacia donde la voluntad del Inka los destinara—.
Su territorio abarcó Chaqui, Visicia. Cayza, Tacobamba. Coto y
Caquina, Picachuri, Cara c ara, Macha, Moromoro y Yura en Potosí. Existe
una posibilidad de que el estilo alfarero Yura, hallado en los sitios Inka de
Oma Porco, sea de origen Caracara. En cuyo caso quedaría arqueológica
mente comprobado que ios Caracara tributaron al Inka en los tambos
situados entre esta región y el Lago Poopó. justamente en el centro
administrativo Oma Porco de la Pampa de Aullagas.
A esta nación pertenecieron los afamados cerros de minas de Potosí y
Porco, explotados por más de 500 años y desde los mismos tiempos de lo s
Yupanki. Su plata fue llevada al Coricancha cuzqueño primero (Cieza de
León; 1553) y a Sevilla después (F. Braudel; 1976). Los territorios
Caracara, por los cuales transitamos durante nuestras prospecciones arque-
ológicas, presentan un alto grado de perturbación topográfica debido a as
incesantes explotaciones mineras llevadas a cabo en ellos.
Chichas
Chuyes
" . . . P re g u n ta d o ... d e que yn d ios estaban p o b la d o s estos
valles (d e C ochabam ba), dixeron que de undios chuys y cotas de
lo s q u e están a g o ra en P o c o n a ..." " .. . dixeron que les mandó
(Topa Inka) que dejasen este valle y se pasasen a las fronteras de
¡o s yn d ios chiriguanos y ansí se fueron a p ocon a y a p o co p o co m.
“ Repartimiento de Tiraras de Huayna Capa c".
1566. (B yrne d e Caballero; 1977).
S egú n e l testim on io antes cita d o cua
ndoTopaInkaconquistoelvalle
Uru q u i l l a .
Y a s e h a id e n tific a d o te r r ito r a lm e n te la c e r a m ic a Y u r a c o m o
originaria de la Sierra deAsagaque, al SO. del Lago Aullagas.Tambiénla
Pacaje, proveniente del S. del Titicaca, obviamente de esa última comarca
provienen los fragmentos Tiwanaku; la alfarería Chicha tiene su remíteme
en la nación homónima, en las actuales provincias de Nord y Sudchichas
linderas con Argentina, Los fragmentos Uruquilla provendrían de la zona
de Caiza (Ibarra Grasso y Querejazu; 1986). Aunque la distribución de este
último estilo es muy errática, ya que se lo encuentra desde el Alto Loa en
Chile, en Aullagas y aún en Hum ahuaca, donde aparece un ejemplar en La
Huerta. Por simple descarte puede atribuirse a la etnía Sora los fragmentos
de pucos y cántaros negro/rojo del grupo Colla no Pacaje. Pero los dos
últimos casos, los Uruquillas y Sora, son pura especulación ante la ausencia
de tipologías precisas en el altiplano meridional de Bolivia.
Las correspondencias entre información etnohistórica y arqueológicas
son riesgosas pero posibles. Por ejem plo, los datos de que estas naciones
tributaban entre 6000 a 1 0 .0 0 0 m itayos para el trabajo en las minas, la
ganadería o la guerra; y que cada una de ellas se identificaba con una vesti
menta en p articular (M em . C harcas), son de relevancia y ameritan su
contrastación. S i ca d a p u e b lo v is tió d iferen te con segu ridad también
fa b ricó su p r o p ia ce r á m ic a , hipótesis contrastada favorablemente en el
Cap. II, aunque usando pastas locales, como sucede en las muestras exami
nadas.
Si los Soras poseían una veta de plata en Porco bien pudieron ser los
habitantes del tam bo O m a Porco. En otras palabras “Oma” fue la cabeza o
capital desde donde los Soras explotaron la plata de Porco. Existe informa
ción geográfica, en m apas de los siglos XVI y XVII que apoya esta suposi
ción. En ellos la Paria histórica se sitúa justamente donde hallamos Oma
Porco, al S. del L ago Aullagas. pegada al río Sevaruyu, y no en la actual
posición al E. d e Oruro.
Sin em bargo la cosa no es tan sencilla como aparenta porque la veta de
los Soras estaría ubicada dentro del territorio Carneara (E. Soriano. 1969,
8 ), lo que significa que los primeros vivían abajo o “debajo de" las alturas
del Porco C aracara, en la ribera del Lago Aullagas. Pero en Oma Porco no
hem os hallado arquitectura Sora a excepción de las chullpas funerarias de
adobe. E sa instalación es un clásico centro Inka con su conjunción
K allanka-A ukaipata-U sñu-collcas-kanchas y Capacñan. No existe en él
arquitectura residencial que permita hablar de un asiento o cabecera política
de la nación Sora.
Los Yupanki y los cambios territoriales
No caben dudas que ios Inka primero y Ja Corona después son los
auténticos responsables de estos cambios territoriales de pueblos enteros.
En el Repartimiento de Tierras de 1566 se observan las formas en qué
modificaron el panorama geopolítico del altiplano, acordando tierras a
pueblos situadas fuera de sus territorios originales. Aparece así una
documentación explícita lamentablemente ausente en Humahuaca. Entre
otra información se señala que: "... ju n to e p egad o a dha colchacollo
yendo hazia sipesipe un pedazo que tiene cinco suyos los cuales repartió
guayna capa y los dhos sus capitanes p o r caciques para su sustento de los
dhos caciques. E l q u al p ed a zo de tierra se llam a anacoraire...” . El
primero de éstos lo recibió el cacique Guarache; el segundo y el tercero
quedaron en posesión de dos malljos Carangas. .. E l quarto dio (el Inka)
a hachacata, cacique principal que fu e de tapacarí. E l quinto que dio el
dho guaina capa a con d o, caciqu e p rin cip a l que entonces era de
tapacarí...n (Repartimiento...; 1566: 6 ) lo cual indicaría, prima facie, un
cacicazgo compartido o la presencia de un cacique y su “segunda persona
entre los Soras.
Asimismo, de la chacra de Colchacollo recibieron parcelas los Soras en
el siguiente orden: "... E l noveno a yndios soras de sipesipe. E l dezeno a
los dhos de sipesipe. E l onzeno a yndios casayas de paria. E l dozeno a
yndios soras del dho repartimiento de paria. E l trezeno a la parcialid
llamada ch io del repartim iento soras de Tapacarí. E l catorzeno a la
parcialidad de m alconaca, yndios soras d e tapacarí. E l quinzeno a la
parcialidad de machocavano de caracollo, yndios soras.. .” (Ibid: 4). Por lo
tanto, la lista de grupos —subgrupos— comprendidos en la etnía Sora
propiamente dicha, según el documento, incluiría a los Soras de Pana,
Soras de Sipe Sipe, Soras de Tapacarí, Soras de Caracollo (Wachtel;
op.cit : 304-305).
No obstante el hecho de que el Jatunñam pasaba por sus territorios, la
pretendida preeminencia de los Carangas no habría sido exclusiva frente al
Inka. Tanto los mallkos Soras, como el propio Colque Guarache de
Quillacas, habrían compartido privilegios con Chacapa y Vilca, mallkos
Carangas de Chuquicota y Totora, respectivamente, al recibir cada uno
tierras de cultivo personal en el Valle de Cochabamba, a cambio de la
fuerza de trabajo de sus súbditos.
Mientras tanto, el destino de los Chichas potosinos ya estaba acordado.
Serían guerreros del Inka en la frontera caliente del Chaco G u a la m b a:
mitimaes en el lejan o universo H um ahuaca. O cuparían b arrios para ellos
construidos en lo s se cto re s n orteñ os d e La H uerta, gu a rn icion es de
frontera com o Puerta d e Zenta o tam bos com o C erro C hasquillas.
Ya en el siglo XVI, una carta de la Audiencia de Charcas, rubricada
por Matienzo, informa el 30 de Octubre de 1564 que " ... se confederó don
juan ca lch aq u í ca ciq u e d e lo s d ia g u ita s co n o tra s p rov in cia s contar-
canas... que son lo s om a g u a la s ca sa v in d o s y apatam as y o tro s y les
persuadió que se a lea sen . .. y una p a rcia lid a d de los chichas anda tanvien
alterada con e l l o s ..'’ (Levillier; 1918-1922; T.I: 134-135). Esta adver
tencia del Licenciado se materializa dos años después, cuando otra Carta de
la Audiencia de Charcas al rey Felipe II informa que, en 1566, "... confede
rándose con lo s ch irigu an aes y con lo s om aguacas y casavindos y con una
parcialidad d e lo s C h ich a s lo s m ejores yndios para m inas... todos juntos
binieron a hazer saltos quinze legu as de p o to sí en tanto grado que ya los
yndios d e p o r c o n o osa v a n y r a h azer ca rb ón d e m ied o... y tenían
ordenado d e d a r una n och e en p o to s í y en p o rco a d o si vinieran... este
daño fu era yrrep arable a su m agestad. . . y a todo el reino porque bien sabe
vuestra se ñ o ría q u e to d o e l p erú sin p o to s í y p o r c o no vale más que
tucum án...” (Levillier; o p .c it.T JI: 443-447).
Terminamos el tem a con datos tomados en el terreno. Esas naciones
del altiplano boliviano, los Carangas, Soras, Quillacas y Asanaques
comparten rasgos lingüísticos e ideológicos de significación: la lengua
Aymara y el uso de la ch u llpa fu n eraria , construida en adobe y de planta
cuadrangular. Su técnica constructiva se diferencia de las del Lago Titicaca,
más sofisticadas, y de las del alto Loa chileno y Lipez, más rústicas.
Curiosam ente los Chichas potosinos, también Aymara-parlantes, no las
usaron, lo cual habla de una diferenciación ideológica de fuste entre éstos y
sus vecinos del N. y del poniente. Estas chullpas tampoco aparecen en el
N.O. argentino, como muchos otros rasgos Tiwanaku registrados en el Loa
y San Pedro de Atacama, pero ausentes aquí.
APÉNDICE
Cuadro 7.1
Lengua/s Cantidad %
Keshua 62 58
Aymara 6 6
Keshua/Aymara 33 31
Inclasificados
Etimologías
12 Según M ossi esta acepción correspondería a "el lloro de agua" o " vertiente" d e agua
.
Asegura haber visto esta naciente en la cabecera de la Quebrada de Humahuaca (en G.
T ommasini; 1933,38)
ahondarse; profundizarse en cuen
REARAHUAYRA: (Q); viento ardien
ca. (Lira) te. (Mossi. Lira)
P"'oskkoya: acidífero; que produce RUNQUI/RONQUE; (Q)¡ ^
ácidos. (Lira) ta de chamiza espinosa. (Mossi)
P occon o P occoyan: madurarse ia Ruqqui: el huso para hilar. (Mossi)
fruta. RONTUYOC: (Q): que tiene o contiene
PO M A YO C/PU M AY O C : (Q ): Pum a: huevos. (Lira)
león. Yoc: dueño de; el que tiene; RUMI: (Q): piedra. (Mossi Lira)
poseedor. (Mossi) SALAYOC: (Q): Sallca: páramo, pana.
(Ay): Puma: león. (Bertonio) (Mossi). Yoc: sufijo de posesión.
PORCO: (Ay): Ponco : puerta o entrada. SIC A Y A : SICCATHA: (Ay): hicho
(Bertonio) (techo) de las casas. (Bertonio).
SIQUIZA/SIQUINA: (Q): instrumento
POTOSI: Phohktochi? (A y. Bertonio)
para extraer o arrancar; piedra para
(Hisp.)
afilar. (Lira)13
PURM AM ARCA/PUM AM ARCA/PU
(A y): Siqui: Hurón. (Bertonio)
RU M AM ARCA: (A y ): Puma:
SISAPUCA: (Q ): vecinos, cercanos.
león. (Bertonio) M arca: pueblo,
(Lira)
región. (Bertonio)
SISILERA: (Q): hormiga. (Mossi)
QUERAGUA: (Q ): Kherara: escudo. SUNCHOHUAYCO: (Q ): mata de flor
(Lira) amarilla de la quebrada. (Mossi
QUIRUSILLAS: (Q ): Quiru: diente.
Lira)
(M ossi) Keru: vaso de madera. TACOPAMPA: (Q. Ay.): tierra colorada,
(Lira) algarrobo. Pam pa: campo (Mossi
Sillar, artefacto de barro muy coci Bertonio)
do. Fragmento de piedra o losa; TASTASI: (Q ): Tantani: juntar, reunir.
cascajo o piedra fina. (Lira) (Mossi, Lira). Tasta,: chato. (Lira)
QUISQUIRE sitio angosto, estrecho o TILCARA: T icath a?: hacer adobes,
reducido. (Mossi, Lira. Q.) adobera. (Bertonio
Kiskis: general Inka contemporá TIRAXI: TIRANI: (Q ): arrancar, des
neo de Atahualpa. (Lira) cuajar (Holguín. Lira, Nardi)
Kiskiqui: estar apretado. (Bertonio. TIUYACO: (Q): agua tirante. (Mossi)
Ay.) (Ay): Ttiu: arenal de tierra de gran
QUETACARA: (Q ): K 'iti: rincón, extensión. (Bertonio)
comarca. K 'ita, salvaje, cimarrón. TUMBALLA: (Q ): cosa falsa, fingida.
(Lira) (M ossi Lira)
Quilti provincia, sitio o comarca. TUMI: (Q ) (A y ): cuchillo de cobre.
(Mossi) (M ossi Bertonio)
Kára: pelado, desnudo, sin cultivo. UQUIA/UTQUIA: (Q ): agujero, lugar
(Lira) interno, hondura. (Lira)
Khara:: barro de los corrales, VICHAYA/HUICHAY: ( Q ) subir, arri-
estiércol. (Lira) ba. (Mossi)
VICUÑAYOC: (Q): lugar de las vicu apreciado com o com bustible. (Lara)
ñas. Y U C A R A : (Q . A y .): c o s a blanca.
VISCACHAYOC: (Q ): lugar de las v is (M o ssi) Escudilla o p u co de com er.
cachas. (Bertonio)
YACORAITE: (Q): Y aco: agua, aguada. Z A P A G U A : (Q ): solo, aislado. (M ossi.
(Mossi)14 Lira)
YALA/YANA?: (Q): criado, esclavo. Z E N T A : (Q ): lo que está entre dos que
YAQUISP A M PA /Q H A Q U IP A M P A : bradas. abra. (M ossi)
(Q): pampa árida. (M ossi) Z U C H O : (Q ): mata de flo r amarilla,
YARETA: (Q ): vegetal puñado m uy forraje de ganado. (M ossi. Lira)
R o d o l f o R a f f in o
Creo que junto a mis colegas hemos compuesto dos obras para un
mismo protagonista. La primera referida al altiplano meridional boliviano.
La segunda sobre Humahuaca y sus vecindades. El protagonista, una vez
más, es el Tawantinsuyu con todas sus facetas, la mayor parte arqueoló
gicas, aunque con el fenóm eno inductivo que constituyen las crónicas
indianas, com o generadoras de hipótesis a contratar por la arqueología.
Los Yupanki invadieron Humahuaca durante el reinado de Topa Inka,
a comienzos de la década de 1470. Previamente una expedición comandada
por otros dos hijos de Pachakute, Paucar Usnu y Topa Amaru, habían
conquistado para el Cuzco las naciones del altiplano que media entre el
Lago Titicaca y el N.O. argentino. Así fue com o Collas Pacajes, Carangas,
Asanaques, Soras, Charcas, Quillacas, Caracaras, Uruquillas y Chichas
fueron anexados y, algunos de ellos utilizados en la segunda penetración,
esta vez con destino al Tucumán y Chile.
El dato arqueológico desbrozado en los capítulos anteriores cobra cada
vez mayor contundencia sobre tres aspectos básicos de aquellos sucesos:
II — El mundo Oriental
A — D om inio territorial
B — Movilidad étnica