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Comentarios a

“Narrativa, identidad moral y conciencia histórica:


una perspectiva socio-construccionista”
de Kenneth Gergen.

La narrativa es un fenomeno que abordado por diversas perspectivas y corrientes de


pensamiento. Realismo, fenomenología, psicodinámica, cognitivismo, textualidad, retórica,
entre otras.

Kenneth Gergen justifica la aproximación socioconstructivista por las implicaciones sobre la


construcción de la identidad y la historia, pero sobre todo por la relación que la narrativa
establece entre la conciencia histórica y la identidad moral. El discurso narrativo se
constituye de elementos por medio de los cuales adquiere consistencia, cómo son:

a) un punto final valorado y estable,


b) selección de eventos relevantes a la conclusión,
c) ordenamiento de los eventos,
d) identidades estables,
e) vínculos causales y
f) signos de caracterización los cuales vienen a ser los elementos típicos de una narración.

Desde luego, no es la única forma de categorizar y/o identificar y/o describir los elementos de
una narración. Por ejemplo, Gergen comenta, a partir de una relectura de Aristóteles, que se
pueden identificar 4 tipos básicos de narrativa los cuales, a su vez, están relacionados con la
experiencia humana y particularmente con la evolución de las estaciones del año, así
tenemos la comedia, relacionada con la primavera, el romance con el verano; la tragedia
vinculada al otoño y finalmente, la sátira asociada al invierno.

Sin embargo, así como hay quienes proponen variedad de modelos, hay también quienes
proponen un único mito con infinitud de variaciones a lo largo de los siglos. Un mito capaz
que narra una historia de superación de limitaciones y, a la vez, hablar sobre el
entendimiento de la condición humana.

Retomando características enunciadas arriba Gergen observa que la narración, además de


sus peculiaridades, posee orientación. De tal modo, la narración puede dirigirse hacía la
realización de una meta, o bien a la desilución. Denominandose narración progresiva a la
primera y narración regresiva la segunda. Y agrega la posibilidad de una narrativa donde no
se describan cambios de este tipo a la que llama narrativa estable.

En todo caso, el discurso narrativo es un producto sociocultural generador de inteligibilidad.


Es decir, los discursos varian deacuerdo con los diferentes espacios en que se llevan a la
práctica. La estructura narrativa cambia, no sólo a lo largo de distintos momentos históricos,
cambia también mientras está propiamente realizandose. Esto es, la verdad narrativa se
revela como una convención cultural.

No es posible atribuir objetividad a una narración, dado que no hay nada que le exija a cada
narración establecer y valorar un punto final determinado, ni tampoco una selección de
eventos definitivos. La narración de la relación de unos determinados hechos (aunque se
hable de ellos como objetivos) se entiende en términos de su alcance cultural específico. La
descripción, por ejemplo, no es un reflejo de lo que se describe.

La función del lenguaje consiste en caracterizar el estado de los eventos/asuntos/hechos


prácticos para los propósitos de una comunidad. De tal modo que el sentido de objetividad es
plausible de ser producido sólo como consenso en una cierta comunidad. La narrativa esta
estrechamente vinculada con las prácticas sociales, de hecho es un producto de las
relaciones e intercambio social. En la vida cotidiana buscamos ofrecer una identidad
duaradera, integral y coherente por medio de una “narrativa de estabilidad” la cual presenta
las formas basicas de relacionarnos.

La función de la narrativa (de acuerdo con las metas relación/selección de eventos) es


reproducir y crear valores. Es por medio de la narrativa como una determinada realidad
cultural se afirma, sustenta y valora. De tal modo las narrativas son más que realidades
conversacionales, pues institucionaliza y orientan la conducta social. De manera que, por
medio de las narrativas, las tradiciones culturales se generan, sustentan y/o disrupten. Sin
embargo, la narrativa, en principio, no escapa del campo gravitacional de la cultura donde se
producen..

Gergen también describe a la identidad como un producto narrativo. Asegura que la identidad
es el mayor de todos los logros discursivos. La narración no sólo denomina entidades sino
que las crea. Las dota de existencia peculiar, distintiva y les otorga sentido cultural.

Aunque, por supuesto, en la narrativa también domina el sentido de la auto presentación. La


estructura de la narrativa es uno de los recursos principales a través de los cuales tenemos
la posibilidad de detallar nuestra vida a los demás. Los límites de nuestra narrativa
tradicional tambié es el límite de nuestra identidad. Lo que recordamos, nuestra memoria, es
un artefacto discursivo. Circunscrito más a nuestra adscripción/participación socio-cultural
que a los procesos cognoscitivos cerebrales.

Desde esta perspectiva (socioconstructivista) el componente social de la identidad cobra


importancia en tanto creación discursiva. De tal modo el discurso, como narrativa, da cuenta
del intercambio y relaciones sociales los cuales a su vez pueden ser entendidos en términos
narrativos.

La narrativa de la vida vehicula la expresión emociones que determinan el carácter de la


identidad, lo cual es esencial para alcanzar la identidad. O sea, las emociones no sólo
impactan la vida social sino que la constituyen propiamente. La manifestación de emotividad
tiene lugar y está circunscrita al marco de las relaciones, a un grado tal que el sentido de la
emoción cobra vigencia y es inteligible en términos de la acción de los demás en relación a
uno mismo. Estableciendo secuencias de acción reconocibles, la expresión de las emociones
adquiere sentido y, en la medida que se reconocen insertas en una particular secuencia
temporal de relaciones, es como se constituyen en rasgos culturales de las formas de
narración de la vida.

La función pragmática de la narrativa en la vida cultural y su valor como generador de


capacidades y posibilidades de narración se conjugan para dar lugar a la identidad moral.
Por un lado está nuestra historia de relaciones y por el otro los elementos que hacen
plausible nuestra historia. La validez de nuestra narración estará, en buena medida, en
función de las afirmaciones de los demás. Es decir, nuestra participación en la narrativa de
los otros es fundamental para la construcción de la narrativa de nuestra propia vida, de
nuestra identidad y nuestro sentido moral.

Dicho lo anterior, entender una estructura narrativa implica comprender sus límites y
alcances históricamente. La verdad histórica está culturalmente circunscrita. Cada tradición
cultural favorece sus particulares puntos de vista e intereses, sin embargo, los estandares de
veracidad, funamentos y expansión de la narrativa de una comunidad específica depende de
la capacidad negociadora de dicha comunidad con otras. La historia y la comunidad son
inseparables.

Los principios de la inteligibilidad narrativa son los principios de la comunidad misma. La


narración histórica está inevitablemente ligada a los valores morales y culturales. De tal
manera, lograr una identidad moral está intimamente ligado con las relaciones narrativas
estsblecidas en/con el pasado. Contar una historia (la propia, por ejemplo) representa dar
continuidad a una tradición cultural, es decir, participar y sustentar esa tradición. La manera
en que definimos lo bueno/el bien es construyendo un pasado en términos de significados
dominantes por su contribución a la cultura contemporánea, mediante la cual, a su vez,
señalamos nuestro futuro.

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