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Las técnicas que dan buenos resultados con otros niños no funcionan con los niños
afectos de TDAH. Para que un programa comportamental funcione, el niño tiene que ser capaz
de escuchar, planificar con antelación, recordar, reflexionar antes de actuar y tiene que estar
motivado por las recompensas. Éstos son precisamente los puntos débiles de un niño con
TDAH, y ello ayuda a entender por qué cuesta tanto impartir disciplina a estos niños. El niño
con TDAH oye la mitad de las instrucciones y se olvida de la otra mitad. No sabe ver la
secuencia de acontecimientos que le hace meterse en problemas: que A lleva a B, que a su vez
lleva a C… y en E ya ha hecho un desastre.
Si a esta falta de control de los impulsos le añadimos una escasa motivación por los
refuerzos y recompensas, las posibilidades de disciplinar a un niño con TDAH se reducen
todavía más. Todos estos rasgos: No planificar las cosas con antelación, actuar sin reflexionar y
responder poco ante las recompensas, dificulta considerablemente la tarea de educar a un
niño con TDAH.
Los mejores resultados con un niño TDAH se consiguen comunicándose de forma clara
con el niño, dándole instrucciones sencillas, estableciendo un reducido número de normas
básicas y recompensándolo regular y repetidamente. Pero… veamos algunos consejos
prácticos.
Los seres humanos nos sentimos mucho mejor cuando nuestra vida resulta predecible
y sabemos a qué atenernos. Pues bien, esta necesidad de estructura es mucho mayor en un
niño con TDAH, que debe tener un programa diario fijo que le permita organizar sus
actividades. Se levanta siempre a la misma hora, coloca el pijama debajo de la almohada, hace
la cama, se viste, desayuna, se lava los dientes, le pone comida al pez (o la mascota que tenga)
y se va al colegio. Si este equilibrio es alterado por algún imprevisto (acostarse tarde, un
profesor sustituto, visitas a la hora de clase o una excursión con el colegio) el niño perderá el
norte. Por esto, si quiere paz mantenga la rutina.
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Captar su atención
Fíjese que tanto si está intentando amaestrar a un elefante en el circo, como educar a
un niño de tres años o a un niño TDAH, no conseguirá mucho a menos que logre captar su
atención. Esto es básico.
Para ello háblele con claridad, de forma directa y llámele por su nombre. Mírele a los
ojos y manifieste entusiasmo. Cuando se trate de un niño pequeño que no sabe estarse quieto,
cójalo de las manos, póngase delante suyo y a su mismo nivel y oriente el rostro del niño hacia
el suyo. Con niños mayores, acérquese a ellos frontalmente y tóqueles puntualmente para
atraer su atención, ya que a esta edad ser cogido o retenido con fuerza puede vivirse como una
invasión del espacio personal.
Contacto visual
Palabras sencillas
Entusiasmo
Instrucciones paso a paso
Esto es más o menos lo mismo, usted tiene un campo de batalla en casa, así es que
deberá aprender a implicarse sólo en las batallas que realmente merezcan la pena. Las
nimiedades tendremos que dejarlas para otros niños o, en el mejor de los casos, para otro
momento.
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Los intermedios
Algunos ejercicios de relajación y distensión muscular pueden venir muy bien para
ayudar al niño a cambiar de situación.
Usted tiene derecho a vivir la ingesta de estimulantes como algo negativo para su hijo.
La realidad es que el uso de estas sustancias en ciertos ámbitos las has estigmatizado mucho
de cara a usarlas como medicación. Pero no debe perder de vista que ya hay numerosos
estudios científicos cuyas conclusiones han demostrado que los estimulantes no tienen
grandes efectos secundarios en la mayoría de niños. Básicamente, a corto plazo provocan
pérdida de apetito y sueño. A largo plazo pueden provocar una reducción del crecimiento del
niño, que se verá compensada en los períodos en los que el chico no reciba la medicación (por
ejemplo, en las vacaciones de verano, donde se suele dejar que el niño descanse de la
medicación, aunque cada vez se alzan más voces que informan de que este descanso no es
estrictamente necesario). Por supuesto, puede haber otros efectos secundarios, pero éstos son
de escasa aparición.
Por un lado, hay padres muy estrictos que no hacen ningún tipo de concesión, cuyos
hijos son rebeldes y están resentidos. Por otro lado, están los padres permisivos y pacíficos,
que siempre apoyan a sus hijos. No se sabe cuál es la mejor fórmula, pero está claro que tienen
que fijarse algunas normas y éstas se tienen que aplicar con firmeza. Plantéese que quizás la
respuesta sea un “90% de afecto y un 10% de dureza”.
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O tal vez no, pero la experiencia diaria nos dice claramente que con imposiciones
constantes y el uso de palabras duras y la falta de flexibilidad para/con sus hijos no funciona.
Hay que tener normas, por supuesto, pero también hay que saber ceder, no hacer caso a lo que
realmente no es importante, ser flexibles y, sobre todo, no esperar que el niño sea un
constante desastre ni un constante angelito. El niño es como es y en ocasiones habrán de ser
duros con él para luego mostrarles todo su afecto. No queremos militares en casa, queremos
niños que están en edad de ser educados y el afecto es el ingrediente fundamental para la
buena sustentación de la personalidad durante la infancia y la adolescencia. No dejen de
echarlo en grandes dosis en su marmita educativa.
No olvide que estas normas han de ser simples, escasas y fáciles de entender:
Estas y otras normas han de reforzarse cuando se violen. En este caso deberá
enunciarlas de nuevo con claridad y actuar en consecuencia. Antes hemos dicho que no
queremos militares en casa, pero esto no tiene nada que ver con ser un árbitro. Las protestas y
los lloriqueos no deberían modificar la decisión del árbitro, por lo que se establece la norma, se
le recuerda al niño y, si es violada, se actúa en consecuencia.
Intentar argumentar o debatir algo con un niño afecto de TDAH es perder el tiempo –
serán todo palabras y nada de lógica-. Por lo tanto, no discuta: Nunca ganará esta batalla.
Enúnciele la norma y manténgase en sus trece:
- No saltes en la cama.
- Sólo me estoy moviendo un poco.
- ¡Ya sabes cuál es la norma!
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No contraataque
Cuando se les lleva la contraria, la mayoría de niños con TDAH se cierran en banda.
Intente decirle a su hijo “Hazlo ya” y muy posiblemente le mirará como si usted estuviera loco.
- No se salta en la cama.
- No estoy saltando.
- “Uno.” (Espere cinco segundos).
- Pero, ¡mamá!...
- “Dos.” (Espere cinco segundos).
- Está bien, ya saltaré en la cama elástica.
La pausa obligada es lo que comúnmente conocemos como Tiempo Fuera, una técnica
que permite salvar una situación que se está deteriorando, retirando temporalmente al niño
del centro de atención. Puede mandarlo a una esquina, una silla, las escaleras o pedirle que
pase cierto tiempo a solas en una habitación. Utilice una expresión sencilla para referirse a
estos sitios: “Las escaleras”, “la silla”, “el cuarto”, etc.
Cuando haya pasado el tiempo estipulado (5 minutos suelen ser suficientes) y aunque
el niño no de abiertamente muestras de arrepentimiento, se le deberá dejar que vuelva al
mundo real. Para que esta técnica funcione, debe aplicarse sin enfados ni discusiones, no
debe haber ningún tipo de reacción ante los gritos o las quejas del niño y, cuando se haya
completado el tiempo estipulado, la vuelta debe hacerse siempre en una atmósfera
completamente limpia, sin importar lo que haya pasado antes.
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- No molestes a tu hermana mientras está haciendo los deberes.
- No la estoy molestando.
- Ya sabes cuál es la norma.
- Ella me está molestando a mí.
- Uno (espere cinco segundos).
- Dos (espere cinco segundos)
- Tres (espere cinco segundos)
- Juan, vete a la silla ahora.
Algunos padres no imponen la pausa obligada a sus hijos, sino que se retiran ellos
mismos a otra parte de la casa, al jardín o incluso se encierran en su habitación. Puede parecer
una locura, pero, si funciona, adelante. Recuerde que algunos niños son desafiantes hasta para
eso. Además, el objetivo último es eliminar el estímulo que está excitando o alterando la
conducta del niño.
Imaginemos que después de contar tres el niño no quiere irse a la silla, entonces
deberá ser usted el que se retire de la situación algunos minutos y cuando vuelva deberá tener
una actitud completamente indiferente hasta que el niño no haya sido capaz de pedir disculpas
o aceptar lo que estaba haciendo mal. El niño debe darse cuenta que ha desobedecido dos
cosas: La norma y el tiempo fuera, por lo que papá y mamá estarán enfadados doblemente
hasta que él sea capaz de recapacitar. En este caso, a mi juicio, el fin justifica los medios.
En el mundo real los niños de carne y hueso miran a sus padres desafiantes, con
impertinencia y muchas veces se niegan a hacer lo que éstos dicen. Bien, en este caso usted
debe tener un plan de emergencia. Los padres deben estar seguros, utilizar un tono de voz
monótono y dejar que sea el niño quien elija.
Dar la posibilidad de elegir deja cierto espacio para maniobrar y reduce el riesgo de
que el niño se niegue en redondo de forma refleja. Cualquier técnica será mucho menos eficaz
con la hostilidad negativista propia del trastorno negativista-desafiante.
El psicólogo australiano experto en TDAH, Ian Wallace, nos da algunas claves para
mejorar el comportamiento del niño negativista-desafiante:
Evite a toda costa la confrontación directa. Los niños con trastorno negativista-
desafiante siempre están buscando una víctima. Evite enfrentamientos cara a cara y
utilice un tono natural, mantenga la calma, mire a otro lado y deje pasar el tiempo
hasta que disminuya la hostilidad, momento en el que podrá volver al terreno de
juego.
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Manténgase al margen en los arranques de rabia. Los niños con trastorno negativista-
desafiante son impulsivos y agresivos. Por lo tanto, intente suavizar las cosas, en lugar
de agrandarlas. Deles un margen para maniobrar proponiéndoles varias alternativas
posibles o limítese a alejarse durante un rato. Déjeles que sientan que tienen voz y
voto, por ejemplo: “Bueno, hay dos formas de solucionar esto, decide cuál es la que
más conviene”.
Evite las discusiones. A estos niños les encanta enzarzarse en discusiones con sus
padres. Déjeles que se explayen durante unos minutos sin interrumpirles. Escúcheles
atentamente, pero establezca unas normas inquebrantables. Tienen derecho a
expresarse libremente, pero lo perderán en cuanto empiecen a gritar, insultar o decir
palabrotas (esto debería estar incluido en las normas que tengan para casa).
Evite llevarlos a un callejón sin salida. No acorrale ni deje sin escapatoria posible a un
niño con un trastorno negativista-desafiante. No moralice. Limítese a mostrarle otras
soluciones que podrían funcionar. Esté siempre preparado para dar un paso atrás.
Aprovéchese de su distracción. Agárrese a los positivo; un elogio puede ayudar a que
desconecte del problema principal. Alague cualquier mejora, pero no espere cambios
radicales.
Póngase de su lado. Si mejora en algo, apóyele, por ejemplo: “Estoy muy orgulloso de
ti, estamos funcionando bien como equipo”. Transmítale que, en cierta medida, tiene el
control.
Recuerde que él también tiene sentimientos. No se deje intimidar. Los niños con
trastorno negativista y desafiante también tienen sentimientos. Suelen ser demasiado
testarudos para admitir que están equivocados y que necesitan ayuda.
Ayúdele a confiar en los demás. Los niños con trastorno negativista-desafiante creen
que el mundo es tan hostil como ellos. Necesitan comprobar que el mundo los trata
bien. Disfrutan estando a solas con alguien y cuando se les da la oportunidad de ser
líderes y de tener éxito.
Verán, una ley básica de modificación de conducta nos dice que si se da una conducta
asociada a consecuencias positivas, ésta tenderá a repetirse. Así mismo si se da una conducta
que no reporte ventaja alguna, ésta desparecerá. Esto significa que si recompensamos la
buena conducta, ésta debería aparecer cada vez más frecuentemente y, si ignoramos la mala
conducta, ésta debería desaparecer.
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Recompensas duras: Son aquellas tangibles, como el dinero, la comida o un privilegio
especial.
Recompensas blandas: También llamadas recompensas sociales, consisten en elogios,
una manifestación de entusiasmo o un alarde de orgullo paterno.
Recompensas acumulativas: Es uno nuevo elemento en la colección de estrellas,
sellos, cromos o vales concedidos por pequeños períodos de buena conducta que, a la
larga, se podrán canjear por recompensas mayores. Existe un sistema por el cual al
empezar un nuevo día escolar el niño recibe 10 puntos por el mero hecho de estar vivo
y ahí. Cada vez que el niño se porta bien, el profesor le concede dos puntos y cada vez
que se porta mal le quita uno. Por muy desastroso que sea el día, el niño siempre tiene
motivación de poder salir airoso con una puntuación positiva. Esta técnica también
podría usarla en casa.
Las recompensas duras y blandas dejan de surtir efecto a menos que sean específicas y
se administren regularmente. Cuando se utilice la misma recompensa durante mucho tiempo,
se recomienda ir modificando la pauta de administración, puesto que este elemento de
impredecibilidad evita que decaiga el interés y que el niño se vuelva más exigente. Algunas
conductas propias del TDAH responden mejor ante recompensas acumulativas del tipo vales,
puntos o estrellas.
Conceder privilegios es una forma excelente de motivar a los niños de más edad. Un
período de buena conducta puede recompensarse dejándole acostarse un poco más tarde,
elegir la cena, encargar una pizza, invitar a un amigo a casa o librarse de alguna tarea
doméstica que tiene que llevar a cabo.
Retirada de privilegios
Cuando utilice esta técnica, no imponga castigos demasiado duros ni los prolongue
demasiado. Si el niño percibe el castigo como algo poco razonable, es posible que reaccione de
forma desproporcionada y se porte todavía peor. Así mismo, para lograr buenos resultados,
retire privilegios durante períodos de tiempo breves, no entre en discusiones y elija algo que
le importe a su hijo.
El castigo
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Cuando hablamos de castigos, lo primero a tener en cuenta es que debe tenerse
mucho cuidado con dicho castigo, puesto que es fácil pasarse de la raya. Los castigos
inesperados y desproporcionados confunden a los niños. Algunos pequeños malinterpretan la
secuencia de acontecimientos y sólo ven el enfado del padre: “Mi padre se puso como un loco
y me prohibió salir de casa durante una semana”.
A algunos padres les gusta remover las cosas, recordando constantemente a sus hijos
lo que hicieron el día anterior. Esta incapacidad de perdonar es una buena receta para el
divorcio con su hijo, por lo que si quieren mantener una buena relación con sus hijos tendrán
que aprender a perdonar.
Algunos padres dicen “así es cómo me educaron a mí y no me ha ido tan mal”. Aparte
de que los tiempos cambian, habría que preguntarle a estas personas qué tipo de relación
mantienen al día de hoy con sus padres y en muchos casos no nos sorprenderá saber que su
relación es fría y distante, aunque a ellos, en definitiva, les haya ido bien (lo cual, al fin y al
cabo, no es tan complicado).
En definitiva, es imposible acabar completamente con los castigos físicos, pero está
claro que con los niños con TDAH no funcionan, intensifican los conflictos, deterioran las
relaciones y pueden ser muy peligrosos.
Con todo, las pautas para utilizar un castigo podríamos resumirlas en:
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Los niños con TDAH están todo el día dando la lata a sus padres. Este tira y afloja va
generando estrés de forma acumulativa hasta que una gota acaba colmando el vaso. Los
buenos padres van avisando al niño y están pendientes de su comportamiento durante todo
el día; otros, en cambio, no hacen nada hasta que ya no pueden más y, entonces, explotan.
Muchos niños no logran entender a qué viene tanto jaleo ni por qué motivo su padre o su
madre se ha salido de sus casillas. Recuerden que estos niños son especialistas en perderse la
secuencia de acontecimientos.
Como adultos que somos, se supone que debemos tener más sentido común que los
niños, pero muchas veces no sabemos retroceder lo suficiente para entender el origen de las
cosas.
Es posible expresar las cosas de dos maneras diferentes, cada una de las cuales
provocará reacciones distintas. Utilizando frases tipo “yo”, se transmite cómo se siente uno.
Utilizando frases tipo “tú”, se transmiten críticas a otras personas. Cuando un niño con TDAH
nos disgusta, es su conducta la que nos está disgustando, no él mismo. Puede parecer trivial,
pero, siempre que sea posible, cambie normalmente el “tú” por el “yo”.
Además, también sería conveniente cambiar en verbo SER por el verbo ESTAR. No es
lo mismo “ser un vago”, que “estar haciendo el vago”; así como no es lo mismo “ser un loco”
que “estar comportándose como un loco”. En el primer caso (SER) estamos etiquetando al niño,
como si esa condición fuera inamovible e inherente a su persona. En el segundo caso (ESTAR)
transmitimos que no es que seas así, es que te estás comportando (aquí y ahora) de esta
manera. En este caso transmitimos sensación de que estás cometiendo un error, algo puntual
que puede ser cambiado, puesto que “no eres así, pero te estás comportando así”. No pierda
esto de vista, puesto que el mensaje es radicalmente diferente.
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Cuando se porte bien, hágaselo saber
Hasta el peor de los niños es bueno el 95% del tiempo. La clave está en saber
reconocer, reforzar y recompensar la buena conducta. Esto es lo que se llama atención
positiva, trabajar en “pillar” a su hijo siendo bueno.
Para concluir este capítulo, voy a escribir algunas recomendaciones que Ian Wallace, el
psicólogo australiano especializado en TDAH de más renombre, considera más importantes
para mejorar el comportamiento de un niño con TDAH.
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Con todo, me gustaría acabar este documento haciendo una reflexión:
Extraído de: El niño muy movido o despistado. Entender el trastorno por déficit de atención
con hiperactividad. Autores: Christopher Green; Kit Chee. Editorial MEDICI.
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