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Adriana Goñi.

Community manager
contra el olvido

Apropiándose de las nuevas tecnologías,


difunde e intermedia información, posicionando una antropología del mundo
virtual, donde habita el sujeto de su quehacer y sus investigaciones. Son los
familiares afectados por la represión de la dictadura militar, sus hijos y
nietos. A 40 años del golpe militar, las tres generaciones que actualmente
coexisten dentro y fuera de Chile; un esfuerzo más para recuperar la
memoria reciente y visibilizar a los protagonistas de una comunidad que
muchos quisieran dejar en el olvido y entre las ruinas de un pasado que
también es presente. Por Myriam Carmen Pinto.

Ha hecho su centro de atención principal a los hijos y nietos descendientes de las


familias afectadas, a consecuencias de la represión ejercida durante el periodo de
la dictadura militar del general Pinochet. Los familiares de quienes en algún
momento de los casi 20 años de régimen militar, fueron presos políticos,
refugiados, ejecutados, detenidos desaparecidos, torturados, exiliados,
retornados, doblemente exiliados, exonerados, fugados, clandestinos, condenados
a penas de extrañamientos. Suman y siguen, los muertos y heridos de las
protestas masivas, las viudas y los viudos, hermanos, sobrinos, primos y tíos.
A 40 años de los hechos, están repartidos en Chile y en los más diversos
rincones del mundo. Los que residen en el exterior vienen a Chile, pero sienten
que no son de aquí, ni de allá, no obstante, se mantienen vinculados, a través de
sus lazos familiares, sus vivencias comunes entre sí, y su cultura contestaria, que
les brota y emerge siempre en lo que hacen, piensan y publican en blog, páginas
web y redes sociales (relatos, poesías, cuentos, fotografías, tesis de estudios,
vídeos, expresiones artísticas y testimonios).

Es una comunidad que en su conjunto da cuenta la presencia de un pasado


presente. En conjunto superan los intentos y ejercicios de la buena o mala
memoria para olvidar que recae sobre ellos.

Multiplicando canales de acceso hacia ellos, su encuentro y búsquedas, Adriana


Goñi, cruza las páginas de estos jóvenes con las que ella ha creado. Lo mismo
hace entre las listas de correos, y e-groups.

Algunos de sus sitios son las “Memorias preñadas de futuro”, “Hijos de la


memoria”, “Diáspora política chilena”, “Memoria urgente”. En facebook, también
hay grupos y páginas similares.

Enlazados unos con otros, cruzan e intercambian experiencias e información; una


suerte de una gran telaraña virtual por la memoria y la promoción y defensa de los
derechos humanos. Entre ellos, se comunican a través de estas nuevas
tecnologías de información y comunicaciones, (TICS), colocándolas a su
servicio para apoyarse mutuamente y relacionarse entre sí.

Una de estas redes de mail, administrada desde Chile, reúne a cerca de 900
personas residentes en diferentes países. Los que están fuera de Chile,
mayoritariamente, no hablan muy bien el castellano, pero si manejan a la
perfección la jerga chilena.

Una breve revisión de sus páginas evidencia que entre ellos se tratan como si
fuesen hermanos. También sobresale el valor de la solidaridad y un sino de
humor negro, que a veces solo ellos comprenden porque forma parte de la cultura
de muerte que los ha perseguido sin posibilidades de dejarla a un lado, ni menos
olvidar. A modo de ejemplo, hay un grupo que se hace llamar “Los Guachos” y
otro “El Kabezanegra, pa los sudacas en Suecia”. Se organizan en asociaciones
culturales, grupos deportivos y artísticos, que se activan en el marco de fechas
conmemorativas. Organizan fondas, peñas y actividades solidarias para con Chile
ante catástrofes o causas político sociales.

No se sabe cuántos son. En los años 90 se decía que prácticamente un millón de


chilenos había salido de Chile a partir del año 1973.

Vinculada con ellos de manera virtual y o presencial, Adriana conoce sus


vivencias, secretos y milagros. Cuando vienen a Chile se reúne con ellos, participa
de sus actividades. Van a los cementerios, camposantos, museos y sitios de la
memoria. Visitan universidades y participan en talleres y jornadas que ella
organiza para brindarles información y los contactos necesarios que requieren
para moverse en un país que prácticamente desconocen.
Quizás por ello le dicen “Big Mama” o “Adriana Spam”. Esto último, a raíz de sus
envíos de información a las casillas y listas de correos, los que distribuía en sus
inicios con una abundancia excesiva.

“El olvido está lleno de memoria” (1)

Una vez recuperada la democracia, Adriana Goñi, viaja a Suecia, a propósito de


una investigación, cuyo sujeto de estudio era el grupo de mapuche exiliados en
dicho país. Tomando contacto con las comunidades de chilenos dimensiona en su
totalidad el exilio chileno, sus alcances y repercusiones entre las nuevas
generaciones; los hijos que hasta ese entonces no estaban incorporados en
ningún estudio.

Compartiendo con ellos observa continuidades y cambios culturales. Han


contraído matrimonios con gringas y o gringos, surgiendo lo que denominan
“pareja mixta”, cuyos hijos se tornan algo así como miti-mota; ósea mitad chilenos
– mitad extranjeros.

También constata sus ritos, costumbres, tradiciones y una estética propia de lo


chileno. Es una comunidad que lleva como sello una historia común asociada a la
derrota del gobierno de la Unidad Popular. Tanto es así que quienes se han
logrado reconstruir responden a una clave que tiene que ver en cómo han
sobrellevado dicha vivencia, reconociendo que hay muchos que se quedaron
como si el tiempo se hubiese congelado.
En 2003, con
ocasión de los 30 años del golpe de Estado, Adriana fue invitada a incorporarse al
Centro de Estudios de Memoria y Derechos Humanos, una iniciativa en formación
que impulsaban entonces los académicos del Departamento de Antropología de la
Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

En este contexto, da curso a su proyecto, “Hijos de la Memoria Chile”,


continuándolo sobre la marcha como investigadora independiente. La han
alentado distintas instancias académicas y de derechos humanos no
institucionales.

Y es que no ha sido nada de fácil. Si bien es necesario reconocer que ha habido


una eclosión y apertura de nuevos espacios y reencuentros, lo cierto este no es un
tema país por lo que no tienen apoyo, ni fondos por parte del Estado, ni de
cualquier otro origen.

Adriana Goñi, expresa que la memoria está enquistada en los sectores afectados,
y no impregna a la sociedad en su conjunto.

Antropología de la memoria

Si hay alguien a quien le ha tocado vivir todo a destiempo, sin duda alguna, todos
los indicadores apuntarían de inmediato hacia ella.

Fue madre a los 18 años, a los 23 años tenía cuatro hijos, a los 24 años
completaba sus estudios secundarios que había abandonado para casarse.

Desde los turbulentos años setenta hasta los interminables transicionales de los
noventa fue alumna de la Universidad de Chile. Es Licenciada en
Antropología/arqueología.

Iba a la universidad, a las reuniones, y a excavar con sus hijos. Trabajaba


cumpliendo tareas como asistente ad-honorem en la sección Arqueología del
Museo Nacional de Historia Natural, que acogía a estudiantes y aficionados, sin
distinción alguna, haciéndolos partícipes de sus trabajos en terreno, las
reflexiones, debates e intercambios de experiencias y saberes.
Entre sus experiencias de terreno y viajes destaca el que realiza a Isla de Pascua,
publicando, a su regreso, una investigación acerca de las migraciones hacia el
continente; su primer y más permanente amor temático.

Fue la Dra. Grete Mostny, quien la empuja a ingresar a la universidad y formalizar


sus prácticas y experiencias.

Al paso de los años, los destiempos siguen moldeando su trayectoria. A los 45


años era abuela y, apenas se empinaba en los 60 años, contaba a sus doce
nietos, quienes ocupan gran parte de sus energías, al igual que Carlos Marx, su
gato, según dice, su mejor marido.

Se ha casado cuatro veces, separándose del padre de sus cuatro hijos, su primer
marido, cuando tenía menos de 30 años. Al paso de los años, cansada de tantos
nuevos comenzares, decide seguir sola, arrancarse su corazón, eligiendo la
soledad como compañía; aunque casi nunca lo está.
Ha hecho de su vida un andar libre y de renacer nueva cada día.

Siendo adolescente en los años 60, la revolución cubana, la revolución en libertad


y la de las flores renuevan en ella su espíritu libertario y revolucionario. En los
años 70, adhiere a la utopía del socialismo vía democrática de la Unidad Popular,
que encabeza el presidente Salvador Allende, haciendo suya la lucha por la
justicia social y la igualdad.

Durante la Unidad Popular, sufre en carne propia las primeras tensiones y


procesos de radicalización de la sociedad. Su primer marido, dueño de una
tienda de repuestos de automóviles y de un viejo camión de reparto de parafina,
se integraba al histórico paro de los camioneros de 1972 mientras ella militaba en
las filas de la juventud socialista. Era presidenta del centro de alumnos de la
carrera de Antropología de la Universidad de Chile.

A mediados de 1972, convencida de que la única salida a los problemas que


enfrentaba el gobierno del presidente Salvador Allende era radicar el poder
popular en el pueblo, ingresa al Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR,
donde la pilla el golpe militar.
Los efectos se hacen sentir de inmediato. La expulsan de la universidad, la dejan
con arresto domiciliario, allanan su casa en múltiples ocasiones, y maltratan a sus
hijos. Finalmente, sale al exilio, reuniéndose con su pareja, quién se había asilado
en la embajada de Argentina, en septiembre de 1973, tras
ser buscado afanosamente por las fuerzas de seguridad en su calidad de
interventor de un fundo. Era funcionario de la Corporación de Reforma Agraria,
CORA.

En Buenos Aires, cuando se les deja caer encima la dictadura militar transandina,
regresa a Chile, sola con sus cuatro hijos.

Nuevamente empieza todo de nuevo. Vuelve a la universidad, retoma sus


estudios, se vuelve a casar, y vuelve a fracasar.

Lo que sigue a continuación es una serie de quiebres que la llevan a vivir todo a
medias. Sin nunca llorar, ni gritar, dejaba botado lo que empezaba.

Su casa parecía una morgue, y aún no sabe cómo ello afectó a sus hijos. En
su lugar de trabajo, en su casa, tapizó las murallas con las fotos y recortes de
prensa de sus compañeros asesinados durante la resistencia en los años 80 y 90.
En las paredes, también, pegaba afiches que exhibían la expresión gráfica de la
sangre derramada, la paloma prisionera entre alambres de púas; un eterno y
angustioso luto en un país que llamaba la atención y empezaba a reconocerse por
sus éxitos macroeconómicos y modernidad.

Proviene de una familia de la clase política muy acomodada. Su padre fue uno de
los fundadores de la falange Demócrata Cristiana y director del diario La
Nación en el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva.

A pesar de contar con el respaldo de su familia, necesario, pero no suficiente, ha


vivido permanentemente en búsquedas de los medios que le permitan salir
adelante. Para enfrentar problemas económicos ha hecho botones de greda, y
artesanías en lana de Chiloé. En ese entonces, las puertas del mundo público
estaban cerradas y los proyectos que lograba, en una y otra organización no
gubernamental, tenían siempre fecha de término.

Así es como ha vivido mil vidas juntas y a la vez. Lo tenía todo, pero rompe con
todo. Se había propuesto caminar sola, y dar curso a sus inquietudes sociales y
políticas.

Mojón de acequia urbana

En los años de la dictadura se hace parte activa de movimiento social. Participa en


trincheras académicas, estudiantiles, culturales de reflexión y formación política.
También forma parte del movimiento por la denuncia y defensa de los derechos
humanos y sus colectivos y agrupaciones. Una vez recuperada la democracia
integra la Comisión Etica Contra la Tortura, y se vincula con diversas
organizaciones, entre ellas de ex presos políticos, grupos de mujeres, centros
culturales, vecinales y comunales.

En un incansable activismo político, social y cultural por el retorno de la


democracia, asistía a reuniones, pegaba afiches en las calles, hacía puntos de
contacto, pero no militaba en ningún partido político. Había optado ser una
militante de la vida. Y así sigue hasta los días de hoy, participando en grupos que
trabajan por la recuperación de la memoria.

Venciendo el shock postraumático con terapias, nueve años de psicoanálisis y


medicamentos, su cuerpo le ha pasado la cuenta con una fibromialgia, que
padece desde hace un par de años. Esto la ha aquietado en su casa, pero la ha
hecho más activa en su quehacer cibernauta, incluyendo la apertura de grupos y
redes de grupos de pacientes que padecen lo mismo.

Con un psicólogo clínico formó la Asociación de Fibromiálgicos Sobrevivientes de


la Dictadura. Recopila y difunde información y materiales de apoyo. Desarrollando
estas actividades, informa los resultados de un estudio del caso chileno, realizado
en España, concluyendo que un 68% de los familiares violentados en sus
derechos, durante la dictadura militar de Pinochet, sufren esta enfermedad. Al
respecto, dice que es un mal que se potencia producto de las penas y dolores del
alma.

Hoy por hoy, también forma parte de la Asociación Gremial Industria Creativa
Chile, de la que es socia fundadora y miembro de su directorio. Además de
participar en actividades de investigación y extensión académica, imparte charlas,
talleres y foros universitarios.

A la hora de concluir su historia de vida, se define como un “mojón de acequia”,


los que siempre salen a flote, a pesar de las turbulencias de las aguas. Dice que
ha logrado ser ella, sin hundirse, ni dejarse morir. En estos años, la enfermedad
que padece su única hija, la revuelca, aún más, en toda ella, pero como lo ha
hecho siempre, sigue buscando caminos de salidas.

Y como en la ciudad no hay acequias, entonces, continúa, dándose vueltas sobre


el agua que corre, fluye y transcurre.
Es su rueda del día a día. Así y todo, no ha dejado de participar y seguir la ruta de
su camino ya trazado. Es una mujer proactiva, empoderada, y plenamente vigente
en los esfuerzos y aportes a la construcción de la identidad y la memoria de su
generación y las venideras. Adriana Goñi, también tiene una o más de estas
identidades en su ADN.

Por Myriam Carmen Pinto. Zurdos no diestros (serie). Historias humanas de


humanos demasiados humanos.

1. Mario Benedetti.

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