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© Teresa Godoy

EL PORTÓN DE LAS MASCOTAS


Camila, Tina y Pacha

8 Literatura paraguaya - Cuentos / Narrativa

© Publicado por Fausto S.A.


bajo el sello de Fausto Ediciones

Ilustraciónes: Daiana Stanley


Diagramación: María del Carmen Cabrera
Dirección Editorial: Nilda Díaz de García

ISBN 978-99967-47-17-5

Eligio Ayala 1060 e/Brasil y EE. UU.


Tel. (595–21) 221 996 / 7
faustocultural@gmail.com
Asuncion – Paraguay

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publicación no puede ser reproducida total y/o parcialmente, ni
archivada o transmitida por ningún medio electrónico, mecánico,
de grabación, de fotocopia, de microfilmación o en otra forma,
sin permiso previo de los editores y la autora.
El portón de
las mascotas
Camila, Tina y Pacha

Por Teresa Godoy


Para mis nietos o nietas del futuro
Camila es una niña que ama a los animales
desde muy pequeña. Y su mamá la ama a ella,
mucho, mucho.

La mamá viaja continuamente a distintos lugares


del mundo. Un día, estando en la Argentina, más
exactamente en la estación de trenes que se llama
Morón, cerca de la gran ciudad de Buenos Aires, la
mamá vio una hermosa tortuguita que estaba en
un cajoncito, lista para ser vendida. La tortuguita
era todavía chiquita y tenía el caparazón bastante
oscuro, casi negro. De vez en cuando sacaba la
cabecita y miraba a la gente y después se volvía a
encerrar.

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La mamá de Camila se enojó con la
persona que trajo a la tortuguita allí, pues le dio
mucha pena que el pequeño animal estuviera
en medio de tanto bullicio, de tanta gente que
pasaba a su lado y ni caso le hacían. Por poco no la
aplastaban con sus pasos acelerados.

—Tanto ruido debe estresarla, pobrecita –pensó


la mamá. Analizó un ratito y decidió comprarla
y se la trajo de regalo a su hijita. La cuidaremos
con amor y tendrá una vida mejor –se dijo
también.

Cuando regresó al Paraguay y llegó a su casa, llena


de alegría le anunció a Camila:

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—Tengo un regalo especial para vos y se
llama Tina, porque me encontré con ella en la
Argentina, de allí viene su nombre.

La niña miró al animalito con entusiasmo y


emoción, le acarició el caparazón cariñosamente y
sonrió muy feliz mirándola a su mamá.

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Cerca de la casa de Camila había un bosquecillo
lleno de hermosas plantas y muchas flores. Hacia allá
se escapaba siempre Tina toda vez que encontraba
abierto el portón de la casa. Por eso se hizo muy
popular entre los niños de la vecindad.

Todos la conocían, porque siempre se escapaba. Y la


querían. Los niños y vecinos la encontraron varias
veces andando cansinamente por la vereda, siempre
en dirección a los árboles y las plantas.
Y la devolvían a la casa, para
alegría de la pequeña
y su familia.

Amaban a Tina y no
entendían porqué ella
siempre se escapaba
de la casa si la cuidaban
con amor y le daban
todas las comiditas
que le gustaban,
como la zanahoria
porque rechazaba
la lechuga.

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Pero un día se fue y ya no fue encontrada. Y no
volvió nunca más. Camila y su familia se quedaron
muy tristes.

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Un año después hicieron un viaje a la ciudad
de Concepción, al norte del Paraguay.
Fueron a visitar un hermoso edificio de estudios
que estaba en medio de la selva. Es de dos pisos,
con amplios corredores rodeado de un gran patio,
lleno de palmeras, flores y verde pasto. Viven
allí, libremente, numerosas tortugas, enormes y
medianas.

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—Todas son muy bellas –decía Camila mientras
corría en medio de ellas, con su inocencia de
niña que amaba a los animales, especialmente a
las tortugas. Seguro se acordaba de su tortuguita
Tina, la que se fue un día y ya no volvió.

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Pasó el tiempo y un día unas personas de
Concepción visitaron Asunción y le trajeron a Camila
una hermosa tortuga. Era de tamaño mediano, de
las que vivían en el patio de la casa de estudios.

La niña se puso inmensamente feliz. La familia se


ocupó nuevamente de darle todas las comodidades
a Pacha. Ese nombre le puso la mami recordando
a un perro de su infancia, que se llamaba
Pachanguero.

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Instalada en la casa, Pacha daba vueltas
por el gran patio. Y siempre se iba hacia el portón
de salida. Como el portón no quedaba abierto y,
tras esperar durante un tiempo, comprendía que
no podía salir y regresaba al fondo del patio. Se
instalaba frente a la puerta de un depósito hasta
que alguien la dejaba abierta y entonces entraba
e iba hasta una de las oscuras esquinas; metía su
cabeza en su caparazón y se quedaba allí.

—Le haremos una casita para su hábitat


apropiado, un lugar que a ella le gustará –le
dijeron sus padres a Camila.

Cavaron en una esquina del jardín, pusieron


agua como si fuera un laguito; construyeron una
cuevita para que fuese oscura y Pacha pudiera
instalarse allí, como si fuera su lugar natural. El
animal rechazó la construcción, ¡no le convenció
el parecido con una cueva natural! Seguía dando
su ya clásica vuelta por todo el jardín y siempre
terminaba yendo hacia el portón para, finalmente,
volver al depósito como diciendo ¡ábranme la
puerta!

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Los padres, preocupados, buscaron otra
alternativa. Compraron un barril, lo acostaron en
una esquina del patio, bajo un limonero en medio
de tierra y pastos y pusieron allí a Pacha para ver si
le gustaba su nueva casa. También rechazó la nueva
vivienda. Y repetía su rutina de dar vueltas por todo
el patio, quedar horas ante el portón de entrada y
regresar a la puerta del depósito e instalarse en su
esquina oscura, siempre la misma. Metía su cabeza
en su caparazón, y se quedaba nuevamente allí
hasta su próxima decisión de ver el mundo exterior.

Entonces salía al patio, iba junto a una canilla a


tomar agua, comía algo de pasto y algunas de las
verduritas y frutas que le ponían frente a ella. Elegía
siempre la banana, su preferida; después daba su
vueltita por todo el patio, y se dirigía como siempre,
hacia el portón y después regresaba a su esquina
del depósito.

Para los padres de Camila, especialmente para la


mamá, el mensaje de Tina y Pacha fue muy claro:

los animales quieren vivir en


libertad, como las personas.
Y en su hábitat,
en su lugar natural.

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Por eso buscaban siempre el portón, por si lo
encontraran abierto y así poder irse al lugar donde
ellos quieren vivir.

Hoy Tina estará disfrutando de su libertad en el


montecito cerca de la casa de Camila y Pacha
andará dando vueltas feliz con sus compañeras
las tortugas de la casa de estudios de Concepción,
porque Camila y sus padres emprendieron al poco
tiempo el viaje de regreso a esa ciudad del Norte
del Paraguay, trasladando nuevamente a Pacha a
su lugar de origen, a su hábitat, para que viva en
libertad, como debe ser.

Y cada tanto van a visitarla para alegría de la niña.


Y de toda la familia.

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TERESA GODOY

De nacionalidad argentina, aunque nació en Yarati-i (Yuty,


Paraguay), el 26 de enero de 1954. Exiliada en 1976, se radicó
en Asunción, Paraguay.
Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de
Filosofía, de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Tiene
un Postgrado en Didáctica Superior Universitaria en UNINORTE
(Universidad del Norte) de Asunción.
Miembro de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP),
Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA), el PEN Paraguay filial del
PEN Internacional y miembro pleno de la Red de Periodistas
Ambientalistas de América Latina y el Caribe.
Es fundadora de la biblioteca “Antonio Duarte” de la Escuela-
colegio “Ramón Perdomo” de la localidad de Yarati-i.
Su amplia experiencia profesional incluye el ejercicio del
periodismo en diversos medios. Fue productora, directora y
conductora de programas periodísticos independientes sobre
temas políticos, sociales y económicos en diversas radios. Se
dedicó especialmente a hacer reportajes en radio y televisión.
Colaboró en el Suplemento Rural del Diario ABC Color sobre
temas ambientales en áreas de Ecología. En 1995, creó el
programa radial educativo ambiental “Onda Verde”.
Desde la 1989, trabaja como asesora en comunicación en
diferentes empresas públicas y privadas del país. Y continúa
investigando para nuevos títulos referidos a realidades sociales
humanas que han marcado su preocupación desde siempre.
Es autora de los libros: “La Generación Dispersa Víctima del
Terrorismo de Estado también en Paraguay” (Servilibro) y “SE
FUERON TODOS. El dolor de emigrar” (Intercontinental).

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