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"La Posicion Del Analista Y El Fin Del Analisis"

(*) Publicado En "más Allá Del Falo...". Buenos Aires: Lugar Editorial; 1996.

Benjamín Domb

Análisis terminable e interminable, tal es el título del trabajo, escrito por Sigmund Freud en
1937, del cual toma punto de partida este trabajo. Como se podrá notar es casi sobre el

final de su obra que también lo fue de su vida -no hace mucho recordábamos el 40 aniversario
de su muerte-, de la terminación de su vida, de lo interminable de su obra, que este texto fue
producido. Entrecruzamiento del fin que introduce la muerte y la apertura infinita del escrito.
Porque si bien la letra mata, la lectura, la interpretación de la letra, la vivifica.

La importancia de señalar una fecha, 1937, es para indicar que a esta altura el armazón
teórico freudiano estaba ya forja-do, que cada uno de los conceptos que Freud nos entrega en
este escrito hay que considerarlo en relación con los desarrollos teóricos dados a lo largo de
toda su obra. Esta indicación va incluso más lejos, es para señalar que en la cuestión de la
ter-minación de un análisis todo el psicoanálisis está puesto en juego. El comienzo y el
transcurso no son ajenos a la termina-ción.

Lo que Freud en el comienzo mismo del trabajo nos dice con toda claridad es que la duración
de un análisis nada tiene que ver con su terminación. "Nuestro camino no nos llevará a un
acortamiento de su duración".(I)

No voy a entrar a discutir las innumerables técnicas que se han ido inventando, en las cuales
han extraviado sus mentes in-numerables analistas, que excesivamente preocupados por la
cues-tión de la duración, im-pacientes como estaban, terminaron pre-cozmente, fuera del
campo del psicoanálisis.

El tiempo cronológico no es una cuestión del psicoanálisis, éste tiene otro tiempo -su tiempo
es lógico- y en el apres-coup se podrá determinar si un análisis ha finalizado.

Esto no quiere decir, por supuesto, que la terminación de un análisis sea un proceso natural,

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se trata del proceso que va desde una demanda -llamémosla por ahora demanda de curación
(2), sin determinar qué quiere decir curación- al deseo del analista, pero que es precisamente
este deseo el que inaugura, antecede lógicamente a la demanda.

Es el deseo del analista, el que provoca, atrae, incita al sujeto a constituirse, a demandar por
este deseo.

El deseo del analista está en el comienzo, en el transcurso y en el fin del análisis, es el que
promueve el progreso de la

cura, en esto no se diferencian deseo del sujeto y deseo del

analista, son la misma cosa,ya que se trata de una estructura donde hay un solo sujeto. Es el
discurso del analisante el que aporta los significantes en juego; de la lectura de estos
signi-ficantes el analista hace su interpretación.

Por lo dicho hasta aquí se revela que el deseo del analista es doblemente un lugar, por un
lado lugar de la causa, en tanto que atrae, incita al sujeto a analizarse, es el motor del
análi-sis; es a la vez el lugar del Otro, del discurso del Otro, en definitiva el lugar del
inconsciente. Estos dos lugares no se confunden, será necesario explicitar que el lugar de la
causa en la lógica lacaniana está puesto en juego por el objeto a, en tanto que perdido, causa
el deseo. El lugar del Otro del discur-so del Otro, del inconsciente, ya es efecto de la causa y
está "ocupado" por la cadena de los significantes, en este sentido remite al sujeto supuesto
saber.

Son estas afirmaciones las que trataré de desarrollar.

A esta altura se me podrá objetar que Freud en su trabajo, Análisis terminable e interminable,
no le dedica aparentemente un lugar al deseo como el que le estamos otorgando aquí; sin
embargo diremos que está implícito a todo lo largo del mismo y como para no dejar lugar a
duda, el último capítulo está dedicado a articular el fin del análisis con la castración. Imposible
separar ambos términos, castración y deseo tienen una relación de implicación recíproca. Uno
no se sostiene sin el otro.

Si al comienzo Freud rechaza la preocupación por la duración y al final de su trabajo nos invita
a centrar la cuestión alrededor de la castración. ¿Qué es lo que encontramos en el recorrido
que hace, desde un extremo a otro de este artículo?.

Encontramos, en una mirada panorámica al texto, que este recorrido es el de la


Metapsicología.

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Si nos detenemos a mirar simplemente el índice de los artí-culos que componen esta sección
de la obra de Freud nos encon-tramos con el siguiente orden: 1º) Las pulsiones (II) y sus
des-tinos, luego la represión y en tercer lugar lo que ésta institu-ye: lo Inconsciente, etc. ¿Qué
significa ésta enumeración?. No es este un orden en absoluto arbitrario, sino que, permite
ubi-carse en relación a la constitución del sujeto y este es justa-mente el recorrido en Análisis
terminable e interminable.

Para pensar la cuestión de la terminación de un análisis es preciso articularlo, entonces, con


la constitución misma del sujeto. Ninguna categoría exterior al psicoanálisis puede venir a dar
cuenta de ello, esto es lo que de una y otra manera nos lo está indicando Freud.

Sin embargo, hay un concepto a lo largo del artículo que a mi modo de ver hace obstáculo, al
menos si no es redefinido: el de terapéutica, en medicina quiere decir, la restitución de un
estado primero, definición imposible de plantear en psicoanáli- sis. ¿Qué es lo que podemos
querer restituir si toda vez que algo se restituye el psicoanálisis nos enseña que algo no se
constituyó?.

Pero entonces, a partir de la constitución del sujeto, ¿cómo podemos concebir ese estado
primero?.

En ese estado primero, lo que encontramos es Real Ich, esto es indiferenciación, o


simplemente un viviente, el cual si las circunstancias - es decir los efectos de discurso del
Otro- lo determinan podrá llegar a devenir sujeto, esto es que en ese estado primero es sujeto
por venir, cuyo porvenir está entera- mente puesto en el lugar del Otro.

Como punto de apoyo en este desarrollo, como dispositivo para pensar, es decir en su valor
metafórico, reproduzco en primer lugar el aparato óptico, tal como aparece en el semina- rio I,
en la página 126. (III)

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A partir de este modelo, que de funda en las leyes de la óptica, Lacan va a plantear las
relaciones del Ideal del yo y el yo ideal.

Brevemente, tenemos por un lado un espejo esférico que pro-duce una imagen real e
invertida, por tanto si se coloca delante de él, en la parte inferior, dentro de una caja que tiene
libre sólo la cara que da al espejo un florero, con la boca mirando hacia abajo, es decir,
invertido tal como aparece en el esquema en C y por encima de la caja un ramo de flores "a",
para un ob-servador que mira desde el punto S.I., se va a producir una ima-gen i(a) real e
invertida del florero que va a dar la impresión que contiene en su interior las flores reales "a".

En este modelo óptico desarrollado (IV) que incluye la in-troducción de un espejo plano, la
imagen real no aparece dibuja-da. Su indicación sirve para plantear la anterioridad de

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princi-pio con relación a esta otra imagen virtual que se produce colo-

cando entonces un espejo plano en la posición A que va a (re)pro ducir sin violar las leyes de
la óptica una imagen virtual i'(a) tal como lo vería un ojo colocado esta vez en la posición $.
Es-to como recordatorio.

Metaforicemos entonces. Supongamos que ese ramo de flores reales, ubicado en el espacio
real representa a ese viviente en ese estado supuestamente primero, Real Ich.

Como se puede notar, este dispositivo óptico presenta 2 tiempos, en el primero se produce la
imagen real i(a) para un observador, decíamos, que mira desde el punto S.I., es decir
co-locado en el campo del Otro. Es desde este lugar del Otro desde donde ese viviente podrá
devenir sujeto, siempre y cuando ese ramo de flores aparezca en el discurso del Otro. No está
del to-do mal metaforizar a un bebe como un ramo de flores, con aquello con que un hombre
agasaja a una mujer.

¿Hace falta remitirnos a los textos de la sexualidad feme-nina, o sin ir más lejos al último
capítulo de este texto para saber qué significa el deseo de tener un hijo para una mujer?. ¿Y si
no las experiencias del hospitalismo no nos demuestran qué es lo que ocurre cuando el
anonimato es la respuesta que le lle-ga a ese ser viviente desde el campo del Otro?. Lisa y
llanamen-te deja de ser viviente.

Es decir, si no hay lugar en el discurso del Otro para ese Real Ich, no hay constitución. En
otras palabras, es en relación al deseo del Otro como el recién llegado viene a ser llamado a
ocupar el lugar de objeto de ese deseo, que el álgebra lacaniana designa con la letra "a", es a
partir de ahí que su historia ya había comenzado antes de que él nada supiera. Objeto a, en la
ocasión, no tanto parte separada, sino lugar de estructura.

En ese estado primero, tenemos al que acostumbramos a lla-mar bebe, ocupando el lugar de
objeto "a" causa del deseo del Otro, con una insuficiencia que a la vez es prematuración real,
bajo la regencia absoluta de la mirada del Otro. Por su parte el Otro sólo puede decir que
como objeto es insuficiente, aquel que encarna este lugar, la madre, ama en él, no lo que él es
ni su im-perfección, sino lo que le falta (3) , lo que está llamado a ser objeto "a" causa de su
deseo. Por lo tanto doble carencia; por un lado en el Otro, en la madre que el niño no logra
cubrir del todo y por otro lado del niño, en tanto que nace prematuro, absolutamente
dependiente del Otro.

Carencia constitutiva que lo liga al Otro a través de ese objeto imposible y por lo tanto
deseado, y es por esta falta en ser para el Otro, insistimos, el bebe no colma la falta que allí
donde era lo real, el sujeto debe advenir.

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Volvamos, ahora al texto que nos ocupa. Análisis terminable e interminable, para tratar la
cuestión del Yo en relación a la pulsión.

El Ich (yo) es en la pluma de Freud, desde el principio hasta el final -nos lo recuerda Lacan- el
lugar completo, total de la red de los significantes, es decir el sujeto.(V)

"El Ich debe groso modo domesticar -Bandigung- la pulsión, no se trata de hacer desaparecer
la demanda" (S D) "de modo que nada se vuelva a oír nunca de ella. Esto es en general
impo-sible y tampoco en absoluto deseable". "El instinto es integrado en la armonía del
Ich".(VI)

Lacan nos dice por otro lado, que el neurótico para esta satisfacción pulsional se da
demasiado trabajo y este demasiado

trabajo ya justifica nuestra intervención.

La cuestión del Ich termina por aclararse, en este trabajo cuando Freud -en un párrafo muy
hermoso y elocuente- distingue la represión constitutiva del sujeto de los mecanismos de
defen-sa que son los que producen las alteraciones del Yo. Dice al respecto "la represión tiene
la misma relación con los otros mé-

todos de defensa que la omisión tiene con respecto a la distor-

sión". "Y por esta razón los mecanismos defensivos del Yo están condenados a falsificar
nuestra percepción interna y darnos so-lamente una imagen perfecta y desfigurada de nuestro
ello".

(VII) El Ello, lo recuerdo, es el recinto de lo pulsional y Freud dice que es a partir de allí y por
diferenciación que se constituye la estructura, segunda tópica.

Distinción esencial, su desconocimiento es lo que arrastró al psicoanálisis a un callejón sin


salida o lo que es lo mismo a todo tipo de salida, inclusive del campo freudiano.

WO ES WAR, SOLL ICH WERDEN, dice la sentencia freudiana -Allí donde era, el sujeto debe
advenir- traducimos siguiendo a Lacan.

Insistimos, allí donde era - un lugar de estructura, objeto "a" causa del deseo del Otro, que
como objeto insistimos es in-suficiente-, por la vía del Ideal del Yo, es decir del ideal del Otro,
surge en el campo del Otro el significante que representa al sujeto, único sujeto en cuestión,

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para otro significante. Por este mismo hecho, eso que antes no era nada, o mejor dicho
obje-to "a" causa del deseo, lugar de la estructura, un ramo de flo-res desarticuladas y
arrancadas de su medio, sujeto por venir, se cuaja en significante. El "a" cae, deviene objeto
profunda-mente perdido.(4)

Significante que representa al sujeto para otro significan-te, entre ambos significantes se
desliza, se escurre el deseo

del Otro, que hace surgir al sujeto causado como carencia de "a", que reduce al sujeto a no
ser más que un significante inci-tándolo, provocándolo, urgiéndole a hablar como sujeto, a
formular su demanda: ¿qué es lo que soy para el deseo del Otro?, ju-gando incluso, hasta,
con la idea de su propia desaparición, su propia muerte, el Otro puede perderme.

¿Qué encuentra el sujeto en relación a su demanda?. Ante la pregunta por su nada, el sujeto
se encuentra, por un lado, como decíamos, con el deseo del Otro, que provoca su demanda;
por el otro lado con su imagen especular, con su yo ideal que viene a servir en el lugar que ha
quedado vacío por la caída del "a" -en el modelo óptico el i'(a)-.

El yo, tal ese ojo que ciega, sólo puede aportarle esta distorsión -no se trata en el análisis, de
un yo distorsionado que haya que enderezar- como puede verse en el módelo óptico, es
cuestión de estructura. El sujeto se des-conoce en esa imagen delante suyo en el espejo
-mientras por su cuerpo agujereado por cada uno de esos agujeros la pulsión hace su
recorrido vivificando esa carne, contorneando a un objeto que continuamente se pierde.

Juego de espejos, juego de imágenes, no olvidemos hasta qué punto estas imágenes pueden
volverse persecutorias si me miran cuando no las veo, si las veo cuando no me miran y hasta
qué punto el encuentro con esa imagen puede resultar tranquilizadora, cuando es la
fragmentación la que amenaza.

Resumiendo, el modelo óptico puede darnos una idea del sujeto en su triple relación a lo Real,
lo Simbólico y lo Imaginario.

Con lo Real, metaforizado por el ramo de flores (a), el objeto "a", caído, expulsado por los
efectos del discurso.

El jarrón oculto en C, el cuerpo, su ocultamiento nos da una idea del poco acceso que tiene el
sujeto a la realidad de ese cuerpo.(VIII)

A la derecha de A, del espejo plano, habíamos dicho el campo del Otro, por lo tanto lugar del
Ideal del Yo, de la bate-ría significante, esto es del deseo del Otro desde donde el su-jeto de

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constituye.

También a la derecha de A engendrado por el espejo plano, aparece un espacio virtual que
refleja punto por punto el espa-cio real ubicado a la izquierda en el modelo. En este espacio
imaginario aparece decíamos la imagen i'(a) que representa al yo ideal que viniendo a caer en
el lugar del Ideal del Yo -superpo-

niéndose en el modelo al campo del Otro- confundiéndose con éste, el sujeto hará de esta
imagen su yo ideal, su objeto y su ideal -el objeto princeps de su amor-. Esta es la distorsión
fundamental que aporta la imagen narcisista, obstruyendo el acceso del sujeto a lo simbólico.

El modelo óptico nos permite apreciar claramente, la dife-rencia radical entre el objeto definido
como narcisista i'(a) y la función del objeto "a", como así también con el lugar del Ideal.

Ahora bien, sujeto causado como carencia por "a" -es a este nivel que ubicamos el concepto
de castración- y en el lugar va-cío, la imagen narcisista viene a aportar esa distorsión
funda-mental que hace que el sujeto coloque en el lugar del otro -ésta vez con minúscula- al
significante amo, S1 y en el lugar de la producción al Saber, el S2, podemos escribir,
entonces, el mate-ma del discurso de la histeria, es decir el discurso del comien-zo del
análisis; en el sentido de la transferencia.

Discurso del analisante o de la histérica

Donde el que ocupa el lugar del agente, el analisante, en S, interroga al sujeto supuesto
saber, sobre lo que ella es como objeto "a" del deseo del analista y en tanto no quiere saber
nada de la castración hace del otro su amo.

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Volvamos, una vez más, al texto de Freud "como es bien sabido, dice, la situación analítica
consiste en que nos aliamos con el yo de la persona sometida al tratamiento con el fin de
dominar partes de su ello que se hallan incontroladas", más adelante continúa "esta clase de
cooperación fracasa en el caso de los psicóticos".(IX)

Si bien el libro de Ana Freud, El yo y los mecanismos de defensa, es anterior al texto de


Freud, una interpretación apresurada (arbitraria) del texto daría lugar, como ocurrió, a postular
una parte sana del yo, con todas las consecuencias que de ello se derivan, es decir una
psicología del yo.

Sin lugar a dudas cuando Freud postula esta alianza, no puede estar indicando ninguna otra
cosa que aquella que es el eje alrededor del cual gira toda la situación analítica, es de-cir: la
transferencia. Es necesario que la transferencia se ins-tale para que el análisis comience. Es
sólo la palabra en la transferencia la única capaz de producir los cambios que el psi-coanálisis
espera, dicho de otra manera, es la palabra producida desde el lugar del Otro, desde lo
Simbólico, lo que puede reha-cer -modificar por un trabajo, utilizando los mismos "materia-les"
(significantes)- rehacer, entonces, un yo constituido en su estatuto imaginario es decir hacer
desaparecer la confusión entre el Yo Ideal -imagen de completud- y el "a" que estando perdido
lo causa como sujeto.

Remitámonos nuevamente al modelo óptico, Lacan nos dice: el analista como espejo en A,
será el operador que declinando de esa idealización, borrándose progresivamente hasta una
posición a 90 de su punto de partida, puede llevar al sujeto a ocupar la posición en S, en el
lugar del Otro, en este recorrido la ilu-sión desfallece, lo cual se confirma por efecto de
despersonali-zación que deben considerarse como signos de atravesamiento.(X) El
franqueamiento del plano de la identificación producido en el análisis coloca entonces al sujeto
en el lugar desde donde cap-turándose como deseo se pierde como objeto "a", llamémoslo "el
paciente que era", objeto que a su vez, "el paciente que era", será el resto que motive, en el
sentido de causa su deseo del analista. Pasaje de analisante a analista.

Tendemos un puente entre esta formulación de Lacan, de 1958 y lo que varios años más
tarde en relación con los 4 discursos nos formula, pasaje de un discurso a otro, del discurso
de la histérica, que escribimos antes, al discurso del analista, un cuarto de giro en el sentido
de las agujas del reloj dice en esta ocasión, en aquel entonces decía borrándose
progresivamente hasta ocupar una posición a 90, en 1958, y tendremos producido un cambio
de discurso:

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Discurso del analista

Deseo del analista, llego en este punto al punto de partida que a su vez es, entonces punto de
llegada. ¿Pero es lo mismo al comienzo que al final?. No, algo ha cambiado, un análisis se ha
realizado, si el deseo del analista ha sido aquél que atrajo, incitó, provocó a un sujeto trabado,
neurótico, a preguntarse por él en relación a ese deseo, en todo el devenir de su análi-sis no
ha hecho otra cosa que eso, es decir tratar de capturar algo de ese deseo, de interrogarlo,
tratando de conformarse al nivel de ese deseo, de convencer al Otro del engaño, de que él es
el objeto apropiado y cuando llegado al final del camino, no halle objeto para ese deseo,
cuando él mismo se pierde como ob-jeto, es entonces que constituyéndose como deseo
incitará, pro-vocará a otro a preguntarse por ese deseo.

La terminación del análisis, es el pase del psicoanalisante a psicoanalista. Pase su propio


análisis como perdido, se con-vierte en causa. El analista autorizándose por sí mismo, es
de-cir por su propio análisis, sanciona que no hay Otro del Otro, constituyéndose en el deseo
del analista.

Análisis terminable en tanto se constituye el sujeto como deseo y en tanto deseo interminable
puesto que allí comienza su verdadera búsqueda, en la que compromete su vida misma.(5)

NOTAS:

(1) Leído en la Reunión realizada en Caracas, Venezuela, acerca de la enseñanza de Lacan,


1980.

(2) Pusimos curación, para dejar claro que en la mayor parte de los casos la

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demanda de análisis requiere de una tarea previa, las llamadas entrevistas preliminares.
(Enero/95)

(3) A ella.

(4) Es esta sin duda una propuesta extremadamente reducida da lo que podríamos llamar el
engendramiento del sujeto, por la vía del complejo de castración y la intervención de la función
paterna, que desarrollamos más extensamente en los próximos trabajos. Sin embargo
rescatamos dos cuestiones: la insuficiencia y el Ideal. (Enero/95).

(5) Esta es la solución que encontramos en aquel entonces, estabamos todavía en la


propuesta lacaniana del retorno a Freud. Los textos que siguen muestran las diferencias entre
Freud y Lacan en lo que se refiere al fin del análisis.

(Enero/95).

BIBLIOGRAFIA

(I) FREUD, S.: Análisis terminable e interminable. O.C. TIII pág.547,

Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968.

(II) FREUD, S.: Instinto en la edición española. Sin comentarios. O.C. TI, pág.1035.

(III) LACAN, J.: Seminario I, Escritos Técnicos, Ed. Paidós.

(IV) LACAN, J.: Ecrits Editions du seuil, pág.674.

(V) LACAN, J.: Le Seminaire. Livre XI. Cap. 4, pág.45.

(VI) FREUD, S.: O.C. TIII, pág.548.

(VII) FREUD, S.: O.C. TIII, pág 558.

(VIII) LACAN, J.: Ecrits, Remarque sur le rapport de Daniel Lagache, pág.676.

(IX) FREUD, S.: O.C. TIII, pág.556.

LACAN, J.: Ecrits, Remarque... pág.680.

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