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La creación del Ejército kosovar genera inquietud en la OTAN y en la UE

A pesar de que no todos los países se oponen, la Alianza considera que se trata de un gesto
«inoportuno», alentado abiertamente por EE.UU.
Enrique Serbeto
Corresponsal en BruselasActualizado:14/12/2018 21:46h20

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Vía eslovena en agonía yugoslava

La decisión del Parlamento de Kosovo de erigir sus propias Fuerzas Armadas ha sido recibida
con preocupación por la mayoría de países europeos. Estados Unidos ha dado su bendición a
este gesto, a pesar de que la OTAN lo ha considerado «inoportuno» y ha anunciado la decisión
de «reexaminar» su cooperación con Kosovo, cuya independencia no es reconocida por todos
sus miembros. Serbia, por supuesto, ha reaccionado con indignación y ha pedido una reunión
urgente del Consejo de Segurida de Naciones Unidas. Por su parte, el presidente del Gobierno
español, Pedro Sánchez, se ha limitado a decir que «este no es el camino de la reconciliación»,
aunque el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, había adelantado en la última reunión
del Consejo Atlántico en la que participó que España tomaría medidas en la OTAN para poner
de relieve su oposición.

Cuando Kosovo proclamó su independencia unilateral en 2008, los países que lo reconocieron
y la propia OTAN como tal ya tenían una misión de estabilización para proteger el territorio de
mayoría albanesa. Una vez proclamada la independencia decidieron crear una Fuerza de
Seguridad de Kosovo (KSF) de dimensiones limitadas y, esencialmente, para dar una salida a
los guerrilleros que habían combatido contra Serbia. El secretario general de la Alianza, Jens
Stoltenberg, publicó ayer un comunicado diciendo que «la OTAN apoya el desarrollo de la KSF
bajo su actual mandato» pero que «con el cambio de mandato, el Consejo del Atlántico Norte
tendrá ahora que reexaminar el nivel de compromiso de la OTAN con la Fuerza de Seguridad de
Kosovo». Stoltenberg lamentó que la decisión «se haya tomado a pesar de las preocupaciones
expresadas por la OTAN» que había dicho claramente que considera «este movimiento como
inoportuno».

Condena de Serbia

El Gobierno serbio ha condenado en los términos más graves esta decisión que considera que
quebranta la resolución 1244 de la ONU en la que se sostiene la separación de su antigua
provincia. Un comunicado del Ministerio de Exteriores de Belgrado asegura que «esta decisión
representa una grave violación del derecho internacional». También afirma que se trata de una
decisión «que contradice la llamada Constitución que se dieron las instituciones interinas de
autogobierno, lo cual es un absurdo y una prueba de que Pristina no solo no respeta los
acuerdos internacionales, sino tampoco sus propias normas».

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La observación de Belgrado se refiere a que los miembros de la minoría serbia del país no
participaron en la votación. Serbia considera la creación de este ejército como un factor de
desestabilización en los Balcanes y teme que sea utilizado para aumentar los gestos hostiles
hacia la población serbia. El Consejo Europeo estudió hoy esta situación a petición
del presidente de Chipre, Nikos Anastasiadis. Chipre es junto a España, Grecia, Eslovaquia y
Rumanía, otro de los países que no reconoce a Kosovo.

Sin embargo, la Administración norteamericana ha alentado explícitamente a las autoridades


kosovares a dar este paso y les ha garantizado su mayor cooperación material. Kosovo alberga
una de las mayores bases militares norteamericanas del mundo.

ABC. 3-11-2018

Kosovo o la catástrofe del separatismo; por Javier Rupérez,


miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas

El día 4 de noviembre de 2018 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de


Javier Rupérez en el cual el autor opina que España ha hecho bien en negar a
Kosovo el reconocimiento diplomático.

KOSOVO O LA CATÁSTROFE DEL SEPARATISMO

EN esta misma página publiqué el 13 de septiembre de 2007 un articulo titulado “El error Kosovo” en el que analizaba el
proceso que había de culminar en la independencia del que había sido territorio integrante de la República Federal de
Yugoslavia, y luego de Serbia, antes y después de la disolución del conjunto de Yugoslavia. En él reflejaba las consecuencias de
la intervención militar de la OTAN que desde el 23 de Marzo del 99 hasta el 10 de Junio del mismo año había actuado en
contra de la política de limpieza étnica practicada contra los albaneses en el territorio y lanzada contra el todavía líder serbio
Slobodan Milosevic y recordaba que habiendo sido ese el motivo de la intervención, llevada a cabo sin autorización del Consejo
de Seguridad, este mismo organismo, en su Resolución 1244 había establecido la obligación de respetar la integridad territorial
y la independencia política de la República Federativa de Yugoslavia al intentar resolver el conflicto de Kosovo. Para ello
recomendaba la necesidad urgente de buscar fórmulas de autogobierno y autonomía. Antes de que acabara la intervención
militar, el 6 de mayo de 1999, los países miembros del G8 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Japón, Italia, Alemania,
Canadá, Rusia) habían rubricado una declaración conjunta en el mismo sentido.

Sin embargo, y en vista de la continuación de los problemas en el territorio, el que fuera presidente de Finlandia Martti
Ahtissari, enviado especial de la ONU para Kosovo, elaboró un informe en el que, contradiciendo lo establecido por el Consejo
de Seguridad en su Resolución 1244, llegaba a la conclusión de que la única solución viable para solucionarlos era la
declaración de independencia. El informe, que nunca fue aprobado por el Consejo de Seguridad, condujo efectivamente a tal
fin: Kosovo declaró su independencia en 2008. Los Estados Unidos se apresuraron a reconocer el nuevo estado y bajo la
influencia del impulsivo e influyente diplomático americano Richard Holbrooke, que había forzado a los lideres exyugoslavos
al arreglo de paz concluido en Dayton, Ohio, en 1995, la mayoría de los estados miembros de la Unión Europea hizo lo propio.
Era comprensible que Serbia negara su reconocimiento a un estado nacido como consecuencia de la ruptura de su integridad
territorial. Otro tanto hicieron unos cuantos países adicionales, Rumania, Bulgaria, Rusia y España entre ellos. Los tres
primeros guiados por un prurito de solidaridad de raíz cristiano-ortodoxa con los serbios. Para el nuestro la motivación era y
sigue siendo distinta y evidente: la ruptura del principio de la integridad territorial de los estados, tal y como recogen la ONU y
el Acta Final de Helsinki, constituye una invitación a que otros lo hagan propio. Cataluña y el País Vasco vienen
inmediatamente a la cabeza. Pero también Córcega, Flandes, Baviera, Padania, Escocia Kosovo, que no es miembro de la ONU,
ha sido ya reconocido por más de un centenar de sus miembros, mientras que son alrededor de cincuenta los que no lo han
hecho.

La evolución del Kosovo independiente constituye una enmienda total a los que creyeron que con la separación se
solucionarían los problemas. La convivencia entre la mayoría albanesa y la minoría serbia no ha mejorado mientras que el
territorio, a todos los efectos prácticos, se ha convertido en un estado fallido donde el imperio de la ley brilla por su ausencia y
son las mafias criminales las que imponen la suya, creando una insoportable situación interna de inseguridad y contagiando
con ella a vecinos y próximos. Serbia, entre tanto, se ha visto obligada por la UE a buscar un acomodo con los separatistas
albaneses si quiere culminar con éxito sus negociaciones de entrada en el conglomerado de Bruselas, como ya hace tiempo
consiguieron las tambien exyugoslavas Croacia y Eslovenia. Resulta incomprensible desde este punto de vista el entusiasmo
prokosovar que ha desplegado la Republica Federal de Alemania, pero cuya tozudez apunta ya a un posible acuerdo: el que
consistiría en una nueva separación, esta vez consistente en ceder a Serbia las partes del territorio habitadas mayoritariamente
por ciudadanos de origen serbio. Abriendo con ello la posibilidad de que en un futuro no muy lejano el Kosovo albanés buscara
con Albania el arreglo que no deja de inquietar a las cancillerías occidentales: la creación de la Gran Albania, que no tardaría
en poner tambien en peligro la integridad territorial de otra antigua república yugoslava, Macedonia, que cuenta entre su
población con una minoría albanesa. Aspiración permanente de una de las más letales tentaciones del nacionalismo
étnico/linguístico/religioso de los Balcanes.

Hace ya once años en estas mismas páginas yo escribía: “Un Kosovo independiente no sólo vulnera el principio de derecho
internacional que reclama respeto a la integridad territorial de los Estados. Concede alas, desde la cúspide de la comunidad
internacional, a todos los irredentismos separatistas que quieran abolirlo. Apuesta por una sociedad sin matices, compuesta
exclusivamente por los de un mismo color, una misma lengua, una misma raza o una misma religión. Crea inevitablemente
una nueva inestabilidad regional, que acabará por afectar gravemente a todos los vecinos. Y constituye claramente un
gigantesco paso atrás en todos los esfuerzos de la humanidad para construir comunidades de ciudadanos diferentes y libres,
capaces de convivir pacíficamente a pesar de sus diferencias”.

España ha hecho bien en negar a Kosovo el reconocimiento diplomático. Y hará bien en mantener esa postura, con
independencia de los acuerdos eventuales a que lleguen serbios y kosovares. Y con independencia también de las presiones en
contrario que pueda recibir de Washington o de las capitales europeas. Porque la solución racional no fue la independencia ni
lo es la partición de Kosovo. Es la reintegración del territorio en la soberanía serbia. De la que nunca debió salir. Mal que le
pese al premio Nobel de la Paz Ahtissari. O al neowilsoniano y autodeterminador Holbrooke. Todo lo demás, como estamos
viendo, es pura locura. Releo mis textos de hace once años y me suenan a profecía. Qué lástima.

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