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Hijo del también artista José Ruiz Blasco, en 1895 se trasladó con su familia a Barcelona, donde el
joven pintor se rodeó de un grupo de artistas y literatos, entre los que cabe citar a los pintores
Ramón Casas y Santiago Rusiñol, con quienes acostumbraba reunirse en el bar Els Quatre Gats.
Entre 1901 y 1904, Pablo Picasso alternó su residencia entre Madrid, Barcelona y París, mientras
su pintura entraba en la etapa denominada período azul, fuertemente influida por el simbolismo.
En la primavera de 1904, Picasso decidió trasladarse definitivamente a París y establecerse en un
estudio en las riberas del Sena.
En la capital francesa trabó amistad, entre otros, con los poetas Guillaume Apollinaire y Max Jacob
y con el dramaturgo André Salmon; entre tanto, su pintura experimentó una nueva evolución,
caracterizada por una paleta cromática tendente a los colores tierra y rosa (período rosa). Al poco
de llegar a París entró en contacto con personalidades periféricas del mundillo artístico y bohemio,
como los hermanos estadounidenses Leo y Gertrude Stein, o el que sería ya para siempre su
marchante, Daniel-Henry Kahnweiler.
A finales de 1906, Pablo Picasso empezó a trabajar en una composición de gran formato que iba a
cambiar el curso del arte del siglo XX: Les demoiselles d'Avignon. En esta obra cumbre confluyeron
numerosas influencias, entre las que cabe citar como principales el arte africano e ibérico y
elementos tomados de El Greco y Cézanne. Bajo la constante influencia de este último, y en
compañía de otro joven pintor, Georges Braque, Pablo Picasso se adentró en una revisión de
buena parte de la herencia plástica vigente desde el Renacimiento, especialmente en el ámbito de
la representación pictórica del volumen. Las tramas geométricas eliminan la profundidad espacial
e introducen el tiempo como dimensión al simultanear diversos puntos de vista: era el inicio del
cubismo.
VINCENT VAN GOGH
Vincent van Gogh era el mayor de los seis hijos de un pastor protestante, y mantuvo con su
hermano Theo, cuatro años menor que él, una relación que sería determinante en su existencia y
en su trayectoria artística. La correspondencia que ambos intercambiaron a lo largo de sus vidas
testimonia la intimidad de esta relación y las pasiones y angustias humanas y creativas que
atormentaron a Van Gogh en sus últimos años. Tras recibir una esmerada educación en un
internado privado, a los dieciséis años entró como aprendiz en la filial de La Haya de la galería de
arte parisina Goupil, una sociedad de comerciantes de arte fundada por su tío Vincent.
En 1873 pasó a la sucursal de la galería Goupil en Londres, donde hubo de padecer el primero de
sus fracasos sentimentales; en 1875 fue trasladado a la filial parisina; en 1876 se despidió y
regresó a Holanda. Trabajó después como profesor, ayudante de un pastor metodista y empleado
de una librería; ninguno de estos empleos le duró mucho tiempo. Por aquel entonces sentía sobre
todo la necesidad espiritual de entregarse a sus semejantes; de hecho, siempre había querido ser
pastor, como su padre, y tal vocación lo llevó a Ámsterdam para seguir los estudios de teología,
que suspendió.
Pasó entonces a la Escuela de Evangelización Práctica de Bruselas, y en 1878 fue enviado por sus
superiores a la zona minera del Borinage. Establecido en el pueblo de Pâturages, próximo a Mons,
realizó una serie de dibujos de los mineros. La Escuela de Evangelización lo expulsó por su excesiva
implicación: impresionado por sus infrahumanas penurias, Van Gogh llegó a dar a los mineros lo
poco que tenía y a vivir más pobremente que ellos.
CLAUDE MONET
Similar innovación puede apreciarse en Mujeres en el jardín (1866, Museo de Orsay, París), obra
rechazada en el Salón de 1867, en la que tres mujeres se divierten en el campo bajo un sol tan
intenso que sus vestidos alcanzan el blanco en estado de gran pureza, con escasas modulaciones
intermedias y marcadas escisiones entre las zonas de luz y sombra. La instantaneidad de la escena
se pone de manifiesto tanto por la precisión luminosa del momento como por el dinamismo de las
figuras, correteando y girando caprichosamente alrededor de un árbol. Con esta ambiciosa obra,
Monet se aleja del tratamiento tradicional que hasta entonces se dio al retrato -el retrato de su
primera mujer, Camile, había sido ensalzado por Zola en el Salón de 1866- y se inclina por la
integración de las figuras en la naturaleza.
Los serios problemas económicos y el nacimiento de su hijo ilegítimo, Jean, en 1867, condujeron a
Monet a vivir una época de hambre y pobreza extremas, así como a un intento frustrado de
suicidio. Durante la contienda franco-prusiana, el artista se refugió en Inglaterra, donde conoció a
Pissarro y obtuvo el apoyo económico y la amistad de Paul Durand-Ruel. Allí se interesó mucho por
la obra de Turner, que tanto influiría en su percepción de la luz y el color. Según Monet, el pintor
que se coloca ante la realidad no debe hacer distinciones entre sentido e intelecto.
SALVADOR DALÍ
Puesto que la persecución sería incesante y el objetivo no habría de alcanzarse nunca, y dado que
en ningún recodo de su biografía estaba previsto que hallara el equilibrio y la paz, Dalí decidió ser
excesivo en todo, interpretar numerosos personajes y sublimar su angustia en una pluralidad de
delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como "perverso polimorfo, rezagado y
anarquizante", o "blando, débil y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa imagen
publicitaria antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el juego favorito de su primera
infancia era vestir el traje de rey, ya a los diez años, cuando se autorretrata como El niño enfermo,
explora las ventajas de aparentar una constitución frágil y nerviosa.
Su precocidad es sorprendente: a los doce años descubre el estilo de los impresionistas franceses y
se hace impresionista; a los catorce ya ha trabado conocimiento con el arte de Picasso y se ha
hecho cubista, y a los quince se ha convertido en editor de la revista Studium, donde dibuja
brillantes pastiches para la sección titulada "Los grandes maestros de la Pintura".
Leonardo nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que
se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia
era entonces un mosaico de ciudades-estado como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia
y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante
los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una
época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.
A pesar de que su padre se casaría cuatro veces, sólo tuvo hijos (once en total, con los que
Leonardo entablaría pleitos por la herencia paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que el
pequeño Leonardo se crió como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente:
ya en la infancia dibujaba animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda
observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo
el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó
a su padre cuando se topó con él por sorpresa.