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CAPITULO XXIV

Conozco bien la aurora. Nunca le fallé. Incluso en avión entreabro la ventanilla de plástico que la
azafata ordenó cerrar para espiarla, a cualquier hora que sea en el desfasaje circular y terrestre,
conozco la hora del fulgor.
Detrás del fulgor está el umbral incierto de la tierra.
La aurora es al día lo que la primavera es al año, es decir, lo que el bebé es a la muerte.

La aurora echa un vapor brumoso por encima de los ríos y los lagos. Es un velo que se interpone
entre el sol que se levanta y su reflejo que se esparce en la región del aire que lo rodea. Es su propio
calor que vuelve imposible la visión en el instante de su nacimiento. Nunca conocemos lo que
comienza en su principio. En nosotros toda causa es recapitulada y ficticia.
Nunca conocemos lo que termina en el instante de su verdadero fin. Todo adiós es una palabra con
la que pretendemos creer que se concluye. Pero nada empieza y nada termina.

...

Capítulo XXI (fragmento)

No existen fragmentos en la naturaleza. El más pequeño de los trozos sigue siendo el todo. Cada
migaja es el universo y este último es un pelo perdido entre los cabellos de la muñeca que la mano
de la mujer estéril acaricia en el puesto de uno de los comerciantes de la calle.
Todo está perdido.
Todo se extravía como la gota de agua en la capa inmensa del mar.
¿Qué es el mar?
Cada océano es una lágrima del tiempo.
¿Quién llora en el fondo del ser?

Capítulo XVII (fragmento)

Escribir no es una manera de ser natural de la lengua natural. Es un lenguaje que se ha vuelto ajeno
al diálogo. Es un lenguaje extrano. Es el lenguaje convertido en lenguaje-de-ser. Escribir, antes, en
los primeros imperios neolíticos, arrancó a la humanidad prehistórica de los mundos onírico e
imaginario. La humanidad pregenérica estaba encerrada en sus cavernas de imágenes como en
sus sueños. La humanidad específica, más allá de la lengua oral, admonitoria, hipnótica, mítica,
hizo florecer el lenguaje aislado en forma de letras.
A partir de lo escrito, engendró un lenguaje más solo, lenguaje sin contexto, una lengua interior, el
secreto, una parte de sombra enteramente nueva.
La moral dominante que recurre de nuevo a la voz en la imagen, voz que proviene de la imagen, es
de nuevo un mundo de muertos divinizados y despóticos que tratan a los hombres como niños o
esclavos.
Capítulo XXXVII (fragmento)

Escribir es enteramente político.


Vercors: Entre el ocupante y el escritor ningún intercambio, ninguna palabra, ningún contacto,
ningún salario, ninguna comunicación son posibles.
Trato de atenerme a esa regla que Vercros decretó. Aquel que escribe es quien trata de desprender la
prenda. De liberar el lenguaje. De romper el diálogo. De insubordinar la domesticación. De
sustraerse de la fratria y la patria. De desprender toda religión.

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