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Para plantear una reflexión sobre el teatro como servicio público, se hace necesario una
revisión de, al menos, tres ideas (conceptos): definir de alguna manera a que nos
referimos con servicio público, pensar el teatro como acontecimiento artístico y de
cuestionar si hoy en día el teatro es importante en la vida del ciudadano.
Como dije anteriormente, es necesario dar contexto espacio temporal, por lo que preciso
que esta reflexión se hace desde mi ámbito país, el Perú, que se rige por una constitución
que establece que el modelo económico de nuestra sociedad es la economía social de
mercado. Al respecto creo que es interesante citar a L. Reyna y K. Ventura quienes, en su
artículo Los servicios públicos en el Perú, una visión preliminar, señalan:
Creo que un paso importante a lograr sería que, desde la instancia competente, en
muestro caso el Ministerio de Cultura, las manifestaciones artísticas sean consideradas
e incluidas en las políticas de estado como servicio público, más allá de su naturaleza
como manifestaciones propias de nuestra cultura e identidad. Esto nos daría un marco
desde el cual poder proponer normatividad, estrategias y acciones que ayuden a la
creación, promoción y difusión del teatro, ya sea desde el ámbito público o el privado.
También ayudaría a fortalecer las iniciativas que se vienen dando desde ambos sectores.
Ahora bien, es indudable de que el teatro es un arte donde los códigos de la comunicación
son fundamentales, no sólo en su fase de recepción, también en su producción
administrativa, logística y artística. Si hoy definimos el teatro como un acontecimiento
de presencias que comparten un tiempo y un espacio, estaríamos hablando de que
formamos parte de ese complejo entramado de comunicaciones sociales que de alguna
manera van construyendo los componentes de nuestra identidad. Y aunque se hable de
la cultura como un bien o capital inmaterial, para que el arte exista necesita
materializarse de alguna manera y la materialización del acto teatral supone la existencia
de complejos procesos que están inscritos en una realidad, desde la necesidad de
subsistir de los que crean, la necesidad de contratar servicios para creaciones específicas
o la necesidad de adquirir materiales y procesarlos.
Creo que nos podemos dar cuenta del panorama ante el que nos enfrentamos si vemos
que la cifra de estudio más próxima corresponde al año 2007, que nos dice que el 22%
de la población asistió por lo menos una vez al teatro. Creo que se hace patente la
necesidad de estudios más profundos y amplios, de comprender qué consideramos como
teatro y de que el teatro hace al espacio y no al contrario, que sólo se estudia el teatro que
se da en los lugares construidos o acondicionados expresamente para esta actividad. Y
que no sólo existen diversas formas de expresión teatral, sino también distintas formas
de acontecimiento al vincularse con la comunidad, que teatro no sólo es aquel al que se
accede a través de la compra de una entrada. Pero cualquiera que fuera su naturaleza,
forma o ideología no puede prescindir de un proceso de producción, ya sea este pequeño
o grande, simple o complejo.