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Reflexión crítica sobre la consideración del teatro como servicio público

Para plantear una reflexión sobre el teatro como servicio público, se hace necesario una
revisión de, al menos, tres ideas (conceptos): definir de alguna manera a que nos
referimos con servicio público, pensar el teatro como acontecimiento artístico y de
cuestionar si hoy en día el teatro es importante en la vida del ciudadano.

Lo planteo de esta manera, pues el devenir histórico, social, económico y de producción


ha planteado y plantea distintas miradas sobre estos temas, no sólo las sociedades han
cambiado, sino que las territorialidades también asignan características particulares al
entendimiento del servicio público y del arte, del teatro más específicamente.

Si bien esta reflexión pretende enmarcarse en la producción teatral, no podemos crear


un muro que nos proteja o aísle o nos exonere de las implicancias que el mundo
globalizado tiene sobre cualquier actividad humana y social. Por lo tanto, deberíamos
tener en cuenta las discusiones que, desde el ámbito jurídico y el económico, se vienen
desarrollando. Esto implica que nuestra definición de servicio público no puede ser la
que se nos antoje o la que nos parezca la más apropiada para una mirada individualizada,
lo digo de esta manera porque los artistas solemos tender a encapsularnos ante una
supuesta incomprensión por parte de la sociedad y el estado. Esta actitud es la menos
adecuada hoy en día, en que el teatro está poniendo un acento importante en el
espectador, aspecto del que me ocuparé más adelante.

Como dije anteriormente, es necesario dar contexto espacio temporal, por lo que preciso
que esta reflexión se hace desde mi ámbito país, el Perú, que se rige por una constitución
que establece que el modelo económico de nuestra sociedad es la economía social de
mercado. Al respecto creo que es interesante citar a L. Reyna y K. Ventura quienes, en su
artículo Los servicios públicos en el Perú, una visión preliminar, señalan:

“Los servicios públicos, entonces, son aquellos servicios de interés general


cuyo uso está a disposición del público a cambio de una contraprestación
tarifaria, sin discriminación alguna, dentro de las posibilidades de ofertas
técnicas que ofrecen los operadores. Estos servicios tienen por objeto la
producción de bienes y actividades dirigidos a realizar fines sociales, como
de satisfacer las necesidades de una comunidad, no sólo en términos
económicos, sino también en términos de promoción social, promoviendo
de este modo el desarrollo económico y civil de un país.”
El teatro, como actividad, encajaría perfectamente en esta definición, lo que quedaría por
argumentarse es si el teatro ayuda a promover el desarrollo económico y civil de nuestro
país. Este es un tema que se viene estudiando y debatiendo con fuerza en los últimos años
dentro del marco de la industria cultural.

Creo que un paso importante a lograr sería que, desde la instancia competente, en
muestro caso el Ministerio de Cultura, las manifestaciones artísticas sean consideradas
e incluidas en las políticas de estado como servicio público, más allá de su naturaleza
como manifestaciones propias de nuestra cultura e identidad. Esto nos daría un marco
desde el cual poder proponer normatividad, estrategias y acciones que ayuden a la
creación, promoción y difusión del teatro, ya sea desde el ámbito público o el privado.
También ayudaría a fortalecer las iniciativas que se vienen dando desde ambos sectores.

Llegado a este punto la siguiente reflexión sería preguntarnos si el teatro es o no un


servicio público, esto implica dejar de ver al teatro sólo como distracción o
entretenimiento, sino también como forma de conocimiento. Aparece entonces la
necesidad de construir conexiones en el ámbito social y de la vida ciudadana, una
sociedad que se construye sobre el eje de la comunicación que permite la transmisión y
generación de conocimiento, a partir de mirarse a sí misma y de mirar a su entorno,
mediadas estas por sus distintas formas de acercarse a la realidad (de manera simple
podría hablar de la ciencia, la tecnología, el arte y el diseño), dentro de los modelos de
pensamiento que corresponden a cada sociedad en un tiempo y lugar determinado.

Ahora bien, es indudable de que el teatro es un arte donde los códigos de la comunicación
son fundamentales, no sólo en su fase de recepción, también en su producción
administrativa, logística y artística. Si hoy definimos el teatro como un acontecimiento
de presencias que comparten un tiempo y un espacio, estaríamos hablando de que
formamos parte de ese complejo entramado de comunicaciones sociales que de alguna
manera van construyendo los componentes de nuestra identidad. Y aunque se hable de
la cultura como un bien o capital inmaterial, para que el arte exista necesita
materializarse de alguna manera y la materialización del acto teatral supone la existencia
de complejos procesos que están inscritos en una realidad, desde la necesidad de
subsistir de los que crean, la necesidad de contratar servicios para creaciones específicas
o la necesidad de adquirir materiales y procesarlos.

Por lo tanto la producción de un espectáculo teatral no es un acto individual e


introspectivo, sino que es un acto inscrito en un sistema social y de producción que
requiere de las distintas competencias de los actores e insytancias de este sistema social
de producción y de mercado.
Tengo que entrar ahora a la parte más escabrosa de esta reflexión, ¿es el teatro
importante para una sociedad para poder considerarlo un servicio público?
Personalmente creo que sí, aunque también creo que a partir de este escrito debo
construir argumentos sólidos que permitan defender mi postura.

En el 2016, el director ruso Anatolli Vassiliev se hizo una serie de preguntas en su


mensaje por el día mundial del teatro: ¿necesitamos el teatro?, ¿qué necesitamos del
teatro?, ¿qué pasa con el teatro?, ¿qué es capaz de decirnos? Evidentemente apuntaba a
reflexionar sobre un teatro altamente comprometido con la sociedad y su devenir, a
reflexionar sobre el papel del teatro en un mundo tan convulsionado y violento como el
de hoy, un mundo que ante “la muerte de los relatos” y las nuevas formas de mercado y
producción (postcapitalismo, postsocialismo, capitalismo tardío, etc., etc., etc.), que ante
situaciones como el calentamiento global y la crisis ambiental, busca reconstruirse a sí
mismo. Si la sociedad, la comunidad, el colectivo es capaz de afirmar que necesita del
arte y del teatro, entonces el teatro no sólo será un servicio, en términos de producción,
sino también podrá ser considerado un servicio público.

Creo que nos podemos dar cuenta del panorama ante el que nos enfrentamos si vemos
que la cifra de estudio más próxima corresponde al año 2007, que nos dice que el 22%
de la población asistió por lo menos una vez al teatro. Creo que se hace patente la
necesidad de estudios más profundos y amplios, de comprender qué consideramos como
teatro y de que el teatro hace al espacio y no al contrario, que sólo se estudia el teatro que
se da en los lugares construidos o acondicionados expresamente para esta actividad. Y
que no sólo existen diversas formas de expresión teatral, sino también distintas formas
de acontecimiento al vincularse con la comunidad, que teatro no sólo es aquel al que se
accede a través de la compra de una entrada. Pero cualquiera que fuera su naturaleza,
forma o ideología no puede prescindir de un proceso de producción, ya sea este pequeño
o grande, simple o complejo.

La única forma de cerrar estas reflexiones es haciéndome más preguntas, es decir


problematizar sobre el tema planteado en la reflexión, lo que me exige la necesidad de
integrar de manera coherente y sólida la producción a lo artístico teatral.

1. ¿El arte en general y el teatro en específico, podrían considerarse de interés


general para que sean contemplados en las políticas de estado? Si así fuera
deberíamos entonces también dirigir las preguntas hacia nosotros los artistas,
para aportar en una toma de conciencia sobre la importancia del arte en la
formación de un país.
2. Cuando hacemos teatro ¿realmente estamos pensando que lo que hacemos es un
servicio público?
3. De acuerdo, el teatro es un servicio porque lo que me llevo después de asistir a un
espectáculo es la vivencia y la experiencia, pero ¿esto es suficiente para
convertirlo en un servicio público?
4. Inevitablemente me obliga a pensar en coste, valor, precio e ingresos (llamemos
a estos últimos utilidad, ganancia, pago o como queramos). ¿Tanto cuesta
entender la producción artístico teatral como un trabajo más, como una forma de
ganarse la vida?
5. ¿Qué es lo que permitiría considerar al teatro en el Perú un servicio público?,
¿sólo los indicadores cuantificables de cantidad de población que acude al teatro,
el valor que resulta de los ingresos por venta de taquilla, la cantidad de actividad
productiva que se genera alrededor de manera directa e indirecta? Me pregunto
esto pues si los indicadores cuantitativos son muy escasos, los cualitativos son
prácticamente inexistentes.

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