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DOMINGO 10 DE FEBRERO DE 2019

MINISTERIO DE CATEQUESIS PERMANENTE

TEMA: El Anuncio del Evangelio en el Mundo Contemporáneo

Iniciemos nuestro encuentro haciéndonos una pregunta que nos puede servir de guía
en el desarrollo del tema y digamos: ¿Alguna vez nos hemos preguntado cómo llegó
Jesús a tu vida? Para muchos de nosotros fue en el Bautismo que recibimos de niños.
Luego hubo un proceso de crecimiento en la vida de fe que, en muchos casos, tuvo altos
y bajos, alejamientos y acercamientos. En otros casos, la experiencia es distinta. Muchas
personas conocen a Cristo de adolescentes o incluso de adultos. Algunos pueden haber
recibido el sacramento del Bautismo de niños pero recién muchos años entablan una
relación con Dios. Lo cierto es que, sea cual sea nuestro caso, el anuncio de la fe siempre
nos ha llegado a través de alguien. Nuestros padres, abuelos, algún amigo o amiga, un
sacerdote, religiosa o catequista, independientemente quien nos haya hablado de Jesús no
interesa en este momento lo que nos corresponde es que si hubo alguien en nuestra vida
que nos presentó al Señor, o nos invitó a tomarnos en serio la relación con Él, y fue para
nosotros el canal a través del cual nos llegó esa Buena Noticia.

¿Qué significa compartir el Evangelio? Se nos hace presente en este momento el


hecho evangélico narrado por los sinópticos Marcos 4, 3 – 8; Lucas 8, 11 (parábola del
sembrador), con esta parábola deseamos enmarcar una continuidad pues el mismo hecho
de anunciar el evangelio es también compartirlo.

El termino “anuncio del evangelio” se traduce lógicamente también a


“evangelización” y este término es complejo se podría definir como comunicación de una
Buena Noticia con diversas realidades que convergen para hacer de la buena noticia sea
noticia y sea buena; es decir, su origen, su contenido, su portador, su receptor.

Ante esto surgen diversas dificultades para evangelizar en el mundo moderno pero
si queremos ahondar más con sinceridad hay que preguntarse nuevamente ¿esas
dificultades provienen únicamente de las resistencias y obstáculos peculiares del mundo
de hoy como lo puede ser la falta de interés, el consumismo, la política etc.?

Nadie niega que el mundo a cambiado y exige una nueva forma de evangelizar,
poro ¿no exige un nuevo modo de ser Iglesia, y para otros, dentro de ella, un nuevo estilo
de vida consagrada? La Iglesia no es una Iglesia que se constituye como tal, y después ya
constituida, recibe el evangelio para transmitirlo. La Iglesia es constitutivamente misión
y su misión es evangelizar. La Iglesia de Jesús se define y constituye como tal
evangelizando. El ES que hace nacer a la Iglesia se da como fuerza para la realización de
la misión y soplando sobre ellos les dijo “como el Padre me envió yo los envió a ustedes”
(san Juan 20, 21), “reciban una fuerza, el ES que descenderá sobre ustedes, para ser
testigos míos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, hasta los confines de la tierra” (Hch. 1,
8)

Una mirada al mundo desde la fe

La Iglesia continúa sembrando el Evangelio de Jesús en el gran campo de Dios. Los


cristianos, insertos en los más variados contextos sociales, miran al mundo con los
mismos ojos con que Jesús contemplaba la sociedad de su tiempo. El discípulo de
Jesucristo, en efecto, participa desde dentro de « los gozos y esperanzas, de las tristezas
y angustias de los hombres de nuestro tiempo », mira la historia humana y participa en
ella, no sólo con la razón sino con la fe. A la luz de ésta, el mundo aparece, a un tiempo,
« fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del
pecado y liberado por Cristo, crucificado y resucitado, una vez que fue quebrantado el
poder del Maligno ».

El cristiano sabe que en toda realidad y acontecimiento humano subyacen al mismo


tiempo:

– la acción creadora de Dios, que comunica a todo su bondad;

– la fuerza que proviene del pecado, que limita y entorpece al hombre;

– el dinamismo que brota de la Pascua de Cristo, como germen de renovación, que


confiere al creyente la esperanza de una « consumación » definitiva.

Una mirada al mundo, que prescindiese de alguno de estos tres aspectos, no sería
auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis sepa iniciar a los
catecúmenos y a los catequizando en una lectura teológica de los problemas modernos.

Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la catequesis debe asumir, hoy, los
siguientes desafíos y opciones como exigencias del mundo:
– ante todo debe ser propuesta como un servicio fundamental, interior a la
evangelización de la Iglesia, y con un acentuado carácter misionero;

– debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y siguen siendo los
niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, y debe hacerlo a partir, sobre todo, de
estos últimos;

– a ejemplo de la catequesis patrística, debe moldear la personalidad creyente y, en


consecuencia, ser una verdadera y propia escuela de pedagogía cristiana;

– debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo, promoviendo la


experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe;

– debe considerar, como tarea prioritaria, la preparación y formación de catequistas


dotados de una profunda fe.

Sobre todo debe de ser en primera instancia el catequista el hombre y la mujer de


fe, que vive los sacramentos conforme a su tarea de maestro de la fe, de esperanza y de la
caridad, solo a si ara creíble su enseñanza y pondrá en el desarrollo de la fe en los
catequizando el ser personas de valor en la sociedad actual y anunciando el modelo de
cristo en el mundo actual.

“No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje a
elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de fe, a una práctica ocasional en
algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos
y crispados que no convierten la vida de los bautizados” (Aparecida n. 12).

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