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Iniciemos nuestro encuentro haciéndonos una pregunta que nos puede servir de guía
en el desarrollo del tema y digamos: ¿Alguna vez nos hemos preguntado cómo llegó
Jesús a tu vida? Para muchos de nosotros fue en el Bautismo que recibimos de niños.
Luego hubo un proceso de crecimiento en la vida de fe que, en muchos casos, tuvo altos
y bajos, alejamientos y acercamientos. En otros casos, la experiencia es distinta. Muchas
personas conocen a Cristo de adolescentes o incluso de adultos. Algunos pueden haber
recibido el sacramento del Bautismo de niños pero recién muchos años entablan una
relación con Dios. Lo cierto es que, sea cual sea nuestro caso, el anuncio de la fe siempre
nos ha llegado a través de alguien. Nuestros padres, abuelos, algún amigo o amiga, un
sacerdote, religiosa o catequista, independientemente quien nos haya hablado de Jesús no
interesa en este momento lo que nos corresponde es que si hubo alguien en nuestra vida
que nos presentó al Señor, o nos invitó a tomarnos en serio la relación con Él, y fue para
nosotros el canal a través del cual nos llegó esa Buena Noticia.
Ante esto surgen diversas dificultades para evangelizar en el mundo moderno pero
si queremos ahondar más con sinceridad hay que preguntarse nuevamente ¿esas
dificultades provienen únicamente de las resistencias y obstáculos peculiares del mundo
de hoy como lo puede ser la falta de interés, el consumismo, la política etc.?
Nadie niega que el mundo a cambiado y exige una nueva forma de evangelizar,
poro ¿no exige un nuevo modo de ser Iglesia, y para otros, dentro de ella, un nuevo estilo
de vida consagrada? La Iglesia no es una Iglesia que se constituye como tal, y después ya
constituida, recibe el evangelio para transmitirlo. La Iglesia es constitutivamente misión
y su misión es evangelizar. La Iglesia de Jesús se define y constituye como tal
evangelizando. El ES que hace nacer a la Iglesia se da como fuerza para la realización de
la misión y soplando sobre ellos les dijo “como el Padre me envió yo los envió a ustedes”
(san Juan 20, 21), “reciban una fuerza, el ES que descenderá sobre ustedes, para ser
testigos míos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, hasta los confines de la tierra” (Hch. 1,
8)
Una mirada al mundo, que prescindiese de alguno de estos tres aspectos, no sería
auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis sepa iniciar a los
catecúmenos y a los catequizando en una lectura teológica de los problemas modernos.
Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la catequesis debe asumir, hoy, los
siguientes desafíos y opciones como exigencias del mundo:
– ante todo debe ser propuesta como un servicio fundamental, interior a la
evangelización de la Iglesia, y con un acentuado carácter misionero;
– debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y siguen siendo los
niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, y debe hacerlo a partir, sobre todo, de
estos últimos;
“No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje a
elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de fe, a una práctica ocasional en
algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos
y crispados que no convierten la vida de los bautizados” (Aparecida n. 12).