Mariátegui observa que es difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes
históricamente como tales. Los departamentos, cuyos orígenes se remontan a las antiguas intendencias coloniales, no pueden ser definidos como «regiones» pues son solo entidades políticas administrativas, que no representan una unidad económica e histórica. Tampoco las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra y la Montaña (Selva) equivalen a regiones en cuanto a realidad social y económica; Mariátegui afirma que la Montaña carece aún de significación socioeconómica; en cambio, «la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja» o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo. Otra forma artificial de concebir las regiones en el Perú ha sido la división de Norte, Centro y Sur peruano, cada una de las 36 cuales reunía tentativamente a departamentos y provincias sin ningún contacto entre sí. Descentralización centralista[editar] «Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han adolecido del vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente centralistas», dice Mariátegui. Es decir, se aplicaron proyectos esbozados desde el gobierno central, sin contemplar los planteamientos de los regionalistas. Mariátegui enumera y analiza los ensayos que se hicieron a lo largo de la historia republicana, lo que denomina como el «viejo regionalismo». El primer experimento de descentralización fue la creación de los concejos departamentales de 1873, en tiempos del presidente Manuel Pardo. La guerra con Chile de 1879 liquidó ese ensayo. Una nueva ley dada en 1886 creó las Juntas Departamentales, subordinadas al poder central, pero que tampoco dieron resultado y fueron suprimidas años después. La Constitución de 1920 consagró la autonomía municipal (lo que no se implementó) y creó los Congresos Regionales (del norte, centro y sur del Perú), que solo constituyeron en 37 una parodia absurda de descentralización. El nuevo regionalismo[editar] Examinada la teoría y la práctica del viejo regionalismo, Mariátegui formula sus puntos de vista sobre cómo debe enfocarse la nueva descentralización. Primero, debe quedar esclarecida la solidaridad del gamonalismo regional con el régimen centralista. El gamonalismo, por su naturaleza, tendía hacia el federalismo, pero una vez aliado con el gobierno central, dejó de lado su reivindicación federalista. Luego, Mariátegui considera que el Perú debe optar entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer camino». Naturalmente, él y los hombres nuevos se inclinan por el indio. Porque «ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa». En conclusión, para los nuevos regionalistas, la regionalización debe contemplar simultáneamente el problema del indio y de la tierra. 38 El problema de la capital [editar] Mariátegui estudia también el problema de la capital y sostiene que la suerte de Lima como centro político del Perú estará subordinada a los grandes cambios políticos que se den en este país.39 El proceso de la literatura[editar] Mariátegui pone a la literatura bajo cuestionamiento al pasar revista a distintos autores peruanos. En este proceso de la literatura se enjuicia la capacidad política de la literatura de constituir un lugar de contestación de la estructura feudal y colonial. Mariátegui propone una concepción de la literatura que une a la vanguardia estética y al 'nacionalismo indigenista'. De la vanguardia estética toma la necesidad de concebir la práctica artística como una mediación técnica, como una brecha entre lo representado y la forma de representar. De Vallejo nos dice: El sentimiento indígena tiene en sus versos una modulación propia. Su canto es íntegramente suyo. Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo. Necesita traer una técnica y un lenguaje nuevos también. Su arte no tolera el equívoco y artificial dualismo de la esencia y la forma. [..] El sentimiento indígena es en Melgar algo que se vislumbra sólo en el fondo de sus versos; en 40 Vallejo es algo que se ve aflorar plenamente al verso mismo cambiando su estructura. Esta 'modulación propia' se debe al estatuto de lo nacional en el Perú. Una literatura no puede apelar a sus elementos nutricios si está íntimamente imbricada con la estructura económica feudal y colonial. Una literatura nacionalista sería cómplice de esta estructura de dominación e injusticia que oprime al indio ya que expresaría la cultura de su oligarquía feudal. Mariátegui detecta, sin embargo, una 'dualidad de raza y espíritu' que impide que exista una "literatura orgánicamente nacional", una identidad nacional fija como, por ejemplo, Argentina: El criollismo no ha podido prosperar en nuestra literatura, como una corriente de espíritu nacionalista, ante todo porque el criollo no representa todavía la nacionalidad. Se constata, casi uniformemente, desde hace tiempo, que somos una nacionalidad en formación. Se percibe ahora, precisando ese concepto, la subsistencia de una dualidad de raza y de espíritu.40 La presencia desequilibrante del indígena permite abrir un espacio para la literatura indigenista. Esta no sería una literatura que se ocupe del indio como tema dentro de una perspectiva nacional. La perspectiva indígena participa en la lucha por la definición de la identidad peruana y, como tal, puede ser tomada por la literatura como un elemento significativo. Las concepciones en pugna, la colonial y la indigenista, se disputan la identidad nacional. De ahí la importancia de tomar a lo indígena modulándolo para hacer presente su cosmovisión, no solo presentándolo como un objeto: El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un personaje. Representa un pueblo, una raza, una tradición, un espíritu. No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de vista exclusivamente literarios, como un color o un aspecto nacional, 40 colocándolo en el mismo plano que otros elementos étnicos del Perú. Como apunta Löwy,41 Mariátegui busca refirmar un concepto de nación romántico. Este es una afirmación del concepto de nación que, sin embargo, rechaza la expresión subjetiva individual y, en cambio, busca la asociación, es esencialmente unanimista: El romanticismo del siglo XIX fue esencialmente individualista; el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista, unanimista. Vallejo, desde 40 este punto de vista, no sólo pertenece a su raza, pertenece también a su siglo, a su evo. En consecuencia con esto último, Mariátegui rechaza el individualismo de la expresión individual, anárquica: Políticamente, históricamente, el anarquismo es, como está averiguado, la extrema izquierda del liberalismo. Entra, por tanto, a pesar de todas las protestas inocentes o interesadas, en el orden ideológico burgués. El anarquista, en nuestro tiempo, puede ser un revolté, pero no es, 40 históricamente, un revolucionario. Así, Mariátegui configura una literatura en que se incorporan los componentes de lo nacional, pero, al mediar la cosmovisión indígena, se conculca la cultura oligárquica contra la que la literatura debe bregar. Dice Mariátegui que "La nueva peruanidad es una cosa por crear. Su cimiento histórico tiene que ser indígena." La índole de la cultura indígena cuya cosmovisión Mariátegui toma prestada no proviene de los buenos deseos del utopista, sino que, según Mariátegui se asenta en la realidad concreta del Perú: El mestizo actual, concreto, no es para Vasconcelos el tipo de una nueva raza, de una nueva cultura, sino apenas su promesa. La especulación del filósofo, del utopista, no conoce límites de tiempo ni de espacio. Los siglos no cuentan en su construcción ideal más que como momentos. La labor del crítico, del historiógrafo, del político, es de otra índole. Tiene que 40 atenerse a resultados inmediatos y contentarse con perspectivas próximas. Desde una perspectiva marxista y materialista, las condiciones materiales inmediatas de la nación peruana deberán ser usadas como materiales para entender los planteamientos de la arena política. El intento de pensar un tipo de 'comunismo indígena' no puede basarse en una raza futura, en un mestizaje por venir sino que tiene que asentarse en las condiciones étnicas y políticas actuales de Perú. Mariátegui, de todas formas, avizora el curso de los eventos por venir. Traza un camino evolutivo de tres estadios para 'lo peruano'. En primer lugar, la época colonial determinada por España, en segundo la época universal y cosmopolita, y en tercero la afirmación de la nacionalidad, del proyecto indigenista: Nuestra literatura ha entrado en su período de cosmopolitismo. En Lima, este cosmopolitismo se traduce, en la imitación entre otras cosas de no pocos corrosivos decadentismos occidentales y en la adopción de anárquicas modas finiseculares. Pero, bajo este flujo precario, un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncian. Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprocha, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.40 Se reconoce la conocida tríada dialéctica: en un primer momento tenemos el colonialismo de corte nacionalista que será posteriormente negado por el universalismo europeizante. Finalmente el nacionalismo volverá a la afirmación de lo propio, pero eliminando los elementos coloniales. En la segunda etapa en la que se encuentra la literatura no puede apelar a lo indígena como tal sino en cuanto a como su cosmovisión puede afectar la cultura nacional en su totalidad. No se trata de afirmar lo indígena como tal sino encontrar un lugar de enunciación posible dentro de la cosmovisión indígena y explotarlo como un arma de la lucha en la definición de lo nacional: La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla. 40 Lo importante no es tanto una reivindicación sectorial de lo indígena sino la redefinición de lo peruano en términos de una alteridad, de una otredad que da pie para pensar una identidad peruana distinta.