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El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios
La traducción castellana utilizada —la única existente— se encuentra en el volumen titulado Kant.
Sobre Dios y la religión, ed. Zeus, Barcelona 1972, junto con textos escogidos sobre la discusión de las
pruebas de la existencia de Dios en la Crítica de la Razón Pura y el texto íntegro de otra obra de Kant: La
religión dentro de los límites de la sola razón. La traducción y el prólogo (pp. 958) es de José María
Quintana Cabanas. La obra recensionada ocupa en esta edición las pp. 61159.
Como la traducción parece en ocasiones no completamente exacta, y además la edición es difícil
encontrarla ya, al haber desaparecido la editorial, se indica la versión francesa, cuya traducción parece fiel y
ajustada: L'unique fondement possible d'une démonstration de l'existence de Dieu, que se encuentra en la
obra que lleva por título E. Kant. Penseés successives sur la Théodicee et la Religion, traducción e
introducción de P. Festugiére, ed. Vrin, 4ª ed., París 1972. Esa obra recoge también tres obras menores de
Kant: Consideraciones sobre el optimismo (del año 1759), Sobre el fracaso de todos los ensayos filosóficos
sobre Teodicea (de 1791) y El fin de todas las cosas (1794). En esta edición, El único fundamento posible...
ocupa las pp. 71192.
Por otra parte, esta obra de Kant se encuentra en el Tomo II de la edición crítica de las Obras Completas
de la Academia de Berlín, por la que habitualmente se cita a Kant en alemán. He aquí la referencia exacta en
esta edición: Der einzig mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseins Gottes, en Kants
Gesammelte Schriften herausgegeben von der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften, Berlín
1912, tomo II, pp. 63163.
La abreviatura corrientemente utilizada para designar El único fundamento posible... es la de
Beweisgrund. Las referencias de las páginas en las citas de Kant son de la edición castellana.
INTRODUCCIÓN
El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios fue publicada por Kant en
1763; está incluida, por tanto, en el llamado período precrítico kantiano, en el que el filósofo de Königsberg
anda a la búsqueda de los principios fundamentales que desembocarán en la Crítica de la Razón Pura, en la
que se manifestará de modo neto el giro copernicano de la filosofía, tal como él lo consideró. El hallazgo del
problema crítico suele fecharse hacia 1772, por tanto nueve años después del Beweisgrund y nueve años
antes de la Critica de la Razón Pura (1781). Antes de esa fecha, el regiomontano ha publicado algunas obras
—importantes algunas, otras menores— desde 1747, en que dio a la imprenta las Ideas sobre la verdadera
apreciación de las fuerzas vivas.
En todos esos años, de 1747 a 1781, el pensamiento kantiano sufre una evolución lenta, pero siempre
continuada, y está surcado por numerosas influencias. Recordemos, a grandes rasgos, que su punto de partida
es el sistema Leibnizwolffiano; muy pronto, sin embargo, comienza Kant a corregir algunas posiciones
wolffianas (Wolff era el árbitro del pensamiento alemán de aquel tiempo), incluso antes de sufrir la influencia
de Locke y Hume lo cual no quiere decir que abandone completamente el racionalismo wolffiano; éste se
encuentra en él al menos, si no siempre, hasta la publicación de la Crítica. Una segunda influencia
importante es la philosophia experimentalis de Newton, que le llevará también, junto con el influjo de Locke
y Hume, a rechazar el matematicismo metafísico de LeibnizWolff. Del método de Newton, que pone sus
fuentes de conocimiento en la experiencia y en la matemática, Kant aceptará la experiencia y rechazará la
matemática como método adecuado para la metafísica. Esa etapa es considerada en ocasiones como un
semiempirismo. Añádanse a ello la preocupación por los temas morales, sufriendo el regiomontano en esos
momentos el influjo de Rousseau. Como puede suponerse, el pensamiento kantiano es un pensamiento en
encrucijada; todo lo señalado le supuso una evolución lenta hasta encontrar los principios fundamentales de
su filosofía, que desarrolló después, en el período crítico. De un modo u otro, la principal preocupación de
Kant en todos esos años (de 1717 a 1781) es la búsqueda del método de la metafísica; y ello a través de
disquisiciones que poco o nada parecen tener que ver con la metafísica (las preocupaciones cosmológicas y
físicas primerizas) o con mil vueltas y revueltas a problemas como el del espacio, la razón suficiente, la
causalidad, etc. Enumeremos, para encuadrar e] Beweisgrund temporalmente, las principales obras del
período precrítico: Principiorum primorum cognitionis metaphysicae nova dilucidatio (1755), La falsa
sutileza de las cuatro figuras silogísticas (1762), las tres obras de 1763, a saber, El único fundamento..., el
Ensayo sobre la claridad de los principios de la teología natural y de la moral y el Ensayo para introducir
en la sabiduría del universo el concepto de magnitudes negativas; la extraña obra de 1766: Sueños de un
visionario interpretados por los sueños de la metafísica y el De mundi sensibilis atque intelligibilis forma et
principiis, conocida como Dissertatio de 1770.
La preocupación por los problemas de teodicea, y especia]mente por el que hace referencia a la
demostración de la existencia de Dios, ocupa en Kant un lugar notable, si bien, como es lógico, las
soluciones aportadas están en estrecha conexión con la postura que adopta respecto a la metafísica como
ciencia. De un matizado dogmatismo teológico, a través de críticas, dudas y silencios, terminará en un teísmo
moral, o sea en un agnosticismo teórico (no es posible una demostración racional de la existencia de Dios), al
que es preciso añadir un dogmatismo práctico (es necesario admitir la existencia de Dios desde la razón
práctica o moral). El Beweisgrund, todavía en la primera etapa, se mueve en la línea de la aceptación de que
mediante la razón puede conocerse la existencia de Dios, como vamos a ver a continuación; sin embargo,
como también tendremos ocasión de observar, esa aceptación, y la argumentación que le conduce a la
solución positiva, están minadas por la peculiar concepción de las bases y proceso demostrativo que lleva a
cabo,y que a la corta le conducirán al agnosticismo.
CONTENIDO
Es una obra relativamente breve (cien páginas justas en la edición crítica), y quizá de las mejores en
cuanto a construcción de todas las del período precrítico. Consta de un prólogo y tres partes. Estas llevan por
título:
Primera parte : El fundamento de la demostración de la existencia de Dios (pp. 6788).
Segunda parte: La gran eficacia de este método demostrativo (pp. 89150).
Tercera parte: Fuera del fundamento demostrativo aducido, no hay otro alguno posible en el que basar
una prueba de la existencia de Dios (pp. 151159).
La primera y la segunda parte están subdivididas en Consideraciones, en cuatro la primera y en ocho la
segunda; la tercera parte está dividida en parágrafos. Como puede observarse, la parte más larga —aunque no
la más importante— es la segunda; la tercera es simplemente un resumen y las conclusiones extraídas de
todo lo dicho. Siempre que habitualmente se cita el Beweisgrund las citas hacen referencia a la primera parte,
en la que Kant expone, entre otras cosas, la doctrina de la posibilidad, de la existencia y de la existencia
necesaria. Especialmente la doctrina de la existencia aquí contenida es muy importante y pasará enteramente
a la doctrina definitiva del kantismo. Es lógico, por todo ello, que dediquemos a esa primera parte nuestra
mayor atención.
1. El prólogo del Beweisgrund
La obra kantiana se abre con una declaración de principios que, a mi juicio, preanuncian la primacía que
la moral acabará teniendo en la filosofía del regiomontanismo. La sana razón, dice Kant, puede llegar
convincentemente a Dios; al lado de ella, las demostraciones sutiles propias de los filósofos no conducen a
ese convencimiento : "No valoro en demasía la utilidad de un trabajo de la índole del presente, cual si el más
importante de nuestros conocimientos, a saber que hay un Dios, hubiera de vacilar y peligrar a falta del
apoyo de profundas investigaciones metafísicas. La Providencia no ha querido que las ideas que nos son más
necesarias para nuestra felicidad dependan de la sutileza de rebuscadas conclusiones; por el contrario, las ha
hecho patrimonio del sentido común, el cual, si no se lo embrolla equivocadamente no deja de llevarnos de
un modo directo hacia lo verdadero y lo útil, de acuerdo con la imperiosa necesidad que de ello tenemos. Es
por eso que un uso de la sana razón dentro de los límites del pensamiento vulgar proporciona pruebas lo
bastante convincentes acerca de la existencia y los atributos de Dios, al paso que el investigador sutil se
encuentra siempre desprovisto de demostraciones, de conceptos precisos y de razonamientos bien
encadenados" (p. 61). Tiene razón Kant en lo que señala respecto al conocimiento espontáneo; lo que ya no
es cierto es esa denostación del razonamiento filosófico, el cual si es auténtico, perfecciona lo alcanzado por
el conocimiento espontáneo.
Sin embargo, aunque sea muy difícil, es preciso alcanzar esa demostración de Dios, abismarse en la
metafísica: "nadie puede desentenderse de buscar esa demostración, por más que no aparezca por ninguna
parte... La consecución de semejante objetivo supone el aventurarse por ese abismo sin fondo que es la
metafísica" (p. 62). El resto del prólogo está lleno de disculpas, excusas, y de una especie de falsa modestia
sobre su trabajo; junto a ello, una declaración increíble, si no se sabe qué es lo que en el fondo busca Kant:
"Esa demostración... todavía no se ha encontrado nunca, cosa que han advertido ya otros autores" (ibid.).
Desde un punto de vista objetivo, no puede pasarse por alto semejante aserto, pues más bien parece que la
mayor parte de los filósofos han producido muy diversas demostraciones; pocos son, en efecto, los que han
dicho, al menos hasta los siglos XVIIXVIII, que no puede demostrarse la existencia de Dios. Lo que
pretende el regiomontano es una prueba apodíctica, una demostración de tipo matemático, la única que
proporcionaría una evidencia de la realidad alcanzada; se trata de un tributo que Kant paga todavía al
racionalismo Leibnizwolffiano al que todavía está ligado, aunque, como advertimos ya, no completamente.
Lo que el filósofo de Königsberg quiere ofrecer no pasará de ser, según él, el fundamento de una
demostración; son materiales de construcción, "propuestos al examen de quien echando mano de los que
puedan servirle, intente levantar el edificio entero de un modo estable y armónico" (ibid.). Por eso, él no
pretenderá considerar como demostración todo lo que va a decir, ni deberán ser tomadas como definiciones
las deducciones que va a ir haciendo de los conceptos utilizados; aunque sean útiles contribuciones a la
verdad y a la claridad, "esperan todavía la última mano del artista, para ser contadas entre las definiciones"
(ibid.).
También por eso las consideraciones que va a ofrecer son fruto de prolongadas meditaciones, pero "mi
forma de exponerlas acusa una elaboración no bien acabada... Quisiera limitarme a trazar los primeros rasgos
de un esbozo partiendo de los cuales, creo yo, podría levantarse un edificio impresionante si unas manos
expertas supieran dar un mayor acierto al trazado de las partes y una perfecta regularidad al conjunto" (pp.
6263). Esas excusas y ese en cierto modo guardarse las espaldas contrastan claramente con las rotundas
afirmaciones que estampará a lo largo del libro, en el que va a examinar algunos argumentos para demostrar
la existencia de Dios: los desechará enérgicamente como no probatorios, excepto uno: el argumento de los
posibles. Kant, además, tiene miedo a que se le trate como hereje; por eso alude en algunos lugares a que
quizá no se ha explicado con el requerido detalle (p. 63), o que en una disertación difícil como la presente es
lógico que haya más de una proposición que sea errónea o insuficiente (p. 64).
Por último, hay que aludir a que en ocasiones Kant interpone ilustraciones físicas, porque pretende
elevarse al conocimiento de Dios siguiendo el método de las ciencias; y advierte explícitamente que en la
séptima consideración de la segunda parte (Cosmogonía) ha recogido lo que escribió en su Historia general
de la naturaleza y teoría del cielo, obra de 1755.
2. Primera parte: El fundamento de la demostración de la existencia de Dios.
Como ya fue advertido, esta parte está dividida en cuatro Consideraciones, y es la más importante desde
el punto de vista metafísico. El título de esas consideraciones y las subdivisiones que contiene dan idea clara
del contenido:
Primera consideración: De la existencia en general
1. La existencia no es ningún atributo o determinación de las cosas.
2. La existencia es la posición absoluta de una cosa, y es en esto que se diferencia de todo atributo, que,
como tal, se aplica a una cosa siempre de un modo puramente relativo.
3. ¿Puede afirmarse que en la existencia se da más que en la mera posibilidad?
Segunda consideración: De la posibilidad interna, en cuanto que supone una existencia.
1. Una distinción necesaria en el concepto de posibilidad.
2. La posibilidad interna de todas las cosas presupone alguna existencia.
3. Es absolutamente imposible que no exista nada.
4. Toda posibilidad se da en algún ente real: o en el mismo en forma de determinación, o por el mismo
en forma de consecuencia.
Tercera consideración: De la existencia absolutamente necesaria.
1. Concepto de la existencia absolutamente necesaria.
2. Existe un ser absolutamente necesario.
3. El ser necesario es único.
4. El ser necesario es simple.
5. El ser necesario es inmutable y eterno.
6. El ser necesario contiene la máxima realidad.
Cuarta consideración: Fundamento de una demostración de la existencia de Dios.
1. El ser necesario es un espíritu.
2. Hay un Dios.
3. Observación.
4. Conclusión.
Es preciso delimitar el concepto de existencia, afirma Kant, porque no es un concepto claro, y porque ha
habido muchos filósofos que han partido de una noción de existencia desacertada. Kant tiene otro rasgo de
"modestia" y señala que no dará una definición formal de la existencia, ya que eso sería muy inseguro. "Yo
procederé como quien busca la definición" (p. 68), porque quien hace esto, aunque no sepa definir o
delimitar exactamente el concepto o naturaleza de algo, conoce bien sin embargo datos indubitables,
relaciones, etc., que se encuentran en su objeto de estudio. "La obsesión del método y la pretensión de
proceder como el matemático, que avanza seguro por una vía bien precisada, ha ocasionado, en el
resbaladizo terreno de la metafísica, multitud de deslices" (p. 68); afirmación que puede tener sentido en la
etapa de pensamiento en que el regiomontano se halla (búsqueda del método de la metafísica y construcción
del camino seguro de la filosofía primera), pero que choca violentamente con la realidad posterior de su
filosofía definitiva, en la que, como es sabido, considerará a la metafísica imposible como ciencia... positiva.
¿Qué es la existencia? Kant comienza diciendo lo que la existencia no es: la existencia no es un
predicado, o sea, no consiste en una determinación de las cosas. "Tomad un sujeto, el que queráis, por
ejemplo Julio César. Juntad todos sus posibles atributos, sin omitir siquiera las circunstancias de tiempo y
lugar, y pronto os daréis cuenta de que, con todas estas determinaciones, este sujeto puede existir o también
no existir. El ser que dio la existencia a ese mundo y a ese héroe podía conocer todos esos atributos sin
exclusión de uno solo y, sin embargo, considerar a esa personalidad como un ente meramente posible que, a
falta de decreto creador, no existe" (p. 69). Julio César, en tanto que posible, no existe; la noción de Julio
César puede estar completa sin la inclusión de la existencia; por tanto, la existencia no es una determinación
o predicado de las cosas. En la posibilidad de una cosa plenamente determinada no puede faltar ningún
atributo, con lo que el hecho de existir no añade un nuevo atributo a esas cosas plenamente determinadas. Y
cuando en el lenguaje vulgar se toma la existencia como un atributo, no se trata —dice Kant— de un atributo
de la cosa misma, sino más bien de algo propio del pensamiento que se tiene de ella. Por eso no es muy
exacto decir: "un unicornio marino es un animal existente; sino a la inversa: se da un cierto animal existente
en el que concurren los atributos todos que concibo en un unicornio. No hay que decir: en la naturaleza hay
exágonos regulares; sino más bien: en la naturaleza hay ciertos objetos, como las celdillas de las abejas y el
cristal de roca, a los que corresponden los atributos que percibimos en un exágono" (p. 70).
Kant aporta ahora una descripción positiva de lo que es la existencia. La existencia es la posición
absoluta de una cosa; como puede observarse, en eso se diferencia de todo atributo, el cual se aplica siempre
a una cosa de modo relativo. La idea de posición, por otra parte, "es absolutamente simple y se identifica con
la idea de ser en general" (p. 70). Tan simple es ese concepto que no puede esclarecerse más; únicamente
cabe advertir que no se confunda ser=existencia con ser=relación entre sujeto y predicado. En este segundo
caso hay una posición puramente relativa (un respectus logicus), una relación; la posición de esa relación no
es otra cosa que la cópula de un juicio. Mientras que en el primer caso se trata de una posición absoluta. Las
expresiones y ejemplos de Kant son tan claros, y la doctrina tan importante —doctrina sobre la que jamás
varió—, que parece oportuno registrarla entera: "Cuando digo: Dios es todopoderoso, esta relación lógica
entre Dios y la omnipotencia no es más que pensada, dado que ésta última constituye un atributo de Dios".
Aquí no se dice nada más. El hecho de que haya Dios, es decir, de si está puesto absolutamente o existe no
consta ahí de modo alguno. Es por eso que la palabra ser viene utilizada correctamente aun al relacionar
cosas absurdas, como cuando se dice, por ejemplo, que el Dios de Spinoza es sujeto de incesantes
modificaciones.
Puedo representarme a Dios pronunciando sobre un mundo posible su omnipotente fiat; en tal caso, a
ese conjunto de cosas representadas en su mente no le confiere ninguna nueva determinación, no le añade un
nuevo atributo, sino que lo que hace es poner simplemente y absolutamente, con sus correspondientes
atributos, esa serie de cosas en las cuales antes todo estaba puesto sólo relativamente con respecto al
conjunto. Las relaciones de todo atributo con su sujeto de inherencia nunca denotan algo existente; por lo
mismo, el sujeto debe ser puesto ya de antemano como existente. 'Dios es todopoderoso' debe constituir una
proposición verdadera incluso en el juicio de quien no conoce la existencia de Dios, con la sola condición de
que entienda el concepto que me formo de Dios. Pero la existencia misma de Dios depende del modo como
se pone el concepto de Dios ya que no cuenta entre los atributos. Y en los casos en que no se presupone el
sujeto como ya existente, en todo predicado queda por saber si pertenece a un sujeto existente o tan sólo
posible. La existencia misma, no puede ser, pues, ningún predicado. Cuando yo digo: Dios es un ser
existente, parece como si expresara la relación de un predicado con un sujeto. Pero tal expresión es también
inexacta. Para ser correcta debería decir: algo que existe es Dios; o si se quiere: a una cosa que existe le
corresponden aquellos atributos cuyo conjunto designamos con el término Dios. Estos atributos son puestos
de un modo relativo a este sujeto, pero el sujeto mismo con todos sus atributos, es puesto de un modo
absoluto" (p. 71).
El problema que se plantea inmediatamente a continuación es: ¿añade algo la existencia a la
posibilidad?, o con las mismas palabras de Kant: ¿puede afirmarse que en la existencia se da más que en la
mera posibilidad? La respuesta a la pregunta es que es preciso distinguir entre lo que está puesto y el modo
como lo está. Lo que se pone es lo mismo en ambos casos, el cómo se pone es distinto. "Para sintetizar todo
esto... digo lo siguiente:en un ente existente no hay puesto nada más que en un ente posible, pues entran aquí
en juego únicamente los atributos, mientras que por el hecho de existir algo se pone más que cuando se trata
de algo sólo posible, ya que se llega además a la absoluta posición de la cosa misma. En la mera posibilidad,
en efecto, no se pone la cosa misma, sino únicamente unas relaciones entre objetos regulados por el
principio de contradicción. Queda claro por consiguiente, que la existencia no es propiamente ningún
atributo de las cosas" (p.72). Para finalizar ese parágrafo, el regiomontano critica brevemente las
explicaciones que de la existencia dan Wolff, Baumgarten y Crusius.
Kant se acerca, con estos presupuestos, a lo que él considera el único fundamento posible para
demostrar la existencia de Dios: el argumento de los posibles. Téngase presente que este argumento no debe
identificarse con la variante del argumento ontológico que procede en base a la posibilidad interna de la
esencia divina. Los pasos efectuados por Kant podrían esquematizarse, a mi juicio, de la siguiente manera.
1. La posibilidad de que se está hablando aquí es la posibilidad interna, es decir la ausencia de
contradicción entre las notas de un concepto. Ahora bien, en toda posibilidad es preciso distinguir dos
aspectos: "la cosa pensada y la conformidad con el principio de contradicción propia de aquello que
simultáneamente es pensado en la cosa" (p. 74). El aspecto formal es la coherencia lógica, es decir, la
incompatibilidad o la "adecuación de los atributos con sus respectivos sujetos, conforme a la regla de lo
verdadero", es decir, conforme al principio de contradicción; es lo que Kant llama lo lógico de la posibilidad.
Y el segundo aspecto, "las cosas a las cuales se refiere esa compatibilidad", es decir, el contenido (de lo que
es coherente lógicamente); a eso Kant lo denomina lo real de la posibilidad. Señala el filósofo de Königsberg
que todo posible queda suprimido si se suprime alguno de los dos aspectos señalados.
2. Ahora bien, "aquello por lo cual se anula toda posibilidad es absolutamente imposible" (p. 75). Esto
es consecuencia de lo siguiente: si se suprimiera toda existencia no habría nada absolutamente puesto, es
decir, no habría cosa alguna ni materia para algo que pueda ser pensado; pero con ello desaparece por entero
toda posibilidad. Por eso es absolutamente imposible que no exista nada. "En la negación de toda existencia
no se da, ciertamente, ninguna contradicción interna..., pero el pretender que se dé una posibilidad
determinada sin que se dé también algo real encierra contradicción, pues si no existe nada tampoco se da
nada pensable, y uno se contradice al querer que, a pesar de ello, algo sea posible" (p. 75).
3. Ahora bien, la noexistencia de un ser necesario suprimiría toda posibilidad. Es decir, si no existiera
un ser necesario, eso llevaría consigo la no existencia de todo, o mejor, la imposibilidad de toda realidad,
puesto que toda posibilidad se da en algún ente real, o como dice Kant: "toda posibilidad presupone algo real
en lo que y por lo que todo ente pensable es dado. Según esto, hay una cierta realidad cuya supresión quitaría
toda posibilidad interna en general. Pero aquello cuya supresión o negación destruye toda posibilidad es
absolutamente necesario. Por lo mismo algo existe de un modo absolutamente necesario" (p. 79). Ese ser
necesario está puesto (existe) como fundamento o condición del contenido real de todo posible.
4. En consecuencia, la no existencia de un ser necesario es absolutamente imposible. Diciéndolo en
positivo, existe un ser necesario.
Kant delimita a continuación algunos atributos de ese ser necesario: a) es único, no puede haber varias
cosas absolutamente necesarias, puesto que el ser necesario contiene el fundamento último real de todas las
demás posibilidades y por ello cualquier otra cosa será posible únicamente en cuanto que es dada por él como
su principio; b) es simple, puesto que ningún ser compuesto de muchas sustancias puede constituir un ser
absolutamente necesario; c) es inmutable y eterno; puesto que es imposible que no exista y no tiene principio
ni fin, es eterno. Y es inmutable, ya que no es posible que tenga otro modo del que tiene en realidad, puesto
que "este ser necesario es posible sólo porque existe, no tiene otra posibilidad más que en cuanto existe en
realidad" (p. 82); d) contiene la máxima realidad, puesto que en él se deben encontrar los datos de toda
posibilidad, sean como determinaciones suyas, sean como consecuencias que se dan por él como fundamento
primero real; e) es un espíritu, puesto que las propiedades de entendimiento y voluntad son propios del
espíritu. Y esas propiedades deben hallarse en el ser necesario por cuanto existen cosas que tienen voluntad e
inteligencia; y "si el ser necesario, a modo de fundamento, hiciera posible en los demás seres la inteligencia,
la voluntad y otras realidades de naturaleza espiritual sin que se hallaran éstas en él a modo de
determinaciones suyas, sucedería que la consecuencia sería superior al principio mismo" (pp. 8485).
Después de todo ello, Kant extrae la siguiente conclusión: "Existe algo absolutamente necesario. Se
trata de un ser único en su esencia, simple en su sustancia, espiritual en su naturaleza, eterno en su duración,
inmutable en su modo de ser, pleno con respecto a todo lo posible y real. Es un Dios" (pp. 8586).
Sin entrar ahora en una discusión de la peculiar prueba kantiana —que él considera como la única
realmente demostrativa—, debe decirse que difiere del argumento leibzniano de los posibles. En el fondo, el
punto de partida no es: existe lo posible, sino más bien: existe lo pensable. Podría hacerse el siguiente
razonamiento, extractando el fondo del argumento kantiano: Si se niega el ser necesario, se destruye el
fundamento de toda posibilidad, es decir, se suprime todo posible. Ahora bien, suprimir todo posible es negar
el pensamiento, puesto que lo posible es lo objetivo (en sentido kantiano), posible es lo pensable. Pero negar
el pensamiento es imposible, pues quien lo niega, por el hecho mismo de negarlo, lo está afirmando.
Conviene poner de manifiesto que, a mi juicio, el fondo del razonamiento es ya plenamente kantiano, es
decir, en él se pone de manifiesto una doctrina básica del idealismo trascendental contenido en la Crítica de
la razón pura. Y eso es independiente de que el regiomontano abandone esta prueba en la Crítica.
Por otra parte, él mismo señala que esta prueba suya es a priori: "El fundamento que proponemos para
demostrar la existencia de Dios se basa en la simple razón de que algo es posible. Por lo mismo, se trata de
una prueba que puede muy bien formularse a priori. No presupone ni mi existencia ni la de otros espíritus ni
la del mundo físico" (p. 87). Pero no es una demostración de tipo analítico, como la del argumento
ontológico, que Kant siempre rechazará.
3. Segunda parte : La gran eficacia de este método demostrativo.
Ya fue advertido que esta segunda parte del Beweisgrund es la más larga, aunque metafísicamente tiene
menos relevancia. Kant plantea aquí fundamentalmente una crítica de lo que él llama la teología física, con el
ánimo de perfeccionarla y alcanzar así una demostración verdaderamente concluyente de Dios, y de Dios
creador.
Una lectura superficial de las cincuenta páginas de esta segunda parte podrían llevar a la conclusión de
que lo que Kant realiza es una variante del argumento teleológico, el que procede ex gubernatione rerum, que
seria la quinta vía de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios; pero en una lectura algo más
meditada se pone de manifiesto que de lo que se trata es de la aplicación de lo visto en la primera parte —la
posibilidad de las cosas—, pero ahora considerado a posteriori (por decirlo de alguna manera). Es decir, así
como en la primera parte Kant, argumentando a priori, decía: la posibilidad de algo real o pensable supone la
existencia de un ser supremo, aquí, con una prueba a posteriori señala: si hay algo, existe el ser supremo; es
así que hay algo, luego Dios existe.
Aunque, como vamos a ver sucintamente, la argumentación kantiana se parezca bastante a la tradicional
prueba teleológica, sin embargo como el principio motor del argumento es la posibilidad y no la causalidad,
el argumento de la finalidad para probar la existencia de Dios queda totalmente falseado. Incluso en
ocasiones se entremezcla con el argumento que Kant llama cosmológico, basado en la contingencia de los
seres (lo que sería la tercera vía de Santo Tomás).
Continuamente habla Kant del argumento teleológico (las más de las veces lo denomina aquí como
físicoteleológico) con admiración y respeto; le parece una prueba firme y bellísima, aunque en último
término, al no gozar de evidencia matemática no podrá ser absolutamente probatoria, como afirma en la
tercera parte del libro. Advirtiendo que las pretendidas o reales demostraciones que Kant hace de los diversos
pasos de la argumentación están basadas en la ciencia natural de su tiempo (y que escaso o ningún interés
tienen actualmente), la argumentación kantiana podría resumirse en el siguiente parágrafo.
El mundo de la experiencia muestra que hay seres en la naturaleza relacionados, conexionados; esa
relación demuestra que hay una unidad inherente a las cosas. De esa unidad observada en las esencias de las
cosas se alcanza (a posteriori) la existencia de Dios. Ello es así porque esa unidad rastreada en las cosas es
consecuencia de la unidad del origen del que dependen: Dios. Dios, que es causa de lo posible y de lo real, es
descubierto en la naturaleza de las cosas como su principio.
Kant se extiende en probar la primera premisa de su argumento (la unidad observada en la esencia de las
cosas), constatándola en las propiedades del espacio (pp. 8991), en la necesidad que ofrecen las leyes del
movimiento (pp. 9195), concluyendo que todas las cosas dependen de Dios, sea con una dependencia moral
o no moral (pp. 9598).
Ya en esta última consecuencia citada, el regiomontano empieza a exponer ampliamente algo que es
nuclear en toda esta segunda parte de su obra: el concepto de la armonía y el orden de la naturaleza y su
finalidad es bello e interesante, pero es preciso perfeccionarlo, pues se ha abusado mucho de él por parte de
la teología física. Se abusa del argumento, dice Kant, cuando se considera que todo, absolutamente todo,
cada cosa particular de la naturaleza, pretende ser explicado como si fuese algo directamente previsto por
Dios, y se llama en causa a Dios para explicar todo lo que sucede en la naturaleza. Señala que eso en el fondo
es minusvalorar a Dios; la explicación de los fenómenos particulares debe realizarse en base a leyes
generales y necesarias, puestas por Dios. No puede decirse que Dios esté obrando milagros continuamente;
no es que no exista el milagro en la naturaleza, pero se trata de algo excepcional y raro: "los milagros son
bastante raros, y además la perfección general del universo se logra, de un modo conforme a la voluntad
divina, siguiendo las leyes de la naturaleza y sin precisar de muchas intervenciones sobrenaturales" (p. 104).
A mi juicio, en el fondo Kant mezcla los planos de la providencia divina sobre todo lo creado, cuando critica
con sorna los "hipotéticos y secretos recursos sobrenaturales actuantes en la naturaleza". Habría que
recordarle que la providencia es universal, es decir, se extiende a todas las cosas; y es inmediata en cuanto a
la concepción, aun cuando por lo que respecto a la ejecución pueda ejercerse, y de hecho se ejerza, a través
de las causas segundas, y esto salvando y conservando la libertad de las virtudes espirituales. El hecho de que
las cosas, los misterios de la naturaleza puedan ser explicados cada vez más progresivamente (late en Kant el
prejuicio común a toda la Ilustración: llegará un día en que todos los misterios de la naturaleza tendrán
cumplida explicación racional) no quita nada a la Providencia de Dios.
Conviene poner de relieve, por otra parte, que la crítica kantiana de la llamada teología física tiene ante
los ojos no el argumento teleológico, el argumento que procede ex gubernatione rerum para probar la
existencia de Dios, sino más bien una corriente doctrinal floreciente en los siglos XVII y XVIII, que es
conocida con el nombre de Theologia naturalis, que tuvo un sin número de representantes sobre todo en
Inglaterra.
Kant sigue poniendo todo tipo de ejemplos que se explican "físicamente", mostrando con "toda
facilidad" la falsedad de las intervenciones directas de Dios en los fenómenos particulares, ridiculizando las
afirmaciones que pretenden ver en todo una intervención directa de Dios. (Hay que señalar de pasada que la
citada Theologia naturalis era una corriente doctrinal que buscaba y proponía los atributos de Dios,
sacándolos de la observación de la naturaleza; en muchos puntos ciertamente es una corriente claramente
insuficiente desde el punto de vista filosófico. El más largo ejemplo aducido por Kant y, para él, el más
relevante es la hipótesis de una explicación mecánica del origen de los cuerpos celestes y de las causas de sus
movimientos, lo que llama "cosmogonía" (pp. 132145), en la que aporta razones para abogar por un origen
mecánico de nuestro sistema planetario, realizando un breve bosquejo del modo probable como ha podido
formarse mecánicamente el sistema planetario. El mismo señala que lo que aquí expone tiene una afinidad
muy remota con el objetivo fundamental del libro (p. 134): se trata, como ya se aludió, de una inserción de
otra obra suya de 1755 (Historia general de la naturaleza y teoría del cielo).
Los ataques a la denominada teología física (el aludido movimiento Theologia naturalis) son continuos,
si bien no completamente negativos, pues también aborda el tema de las cualidades de la teología física en
general. Kant denomina métodos fisioteológicos a aquellos que consisten en remontarse desde unas
consideraciones sobre la naturaleza hasta el conocimiento de Dios. Como puede observarse no se enfrenta
con el argumento propiamente metafísico, y las nociones filosóficas en él contenidas, correspondiente a la
quinta vía tomista, auténtico argumento teleológico para demostrar la existencia de Dios.
"La nota distintiva de los métodos que la teología física ha venido usando hasta el presente estriba en
que parten de considerar convenientemente la perfección y la regularidad en lo que tienen de contingente,
pasando luego a mostrar el orden tan bien logrado que en ellas se da según se desprende de las adecuadas
relaciones que cabe constatar en la naturaleza, para concluir de ello la presencia de una voluntad inteligente y
bondadosa; a lo cual se junta luego, al tener además en cuenta la magnitud de la obra creada, la idea del
inmenso poder que debe poseer su autor" (p. 112). Método que "tiene cosas estupendas" (ibid.), entre ellas
que es muy intuitivo y lo puede captar cualquiera, que es el más natural de todos y que proporciona una idea
muy gráfica de la sabiduría y poder de Dios. Sin embargo tiene muchos defectos, que son los que hacen
insuficiente a la teología física usual. Esos defectos son:
1º. "Considera toda perfección, armonía y belleza de la naturaleza como siendo contingentes y
dispuestas por una sabiduría, cuando en realidad con frecuencia emanan, con una unidad necesaria, de las
reglas más esenciales de la naturaleza" (p. 113).
2º. "No es suficientemente filosófico, e incluso a menudo ha llegado a obstaculizar el desarrollo de la
filosofía" (p. 114).
3º. "Este método demostrativo puede servir únicamente para probar la existencia de un ordenador de los
ajustes y combinaciones artísticas que se dan en el mundo, pero no la de un autor de la materia misma ni el
hecho de que los elementos constitutivos del universo tengan en él su origen" (p. 117).
Ese método debe ser perfeccionado. Para ello Kant proporciona seis reglas con las que habría que
proceder (pp. 121122), a partir, por supuesto, de la confianza "en la fecundidad que las leyes generales de la
naturaleza tienen por depender del ser divino" (p. 121). Esas reglas no tienen, en mi opinión, gran valor
filosófico, ni el mismo Kant las considerará en su obra.
Lo verdaderamente capital para entender el cambio radical que Kant ha proporcionado al argumento
teleológico —y con ese cambio deja de ser teleológico, es ya otro argumento— se encuentra, casi como de
pasada, en unas breves frases que reproducimos a continuación. Esas expresiones se encuentran como
escondidas en toda la maraña de ejemplos físicos y de la crítica a la teología física.
Después de poner de manifiesto que en el método perfeccionado de la teología física, el orden y la
adecuación, aun cuando sean necesarios, denotan a un autor inteligente, y que el orden necesario de la
naturaleza denota a un creador de la materia así ordenada (pp. 118120), pero que no es válida esa prueba
tradicional por lo anteriormente expuesto, se expresa así: "Muy distinta es la conclusión del razonamiento
cuando se cae en la cuenta de que no toda la perfección de la naturaleza es artística, sino que se dan también
unas leyes en alto grado útiles que se hallan en conexión con una unidad necesaria, fundándose tal ajuste en
las posibilidades mismas de las cosas. ¿Qué hay que deducir de tal constatación? ¿Se hacen acaso posibles
esta unidad y esta fecunda armonía sin una dependencia de un creador inteligente? La forma en que tiene
lugar una regularidad tan enorme como múltiple descarta semejante suposición. Por el hecho de que esa
unidad se funda, de todos modos, en las posibilidades mismas de las cosas, ha de haber un ser inteligente sin
el cual no resultan posibles todas esas cosas de la naturaleza y en el cual, en calidad de un principio superior,
las esencias de tan diversos elementos naturales armonizan sus relaciones mutuas tan regulares. Pero
entonces es evidente que únicamente gracias a ese ser se hacen posibles no sólo la forma de concordancia de
las cosas sino estas cosas mismas, es decir, que éstas no pueden existir sino como efectos de él; lo cual da a
entender ante todo y de un modo suficiente la total dependencia que la naturaleza tiene respecto de Dios" (p.
120).
Por eso fue antes advertido que esta argumentación se fundamente en el principio de posibilidad, y no
en el principio de causalidad, sobre el que descansa el tradicional argumento teleológico. Lo que ha hecho
Kant aquí, con esa pretendida mejora o perfeccionamiento, es anularlo, proporcionando en todo caso un
argumento distinto: el ser necesario fundamenta las posibilidades realizadas. Y el argumento teleológico
tradicional deberá ser rechazado por inoperante demostrativamente hablando, advertirá Kant en la tercera
parte de su libro, y sobre todo en el parágrafo de la Crítica de la Razón Pura en el que se discuten los
argumentos para demostrar la existencia de Dios.
La segunda parte del libro se cierra con una consideración que lleva por titulo "De la suprema
suficiencia de Dios". Dios es soberanamente suficiente. Todo cuanto existe, sea posible o real, es algo
únicamente en tanto que viene dado por El (cfr. p. 146). Subraya Kant una vez más que las posibilidades de
las cosas se encuentran fundamentadas en Dios. La armonía, el orden que vemos en las cosas de la
naturaleza, junto con las leyes generales que las rigen, todo se da ya de antemano en las posibilidades de las
cosas, "y es sólo entonces que la sabiduría podrá actuar para elegir entre dichas posibilidades. ¡Cuántas
limitaciones se impondrían al absoluto por obra de un principio extraño si esas posibilidades mismas no se
hallaran fundadas en él!" (p. 146). Se trata de poner de manifiesto que concibiendo la naturaleza divina como
supremamente suficiente, ese concepto nos ayuda "como medio auxiliar para deducir de la naturaleza divina
la posibilidad ajena de las cosas, como quien del principio deduce la consecuencia" (p. 147). Y es mejor
hablar en Dios, señala Kant, de suprema suficiencia que de infinitud, atributo divino del que hablamos
habitualmente para designar la máxima perfección que a Dios compete; suprema suficiencia es más
adecuado, asevera Kant, por cuanto el concepto de infinito tiene siempre una connotación matemática.
4. Tercera parte : Fuera del fundamento demostrativo aducido no hay otro alguno posible en el que
basar una prueba de la existencia de Dios.
No le resta a Kant más que recapitular y extraer las consecuencias de todo lo señalado. En eso consiste
toda esta tercera parte; sin embargo, además de eso hay algunas indicaciones útiles que complementan lo ya
señalado y algunas otras que dan la impresión de que más que corolario son premisas, es decir, ideas
fundamentales con las que su pensamiento se mueve.
"Si la convicción acerca de la gran verdad de que hay un Dios ha de poseer el máximo grado de
seguridad matemática, lo que la caracteriza es que puede lograrse únicamente mediante un solo camino" (p.
151). Eso tiene la ventaja, dice Kant, de que todos los esfuerzos de la filosofía han de concentrarse en la
elaboración de ese solo principio de demostración.
Hace a continuación el regiomontano una clasificación y examen crítico de todos los principios de
demostración de la existencia de Dios, y que reduce a cuatro, englobados en dos grupos: "Todos los
principios de demostración de la existencia de Dios pueden sacarse solamente o de las ideas racionales de lo
meramente posible o de los datos empíricos de lo existente. En el primer caso se concluye o bien de lo
posible como principio la existencia de Dios como consecuencia, o de lo posible como consecuencia la
existencia divina como principio. En el segundo caso, a su vez, se llega por deducción de aquello cuya
existencia percibimos a la simple existencia de una causa primera e independiente, y luego, mediante análisis
de este concepto, a los atributos divinos que le son inherentes; o, de aquello que muestra la experiencia, se
deducen directamente tanto la existencia de Dios como sus atributos" (p. 152).
El primer argumento del primer grupo (de lo meramente posible tomado como principio se deduce la
existencia como consecuencia) es el llamado argumento ontológico. Kant lo llama cartesiano, aunque, como
es sabido, se remonta a San Anselmo. Después de exponerlo sucintamente, lo critica en función de lo
señalado en la primera parte, a saber, que la existencia no es un predicado, con lo que no es tampoco un
atributo de la perfección máximamente pensable.
El segundo, en cambio, que parte de las posibilidades de las cosas tomadas como consecuencias y
deduce de ellas la existencia de Dios, es claramente demostrativo; es el argumento aducido por el propio
Kant en la primera parte del Beweisgrund (de la posibilidad interna de todo ente pensable se deduce la
existencia de Dios), con las explicaciones o añadidos de la segunda parte: gracias al Ser Supremo se hacen
posibles las posibilidades mismas de las cosas.
El tercero y el cuarto —que procederían con la aplicación del principio de causalidad— parten de la
comprobación de la existencia de las cosas y, a posteriori alcanzan la existencia de Dios como causa
primera. El tercero es la prueba basada en la contingencia de los seres (lo que sería la tercera vía tomista): de
la experiencia de los seres contingentes, y por tanto efectuados, se llega a una causa primera, que poseería los
atributos que se asignan a Dios. Kant expone brevemente el argumento siguiendo a "los filósofos de la
escuela de Wolff". Es rechazable la argumentación cosmológica —afirma Kant— porque en el fondo no
procede a posteriori como pretende, es decir, no se utiliza el dato empírico, y se reduce a una modalidad del
argumento ontológico; está lleno de sofismas (p. 155), y ese modo de deducir es imposible (p. 154). Téngase
presente que Kant todavía en el Beweisgrund admite que de las cosas existentes contingentes puede
alcanzarse una causa primera, cosa que radicalmente rechazará en la Crítica de la Razón Pura. Lo que no
admite aquí Kant es que esa causa primera, no dependiente de ninguna otra cosa, sea absolutamente
necesaria, sea Dios.
El cuarto argumento es el físicoteológico o teleológico, que del orden y la armonía observables en la
experiencia se remonta a un ordenador inteligente que los ha creado. Este argumento "no sólo resulta posible,
sino que bajo todos los aspectos se hace también digno de que muchos aúnen sus esfuerzos para
proporcionarle la perfección que puede y debe tener" (p. 155). Lo que supone el argumento es algo grandioso
e impresionante, que a un ser racional no le permite dudar ni siquiera un momento de la verdad que
demuestra, señala enfáticamente Kant; sin embargo, esos razonamientos están desprovistos de rigor
matemático, o como dice ya casi al final "encierra un firme y bellísimo principio demostrativo; sólo que
jamás podrá gozar de la fuerza de una verdadera demostración" (p. 158).
Con una nueva recapitulación de los argumentos aducidos y con la afirmación de que hay solo una
prueba rigurosa de la existencia de Dios, la señalada anteriormente, termina este escrito precrítico kantiano.
"Sólo hay un Dios y sólo hay un principio demostrativo en virtud del cual se haga posible reconocer su
existencia con una sensación de necesidad capaz de deshacer todos los argumentos que puedan oponérsele"
(p. 158). El distintivo de este argumento es que "la posibilidad interna, las esencias de las cosas, son aquello
que si se suprime se destruye todo lo pensable" (ibid.); por tanto, la negación de la existencia de Dios es "una
nada total" (ibid.). Kant finaliza advirtiendo que si estos razonamientos de la única prueba posible para
demostrar a Dios, a alguno le parecen intransitables, no hay motivo de preocupación y pueden abandonarse,
puesto que "es absolutamente necesario convencerse de la existencia de Dios; pero no se hace tan necesario
demostrarlo" (p. 159), afirmación con la que se iniciaba el prólogo del Beweisgrund.
VALORACIÓN DOCTRINAL
A lo largo de la exposición hemos ido haciendo ya frecuentes referencias críticas que invalidan puntos
concretos de la doctrina kantiana expuesta. Conviene insistir ahora en lo siguiente. El hecho de que Kant
presente aquí un argumento para demostrar la existencia de Dios lleva consigo ciertamente que no pueda
tachársele de agnóstico, como en el período cumbre de su pensamiento en el que produce su filosofía crítica.
Sin embargo, y a pesar de que en 1763 todavía a él le parecía válido un argumento para demostrar la
existencia del Ser necesario, la doctrina metafísica subyacente a su argumentación conduce de modo
inequívoco al agnosticismo en el que desembocará posteriormente. Kant no ha encontrado todavía a la altura
de 1763 los rasgos fundamentales de su "problema crítico", pero la separación entre el denominado período
precrítico y el período crítico en los principales problemas filosóficos no es un corte radical, sino una
evolución progresiva. Casi veinte años le separan todavía de la publicación de la Crítica de la Razón Pura,
pero muchos de los aspectos filosóficos incluidos en el problema de la existencia de Dios están ya ganados;
la evolución es increíblemente lenta, pero continua. Por eso, todas las objeciones que deban hacerse a la
Crítica son válidas en gran medida para los temas tratados por el Beweisgrund.
Por lo demás, las afirmaciones con las que se abre y se cierra el Beweisgrund son un claro preanuncio
del llamado dogmatismo moral respecto a Dios, que aparecerá en la Crítica de la Razón Práctica. Cuando se
afirma que "es absolutamente indispensable que uno se convenza de la existencia de Dios, es menos
necesario que se demuestre", lo que está haciendo el regiomontano es colocar un autoconvencimiento no
racional de la existencia de Dios, algo parecido a aquel postulado de la razón práctica que exige la existencia
divina. Pero el postulado de la moralidad que exige a Dios no es trascendente, es decir, no es una
demostración, puesto que, como es sabido, los postulados kantianos hacen referencia al uso práctico de la
razón pura, que es de carácter inmanente. No alcanzan una realidad trascendente, ni valen por tanto para
fundar un conocimiento que supere lo sensible. Kant quiere creer que existe Dios; querer creer: son los dos
aspectos fundamentales de la exigencia de la divinidad que Kant planteará en su filosofía definitiva, y que,
como vemos, se hallan presentes en el Beweisgrund. Ese querer creer es un voluntarismo y una fe; un
voluntarismo neto que bien puede decirse que lo de menos es que Dios exista realmente o no, lo capital es
que yo quiero que Dios exista, es decir, en el fondo soy yo quien proporciona realidad a Dios. Y es una fe,
pero no una fe objetiva, ni una creencia en algo —Dios, en este caso— que exista más allá de la razón
práctica, sino que es una certeza subjetiva que sirve para la vida práctica o moral. Kant terminará por afirmar
que Dios no es más que una mera idea en mi, es decir, la razón práctica moral autolegisladora (Puede
consultarse con provecho a este respecto la conclusión del libro de R. Verneaux, Crítica de la "Crítica de la
Razón Pura". Madrid. Rialp 1978, titulada: Creer y saber: pp. 253263). Son comprensibles las posteriores
declaraciones de ateísmo de los filósofos que tienen ancladas sus raíces en el kantismo.
El conocimiento de la existencia de Dios no puede de ningún modo ser dejado al albur de la
subjetividad, pues para uno puede ser "absolutamente indispensable" el convencerse de la existencia de Dios,
mientras que para otro puede no existir esa necesidad subjetiva. De ahí que, al no ser evidente de suyo para
nosotros la existencia de Dios, sea necesario demostrarlo. Pero además de necesario, es también posible esa
demostración, contra el agnosticismo kantiano, que pasa por ser el paradigma de agnosticismo, y en el que de
una forma u otra se fundamentan los demás tipos de agnosticismo (positivista, modernista, etc.).
Hay que tener presente, contra el agnosticismo kantiano, que el problema de la demostración de la
existencia de Dios se plantea en el plano especulativo, que busca la verdad y en ella se detiene. Kant, en
cambio, quiere que Dios exista como fundamento de la moralidad, y cree en Él sin demostrarlo (porque no se
puede demostrar especulativamente). En ocasiones hablará de fe racional, pero más bien merecería el nombre
de fe irracional, por cuanto no existen, según él, razones teóricas que avalen tal existencia. Esto no quiere
decir que las disposicones morales deban ser absolutamente descalificadas —como algo sin valor— en el
proceso de la creencia en Dios; valen, y mucho, pero no demuestran la existencia de Dios. Ésta pertenece a la
especulación, se realiza con argumentos racionales y no con "razones prácticas".
Podría seguir pensándose que el agnosticismo teológico de Kant pertenece a su filosofía definitiva, pero
que en el Beweisgrund no hay agnosticismo; ciertamente, cuando se proporciona un argumento demostrativo
(o que se pretende tal) de Dios no se incurre en agnosticismo, pero tanto la fundamentación de su
razonamiento como la doctrina metafísica subyacente en él están cuarteando la vía de acceso a la
demostración. No pueden olvidarse a este respecto dos cosas: 1) Que el Beweisgrund pasa prácticamente
entero (en lo que a doctrina filosófica se refiere) a la Crítica de la Razón Pura, y especialmente en la
discusión de las pruebas de la existencia de Dios, el regiomontano sigue la misma línea (con los añadidos —
importantes, ciertamente— que le ha aportado su descubrimiento del problema crítico) de rechazo del
argumento ontológico, cosmológico y teleológico que hemos visto en el Beweisgrund. Lo único que falta en
la discusión de los argumentos que Kant considera tradicionales para demostrar la existencia de Dios, en la
definitiva exposición de la Crítica, es el argumento que a él le parecía válido en el Beweisgrund: el que
procede en base a la posibilidad interna de las cosas. 2) La doctrina metafísica que a Kant le va a llevar al
agnosticismo en la Crítica de la Razón Pura se encuentra ya en la obra de 1763. Esa doctrina es todo lo
concerniente a la noción ontológica de existencia, que, como ya observamos, pasa entera a la Crítica. Lo
único que falta todavía es la completa elaboración de la doctrina noética de la existencia, es decir, la manera
de conocerla. Lo mismo sucede con la doctrina acerca de la posibilidad; aunque Kant elabore ambas
nociones en la Crítica de la Razón Pura sin referirse al escrito precrítico de 1763, la conformidad es casi
completa.
Los estudiosos del pensamiento kantiano no se han puesto de acuerdo sobre las motivaciones que
llevaron al filósofo de Königsberg a no aludir siquiera a su prueba de 1763 a la hora de debatir las pruebas de
la existencia de Dios en la Crítica de la Razón Pura, teniendo además en cuenta la estricta equiparación del
resto de los argumentos en ambas obras. De todos modos, quizá la razón de más peso esté en que Kant lo
consideraba un razonamiento analítico, trasunto que como él mismo señala en la Crítica no puede admitirse a
la hora de una demostración de Dios. Sea de ello lo que fuere, el caso es que Kant lo consideró como falto de
fundamento. Esa falta de fundamentación estribaría en haber alcanzado en el periodo crítico que la
posibilidad es una categoría del entendimiento, sin valor trascendente a los fenómenos. Y ello teniendo en
cuenta que el concepto de posibilidad es una prefiguración neta del concepto crítico de posibilidad. Téngase
presente, por otra parte, que el argumento kantiano de los posibles —y en esto son concordes todos los
autores— posee una falta de solidez interna, que hace que no pruebe la existencia de Dios objetivamente.
Esto podría ser otra de las razones por las que Kant abandonó esta prueba; de todos modos, ello importa
poco: si el Beweisgrund es todavía estudiado hoy es fundamentalmente por la doctrina metafísica expuesta en
la primera parte del libro: las doctrinas de la posibilidad y de la existencia.
La existencia no está nunca incluida en una esencia, afirma Kant. Lo cual es bien cierto; sin embargo, el
regiomontano en vez de considerarla como un principio de la realidad, que junto con la esencia constituye la
entidad de todo ente particular finito, pasará a considerarla como un concepto puro del entendimiento. Lo que
falta en Kant —y esto es lo capital— es una consideración de la existencia como ser, como acto de una
esencia, que da realidad a todo ente. El preferirá, llevado por la lógica interna de su sistema, hablar de la
existencia como categoría (y no se olvide que las categorías tienen un valor cognoscitivo, no real). Pero es
que además se trata de una categoría muy peculiar, porque pertenece a la segunda clase de juicios modales. Y
lo distintivo de la modalidad de los juicios es que no contribuyen en nada al contenido del juicio;
desarrollando este punto de su doctrina, Kant señalará que como la modalidad de los juicios no es un
predicado alguno especial, los conceptos modales —y el "principal" de ellos es la existencia— no añaden
nada a una cosa. Lo característico, dice textualmente Kant, de las categorías de la modalidad es no aumentar
nada, como determinación del objeto, el concepto del sujeto al cual se unen como predicados, sino que
únicamente expresan la relación con la facultad de conocer.
La existencia como posición absoluta de una cosa está determinada por la experiencia. Es decir, para
Kant se debe decir que un objeto es existente realmente cuando coincide con las condiciones materiales de la
objetividad; recuérdese que el segundo postulado correspondiente a la aplicación de la categoría de existencia
es: lo que está en conexión con las condiciones materiales de la experiencia (de la sensación), es real. Una
cosa sería realmente existente cuando se encuentre conectada con la percepción o experiencia real; conectada
quiere decir relacionada. ¿Relacionada con qué? La respuesta, en la noética del filósofo de Königsberg, es
clara: con el entendimiento. Gilson ha comentado a este respecto, siguiendo de cerca la teoría kantiana del
conocimiento de la existencia: "En tal doctrina tiene que ser dada en la intuición sensible y conocida por el
entendimiento. A menos que sea dada en la intuición sensible, no puede ser conocida por el entendimiento,
mientras que por otra parte, donde el pensamiento no se adecúa con la intuición sensible, todavía puede haber
pensamiento, pero no conocimiento... La existencia aparece, pues, donde el juicio asertórico, "x es", pone
como real un objeto de pensamiento tal que responde a una intuición sensible, esto es, a un dato... La
existencia no es qué que yo pongo, sino el cómo lo pongo" (El ser y los filósofos, Eunsa 1979, p. 198. Una
exposición amplia del tema de la existencia en Kant y sobre todo la estrecha relación que guarda con el
proceso esencialista de la metafísica, se encuentra en las pp. 185201 de esa obra).
Como es sabido, en la concepción kantiana del conocimiento se distinguen dos cosas, la materia
(proporcionada por la sensación) y la forma (que es a priori); la unión de ambas cosas, una intuición
(sensible: Kant no admite una intuición intelectual) y un concepto proporciona conocimiento. De ahí se
desprende que la existencia no podrá ser conocida a priori; como dice Kant en la Crítica de la Razón Pura,
"sólo podemos llegar a una existencia que por algún lado debe estar comprendida en el nexo de la
experiencia, de la cual la percepción dada es una parte; de donde resulta que la necesidad de la existencia
nunca puede ser conocida por conceptos, sino siempre por el enlace con aquello que es percibido según leyes
universales de la experiencia". No es que Kant rechace la existencia; como dice Gilson, la conservó siempre,
poniéndola entre paréntesis, "relegándola al reino incognoscible de la cosa en sí Kant la ha conservado como
una condición necesaria para el conocimiento real, pero también la ha convertido en aquella condición
fundamental del conocimiento de la que nada se conoce ni se puede conocer" (op. cit., p. 200). De ahí, por lo
que a Dios respecta, como Dios no está enlazado con lo que se percibe ni aparece por ningún lado en la
experiencia, se deberá seguir como conclusión que no es posible conocer la existencia de Dios. Esa
imposibilidad de conocer a Dios, porque Dios no es experimentable ni está conectado o enlazado con la
intuición empírica, es el agnosticismo kantiano.
Pero toda esta doctrina kantiana es inválida, por cuanto invalida apriorísticamente las fuentes y el modo
con que el entendimiento humano se ejerce. Hay que afirmar taxativamente que se trata de algo
sencillamente falso señalar que el conocimiento venga dado exclusivamente en función de la intuición
sensible; lleva consigo esa afirmación el rechazo de la abstracción formal y la separación de las cosas en el
ser como modos de acceso cognoscitivo a la realidad; y negar esa abstracción y separación es cortar a radice
el camino para remontarnos hasta Dios, puesto que no llegaremos a acceder al ser de las criaturas, que se
configura y es el trampolín metafísico para la demostración de la existencia de Dios. No en vano, el Concilio
Vaticano I tuvo que definir como verdad de fe, contra el agnosticismo, que el hombre puede con las solas
luces de la razón natural demostrar la existencia de Dios a partir de las criaturas.
De la doctrina kantiana expuesta debe rechazarse también la negación que Kant hace del valor
metafísico de los conceptos primeros que el hombre puede tener, que quedan reducidos al puro orden
empírico, y, especialmente, la negación del valor metafísico del principio de causalidad, principio clave para
remontarnos a Dios a través de las criaturas; es conveniente recordar que el Magisterio de la Iglesia (cfr.
Juramento Antimodernista) ha indicado expresamente que la posibilidad de la demostración de Dios está
estrechamente relacionada con el principio de causalidad: el proceso discursivo de la razón, partiendo de las
criaturas, que son efectos, mediante el principio de causalidad, se remonta a la existencia de su causa, Dios.
Además, por otra parte, la noción kantiana de posibilidad, tal como ha sido descrita, pone también de
manifiesto la clara contraposición con la filosofía clásica y, a su vez, la constitución del kantismo como un
jalón más definitivo de la filosofía moderna. Recordemos sintéticamente que la noción clásica de posibilidad
tiene dos aspectos claramente diferenciados: la posibilidad lógica y la posibilidad ontológica. El posible
lógico es aquel que tiene su fundamento en la ausencia de contradicción interna; no implica, por tanto,
ninguna potencia real (ni activa ni pasiva); por pertenecer al plano intencional —no al plano del ser, al
ámbito real—, la posibilidad del posible lógico no tiene propiamente una potencia, es decir, en el orden
intencional no se da propiamente un ente en potencia, sino precisamente un mero posible, o sea, una no
discoherencia de términos, en última instancia, lo no imposible. Por su parte, la posibilidad metafísica se
reduce a la potencia, es decir, al poder ser (activo o pasivo): es posible real el que tiene la capacidad de
actualizarse o de ser actualizada la potencia real correspondiente. La posibilidad o potencia real siempre se
da en orden a un acto; en el plano predicamental, el acto de la potencia activa es la operación, y el de la
pasiva la forma; pero en el plano trascendental las mismas formas son potencia con respecto al ser, acto de
los actos y de todas las formas. Por eso, el sentido más radical de posibilidad metafísica es la esencia
(potentia essendi); la esencia es lo posible cuyo acto es su ser (cfr. Sto. Tomás, In I Sent., d.8, q.5, a.2).
La filosofía moderna —incluso ya antes con Ockham— ha absolutizado la posibilidad lógica en
detrimento de la potencia real, hasta el punto de que la posibilidad metafísica deja de entenderse y en último
término es desechada. Ese rechazo corre parejo con la volatilización del ser como acto, y el encumbramiento
de la esencia como principio fundamental de la realidad. Precisamente lo que acontece en el esencialismo de
gran parte de la filosofía moderna es la absolutización de la posibilidad lógica, hasta el punto de que para la
mayor parte de los autores modernos (Suárez, Descartes, Leibniz, Wolff) la posibilidad lógica —también
llamada objetiva— constituye las esencias de las cosas, y la existencia sería lo que se añade a esa cosa previa
que es la esencia como cosa ideal, el complemento de la posibilidad, por decirlo con la expresión de Wolff.
Ante esa somera descripción de la posibilidad lógica y ontológica, puede sorprender un tanto la postura
kantiana en el Beweisgrund, pues el regiomontano critica la postura racionalista y distingue entre posibilidad
lógica y posibilidad real, como hemos visto en la exposición. Sin embargo, no podemos llevarnos a engaño;
la postura de Kant no es una vuelta a la doctrina clásica aristotélicotomista de la potencia y la posibilidad,
sino que en último término es una mayor y más profunda configuración del absolutismo de la posibilidad
lógica, o como el mismo Kant la llamará posibilidad lógicotrascendental. Hemos visto decir a Kant que todo
posible consiste en primer lugar en poder ser pensado, y además lleva consigo una conveniencia lógica; por
eso decía que si se suprime toda existencia, desaparecería toda posibilidad porque no habría nada que pensar,
nada pensable. Pero aquí el fundamento de la posibilidad real no es una potencia real, sino una potencia
cognoscitiva; de ahí que afirme que lo realmente posible es lo pensable. Hay una frase de la Crítica del
Juicio que expone meridianamente la concepción kantiana en este punto: "Es indispensablemente necesario
para el entendimiento humano distinguir entre posibilidad y efectividad de las cosas. El fundamento de ello
está en el sujeto y en la naturaleza de sus facultades de conocer. Recuérdese, como ya vimos al tratar de la
categoría de la existencia, que la posibilidad sería para Kant, al igual que la existencia y la necesidad, una
categoría de la modalidad; y las categorías de la modalidad "sólo expresan la relación con la facultad de
conocer". Por eso, no hay aquí una fuga de la metafísica de cuño esencialista, sino una profundización más
clara de la posibilidad lógica, ahora denominada posibilidad lógicotrascendental; se trata de una
tematización más profunda en la gradación del principio de conciencia dentro de la filosofía moderna.
Muchas otras cosas podrían achacarse a la doctrina kantiana expuesta; a título de ejemplo, la afirmación
señalada de que existir es estar relacionado con la percepción; pero la necesidad de una percepción para
conocer la existencia de las cosas no es tal necesidad, es decir, la perceptibilidad no es condición necesaria de
la existencia real, sino algo que poseen determinados seres, en concreto pertenece sólo a los seres materiales,
una vez que de hecho existen. Por otra parte, Kant siempre considera a Dios en el Beweisgrund como el Ser
Necesario o Absoluto, o como el ser realísimo, que es la denominación normal en sus obras posteriores;
ahora bien, como resulta que lo real debe estar conectado con la experiencia, con lo perceptible, eso es
considerar a Dios no como absoluto, desligado o absuelto de la relación con las cosas; el concepto kantiano
de Dios se vuelve, contra su misma definición, como no absoluto, como un ser no "soberanamente
suficiente", sino más bien insuficiente, por cuanto depende en cierto modo de las cosas.
Respecto a la crítica que Kant realiza en el Beweisgrund de los demás argumentos de la existencia de
Dios, y que está desarrollada en la Crítica de la Razón Pura, puede acudirse al trabajo crítico de C. Fabro En
torno a la crítica kantiana de las pruebas de la existencia de Dios, recogido en el volumen Drama del
Hombre y misterio de Dios, Rialp, Madrid 1977, pp. 521604. Digamos simplemente que la exposición de los
argumentos cosmológico y teleológico es una exposición desvirtuada, como se deja ver fácilmente por la no
aplicación del principio de causalidad —sobre el que pivotan ambos argumentos— y por la consideración,
verdaderamente increíble desde el punto de vista históricodoctrinal, de que en el fondo el argumento
cosmológico se reduce al ontológico, y el teleológico al cosmológico.
A.L.G. (1981)
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