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RECICLAJE DE METALES

Se puede definir un metal como todo aquel elemento químico que, además
de ser buen conductor del calor y la electricidad, posee alta densidad y es
sólido a temperaturas normales (excepto el mercurio), además de poseer
generalmente la capacidad de reflejar la luz (lo que le da su peculiar
brillo). Dentro de los metales, nos encontramos dos clases: los ferrosos
(Hierro) y los no ferrosos (Cobre, Aluminio, Estaño.
Tanto la chatarra de metales ferrosos como la de metales no ferrosos procede
de tres grandes fuentes de origen:
– Propia o de origen: La generada en la fábrica, refinería, o fundición, y
que, en general, es recuperada y utilizada de nuevo en la misma planta.
– De origen industrial: La chatarra procedente de recortes y mermas
surgidos en el proceso de elaboración de un producto de consumo
(electrodomésticos, latas y envases de acero, aerosoles, maquinaria, barcos,
automóviles, trenes, etc.) en el que intervienen productos metálicos.
– Obsoleta: La chatarra procedente de productos ya obsoletos que han
cumplido su vida de uso. En general, esta chatarra representa un porcentaje
muy importante de los residuos metálicos, pero su aprovechamiento requiere
de importantes esfuerzos relacionados con su recogida, clasificación,
recuperación y reciclado de los productos metálicos asociados. Es el caso de
los Residuos de Aparatos Eléctricos.

El Reciclaje de Metales Ferrosos


El acero y el hierro, al igual que el resto de los metales, puede ser reciclado
una vez que su uso inicial ha llegado a su término un número prácticamente
ilimitado de veces, sin perder calidad, y cualquiera que haya sido su origen.
Tal y como se mencionó anteriormente, las principales fuentes de chatarra
de hierro y acero provienen del fin de uso de productos (electrodomésticos,
envases, aerosoles, máquinas, automóviles, etc.) y de mermas industriales
(tanto propia como industrial).

Son fácilmente identificables en los residuos a través de la separación


magnética. Si se logra obtenerlo sin ningún tipo de contaminantes, se trata
de un material 100% reciclable y puede reciclarse un gran número de veces
donde la única limitación al rendimiento del reciclado viene determinada por
tres factores:
– La efectividad del proceso de recuperación de los usos previos
– La efectividad del sistema de recolección y selección
– Las dificultades técnicas del reprocesamiento

El acero suele encontrarse con algunos elementos que complican su reciclaje


como las varillas con hormigón o tuberías enterradas. En otros casos, es
necesario eliminar la presencia de contaminantes en el mismo para aumentar
el rendimiento del proceso.
Toda esta chatarra ferrosa, una vez prensada en forma de grandes balas
compactadas, es enviada nuevamente a las acerías, donde el proceso de
obtención de nuevos productos siderúrgicos (tanto aceros como fundiciones)
a partir de chatarras férricas se realiza mediante hornos eléctricos (ciclo
electro siderúrgico).
Si un residuo metálico está sumamente contaminado (con hidrocarburos,
pinturas, etc.), aunque se realice el prensado del mismo, no se eliminan las
sustancias nocivas que pueda contener. Por ello, para poder obtener un metal
completamente reciclado y óptimo para su posterior uso, es necesario
realizar otro procedimiento que es muy parecido al que hablábamos en el
último artículo sobre el reciclaje de plástico. El metal se tritura, se lava y se
almacena hasta su posterior traslado a la acería para su tratamiento final.
Usando maquinaria adecuada podemos obtener tiras de metal con tamaños
entre 20-40 cm procedentes de los envases de metal contaminados. Estas
pasan por un tromel (un cilindro de unos dos metros de longitud) donde el
metal se mantiene en contacto con una disolución de hidróxido sódico que
elimina todos los contaminantes incrustados en el metal. Esta disolución se
encuentra siempre en recirculación y únicamente se cambia cuando se
encuentra realmente agotada y su poder de limpieza ya no es efectivo.
Posteriormente, estas tiras de metal que hemos realizado pueden prensarse
para su reducción de volumen y mejorar el transporte al gestor final del
metalo realizar un transporte a granel en contenedores adecuados,
dependiendo de las exigencias del mercado en cada momento.
Así, debemos tener en cuenta que dependiendo de la contaminación que
tenga un residuo ferroso, deberemos elegir una técnica u otra. En el caso de
que el metal provenga de recogida selectiva, desmontaje de RAEE’s o de
VFUs podremos elegir realizar un prensado y transporte a reciclaje final. En
caso de tener metal contaminado, procedente de envases industriales, por
ejemplo, se deberá realizar la des contaminación del residuo para mejorar su
posterior tratamiento final y las condiciones medioambientales del mismo.

EL RECICLAJE DE METALES NO FERROSOS

ALUMINIO
Una vez que el aluminio usado llega al gestor, éste se clasifica y prepara,
separándolo de los restos de metales y materiales por diversos métodos –
manualmente, separación magnética, separadores por corrientes de Foucault,
fragmentado, triturado, cizallado, etc. tratando de estandarizar la calidad del
material para el cumplimiento de las normas nacionales existentes.
Posteriormente, la chatarra obtenida suele ser prensada y empaquetada para
facilitar su transporte, bien a un mayorista de chatarras o directamente a la
fundición para la producción de aluminio secundario.
COBRE
El cobre, al igual que otros metales, puede ser reciclado un número ilimitado
de veces sin perder ni degradar sus propiedades químicas o físicas, siendo
uno de los materiales más reciclados ya desde la antigüedad.
La fuente más importante de chatarras de cobre son los productos que han
finalizado su ciclo de vida funcional (chatarra obsoleta). Entre ellos se
encuentran los residuos de construcción (instalaciones de fontanería, gas y
calefacción o cables eléctricos), así como equipos eléctricos y electrónicos y
productos de latón.

El proceso de reciclado del cobre consta básicamente de la recogida y


clasificación de las chatarras de cobre en función de sus niveles de pureza
para su posterior envío a la fundición o tratamiento final. Así, los residuos
de cobre puro pueden ser fundidos directamente. Su pureza se comprueba
mediante análisis químico cuando aún está en estado líquido. Después se
desoxida y lleva a formas intermedias —como lingotes— para usarlos en
otros procesos. Los residuos que contienen óxidos se funden para formar
ánodos que van a electrorrefinación para obtener el nivel de pureza deseado.
En algunas aleaciones, como el latón y el bronce, el residuo de cobre se funde
y forma más aleaciones, sin que se vuelva a refinar. Si el residuo de cobre
está mezclado con otros minerales, se evalúa la relación coste-beneficio del
proceso de volver a refinarlo. Si esta relación es muy alta —como en el caso
de la lata y el níquel que sólo se pueden sepa-rar mediante
electrorrefinación—, el residuo de cobre se destina para fines no eléctricos,
que no requieren niveles de alta pureza.

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