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¿Qué es la rapidez o velocidad de procesamiento cognitivo (VP)?

La velocidad de procesamiento (VP) o rapidez de procesamiento es uno de los principales elementos


del proceso cognitivo, por lo que resulta un elemento clave en el aprendizaje y rendimiento
académico, en desarrollo intelectual, razonamiento y la experiencia.

La velocidad de procesamiento es una habilidad cognitiva que se puede definir como el tiempo que
le lleva a una persona hacer una tarea mental. Tiene que ver con la velocidad en la que una persona
capta y reacciona a la información que recibe, ya sea por vía visual (letras y números), auditiva
(lenguaje) o del movimiento. Es decir, la velocidad de procesamiento es el tiempo que se tarda entre
que se recibe el estímulo y se emite una respuesta.

Tener una velocidad de procesamiento lenta no quiere decir que seamos menos inteligentes sino
que iremos más lentos haciendo determinadas tareas como leer, hacer cálculos matemáticos,
escuchar y tomar apuntes o mantener conversaciones. También puede interferir en las habilidades
ejecutivas, por lo que una persona con velocidad de procesamiento lenta le costará más, o tardará
más tiempo en planificarse, fijarse metas, tomar decisiones, iniciar las tareas, mantener la
atención…

La velocidad de procesamiento implica la capacidad de realizar con fluidez las tareas fáciles o ya
aprendidas. Se refiere a la capacidad de procesar información de forma automática y por lo tanto,
rápidamente, sin pensar conscientemente en ella. Cuanta mayor velocidad de procesamiento más
eficientemente se pensará y aprenderá.

En definitiva, la velocidad o rapidez de procesamiento cognitivo es el tiempo que transcurre desde


que recibes la información hasta que la entiendes y comienzas a responder.

Ejemplos de velocidad de procesamiento cognitivo

La velocidad de procesamiento puede ser contextualizada y llevada a cabo en ejercicios como


reconocer patrones visuales simples en las tareas de exploración visual, asumir las pruebas que
requieren la toma de decisiones sencillas, realizar cálculos aritméticos básicos, manipular números
o realizar tareas de razonamiento bajo presión.

Algunos ejemplos que podrían identificarse con una rapidez o velocidad de procesamiento lenta
son: ¿Te toma una hora realizar una tarea en la que otras personas solo tardan treinta minutos? ¿Te
cuesta trabajo seguir instrucciones o planificar una determinada actividad, sobre todo, cuando no
tienes mucho tiempo para terminarla? ¿Obtienes malas evaluaciones en los exámenes incluso
cuando conoces bien la materia?, etc…

Trastornos y patologías relacionados con una velocidad de procesamiento lenta

La velocidad de procesamiento lenta no es estructuralmente un problema de aprendizaje o de


atención, y tampoco tiene nada que ver con la inteligencia, aunque impacta en todas las etapas del
aprendizaje. De esta manera, cuando hablamos de una velocidad de procesamiento lenta, puede
contribuir a dificultades del aprendizaje como el TDAH, la dislexia, la discalculia o el trastorno del
procesamiento auditivo.
Esto revierte y afecta a tareas como la planificación de objetivos, resolución de problemas y
perseverancia en sus metas personales.

Estrategias para el aula

1. Reducir la cantidad de trabajo, especialmente cuando se trata de series de ejercicios del mismo
tipo. Exigir que unos pocos estén bien hechos, más que realizar muchos.
2. Valorar más el contenido y la corrección que la buena presentación del trabajo.
3. Permitir el uso de la calculadora para la realización de problemas.
4. Colocarle junto a un compañero que trabaje con agilidad. Uno de los dos niños tendrá que
controlar que vayan comenzando cada ejercicio al mismo tiempo.
5. Cada vez que el profesor vea al alumno concentrado en su tarea convendría que se acercase a
él expresando su satisfacción, (sonriendo, con un gesto de ánimo, o diciendo “muy bien, estás
trabajando duro”)
6. Permitir al alumno el uso de sistemas de corrección rápida: escritura en el ordenador, uso de
líquido corrector, tachado de errores.

Posibles estrategias

 Otra opción es ponerle delante un reloj y decirle “cuando la aguja llegue aquí vendré”, o un
reloj de arena también vale
 Aunque tenga las tareas anotadas en la agenda, mejor señalárselas en su cuaderno-libro. (Si
es posible el número del ejercicio en su libro con un rotulador de color) Si tiene ejercicios
en esa página rodeados de otro día, usa un color distinto. Si el libro no es propiedad del
alumno, se pueden usar pequeños post-it.
 Usar una señal de actividad que avise de que empieza el tiempo de trabajo personal. Se
puede colocar encima de su escritorio.
 El problema de los con un promedio bajo en su velocidad de procesamiento puede no ser
debido a distracciones o sobrecarga de trabajo, sino a un mal manejo del tiempo, es decir,
cree que tiene suficiente tiempo hasta que en realidad le demuestra lo contrario.
 Un buen recurso para que gestione mejor el tiempo es hacer prácticas de estimación del
tiempo. Se trata de pedir a estos niños que intente adivinar el tiempo necesario para
realizar algunas actividades, y comparar sus predicciones con la realidad para aumentar
progresivamente su conciencia del tiempo y su precisión a la hora de hacer previsiones. No
es necesario que las predicciones se centren en actividades académicas. Se pueden valorar
cuestiones como las siguientes:
 ¿Cuánto tardas en ir desde casa al parque?
 ¿Cuánto tardas en recoger tus cosas y ponerte el abrigo?
 ¿Cuánto tardas en escribir una redacción de 15 líneas?
 ¿Cuánto tardas en comerte el bocadillo?
 ¿Cuánto tardas en hacer estas sumas?
 Enseñar algunas técnicas de estudio para ayudarle a organizar su trabajo, preparar lo
necesario, utilizar la agenda y aprender a trabajar de manera organizada.
 Usar FICHAS DE TAREA o una FICHA DE CONTROL DEL TIEMPO.
 Jugar a “vencer el reloj” para hacer la tarea en cierto tiempo; si termina antes tiene un
premio.
 Tareas breves en las que se le pide al niño intentar reducir los tiempos de ejecución también
son una forma de estimular la velocidad de procesamiento. Uso del cronómetro.
 Tiempos breves. Cada caso es particular, pero un buen número de niños les rinden mejor si
trabajan periodos breves de tiempo. A muchos niños les da resultado pedirles que nos
enseñen la tarea cada vez que terminan un ejercicio o dos. No se trata de corregírsela y
hacérsela repetir, sino más bien una forma de secuenciarle la actividad y establecerle
pequeños descansos organizados.

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